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Autoritarismo en América Latina no distingue de simpatías ideológicas
La región muestra niveles distintos de debilitamiento de la democracia independientemente de la afinidad ideológica de  quien ejerza el poder

Tras la victoria de Lula Da Silva como presidente de Brasil, el mapa de América Latina se solidifica con una mayoría de tendencia izquierdista. Sin embargo, expertos aseguraron que los gobiernos de la región no pueden ser categorizados en un bando u otro.

La izquierda y derecha tradicional no tiene suficientes elementos para entender las dinámicas que se están dando. Los especialistas reiteraron que no todo gobierno de derecha fomenta la democracia y no todo Estado izquierdista implementa medidas autoritarias. 

Según Deborah Van Berkel, presidenta de la Red Sinergia, las naciones de América Latina se encuentran enfocadas en su agenda interna. “Las miradas hacia el panorama regional dependerá de cómo avancen los procesos internos”, indicó.

A pesar de estar enfocados en sus situaciones internas, es posible que en América Latina se tenga la oportunidad de reavivar la coordinación regional en temas trascendentales. “Por la similaridad de tendencias en varios gobiernos, es posible que la región lleve una posición común o una sola voz ante sus relaciones con otros bloques”, explicó Mariano De Alba, especialista en Derecho Internacional.

Mientras que algunos países latinoamericanos siguen tendencias similares, es probable que en la relación con países norteamericanos como Estados Unidos y Canadá aumenten las tensiones.

 De Alba indicó que el gobierno de Joe Biden en Estados Unidos ha sido muy cauteloso, porque sabe que la región se mueve en una dirección distinta. “Estamos viviendo una era donde la influencia americana está perdiendo mucho peso en Latinoamérica”, apuntó.

Para De Alba, de cara a esta nueva etapa, Venezuela deja de estar aislada y comienza a recuperar relaciones con otros países de la región, específicamente con Colombia y Brasil.

“El tema Venezuela sigue siendo polémico en la región, incluso hasta tenso. Pero es evidente que los países han asumido la posición de que es mejor tener relaciones con Venezuela en lugar de aislarlas”, reiteró. 

La región aún tiene la posibilidad de elecciones democráticas y cambios de gobiernos, de acuerdo con el especialista en Derecho Internacional. 

“Ojalá se entienda que la coordinación regional no puede ser únicamente entre gobiernos que piensen igual. La coordinación regional, por el bien de la población y de la región, no puede depender del signo ideológico de cada nación”, reiteró De Alba.

La nueva tendencia política

La categorización entre izquierda y derecha ya no es suficiente para definir y analizar los cambios que están ocurriendo en América Latina.

Van Berkel explicó que la región está atravesando unos procesos de cambio. Anteriormente, la región tenía una especie de péndulo en periodos donde había más gobiernos llamados de derecha o más liberales en tema económico y menos atentos a la agenda social.

 
“Estamos entrando en una etapa diferente porque la característica de los gobiernos que llaman o se identifican de izquierda no lo podemos poner en un solo saco”, aseguró la presidenta de la Red Sinergia. 

Van Berkel señaló que algunos actores de la llamada izquierda se sienten más en una línea progresista y dan a entender que esta fase y estos proyectos buscan diferenciarse de otros ensayos en América Latina, diferentes a Venezuela, Nicaragua y la histórica Cuba.

La presidenta de la Red Sinergia señaló que habrá mayor cercanía a nivel de discurso y posibilidad de diálogo por sentirse más cómodos por el signo que los identifique y también cómo se ubiquen con los cambios en el ámbito global.

Izquierda no significa autoritarismo

De acuerdo con Van Berkel, los dos últimos procesos electorales en la región han sido ganados por líderes con ideología similar. 

Es importante resaltar que en estos países se evidencia que aún existen reglas democráticas, procesos electorales que han permitido cambios y una institucionalidad pública que ha podido manejar esos procesos, dándole la entidad básica a todas las partes que participan y ofreciendo la oportunidad a expresarse a una ciudadanía.

Esa expresión ciudadana ha sido respetada aún cuando ha habido procesos sociales muy polarizados y confrontaciones de fuerza equivalentes, pero las diferencias está en que los resultados son aceptados.

“Los dos últimos procesos han traído a presidentes que dan unas manifestaciones claras con respecto a la necesidad de gobernar para toda la sociedad, la necesidad del diálogo y de entendimiento, de no acabar con el adversario desde el poder. Esos son mensajes que se diferencias de otras experiencias”, dijo Van Berkel.

Los cercanos a Venezuela 

Según los expertos, las dos nuevas relaciones de Venezuela con otras naciones será con Brasil y Colombia. 

La reanudación de relaciones entre Venezuela y Colombia y Venezuela y Brasil puede traer cambios y significar aperturas que siempre van a estar signadas por los intereses de los países.

“No es una acción de estricta bondad, hay interés de los países con relación a su intercambio con Venezuela”, indicó Van Berkel. 

En el caso de Colombia, hay un interés político y económico. “La cercanía de su signo político lo facilitará”, dijo la presidenta de la Red Sinergia. 

Según Van Berkel, los gobiernos anteriores de Lula fueron muy cercanos a Venezuela. Hubo un intercambio importante y cercanía con el mandato de Hugo Chávez. “La relación se ha mantenido. Ese contacto estuvo también en tiempos que no fueron gobierno. Por supuesto, hay una mayor facilidad de intercambio con Venezuela. A Lula le interesa tener un aliado más en la región como un espacio de influencia de su políticas”, dijo.

¿Izquierda y derecha o democracia y autoritarismo?

Para los expertos, separar en solo dos grupos a las naciones latinoamericanas no es tan sencillo. Ambos coinciden en que no todas las izquierdas son iguales ni siguen los mismos parámetros, lo mismo ocurre con las naciones de derecha. 

“Más que izquierda y derecha, hablaría de gobiernos con mayor ejercicio de libertad democrática y gobiernos más alejados y más autoritarios en su manejo interno y externo de las relaciones”, explicó Van Berkel. 

La presidenta de la Red Sinergia señaló qué hay una tensión grande entre gobiernos más respetuosos de la base de la democracia y gobiernos que han decido tomar una ruta más autoritaria del poder.

En la región podríamos ver qué países se están alineando más con la vía de preservar y prevalecer la democracia y cuáles están más en la búsqueda de la hegemonía del poder interno, así como de una relación entre actores que coincidan con estas perspectivas. En ambos casos, pueden ser tanto de izquierda como de derecha. 

Van Berkel reiteró que por eso no puede hablarse de izquierda y derecha tradicional. “Debemos observar los signos que evidencian desde el poder, por dónde asumen la línea de actuación más o menos cercana a los principios democráticos”, dijo.

¿A quién le importa la democracia? 

Para entender las dinámicas de los países, los siguientes factores permiten saber dónde hay mayor probabilidad de ejercicio de derecho, mayor posibilidad de convivencia democrática, posibilidad de que haya disidencia interna y que esa disidencia pueda expresarse y que el poder pueda ejercerse en todo su derecho sin que signifique un riesgo para la democracia.

Tomando en cuenta los siguientes aspectos, independientemente de la tendencia política, Van Berkel expresó que se puede evaluar qué países de Latinoamérica siguen más las nociones básicas de la democracia y cuáles optan por un camino más autoritario

  • Si existe independencia de poderes, un estado de derecho que asegure el ejercicio de esos derechos y la actuación de entidades públicas sin estar bajo la tutela o la connotación del poder ejecutivo.
  • Si los poderes puedan tener una actuación autónoma frente al ejecutivo.
  • Si tiene índices mínimos de libertad de expresión y de uso de información pública por todos los actores. 
  • Si tienen posibilidad de ejercer los  derechos y la exigibilidad de ellos por parte de la ciudadanía sin que eso implique comprometer la integridad física e intelectual propia. 
  • Si hay posibilidad de diálogo internacional sin que haya un riesgo, derecho a la disidencia, la exigibilidad y posibilidad de dinámicas de integración sin riesgo.
  • Si son transparentes y honestos en su rendición de cuentas, si tienen transparencia a la hora de mostrar los resultados de sus políticas y la posibilidad de corrección de esos procesos, si hay dinámicas electorales y procesos de decisión democrática electoral aceptables con estándares nacionales e internacionales y si hay la posibilidad de un cambio con un mínimo de principios democráticos. 

“Si es así, uno puede decir que las naciones están más o menos cercanas a cumplir con ser espacios democráticos”, explicó Van Berkel. 

Según la presidenta de Sinergia, acatar las reglas mínimas de lo que es el juego democrático puede ayudar a entender dónde están los gobernantes y las sociedades y conocer hasta dónde estás permiten, aceptan y promueven dinámicas de poder que van en contra del sentido de la democracia.

¿Qué postura tiene cada país? 

Según Van Berkel, cada país debe atender su agenda propia y, al mismo tiempo, debe ubicarse en el contexto latinoamericano. Y es acercamiento será distinto en este contexto global.

Cada país tiene una agenda nacional, en la que ven primero hacia adentro y después hacia la región. Además de Nicaragua y Costa Rica, que son los dos extremos de la realidad de países en Latinoamérica, hay unos intermedios y los otros buscan afianzarse en su propio terreno y situación interna.

De acuerdo con Van Berkel, en estos momentos pueden abrirse más espacios de diálogo entre los que se sientan más afines y puede abrirse una oportunidad para un replanteo del juego latinoamericano.

Según  Van Berkel, hay gobiernos cerrados que están dispuestos a no hacer juegos democráticos como Cuba. 

Nicaragua ha sido una experiencia atroz para el tema de derechos humanos y derechos civiles.

“Hemos visto en tiempo real el asesinato de una incipiente democracia”, aseguró Van Berkel. 

Venezuela mantiene unos elementos de forma para plantear que es una democracia, pero evidentemente está lejos a ser el ejercicio real de estos principios.

En El Salvador hay prácticas cerradas y totalmente autoritarias a muchas misiones democráticas, aún cuando el nuevo liderazgo no se identifique con la izquierda, al contrario es de derecha, pero hay prácticas en las que se ven las semejanzas.

Por su parte, en Colombia hay otros signos de izquierda en proceso de cambio, son dinámicas en un  proceso donde por primera vez hay un gobierno de esa tendencia en el país, lo que plantea una gran interrogante a la que no se le puede adelantar una respuesta. 

En Brasil, es esperable que Lula entienda que su gobierno debe ser distinto a los anteriores, pero eso está por comprobarse también. 

Un discurso de izquierda pero que tiene una particularidad es el de Argentina, que se asemeja más a dinámicas ya conocidas y está estancada en esa situación de péndulo que no resuelve realmente la situación país

Mientras que hay cambios generacionales en Chile, una vuelta de la izquierda al poder después de años de otros signos que ha enfrentado muchas dificultades porque se quisieron acelerar unos procesos de transformación, pero no salió muy bien el ensayo. Por ende, está buscando un reacomodo. También, está la necesidad de negociar con toda la fuerza para poder seguir adelante con su política. 

En la región hay países con mayor estabilidad como Uruguay y Costa Rica, que han logrado institucionalidad y un proceso interno que les da mayor tranquilidad para el manejo de condiciones internas, pero que no escapan a la necesidad de mantener su propia agenda y no con la suficiente fuerza para ser un factor decisivo o de cambio de la condición de región.

Perú está en una circunstancia muy complicada, con el presidente y la situación de inestabilidad política interna que lo mantiene en la institucionalidad existente. 

Honduras y Panamá están en un nivel interno que busca una estabilización interna y tratan de no alinearse con ninguno de los polos.

Ecuador está en un marco distinto, enfrascado en una condición interna dura, tiene un problema con el crimen organizado y fuerzas no formales que decidieron atacar al poder: “Es una lucha distinta a la que ocurre en otros países y los actores en el poder están centrados en enfrentar esa amenaza más que una visión regional”, dijo Van Berkel. 

Bolivia pudiera estar en estos signos de gobiernos de izquierda. Van Berkel explicó que normalmente se alinea con la postura de Venezuela y anteriormente con Nicaragua, quizás ahora más prudente, pero ahora también están enfocados en su realidad interna y con mantener unos niveles de bienestar que se han logrado los últimos años

La presidenta de la Red Sinergia indicó que los mexicanos quieren ser importantes en la región, quieren sobresalir con una agenda propia no alineada, que les permita dialogar y estar en conexión con todos, pero el ejercicio del poder es más autoritario y están cerrando las posibilidades de apoyar agendas de derecho y de garantías a nivel situaciones de país difíciles.

El país centroamericano tiene una situación interna entre el poder de los actores fuerzas no formales que generan condiciones internas muy duras y el crimen organizado, que en México es un poder más allá del Ejecutivo que endurece la realidad. 

«México y Brasil son países con fuerza económica y relevancia internacional que les da posibilidades de proyección y posicionamiento distinto. Ahora se abre una oportunidad grande para Brasil de retomar agenda en contexto global. Son agendas que tienen impacto más amplio, como Venezuela con el tema petrolero», dijo Van Berkel.

Unidad sin principios no es unidad
Nosotros apoyamos la unidad de principios desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

 

@ovierablanco

La unidad sin duda es un valor relevante en la política. Lo primero es distinguir en qué circunstancia, propósito y contra quién escogemos estar unidos. No es lo mismo la unidad enmarcada en un terreno democrático, a la unidad política que demanda luchar contra un modelo totalitario. Esto nos lleva a un “análisis estructuralista” (o acaso no-estructural), donde la unidad política, si se trata de alcanzar victorias electorales es una cosa; pero si el reto es derrotar un régimen totalitario, es otra. En un primer supuesto bastan alianzas partidistas, mientras que en el segundo, la unidad demanda un movimiento inspirador, sustantivo, ilustrado y liberal.

Ofrecer un modelo de poder alternativo

Armando Chaguaceda en su obra La izquierda como autoritarismo nos alerta sobre algunas ideas posmodernas del posestructuralismo francés y el posmarxismo, representados en autores como Ernesto Laclau, Chantal Mouffe o Judith Butler: “(…) Existen diferencias teóricas, epistemológicas y políticas sustantivas entre los pensadores actuales de la izquierda posmoderna, cuyo surgimiento fue posible luego del auge del posestructuralismo representado en figuras como Jacques Derrida, Michel Foucault y Jacques Lacan”. El tema no se reduce a un debate sobre derecha o izquierda, sobre estado centralizado o descentralizado, libertad o igualdad, mercado o lucha de clases. El reto es alertar entre totalitarismo y democracia.

Es impostergable definir el ideal de poder. Concebimos el análisis de lo particular a lo general. Foucault habla del análisis microscópico del poder. De las relaciones más íntimas del hombre. Del hombre y la mujer, del niño y el adulto, entre vecinos, padre e hijo, la familia, estudiantes y profesores; en fin, del hombre en su microcosmos. A partir de esa relación estrecha, íntima, capilar, el poder se construye sobre bases sólidas y originarias. El tejido social va de lo fraterno –por cercano e inclusivo– a lo ciudadano. No es el Estado estructuralmente concebido como una institución superior que decreta su autoridad. Es el Estado constituido por una diversidad concertada, donde la unidad es la nación, que son los valores culturales, históricos, identitarios y democráticos de la sociedad.  

Aún en Venezuela no hemos resuelto nuestras diferencias porque desconocemos qué tipo de democracia queremos y cuál es el cambio social que debemos emprender.

No basta una unidad funcional para rescatar la república. Mal podemos darle sustentabilidad política a una transición democrática si antes no hemos discutido, desde lo más íntimo de la sociedad, qué modelo de poder deseamos implementar. 

Pensadores críticos –apunta Chaguaceda– como Roger Bartra, Luis Villoro, Beatriz Sarlo o Amartya Sen “tienen en común, dentro de la izquierda posmoderna, su deriva autoritaria”. Y otros, los denominados «aceleracionistas» (Alex William, Nick Srnicek, Enrique Dussel, Alfredo Serrano Mancilla, Chantal Mouffe y Judith Butler) son más agresivos e impugnan el pluralismo, la libertad individual, los DD. HH., la institucionalidad y economía de mercado de la democracia liberal”.

La izquierda –autoritaria o acelerada– tiene un discurso epistemológico que embiste el fundamento básico de la democracia liberal “como es el individuo en su capacidad de decidir”. Entretanto intelectuales ganados a la democracia liberal deshojan margaritas sobre una unidad instrumental ausente de pensamiento crítico (unido) y de una oferta política constructivista, potable, creíble y alternativa a la izquierda globalizante.

La unidad de Occidente duerme en sus laureles

“Atención –continúa Chaguaceda–, la palabra «Occidente» resume todos los males posibles: ciencia, tecnología, democracia liberal, cultura letrada, pensamiento (valores) que llegan a contemplarse como manifestaciones de la colonialidad del saber y del poder (…) como racismo, explotación y opresión.  

¿Quién le da respuesta unida, con sentido de responsabilidad histórica a este despropósito de “descolonización” y desintegración cultural? ¿Acaso una unidad peregrina, sin ideología? Entonces vamos derrotados por la vanguardia esclarecida leninista en detrimento de la cultura, el saber y la libertad (…). Un ethos (irracional) con impronta religiosa que alimenta el rescate del populismo como política de izquierda, reivindicador del líder carismático, de la razón populista (Ernesto Laclau / 2005).

La deuda de Occidente con la modernidad es que no ha sabido –al decir de Foucault– penetrar las entrañas de las comunidades, de nuestros jóvenes, nuestras madres, vecinos, pensionados y trabajadores con libros, saber, tecnología, pico y pala, para construir un ideal fraterno de poder.

De París a El Cují

Lo que hace el líder vecinal, prof. Oswaldo Rodríguez (82) en El Cují, distrito Iribarren, estado Lara, es fascinante por hacer política artesanal, capilar, originaria (París, Foucault). Un artista, que educa a los niños de su barrio y a sus madres. Que pide ordenadores, softwares, consolas de internet, a la par de alimentos, sillas de rueda y guantes de béisbol. Desde esos valores es que se construye la verdadera unidad. Nosotros lo apoyamos desde Canadá. Es la unidad de los diferentes con un mismo corazón. Sigamos ese ejemplo…

La unidad política se construye en torno a principios –nos dice el chileno Miguel Lawner– si no, se trata de un simple revoltijo. La unidad es un compromiso no una fachada (María Isabel Puerta dixit). Unidad no solo de los venezolanos sino de Occidente, de las democracias liberales, humanistas y solventes del mundo.

* Embajador de Venezuela en Canadá

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

EFE Nov 16, 2019 | Actualizado hace 4 años
Lula invita a sus seguidores al Festival Lula Libre
El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva invitó este sábado a sus seguidores a participar en el Festival Lula Libre, que se realizará el domingo en la ciudad de Recife. 
Este será el primer gran acto público que realizará el ex-mandatario luego de haber salido de prisión. 

En la capital de Pernambuco, se espera que Lula se confirme como principal figura opositora del presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

El noreste es la tierra más querida del exmandatario -nació en el municipio de Caetés, Pernambuco, en 1945- y como hijo de la región y conocedor en carne propia de sus carencias, es donde cuenta con el mayor numero de seguidores.

«Es mañana. Lula libre en Recife», publicó el mandatario en los portales de sus redes sociales, junto con la imagen de un afiche que promociona el evento con su imagen y con la frase «haga parte del festival que es un símbolo de la lucha por la justicia para Lula».

 

El festival, un homenaje para el exmandatario que estaba programado desde cuando Lula estaba preso, será gratuito y tendrá más de 40 atracciones culturales, la mayoría presentaciones musicales de artistas como los reconocidos Chico César, uno de los íconos de la música popular brasileña y el grupo brasileño-mexicano Francisco el hombre.

 

No es la primera vez que se realiza un festival de este tipo en homenaje a Lula.

El Partido de los Trabajadores (PT), formación de Lula, ha organizado varios de estos eventos en diferentes ciudades del país, especialmente en Río de Janeiro y Sao Paulo para apoyar a su líder.

«Hoy, el Festival Lula Libre es un símbolo de la lucha por la justicia para Lula conocido en todo el país. Como en la dictadura, el festival trae la música como una forma de resistencia y politización en la lucha por la libertad del expresidente. Estas son canciones de protesta para denunciar que tuvimos un preso político en Brasil por más de 550 días», señaló el comité organizador del Festival.

 

Lula salió de prisión el pasado 8 de noviembre tras permanecer durante año y medio en la cárcel, por el caso de Lava Jato, tras una decisión de la Corte Suprema de Justicia que determinó que la prisión de una persona condenada antes de que se agoten todos los recursos es inconstitucional.

 

El expresidente estaba tras las rejas desde el 7 de abril de 2018, cuando comenzó a cumplir una pena de ocho años y diez meses por corrupción tras ser condenado en tercera instancia, acusado de recibir a manera de soborno un apartamento de playa de la constructora OAS a cambio de beneficios para la adjudicación de contratos con Petrobras.

No obstante, a Lula aún le resta una apelación que ya ha presentado ante la Corte Suprema, que todavía no se ha pronunciado.

Fuente: EFE

Víctor Maldonado C. Jul 08, 2019 | Actualizado hace 2 semanas
El socialismo no es lo que promete

@vjmc

Basta pasearse por el millón de kilómetros cuadrados de devastación en que se ha convertido Venezuela para sacar buenas cuentas. En veinte años de revolución lo único que han logrado sus gestores es un país somalizado, violentado, destruido en sus capacidades productivas; que ha estado veinte años encarando las arremetidas de un socialismo radical, perfeccionado en su capacidad destructiva por la psicopatía castrista. Inmerso además en una cultura amoral, de saqueadores trogloditas que coinciden en el botín, y que se dan por bien pagados si reciben al menos unas migajas de la renta convertida en expoliación.

Eso sí, como cabe esperar del fracaso, nadie se hace responsable. De hecho, ni siquiera lo reconocen. El socialismo es una excusa tras otra, una negación serial, una evasión sistemática. Y en el caso de que la realidad los acose, cualquiera puede ser culpable, pero ellos no, y la ideología tampoco.

Ellos, cuando mucho podrán decir que no han puesto suficiente empeño, o que no han sido suficientemente radicales. Incluso que no han logrado instaurar el socialismo. Pero nunca, óigase bien, nunca van a reconocer que el socialismo es un total y absoluto fraude.

Vamos a estar claros. La oferta socialista es engañosa. Promete una reivindicación imposible, y dice que lo va a hacer sin importar los cómo. Plantea una mayor prosperidad y justicia, incluso tienen la desfachatez de ofrecer libertad “verdadera”, pero en realidad lo que termina ocurriendo es la imposición de un régimen de servidumbre y miseria.

Reconocer la trama es esencial. Los regímenes socialistas se apoyan en un discurso que descalifica de entrada al sistema de mercado y repudia el rol del empresario. Por eso no hay régimen de izquierda que no tome medidas enérgicas de intervención y confiscación de los derechos de propiedad. Ellos, los cultores del fraude del “hombre nuevo” se autoproponen como la clase esclarecida que tiene todas las virtudes y ninguno de los vicios propios de la humanidad. Ellos dicen tener, además, más conocimiento, más criterio, más integridad, y por lo tanto, los recursos y las riquezas del país, a su cargo, están en las mejores manos posibles. Ellos cometen el crimen de apropiarse indebidamente de la voluntad del pueblo, se presentan como la encarnación del pueblo, a quienes ellos dicen personificar. Por lo tanto, si ellos deciden, decide el pueblo. Obviamente eso ni es posible ni deja de ser uno de los muchos abusos autoritarios que practican con total desfachatez.

Y en boca de ellos, el pueblo decide allanar la propiedad privada, descartar el libre mercado, convertir a la libre empresa y a los empresarios en enemigos de la patria esclarecida, y al capitalismo transformarlo en la gran enseña del mal mundial, al qué hay que combatir por todos los medios. El problema de este enfoque lo advirtió Hayek en su Camino a la servidumbre: No hay libertad personal y política sin libertad económica. No hay libertad sin el respeto por el individuo y sus capacidades de emprendimiento. Por eso, más temprano que tarde, las experiencias de izquierda terminan por convertir al ciudadano en un ser sin alternativas, sin posibilidad de futuro, dependiente de la arbitrariedad del Estado. Un esclavo sin otra opción que la desbandada o el silencio.

El socialista cree que sus opiniones tienen el rango de “verdades científicas”. La verdad es que nada más lejos del rigor epistemológico que este dogmatismo barbárico, incapaz de lidiar con la realidad. Los socialistas son fundamentalistas de una falsa religión cuyo panteón está rebosado de dioses falsos. Sus resultados se cuentan por millones de muertos, oportunidades perdidas, éxodos dolorosos y generaciones completas llenas de decepción y fracaso.

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

No hay socialismo que se lleve bien con el hombre libre. De allí que se solace en la censura y cultive el silencio de los demás. No tolera la alusión a la realidad ni soporta la disidencia. Lo de ellos es el temerario juego cerrado de los fanáticos que se convalidan mutuamente. La mentira es su código de honor. La violencia su único recurso. Odian la independencia, repudian los arrebatos de libertad y militan en las filas de la intolerancia radical. En eso consiste el Estado totalitario que es un atributo potencial en cada una de las experiencias socialistas y que, dadas las circunstancias apropiadas, a veces se transforma en una pavorosa realidad.

La izquierda odia al emprendedurismo. Ellos son los inventores del eufemismo de que “lo pequeño es hermoso”. Si les corresponde transarse, prefieren pequeñas y medianas iniciativas que cultivan como bonsáis, debidamente acotadas a cierto tamaño que no les ofrezca el peligro de un masivo efecto demostración. Desde los inicios su némesis ha sido el comerciante, el arquetipo del ser humano que rompe con el conformismo y que se arriesga a regir sobre su propio destino. Ellos no pueden convalidar la ética libertaria que propone a un hombre capaz de sortear obstáculos y que puede canalizar su ambición para lograr el éxito. De hecho, son palabras vetadas para uso personal. El éxito es colectivo. Y la ambición es solamente una desviación peligrosa que niega el dogma del estatismo como esfuerzo de una totalidad para que prevalezcan las premisas del socialismo. En el catecismo socialista la ambición es mala y la riqueza personal siempre es un robo.

El socialismo es el sistema político de la opresión. Hayek le confiere a Alexis de Tocqueville el honor de haberlo visto de primero. Para fundamentar su opinión cita el discurso que el pensador francés pronunció ante la Asamblea Constituyente el 12 de diciembre de 1848 y que versó sobre el derecho al trabajo. Vale la pena reproducir la cita completa porque nos ayuda a comprender la dicotomía entre democracia y socialismo:

“La democracia extiende la esfera de la libertad individual, el socialismo la restringe. La democracia atribuye todo valor posible al individuo; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número. La democracia y el socialismo solo tienen en común una palabra: igualdad. Pero adviértase la diferencia: mientras la democracia aspira a la igualdad en la libertad, el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre”.

Es conveniente abundar en el tema de la igualdad. La propuesta socialista se funda en la envidia activa. Ellos argumentan que no es válido el que unos tengan más éxito que los demás. Por lo tanto, es legítimo que el Estado aplique el rasero y favorezca a los que tienen menos en desmedro de los que tienen más. Así ellos implantan la justicia expoliadora que termina por ahuyentar la empresarialidad y acaban transformando el país en tierra yerma. Porque el funcionario carece del incentivo que permite que florezcan las empresas. Ese incentivo es el lucro, que favorece a los más competitivos. ¿Quieren un ejemplo? Las empresas públicas, siempre arruinadas, permanentemente saqueadas, mantenidas por la fuerza de los impuestos o del colapso monetario y la inflación.

La igualdad democrática es de otro tipo y tiene otros supuestos. Se fundamenta en el Estado de derecho como sistema de normas y valores que son de aplicación universal, sin privilegios indebidos, y teniendo el mérito personal como atributo indeleble y diferencial de los individuos. La norma universal aporta racionalidad y previsibilidad al orden social, no arbitrario y regido por medios legítimos y fines valiosos para el ser humano. Es igualdad para competir, no para ser asimilados por un régimen que insiste en “pensar y hacer por uno”, y que al final tiene como resultado la esclavitud del colectivismo.

La experiencia de los socialismos reales es terrorífica. El Libro Negro del Comunismo, coordinado por Stéphane Courtois, director de investigaciones del Centre National de la Recherche Scientifique, sumó más de 120 millones de muertos. En la China de Mao cerca de 82 millones. En la URSS aproximadamente 22 millones.

Y así, cada vez que el comunismo se hace presente, se hace acompañar de siete plagas contemporáneas: la muerte, la persecución, la cárcel injusta, el hambre, la ruina, la censura y el despojo de la propiedad.

Toda esta aniquilación porque unos pocos “esclarecidos” decidieron planificar la libertad de todos, haciéndonos a todos iguales en el sufrimiento y la miseria. Personas concretas quisieron obligar a todos a creer en una falsa utopía, o morir. O se plegaban o caían víctimas del terror. ¿Alguien puede sentirse feliz con eso? La felicidad es la gran ausente, porque no se puede ser feliz si primero no se es libre.

¿Qué valores albergará el alma de quien prefiere defender su revolución antes que salvar vidas? ¿Qué moral tiene aquel que, consciente del colapso del país, grita con desespero “pero tenemos patria”? ¿Cuál patria es esa que niega derechos, asola a sus habitantes, y los somete a una penuria tras otra hasta hacerlos claudicar? Hay respuesta: la gran patria socialista.

Detrás de tantos malos resultados hay una falsa premisa. Que se puede ser exitoso planificando centralizadamente la economía para optimizar la justicia social. Además, que puede hacerse economía sin competencia. Con esto afectan el mercado, castran los incentivos del emprendedor y cercenan las libertades individuales. Porque eso que los socialistas llaman justicia social es un eufemismo para hacer transferencias indebidas entre los grupos mas competitivos de la sociedad hacia una burocracia que dice hacer redistribuciones perfectas, cuando lo cierto es que son una instancia corrupta y violenta que comienza rápidamente a ser un fin en sí mismo.

Cuando no se respeta la lógica del sistema de mercado, y se pretende implantar la preponderancia de una arrogancia que termina siendo fatal, se afecta una condición esencial para la creación de riqueza. Hayek lo plantea mejor que nadie: “la principal condición en que descansa la utilidad del sistema de la competencia y de la propiedad privada consiste en que el propietario se beneficie de todos los servicios útiles rendidos por su propiedad y sufra todos los perjuicios que de su uso resulten a otros”. El que arriesga es responsable y se lucrará o se perjudicará dependiendo de cuan exitoso sea su emprendimiento. Lo que no tiene sentido es el socialismo interventor, y tampoco el falso capitalismo de compinches que protege a los perdedores y persigue extinguir el éxito de los que hacen buenas empresas.

George Orwell lo especificó bastante bien en su libro Rebelión en la granja. Muy pronto el cerdo Napoleón terminó enmendando el famoso decálogo de su igualdad para determinar que ellos, los que controlaban el poder y ejercían la violencia, eran más iguales que los demás. Y, por lo tanto, merecedores de privilegios y reconocimientos. La imposible e inexistente justicia social es una excusa para ejercer el resentimiento y terminar por arruinar a los países. Porque no hay excedentes que antes no se deban producir. Porque nadie produce nada si no tiene expectativas de lucro. Y porque la mentalidad burocrática, fundamentalista en la lealtad al partido, no tiene cómo sustituir o encajar en la personalidad emprendedora, arriesgada y tenaz.

Los resultados están a la vista. Venezuela es la última de sus vidrieras. Los enemigos de la competencia terminan siendo los valedores de la servidumbre colectiva. Esa es la verdadera cara de los socialismos, independientemente de cómo quieran llamarse. Algunos ilusos pretenden decir que esto no es socialismo. Que es otra cosa. Pregúntense ustedes cómo debemos llamar a un régimen si practica la planificación central, estatismo, intervención del mercado, persecución a los empresarios, obsesión por la igualdad, desapego por el bienestar de los ciudadanos, y todo esto escondido bajo el manto de un encendido discurso revolucionario y una devoción impúdica por todo el santoral comunista. Todos son castristas, todos alguna vez fueron erotizados por Fidel, el Che, Mao, Stalin, Lula, Chavez, Evo o los comandantes sandinistas. Todos dicen ser orgullosamente izquierdistas. Todos se conmueven al designarse progresistas. Todos son ciegos ante los desmanes de sus ídolos.

Toda esa intelectualidad cursi, los que ejercen el perdonavidismo militante, que preferirían mantener al país esclavizado antes que pedir ayuda a Estados Unidos, remendadores del crimen, apaciguadores a disposición de la infamia, prefieren sentarse a negociar con el régimen antes que reconocer el reiterado y fatal fracaso del socialismo.

Algunos todavía piensan que todas esas promesas de redención son posibles y que el socialismo es el camino para alcanzar la felicidad de los pueblos. Piensan entonces que el Foro de São Paulo es un punto de encuentro, y ven con gentileza las imposturas contra el imperialismo a la vez que aplauden a rabiar el respaldo a las tiranías. Allí respaldan a Lula a pesar de ser un vulgar ladrón y corruptor conspicuo de la política latinoamericana. Allí aplauden la falsa integridad de la Bachelet; y se alegran con la siguiente teoría conspiranoica que los exime de cualquier responsabilidad sobre los desmanes que ellos, y solo ellos, han provocado.

Allí, en el Foro de São Paulo, respaldan al socialismo del siglo XXI y advierten contra el retroceso del progresismo en el continente. Les asusta la libertad, se llevan mal con la verdad y están buscando un nuevo proxeneta que les permita vivir un episodio tras otro de la misma psicodelia. Por supuesto, vienen a reunirse en Caracas, una ciudad que ve morir a sus niños, que no puede defenderse de la violencia, donde ancianos han quedado solos gracias a la desbandada y el éxodo de sus hijos. Sin luz, sin agua, sin servicios, sin felicidad. Y vienen ellos a ratificar que el socialismo es el camino. Este socialismo, que como ya dijimos es el único posible, a pesar, insisto, de la cursilería de ciertos intelectuales que quisieran ser ellos junto a una nueva camada de líderes quienes intenten reivindicar una idea tan loca.

Lo cierto es que el socialismo no resiste el mínimo análisis de viabilidad. Venezuela es la última de las desgracias que han provocado los enemigos de la libertad. Porque el socialismo no termina siendo lo que promete. No nos hace iguales, nos reduce a la servidumbre. No nos hace felices, nos reduce al miedo. No nos da bienestar, nos reduce al hambre, la enfermedad y la muerte. Es la traición de Leviatán, es su verdadera cara, la que obliga a la lucha por la supervivencia y transforma nuestras vidas en sórdidas, pobres, breves y brutales.

Por mi parte, deploro las alucinaciones intelectualosas; la obligada confusión entre pueblo y turba, y las congregaciones de la mentira. El tener que tolerar el Foro de São Paulo sesionando sus farsas, celebrando nuestro derrumbe, respaldando a la tiranía, aplaudiendo sus ocurrencias, convalidando sus falacias. Es una demostración más de qué hay que ser más disciplinados en el sentido de realidad y mucho más preocupados por las lecciones que nos da la historia. La experiencia de la libertad siempre es precaria. Hay que defenderla y reafirmarla constantemente.

Porque esta revolución de los esclarecidos tiene en su ADN una predisposición por las medidas extremas. Ellos creen que el exterminio es absolutamente necesario para refundar la humanidad y darle espacio al hombre nuevo. Empero, la experiencia indica que lo único que ocurre es un intento brutal de exterminio de todo aquel que no se somete. Ese hombre nuevo que ellos dicen ser es monstruoso y trágico, porque tarde o temprano cae víctima de sus propios errores. En ese momento, la libertad, aun maltratada, lucha de nuevo por florecer. Vivimos precisamente esta época y esta posibilidad. Ya el sistema no resiste más manipulación del lenguaje. No hay forma de soportar un abismo mayor entre lo que prometen y la realidad que provocan. Entonces, ese darse cuenta favorece el coraje para impulsar el cambio si, y solo si, tenemos la claridad para intentar el contraste.

La anhelada transición se convirtió en un negocio de transacción, por Armando Martini Pietri

VENEZUELA SE HA TRANSFORMADO EN BELIGERANCIA, dimes, diretes, declaraciones a granel, mensajes por twitter a diestra y siniestra, entre la tiranía comunista, castrista, socialista e impresentables aliados, y ciudadanos libres, demócratas, acompañados por la comunidad internacional.

El país parece un pastel apetecible del que todos quieren un pedazo. La izquierda trasnochada, enratonada, fracasada, con la patética iniciativa repugnante del Foro de São Paulo, compite por influencia y dominio. Es un todo contra todos. Incluidos nauseabundos bolichicos, sinvergüenzas enchufados, bandidos, farsantes, y demás alimañas que pululan. O, si se prefiere, un “todos con todos por si acaso”. Según se comenta insistente, actores del dinero sucio definen la política de transición-transacción, expertos depredadores, no tienen paz con la miseria.

Apesta el sentido de realidad de ciertos políticos. La transición mutó en transacción. Episodio oscuro, tendrá que aclarase.

Amaneciendo el 30 de abril las redes sociales enloquecieron, con el madrugonazo que sorprendió el sueño del usurpador, de su entorno inmóvil y turulato. A pesar del fracaso, -repetido el fiasco del 23F- pues no logró su objetivo, sirvió para develar fisuras y secretos tanto del lado oficialista como de sectores opositores y quienes aparentan serlo. ¿O acaso no parecía que ambas partes cada uno adivinaba por su lado? Los hechos se imponen, el autoengaño impide ver lo que está a la vista.

De ser ciertos chismes, comentarios públicos, revelaciones, reuniones entre amigos, entendidos, especuladores, habladores de pendejadas y sabihondos, el Presidente encargado encabezaría un gobierno de transición en una transacción acordada con ilustres integrantes de la lista OFAC, Office of Foreign Assets Control -Oficina de Control de Activos Extranjeros, organismo de vigilancia financiera dependiente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos-, y sería acompañado por mandos militares bolivarianos, en gritos anti-imperialistas, socialistas y chavistas. Se mantendría la “justicia revolucionaria”, cómplice de torturas, aprehensiones ilegales, violaciones a los Derechos Humanos, con una larga lista de abusos y vejámenes ciudadanos, para otorgarle piso jurídico y legal al arreglo clandestino, marginando, desconociendo y desechando sin rubor ni pudor, con absoluto descaro institucional al Tribunal Supremo de Justicia legítimo, al cual mantienen alejado y acosado. Escenario chapucero e insólito de transición-transacción. Para los involucrados, parece más como cambiarse el apellido y no, él cambio profundo exigido por la ciudadanía, suponiendo las intenciones, imposible de ser buenas, de los que permanecían en el pacto. Solo convenientes y hasta que necesiten trasmutar. Un cambio gatopardo.

Coexistir o no con el comunismo castrista madurista no es cuestión de ser o no demócratas, sino de sentido común. La política está obligada a la ética y moral. Imposible platicar de justicia, libertad, democracia, y al mismo tiempo convalidar que tengan cabida quienes destruyeron un país para controlar. Es complicado e indecente una transición, convertida en transacción con bandoleros imponiendo condiciones, exigiendo cuotas, es inmoral e incivil. Resulta vergonzoso observar cómo la MUD/Frente Amplio, justifica semejante asociación contra-natura que significa un régimen que ha masacrado a sus ciudadanos. ¿Quién les otorgo la prerrogativa, derecho y autorización?

¿Cómo no preguntarse por qué se frustró? El Presidente interino manifestó que, por incumplimiento de la palabra, no se pudo concretar la salida del usurpador. ¿Traiciones en la repartición de negocios, fuerzas y cargos dentro de la mafia gobernante saliente y entrante? ¿Qué pito tocaba un preso domiciliario en todo esto? ¿Por qué el reconocido mandatario se prestó a esta comedia?, o ¿acaso desconocía el plan transaccional? ¿Quiénes estaban al corriente del enredo y torpezas, los cuenta conmigo, pero después, los sí voy pero tienes que darme más? ¿Fue una acción unilateral de pocos?

Hay los que se alivian, suena feo, de cierta forma se consuelan que no haya funcionado. El miedo a la justicia no es otra cosa, que el terror a la verdad. No vamos a tener un mejor país con quienes lo destruyeron en puestos claves. Triste, lamentable y doloroso, algunos respiran tranquilos que está farsa de transición-transacción, especie de asociación para delinquir, no se concretó en una junta conformada por desfachatados, lo cual hubiera sido afrenta inaceptable para una sociedad digna y decorosa.

¡Qué mal están quedando todos aquellos que propusieron el exabrupto! La destemplanza es tal que muchos, al conocerla, decidieron separarse y diferenciarse. Venezuela quiere y merece mejor. La continuidad socialista es, por decir lo menos, un despropósito.

No parece creíble que Estados Unidos y aliados comulguen, aprueben este patuque repugnante y mal oliente. Sería como aceptar a los verdugos de jóvenes muertos que ofrendaron sus vidas en búsqueda de libertad. No existe explicación posible. Sin embargo, la duda está, ¿el gobierno estadounidense ve esto como solución? Los sin escrúpulos llegan al límite de negociar hasta con el mal.

La soberbia y ego no pueden saciarse garantizando impunidad y sacrificando oportunidades. Pero de esas cosas que en la vida sorprenden, el intento fallido nos salvó, involuntariamente, sin saberlo, de otro desastre quizás peor. Y por insólito que pueda parecer, son buenas noticias. Quienes no deberían estar contentos, además de la población que sufre y padece esta ignominia, son los cuadros medios de las Fuerzas Armadas, ésos a los cuales tanto se llama y amnistía, ¿ingenuo o desesperado?

El caos en Venezuela ya no es un tema sólo venezolano, es regional, mundial. El madurismo se ha convertido en un problema sin fronteras y sus líderes en malqueridos. Hay una coalición decidida a todas las opciones para erradicar al comunismo castrista. Parece acordado y decidido. ¿Creen que militares darán su vida y carrera por cuestionados, desconocedores del compromiso, significado de la palabra empeñada y faltos de compromiso?.

@ArmandoMartini

 

La derechización del venezolano, por Sebastián de la Nuez

EN UN TIEMPO PRETÉRITO fue el adusto Germán Borregales un curioso espécimen de la derecha venezolana: se lanzó a unas elecciones, llegó de último pidiendo cacao y resultó un fenómeno folklórico de lentes “culo de botella” a quien nadie hizo mucho caso. El escritor de fuste Arturo Úslar Pietri fue, por su parte, el tercero en discordia en las elecciones del 63, recién estrenada la democracia bipartidista, siendo, sin duda, representación magna de la oligarquía más rancia y de abolengo. Con su eslogan “Arturo es el hombre” y su campana como emblema se guardó muy bien de pregonar su vocación mantuana. ¿Por qué? Porque en Venezuela ser de derechas y monárquico siempre ha olido mal.

En algún momento apareció el Desarrollismo —así, con mayúsculas y todo— bajo la figura del egregio banquero Pedro Tinoco, apoyado por el historiador Guillermo Morón y otros criollos que miraban con admiración hacia Francisco Franco… pero ¡a nadie se le ocurrió pregonar que, en efecto, aquello era una propuesta de derechas por todo el cañón!

Luego, el partido del tractor (así quedará, en las páginas traseras de alguna crónica: el partido del tractor) y el de los nostálgicos de Marcos Pérez Jiménez, otro de siglas NOR cuyo jefe admiraba a Mussolini y guardaba fotos del Duce en su despacho (no es broma): obtuvo una votación minúscula en las elecciones del 88. En todo caso, jamás ninguna de estas propuestas significó algo en las elecciones presidenciales ni en el Parlamento criollo. El partido ORA y el editor de Resumen con su escoba para barrer corruptos, Jorge Olavarría, así como los seguidores de Renny Ottolina, fueron conspicuos iconos de una derecha que no se admitía como tal. Se colocaban bajo cualquier  rótulo excepto el real, aquel que, al menos históricamente, los hubiese emparentado con nazis y fascistas.

En fin. En Venezuela nadie se declaraba derechista. O a lo mejor hubo quien lo hiciera y nadie se lo tomó en serio. La única pareja pública de derechas, seria y liberal, de la que se tiene noticia como hecho fehaciente y documentado, es la de Carlos Rangel y Sofía Ímber. Han debido fundar un partido.

En Venezuela siempre ha estado de moda ser de izquierdas. Lo que hoy es el partido Unidos Podemos en España siempre existió en Venezuela bajo diferentes formas. Y tuvo su corte de intelectuales y de artistas. Por eso es que uno ve a Pablo Iglesias en televisión y ya sabe por dónde viene la frase acomodaticia, el tumbaíto populista, el requiebro amoroso ante Cuba. Porque es una verdad como un templo: uno viene del futuro.

Los venezolanos, hoy, y vista la desgracia padecida, se derechizan a pasos agigantados. Puede ser peligroso. La ley del péndulo, que llaman. Y los que siempre fueron de derechas ahora hallan su mejor pretexto para salir del escaparate. Los nuevos, incluso, alardean de ello: “voy a votar por Ciudadanos”, dijo uno en Facebook. Esto van a proclamar en los próximos meses mientras el madurismo se derrumba: “Soy de derechas, ¿y qué? No veo mal al Partido Popular. Y si me lo ponen muy duro, tampoco veo mal a Vox ni a Bolsonaro ni a Le Pen ni a Trump”.

Ahora que la diáspora ronda los cuatro millones desde Singapur a Suiza pasando por Australia, de Santiago de Chile y Buenos Aires a Europa y América del Norte, el criollo sabe (no es que se lo han contado: lo sabe) que cualquier vocero de la derecha entiende perfectamente lo que está sucediendo en Venezuela. Cosa que no pasa con los de izquierda pues siempre hay un mentecato que te dice: “Deben tener cuidado con Trump, que lo que quiere es el petróleo venezolano”. Le contestas “¿y qué es lo que han querido los castristas hasta ahora, en veinte años, ah?” pero el mentecato se queda en Babia, no procesa la pregunta. Es increíble este enamoramiento que sigue vivo en Europa ante la revolución cubana. ¡Luego de todos estos años de feudalismo castrista, esclavitud, miseria y persecución! Más la Nueva Trova.

El otro día, en las televisoras españolas, pasaron hasta la saciedad el vídeo de la tanqueta frente a La Carlota arrollando a jóvenes venezolanos desarmados, inermes. Después de eso, los del PSOE y los de Podemos insisten en hablar de diálogo. ¿Cómo no ser de derechas?

@sdelanuez

ElTiempo.com Mar 24, 2019 | Actualizado hace 5 años
¿Quiénes apoyan a Maduro y quiénes no?

EN SU DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL NOBEL EN 1982, el novelista colombiano Gabriel García Márquez condenó la insistencia de los occidentales en “medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos”. Es lo que, en cierto sentido, está haciendo la izquierda progresista occidental cuando, presa de una narrativa obsoleta sobre las revoluciones latinoamericanas, no se da cuenta de la devastación que traen aparejada.

Esta incapacidad explica por qué, hasta hace bastante poco, la insurgencia más atroz (y duradera) de la historia latinoamericana, la de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, tuvo defensores en el Parlamento Europeo. Ahora, la historia se repite, y muchos izquierdistas occidentales se oponen a cualquier intento de presión internacional sobre la desastrosa gestión de Nicolás Maduro.

Hablamos de un desastre cuya escala no se puede desestimar. La grave escasez de alimentos y medicinas se ha vuelto norma, y el Fondo Monetario Internacional calcula que este año la inflación llegará a 10.000.000%. El resultado es una población desesperada, de la que 10% ya huyó del país. Y, de los que quedan,  90% vive por debajo de la línea de pobreza.

Una fantasía revolucionaria se vino abajo, y solo dejó tras de sí la tiranía de unos potentados corruptos (en la práctica, una mafia) que compraron la lealtad del ejército con enormes bonificaciones en efectivo y lucrativos negocios de contrabando de petróleo y tráfico de drogas. A los que se oponen a la mafia se los reprime, a menudo brutalmente. En términos de cantidad de presos políticos, la Venezuela de Maduro se ha unido a las filas de China, Cuba y Turquía.

Podría esperarse que el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump minimizara las prácticas represivas de Maduro. Pero Trump también se apresuró a reconocer al opositor Juan Guaidó, como jefe de Estado interino, cuando Guaidó, con amplio apoyo de los venezolanos, invocó una cláusula de la Constitución para cuestionar la legitimidad de Maduro.

De Petro a Lula

Prácticamente, todos los vecinos democráticos de Venezuela (y políticos socialistas de esos países) denunciaron la trágica parodia de revolución de Maduro. Gustavo Petro, ex guerrillero y el más emblemático de los políticos de extrema izquierda colombianos, catalogó a Maduro de “dictador”. El Partido Socialista de Brasil denunció su régimen como “loco” y como “un Estado totalitario”, mientras que el ex presidente de izquierda brasileño Luiz Inácio Lula da Silva tomó distancia del apoyo que dio a Maduro su Partido de los Trabajadores. Hasta la agrupación venezolana Marea Socialista denunció las “tendencias totalitarias” de Maduro.

Pero los políticos de izquierda en Occidente se resisten a adoptar una postura similar. Las ascendentes estrellas socialistas estadounidenses se oponen firmemente a la idea. La congresista Ilhan Omar alertó de un “golpe con apoyo de Estados Unidos” con el objetivo de designar un gobierno “en nombre de intereses corporativos multinacionales”, y definió –con ignorancia– a la oposición como de “ultraderecha” (Guaidó pertenece a un partido socialdemócrata).

Su par Alexandria Ocasio-Cortez coincidió diciendo que la crisis a gran escala con violación de los derechos humanos es un “conflicto polarizado interno”, y sostuvo que Estados Unidos no debería reconocer a Guaidó como jefe de Estado.

Consultado sobre Venezuela, el senador Bernie Sanders trajo a colación la oscura historia de las intervenciones estadounidenses en América Latina. En el Reino Unido, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, que homenajeó en 2013 al mentor de Maduro, Hugo Chávez, por sus “inmensos aportes a Venezuela y al mundo”, también se opone a la “interferencia exterior en Venezuela”.

Todos estos líderes arriba citados suscriben una cosmovisión de tiempos de la Guerra Fría, en la que las revoluciones nacionales se alzan casi siempre contra un único enemigo: el imperialismo occidental. Al no reconocer los matices de la crisis actual, terminan en la práctica promoviendo los intereses de diversas dictaduras, como Irán, Nicaragua, Siria y Turquía, además de los de las verdaderas potencias colonialistas que operan en Venezuela: China, Cuba y Rusia.

Rusia está aplicando en Venezuela el mismo manual que usó en Siria, donde no intervino para salvar a un pueblo oprimido, sino para sostener al tirano del que ese pueblo trataba de liberarse, Bashar al-Assad. Tanto el presidente ruso, Vladimir Putin, como su par chino, Xi Jinping, quieren asegurarse la devolución de los enormes préstamos que otorgaron al régimen chavista de Venezuela. Y el petróleo gratuito venezolano ha sido esencial para la supervivencia económica de Cuba.

Estos vínculos implican que el régimen de Maduro plantea un riesgo auténtico para la seguridad nacional de Estados Unidos. Aunque, probablemente, Trump reconoció a Guaidó para congraciarse con los votantes hispanos, lo cierto es que no se puede descartar que la creciente cooperación militar entre Rusia y Venezuela dé lugar a una repetición moderna de la crisis de los misiles cubanos.

Vea la nota completa en El Tiempo de Colombia
Los desacertados y costosos símiles de la izquierda norteamericana

LAS TENSIONES Y EXPECTATIVAS EN VENEZUELA siguen su ascenso alpino a medida que se acerca el 23 de febrero. El país está a punto de cumplir un mes como ocupante frecuente de las primeras planas y páginas home de medios a lo largo y ancho del mundo. Por supuesto, es en el continente americano donde el tema recibe mayor atención. El papel de primer orden que ha desempeñado Estados Unidos ha hecho de la crisis venezolana un asunto ampliamente discutido en los despachos, cámaras y pasillos donde la elite política norteamericana delibera. De hecho, el repudio a Miraflores ha logrado un verdadero milagro en el “imperio”. A saber, un acuerdo bipartidista en momentos de creciente polarización entre el gobierno de Donald Trump y sus adversarios demócratas. Sin embargo, el ala más izquierdista de este último partido se ha vuelto una voz que desentona el concierto. Los militantes de esta tendencia se niegan a reconocer el carácter del régimen e insisten en repetir diálogos demostradamente falsos como salida a la crisis, sea por simpatías ideológicas auténticas con el chavismo o por un empeño ciego en contrariar absolutamente todo lo que haga la Casa Blanca.

De todas las voces ruidosas en tal sentido, la más estridente sin duda ha sido la de Ilhan Omar, representante recién electa por el estado de Minnesota. Junto con una correligionaria, Omar es la primera mujer musulmana en el Congreso estadounidense. Es lamentable que semejante hito se vea maculado por las impresentables declaraciones de la señora tras su triunfo. Su propio partido la ha acusado de hacer comentarios antisemitas, lo cual la obligó a pedir excusas públicamente. En cambio, no se ha retractado de sus proclamas sobre Venezuela, que rayan en una defensa del chavismo con argumentos extraídos de Telesur.

La semana pasada, el encargado ad hoc de la política del Departamento de Estado hacia Venezuela, Elliott Abrams, se presentó en la Cámara de Representantes para una audiencia, durante la cual Omar fue su detractora más notable. La cosa es que la congresista, más que abordar detalladamente la situación venezolana, enfocó su perorata en cuestionar al interpelado por ser quien es. En honor a la verdad, es razonable que la figura de Abrams produzca polémica, y más aun entre simpatizantes de la izquierda, dado su pasado.

Abrams fue un prominente asesor en la política exterior de Ronald Reagan, primero como subsecretario de Estado para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios y luego como subsecretario de Estado para Asuntos Americanos. Desde esas posiciones estuvo estrechamente vinculado con la política estadounidense hacia Centroamérica en los años 80, uno de los peores aspectos de la última etapa de la Guerra Fría. Al parecer la congresista Omar insinuó que Abrams estaría cumpliendo el mismo rol de aquel entonces. No obstante, semejante truco retórico es abusivo por obviar las diferencias contextuales gigantescas.

Buena parte de América Central fue un baño de sangre durante la década de 1980. Guatemala, El Salvador y Nicaragua estaban inmersos en guerras civiles cuyo recuerdo es espeluznante. Los dos primeros comenzaron la década en manos de los típicos despotismos de derecha conservadora, enfrentados a insurrecciones guerrilleras comunistas. En Nicaragua era al revés, tras derrocar a “Tachito” Somoza, los sandinistas instalaron un gobierno de izquierda que hubo de lidiar con la oposición armada de grupos reaccionarios, la llamada “contra”. Pero en las tres naciones Washington apoyó firmemente las causas anticomunistas. Como en toda guerra civil, hubo atrocidades de lado y lado (excusen el lugar común), aunque varios estudios han coincidido en que la mayoría de los hechos cruentos fue responsabilidad de las fuerzas de derecha.

El Salvador es quizás el caso más recordado.  Entre los productos de esa carnicería están una estatua de monseñor Óscar Arnulfo Romero entre los mártires del siglo XX que adornan la fachada de la Abadía de Westminster (junto con Martin Luther King e Isabel de Rusia, integrante caritativa de la familia Romanov asesinada por los bolcheviques) y una película de Oliver Stone protagonizada por James Woods (notable simpatizante de la derecha estadounidense hoy, irónicamente). El más pequeño de los países en la cintura de América fue escenario de salvajadas como la Masacre de El Mozote, en diciembre de 1981. El perpetrador fue el temible Batallón Atlácatl, un cuerpo de elite del Ejército, entrenado en esa casa embrujada (desde la perspectiva de la izquierda latinoamericana) que es la Escuela de las Américas. Alrededor de mil campesinos fueron asesinados. Esta y otras abominaciones fueron perpetradas contra civiles sospechosos de colaborar con las guerrillas marxistas.

Como ya se dijo, durante la década el gobierno de Reagan fue uno de los principales soportes de la lucha anticomunista en Centroamérica, siempre con el argumento de la necesidad de evitar el surgimiento de otra Cuba. Volviendo a Abrams, en su momento negó que la Casa Blanca haya estado relacionada con grupos responsables de barrabasadas y desestimó los reportes de violación de Derechos Humanos cometidos por sus aliados centroamericanos. Sin sorpresas, su nombre salió a relucir en las investigaciones del Escándalo Irán-Contra, la venta prohibida de armas al régimen de los ayatolás persas (en guerra con Irak) y el uso de los fondos recibidos para financiamiento, también prohibido, a la oposición insurrecta nicaragüense. Abrams confesó más tarde haber ocultado información sobre el asunto al Congreso, y aunque le impusieron una condena de servicio comunitario y una risible multa de 50 dólares, el sucesor de Reagan, George Bush padre, lo indultó.

Dado este perfil del personaje, me resulta imposible hacer un elogio de Elliott Abrams. Sin embargo, las consideraciones de la congresista Omar no pudieran estar más erradas. Venezuela no es El Salvador o Nicaragua en los 80. No hay una guerra civil. No hay una disidencia levantada en armas, ni mucho menos cometiendo matanzas como la de El Mozote. El símil es grosero y ofende la inteligencia de cualquier persona informada, como no sea por el aparato de propaganda roja rojita que casualmente es fuente de muchos de los reportes usados por los admiradores extranjeros del chavismo para justificar sus posturas.

Al liderazgo demócrata le convendría hacer otro llamado de atención a Omar, tal como lo hizo por sus palabras hirientes hacia los descendientes de Jacob. El partido se ha puesto como propósito desalojar a Trump de la Casa Blanca con el voto de 2020, pero los comentarios de Omar y otros en el sector más izquierdista del partido podrían salirles caros. Con acierto relató The New York Times la semana pasada que la situación venezolana pudiera convertirles Florida en un pantano, y no me refiero a los Everglades. El estado no es leal a ninguno de los dos grandes partidos, provee un número enorme de delegados al colegio electoral y suele definirse por unos pocos votos. El sufragio de una pequeña comunidad, como la venezolana, puede hacer la diferencia. Trump lo sabe. Vean nada más el fervor que despertó su discurso en Miami esta semana. Mientras tanto, seguimos a la expectativa de lo que pueda pasar el 23 de febrero y más allá. A cruzar los dedos.

@AAAD25