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Opinión

Alejandro Armas Abr 09, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Otra pésima disyuntiva en Brasil

Jair Bolsonaro y Lula Da Silva , la inminente disyuntiva en Brasil. Foto en Ciudadccas

@AAAD25

Para esta columna ha llegado un momento de pausa en la discusión de la tormentosa política venezolana. No obstante, los temas que vienen a continuación no son ajenos a nuestro país ni están libres de gravedad. Al otro lado de la serranía de la Neblina, en Brasil, el panorama se enrarece y se hace muy difícil saber qué hay más adelante, como si la bruma que da nombre al hito fronterizo se extendiera, impenetrable, a través de la Amazonía, el Mato Grosso y hasta las pampas meridionales. Una democracia saludable no debería estar en esas condiciones cuando se acercan unos comicios, momento tenso por lo general.

Nuestro vecino del sur va a elecciones presidenciales a finales del próximo año. Jair Bolsonaro, al igual que casi todos sus predecesores desde la aprobación de la Constitución de 1988, quiere repetir. Hasta hace poco, parecía estar bien encaminado hacia su objetivo, en parte debido a la ausencia de un retador que entusiasme a los votantes. Como todo populista, Bolsonaro genera una polarización enorme. Sus detractores bien pueden constituir una mayoría y estar muy comprometidos con sacarlo del Palácio de Planalto, pero no están cohesionados en torno a un movimiento, ni hablar de un dirigente común. Además, aunque Bolsonaro tenga las debilidades del típico populista, también goza de los beneficios, incluyendo a una base de leales seguidores.

Pero la cosa cambió. El expresidente Luiz Inácio «Lula» da Silva fue exonerado de las condenas judiciales en su contra por un magistrado del Supremo Tribunal Federal brasileño. No es que Lula ahora esté libre de señalamientos de corrupción, sino que el susodicho juez alegó que la corte que lo había sentenciado no tenía competencias para el caso. En fin, sea como sea, el punto es que Lula ahora está técnicamente habilitado para disputarle la presidencia a Bolsonaro. Y por los vientos que soplan, lo hará, a menos que su suerte judicial vuelva a oscurecer.

¿Y por qué no lo haría? Algunos sondeos de opinión lo ponen por encima de Bolsonaro en intención de voto. Además, regresar al poder le brindaría un blindaje adicional contra cualquier cuenta pendiente con la justicia. De eso sabe mucho su buena amiga Cristina Fernández de Kirchner.

Tal vez recuerdan los comicios presidenciales de 2018, en los que Bolsonaro, otrora considerado un actor secundario de la política brasileña y más risible que peligroso, dejó al mundo atónito con su ascenso meteórico hasta la cima. Fue catapultado hasta allí por coletazos de la última crisis económica latinoamericana, el descontento con una elite política casi universalmente corrupta y las debilidades de su contrincante en segunda vuelta, Fernando Haddad, el nada inspirador candidato de la izquierda.

Esa elección me pareció una de las más terribles que he visto en el tiempo que llevo como observador de la política mundial.

Los dos contendientes eran impresentables. El uno, por populista ultraconservador y admirador de dictaduras. El otro, por fantoche de un partido bajo cuya égida la corrupción en Brasil llegó a niveles exorbitantes y se hizo la vista gorda con regímenes autoritarios de izquierda en América Latina.

De consolidarse la disyuntiva entre Bolsonaro y Lula, el panorama no sería menos desolador. Muy a pesar de lo que uno lee a veces en la prensa o escucha en boca de activistas de izquierda, ni Bolsonaro es un dictador ni Brasil se ha convertido en una dictadura. Pero eso no significa que la situación no sea peligrosa. Hay que saber distinguir entre un líder con rasgos autoritarios y un régimen autoritario. Bolsonaro es lo primero, pero no encabeza lo segundo, sino una democracia frágil. Y todo indica que en la medida en que se acerca una elección que pudiera ser más reñida que lo esperado, los instintos antidemocráticos del Presidente se refuerzan. Bolsonaro ha repetido las denuncias disparatadas de la extrema derecha norteamericana sobre fraude electoral en Estados Unidos como si fueran ciertas e insinuado que algo similar pudiera ocurrir en Brasil. Su hijo, el influyente congresista Eduardo Bolsonaro, criticó el asalto al Congreso estadounidense por una turba de seguidores de Donald Trump… ¡Pero porque no se organizó bien ni cumplió su objetivo de desconocer la derrota del líder!

Todo esto ocurre en un ambiente bastante turbio, con rumores de que al menos una parte del alto mando militar brasileño está bastante descontenta con la exoneración de Lula y dispuesta a intervenir para evitar que vuelva a la presidencia. Tengamos en cuenta que aunque las Forças Armadas no se han vuelto un brazo castrense del bolsonarismo, sí tienen un papel atípicamente influyente en la política nacional, con casi una decena de ministerios y otras posiciones clave, como la dirección de la estatal de hidrocarburos Petrobras. La información sobre posible politización de uniformados se volvió más inquietante con la renuncia del ministro de Defensa de Bolsonaro la semana pasada, acompañada por un comunicado en el cual el funcionario reafirmó el papel institucional de las Fuerzas Armadas como deber ser, y seguida por las dimisiones de los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.

A Bolsonaro lo llaman el «Trump del trópico». Fonéticamente, esa es una bonita aliteración. Conceptualmente, una advertencia alarmante. No es de ninguna manera descabellado pensar que Bolsonaro intente repetir las tropelías del expresidente norteamearicano en caso de un resultado electoral desfavorable. En Washington la arremetida llegó más lejos que lo que muchos imaginamos. No sé qué quedará para Brasil, cuyas instituciones son mucho más endebles.

Volvamos ahora la mirada a Lula. El problema con él es distinto. Aunque sus raíces están en la izquierda populista y filocastrista, una vez en el poder Lula no manifestó conductas autoritarias dignas de notar. Excepto quizá por el Frente Amplio uruguayo, el suyo fue el más democrático de los gobiernos de la «marea rosa» latinoamericana. Muy distinto a Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa. Incluso evitó la agresividad y polarización que han caracterizado a Cristina Fernández de Kirchner. Pero el crecimiento económico durante su mandato fue un espejismo de prosperidad, seguido por una crisis fuerte que, para su fortuna, no le estalló a él, sino a Dilma Rousseff, su delfín.

Ni hablar de la corrupción, que anduvo a sus anchas. Petrobras y, sobre todo, Odebrecht, se volvieron sinónimos de negocios pingües pero sucios. La diplomacia de Lula ayudó a exportar dichos tratos a lo largo y ancho de América, incluyendo, desde luego, a Venezuela. Acá la lista de obras de infraestructura encargadas a Odebrecht y nunca concluidas, pese a los millones asignados, es bien conocida. Desde la represa hidroeléctrica de Tocoma en el Caroní, pasando por una nueva línea del Metro de Caracas hasta el segundo puente sobre el Lago de Maracaibo.

Por último, tenemos las simpatías de Lula hacia el castrismo y su indiferencia ante la pérdida de la democracia en Venezuela. Si usted cree que ello se debe a que, cuando Lula dejó el gobierno en 2011, lo peor que deparaba la política venezolana estaba aún por venir, piénselo dos veces. La semana pasada, en una entrevista televisiva, Lula aseveró que «no se puede decir que en Venezuela no haya democracia». Pensaba que, devuelto al poder, Lula tendría una posición ante el chavismo como la de Andrés Manuel López Obrador o Alberto Fernández, lo cual hubiera sido malo. Tras esas declaraciones recientes suyas, creo que sería peor.

Me considero un admirador empedernido de la cultura brasileña. Muero por degustar una feijoada. Adoro las novelas de Machado de Assis y Clarice Lispector. Cuando me quiero relajar, acudo a la bossa nova de Tom Jobim y João Gilberto. Disfruto las películas de Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos. Por eso, cada vez que paso cerca del Instituto Cultural Brasil-Venezuela, y veo el abandono en que yace tras sus muros de empedrado portugués, mi dolor es inmenso. Pero si el precio para su rehabilitación es un gobierno en Brasilia indolente hacia la calamidad venezolana, prefiero esperar por tiempos mejores, en una Venezuela libre, para volver a ese recinto.

Creo que no tengo que decirle a usted, amigo lector, cuál desenlace de la elección presidencial brasileña sería más favorable para la causa democrática venezolana.

Tampoco que la dirigencia opositora tiene que mantener buenos lazos con el gobierno brasileño mientras sea posible. Pero eso no quiere decir que los ciudadanos venezolanos tengamos que hacer activismo a favor de candidatos terribles por allá. Me causa mucha gracia que nuestros derechistas más exaltados estallen en cólera ante cualquier crítica a Bolsonaro, muy a pesar de su talante despótico. O que la izquierda postchavista reproche a la oposición estar «llena de odio» cuando repudia a Lula, muy a pesar del comportamiento del expresidente hacia Venezuela. Como si de todas formas los venezolanos fuésemos quienes vamos a decidir esa elección. Yo, al menos, no le hago propaganda a impresentables. Prefiero limitarme a estudiar desapasionadamente la situación y a esperar lo mejor. Para Brasil y para Venezuela.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#10ConversasDeEconomía | Sin seguridad jurídica no habrá inversiones

@victoralvarezr

La economía responde de mejor manera a los incentivos, pero en Venezuela se impusieron leyes punitivas que establecieron arbitrariamente el tipo de cambio y los precios; leyes plagadas de multas, sanciones y penas de cárcel que desestimularon la producción, causaron una creciente escasez y contribuyeron a propagar la hiperinflación.

¿Cómo fue que la política de controles y los graves errores de la política económica se combinaron para estimular la conformación de un modelo de expoliación en Venezuela?

En Venezuela, la destrucción de las instituciones sirvió para imponer un modelo de dominación basado en la discrecionalidad y la arbitrariedad. Dio lugar a un régimen de expoliación controlado por la complicidad de funcionarios corruptos y oscuros intereses económicos que se disputaron y disputan la asignación de dólares preferenciales, el financiamiento público a bajas tasas de interés y largos plazos, las exoneraciones arancelarias para la importación, las compras gubernamentales, el suministro de materias primas desde las empresas del Estado y otros incentivos de las políticas públicas.

Sin renta petrolera el gobierno ya no cuenta con la capacidad financiera que utilizó para premiar a los incondicionales, comprar a los indecisos y castigar a los opositores. Para sobrevivir a las sanciones, el régimen impulsa la apertura del mercado interno a toda clase de importaciones sin arancel que compiten ventajosamente con la producción nacional. También desmonta los controles de cambio y de precios, desregula y liberaliza la economía, adelanta un proceso de privatización y abre a la inversión privada los sectores del petróleo, gas y minería.

Aparte de la eliminación del control de cambios, del abandono del control de precios y la dolarización ¿cuáles son los nuevos incentivos que ahora ofrece el gobierno? ¿Cuáles son los intereses que están surgiendo y presionan para cambiar el marco legal y el entorno institucional? ¿Estamos en presencia de cambios radicales a favor de una economía de mercado? ¿Vamos hacia una chinización de la economía venezolana?

Ante el fracaso del modelo estatista que se levantó a partir de una ola de expropiaciones, la reconstrucción de la economía nacional requiere una nueva institucionalidad para impulsar un proceso de desarrollo sustentado en el valor del trabajo, el emprendimiento productivo, la libre iniciativa privada, la competitividad, el respeto a los derechos de propiedad y la seguridad jurídica.

¿Cuáles son las reformas institucionales clave que un nuevo gobierno tendría que impulsar para  una verdadera transformación de la economía venezolana?

¿Qué leyes y organismos degeneraron en incentivos perversos y hay que reformar o derogar para crear un ambiente propicio a la inversión y actividad productiva? ¿Cuáles son los nuevos entes del Estado que hay que crear o fortalecer para que ese nuevo marco legal no se quede como letra muerta?

El costo social atribuido a los programas de ajuste macroeconómico, y su impacto microeconómico a nivel de un aparato productivo poco competitivo, suele generar resistencias y fuertes conflictos que terminan por abortar las reformas económicas. Un argumento para explicar esos fracasos ha sido la debilidad institucional que mediatiza la potencialidad de las reformas que finalmente no llegan a concretarse. Tan así es, que al primer recetario del Consenso de Washington se le agregó una lista de reformas dirigidas al fortalecimiento institucional y a mejorar la acción supervisora del Estado sobre el sector financiero, las empresas privatizadas, la autonomía del Banco Central, las instituciones de educación del consumidor y la protección ambiental.

¿Cómo se pueden articular, sincronizar y armonizar las reformas macroeconómicas y las políticas microeconómicas con las reformas institucionales en la dimensión mesoeconómica? ¿Cómo lograr una visión de conjunto y un enfoque integral para que no se descuide ninguna de esas dimensiones y así evitar que se ponga en peligro la buena marcha del programa de reformas?

La respuesta a estas preguntas las abordamos con Humberto García Larralde, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, en un nuevo capítulo de la serie “Diez conversaciones estelares con diez de los mejores economistas de Venezuela”.

Ver video YouTube:

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Carlos Nieto Palma Abr 09, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Vacunas para los presos

@cnietopalma

Realmente el tema de las vacunas para prevenir la transmisión de la covid-19, y las diferentes cepas que han surgido con el tiempo, se ha convertido en el principal tema de preocupación de los venezolanos hoy en día, mucho más cuando vemos que nuestro país va detrás del autobús en lo que respecta a la adquisición de las vacunas requeridas para inmunizar a la población.

Sin ser un conocedor del tema, he visto los conflictos entre las organizaciones que agrupan a los verdaderos expertos en el área de salud y el régimen de Nicolás Maduro que, como lo ha hecho desde que se inició la pandemia, busca politizar la situación, dejando de lado la emergencia que vivimos los venezolanos.

En un excelente material informativo publicado en el portal Prodavinci, llamado ¿Cómo atender a pacientes con covid-19?, la Sociedad Venezolana de Infectología dice: “Hasta diciembre de 2020 la OMS reporta 3 vacunas aprobadas y 5 vacunas con autorización de uso de emergencia para prevenir la enfermedad covid-19. Apartando las vacunas, no existe ningún medicamento aprobado que prevenga la infección”.

Hoy quiero hablar sobre la posibilidad de que entre los grupos a los cuales piensa el régimen vacunar, estén los privados de libertad en las cárceles y centros de detención preventiva en Venezuela, que en total suman un aproximado de ciento diez mil (110.000) personas.

Debemos tener claro, en primer lugar, que los presos en Venezuela no están incluidos en ninguno de los planes activados para tratar la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela. Ni la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), ni otros organismos de cooperación internacional los incluyen. Únicamente la Cruz Roja Internacional (CICR) ha prestado alguna ayuda a esta población vulnerable; aunque de manera particular creo que ha sido muy poca en virtud de la magnitud de la crisis que ellos viven.

A pesar de las graves condiciones de insalubridad en que vive la población reclusa venezolana, aunado a las terribles condiciones de hacinamiento, desnutrición y enfermedades como la tuberculosis, la verdadera pandemia de nuestros recintos carcelarios y centros de detención preventiva, los presos no existen. Ni para el régimen, ni para la oposición, ni para la población en general.

Son más de cien mil personas que viven en Venezuela completamente marginadas de todo y de todos. Son, como decía Eduardo Galeano, “Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada”. Aunque la legislación nacional e internacional les garantiza sus derechos humanos inalienables, son tal vez la población más marginada e invisibilizada del país.

Estas razones nos hacen presumir que los presos ni están incluidos, ni nunca nadie los incluirá en la lista de personas a ser vacunadas contra la covid-19. Ello, a pesar de la gravedad que implica que en las cárceles y centros de detención preventiva se llegara a desatar esta terrible pandemia que azota al mundo entero, y la gran ola de contagios que esto acarreará y que afectará no solo a los reclusos, sino al personal de custodia y eventualmente a los familiares.

Ojalá me equivoque y se incluyan a los presos entre la población a ser vacunada, si es que realmente la vacunación de los venezolanos contra la covid-19 logra concretarse en algún momento.

Creo que sería importante que los organismos encargados de los planes de vacunación tomaran conciencia de la situación de vulnerabilidad de los privados de libertad. Al igual que el resto de la población, estos hombres y mujeres  también merecen ser protegidos de esta terrible pandemia que nos azota.

cnietopalma@gmail.com

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Edmundo Díquez Cottin, en el recuerdo

@nelsonbocaranda

El martes 6/4/21 falleció un venezolano ejemplar, un arquitecto global, un hombre de ingenio, bonhomía, “joie de vivre”, buen humor, amigo de verdad de sus amigos y de una altísima calidad humana: Edmundo Díquez Cottin, quien fuera Premio Nacional de Arquitectura 1997.

Su buen humor siempre fue sobresaliente. Era maestro en el manejo inteligente del humor negro. Compartía sin aspavientos su vasta cultura con los amigos, entre los que tuve la dicha de incluirme. Y podía pasar horas disertando de cualquier tema. Su adorada esposa, Luz, murió hace un año y eso le afectó notablemente, pues fueron inseparables desde su primer encuentro. Siempre estuvieron enamorados desde ese afortunado día. Por eso lo recuerdo con la foto donde están juntos.

Ambos se conocieron cuando ella era guía del pabellón de Venezuela en la Feria Mundial de Nueva York en 1964 que, por cierto, Edmundo y sus socios en la firma de arquitectura Díquez, González&Rivas (Oscar y José Alberto) habían diseñado.

Edmundo Diquez Cotten en el recuerdo
Maqueta del pabellón de Venezuela en la Feria Mundial de Nueva York en 1964-1965. Foto: Fundación Arquitectura y Ciudad.

Entre sus proyectos estuvo la Oficina de Turismo de Venezuela en Nueva York, ubicada en Park Avenue con la calle 57, dependiente primero de la Conahotu (dirigida por Diego Arria) y luego de Corpoturismo (dirigida por Guillermo Villegas y después por Frank Briceño Fortique), donde trabajé por algunos años.

Varias docenas de máscaras de los Diablos de Yare en sus paredes y pantallas de video, mostrando las bellezas de nuestro país, fueron la marca de esa oficina que atrajo a miles de turistas cuando Venezuela era uno de los destinos favoritos de estadunidenses y canadienses que llenaban semanalmente los aviones de Viasa con destino a Caracas y Margarita.

El 12 de octubre de 1971 se me presentaron allí Luz y Edmundo con tickets en la mano para la premiere de la ópera rock de Andrew Lloyd Weber Jesus Christ Superstar. Raudos nos fuimos los tres al teatro Mark Hellinger de Broadway a disfrutar de la obra que se convirtió en un megahit de tal envergadura que, todavía 50 años después, sigue presentándose en varios países con diferentes arreglos. Apenas se daba a conocer Lloyd-Weber y, como era su debut en Broadway, pudimos compartir después un cóctel con el autor y los artistas. Siempre al encontrarnos nos recordábamos de aquella oportunidad. Todos los que conocimos a esta pareja podemos dar fe de la versatilidad cultural de ambos.

Los interminables y agradables cuentos e historias de los temas, hechos, facetas y personajes que ustedes se puedan imaginar eran parte de esos conocimientos, sapiencia y condición humana de este gran arquitecto, cuya obra trasciende en el tiempo.

Bajo su firma, con sus compañeros, crecieron muchos pasantes que hicieron carrera en la arquitectura venezolana e internacional. Edmundo asesoró (pro bono) a doña Alicia Caldera con el Museo de los Niños y a Sofía Imber con el Museo de Arte Contemporáneo. Su creatividad era muy especial. Y su exquisito gusto lo hicieron vanguardista, adelantado a su tiempo. Que Dios los tenga en su gloria.

La OIT acorrala al régimen madurista

@froilanbarriosf

Ningún organismo internacional ha mantenido una postura inmaculada frente a la situación venezolana como lo ha hecho la Organización Internacional del Trabajo. Y es que desde 1999 hasta el presente 2021 ha trazado su mirada vigilante, y perseverante, sobre los temas laborales maltratados en la República Bolivariana de Venezuela.

En efecto, desde el año 2000 nuestro país ha conocido la letanía de sugerencias y llamados de atención suscrita por delegaciones de todo género, provenientes del organismo tripartito mundial. Desde templones de oreja hasta la aprobación de recomendaciones más exigentes en torno al cumplimiento de los convenios laborales firmados por la República desde el siglo pasado, amparados por este organismo centenario del sistema mundial de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En la mira de la OIT

Durante las dos décadas del siglo XXI han visitado a Venezuela doce (12) delegaciones la OIT, como las misiones de contacto directo, misiones técnicas, misiones de consulta y misiones de alto nivel. Faltando solo una, la de mayor jerarquía: la Comisión de Encuesta, cuya importancia se aplica a aquellos países que, en definitiva, han sido conspicuos violadores de los convenios laborales, relativos a la libertad sindical (87), negociación colectiva (98), discriminación (111) y consulta tripartita (144), que forman parte de decenas de convenios aprobados a nivel global por representantes de trabajadores, gobiernos y empleadores.

En el transcurso del siglo XXI Venezuela ha sido un tema recurrente en las conferencias anuales de la OIT que se congregan en Ginebra, con la participación de más de 3000 delegados de los cinco continentes. En estos encuentros siempre se califica al gobierno venezolano de violador contumaz de los convenios laborales, integrando una sempiterna lista de países como Birmania (Myanmar), Zimbabue y Bielorrusia, donde se aplica el trabajo esclavo y se desconocen los derechos sindicales.

El régimen pretendió maquillar su mala imagen en los eventos de la OIT con la presencia de voluminosas delegaciones, de hasta 80 personas, cuya tarea era difundir propaganda para denunciar la “campaña capitalista e imperialista” contra una revolución; esa donde los trabajadores “viven en el paraíso”. Este dispendio de corrupción contrastó siempre con el resto de delegaciones sindicales de numerosos países, integradas solo por 2 o 3 miembros.

Hacia el Foro de Diálogo Social

Entre tanto, los comités de Libertad Sindical, de Normas y el Consejo de Administración registraban año tras año numerosas quejas, hasta la recepción de la solicitud de Comisión de Encuesta. Presentada en 2016 por el sector de empleadores venezolanos, fue apoyada posteriormente por el movimiento sindical libre y propició la visita del organismo multilateral a Venezuela en 2019.

Pues bien, al gobierno dictatorial de Maduro no le agradaron las conclusiones del informe que dicho organismo presentó en agosto de 2020; posición que ha determinado para el próximo mes de mayo 2021, bajo la exigencia de la OIT, la convocatoria de un Foro de Diálogo Social con la participación obligatoria del Gobierno, Fedecámaras y centrales sindicales. El director general, Guy Ryder, deberá presentar un informe conclusivo ante la 109.ª Asamblea Anual, a realizarse en junio próximo, donde la OIT planteará recomendaciones y tomará decisiones definitivas ante la posición del régimen de no acatar las directrices del organismo mundial. 

Proletarios (y empresarios), uníos

En definitiva, la conducta abominable de la tiranía es condenada a nivel planetario. Ya sus felonías lo ponen como enemigo de la humanidad, tal como ha sido confirmado con los TPS otorgados por los gobiernos de Colombia y EE. UU., las denuncias de la comisionada Michel Bachelet y ahora con esta importante decisión del Consejo de Administración de la OIT.

Es propicia la ocasión para que el sindicalismo venezolano, los gremios, los empleadores privados y el sector académico unan esfuerzos para hacer cumplir los convenios, los dictámenes y resoluciones de este organismo tripartito mundial, que lo resume el restablecimiento del tripartismo en las relaciones de trabajo, hoy prohibido por la tiranía madurista.

* Movimiento Laborista.

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Para el comunista la comuna es control, no unión

@ArmandoMartini

La comuna socialista es un garabato mal hecho de organización social, política y económica de carácter local, participativa en el cual los individuos gestionan instituciones de autogobierno para cubrir y regular sus necesidades con miras a ser autosuficientes. Marxistas, comunistas, socialistas, anarquistas y otros movimientos de izquierda han observado a la comuna como base de un modelo de sociedad liberada del capitalismo a través de la “democracia participativa”. ¡Pura habladera de pendejadas! 

En la Venezuela castrocomunista, chavista y madurista del socialismo bolivariano del siglo XXI, se planteó la construcción del Estado comunal, que tuvo entre sus respetadísimos ideólogos al “prestigioso, distinguido e insigne” guerrillero Kléber Ramírez Rojas, que lo llamó Estado comunero.

En teoría, “la comuna tiene como propósito fundamental la edificación del Estado comunal. Supone la promoción, impulso y desarrollo de la participación protagónica y corresponsable de los ciudadanos en la gestión de las políticas públicas, conformación y ejercicio del autogobierno por parte de las comunidades organizadas, a través de la planificación del desarrollo social y económico, la formulación de proyectos, elaboración y ejecución presupuestaria, administración y gestión de las competencias y servicios que conforme al proceso de descentralización, le sean transferidas, así como la construcción de un sistema de producción, distribución, intercambio y consumo de propiedad social; disposición de medios alternativos de justicia para la convivencia y paz comunal, como tránsito hacia la sociedad socialista, democrática, de equidad y justicia social”.

¡Pura paja! No es más que el viejo, arcaico, tradicional vecindario. Sin embargo, sometido, encadenado por una tiranía que impone normas a seguir y adulancias a desplegar. La vecindad, la comarca, es alegría, solidaridad, compartir, ayuda mutua, lanzar miradas confiadas al mañana. La comuna es obligaciones denigrantes para cumplir, cabezas bajas, humillaciones y mentiras embanderadas.

El régimen, que avanza hacia el sueño de su propia permanencia, dispuesto a cualquier barbarie para fortalecerla, propone la comuna porque no quiere cabos sueltos; su idea de gobierno es represión y propuesta de estímulo, el látigo en la mano. La comuna no es más que la estructura de base controlada férreamente por el régimen abusador, opresor y autoritario.

En eso andan mientras el país, la nación, se les desmorona entre las manos. Quieren ser ricos a costa de astucia, inmoralidad, desparpajo y poco sudor; algunos lo logran a cambio de su conciencia. Pero la patria, el pueblo, cada día más es un trapo sucio que se arruga, empeora de olor por falta de agua, guía y patrones a seguir.

La comuna no es un acercamiento social, es solo otra forma de control totalitario que pretenden concretar. Sin embargo, como todo lo que copian, lo hacen peor. La comuna es una forma de organización bajo inspección y vigilancia, pero si el liderazgo no sabe organizarse ni organizar, la comuna no será una mejoría para un vecindario superior, sino otra puerta a la represión y obediencia impuesta.

Descentralización vs. comuna

Venezuela fue creciendo en democracia, organizándose en parroquias, alcaldías, concejos municipales, consejos legislativos, gobernaciones y país. Por ese camino, con inconvenientes, pero con constancia, valentía, coherencia, trabajo, perseverancia y solidaridad avanzaba. Ahora se estancó porque la revolución sabe agitar, pero no calmar; grita, pero no enseñar, hiere y patea, pero no cura.

El régimen castrista venezolano plantea comunas porque quiere engañar de nuevo para alimentar su propio control.

Mujeres y hombres libres resultan una amenaza y son peligrosos para quienes quieren el dominio total. También lo son quienes cierran calles para que la propia familia rece -es un decir-, permanezca unida, libre de los riesgos en un país donde los jefes pandilleros mandan más que las instituciones y las leyes.

Puede ser que la esperanza sea lo último que se pierde, pero lo que jamás podemos dejar al olvido es la integridad, ecuanimidad, orgullo y compromiso de ser libres. Y para eso no necesitamos comunas sino derechos y deberes de ser venezolanos auténticos, no de improvisados ególatras, impostores e imbéciles. Y tenemos suficientes nombres ilustres, como Simón Bolívar, Andrés Bello, José María Vargas, Francisco de Miranda, Jacinto Convit, Andrés Eloy Blanco, Arturo Uslar Pietri, Rómulo Gallegos, entre muchos otros.

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#HistoriasDeMédicos | Una república sin médicos

Cristóbal Rojas retrató las muchas limitaciones del país del siglo XIX. Fragmento de su obra Primera y última comunión (1888), resguardada por la Fundación Museos Nacionales / GAN. Wikimedia Commons.

@eliaspino

La nación que se separa de Colombia carece de los elementos necesarios para atender la salud de los flamantes ciudadanos. Es un asunto que los historiadores no han estudiado a cabalidad, pese a que nos traslada a un entorno de privaciones sin cuyo conocimiento no se entienden las penurias de la sociedad fundadora.

De allí la necesidad de ofrecer testimonios como los que se muestran a continuación, capaces de acercarnos a las limitaciones de la vida cuando apenas la iniciábamos como república. 

El desfile de esos testimonios comienza cuando apenas contamos dos años de haber dejado a Colombia. Un informe de la Diputación Provincial de Apure, enviado a la capital el 7 de diciembre de 1832, llama la atención sobre el crecimiento de las fiebres debido a “la falta de Medicina y de Profesores que la apliquen”. Los diputados de Maracaibo refieren una situación semejante en octubre del año siguiente, debido a que insisten ante el gobernador sobre “la necesidad de buscar curiosos en las artes medicinales, para cumplir la obligación nacida de la dificultad de encontrar un solo facultativo que ayude a la población más miserable y necesitada”.

En los casos de contagio la situación se vuelve calamitosa. Así, por ejemplo, según noticias trasmitidas a Caracas desde Calabozo en 1833, una epidemia de fiebres causa estragos

(…) por la falta de médicos, de medicinas y de subsistencias, de modo que el común de los habitantes que viven de la caza y de la pesca mueren en la inclemencia, menos por el carácter maligno del contagio, que por la carencia de recursos y auxilios, y sin los últimos consuelos que da la humanidad.

Como consecuencia de la cadena de muertes producida por la peste en San Fernando, causante de un incremento de cadáveres que hacen insuficiente el cementerio, se acude al gobierno central para solicitar el envío de “aunque sea un par de doctores”. La respuesta del presidente de la república es poco alentadora, debido a que depende de un trámite que puede demorar. En correspondencia de 28 de febrero de 1839, dice:

Se pedirá el voto del Congreso, para destinar en auxilio de la Provincia de Apure seis mil pesos de la cantidad señalada para gastos imprevistos, señalar sueldos a uno o dos médicos más del que está destinado a San Fernando, y comprar y remitir un botiquín.

Como no existe servicio de salud en El Pao y ante una epidemia de calenturas, se hacen gestiones en Valencia para encontrar un médico. Después de buscar durante quince días, el gobierno de Valencia convence al licenciado Juan Francisco Machado para que atienda la emergencia. Pero el licenciado impone un meticuloso convenio. Vamos a leerlo.

De acuerdo con lo que tratamos ayer, me comprometo a marchar al Pao dentro de tres días, y a prestar mi asistencia, como profesor de medicina, a todos los enfermos pobres que hay allí ahora, o hubiese en el término de dos meses a contar desde el día que llegue a aquella villa; pagándome por este servicio la cantidad de doscientos pesos, de la cual se me anticipará la mitad para emprender mi viaje. Mas si antes de los dos meses hubiese cesado, a juicio del Concejo Municipal, la fiebre de que está atacada aquella población, podré retirarme, ganando siempre la expresada suma. El botiquín que he juzgado necesario importa cien pesos y por seis me obligo a ponerlo en el Pao.

Es elocuente la firma del convenio entre el señor Machado y el gobierno de Valencia frente a una crisis que reclama atención inmediata. El profesional pone condiciones que llegan al extremo de detallar el dinero que cobrará por llevar un botiquín, mientras la autoridad acepta la minucia en documento público.

Es evidente cómo escasean los facultativos entonces y cómo puede uno de ellos, debido a tal circunstancia y en medio de una crisis que no puede esperar por tratativas, establecer las reglas del juego.

Son abrumadoras las fuentes que refieren el tema, y que esperan a los historiadores de nuestros días. Los lectores pueden encontrar mayor  información en mi País archipiélago (Caracas, Alfa, 2014), que se aproxima a las carencias sin llegar a un análisis cabal, pero lo visto permite sentir la magnitud de la orfandad. El desconocimiento de tales situaciones, como se dijo al principio, deja en un lamentable limbo los problemas que debieron padecer y superar nuestros antepasados para hacer una república. Como los ignoran, los ciudadanos del porvenir no pueden hacer con paso firme el camino que su tiempo les reclama. 

Orlando Viera-Blanco Abr 06, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Que coman pasteles...

Cuando una sociedad permuta los linderos de la piedad por la futilidad, no es solo el régimen [que lo propicia] quien está en problemas. Lo estamos también los indiferentes, los impasibles

 

@ovierablanco

Cuenta la historia que María Antonieta, consorte del rey Luis XVI de Francia, en medio de su opulencia y extravagancia, preguntó a una doncella de palacio: ¿por qué tantos harapientos en las calles de París? ¡Porque están buscando pan para comer y mueren de hambre su majestad! respondió la damisela. Pues, qu’ils mangent de la brioche, (que coman pasteles) respondió la reina. 

Aunque se dice que María Antonieta jamás lo expresó, así lo reseña Jean Jaques Rousseau en su tratado Las confesiones de 1782. En todo caso una respuesta de los ilustradores a la frivolidad de Versalles en una época de inmensos contrastes entre una vida arrojada entre jardines y nobleza vs. la trata inmisericorde de los siervos. Venezuela, a 231 años de la Revolución francesa, atraviesa su propia versión de versallinos vs. miserables. 

Una mácula llamada apariencia

Venezuela ha entrado en una espiral de aparente normalización. Una mota muy delicada, por banal e ilusoria. Sin dejar de reconocer el derecho a vivir una vida normal y alegre, propia de la naturaleza humana, más por haberla sudado con honestidad y después de mucha inestabilidad. Otros se exhiben buchones y embriagados de lujos, descaradamente faustos, por emanar tal holgura de una expoliación sin precedentes a los tesoros de la nación.

Una clase celestina se emborracha de una dolarización desatada y provocada por un régimen que pulverizó nuestro bolívar como signo monetario. Sin productividad y con una inflación incontenible e inmanejable, la decisión fue jugar a una economía golondrina, insubstancial, lisonjera, que ha disparado una vida encapsulada de mil y una noches, de Humboldt, Ferraris y “VIP Club”. Un microcosmos ciclópeo y cleptócrata que lanza una bofetada a una Venezuela mayoritariamente mísera (95 %), donde al menos 10 millones de venezolanos están por debajo de los umbrales proteicos según informes de la OMS.

Entretanto un Estado ausente de un plan de vacunación serio -que al ritmo que va tardaría 50 años en vacunar a la población- deja correr una política de laissez faire, laissez passer; un sálvese quien pueda en tierra sodomizada, donde unos se contagian de COVID-19 en sus rumbas enchufadas, mientras otros se infectan en los vagones de un metro atiborrado. Dos venezuelas, donde una muere de mengua y otra embriagada de una falsa revolución. Pues qu’ils mangent de la brioche [que coman pasteles]. Una maca de frivolidad y apariencia donde al desposeído ni lo ignoro….

Esa Venezuela de fachada, bodegones y escoltas en coches blindados es la que le hace la corte al rey. Una dinámica muy perversa, fatua, ficticia, que abruma sobre una economía soterrada, corsaria y corrupta. Un circuito de dinero sucio que se mezcla con remesas legítimas y tapaderas, donde el valor del emprendimiento, el trabajo productivo y competitivo es despreciado.

La otra Venezuela muere o se marcha a solas. Cuidado con desprendernos del dolor compartido. Unos pocos privilegiados con dinero fácil generan un hábitat florentino, aterciopelado, de noches estrelladas y de góndolas venecianas, que nada sabe ni les importa la Venezuela triste, adolorida y desolada, que pare niños con hidrocefalia de vientres rotos y secos. Rescato de este grupo de corsarios, a venezolanos honestos que repatrian sus ahorros bien habidos y que tiene derecho a tener una vida normal. Pero lamentablemente, cuidémonos de la banalización del mal, que es lo más cercano a la ignorancia deliberada, es decir, “eso de morir o emigrar, no es mi problema”. 

Una Venezuela que se marcha, que bebe de cloacas y come desechos, no puede ser ignorada.

Una Venezuela humillada que ve a sus hijos reclutados por el Coqui, que sufre a sus niños desertando de sus escuelas, a pies descalzos y barriga vacía mientras ve a otros comer, beber, cantar y bailar felizmente, es una Venezuela que sigue acumulando profundos resentimientos. Cuidado con poner de lado nuestra vocación de contrición y propósito de enmienda, que es exhibir y practicar clemencia. Esa Venezuela de desigualdades y diferencias insalvables como nunca vistas en el pasado, no puede coexistir, pero tampoco levantarse.

La explosión no será social. Será criminal 

La anomia es un fenómeno muy fuerte y peligroso. La carencia de valores éticos piadosos en una sociedad conduce a una crueldad sin distinción. Las memorias de la humanidad dan cuenta de las luchas del hombre por su estómago, pero también por su dignidad. Las masas de pronto estallan más por humilladas que por hambreadas. El asunto es que el hombre en ayuno busca saciarse, mientras que el humillado busca venganza. Piense por un segundo qué siente un venezolano despojado de alimento, pero también de afecto, cuando ve a otro que ni le mira ni le siente. De la anomia a la hoz hay un pie. Montado en ese “reflujo histórico” es que Karl Marx -prusiano acomodado y bien estudiado en la Universidad de Bonn y en la de Humboldt de Berlín-escribió el Manifiesto del Partido Comunista [en coautoría con Engels] y su Capital

Cuando una sociedad permuta los linderos de la piedad por la futilidad, no es solo el régimen [que lo propicia] quien está en problemas. Lo estamos también los indiferentes, los impasibles. Una generación súbita, espontánea, que solo se ve a sí misma… ¡Como María Antonieta en el Salón de los Espejos! El que tiene ojos…

* Embajador de Venezuela en Canadá

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