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OPINIÓN

1.° de mayo 2024 y los retos del sindicalismo global: no hay democracia sin sindicatos
En este Día del Trabajador, los retos del sindicalismo tienen que ver con hacer valer la aspiración de los trabajadores una vida digna, descalificada por el autoritarismo gubernamental

 

@froilanbarriosf

Cada 1.° de mayo, el movimiento sindical presenta en sus movilizaciones nacionales las aspiraciones relativas al salario, convenciones colectivas y seguridad social. En medio de un contexto dinámico que ha impactado notablemente al mundo del trabajo, surgen nuevos retos para el sindicalismo regional y mundial.

Desde 1960 el sindicalismo mundial, específicamente en América Latina, ha cobrado más relevancia, gracias a la ratificación de acuerdos con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que garantizan en la mayoría de los países los derechos de los trabajadores, aun cuando las transformaciones tecnológicas y la fragmentación laboral hayan disminuido la sindicalización.

Hace un siglo el sindicalismo estaba marcado por un contexto de guerras mundiales, determinando en su seno las luchas por la paz y el cese de conflictos bélicos, cuyo efecto apocalíptico fue la desaparición física de casi un centenar de millones de seres humanos. Y, por ende, la sustitución de los trabajadores por soldados.

Temas del sindicalismo mundial en el siglo XXI

Hoy, a casi un cuarto de siglo XXI, ¿cuáles son los temas a abordar por el movimiento sindical? No es tarea fácil describirlos, pero sí una necesidad identificarlos por las dimensiones de su efecto en la condición de vida de los habitantes de este planeta.

Demos un vistazo en diferentes latitudes, comenzando en nuestra región, a través de los planteamientos de sus representantes gremiales:

La situación del movimiento sindical en Latinoamérica es tan dispar como los Gobiernos de turno. Van desde el caso de Argentina, donde casi a diario se movilizan en contra de las medidas estatales, o lo que sucede en Brasil o Bolivia donde el sindicalismo de la CUT y la COB son amigos de sus gobiernos. En todos ellos, sin embargo, las demandas salariales y por un trabajo digno son las principales reivindicaciones. (Forbes Staff, 4/2024)

Argentina

En Argentina, las reivindicaciones tienen que ver con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios ante una inflación cercana al 300 % anual y la caída del empleo privado formal debido a la recesión. En Colombia, sindicatos como la CUT o la CGT apoyarán al Gobierno en la aprobación de reformas sociales, como laboral o la de pensiones, y abogarán por la reforma de la salud, que el Ejecutivo quiere retomar tras ser rechazada en el Senado.

Chile

Entre los principales reclamos de los sindicatos chilenos está la negociación colectiva por sector y la mejora de las condiciones de los funcionarios públicos. Otras demandas, recientemente impulsadas por el movimiento sindical, tienen que ver con el aumento del salario mínimo, la aprobación de las reformas tributaria y de pensiones, una mayor financiación a la educación pública y un nuevo modelo de desarrollo centrado en la pequeña y mediana empresa y el cooperativismo.

Uruguay

En Uruguay, el presidente de la central sindical única PIT-CNT, Marcelo Abdala, aseguró a la agencia EFE que luchan contra la desigualdad y por la reducción de la jornada desde las 44 hasta las 40 horas semanales; también impulsan un plebiscito para convertir la seguridad social en un derecho humano fundamental.

Bolivia

En Bolivia, los principales logros de su central, la COB, han sido el incremento del salario mínimo, que pasó de los 500 bolivianos (72 dólares) en 2006 a los 2500 bolivianos (362 dólares) en 2024; negociaciones que cada año sostiene directamente con el Gobierno, sin la participación de los empresarios.

Perú

Los movimientos sindicales peruanos, tras no haber contado en las últimas décadas con mucho peso en la sociedad, lograron una gran relevancia con la elección como presidente en 2021 de Pedro Castillo, antiguo líder magisterial, hoy en prisión.

Sindicalismo en Europa

En el caso de Europa, señalamos la opinión de Owen Tudor, sindicalista británico y secretario general adjunto de la Confederación Sindical Internacional (CSI): “Los gobiernos deben hacer frente a la crisis del coste de la vida comprometiéndose a aplicar el nuevo contrato social. Esto significa actuar en seis áreas claves: garantizar el respeto de los derechos fundamentales de los trabajadores, invertir el declive de décadas en la participación de los salarios en el PIB, reinstaurar el pleno empleo como objetivo político central, garantizar la protección social al 75 % de las personas, eliminar la desigualdad de género y otras formas de discriminación, y reescribir las reglas del comercio y las finanzas para poner fin a la exclusión de tantas personas de la prosperidad compartida”. (World Economic Forum 2023).

Entre tanto, la opinión de Christy Hoffman, secretaria general de UNI Global Union, es relevante: «No podemos arreglar un mundo fracturado suprimiendo la voz de los trabajadores y negándoles un lugar en la mesa«. Lo que sugiere la importancia del diálogo social y el rol de los trabajadores.

“No hay democracia sin sindicatos”

Finalmente, en medio a los desafíos cada vez más prominentes que enfrenta la democracia y los derechos de la clase trabajadora en nuestra región, la Confederación Sindical de los Trabajadores y las Trabajadoras de las Américas (CSA) hace un llamamiento el 30/4/ en este 1.° de mayo 2024: “A defender la democracia y fortalecer las luchas de la clase trabajadora de las Américas. No hay democracia sin sindicatos: este es el mensaje que el movimiento sindical mundial quiere transmitir en esta magna fecha”.

A esta agenda que hemos identificado se debe sumar el impacto del cambio climático, del teletrabajo, la inteligencia artificial y la formación laboral en la redefinición del trabajo, mereciendo un trato especial las migraciones: grandes contingentes humanos de América Latina, África y Asia se dirigen al norte global buscando mejores condiciones de vida. A título de ejemplo, el diario El País de España indica: “España necesitará 24 millones de inmigrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas” 30/4/2024. Mientras que EE. UU. el aporte de los latinos a la economía norteamericana equivale al PIB de una quinta economía global.

En resumen, en este Día del Trabajador el movimiento sindical venezolano tendrá la oportunidad de manifestar sus aspiraciones a una vida digna, descalificada en forma permanente por el autoritarismo gubernamental.

*Movimiento Laborista.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Roberto Patiño Abr 30, 2024 | Actualizado hace 23 horas
Edmundo González Urrutia
Los venezolanos eligieron un liderazgo, María Corina Machado, que sigue recorriendo el país en campaña en nombre de un candidato de consenso, Edmundo González Urrutia

 

@RobertoPatino

El diplomático Edmundo González Urrutia es hoy el candidato que promueve un cambio pacífico, democrático y electoral para Venezuela el próximo 28 de julio. El optimismo, una emoción que nos ha eludido por mucho tiempo, nos acompaña en estos momentos en que los líderes políticos parecen haber tomado nota de lo que pide la gente en la calle: lograr la verdadera unidad opositora.

Como todos sabemos, llegar hasta la candidatura de González Urrutia fue un proceso complejo que requirió muchas horas de trabajo y negociaciones dentro del campo opositor. Un esfuerzo político que no pudo escapar a las tensiones y el debate agrio en medios y redes sociales, vitrina oscura donde se expresaba una sociedad que parece haber perdido una parte de los modales democráticos y la tolerancia por la diversidad de las opiniones después de tantos años de acoso de un régimen con vocación autoritaria.

Puesto en perspectiva, en esta nueva etapa que emprende la sociedad venezolana, es necesario perdonar las ofensas y reconocer el esfuerzo y el desprendimiento personal de los venezolanos que han insistido en la vía electoral para lograr el cambio político en Venezuela.

Los integrantes de la Plataforma Unitaria Democrática, nuestros representantes ante las negociaciones en Barbados, la comunidad internacional, los organismos multilaterales que han hecho seguimiento al “caso venezolano”, medios de comunicación, los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y líderes como María Corina Machado, Manuel Rosales y el resto de los líderes de partidos que participan en la Plataforma Unitaria, fueron actores determinantes que supieron traducir, en medio de las dificultades impuestas por Miraflores, el mandato dado por la gente en la primaria del 22 de octubre.

Los venezolanos eligieron un liderazgo, María Corina Machado, que sigue recorriendo el país en campaña en nombre de un candidato de consenso, Edmundo González Urrutia.

La unidad estratégica, fundada en las ganas de cambio que hay en los venezolanos, se ha dado la mano en un proyecto que nos convoca a todos este 28 de julio. Hay razones para el optimismo, pero todavía el mandato no está hecho. Nos toca a todos seguir con el esfuerzo de organización para garantizar la movilización y defensa del voto.

Los llamados Comanditos, la organización de base en las comunidades para la campaña electoral, tiene que ampliarse y fortalecerse en todo el país, aprovechando los liderazgos naturales que nacen y se fortalecen, de abajo hacia arriba, en nuestras comunidades populares. La organización popular, clave en la resistencia frente al régimen, debe ponerse al servicio del voto para hacer del cambio un verbo que se conjuga en presente y futuro. La democracia está a un paso si trabajamos juntos.

Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.

Sin resignación

Sin resignación

Roberto Patiño es cofundador de Alimenta la Solidaridad y de Caracas Mi Convive | www.rpatino.com

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Las claves de la posible transición en Venezuela
El binomio que a la manera de milagro representa la legitimidad social, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, no tienen paralelo con transiciones políticas conocidas: 1935, 1945,1950, 1958, 1998, 2019

 

@asdrubalaguiar

Venezuela apenas construye, con no pocas dificultades y zancadillas, una ruta electoral que permita realizar el mantra de unas “elecciones libres”, para elegir, no solo para votar. Y en cuanto a los actores políticos, de cara a ese desafío y como lo indica la experiencia, unos la aprovecharán para beneficio propio y el de sus franquicias políticas que eso son, en la actualidad, los partidos históricos del pasado siglo y sus filiales del siglo XXI– para ganar cuotas de poder, mientras que otros interpretarán las expectativas legítimas de una nación hecha jirones como la venezolana.

Vivimos tiempos no-convencionales y mal pueden conjugarse con las categorías y andamiajes propias de la modernidad occidental; a pesar de la inevitable tentación de volver la mirada sobre las experiencias conocidas y sus «rito de paso».

Algunos escritores dedicados al estudio del mundo medieval, de cara al Renacimiento, hablaban del otoño en la Edad Media, como si el tiempo nuevo implicase la muerte del mundo que le precedió: Hugo Chávez decía en su momento que el pasado no terminaba de morir –se refería a la IV República– y el futuro aún no nacía; al cabo, se destruyó la memoria del país y quedan, tras casi tres décadas y algo más de desestabilización existencial, si situamos el primer hito en 1989, únicamente los escombros.

La herejía de la nación

La herejía de la nación

La república está hecha añicos, el orden constitucional se desmaterializó –se va a la cárcel o se excluyen derechos sin juicio ni expedientes– y, lo que es más delicado, la nación, vuelvo al concepto raizal, ha sido pulverizada. Somos diáspora hacia afuera y hacia adentro. Hemos sufrido un severo daño antropológico los hijos del 19 de abril de 1810.

Si algunas técnicas de las experiencias de transición europeas o latinoamericanas, llegado el caso, podrían ser útiles –como las comisiones de verdad y reconciliación– no bastan para rehacer a la nación. Ella es el soporte primero y necesario de una plaza pública o res publica –la conocida son piezas de utilería teatral– que se muestre adecuada a los valores restantes, las expectativas de la mayoría de los venezolanos y para el ejercicio ciudadano. La transición nuestra, por ende, será inédita o no será.

El binomio que a la manera de milagro representa la legitimidad social –María Corina Machado y Edmundo González Urrutia– y cuyo tránsito ha de cuidarse con severidad, no encuentra paralelo con las transiciones políticas conocidas: 1935, 1945,1950, 1958, 1998, 2019.

Eleazar López Contreras, ministro de Defensa de Juan Vicente Gómez, a la muerte de este es quien le abre juego al país civil con su consigna “calma y cordura”, rechazando a los comunistas; pero le sucede su ministro de Defensa, Isaías Medina Angarita, quien acelera la relación con la nación –hasta entonces situada en los cuarteles– haciéndose acompañar de los comunistas: ya jugaba en la cancha Luis Miquilena, el hacedor de Chávez Frías. La posibilidad de un candidato de consenso que permitiese el paso sobre el puente hacia nuestra modernidad democrática se frustró. El diplomático Diógenes Escalante enfermó y lo que vino fue la ruptura revolucionaria del 18 de octubre de 1945, que purga al pasado y a sus actores sin conmiseración, derivando en el golpe contra el primer presidente nacido del voto popular, Rómulo Gallegos.

El asesinato del presidente de facto que le sucede, el militar Carlos Delgado Chalbaud, plantea otra vez la prioridad de pavimentar el camino de reconducción ante esa tragedia inesperada. Y surge la transición de una Junta que conduce un hombre de la generación de 1928 –la de Rómulo Betancourt– y a la sazón diplomático, Germán Suárez Flamerich, pero como antesala de la dictadura militar modernizante que se cocinaba, la del general Marcos Pérez Jiménez.

La transición de 1958, facilitada por los militares, con Wolfgang Larrazábal a la cabeza y, sobre todo, facilitada por quien la finaliza, el catedrático y diplomático Edgar Sanabria, es la más ejemplarizante y la exitosa. Arma y armoniza a las partes en pugna –militares vs. civiles– tanto como cuida de que los partidos y sus dirigentes, a la vuelta del exilio, se reencontrasen con los venezolanos. El efecto demoledor que les supuso el 18 de octubre y, luego, el desconocimiento de la Constituyente de 1952 en la que vence Jóvito Villalba y a quien se le exilia, fueron para los líderes del Pacto de Puntofijo el aprendizaje.

Acompañados por la Junta de Sanabria, Rafael Caldera, Betancourt y Villalba se ocupan de darnos un estatuto electoral y un programa mínimo común para la transición en génesis. Pero ese pasado, que rememora al mítico espíritu del 23 de enero, fue propio dentro de una república que, si bien tuvo repetidos gobiernos de facto, todos a uno eran “constitucionales”, a nuestra manera.

La república no era fuegos artificiales; y la nación, en proceso constante de ser y de tener un ser inacabado, avanzaba en su mestizaje cósmico –copio a Vasconcelos– alimentado por las migraciones de canarios, españoles de tierra firme, italianos, portugueses, y párese de contar.

Los regímenes comunistas de Europa oriental vivieron sus transiciones hacia la democracia, al igual que ocurriese con las dictaduras del Cono sur latinoamericano; estas, aderezadas, sí, con el señalado rescate de la memoria nacional para reivindicar a las víctimas junto al dictado de leyes de amnistía o perdón para los victimarios. Se forjaron puentes entre el pasado y el porvenir.

Venezuela, hoy, permítase el giro escatológico, es un camposanto. Los sobrevivientes migran, vuelvo a repetirlo, hacia afuera y hacia adentro, carenciados, más que en lo económico, de afectos y esperando el final de los enconos. Es este, en suma, el eje mítico y real que junto al valor de la justicia servirá para vertebrar cualquier esfuerzo de reconstrucción. La venezolanidad está en el corazón de los venezolanos, no más en sus minas o concursos de belleza. He aquí, entonces, una de las claves para el rito de paso, para la transición a imaginar y que ha de ser de propia cosecha.

correoaustral@gmail.com

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La nueva ola democratizadora de Venezuela
Han sido 25 años de desinstitucionalización y confrontación. De pérdida de nuestro tejido social. Hoy estamos a tiro de rescatarlo. Y ese anhelo es el brío y el vigor de la nueva ola democratizadora de Venezuela

 

@ovierablanco

Uno de los grandes aportes al pensamiento político transicional, evolutivo y transcultural, lo encontramos en las famosas obras de Samuel P. Huntington. Desde las Olas democratizadoras [Waves of democracy], hasta Choque de civilizaciones [Clash of civilization], Huntington adopta una serie de variables “causa-efecto”, como factores de impacto social, político, cultural y geopolítico, determinantes en los procesos de evolución o involución democrática, decantación de poder, mutación de regímenes [autocráticos a democráticos o viceversa] y conflictos globales.

El caso venezolano es un ejemplo de involución democrática de la otrora democracia electoral e institucional, a un régimen autocrático y autoritario, caracterizado por la ausencia de separación de poderes, cooptación del derecho a elegir, deterioro social, desigualdad económica y debilidad institucional. ¿Cómo volver a la democracia? ¿Estamos en ese tránsito?

La república democrática venezolana [1958-1998] quedó en proceso de acomodo. Fue sustituida por un nuevo régimen autárquico, ausente de fisonomía política real. No es una ‘nueva república’ en términos ciudadanos, liberales y de Estado de derecho. ¿A dónde nos lleva este río profundo de represión, anomia y caos? ¿Estamos al filo de una nueva ola democratizadora en Venezuela? Demos un vistazo a ciertas tendencias históricas e indicadores sistémicos de metamorfosis de poder.

Las olas siempre orillan. Pero tienen que ser olas, no tolvaneras

La primera ola democratizadora, según Huntington, tuvo lugar entre el siglo XIX y el año 1922, entre la Revolución francesa y la marcha de Benito Mussolini a Roma. La llegada del fascismo [nacido de la izquierda radical] significó una sensible involución democrática. El principal factor de caída del fascismo en Italia [1943] fue la inminente derrota de la II Guerra Mundial, siendo el cese de la monarquía, el referéndum de 1946, donde por estrecho margen ganaron los republicanos, inspirados en ideales socialistas y comunistas contra el fascismo corporativo.

Las transiciones concluyen, cuando:

  1. Se supera la violencia y abusos del pasado, para iniciar procesos auténticos de verdad, justicia y reparación;
  2. la sociedad alcanza un período de convivencia, apertura y cambio, y
  3. se logra la consolidación de instituciones democráticas genuinas, desterrando las prácticas autoritarias y corruptas que provocaron la violencia y confrontación.

¿Vivimos en Venezuela una ola democratizadora? Juan Linz y Alfred Stepan, reconocidos investigadores de las transiciones políticas, han señalado que hablar de un proceso de consolidación democrática, es decir, de superación de la confrontación, la violencia y la autarquía, no solo deben reunir condiciones normativas e institucionales propias de un régimen libre, competitivo y responsable, sino que debe haberse convertido además en «el único juego aceptable y aceptado por los ciudadanos y por los actores políticos (the only game in town)”.

En Venezuela los actores de oposición han adoptado el juego democrático como el único juego aceptable y aceptado para salir del régimen. Sin embargo, elecciones justas como regla de oro para conseguir la metamorfosis, exhibe una dinámica visiblemente cuestionada.

Podríamos decir que existe una ola de democratización en Venezuela en pleno desarrollo. El 85 % de la población desea cambio. Y quiere lograrlo en las urnas, votando y eligiendo, como sucedió en las olas democratizadores posteriores a la II Guerra Mundial. La república democrática italiana, por ejemplo, nace en 1946. Desde esa fecha, casi 80 años más tarde, han pasado más de 70 gobiernos. Portugal es otro caso de sucesiones militares pos-Salazar. La España posterior a Franco consigue su democracia mediante procesos constituyentes, reformistas y progresistas, basados en la papeleta. Y Europa del Este –después de la caída del muro de Berlín– desmonta el bloque soviético sobre la base refrendaria.

Al decir de Huntington, el quiebre y caída de regímenes comunistas, autocráticos, Estados corporativos, fascistas o totalitarios, sucumbieron sin tirar del gatillo, sin soltar una bala. ¿La razón? El único juego fue el ideal democrático y de cambio, que es libertad, apertura, prosperidad y convivencia en paz. Esa ola luce indetenible en Venezuela.

Después de 25 años de autarquía y anarquía, la gente se planta por el rescate de la república y de un Estado liberal.

El escamoteo electoral no será el muro que contendrá “el agua”. La ola fluye, avanza inexorablemente, se mete y no retrocede. El cambio no lo lidera un hombre sino el tapón, el hartazgo.

Es importante alertar que la transición democrática no es secesionista. En Venezuela la abrumadora mayoría de la población, aun en crisis económica y elevada insatisfacción, se aferra a las instituciones y procedimientos democráticos para la renovación gubernamental. Nuestra maduración política y social nos ha llevado a entender que la población rechace alternativas de acción política antisistema o desestabilizadoras (Linz y Stepan, 2001). Si el interés colectivo de cambio es una salida política pacífica y participativa, la trampa electoral apaga los cañones.

Es el caso de la Revolución de los claveles de Portugal y la salida de Salazar; las protestas de octubre de 2000, en Yugoslavia y derrocamiento de Slobodan Milošević en Yugoslavia, en 2000; la Revolución de las rosas y la salida del poder de Eduard Shevardnadze en Georgia, en 2003; la Revolución naranja y elección de Víktor Yúshchenko en Ucrania, en 2004; la Revolución de los tulipanes y la salida del Gobierno de Askar Akáyev en Kirguistán, en 2005; la Revolución del cedro y la salida de las fuerzas de Siria del Líbano, en 2005; la Revolución de los jazmines y la salida del Gobierno de Zine Elle Abbedin en Túnez, en 2010; la Revolución del Nilo y la salida de Hosni Mubarak en Egipto, en 2011; la Revolución de las rosas y la salida del Gobierno de Ali Abdullah Saleh en Yemen, en 2012; la Revolución de terciopelo de Armenia y la salida del Gobierno de Serzh Sargsyan, en 2018.

Si las elecciones no son libres, no son el único juego aceptable, una ola primaveral, un movimiento de movimientos, renacerá por el respeto al cambio elegido. Como se le plantó el Cholo Toledo a Fujimori, Bolivia a Evo o Venezuela a Chávez en el 2007.

¿Podrá lograrlo Edmundo? Un pacto de Estado

Nos comenta Huntington: “La segunda ola democratizadora que se vivió en el planeta fue entre 1945 y la década de los sesenta, años durante los cuales surgieron treinta y seis democracias con el derrumbe de Estados fascistas, de gobiernos coloniales y de personalismos militaristas. La tercera ola, que tuvo lugar entre 1974 y 1990, se tradujo en el advenimiento de treinta y cinco democracias gracias al reemplazo o a la transformación de las anteriores autocracias (sistemas unipartidistas, regímenes militares y dictaduras personalistas)”.

Venezuela vivió las propias olas democratizadoras. La primera ola democratizadora vino con la declaración de la independencia en 1810 hasta la Cosiata en 1830. La segunda ola la ubicamos desde 1936 [muerte de Gómez] a 1945 [trienio adeco]. La tercera ola de 1958 a 1998 [la democracia puntofijista]. Y la nueva ola que arrancó en el año 2018, con el desconocimiento del gobierno de Nicolas Maduro –producto de una elección inconstitucional– inspirada por una asamblea constituyente ilegítima. Esta ola democratizadora comienza con la conformación de un gobierno interino que coloca como único juego aceptable sobre la mesa la consolidación democrática mediante elecciones libres. Surge el Acuerdo de Barbados…

El Acuerdo de Barbados no es un hecho aislado. Se debe a un proceso previo de decantación política, sangre, lágrimas y asfalto, por el cambio. Ni María Corina, ni Edmundo ni todo el mundo, están donde están sin Pernalete, Génesis Carmona, Bassil Da Costa, Roberto Redman, Marcel Pereira, Albert Rosales, Romney Tejera; más de 43 muertos en 2014, 163 en 2017, miles de heridos y desaparecidos, miles de perseguidos y exiliados, miles de presos políticos y millones de desplazados. Hoy el único y aceptable game in town es redimir en paz un país ungido de miseria, muerte, miedo y desolación. La ola democratizadora crece y no regresa.

La tercera ola identificada por Huntington es la más importante de los bloques o conjuntos de transiciones democráticas. En ella quedó evidenciada la inviabilidad económica y política del totalitarismo comunista. La caída del Muro de Berlín, sin que mediara acción bélica alguna, puso de manifiesto que los intentos de planificación y de control centralizado de todas las actividades de una sociedad, en la que se suprimen las libertades económicas y políticas, se encuentran condenados al fracaso. La gradual apertura económica –aunque no política– de la República Popular China, iniciada en 1978 por Deng Xiaoping, ilustra la inoperancia de los regímenes totalitarios (Cf. Jordán y Grant, 1990).

El colapso del comunismo, su vocación represiva y cruel, fue denunciado por Nikita Kruschev. Purgas y represión generalizada de un régimen totalitario [el stalinista] cuyo culto a la personalidad de Yósif Stalin significó genocidio y barbarie. Las persecuciones y ejecuciones realizadas por el régimen genocida de Pol Pot en Camboya, que entre 1975 y 1979 aniquiló alrededor del 15 por ciento de la población de ese país (Cf. Robins y Post, 1997). Venezuela también colapsó. Han sido 25 años de hambruna, crueldad, éxodo y violencia de un Estado de terror, que abren paso a la transición inevitable.

El embajador Edmundo González representa una oposición con actitud democrática. La vía legitimadora será la fuerza de una victoria electoral indiscutible e incuestionable. O lo contrario. La fuerza deslegitimadora será un fraude electoral. La gente sabe quién representa el cambio real. No son aquellos que no participaron en la primaria. No son aquellos que el pueblo, sospecha, pactan con el régimen. La gente confía en aquel liderazgo que es compatible con una democracia moderna, liberal, propietaria, industriosa. Ese cambio lo personifica María Corina y el testigo lo tiene Edmundo González.

La profundización democrática

De allí la importancia de prestar atención a modelos evolutivos como el propuesto por Andreas Schedler (2001). “De resultar exitosa esta fase evolutiva, a través de una votación universal, directa y transparente y de un escrutinio confiable […] se hace posible transitar hacia la democracia liberal, en la que se busca garantizar efectivamente los derechos civiles, políticos y humanos”. La profundización de esta forma democrática puede, a su vez, conducir a la estabilidad política, es decir, a una transición plausible.

Parafraseando a Schedler, a Linz y Stepan, existen factores de fragilidad, inestabilidad e incertidumbre capaces de erosionar la transición democrática y hacernos retroceder a etapas superadas. Una de ellas es la división política, la intolerancia, la búsqueda de salidas no institucionales, violentas y la incapacidad de celebrar pactos de gobernabilidad.

La llegada y auge de Hugo Chávez fue un retroceso democrático. Chávez llegó al poder mediante elecciones y su era terminará por elecciones. El país demandaba una transición a la democracia liberal, a un proceso de redención social y política impostergable.

Han sido 25 años de desinstitucionalización y confrontación. De pérdida de nuestra fibra cultural y nuestro tejido social. Hoy estamos a tiro de rescatarlo. Y ese anhelo de felicidad y reencuentro es el brío y el vigor de la nueva ola democratizadora de Venezuela.

vierablanco@gmail.com

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Reseña de los candidatos que cohabitan con Maduro
El candidato de la unidad opositora es Edmundo González. Se han presentado otros que simulan querer un cambio, pero son candidatos que cohabitan con Maduro

 

En democracia es válido que se presenten varios candidatos a la presidencia, pero ante un régimen violador de los derechos humanos, destructor y corrupto lo procedente es que los demócratas postulen a un solo contendor. Este requisito es conveniente para derrotar a Maduro, quien, por contar con un Consejo Nacional Electoral (CNE) y un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sumisos, obliga a ganar con el mayor margen posible.

El candidato de la unidad opositora es Edmundo González, pero se han presentado otros que simulan querer un cambio, pero que son aliados del régimen. Por ello hay que exponerlos, aunque las encuestas indican que obtendrán muy pocos votos.

Antonio Ecarri: militó en Primero Justicia, en Proyecto Venezuela y en Copei. Participó como uno de los precandidatos de la Mesa de Unidad para competir por la Alcaldía de Libertador en 2012. Como perdió, desconoció esa primaria y se postuló como independiente, rompiendo la unidad. Se postuló por segunda vez a esa alcaldía en 2020 por su partido Alianza del Lápiz, desconociendo al candidato seleccionado por la Mesa de Unidad Democrática. Nuevamente fue derrotado.

No se atrevió a participar en la primaria para elegir el candidato que enfrentaría este año a Maduro. Argumentó que los otros contendientes habían apoyado al gobierno interino de Guaidó, lo cual es falso. Se inscribió como candidato a la presidencia y cuenta con el apoyo de Avanzada Progresista, cuyo secretario general es Luis Romero, quien aceptó que el régimen le otorgara una diputación en la Asamblea Nacional 2020, en la que no participaron los partidos opuestos al régimen y que fue desconocida por más de sesenta países. Si gana, ofreció mantener a Padrino López como ministro de Defensa.

Luis Eduardo Martínez: conocido entre sus allegados como “el Burrito”. Fue gobernador de Monagas y sin explicaciones abandonó el cargo. Pertenece al ala de Acción Democrática encabezada por Bernabé Gutiérrez, a la que el TSJ del régimen le concedió graciosamente la representación “legal”. Aceptó una diputación otorgada por Maduro en la farsa electoral del 2020. Los precandidatos Juan Carlos Alvarado y Luis Ratti declinaron a su favor. Alvarado es el secretario general del ala del partido Copei a la cual el TSJ le concedió la representación “legal” y el régimen le regaló una curul en la farsa del 2020.

Ratti es el mandador del régimen para introducir demandas de nulidad ante el TSJ de cuanta cosa pueda perjudicar a la oposición.

Daniel Ceballos: inició su carrera política luchando en contra del régimen. Estuvo preso y la cárcel lo cambió. Creó el partido AREPA y se postuló para la presidencial de este año. Cuenta con el apoyo del ala de Voluntad Popular intervenida por el TSJ. Acepta que se puede convivir con Maduro.

Claudio Fermín: es un caso patético de transformación. Pudo ser el líder de Acción Democrática, pero prefirió las mieles de la cercanía al régimen. Creó el partido Soluciones, quizá para solucionar sus problemas. Recientemente declaró que “no ha habido ningún Gobierno sometido al acoso y sometido a la conspiración externa como el de Maduro”.

José Brito: por generosa concesión del TSJ y del CNE, violando la ley electoral, logró le otorgaran la tarjeta del partido Primero Justicia. Su mala fama es conocida mundialmente, incluyendo relación con Alex Saab.

Javier Berctucci: desde hace tiempo intenta mezclar la política con la religión, aunque al parecer no es muy santo. Fue detenido por razones no políticas, pero por congraciarse con Maduro no ha sido sentenciado.

Benjamín Rausseo: es inexplicable que siga insistiendo en la política. Está lejos de ser un Zelenski.

Enrique Márquez: no entendemos qué es lo que busca, pero su candidatura beneficia a Maduro.

Ninguno de estos candidatos cuenta con electores y en una contienda limpia no perjudicarían a Edmundo González. Sin embargo, en las actuales circunstancias facilitan que el régimen haga trampa distribuyendo votos que arbitrariamente le resta a Edmundo. Si insisten en sus candidaturas es porque desean la continuidad de Maduro.

Como (había) en botica

  • Excelente el discurso de Edmundo, y María Corina sigue atrayendo votantes en sus recorridos en apoyo a nuestro candidato.
  • A Maduro lo apoyan trece partidos de maletín. Se quedó con muy escasos seguidores.
  • Honor a Juan Pablo Pernalete y a todos los asesinados por querer un mejor país.
  • Lamentamos el fallecimiento de Ángel Martínez, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol.
  • ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Carolina Jaimes Branger Abr 29, 2024 | Actualizado hace 3 días
La oportunidad de oro
La Plataforma Unitaria y la Mesa de la Unidad Democrática, con María Corina Machado a la cabeza, han dado un ejemplo de madurez política como pocas veces hemos visto en Venezuela

 

@cjaimesb

Es harto sabido que los regímenes totalitarios se caracterizan por su autoritarismo, represión y control absoluto sobre la población y que suelen mantenerse en el poder, básicamente, a través de la manipulación de elecciones, la censura de la prensa y la persecución de opositores políticos.

Sin embargo, en ocasiones, a estos regímenes los sorprende la voluntad popular en elecciones democráticas, siendo derrocados por un candidato desconocido que desafía su poder establecido.

Un ejemplo notable de esto ocurrió en 1989, cuando al régimen comunista en Polonia lo derrocó el movimiento Solidaridad, liderado por Lech Walesa, un líder sindical poco conocido en aquel momento. A pesar de la represión y la censura del gobierno, Walesa y su movimiento lograron movilizar a la población en contra del régimen autoritario, ganando las elecciones parlamentarias y presidenciales de forma abrumadora. Este hecho marcó el fin del régimen comunista en Polonia y el inicio de una transición hacia la democracia que se mantiene.

Otro ejemplo es el caso de Viktor Yushchenko en Ucrania en 2004. Yushchenko, como Walesa, un candidato poco conocido, desafió a Viktor Yanukovych en unas elecciones presidenciales marcadas por la manipulación y el fraude. Sin embargo, la población ucraniana salió a las calles en protesta, exigiendo transparencia y justicia electoral. Realmente inspiradora la actitud de los ucranianos, porque el régimen autoritario estaba atacándolos con todo su poder. Finalmente, tras una segunda vuelta de elecciones, Yushchenko se alzó como ganador, marcando un hito en la historia de Ucrania.

Estos casos demuestran que, a pesar del control y la represión de los regímenes totalitarios, la voluntad popular puede ser más fuerte.

Los ciudadanos tienen el poder de desafiar a los regímenes autoritarios a través de la participación política y la movilización social. Y en ambos, la sorpresa de un candidato desconocido fue decisiva en el devenir de ambas naciones.

La Plataforma Unitaria y la Mesa de la Unidad Democrática, con María Corina Machado a la cabeza, han dado un ejemplo de madurez política como pocas veces hemos visto en Venezuela. Hay que reconocer los sacrificios individuales, el poner de lado las apetencias de poder en bien del país y el apoyo irrestricto que quienes las conforman han dado a la Unidad. Y el candidato desconocido, Edmundo González Urrutia, con su discurso sosegado, sin estridencias, decente (¡sobre todo decente!), llamando a la convivencia y a la paz es una bocanada de aire fresco después de veinticinco años de insultos, gritos, descalificaciones y un largo etcétera.

Los venezolanos estamos hartos de tanta corrupción, de tanta confrontación, de tantas mentiras, de tanta manipulación. Nos merecemos algo mejor, ¡ya basta!

Y tenemos en estos momentos una oportunidad de oro de entrar en una transición a la democracia. ¡No la desperdiciemos! Sabemos que el régimen está dispuesto a todo. Pero un pueblo unido en una convicción podrá más que ellos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Alemania: “Cuando tu cabeza es un incendio, el amor no alcanza”
La cinta Alemania, de María Zanetti, no solo habla del viaje a otro país, trata del viaje interior de la adolescencia a la adultez de Lola

 

@SoyJuanette

Es domingo por la tarde, y estamos saliendo junto con mi hija (que está por cumplir 15 años) de la sala Fernando Birri del Gaumont; ambos tenemos los ojos rojos de la emoción. Acabamos de ver la ópera prima de la directora argentina María Zanetti: Alemania.

La cinta de Zanetti habla de sueños adolescentes, del amor entre hermanos, del despertar sexual y de salud mental. El filme cuenta la historia de Lola, una adolescente de 16 años que quiere irse a vivir a Alemania como parte de un intercambio estudiantil. Pero Alemania no solo habla del viaje a otro país, trata del viaje interior de la adolescencia a la adultez.

Durante los 87 minutos que dura la película, veremos cómo Lola trata de sortear algunos obstáculos para cumplir su sueño de vivir en Europa. Por ejemplo, debe lidiar con los problemas económicos de su familia, en una Argentina de mediado de los 90; y además la complicación más grande de todas: ver el deterioro de Julieta, su hermana mayor, por causa de una enfermedad mental.

Ahora Lola debe tomar la decisión de acompañar a su familia en el duro trance que conlleva tener un familiar con una condición mental, o dejarlo todo atrás y viajar hasta Alemania para formarse y vivir su propia historia.

Zanetti logra plasmar en algunas escenas de la película la desesperación de los padres, tratando de lidiar con el mal que aqueja a Julieta. Y al mismo tiempo somos testigo del temple y la madurez de Lola para que su hermano menor trate de tener una niñez lo más normal posible, en medio de un hogar convulsionado.

La frase que titula esta columna, y que es dicha por la abuela de Lola, explica magistralmente lo que significa tanto para el paciente, como para la familia, el tránsito por una enfermedad mental:

“Cuando tu cabeza es un incendio el amor no alcanza”.

Las escenas de Lola con su hermana Julieta, mientras “Juli” sufre cambios de ánimo realmente son movilizantes. No cabe duda que Alemania dará de qué hablar no solo en Argentina, sino también fuera de nuestras fronteras.

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Alejandro Armas Abr 26, 2024 | Actualizado hace 6 días
El cambio acomodaticio de máscaras
Lo que los señores eruditos en cuestión hacen, entonces, es ponerse la persona del actor político y quitársela cuando los critican, para cambiarla por la persona del académico

 

@AAAD25

Cuando, hace un mes, se supo que Manuel Rosales pudo inscribir su candidatura presidencial ante el Consejo Nacional Electoral, pero Corina Yoris, como representante de María Corina Machado, no pudo hacerlo, se desató en cuestión de minutos una nueva querella entre bloques opositores, aunque fuera medianoche de un martes. La disputa se extendió por semanas, durante las cuales los partidarios de la ganadora de la primaria de octubre señalaron al gobernador del Zulia de haberse “vendido al chavismo”, mientras que los seguidores de Rosales acusaron a Machado de pretender “dejar a la oposición sin candidato”.

La designación de Edmundo González Urrutia como candidato de la Plataforma Unitaria comenzó una tregua que, para el momento de la redacción de estas líneas, sigue vigente.

Espero que evolucione de armisticio a paz definitiva. Al menos hasta que la oposición logre su objetivo de propiciar una transición democrática. Y si bien la virulencia en las expresiones no tiene más novedad que, autor del Eclesiastés dixit, todo aquello bajo el sol, no deja de impresionarme el nivel paupérrimo de algunas maniobras, tanto ofensivas como defensivas.

De las segundas, hay una que me parece especialmente llamativa en su manipulación y descaro. Es moneda de curso común entre algunos profesionales de las ciencias sociales muy dados a emitir comentario político, hoy llamados de forma despectiva “los analistas” o, en una degeneración fonética deliberada para agudizar la satirización, “lojanalistas”. Prefiero evitar esas expresiones; en primer lugar, por antipatía a la noción de “analista político”, que abarca a cualquier persona que hable a menudo de política y logre alcanzar a una audiencia más o menos grande. En segundo lugar, porque quienes las usan en sentido peyorativo, bajo aquella definición, califican también como “analistas políticos”. Así que pudiera prestarse para la confusión entre grupos con opiniones distintas y hasta antagónicas o, peor, fomentar actitudes antiintelectuales.

Dicho todo lo anterior, veamos cuál es la conducta deliberativa viciosa a la que aludo. El modus operandi es más o menos así: se lanza en redes sociales (o en otro medio, aunque casi siempre es en redes sociales) algún comentario cuya finalidad explícita es influir en la opinión pública para que las masas actúen de tal o cual forma política. En otras palabras, un discurso de actor político. Si el mensaje tiene mala acogida, el emisor y sus compañeros de tribu desechan la crítica alegando que se trata de un enunciado teórico que describe una realidad, sin fijar posición ante la misma. No importa cuán explícita sea la apelación al colectivo, instándolo a hacer algo. No importa que incluya obvios juicios de valor. Insistirán en que se trata de un comentario académico y que solo los colegas del emisor en la disciplina pueden juzgarlo.

Esta es una manera bastante burda de aspirar a ser un actor político, cuyas acciones pueden incidir en la vida de la población, sin hacerse responsable por esas acciones. Alguien que da consejos a millones de personas, que pueden ser buenos o malos, y no tener que responder a nadie si resultan ser malos. Porque la primera forma de responsabilidad por lo dicho es lidiar con cualquier crítica que eso pueda generar.

A tal pretensión me referí en una emisión reciente de esta columna, a propósito de las posiciones de gremios patronales avalando el statu quo político injusto que tenemos, para luego rechazar que se les cuestione al respecto, porque obran dizque obligados por un principio que trasciende la política.

Excusas de mala fe

Excusas de mala fe

En su caso, la prosperidad o mera supervivencia de sus negocios. En el que nos incumbe hoy, el rigor académico. El problema no es que los empresarios quieran hacer dinero o que los profesionales de las ciencias sociales quieran apegarse a criterios técnicos. El problema es que pretendan extrapolar esas guías teleológicas fuera de sus ámbitos naturales para meterlos en la esfera de discusión política y dar a entender de esa forma que sus opiniones sobre lo que todos debemos hacer son incuestionables.

En realidad, sí son cuestionables porque asumir esas posturas no fue ninguna obligación. Fue una decisión que tomaron haciendo uso de su libertad inherente. La misma libertad que les permite asumir posturas alternativas ante el problema de cómo lidiar con la situación política venezolana, si así lo quieren. Que eso implica riesgos que ellos no quieren asumir es otra cosa. Volviendo al artículo sobre los gremios empresariales, el autoengaño sobre una obligación inexistente es lo que Sartre denominó “mala fe”.

Aunque ignoro qué pensarían al respecto sus respectivos autores, podemos asociar, para ilustrar mejor el punto, aquel concepto fundamental del existencialismo sartreano con otro, igualmente fundamental en la psicología analítica de Jung: la persona. Este término designaba a una máscara teatral en la antigua Roma. En Jung, es un arquetipo que el individuo asume para cumplir con funciones que la sociedad espera de él. Una “máscara” arquetipal. Lo que los señores eruditos en cuestión hacen, entonces, es ponerse la persona del actor político y quitársela cuando los critican, para cambiarla por la persona del académico. Pero Twitter no es una revista arbitrada y la jugada se hace visible.

Para Jung, portar la persona implica el riesgo de perder la individualidad propia. De manera similar, la mala fe, para Sartre, es un intento, condenado al fracaso, de renegar de la libertad individual. Pero, aunque fracasen, no se puede dejar de señalar que los individuos que hacen el cambio de máscaras, al pretender ser incuestionables, se comportan siguiendo otro arquetipo, nada democrático: el del “rey filósofo” platónico. Gracioso, porque al mismo tiempo dicen ser defensores de la democracia a carta cabal.

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