¿Es posible “pasar la página”?
En política, el problema que significa “no-pasar la página” tiene serias implicaciones. Muchas de las cuales se inclinan en seguir la ruta, pero en retroceso

Dejar ir no es nada fácil. Es lo mismo cuando se dice “pasar la página”. Nunca es fácil hacerlo, siempre hay algo que entorpece el proceso. Inclusive si “pasar la página” es una orden o una necesidad.
Es como aceptar el hecho de renunciar a una situación de la cual siguen dependiendo asuntos particulares. Pero las realidades son inexorables. Aun cuando haya eventos antes los cuales es preciso soltar el freno que mantiene atascado un movimiento o decisión. Bien sea referente a una persona, algún recuerdo o la situación vivida por una determinada causa.
Incluso toda vez que se mantiene cerrada la salida por ironía de la vida. Lo que impide zafarse del amarre que mantiene en cautiverio al pensamiento, asunto o ideología correspondiente a la esencia del problema. Que, además busca guarecer la atadura que nutre al ego de la trabazón al impedir la justa libertad.
A veces suele ser más oportuno soltar que seguir hundiéndose en el tránsito de “pasar la página”. Por eso se dice que “pasar la página” es más conveniente que mantener la situación amarrada al problema. Especialmente, cuando el cambio podría apuntar a expectativas positivas. Más, si quiere enrumbar la situación en cuestión hacia tiempos promisores.
Es la importancia que indudablemente tiene la historia al incitar –con la mesura que cada caso requiere– el preciso cambio de rumbo establecido por la respectiva y fundamental bitácora (de navegación). Solo que la ruta preestablecida podría conseguirse en pésimas condiciones. Es ahí cuando cabe el llamado a la previsión.
El tránsito del proceso desde la política
En política, el problema que significa “no-pasar la página” tiene serias implicaciones. Muchas de las cuales se inclinan en seguir la ruta, pero en retroceso. De ahí que, en medio de los avatares de la política, aventurarse a “pasar la página” es potencialmente una decisión que reduce la posibilidad de enfocar la dinámica política hacia adelante.
Es como estar arrastrando el pasado pues el futuro, además de incierto, lo cual es natural, tiende a juzgarse –políticamente– un obstáculo capaz de cerrar puertas y ventanas. Es un tanto, la analogía de actuar en un ambiente de oscuridad total o casi absoluta.
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Es ahí cuando, en medio del ámbito en el cual se fragua el ejercicio de la política, se atascan los intentos de “pasar la página”. No solo por el temor que incita la incertidumbre ante proyecciones futuras. Sino porque, además, despierta desconfianza en los agentes, activistas y operadores políticos. Ante ello, no hay nadie que –con metódica politológica– se atreva a hacer valoraciones prospectivas. Ello, cuando se realiza, se lleva a cabo con el propósito de vencer las resistencias que inhiben avanzar.
Decisiones ¿imprecisas?
En consecuencia, “pasar la página” además de concebirse como una tarea que, por su peso en política, luce onerosa, igualmente es vista como una tarea “escurridiza” por quienes ejercen la política. Precisamente, por causa de la dificultad que contrae el hecho de abrir nuevas páginas exentas de formular y avanzar en medio de realidades que los nuevos tiempos han traído.
Quizás podría decirse que “no-pasar la página”, cuando las necesidades apremian hacerlo, lleva a que la política se vea tropezando repetidas veces con la misma piedra. Esto es lo que se dice toda vez que el problema que molesta al ejercicio de la política respecto a la urgencia que dicta el proceso de “pasar la página”, lleva a chocar con viejos problemas que, equivocadamente, se presumen superados. Siguen estorbando.
Dificultades implícitas
He ahí la situación que caracteriza la muy insistente petición de “pasar la página”. Termina ensanchando la figura de enfrentamiento que seguramente debería darse entre temas nuevos y viejos problemas. Es lo que pareciera que podría emerger al tratar de afianzar la relación entre sistemas políticos insuficientemente administrados y comprendidos, y estilos de desarrollo de exigente manejo operativo (operatividad).
Justo acá –necesariamente– debe plantearse como trasfondo político del problema referido, la relación que debe sostener y afianzar la vinculación entre sistemas políticos y estilos de desarrollo. Al mismo tiempo, debe reconocerse como trasfondo político otras relaciones comprendidas como subsidiarias de esta última relación.
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Así podría verse claramente la ligazón entre las distintas estructuras habilitadas para el desarrollo y procesos de industrialización afianzados económica y socialmente. Igualmente, entre análisis diacrónicos (estudios históricos enfocados a los cambios sucedidos a lo largo del tiempo) y análisis sincrónicos (estudios de contenidos económicos, políticos o sociales para un tiempo determinado). También, podrá pensarse en las relaciones que se establecen entre análisis estáticos y dinámicos (estudios realizados con base en estructuras internas exentas o no de funcionamiento propios), ya esclarecidos por estudios sociales y políticos elaborados por universidades y centros de investigación.
A manera de conclusión…
Es la única manera de evitar conflagraciones innecesarias surgidas al inculpar el pasado de lo realizado y de exponer dudas sobre el futuro. Pues buscar faltas cometidas especulando con errores del pasado, no conduce a nada. Por lo contrario.
Referir pues el mayúsculo problema que tiende a enrarecer el hecho de “pasar la página”, busca llamar la atención sobre el aludido proceso. Así no se estaría desprevenidos en cuanto a las consecuencias que implican dificultades que comprometen políticamente al hecho de voltear la hoja. O como en el argot político se dice, con cierto escepticismo o duda movida por la incertidumbre ¿pasar la página?
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