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El antidesarrollo, caso Venezuela , por Antonio José Monagas

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Desde mediados del siglo XX, los problemas contenidos alrededor de lo que se concebía como “desarrollo”, comenzaron a ocupar no sólo páginas de libros que planteaban hipótesis sobre las razones de anquilosamiento de naciones con potenciales capacidades. O del rápido crecimiento  de sociedades enteras. Sus discusiones, fundamentaron lo que se dio por llamar la “teoría del desarrollo”. Aunque seguidamente, incitó a otros autores a trazar la antítesis. O sea, configuraron la “teoría del subdesarrollo”.

Buena parte de las variables a partir de las cuales pretendieron elaborarse los correspondientes esquemas (conceptuales) explicativos tanto de una como de la otra situación, consideraron realidades establecidas a la luz de una teoría económica, al igual que de una teoría política, todavía incipiente dado que las abstracciones propias de los respectivos análisis, no terminaban de fraguarse alrededor de las manifestaciones de crisis que para entonces ya se asomaban. No obstante, los esfuerzos por retratar las situaciones que para entonces se perfilaban, fueron sagaces. Tanto que, con el aporte de dichas teorías, se dio inicio a la reestructuración del mundo (occidental) cuyas dinámicas económicas y políticas cimentaban sus condiciones en el capitalismo. Es ahí cuando cobra sentido y razón, el capitalismo salvaje. Sin embargo, no sólo se cuestionaron sus prácticas. También, se impugnaron sus agresivos mecanismos de concentración y distribución de la riqueza.

Luego de tantas escaramuzas en medio de cuanto acontecía alrededor de los esfuerzos de numerosas naciones por arrimarse a los beneficios del desarrollo económico y social, planteados alrededor del capitalismo, esos mismos esfuerzos pudieron salirle al paso a complicaciones que devinieron de tanta improvisación y desarreglos que caracterizaron la gestión de muchos gobiernos.

De alguna forma, Venezuela corrió con una suerte que fue envidiada por países que, incluso, se habían adelantado a los intentos (venezolanos). Sin embargo, aquella suerte no supo retenerse. El conocimiento alcanzado e incorporado mediante procesos de reinstitucionalización, en nada o poco fue aprovechado. Los procedimientos seguidos por estructuras funcionales de la  Administración Central y Descentralizada, no demostraron el empeño exacto para convertirlos en mecanismos de reconversión capaces de desmontar vetustas prácticas de organización y ordenamiento que dieron al traste con todo lo que los postulados del desarrollo indicaban. Organismos como la CEPAL, el Acuerdo de Cartagena, el FMI, la CAF y el Banco Interamericano de Desarrollo, así como proyectos elaborados por centros de investigación universitaria y academias de ciencias, buscaron apoyar estrategias de desarrollo que vinieron poniéndose en ejecución. Pero la desidia gubernamental, potenciada por determinaciones populistas, hizo que dicho arrojo de voluntad política y técnica se esfumara tan velozmente toda vez que el mercado capitalista cundió de animadversión y de indolencia esas estructuras gubernativas de esos mismos Estados que presumieron en las décadas de los cincuenta y sesenta de formidables fortalezas.

Venezuela, si bien no fue la excepción, fue el país que, de modo consecutivo, dejó ver ante el resto del mundo la paradoja del desarrollo. El petróleo que había marcado su contundente progreso, comenzó a encorvarse. Como factor clave del desarrollo nacional, no tardó mayor tiempo para transformarse en elemento de distorsión y confinamiento del progreso que, pocos años atrás, había diferenciado a Venezuela del conjunto de países de América Latina. Ni siquiera, el petróleo fue razón de peso para contrarrestar los perversos efectos que, sobre la teoría económica y la teoría política, vieron venirse a consecuencia del desastre que, particularmente, sembró el gobierno militarista que se introdujo en el país en Diciembre de 1998.

La presunción de combatir problemas relacionados con la corrupción, la inseguridad social y jurídica y la insidiosa inflación, declaradas como líneas maestras del programa de gobierno presentado como oferta electoral en los comicios presidenciales venezolanos de 1998, y reiteradas hasta la saciedad en los subsiguientes momentos electorales, se vio desplazada por los vicios propios de gobiernos autocráticos. A pesar de invocar promesas que apuntaban a incrementar niveles de calidad de vida, tanto como de otras igualmente resueltas (presentadas como objetivos y estrategias en los planes de desarrollo expuestos) el gobierno que desde entonces asumió el poder, no comprendió el valor ni el sentido, tampoco el alcance del concepto “desarrollo”. De manera que en medio del maremágnum que comenzó a derivarse a consecuencia de medidas gubernamentales elaboradas a instancia de resentimientos y venganzas, no de criterios de planificación del desarrollo, el país se perdió en la mitad de la nada. Hoy, el término “desarrollo” no tiene mayor aprehensión ni contenido alguno. Mucho menos, aplicación. Todo ello es el resultado de lo que puede explicarse como el antidesarrollo, caso Venezuela.

@ajmonagas

Pulso Latinoamericano | Clifton Ross: Sentí mucha culpa por haber apoyado el proyecto de Chávez

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FOTO: Scott Braley 

 

Rafael Uzcátegui
@fanzinero

 

Clifton Ross es un poeta, escritor y documentalista norteamericano que, atraído por el discurso bolivariano, vivió en Venezuela entre 2005 y 2006. Como muchos otros apostó por lo que representaba Hugo Chávez, pero a diferencia del resto, cuando el sueño devino en pesadilla, tuvo la honestidad intelectual de reconocerlo. Hoy es una pluma censurada en los medios de izquierda estadounidense, pero continúa su cruzada personal con la publicación del libro “Inicio desde el lado oscuro de la utopía” (AK Press, 2016) cuyo foco es el deterioro de nuestro país. 

– Acaba de aparecer su libro «Home from the Dark Side of Utopia», dos años después del texto «Until the Rulers Obey: Voices From Latin American Social Movements». Ambos poseen capítulos sobre nuestro país. ¿Cuál es la diferencia entre ambas publicaciones?, ¿Por qué enfocó sus esfuerzos intelectuales en Venezuela?

Home from the Dark Side of Utopia” (HDSU) es un libro de memoria, escrito después de una gira con “Until the Rulers Obey” (URO), un libro de entrevistas con activistas de América Latina. Es una autobiografía. Empiezo con mi niñez en bases militares (mi padre en las fuerzas aéreas), pasando por mis años como hippie drogado y luego como cristiano en una comunidad anabaptista en Berkeley, California, donde encontré la teología de la liberación. Luego relato mis experiencias con el sandinismo y el zapatismo; el trabajo en colectivos revolucionarios en Estados Unidos y, finalmente, el enfoque del libro: En Venezuela como activista de solidaridad con los bolivarianos, desde 2004 hasta que rompí con ellos en 2013. Es un argumento contra el utopismo; es decir mi “enantiodromia” (correr en sentido contrario).

La gira con URO duró año y medio: 65 presentaciones en EE.UU y un poco más de una docena en Europa. La hice porque me había vuelto muy crítico de la revolución bolivariana, y ya no quisieron publicarme las editoriales y sitios web izquierdistas en EEUU. Me censuraron por mi punto de vista simpatizante con los movimientos sociales venezolanos: los estudiantes, los indígenas, los obreros de Guayana, la izquierda anti-chavista. Y, como poeta rebelde que soy, cuando alguien me dice “cállate,” empiezo a gritar más fuerte.

Aproveché la oportunidad de la publicación de URO para educar a la gente sobre lo que estaba pasando con la revolución bolivariana. Y también para desagraviar la impresión que di a los norteamericanos con mi película de cuando apoyaba a Chávez: “Venezuela: Revolution from the Inside Out” (Venezuela: Revolución desde adentro). Cuando volví a Venezuela en abril de 2013 empecé a repensar todo, un proceso que había empezado en enero de 2011. Sentí mucha culpa por haber dado mi apoyo al proyecto de Chávez en la película y en muchos artículos que escribí entre 2004 hasta 2011.

Tenía dudas personales, que no había expresado, sobre la revolución bolivariana. Pero cuando llegue a Venezuela, en abril de 2013, el día después de las elecciones presidenciales, de pronto la situación se había aclarado para mí. Entrevisté a gente que antes había menospreciado: Damián Prat, Margarita López Maya, Orlando Chirino, y a otros. Toda esta historia, y reflexiones sobre esos viajes, constituyen la mitad de HDSU.

 

Muchas pruebas, pocos éxitos

En 2005 fue invitado al Festival Internacional de la Poesía en Venezuela. ¿Cuáles eran las expectativas sobre el gobierno bolivariano en ese momento?, ¿Cuáles se cumplieron y cuáles no?

– Cuando viví durante dos años en Mérida, entre el 2005 y 2006, muchos hablaban de “democracia participativa y protagónica”, desarrollo endógeno, cooperativas, de la construcción del Socialismo del Siglo XXI. Había una esperanza de que, por fin, Venezuela iba a independizarse del petróleo.   Luego Chávez propuso los Consejos Comunales, que iban a formar el Estado Comunal. Yo, y creo que otros que llegaron a Venezuela entonces, vimos recursos llegando a los pobres y todo un discurso de un socialismo nuevo que parecía distinto al socialismo del siglo XX. Todo esto nos inspiró.

Luego, al vivir en Mérida unos meses, tenía algunas preocupaciones. ¿Por qué Chávez no hizo nada con la corrupción? Luego, más preguntas ¿Por qué con todas las Misiones y gastos no vimos más producción? ¿Por qué incrementaron las importaciones? ¿Por qué fracasaron las cooperativas? ¿Por qué no integraron las misiones una a la otra? Surgía una y desaparecía y llega otra… Muchas pruebas, pocos éxitos.

Volví a Berkeley en 2006, pero cuando tenía tiempo libre visité Venezuela en 2007 y 2008. Entre 2009 y 2011 viajé más a otros países, haciendo entrevistas para URO, y no volví a Venezuela 2011. En ese año y el siguiente mis preocupaciones crecieron, pero no me sentí cómodo hablando abiertamente de ellas: No quería dar argumentos a “los imperialistas” y la “oligarquía venezolana.” Realmente viví dentro de esa narrativa bolivariana, hasta abril de 2013.

Intelectuales norteamericanos como Noam Chomsky han cambiado su opinión sobre el gobierno bolivariano. ¿Cree que hay una variación importante en la actitud de la intelectualidad de EE UU sobre lo que pasa en Venezuela?, ¿Cuáles han sido las razones de este cambio?

– Noam Chomsky es un hombre de estatura como ningún otro intelectual de izquierda norteamericana. Él puede hablar del fracaso de la revolución bolivariana y los otros izquierdistas le escucharán. Pero, de hecho, la entrevista donde criticó a los bolivarianos no ha aparecido en inglés. Una parte la traduje y la incluí en HDSU, pero no he visto publicado estos comentarios críticos en ningún otro lugar.

Muy recientemente algunos como Julia Buxton han empezado a criticar al gobierno de Maduro, después de haber callado. Michael Albert ha entrevistado recientemente a Miguel Rodríguez Torres. Pero todavía faltan voces críticas en la izquierda norteamericana y aún no hay voluntad de mirar o analizar profundamente al proceso bolivariano y, más aún, el socialismo. Esta apertura se debe a la catástrofe existente en Venezuela, que ya no se puede negar. Sin embargo, en lugar de autocriticarse, la mayoría de los que apoyaron a Chávez y Maduro se han callado. Creo que muchos esperan que el mundo olvide que, en algún momento, apoyaron. En mi caso las editoriales y sitios de web donde publiqué siguen censurándome. Había una leve apertura en medios estadounidenses de izquierda después de las elecciones parlamentarias, que de nuevo se está cerrando. La misma polarización política de Venezuela la tenemos aquí: que los bolivarianos son de “izquierda” y los opositores son “de derecha”. Chávez gastó más que $300 millones de dólares respaldando a Venezuelan Information Office en Washington D.C.; apoyando escritores y periódicos de izquierda, haciendo lobby y vendiendo su “narrativa” al público norteamericano (véase al libro de Casto Ocando, “Chavistas en el Imperio”). A cambio, el gobierno norteamericano destina $5 ó 6 millones por año para “promover la democracia en Venezuela” (aunque desconocemos el monto de su “presupuesto negro”). Los izquierdistas aquí, o son comprados o ellos mismos han adquirido la retórica de los bolivarianos. No creo que haya un cambio todavía en la izquierda norteamericana hacia la revolución bolivariana.

Populismo: arte del engaño

– Pronto se presentará en la Feria del Libro Anarquista de Seattle con el foro «Por qué fracasó la revolución bolivariana y por qué debemos entender la razón». ¿Cuáles son las principales ideas que pudieran explicar a los activistas norteamericanos el fracaso del chavismo?

– Voy a hablar sobre la “anti-política” que es el populismo. La política es la “ciencia” o el arte de gobernar la ciudad o “polis”, manejar extremos, distintas voluntades contradictorias para que todos podamos convivir. El populismo es el arte o ciencia de engaño, de manipular las masas y ponerles en contra del otro (o de ellos mismos) para ganar el poder.

Segundo, que a la izquierda mundial le falta des-comunizarse, y la prueba es Venezuela. Todavía no se puede criticar a Fidel Castro en muchos círculos. Y aunque muchos criticarán a los bolivarianos no sería por el proyecto en sí, sino por la mala manera como lo han puesto en práctica. O sea, Julia Buxton, por ejemplo, no va a criticar el proyecto de socialismo, la intención de centralizar toda la economía bajo control del Estado. Ella critica al nepotismo, la corrupción, la ineficiencia. Igual Heinz Dieterich y otros. Pero la idea santa de socialismo no se toca.

Creo que la descomunización es un asunto complicado. No quiero ver otra cacería de brujas como pasó en los EEUU en los 50´s bajo Joe McCarthy. Sin embargo, que estas ideas que fracasaron, que destruyeron tanta gente, y sociedades enteras y que sean todavía creíbles, es espantoso. Este proceso de des-comunización debe ser un proceso propio de la izquierda: debemos purificarnos a nosotros mismos de estas ideas vencidas y contraproducentes si queremos tener alguna relevancia en el futuro.

Por otro lado, hay muchos que no tienen definido bien lo que es el socialismo, entre ellos, jóvenes que apoyaron a Bernie Sanders, quien tampoco había definido que quiere decir el “socialismo” propuesto en su campaña. Para esa gente esto es un significante vacío, símbolo de rebelión contra el capitalismo. Obvio, hay mucho contra qué rebelarse, pero ¿dónde están las propuestas concretas?  Muchos vieron a la revolución bolivariana como otra propuesta anticapitalista, y no lo fue.

Lo que veo en Venezuela es otro intento de construir el socialismo del mismo tipo que tenían en mente Lenin y Stalin. Se puede llamarlo “socialismo” o “capitalismo de Estado”, pero es la misma cosa, y por mi parte, prefería estar en un sistema capitalista como los EEUU, o aún Colombia, que en un sistema de “Capitalismo de Estado” como Cuba, Corea del Norte o Venezuela hoy día. Y como dice Marx: si la historia se repite es primero como tragedia y segundo como farsa. Diría que la farsa del proyecto de Chávez/Maduro tiene muchos elementos de tragedia, y no veo nada de comedia en la Venezuela que han creado hoy.

 

Socialismo salvaje

– ¿Cuáles crees que son las principales lecciones que los activistas de izquierda deberían aprender del fin de la «década progresista» en América Latina y, específicamente, de la experiencia bolivariana?

Estoy en acuerdo con Chomsky: La corrupción, el bonapartidismo (o sea, caudillismo) ha sido el Talón de Aquiles de los gobiernos populistas como Venezuela, Nicaragua, Argentina y, pronto, Ecuador y Bolivia. El nepotismo, el maniqueísmo donde un grupo gana a costa del otro. También estoy de acuerdo con Margarita López Maya quien dijo que no deberíamos olvidar los valores liberales de cheques y balanzas, del derecho de protestar, de opinar distinto a los otros. En este sentido, los gobiernos progresistas no avanzaron por caminos distintos al Estado de seguridad nacional de los EEUU. No presentaron otro modelo que el capitalismo extractivista. De verdad fueron precisamente gobiernos idóneos para la globalización capitalista, élites que abrieron sus países a las transnacionales. Fueron gobiernos “post-neoliberales” pero no gobiernos “post-capitalistas”.

El único obstáculo a esta explotación, en este caso el único obstáculo al socialismo salvaje, son los movimientos sociales. Y cuando preguntamos qué sociedades propician más el crecimiento y fortalecimiento de los movimientos sociales, la respuesta es obvia: las sociedades liberales-democráticas, es decir, las capitalistas.

Para no ser malentendido aclaro: no digo “las sociedades neoliberales”. Como muestra el filósofo inglés John Gray, el neoliberalismo es sólo un tipo de los muchos capitalismos en el mundo de hoy. Y digo todo esto no porque crea que el capitalismo sea el mejor sistema posible: debemos buscar otras alternativas. Pero hoy creo que ni el comunismo ni el socialismo son mejores opciones que el capitalismo. Aunque cuesta admitir esto, creo que debemos empezar por allí. Y si tenemos el coraje de ser honestos y reconocer el “lado oscuro” de la utopía, debemos volver a nuestras vidas en este mundo donde el capitalismo es el sistema dominante e imperante, empezar desde esta base para resolver problemas en lugar de tratar de crear otra utopía. Así pensó Karl Popper: la utopía siempre trajo consigo la violencia. Y allí está la evidencia: El intento de recrear la sociedad y la humanidad, “el hombre nuevo”, siempre requiere fuerza, coerción y violencia, porque la humanidad no quiere ser “recreada”. No queremos ser “el Ché”: Yo quiero ser Clif, y Rafael quiere ser Rafael. Y en la sociedad liberal, llamada “burguesa”, eso está bien: Yo puedo ser Clif y tú puedes ser Rafael.

Es cierto que hay muchos problemas con el capitalismo que deberíamos resolver, pero se me hace que son menos que los del socialismo. Comparemos Colombia, el país neoliberal y capitalista, con la Venezuela socialista. ¿Qué vemos? ¿Cuál está en mejores condiciones? Los movimientos sociales tienen sus problemas con el gobierno colombiano, incluso hasta la muerte. Pero ¿Venezuela? ¿Dónde están los movimientos sociales autónomos? ¿Fueron mejor tratados los estudiantes venezolanos de febrero del 2014 que los estudiantes que protestan en Colombia? ¿No están asesinados a los yukpas venezolanos como Sabino Romero o Cristóbal y varios otros, con impunidad? Por lo menos Colombia tiene una rama judicial independiente para que la gente exija justicia. ¿Cuál independencia tiene el TSJ venezolano del PSUV y del gobierno bolivariano?

La discusión no está entre capitalismo y socialismo: Ésta se resolvió, en la mayoría del mundo, en el siglo XX. Aunque Venezuela tenia que volver al asunto otra vez con resultados catastróficos. La discusión, me parece, es ¿qué tipo de capitalismo queremos hasta que tenemos otra propuesta mejor? ¿Cómo vamos a limitar el mercado? ¿Cómo vamos a liberar del mercado las cosas que no tienen “valor” para el mercado?: la fe, el arte, el corazón humano, los animales en peligro de extinción, los ríos, las montañas, la naturaleza, etcétera.

Volvamos a los movimientos sociales. Son grupos autónomos de Estados y fuera de los mercados que pelean para abrir estos espacios de sociedad civil, de convivencia sin comercio (y sin anuncios comerciales). Creo que deberíamos empezar allí para empezar definir una izquierda en el mundo post-socialista para un mundo post-capitalista.

 

Movimiento “Anti-Trump”

– Después de Occupy Wall Street, ¿Cuáles son los movimientos sociales más interesantes dentro de Estados Unidos? 

Para mí el Black Lives Matter es el movimiento más importante ahora. Occupy fue un momento, no un movimiento. Sin embargo, el alzamiento en Ferguson ha creado una fuerza muy potente para defender a los afro-descendientes en este país racista. Cada día, para ser exacto, cada 28 horas, una persona de color es asesinada por un policía en los EEUU.

Otro es el Movimiento para los Quince Dólares, o sea, para aumentar el salario mínimo. Ahora está en $7.25 en todo el país ($10.00 en California)

Hay también movimiento para derechos de los inmigrantes que, hace años tenía una manifestación nacional histórica. No es tan visible hoy, pero sigue fuerte, muchos trabajando en ONGs y en organizaciones locales, vinculados en redes.

El movimiento ecologista sigue y va extendiéndose, con sub-movimientos por derechos indígenas, contra el extractivismo, por la justicia ambientalista, debido a que muchas industrias sucias se ubican en barrios pobres con alto porcentaje de latinos y negros. Igualmente, el movimiento LGBT y los movimientos de “estilo de vida” siguen luchando y creciendo.

El problema ahora es que mucha energía ha sido captada por el imán de las elecciones. Tenemos el Movimiento “Anti-Trump”, que seguro va a desaparecer después de noviembre. Cuando la marca del capitalismo de Clinton gane, seguro va a generar otros conflictos. Vamos a ver a otros movimientos surgir.

El problema en EEUU es nuestra cultura individualista que hace que los movimientos no tengan continuidad: surgen, y cuando ganan, o pierden, se desintegran. Son fluidos, aunque usualmente hay gente, un “núcleo duro” en cualquier comunidad de activistas, especialmente en los centros urbanos, que siguen de lucha en lucha organizando la gente oportunistamente (en el buen sentido de la palabra). Ellos son la continuidad de estos movimientos.

 

La diáspora de los maduristas, por Brian Fincheltub

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Rodilla en tierra y no precisamente venezolana, cientos de maduristas también se han unido a los casi dos millones de venezolanos que se han ido del país en los últimos diecisiete años. Una nueva diáspora que esta vez tiene características bien peculiares. Hablamos de un segmento de la población que no deja Venezuela porque cambió de parecer, porque asumió errores propios y decidió divorciarse del sistema que durante mucho tiempo apoyó y que terminó destruyendo por completo una nación. Todo lo contrario, esta gente parte vuelo manteniendo en sus convicciones más intrínsecas que el llamado “socialismo del siglo XXI” es la solución para la construcción de la “Venezuela potencia”.

Pero al parecer mientras llega ese momento decidieron tomarse una pausa y emprender nuevos rumbos. Un hecho curioso es que no los vemos irse a Cuba o Corea del Norte, paradójicamente muchos eligen el propio imperio como destino final. Nos preguntamos ¿Será que se van a hacer trabajos de inteligencia para descubrir a los culpables de la guerra económica? Quién sabe, pero sea como sea, la patria les agradecerá el sacrificio de vivir en medio de tanta abundancia y seguridad.

Como alguien dijo una vez: No hay cosa más fácil que ser comunista viviendo en un país capitalista y al parecer la diáspora madurista lo entiende muy bien. Desde afuera se encargan de desmentir a través de sus cuentas en facebook la “manipulación mediática” sobre la crisis en Venezuela, sus post contra la guerra económica se mezclan con sus fotos en Starbucks y en Wal-Mart, quizás tratando de demostrarnos las contradicciones del este mundo cruel e inhumano “esclavizado” por las grandes transnacionales.

Si me tocara rescatar algo de esto, sería la esperanza que desde afuera logren entender que las oportunidades se forjan con base al trabajo, no apropiándose o destruyendo el trabajo de otros, que emigrar no es para quien está acostumbrado de recibir todo gratis, que nada es regalado, que todo cuesta y para obtenerlo hay que ganárselo.

Cada quien tiene derecho a tomar las decisiones de vida que le parezcan, lo que no logro entender es cómo alguien que se sigue definiendo madurista abandone el barco en el momento más difícil ¿Por qué no quedarse aquí y ponerse en la primera línea de combate a defender la revolución? No se puede escapar así cuando finalmente han logrado lo que plantearon. Porque no es que estamos en transición al socialismo, lo que vivimos es el socialismo, lo es hoy en Venezuela y lo ha sido en todos los lugares que se ha instaurado: Hambre, miseria y destrucción ¡Devuélvanse a disfrutarlo!

 

@Brianfincheltub

Encontacto@brianfincheltub.com

Utopías, realidades y decepciones marxistas, por Francisco J. Quevedo

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Si algo hemos visto del Socialismo Bolivariano es que saca lo peor del Pueblo, y de sus gobernantes. Los saqueos, la criminalidad, la corrupción, la escasez, la híper-inflación, la devaluación y el deterioro físico y moral de Venezuela parecen ser «el legado». En pocas palabras, ruina para muchos, fortuna para pocos.

Si bien los marxistas alegan que el individualismo, raiz del capitalismo, es injusto porque lleva a la explotación de los menos favorecidos, quizás por designios del destino pero muchas veces porque retribuye el esfuerzo que muchos no hacen, resulta que ha sido bajo este modelo que las economías del mundo han alcanzado máximo desarrollo, generado máxima riqueza y repartido más beneficio y felicidad. Solo basta comparar los estándares de vida de los países del G-7 original contra la otrora Cortina de Hierro. ¿Dónde estaban el racionamiento, la escasez, la corrupción y la represión, de este o del otro lado del Muro de Berlín? ¿Y de dónde, para dónde se escapaba la gente? ¿Hacia dónde reman los balseros cubanos, hacia Cuba?

Hay una inmensa diferencia entre el pensamiento económico, las utopías marxistas – leninistas, y la conducta económica. El ser humano no nace ni crece para hacer el bien colectivo. En efecto, eso no está a su alcance. Para eso existen los gobiernos que deben hacerse cargo de crear condiciones básicas para el bien comun, para que se haga justicia, para la defensa y para el mejor funcionamiento de la dinámica más natural de las sociedades modernas.

Ciertamente, el individualismo, y la especialización del trabajo, es la base del capitalismo, partiendo del libro de Adam Smith, «La Riqueza de las Naciones», escrito en 1776, justo cuando los EE.UU. se independizaba de la Corona Británica. Smith planteaba que el Estado debía permitir el libre juego de la oferta y la demanda, el esfuerzo individual que persigue el beneficio propio, sin intervenir, y que ello llevaría el máximo esfuerzo y beneficio colectivo.

El colectivismo y la centralización, por su parte, son los postulados de Karl Marx, quien en «Das Kapital: Una crítica a la política económica», publicado en 1867, planteaba que «la plusvalía», léase la utilidad del empresario, sería el veneno del capitalismo (Ojo, todavía estamos esperando que haga efecto, 150 años después), y postuló que la transición de un modelo a otro no podría producirse sino a través de una revolución, en el «Manifiesto Comunista», escrito con Engels en 1848, reconociendo así que ésta transición, esta conducta, no es natural, que tiene que ser forzada y que como dijo el Ché, habría que crear un «hombre nuevo». A confesión de parte, relevo de pruebas.

John Maynard Keynes, en «La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero», escrita en 1936, muy en respuesta a la Gran Depresión de 1929, combinaba ambos criterios, el esfuerzo individual con el rol del Estado como la «mano invisible» que promueve el bien común, que cataliza las fuerzas del mercado y evita sus excesos.
Que el modelo comunista o socialista (el término usado en salones de la sociedad para describir lo mismo, diría Marx´en el prólogo del Manifiesto), no funciona, lo han comprobado no solo Maduro, sino Castro y la otrora Unión Soviética, en la medida que otros como China y Viet Nam han optado por un Capitalismo de Estado, explotador y salvaje, que les ha funcionado.

El problema es que la izquierda trasnochada todavía sueña con una sociedad igualitaria, donde el esfuerzo, la mejor preparación y la excelencia no retribuyan más beneficios que la sumisión, cosa que es fácil cuando quien lo propone se come las mieles del socialismo, o cuando sabe que no tiene con qué, si no es poniéndose una gorra roja. Pero, por las protestas que a diario ocurren en Venezuela contra sus desaciertos, contra la inflación y el desabastecimiento, contra la criminalidad y la corrupción, el pueblo no sueña con eso sino que sufre otra realidad..

@qppasociados

¡La doctrina de shock socialista...! por Orlando Viera-Blanco

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«Venezuela fue sometida a un salvaje shock igualitario y utópico, que puso al Estado/gobierno al servicio del credo Marxista-Gramscista, Leninista, Fidelista, disfrazado de ideal bolivariano»

Retomo lectura de la obra de Naomi Klein, «The shock doctrine». Un libro (2007) de la periodista de izquierda, que por años ha desarrollado la tesis del»Capitalismo del desastre» (invalidada en el tiempo), para demonizar los ideales liberales de Milton Friedmam y sus Chicago boys. Según ella, muchas de las crisis sociales, políticas y económicas de la historia contemporánea; de Chile al Medio Oriente, de la desmantelada URSS, Indonesia, Irak  al bill out de 2008 de Wall STreet, fueron guerras y conjuras inducidas para favorecer el reparto entre «amigotes» liberales. Lo interesante para este columnista, es cómo la manipulada teoría (Ob.cit) podría usarse en el caso venezolano, pero al revés: un shock socialista, de izquierda a derecha, de una torpeza y violencia descomunal, donde la terapia CAP-89, se quedó en niñeces.

Decimos que La Doctrina del Shock es un tratado calado de falsos supuestos, porque los hechos que describe la Sra. Klein en su obra, parten que la culpa de todo desastre, no es casual: es del liberalismo. Ella sentencia  cómo tras la caída de Allende, el huracán Katrina, la guerra de Irak o el Crash financiero de 2008, se justificó la aplicación de «métodos de electro-shock» -al estilo terapia ‘Cameron’, empleada a enajenados mentales (Montreal.McGill.1951)- para borrar la conciencia colectiva, convirtiéndo a la gente en descerebrados incapaces de contener la entrada del capitalismo inclemente. Así la soliviantada crisis de Chile permitiría a Pinochet implementar la liberación de precios y privatizaciones selectivas. La crisis de Brasil (1964) permitiría al Gral. Humberto Castello Branco, revertir los programas sociales de Joao Goulart. La crisis de Indonesia (1968), que eyectó del poder  al Pdte. Sukarno  y a quien la autora relata como el «Hugo Chávez de su época»-sic-habilitó al General golpista, Suharto, de la mano de la CIA, barrer las milicias comunistas. La glasnost y la perestroika, según Klein, fueron el haz de Gorbachov y Yeltsin, para vender empresas del Estado a «precios de gallina flaca» a  mafias de entorno, y  la guerra de Irak, fue la carta bajo la manga de Bush y Rumsfeld (conservador pro Friedman), para otorgar costosas concesiones de seguridad y explotación de pozos petroleros, programas de educación y de construcción de hospitales (750B$), a dedo. En fin, una visión artificiosa, reducida, si acaso inmadura (pero no ingenua), donde la autora concluye que el «capitalismo salvaje» abonado por un autoritarismo elitesco y premezclado desde laboratorios de la Universidad de Chicago (de la cual tampoco somos defensores a ultranza), fue el detonante de cada apocalipsis libertina.

Lo absurdo de la tesis marras, es pretender borrar, precisamente con un«electro-shock semántico», todo pasado funesto que precedió a Pinochet, Castello Branco o Suharto; las atrocidades de Lenin, Stalin y pos camaradas; o las aberraciones de Saddam, las hambrunas de Mao y el desorden fiscal y cepalista de LATAM, endosando al FMI,  WS o a la CIA, la caída de los tigres de Asia, del imperio soviético o los totalitarismos tropicales. Parafraseando el dicho: ¡ni tan Friedman ni tan Chomsky!  Ya le escucharé decir [a Klein]. cuando terminé la era Chávez, «que todo fue producto de una conspiración universal de la CIA, de la MUD, Henry, Hausmann, Mendoza, López (desde la cárcel), Uribe y María Corina, para hacerse del poder  y repartirse Venezuela. ¿Y no es exactamente al revés?  ¿No fue la corrupción, el absolutismo agresor de DDHH y del Estado de Derecho, los controles, lo que hicieron inviable «el modelo»? ¿No fue el desastre administrativo y la represión, la causa de la hambruna, la escasez, la criminalidad  y la anarquía de una terapia de Shock inspirada en El Capital de Marx? ¿No han sido 17 años de desfalco y regalías lo que hace inevitable un plan liberal de rescate institucional, legalista, del mercado y de un verdadero Estado, no sólo democrático, sino convivencial, por próspero, productivo y soberano?

La única salida a la tragedia Venezolana es emprender la reprivatización de la dinámica social. La reprivatización industrial, comercial; de la tierra y la producción. Rebalancear entre lo publico y privado, el manejo de infraestructuras, hospitales o escuelas. Es la revitalizacion del giro económico con sentido propietario. Venezuela fue sometida a un shock igualitario-utópico y latrocinio-que puso al Estado/gobierno al servicio del credo Marxista-Gramscista, Leninista, Fidelista,  disfrazado de ideal bolivariano.

No Sra. Klein. No amigos de la izquierda berlina norteamericana. No se monten en estrechos y falaces navíos doctrinarios para presentarle al mundo, una realidad electro-convulsionada, por causa del «liberalismo salvaje». No más retórica. De acuerdo que el capitalismo desbordado es tóxico. Pero más peligroso, mordaz e insaciable, son esos «gigantes plus perfectos» del comunismo prehistórico, que causaron a sus pueblos más indigencia que la que pudiese haber ocasionado cualquier receta capitalista desde las aulas gélidas de Chicago, del FMI o del BM. Hoy la realidad le dio la razón al «Consenso de Washington». Hasta Evo y Ortega, lo aplican. ¡Que más les puedo escribir…!

 


@ovierablanco
vierablanco@gmail.com

Instinto de conservación por Luis Ugalde

Venezuela

 

El instinto de conservación y el miedo han evitado más guerras que el amor al enemigo. Hasta ahora no hubo tercera guerra mundial porque las potencias rivales con más bombas atómicas prefieren pactar que aniquilarse mutuamente. Jesús en el Evangelio pone el ejemplo de un general sensato que al enterarse de que el enemigo tiene más fuerza que él, manda negociar. Venezuela hoy necesita en todas sus instancias activar el instinto de conservación tan maltratado en estos años. Instinto que no llega al amor al enemigo, pero sí a su reconocimiento y al pacto con él. Luego de siglos de matanzas se acabaron las guerras y los conflictos sociales a muerte entre los países europeos, gracias a que prevaleció un instinto inteligente, mejor informado y con visión; por ejemplo, a los empresarios no les podrá ir bien sobre la desgracia de los trabajadores y viceversa.  Invertir en el bienestar de todos es mejor que tratar de prosperar uno quitándole al otro y alimentando el malestar, el conflicto y la guerra. Hace 7 décadas Francia y Alemania entendieron que lo mejor para uno era otra guerra para aniquilar  al otro. Luego de un siglo de gastar miles de millones en ejércitos enfrentados y tres guerras espantosas (Franco-Prusiana 1 y 2 guerras mundiales), el instinto de conservación les llevó  a la conclusión de que el bien del uno pasaba por el bien y la prosperidad del otro y su reconocimiento: no más economía para ejércitos enfrentados, ni fronteras, ni fortalezas artilladas, sino para el paso libre y cooperación.

El primer capitalismo fue salvaje y de terrible explotación, luego el instinto de conservación más inteligente llevó a una visión de bien común que incluye como complementarios a los factores sociales y productivos ayer totalmente contrapuestos. Hasta los partidos de origen marxista, como la socialdemocracia alemana, se convencieron de que el capital y el trabajo se necesitan y se pertenecen mutuamente, y que la destrucción del otro es un disparate suicida.

Instinto de conservación frente al de destrucción. Lamentablemente Venezuela es uno de los últimos países donde desde el poder «revolucionario» se deliró con la idea de que la felicidad de los trabajadores y de los pobres pasa por la eliminación de la empresa privada. Se  invirtieron muchos millardos de dólares  con propaganda masiva para activar instintos de agresión, resentimiento y odio. Con el voto multitudinario reciente la sociedad frenó al borde del precipicio. El bien duradero de más de 10 millones de trabajadores requiere más de 100.000 empresarios exitosos, lo que es imposible sin mutua valoración, potenciación y elevación productiva. Venezuela necesita nuevos empresarios inteligentes y visionarios que apoyen el éxito, dignidad y vida de los millones de trabajadores. Aunque no sea por amor mutuo, al menos  por instinto de conservación dotado de  inteligencia.

También la derrotada «revolución» necesita activar su instinto de conservación con cambio a fondo para sobrevivir. Las causas del cambio siguen siendo justas como en 1998 y las aspiraciones de los pobres irrenunciables, pero imposibles sin la contribución decidida del conjunto de la sociedad.  La MUD post 6D debe activar al máximo la sensatez, para el éxito en la reconstrucción,  con reconocimiento e identificación con las aspiraciones y necesidades concretas de la mayoría. El instinto de conservación se requiere para preservar y fortalecer la unidad y evitar -por ejemplo- las lamentables e inoportunas frases públicas  contra la «salida» de 2014; así como parecen inoportunas las campañas y presiones externas para aupar la elección de determinado presidente de la nueva AN, cuando  convenía  que fuera fruto maduro, sereno y consensuado, hasta cierto punto. Una consulta médica delicada no se decide por las pancartas de presión en la calle.

El país está maltrecho en todas sus dimensiones como si hubiéramos pasado una terrible guerra.

Restaurar el instinto de conservación y sentido común nacional significa un cambio radical. Como cristianos sabemos que el amor al prójimo es la clave del reconocimiento y de la convivencia constructiva, pero -como enseña el catecismo católico- si no lo hacemos  por amor a Dios, hagámoslo «por temor al infierno».  No veo el idílico amor universal en esta Venezuela intoxicada por el odio, pero el amor  puede ser ayudado por el «temor al infierno» del desastre y la imposibilidad de reconstruir.

Necesitamos una economía fuerte, con millones de iniciativas, creatividad y mercado…, junto  con eficaz solidaridad social y honestidad pública que buscan oportunidades de trabajo y éxito para todos, con educación, salud, seguridad ciudadana, seguridad social, espíritu de reconocimiento mutuo sembrado por todos los medios.

Un reto hermoso. La sociedad excluirá del poder a quienes se aferren a la siembra del odio y de la exclusión, sean los actuales o los «nuevos» antiguos. Nos necesitamos renovados, capaces de reconocer e incluir al otro, aunque sea por temor a nuestro infierno social nacional.

El Universal

fernandamujica@gmail.com

Colas sabrosas y piedras fritas por Carolina Jaimes Branger

Colas

 

Yo creí que los indignados éramos los opositores. Pero leyendo el artículo de Florencia Herrera en Aporrea (http://www.aporrea.org/actualidad/a215034.html) del 6 de octubre, me di cuenta de que hay muchos enfurecidos de aquel lado. Y es que el peor insulto es la burla. Cito a Herrera: “Jacqueline Faría debería, si tuviera un poco de vergüenza y, si llegara a entender la burrada que cometió, pedirnos perdón de rodillas por haberse aprovechado de la nobleza de este pueblo y de las luchas que libramos contra gobiernos que beneficiaron solo a las burguesías en la IV. Solo una persona que subestima al pueblo es capaz de decir en medio de una gran cola esas palabras”. Y más adelante acota: “Sumado a la humillación de hacer cola, la angustia de no saber qué hacer cada día para comer, la pulverización del poder adquisitivo de los que vivimos únicamente de nuestro trabajo, tenemos que soportar que estos burócratas, neoburgueses vayan a hacer campaña adelantada a las colas de PDVAL haciendo semejantes afirmaciones que solo denotan un profundo desconocimiento y además el irrespeto y desprecio hacia la gente que solo les sirve para mantenerse en el poder y para seguir constituyéndose como una casta de privilegiados que se codean con la burguesía tradicional que tanto «insultan y critican»…”

Es así: la mujer que ha ocupado casi una decena de puestos en el gobierno, la que se iba a bañar en El Guaire con Chávez en diciembre de 2007, dijo refiriéndose a la gente de la parroquia Macarao que «sale de su casa, viene con su bolsita, compra y se va para su casa… eso es la revolución, lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado, así que vamos a disfrutar de estas colas sabrosas para el vivir, viviendo».

Yo estoy segura de que la señora Farías ni hace colas, ni sufre de escasez de nada. Muy fácil mandar a quienes no disfrutan de esos privilegios a hacer colas y encima, decirles que son sabrosas, “para el vivir viviendo”, que todavía no atino a entender qué significa. Porque para estar haciendo colas, bajo un solazo o un aguacerazo, gastando horas productivas o de ocio, solo porque “el presidente lo ha ordenado”, mejor hacer las maletas y largarse. Pero como no nos podemos largar todos los que hacemos colas, más fácil es que se larguen los causantes de las colas, que no son tantos.

Otro inefable de la semana pasada fue el gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez, quien dijo: «tengamos mucho cuidado. Que nos quiten lo que les dé la gana. Nosotros somos capaces de comer palo o tirar, en vez de dos huevos, dos piedras. Y nos comeremos las piedras fritas, pero a nosotros no nos doblega nada ni nadie». A este señor tampoco lo veo comiendo piedras fritas, pero vuelvo al tema de la burla: que coman piedras los demás. “Este pueblo puede estar bravo ahorita porque hizo una cola, pero este pueblo está recapacitando y entendiendo que no se puede dejar quitar todo lo que ha logrado por un paquete de harina o por una lata de sardina que no consiguió». Suena como asustado, ¿verdad?…

El problema con el socialismo en el mundo es que los socialistas, una vez que arriban al poder, se comportan como el más salvaje de los capitalistas. Son capaces de pedir los mayores sacrificios en aras de la “revolución”, pero viven rodeados de lujos y no pasan necesidad. Los de aquí repiten de muchas maneras aquella humillante consigna de “con hambre y desempleo con Chávez me resteo”. Ya muchos venezolanos han sufrido en carne propia lo que es el hambre y el desempleo y les aseguro que no se van a restear con nadie. Más bien, manifestarán su indignación votando por la opción de la MUD el 6D.

@cjaimesb

Obama no entiende por qué Raúl le muerde la mano por Carlos Alberto Montaner

obamaraul

 

Raúl Castro atacó el “bloqueo”, reclamó la base de Guantánamo y pidió el fin de las transmisiones de Radio Martí. Defendió a Nicolás Maduro y a Rafael Correa. Se colocó junto a la Siria de Al Asad, a Irán, a Rusia, a la independencia de Puerto Rico. Criticó la economía de mercado y cerró con broche de plomo con una cita de su hermano Fidel, gesto obligatorio dentro de la untuosa liturgia revolucionaria cubana.

Poco después, se reunió con el presidente norteamericano. Según cuenta el Washington Post, Obama le mencionó, algo decepcionado, el ignorado asunto de los derechos humanos y la democracia. No hubo el menor atisbo de apertura política.

Obama no entiende que con los Castro no existe el quid pro quo o el “toma y daca”. Para los Castro el modelo socialista (lo repiten constantemente) es perfecto, su “democracia” es la mejor del planeta, y los disidentes y las “Damas de Blanco” que piden libertades civiles son solo asalariados de la embajada yanqui inventados por los medios de comunicación que merecen ser apaleados.

El gobierno cubano nada tiene que rectificar. Que rectifique Estados Unidos, poder imperial que atropella a los pueblos. Que rectifique el capitalismo, que siembra de miseria al mundo con su mercado libre, su asquerosa competencia, sus hirientes desigualdades y su falta de conmiseración.

Para los Castro, y para su tropa de aguerridos marxistas-leninistas, indiferentes a la realidad, la solución de los males está en el colectivismo manejado por militares, con su familia en la cúspide dirigiendo el tinglado.

Raúl y Fidel, y los que los rodean, están orgullosos de haber creado en los años sesenta el mayor foco subversivo de la historia, cuando fundaron la Tricontinental y alimentaron a todos los grupos terroristas del planeta que llamaban a sus puertas o que forjaban sus propios servicios de inteligencia.

Veneran la figura del Che, muerto como consecuencia de aquellos sangrientos trajines, y recuerdan con emoción las cien guerrillas que adiestraron o lanzaron contra medio planeta, incluidas las democracias de Venezuela, Argentina, Colombia, Perú o Uruguay.

Se emocionan cuando rememoran sus hazañas africanas, realizadas con el objetivo de crear satélites para gloria de la URSS y la causa sagrada del comunismo, como en Angola, cuando consiguieron dominar a las otras guerrillas anticoloniales, y luego a sangre y fuego vencieron a los somalíes en el desierto de Ogadén, sus amigos de la víspera de la guerra, ahora enfrentados a Etiopía, el nuevo aliado de La Habana.

No sienten el menor resquemor por haber fusilado adversarios y simpatizantes, perseguido homosexuales o creyentes, confiscado bienes honradamente adquiridos, separado familias, precipitado al éxodo a miles de personas que acabaron en el fondo del océano. ¿Qué importan estos pequeños dolores individuales, ante la gesta gloriosa de “tomar el cielo por asalto” y cambiar la historia de la humanidad?

¡Qué tiempos aquellos de la guerra no-tan-fría, cuando Cuba era la punta de lanza de la revolución planetaria contra Estados Unidos y sus títeres de Occidente! Época gloriosa traicionada por Gorbachov en la que parecía que pronto el Ejército rojo acamparía triunfante en las plazas de Washington.

El error de Obama es haber pensado que los diez presidentes que lo antecedieron en la Casa Blanca se equivocaron cuando decidieron enfrentar a los Castro y a su revolución, señalándolos como enemigos de Estados Unidos y de las ideas que sostienen las instituciones de la democracia y la libertad.

Obama no entiende a los Castro, ni es capaz de calibrar lo que significan, porque él no era, como fueron Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, y Bush (padre) personas fogueadas en la defensa del país frente a la muy real amenaza soviética.

Incluso Clinton, ya en la era postsoviética, quien prefirió escapar antes que pelear en Vietnam, comprendió la naturaleza del gobierno cubano y aprobó la Ley Helms-Burton para combatirlo. Bush (hijo) heredó de su padre la convicción de que a 90 millas anidaba un enemigo y así lo trató durante sus 2 mandatos.

Obama era distinto. Cuando llegó a la presidencia, hacía 18 años que el Muro de Berlín había sido derribado, y para él la Guerra Fría era un fenómeno remoto y ajeno. No percibía que había sitios, como Cuba o Corea del Norte, en los que sobrevivían los viejos paradigmas.

Él era un “community organizer” en los barrios afroamericanos de Chicago, preocupado por las dificultades y la falta de oportunidades de su gente. Su batalla era de carácter doméstico y se inspiraba en el relato de la lucha por los derechos civiles. Su leitmotiv era cambiar a América, no defenderla de enemigos externos.

Como muchos liberales y radicales norteamericanos, especialmente de su generación, pensaba que la pequeña Cuba había sido víctima de la arrogancia imperial de Estados Unidos, y podía reformarse y normalizarse tan pronto su país le tendiera la mano.

Hoy es incapaz de entender por qué Raúl se la muerde en lugar de estrecharla. No sabe que los viejos estalinistas matan y mueren con los colmillos siempre afilados y dispuestos. Es parte de la naturaleza revolucionaria.

 

@CarlosAMontaner

El Nacional