Antonio José Monagas, autor en Runrun

Antonio José Monagas

Antonio José Monagas Abr 20, 2024 | Actualizado hace 5 días
Bueno para nada
No debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas

 

@ajmonagas

Las ciencias sociales, en su afán de determinar la movilidad del ser humano en el contexto de la diversidad ideológica, cultural y social, busca respuestas a los enredos desprendidos de paradigmas cuyas esencias teóricas parecieran estar divorciadas de las realidades ante las cuales presume su fuerza narrativa y conceptual.

Han emergido distintas teorías que ahondan en el análisis de las presunciones del ser humano en su intento por posicionar sus arrogancias. Esconder sus flaquezas, o disimular sus inmodestias. Una de ellas la resume la teoría del derrame o teoría de las causas finales. Esta, en lo particular, intenta explicar las restricciones de la causalidad al momento de definir lo que la naturaleza dispone en función de su incidencia en el individuo y sus ostentaciones.

Más allá de la formalidad teórica

Al lado de estas circunstancias, la filosofía plantea razones para despejar las incógnitas que emanan de la materia y del movimiento. Todo lo cual contribuye a diferenciar actitudes desplegadas por el ser humano al momento de demostrar o fingir cualidades en la sociedad a la cual presta sus capacidades.

Es ahí cuando la sociología política, valiéndose de dicha coyuntura, se arroga la capacidad conceptual para estudiar las relaciones humanas y los cambios que se suscitan a consecuencia de los paradigmas que calan en el orden humano. Aunque algunos intentan manipular al hombre con el propósito declarado de medir su fortalezas y debilidades. Particularmente, ante los cambios sociales, económicos y políticos.

La intervención del vulgo

De esa manera, el vulgo, valiéndose de su sabiduría creadora, produce y propaga cuantos aforismos, refranes o frases sean de posible reflejo del comportamiento del ser humano. Es un tanto el procedimiento del cual se fijan las ciencias blandas o inexactas utilizando la palabra como variable independiente.

En consecuencia, surgen locuciones que hablan del hombre toda vez que su oralidad apuesta a validar las libertades de las cuales pende la vida (en democracia).

La frase que abre esta esta disertación: “bueno para nada”, como todas las provenientes del léxico popular, tiene la fuerza narrativa para romper pretensiones reduccionistas propias de la sociología mecanicista, la cual fundamenta criterios que explican acciones sociales afianzadas en lo empírico. Pero que suelen confirmar lo que sus hipótesis apuestan.

Del lenguaje político

Así que, con base en lo aducido por la teoría de las causas finales, el lenguaje político se inflama del ímpetu necesario y suficiente para pregonar a los cuatro vientos lo que el pensamiento político es capaz de construir. Siempre, apegado a cualquier paradigma que exalte las libertades humanas.

Por tanto, no debe existir estorbo, freno social o político que asfixie la expresión libre de ideas u opiniones expuestas “(…) de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión (…)” (Del artículo 57 constitucional venezolano) y la poética que, a dicho respecto, brota del espíritu humano.

Sobre todo, cuando contingencias de toda índole tienden a estrangular las necesidades e intereses del ser humano. Es el caso en que adquiere sentido cualquier aforismo que retrate el carácter social, político, cultural o económico de la conducta de la persona en sociedad.

El valor de la palabra

Solo la palabra testimonia el discurrir del ser humano. De esa forma, la palabra destaca la identidad y la disposición que determinan la condición humana. Aunque la palabra no deja de ser la mejor herramienta que luce la comunicación sociopolítica para conciliar o diferenciar condiciones y consideraciones que caracterizan la vida del hombre.

Así que la frase que intitula esta disertación vale a propósito de incitar una reflexión que potencie la capacidad de estimar, explorar o descubrir lo que hace laudatorio o denigrante al hombre en términos de sus actos. Por eso, ante la necesidad de dar cuenta lo que cada quien es capaz de mostrar, de cara a los problemas de la realidad, cabe pensar en el aforismo que tantea sentimientos, emociones y actitudes: bueno para nada.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El miedo o la libertad de expresión en ascuas
Todo poder que genera miedo es afectado por sus mismas secuelas

 

@ajmonagas

Cualquier tiranía que abusivamente se arrogue “legitimidad de ejercicio y de origen” puede hundir la realidad en una oscura y anegada fosa. Ello hace que los derechos humanos se conviertan en consideraciones riesgosas. Algunos refieren estos problemas como “deportes de riesgo”.

Se ignoran aquellos preceptos que declaran la obligación de todo Estado democrático de garantizar a toda persona la libertad para disfrutar de los derechos a los cuales pueda, necesite y guste acceder. En esa situación, la persona que por oficio o por necesidad busque expresarse, sería acusada de perniciosa ante las instancias gubernamentales.

La libertad en la cultura política

A decir del matiz que los últimos tiempos vienen adquiriendo realidades regadas en el planeta, el derecho que supuestamente tiene toda persona “(…) a expresarse libremente de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión (…)” dejó de tener vigencia. Su disfrute resulta inconveniente a los ojos y entendimiento de muchos poderosos.

Este problema induce a que el miedo se haya tornado en el canal común mediante el cual las cosas tienden a verse peor de lo que son. Del miedo se ha hablado y escrito mucho. Para el escritor irlandés George Bernard Shaw, “el miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo’’; mientras que el poeta griego Sófocles decía “para quien tiene miedo, todo suena ruidoso y escandaloso’’.

Los dioses del miedo

Los dioses del miedo

El miedo provocado por el autoritarismo hegemónico ha logrado sembrar el pavor por la represión. Sin que ello pueda remediarlo la praxis de valores que históricamente se encuentran a lo interno de la ética y moralidad del individuo.

El miedo alcanza a quien lo provoca

El temor a ver reducidos sus proyectos de vida, hace vulnerable a los individuos mediante amenazas y coerción, según explicó el sociólogo y jurista alemán Max Weber.

Pero esta situación no se queda ahí. Esto significa que el miedo alcanza también a quien lo provoca. Porque el miedo, al igual que la matemática, se rige por las propiedades de la suma toda vez que permite ciertas transmutaciones de rigor. Es el caso específico de que al miedo lo condiciona la propiedad asociativa y distributiva, así como la propiedad conmutativa. O sea, aquella que explica que si (A) es igual a (B), entonces (B) es igual a (A). Y esta correlación aplica para referir al miedo que viven las partes implicadas en toda crisis.

Esto significa que todo poder que genera miedo es afectado por sus mismas secuelas. Por tal razón, el provocador o agresor acude al uso de discursos de odio arrogándose de esa forma el derecho a ofender. Para ello utiliza arengas cuales canales de privilegio, de impunidad e inmunidad. Así se permite abusar del poder sin moderación alguna.

El miedo de ambos actores

El recién fallecido economista español José Luis Sampedro infería que “gobernar creando miedo, es eficaz. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella, pero los explota, los engancha a un carretón, entonces pensarán: bueno, al menos no nos degollaron’’. Y si bien esta situación induce alguna tranquilidad en el oprimido, igualmente está animando la sumisión. Y dicha sumisión se traduce en un tipo de gratitud, aunque viciado por la resignación que surge al asumirse la misma como subordinación condicionada por el miedo que genera.

En el fragor de los problemas que provoca el miedo, debe considerarse una ventaja muchas veces obviada. Y es que quien lo padece generalmente tiene a su favor el beneficio de alguna información que bien puede manejar en descargo del oponente o agresor. La misma está basada en sus experiencias de vida como “individuo político o profesional. Y esa condición otorga a la persona un poder, pero que por culpa del miedo que padece, tiende a descartarla.

De hecho, esos condicionamientos forman parte de la formación que imparte la escuela, los liceos y hasta universidades sometidas y no críticas. Es la vía por donde se hace posible inculcar el miedo al individuo. Es ese el objetivo que persigue el autoritarismo cuando reforma arbitrariamente programas de enseñanza-aprendizaje.

Deseducar inculcando miedo

No conviene a la élite gobernante que la gente piense. Menos que se exprese con libertad. Menos aun, que escriba sin temor o en contrario a la censura limitante.

En fin, al autoritarismo no le interesa que niños y adolescentes aprendan a criticar. Que cuestionen realidades que los afectará en sus vidas de adultos. Por tanto, puede inferirse que, a juicio de deformaciones como estas, no hay vía libre expedita en lo inmediato para escapar de las limitaciones que la opresión impone.

Sin negar que se tienen múltiples formas de expresión que reproducen y escalan ofensivas discriminaciones, tampoco luce plausible que el poder político, el cual no da por descontado el suficiente abuso para amenazar y reprimir, no reconozca su responsabilidad en lidiar con la complejidad que caracteriza tal situación.

En conclusión

Los derechos a la libertad de expresión y a la no-discriminación asociados con la inclusión, toda vez que se acoge al concepto de libertad, son razones que no forman parte del ejercicio político del autoritarismo y de los gobiernos que alcanzan a estructurar.

Acá surgen dificultades y tensiones que enrarecen importantes principios que hablan en nombre de los derechos humanos y de las libertades. Precisamente, constituyen la razón del problema que se explica al dar cuenta de que hay libertades atadas de pies y manos. Además, amordazadas. De ahí es fácil advertir, bajo tan enrarecidas situaciones, que la libertad de expresión está en ascuas.

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Elecciones universitarias: ¿despiertan o entumecen?
En la proximidad de las elecciones universitarias, de gobierno y cogobierno, se vislumbran torcidas intenciones para eludir conflictos

 

@ajmonagas

El país presencia, amenazado y temeroso, el acontecimiento político-electoral que depara el abrumador tránsito del 2024. Este tipo de evento, que igual lo vive la política de gobierno toda vez que se fijó el mes de julio como momento para llevarse a cabo elecciones presidenciales, lo están atravesando algunas universidades. Especialmente aquellas que secundaron el ejemplo de la Universidad Central de Venezuela en junio de 2023, cuando luego de catorce años de atascamiento electoral procedió a realizar dicho proceso. Un problema que había conducido a la inmovilización de su dinámica administrativa universitaria.

Quizás, procediendo a destrabar la universidad autónoma mediante el proceso político-electoral que dictamina la Ley de Universidades, algunas de ellas deberán renovar sus cuadros académico-dirigenciales. Por consiguiente, podrán restituirse libertades y derechos atascados en el tiempo. Así, la universidad venezolana podrá continuar el cometido que la Ley de Universidades le delega cuando dictamina la obligación de “… realizar una función rectora en la educación, la cultura y la ciencia …”. La valiosa y necesaria misión la obliga a que la enseñanza universitaria se infunda a partir de “… un definido espíritu de democracia, justicia social y de solidaridad humana…”.

Afianzar la autonomía universitaria

Esta introducción busca reivindicar el carácter autonómico de las históricas universidades venezolanas, toda vez que, en la proximidad de sus elecciones de gobierno y cogobierno, se vislumbran torcidas intenciones para eludir conflictos. Porque, tal como se lee en El Quijote de Cervantes, “en todas partes se cuecen habas”.

El hecho es que se ha desfigurado el esfuerzo y anhelo de toda comunidad universitaria de respetar lo que prescribe la Constitución Nacional cuando exalta el hecho académico, laboral y organizacional de dedicarse a la búsqueda del conocimiento mediante la investigación, la docencia y la extensión en cuanto a su corresponsabilidad con la vida del país.

Narrativas que salpican

Sin embargo, alrededor de tan pertinentes objetivos, ruedan presunciones que desdicen de la teoría política. Es cuando se lanzan “análisis políticos”, desasistidos del rigor de la ciencia política. A este respecto, es prioritario entender que un “análisis político” es un estudio basado en el comportamiento de las variables más inmediatas o que mayormente provocan un problema o proceso observado. De esa forma, se llega a inferir el cómo y el por qué ocurren. Y para lo cual se necesitan instrumentos de medición que permiten prever el impacto de las variables en el curso de los hechos bajo revisión.

De manera que un “análisis político” se halla sujeto a variables que responden por el problema analizado. Específicamente, por su estructuración, por el impacto que las variables debidamente categorizadas, incitan y por las acciones emprendidas.

Por tanto, no cabe calificar de “análisis político”, a una presunción realizada al calor de un evento acalorado, impetuoso o exaltado por causas político-electorales que adquieren movilidad en cualquier ámbito de la vida.

Opiniones distorsionantes

En torno a las aludidas situaciones, se advierten opiniones que no atinan a enfocar las variables que sustentan ciertas conductas políticas. Y que, por la confusión propia de un análisis impropio, desfiguran razones. Ello ocurre a desdén de esclarecer situaciones políticas enmarañadas por el alto número de variables intervinientes. Además, sin ser debidamente identificadas. Por tanto, convierten dichas opiniones en una “mazamorra” mal preparada por la falta de los exactos ingredientes y de una correcta preparación.

De esos “análisis”, se infieren ciertas observaciones. En principio, es pertinente señalar que entre una elección universitaria y la elección presidencial no caben comparaciones exactas. Aun cuando ambas sean procesos político-electorales, que buscan seleccionar entre candidatos y propuestas políticas, hay razones que no permiten el correspondiente cotejo.

Por cuanto:

  1. El tamaño poblacional o universo de votantes, no es variable propiamente comparable.
  2. Igual problema ocurre con el marketing político de uno y otro proceso.
  3. Asimismo, sucede respecto de los mecanismos de escrutinio.
  4. Las movilizaciones de operadores políticos difieren en cuanto a los objetivos trazados a instancia de los intereses declarados.
  5. Los lapsos operativos de fases logísticas no tienen punto de comparación. 6). El proselitismo como canal para cautivar votos es en cada caso diferente respecto del modo de ser ejercido.

Primeras inferencias

A decir por lo que exponen los “análisis” publicados, vale disentir de lo expuesto pues acontece todo lo contrario. O sea, los problemas que confronta la universidad autónoma venezolana no constituyen variable alguna que tenga injerencia directa como componente de un “análisis político”. O que funja de elemento de juicio capaz de estructurar un “análisis político” tal como lo exhorta la teoría política.

Los problemas que enfrenta la universidad autónoma, entre las cinco que existen en Venezuela, justifican todo cambio o transformación. Debe saberse distinguir entre un revés que valga como justificación, y una variable sensible de un “análisis político” que descifre el embrollo de una situación en estudio.

La misma ofuscación se advierte cuando tales análisis hablan de insuficiencias económicas y desigualdades sociales como razones que se prestan para negar realidades impulsadas por el clamor colectivo. Además, equivocadamente, son consideradas como variables de un “análisis político”. En consecuencia, es aventurado asegurar que cualquier intento comicial en paralelo con la elección presidencial nacional está destinado a no darse en 2024.

Otras inferencias

Cualquier razón que pueda argumentarse en la misma dirección es una mera especulación montada que acude a alegatos unidimensionales estructurados en un solo recurso operativo y un único criterio de eficacia. Lejos de lo que exige el cálculo de la realidad. Asunto este sujeto a la casi imposible definición de la incertidumbre.

Sin duda, es de la mayor importancia la necesidad de desentrañar la naturaleza de divergencias que la rutina, en complicidad con el inmediatismo y la improvisación, ha ocasionado en la Universidad como punto de descomposición y conflicto. Más aun, cuando se ha demostrado que esta disfuncionalidad ha venido arraigándose en la brecha que se depara entre las realidades y el gobierno de instituciones importantes para el desarrollo de la nación, como en efecto son las universidades públicas.

Y es que dichas divergencias, más allá de las ideologías culpables de actitudes equivocadas en dirigentes que apoyan los distintos proyectos políticos de gobierno, generan una pesada ineficacia en la acción y un grueso déficit de credibilidad de la sociedad en sus dirigentes. Y que, en última instancia, se torna en grave amenaza al sistema de valores y a los compromisos que enfocan el futuro. Es ahí cuando vale preguntarse si acaso las elecciones despiertan o entumecen.

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Colapso eléctrico y teoría de juegos
Evitar o minimizar el colapso eléctrico podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos

 

@ajmonagas

La teoría de juegos se ha convertido en una valiosa herramienta de la planificación política, por cuanto ayuda a comprender el rango de posibilidades que permite actuar con cierta certidumbre en la toma decisiones.

Considerados los conflictos sobre los cuales se diseñan los escenarios pertinentes a la situación en estudio, se establecen las estrategias tanto como el comportamiento de los individuos partícipes en los problemas bajo análisis. 

Las implicaciones de la teoría de juegos parten del concepto de “juego”. Al respecto, debe entenderse como un conflicto conducido por intereses en pugna. Así, la solución al conflicto la determina la conjunción de decisiones tomadas por los participantes o actores comprometidos en la situación.

En medio del juego político, la beligerancia característica del conflicto entre actores con intereses contrapuestos deriva en una severa complicación. En el escarceo político luce difícil llegar a una respuesta que sea la conjunción de propuestas diferentes tanto en lo formal como estructural. Sin embargo, la planificación política apuesta esperanzadoramente a dar con el escenario que mejor estructure estrategias capaces de sumar decisiones para resolver el conflicto en consideración.

Electricidad intermitente

Este exordio vale para explicar la persistencia de las continuas fallas del servicio de electricidad en Venezuela. Sus consecuencias están reduciendo al país a un chiquero de incompetencias. A sabiendas de que las mismas están arrastrándolo al peor estado de improductividad y carestías, dada las contingencias que suscita el subdesarrollo que, sin otra razón distinta del deplorable gobierno actual, sobrelleva Venezuela.

Pareciera que el régimen no cuenta con profesionales que entiendan el problema. Evitar o minimizar el problema de un servicio eléctrico deficitario podría encauzarse con el auxilio de la teoría de juegos. Pero lejos de considerarlo, la improvisación se impone ante cualquier solución que pudiera resolverlo. Que, sin duda, tiene entre sus motivos la carencia de repuestos, la obsolescencia de partes y equipos y la precariedad profesional que atiende la distribución y generación del respectivo servicio.

El régimen concibe este problema equivocadamente. Lo cataloga con la simplicidad que le permite la miopía de politiqueros de oficio encargados de “diligenciar la funcionalidad del servicio”. Por tanto, lo califica como un problema de naturaleza política. Por tan absurda razón se tiene la situación del errado manejo en la producción de tan importante elemento para la vida fecunda de Venezuela. La situación no admite el desconocimiento que su importancia reclama. Es por eso que el régimen no lo asume como de utilidad nacional, sino como recurso de control político.

La cuestión que se plantea al intervenir una negociación política con el auxilio de la teoría de juegos, es que la misma exige la racionalidad cabal de un mecanismo de alta precisión. Y este tipo de exigencias no están en las cuentas de un politiquero que busca inmediatismo como procedimiento habitual en cualquier desarreglo. Sobre todo, porque el ejercicio de la política se pasea por situaciones engañosas o con segundas o terceras intenciones.

El colapso eléctrico como control social

El problema de la penosa generación y distribución de electricidad que malpone a Venezuela ante el mundo geopolítico, si bien emergió por la desmedida e impúdica corrupción cometida por los responsables de instituciones estatales relacionadas con la electricidad, finalmente se convirtió en oportunidad excepcional para que el régimen sometiera a la población nacional.

Esta situación fue aprovechada por el régimen bolivariano cuando vio en la crisis eléctrica nacional la oportunidad de ejercer el control social al censurar ideas y actividades, en perjuicio del bienestar ciudadano. Así mantiene a la población distraída enfrascada practicando el síndrome de “quita y pon la luz”. Y con el oportuno agregado de sanciones y bloqueos aplicados por gobiernos foráneos, se vale de cualesquiera excusas para dilatar la incidencia del problema.

El problema no es nuevo, está notándose desde hace 18 años. Solo que ahora es reiterativo. Ocasiona hasta cuatro cortes de electricidad diarios (de 9 a 12 horas por día) causando graves restricciones de toda índole. Comercios restringidos. Centros de salud impedidos de atender sus pacientes. O de atender labores médicas de prevención y recuperación de enfermedades. Equipos eléctricos dañados, y horarios de trabajo alterados. Escasa productividad en empresas, organizaciones u oficinas.

En fin, todo esto ha conducido a que el régimen (contrario a lo que normalmente pudiera provocar), salga favorecido al actuar según su conveniencia. Victimizarse es un pretexto entre los preferidos de gobernar de espaldas a la responsabilidad política, social, administrativa y económica. No hay duda de que el régimen no tiene la capacidad necesaria para actuar de cara a las trabas que ocasionan los problemas en la generación y distribución del servicio eléctrico. Por esa razón, actúa premeditadamente buscando beneficiarse de mecanismos de control (y represión) incumpliendo el deber de respetar derechos y libertades que la Constitución consagra.

Sin la teoría de juegos, arrecia la crisis

El país se ha visto desgraciadamente subordinado al poder que los inconclusos manejos de recursos estratégicos, como es la electricidad, incitan. Siempre afanado por seguir aferrado al poder político, haciendo una gestión gubernamental en la clandestinidad de realidades transgresoras de la ley, dado lo irregular de sus operaciones. Sin la menor proximidad y preocupación por atender problemas incursionando en recursos cognitivos expeditos. Por eso enreda todo, sobre todo al operar en simultáneo cualquier proceso que pueda administrar. Lo hace con toda la intriga posible, mediante la cual manipula el control social en un flagrante abuso de poder.

Por eso, el régimen al prescindir de la teoría de juegos o de otro procedimiento capaz de coadyuvar a resolver situaciones conflictivas, incurre en agravar las crisis que su propia ignorancia ha estimulado. Esta carencia lo ha animado a improvisar cuanta recuperación presuma superar. Aunque de procurarla lo hace con ventaja a sus intereses, causando situaciones incómodas de las cuales no busca salir del fondo de las mismas.

Situaciones todas embrolladas. Pero no para el régimen, que siempre busca la mejor cuota de ganancia, sino para la ciudadanía. Razón esta por la cual disimula su perfidia bajo la urdida mampara que prepara cada vez que adelanta con toda perversidad: el juego político en complicidad simultánea.

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El pleito de la lealtad y la traición
En esta mala hora política la lealtad se concibe en términos de la sumisión y adulancia

 

@ajmonagas

Tanto se ha hablado de lealtad, que la historia política y militar está repleta de referencias que exaltan o denigran su significado. Aunque también lo está abarrotada de reseñas que revelan episodios que dan cuenta de hechos que refutan el sentido de la lealtad.

Podría decirse que la vida ocurre entre posturas de lealtad y traición, particularmente en el fragor de la política. Más, cuando la praxis política se anega de circunstancias dominadas por intereses que determinan las condiciones tipificadas por la lealtad y la traición.

La lealtad en la política

El ejercicio de la política es casi un perfecto campo de batalla a causa de los embates que se establecen entre quienes dicen ser leales y quienes, sin acusarse de traidores, esconden una hoja de vida política con contenidos y descripciones de haber sido seducidos por prácticas de traición.

Quizás sea temerario asentir que la lealtad dejó vacante el lugar que su significado como valor había alcanzado. En el ejercicio de la política se ha procedido a proclamar la lealtad como si en verdad fuera razón suficiente para demostrarla.

Sin embargo, cabe acá el aforismo que reza: “cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas a remojar”. En política, esto hace ver el alcance de cualquier problema, dada la posibilidad de afectar a alguien cercano, intruso o compinche.

Son estas situaciones donde la lealtad y la traición acusan algún hecho que revele insana rivalidad entre individuos. Mirando este problema desde una perspectiva burda, algún poeta, con nostalgia de politiquero de oficio, podría haber manifestado que “la lealtad es la lumbre que enciende la traición”.

Desavenencias impropias

El autor de El principito, el escritor y aviador francés, Antoine de Saint-Exupéry, pone en palabras del personaje esta cierta reflexión: “La lealtad no se jura, se demuestra”. Justo es el problema que lleva a entender cómo en política el ejercicio de la lealtad tiende a desenfocar sus objetivos. Especialmente cuando la realidad, en la que la lealtad suscribe sus propósitos, comienza a descomponerse en virtud de los intereses que juegan a su alrededor.

Así sucede por cuanto la política está arreglada de tal forma que este valor se concibe en términos de la sumisión y adulancia. Allí el trato al superior se ve influenciado por la anomalía de valores a la cual se halla sometida la incultura de quienes viven de la coyuntura política. O se aprovechan de ella para satisfacer sus intereses o saciar sus necesidades.

El pleito de la lealtad y la traición

Es ahí cuando la lealtad pierde su carácter como recurso de la confianza. Así como del sentido de correspondencia que establece la relación entre la sinceridad y el compromiso mutuo. Justo ese momento constituye la oportunidad de la cual se vale la traición para asomar sus garras y enterrarlas en la humanidad del otro. O de cara a la situación en la que se ha expuesto la divergencia entre condiciones y resultados.

En consecuencia, la lealtad en política, simple y desgraciadamente, se reduce a contrastar, bajo la premisa de ensayo y error, el grado de ventaja que ofrece en comparación con el perjurio que esconde la traición. Es decir, la lealtad en política es una cuestión de medir el tamaño de ventajas posibles.

En tiempos de dictadura tiránica, importa mucho diferenciar las posiciones de quienes juegan a la hipocresía y de quienes se han apostado en espacios preparados para extraer de la situación la mejor tajada, sin medir los efectos de rebote.

Hay que desentrañar las intenciones del enemigo en relación con las posibilidades calculadas, para evadir su visceral ataque. Sobre todo, cuando se hace acompañar por la canturreada y ridícula adulación de “leales siempre, traidores nunca”.

Sin duda, las realidades suelen mostrarse confusas. En el alboroto armado, tanto la lealtad como la traición adquieren un mal ganado furor, disfrazado de estratégico juego político, el cual sirve para justificar en lo que resulta el pleito de la lealtad y la traición.

Los traidores

Los traidores

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Antonio José Monagas Feb 10, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Gobernar no es agredir
Las consideraciones emanadas de las instancias judiciales internacionales dejan al descubierto la descompensada compostura ideológica y fáctica del régimen

 

@ajmonagas

Debajo de las realidades que por estos tiempos se viven, se esconde un serio problema. Un problema que muchos desprecian al suponerlo insustancial. No solo por quienes tienen algún protagonismo en la conducción de organizaciones e instituciones, sino también por el resto de la sociedad.

El problema que seguidamente será abordado es una gruesa y pesada contradicción que pone de cabeza al mundo: el falso, precario o indebido manejo cognitivo, recursivo e instrumental del ejercicio de la política.

Para muchos, la política no es más que el modo de salvaguardar y favorecer apetencias, gustos, necedades, arrebatos, intereses o proyectos de coyuntura. Incluso estructurales, elaborados con base en meras narrativas, excusas o discursos infundados. También, irracionalidades argumentadas en situaciones estremecidas por conmociones y avaricias personales.

Pareciera no haber nadie que no presuma de la apariencia que le concede el hecho de “dominar” la situación que envuelve al ejercicio de la política. O supuestamente, “conociéndola” por algún lado o de alguna parte.

Entre falseadas presunciones

No hay quien falte al hecho de pretender ser una persona versada en materia política. La calle lo revela. Sobre todo, quienes fungen como candidatos a cargos de elección popular. Bien sea en espacios gremiales, sindicales, empresariales, educacionales o institucionales. Y hasta en ambientes eleccionarios de juntas de condominio y organizaciones vecinales y administrativas de todo tenor.

Aunque peor sucede en quienes son investidos de alguna autoridad luego de transitar procesos eleccionarios. O simplemente, el ascenso desmesurado, por influencia o imposición mediante el nombramiento de gerentes, directores, presidentes, coordinadores, gobernantes. Y en general, jefes o patrones.

El nombramiento o arribo al cargo o puesto pretendido, es razón suficiente para inducir en esa persona a presumir de sabérselas todas por creerse superior ante todos y en todo.

Al cierre

Lo que esta disertación busca poner de bulto es el problema político que recubre el ejercicio de gobierno en cuanta instancia inimaginable de poder. Este problema revienta por cualquier lado y sin mayor tiempo de espera.

A la improvisación suelen disfrazarla de política de gestión gubernamental, pues así resulta algo sencillo suplir el ordenamiento de la sociedad en concordancia a lo que establecen las pregonadas pautas normativas constitucionales. Especialmente cuando invocan alegremente, como si fuera una copla: “Todo dentro de la Constitución, nada fuera de la Constitución”.

Igual sucede para imponer cuantos desaforos convienen a los intereses políticos del régimen opresor. Quizás, realizado a manera de ensayo. Posiblemente, es el modo que le rinde mayor ventaja al régimen toda vez que juega con las medidas tomadas a instancia del espacio político arriesgado. Siempre mal calculado por el espurio tribunal “supremo”.

Nuevas inferencias

Ante lo que acontece, no cabe duda de que el régimen está siendo bombardeado por la presión de gobiernos extranjeros, organismos internacionales y reconocidas personalidades de talante democrático. Situación esta favorecida por el acorralamiento padece el régimen por causa no solo de los errores cometidos, sino también por las acusaciones que recaen sobre sus gobernantes.

Las consideraciones emanadas de las instancias judiciales internacionales, dejan al descubierto la descompensada compostura ideológica y fáctica del régimen. En consecuencia, esta situación lleva a dudar de la condición de “gobierno” del actual régimen político en su exacto sentido.

Así deja verse por qué el régimen ha retrocedido por causa de maliciosas y perversas prácticas asumidas con el único fin de mostrar sus recursos de gobierno cuales son: egoísmo, negocios turbios, resentimiento, revanchismo, obstinación odio y alevosía. Aunque igualmente, actúa apostando a ganar el tiempo necesario para mantenerse en el poder.

La embarazosa maniobra tiene asustados a gobernantes, gobierneros y aduladores. O sea, como dice la jerga popular: “está acabándose el pan de piquito”. Más, al reconocer que gobernar no es agredir.

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Elecciones universitarias: carencias y contingencias
Es el cambio lo que dinamiza la vida y sacude la lógica de los procesos. De ahí la importancia del cambio al cual debe someterse la Universidad

 

@ajmonagas

Los cambios constituyen la única fuerza capaz de renovar toda condición que pueda preciarse de “institucional”. Pues estacionarse en el tiempo implica anquilosarse para luego desfigurarse. El escritor inglés Gilbert K. Chesterton, apuntaba que “es improcedente hablar de reforma sin hacer referencia a la forma”.

Dado que la misión de la Universidad es vislumbrar el horizonte a fin de responder a las necesidades de la sociedad, su funcionamiento no debe eludir los cambios que engrandecen su significación. Y la academia se renueva con las elecciones universitarias.

Es el cambio lo que dinamiza la vida y sacude la lógica de los procesos. De ahí la importancia del cambio al cual debe someterse la Universidad. Y ese cambio pasa por remozar sus autoridades toda vez que el mismo posibilita mudar de aires, razones y concepciones.

Pero internarse en este proceso no es fácil. Las realidades a las que hay que desafiar son de toda índole, como la indolencia, la indiferencia, la incompetencia, la negligencia y la ignorancia. Por extraño que parezca, se padecen desde el interior del campus universitario.

Complicaciones a todas luces

Los problemas que entraña la complicada situación responden a distintas causalidades, rebasadas por la dinámica política que envuelve a la universidad. Muchas de ellas, relacionadas con el concepto de autonomía universitaria. Otras, con continuas intimidaciones gubernamentales, toda vez que se vuelven cada vez más insidiosas.

Asimismo, causalidades vinculadas al retardo jurídico de liberación de medidas coercitivas sancionadas por el Tribunal Supremo de Justicia en 2011. Las mismas impidieron las elecciones universitarias, afectando el desenvolvimiento institucional en términos de los lapsos electorales, establecidos en la Ley de Universidades.

Las universidades autónomas venezolanas sobrepasaron cualquier período imaginado sin que hicieran valer sus libertades y derechos a darse su propio gobierno. Este problema atascó importantes procesos de deliberación y decisión de medidas adoptadas internamente en virtud de la capacidad de gobierno que la correspondiente normativa otorga a la universidad. Igualmente, dicho rezago jurídico obstruyó procesos de recuperación y arreglo propios de la movilidad docente, de investigación, administración y de gerencia.

Elecciones universitarias, más problemas a la vista

Otro de los problemas que perturbaron el desenvolvimiento institucional-académico de la Universidad, sobre la potestad que la autonomía universitaria para su propio desarrollo, está contenido en la medida sancionada por el TSJ al determinar, según juicio político adoptado unilateralmente, la imposición de un nuevo “claustro”. El mismo, es incrementado al sumarse personal no-académico, aunque miembros de la comunidad universitaria.

Su participación tiene enteramente motivación política, propio del momento. Y si bien visibiliza el carácter político de la Universidad, es proclive a enrarecer el proceso eleccionario. Esto es así porque los intereses expuestos con el concurso de nuevos votantes podrían desfigurar la esencia académica al poner de relieve exaltaciones político-partidistas por encima de incentivos académicos.

Cabe aclarar que, aunque la variable política siempre ha estado en los procesos comiciales vividos por la Universidad, su intervención en otros tiempos nunca fue precedida por medida judicial alguna. Tampoco ordenada por órganos de poder ajenos al discurrir autonómico universitario. Pero de ahí a pretender alterarse el equilibrio que sustenta el valor-objetivo del proceso electoral en su exacta comprensión y debida praxis, el propósito inherente al acto político-institucional se vería transgredido afectando la justicia que estructura su esencia. 

La Ley de Universidades y el espíritu universitario

Es ahí cuando los problemas de la universidad se avivan por criterios contrarios al espíritu universitario, es entonces cuando los cambios comprometen el accionar de una institución universitaria. Y a la propia letra de la Ley de Universidades, cuyos preceptos fundamentales la hacen responsable de colaborar con la superación del rezago científico, humanístico, artístico y tecnológico de la nación.

Por otra parte, vale referir el influjo de operadores políticos que responden a lineamientos de poder político, desestabilizando por consiguiente el proceso eleccionario universitario. En esa ocasión, dicho proceso se vuelve distinto de su naturaleza canalizadora y motivadora de cambios. Sus facultades en la organización y dirección del proceso eleccionario tienden a entrabarse.

Las elecciones, así pretendidas, se tornan en escenarios de abultados conflictos. A esa situación se suman las carencias propias de presupuestos ajustados a las necesidades del compromiso electoral. Quizás, de un presupuesto precario que, por insuficiente, se vuelve “indigente”.

Conclusiones de primer momento

Dicha situación es consecuencia de las intensas y bruscas contingencias que padece la Universidad actualmente. Muchas veces, incitadas por la impertinencia de miembros de la comunidad universitaria estimulados por juicios político-partidistas.

Cabría agregar que todo acto político-electoral es terreno de narrativas contradictorias pronunciadas como valores de ética, libertad, derechos y garantías. Desde la perspectiva de los problemas que se suscitan al interior de una elección universitaria, el problema no es diferente.

Particularmente, así sucede en medio del fragor de los conflictos que caracterizan la tormentosa vida de instituciones sometidas al arbitrio del poder. Al observar la naturaleza del problema que envuelve al proceso electoral universitario, debemos analizar las carencias y contingencias de las elecciones universitarias.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Antonio José Monagas Ene 14, 2024 | Actualizado hace 2 meses
Crisis de gobierno
El derrumbe de ideologías socializantes, la impotencia actual de la democracia frente a dificultades estructurales y coyunturales, entre otras causas, han generado las crisis de gobierno

 

@ajmonagas

El ejercicio de gobierno que viene ocupando el discurrir político de numerosos países, indistintamente de la ideología que sus proyectos de gobierno suscriban, se ha enrevesado. Por tanto, ha enrarecido circunstancias y, en consecuencia, ha intricado y opacado realidades.

Así que las situaciones que tan singular problema fomenta explican la razón de la precaria gobernabilidad desatada. Esto ha generado conflictos de cualquier proporción en todo el ámbito en el cual la gobernanza compromete la concertación ordenada entre sistemas y organizaciones por la cual se sistematizan los procesos de gobierno que incumben a las sociedades en general. 

Tras la solución

La búsqueda de condiciones que propicien una mejor calidad de vida sigue siendo un problema cuya solución no se asoma. Las crisis de ideologías políticas y económicas han devenido en procesos de análisis confusos. Lejos de dar con las variables que asegurarían sociedades más productivas, libres y prósperas, el mundo político-económico pareciera haberse trabado afectando de esa manera el discurrir de las sociedades. Sus comportamientos han seguido rumbos desviados del norte establecido por lineamientos constructivos en el mejor de los sentidos y aprovechamientos.

Las crisis de los partidos políticos de la izquierda tradicional y de la derecha entramada, el derrumbe de ideologías socializantes, la impotencia actual de la democracia frente a dificultades estructurales y coyunturales, entre otras causas, han arrojado graves problemas. Problemas que parecieran reproducirse. O transformarse en otros cuyas manifestaciones complican aun más posibles arreglos a sus incidencias.

Crisis de Gobierno y complicaciones al garete

El estado de la problematización que perturba ideales, programas y proyectos elaborados, apostando a revertir el desorden que en buena parte tiene descompuesto al mundo social, político y económico actual, no está más allá de lo que cabe en el plano de un análisis profundo de la situación que rige el presente caos. El cual, además, tiende a cambiar la naturaleza de las preguntas desvirtuando y enredando el contexto que las incita.

La terquedad bajo la cual se comportan estas crisis, pareciera provenir de la mezquindad que asumen muchos gobiernos toda vez que sus gobernantes creen sabérselas todas. Cuando ni siquiera son capaces de resolver los suyos propiamente. Además, que el inmediatismo y el paternalismo los avasalla en complicidad con una grosera intervención del Estado. 

O sucede como lo explicaba Dalmiro Antonio Sáenz, escritor y dramaturgo argentino, al referir que “las crisis de los hombres se manifiestan cuando sus mundos se saturan de respuestas y escasean las preguntas”.

Ruta de escape (a la crisis)

Quizás la vía más expedita mediante la cual es posible conocer o dar con respuestas a preguntas fundamentales, es la ciencia política. Específicamente, al reconocer que el problema lo detenta las crisis de gobierno que caracteriza la patética realidad. Ello, por causa de la demagogia que practica el gobernante. Del populismo que ejerce. De la ignorancia que padece. Del personalismo que lo abate. Y del egoísmo y codicia que lo consume.

El populismo exhausto

El populismo exhausto

El cuadro de problemas que enmarca dichas realidades, lo expone la crisis de gobierno que el gobernante no termina de comprender ni atajar. Tampoco, de atender pues sus presunciones de gobernar son anuladas por la desnaturalización que afecta la precaria noción de gobierno que encierra la situación.

Corrección en proceso

Ocurre que muchos gobiernos, siguen “sin advertir”, las crisis de gobierno que acarrean las desatinadas praxis de gobierno que se llevan a cabo. Entre otras causas, cabe señalar:

  1. Burocratización desmedida.
  2. Pesadez de la dinámica funcional.
  3. Ausencia de la autonomía dictaminada por ley.
  4. Exceso de proselitismo.
  5. Omisión de gerencia política y gerencia pública.
  6. Contaminación de objetivos de gobierno.

Son las principales razones que acusa la pronunciada gravedad propia de los problemas que generalmente encubren una crisis de gobierno.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es