Tal vez algunos recuerden, los que tengan edad, en aquellos tiempos sin internet ni redes sociales, pero con periódicos, suplementos dominicales y comiquitas que se podían adquirir en los quioscos a un personaje que en su vida diaria era un joven moreno, flaquito, más bien intrascendente, incapaz de matar a una mosca, pero tenía un poder oculto que nadie le conocía.
Cuando había que enfrentarse a una misión, y en cada comiquita había una, aquel joven pacato y esmirriado gritaba, mirando al cielo y con el brazo (derecho) en alto, “¡Shazam!” al instante bajaba un poderoso rayo y se transformaba de un parpadeo en un poderoso hombre rebosante de músculos, con uniforme rojo pegado al cuerpo y una capa -si no me falla la memoria- amarilla, capaz de acabar a puñetazos -en aquellos tiempos los héroes se enfrentaban a puño limpio con los bandidos, sin láser ni artilugios- y, por si fuera poco, volaba.
Era el Capitán Maravilla -Captain Marvel, en inglés-, la comiquita había nacido y se mantenía en Estados Unidos, traducidas sus historias y diálogos por mexicanos, levantaba vuelo, iba a salvar a inocentes atropellados, batir bandidos contra pisos y paredes. Y, por supuesto, no usaba pistola, pero las balas que sí le disparaban los malos, no lo penetraban. Un poder que le había transmitido una especie de mago o dios nórdico, de cabello claro, el poder del relámpago.
Tal vez haya sido eso lo que le pasó a Guaidó, alguien mega poderoso le transmitió el poder del rayo y gritó “!Shazám!”; salió hasta Bogotá -todavía el régimen, sus leales siempre, traidores nunca, vigilantes a veces ni otros cómplices no saben cómo, a lo mejor eso fue lo que trataban de descubrir y por eso allanaron a patadas, empujones y robos de celulares sus oficinas en un edificio curiosamente llamado Zurich, nombre de la ciudad cercana a Davos-, desde donde voló con velocidad de meteoro al despacho del jefe de asuntos exteriores; las propias, muy británicas oficinas del Primer Ministro Ingles Boris Johnson -10 Downing Street-, posteriormente volará, ¡shazam!, hasta la pequeña ciudad de Davos, en Suiza, donde desde hace años se reúnen los dueños del mundo para discutir qué van a hacer con la humanidad.
Resulta que ahora los pequeños políticos y politiqueros de estos lados, que se pelean por la botellita y el pan de cada día, aseguran que sabían lo del viaje espectacular y lo respaldan, mentirosos, embusteros, la verdad es que ninguno o unos poquitos, se enteraron sino cuando este re-fortalecido Guaidó abrazaba a Iván Duque en el portal del Palacio de Nariño, y otros quedaron abrumados cuando se sentó en una conversa con Mike Pompeo, y no quiero ni imaginar cómo se deslumbrarán cuando, les diga en su discurso; aprobaremos el 187.11, moveremos el R2P, y solicitaremos activar de inmediato el TIAR y la convención de Palermo. Está claro, es evidente que solos no podemos, se requiere conformar una coalición internacional liberadora, para que las fuerzas democráticas tengan chance al enfrentar al castrismo venezolano, ratificamos sin que quede margen de duda, cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres es ese orden-, a los jefes de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Fondo Monetario Internacional, OPEP, Banco Interamericano de Desarrollo y el amplio etcétera de personalidades ante los cuales no ha sido -ni será- invitado nunca Maduro.
Maduro también conoció en su momento un todopoderoso autócrata chino que ahora mira para otro lado, hacia Washington donde firma pactos, y un dictador ruso que anda más preocupado por cobrar lo que le deben y arreglar sus cosas Rusia adentro; nunca va a enviar más que un puñado de soldados disfrazados pero jamás una flota que, de paso, no impresiona y está a semanas de navegación, a diferencia de la que obedece cualquier orden del catire, que anda husmeando por acá, en estos mares tropicales, a 40 y pocas millas náuticas de La Guaira.
Seria inexplicable, frustrante, inmoral y doloroso que este renovado efecto Guaidó sea traicionado y se engañe al ciudadano. Porque con el rayo en la mano, volando a donde quiera, no sólo discute abrazos y carantoñas, sino intereses. Y eso es lo que cuenta para que demasiados países también griten ¡Shazam!