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Robert Mugabe

EFE Sep 06, 2019 | Actualizado hace 5 años
Falleció el expresidente de Zimbabue Robert Mugabe

EL EXPRESIDENTE DE ZIMBABUE Robert Mugabe, el primer mandatario del país tras su independencia, ha muerto a la edad de 95 años, informó hoy el actual presidente zimbabuense, Emmerson Dambudzo Mnangagwa, en su cuenta de Twitter.

«Con gran tristeza, anuncio el fallecimiento del padre fundador y ex presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe», señala el actual mandatario.

Mugabe «fue un ícono de la liberación, un panafricanista que dedicó su vida a la emancipación y el empoderamiento de su pueblo. Su contribución a la historia de nuestra nación y continente nunca será olvidada. Que su alma descanse en paz eterna», agrega Dambudzo Mnangagwa.

Mugabe falleció en un hospital de Singapur rodeado de su familia y su esposa, Grace, indicaron diversas fuentes al medio local ZimLive.

El expresidente de Zimbabue estaba hospitalizado y recibía tratamiento médico en la ciudad asiática desde hacía cinco meses.

Robert Mugabe ostentó el poder en Zimbabue durante 37 años -desde su independencia del Reino Unido, en 1980- antes de ser derrocado en un golpe de Estado en noviembre de 2017.

Este suceso de produjo en respuesta a la decisión de Mugabe de despedir a su entonces vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, en medio de tensiones entre éste y la primera dama, Grace, sobre quién debía ser su sucesor.

Mugabe dimitió el 21 de noviembre y fue reemplazado tres días más tarde por Mnangagwa, de 76 años, un relevo histórico que provocó el júbilo en las calles de un país próspero que el expresidente había llevado a la ruina.

¿Quién podrá defendernos? por Carolina Jaimes Branger

CarnetdelaPatria

Una de las características principales de los pueblos subdesarrollados es la constante búsqueda de líderes que resuelvan todos sus problemas. Ahí está el nuevo presidente de Zimbabue ofreciendo villas y castillos. Y la gente fascinada. No quiero sonar fatalista, pero lo más seguro es que terminen estrellados contra la pared. Ciertamente que hay nuevos aires en el país africano después de una férrea dictadura como la de Mugabe, pero ofrecer lo que no se puede dar en lo que puede terminar es en otro Mugabe o en alguien peor. Nadie aprende la lección de que el fondo no tiene fondo. Veremos cuánto dura este gobierno antes de radicalizarse o caer. Demasiadas promesas, nada bueno bajo el sol.

Un verdadero líder no es quien más ofrece, sino quien habla con la verdad. Los ingleses –a quienes no me atrevo llamar subdesarrollados- antes de la II Guerra Mundial estaban aferrados al Primer Ministro Chamberlain, quien aseguraba que no habría guerra. Ahí quedan sus fotos blandiendo ante las cámaras el documento que Hitler le había firmado. Por supuesto, nadie del pueblo quiere guerra. Las guerras las quieren quienes no van a luchar, sino a contabilizar bajas desde sus cuarteles generales. Atrás quedaron las épocas cuando los generales iban frente a sus tropas. Cuando la guerra estalló, salieron a buscar a Churchill, que les había profetizado “hell, fire and damnation” (infierno, fuego y condenación) y quien los guio sabiamente hasta el fin del conflicto bélico.

Los latinoamericanos hemos sucumbido una y otra vez ante el populismo. Seguimos a quienes nos deslumbran. Jamás nos preguntamos qué vamos a resolver, mucho menos cómo lo vamos a resolver. Nuestra eterna pregunta es “quién”. Y de “quién” en “quién” hemos ido de abismo en abismo. (Y los fulanos “quiénes”, como decía Chávez, de cumbre en cumbre gastando el dinero que se necesita para tantas cosas prioritarias). Un grafiti en Ciudad de México en los años sesenta ilustró de manera lapidaria la reacción de un pueblo desesperado frente a la situación: “¡Basta de realidades, queremos promesas!” hablaba la pared. Pero ni las promesas ni los deseos empreñan.

También fueron los mexicanos quienes nos dieron la respuesta exacta a la pregunta de “¿quién podrá defendernos?”: ese ridículo personaje vestido de rojo con short y antenas amarillas, armado de un martillo de mazo plástico: el Chapulín Colorado. ¡Nadie solo puede resolver, ni defendernos, ni ser el mesías! Un país se construye con el concurso de todos sus habitantes. Todos podemos colaborar. Solamente cumpliendo con nuestros deberes ciudadanos ya haríamos una gran diferencia. Pero no, nos apegamos a la anarquía, a los populacheros, a los que ofrecen y ofrecen. Siempre esperando, siempre dóciles ante el poder, siempre creyendo.

Ya Maduro ofreció Bs. 4 millones para quienes tengan el carnet de la patria. Me imagino que seguirán imprimiendo billetes y que la inflación romperá récords. Pero la ignorancia es caldo de cultivo para estos regímenes. Muy pocos analizarán que con más dinero compran menos cosas. No saben lo que es el poder adquisitivo. Mientras más dependientes nos hagamos, menos posibilidades de salir de este caos tendremos. Lo más triste es que si a algún político serio se le ocurre pedir que nos apretemos el cinturón, será odiado por la mayoría. Pero es preferible ser la voz que grita sola en el desierto y no la que promete y promete sabiendo que no puede cumplir ni una sola de esas promesas. La Historia hablará.

@cjaimesb

Alejandro Armas Nov 24, 2017 | Actualizado hace 3 semanas
Escepticismo sobre Zimbabue

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Hace apenas unas semanas una fotografía en Twitter llamó mi atención. La misma mostraba a un Presidente dormitando en una silla, en medio de un acto público, mientras algún funcionario de su gobierno, de pie y a su lado, daba lo que parecía ser un discurso encendido. «¿79? ¿81? ¿Cuántos años es que tiene?», no pude evitar preguntarme. De inmediato hice la búsqueda con mi teléfono. ¡93! Casi un siglo de vida. Solo entonces caí en cuenta de lo patética que era imagen. He ahí un hombre al que hasta su cuerpo le pedía a gritos que dejara el poder, para descansar de su despotismo. Pero para él la palabra «retiro» estaba desterrada del diccionario. Había decidido, como los monarcas absolutos, bajarse del trono solo cuando llegara el momento de pasarlo de ahí a su ataúd. No fue así, porque apenas unos pocos días más tarde estalló el golpe de Estado que acabó en la renuncia de Robert Mugabe, dictador de Zimbabue.

Así terminó una de las dictaduras más brutales y despiadadas que el mundo moderno haya visto, una herida más en el cuerpo de ese bello pero maltratado continente que es el África, vejado tanto por traficantes de esclavos y colonos de otras latitudes como por tiranos que parió su propia tierra. Mugabe pertenece a esta última categoría de canallas, lo cual no impidió, a propósito, que el chavismo lo considere un líder heroico, digno de los más altos honores que confiere la República, como lo es una réplica de la espada del Libertador. En las siguientes líneas pudiera explayarme hablando de la persecución de opositores en Zimbabue, de la abismal pobreza que embarga a la mayoría de sus ciudadanos y del hambre que han padecido miles de ellos, de los espantosos índices de abuso sexual a mujeres y de la criminalización de homosexuales. En fin, de una nación hundida en la miseria más terrible para que un hombre, un solo hombre, se aferrara al poder, con todos los privilegios que este conlleva, para él y sus allegados.

Pero no lo voy hacer, porque creo más conveniente evaluar lo que está pasando en ese país ahora, cómo se llegó a tal situación y en qué, de todo aquello, deberíamos fijarnos los venezolanos. Me ha llamado la atención que aquí varios connotados opositores, se hayan lanzado ipso facto a ensalzar a los militares responsables del golpe que tumbó a Mugabe. Algunos lo hicieron hasta con exclamaciones de «¡Viva la libertad!» y similares. No faltaron los intentos de establecer símiles con la propia Venezuela. Los alegatos del tipo «¿Ven que dictadura no sale con votos ni diálogos?» estuvieron a la orden del día. Varios de ellos vinieron de personas cuya inteligencia me consta, y a las que por ello respeto, pero que creo que están haciendo juicios apresurados sobre lo ocurrido en Zimbabue para fortalecer a cómo dé lugar sus posiciones sobre lo que la oposición venezolana debería hacer para lograr el tan urgente cambio.

Cuando comencé a escribir esta columna hace exactamente dos años, uno de los primeros temas que me animó fue la posibilidad de que Venezuela lograra una transición democrática similar a la del Chile de Pinochet. Los opositores de los que hablo en el párrafo anterior reaccionarán con total escepticismo a tal planteamiento. ¿Y sabe qué, estimado lector? Tienen toda la razón en hacerlo. Yo mismo, luego de ver la evolución del régimen chavista tras la pérdida de su control sobre la Asamblea Nacional, tengo que reconocer, con mucho dolor, que nuestras circunstancias son diferentes a las del vecino del sur a finales de los años 80, y que pudiéramos estar inmersos en un problema mucho más gordo. Pero precisamente por eso, resulta curioso que los susodichos opositores rechacen la fórmula chilena pero, sin ninguna consideración sobre las circunstancias en Zimbabue y Venezuela, abracen la fórmula africana. Yo, por el contrario, no me hago ilusiones sobre el resultado del golpe en Zimbabue y prefiero no tender puentes trasatlánticos entre ese «modelo» y nuestros propios esfuerzos. Diré por qué.

Para empezar, los militares que dieron el golpe no se caracterizan por la institucionalidad republicana. Están fuertemente vinculados con la oficialista Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU, por sus siglas en inglés) y se consideran parte esencial de la «revolución» que por más de 30 años encabezó Mugabe. Varios de esos generales constituyen una vieja guardia que emergió, junto con el dictador depuesto, de las filas de la guerrilla que combatió al gobierno de la minoría blanca en los años 60 y 70.

Además, justo antes de que Mugabe renunciara, el Parlamento se preparó para aprobar una moción de censura en su contra. Un Parlamento en el que la ZANU tiene mayoría absoluta. Es decir, no es una cuestión única de charreteras. Dentro del oficialismo civil también cundió la necesidad de execrar a Mugabe.

En otras palabras, el déspota cayó empujado por la mano de la propia elite que lo acompañó hasta hace nada en todos sus abusos y vejaciones. Tal vez el tiempo nos demuestre lo contrario, pero pareciera que la oposición democrática zimbabuense mo pintó prácticamente para nada.

Como en la historia de Troya, este conflicto entre facciones de la ZANU se originó en una mujer. A saber, la esposa de Mugabe. En vista de que al dictador no podía quedarle mucho tiempo de vida, más de un dirigente se perfilaba a sí mismo como sucesor. Pero Mugabe prefirió dejarlo todo en familia y se alistaba para legar la presidencia a su ya poderosa señora. Ello molestó a otros sectores, incluyendo a la vieja guardia castrense. Leyendo entre líneas, es de suponer que hubo intentos de impedir «diplomáticamente» la sucesión conyugal, pero Mugabe, acostumbrado a ser mandamás incuestionable, no escuchó. Así que…

Ahora bien, vean quién será el que tome las riendas. Se trata de Emmerson Mnangagwa (apodado «el Cocodrilo» en su tierra pero bautizado como «General Manguangua» por algunos venezolanos interesados en el tema). Este caballero fue otro de los compañeros de armas de Mugabe en la guerra contra el apartheid local. Apartado este último e iniciado el gobierno de la ZANU, Mnangagwa ocupó varios cargos de primer orden, siempre a la sombra de Mugabe. Fue ministro de Seguridad durante un conflicto interno conocido como «Gukurahundi». La querella se originó en la rivalidad entre los dos grupos armados que protagonizaron la lucha contra el gobierno blanco: la ZANU y la Unión Popular Africana de Zimbabue (ZAPU, por sus siglas en inglés). Terminada dicha guerra, el gobierno de Mugabe se encontró con la oposición de la ZAPU. Mientras que la ZANU tenía su principal base de apoyo en la etnia shona, la ZAPU reclutaba seguidores sobre todo entre el pueblo ndebele. Pues bien, entre 1983 y 1984, en medio de la campaña para acabar con la resistencia militante de la ZAPU, las fuerzas gubernamentales hicieron de todo ndebele un blanco. Miles de personas fueron asesinadas o enviadas a campos de «reeducación». El cálculo de muertos varía según la fuente, pero algunos apuntan a más de 20.000. Mnangagwa negó cualquier responsabilidad en el asunto y culpó al Ejército. Pero, según reseña el diario británico The Independent, el ahora sucesor de Mugabe es ampliamente considerado como uno de los autores principales de aquella carnicería.

Es por todo esto que me mantengo escéptico sobre la posibilidad de que Zimbabue se encamine por la senda de la libertad. No digo que una transición democrática sea imposible. Pero sí me parece que, visto bien el entorno, sobran las razones para sospechar. Les dejo este dato inquietante: 24 horas tras la renuncia de Mugabe, la Cancillería venezolana emitió un comunicado en el que se deshace en lisonjas a Mugabe. Pero de ninguna manera condena el golpe y hasta asoma cierto entusiasmo por la «nueva etapa» en Zimbabue.

Ojalá mi actitud sea infundada y el pueblo zimbabuense pueda finalmente vivir en democracia. Ese anhelo nos une a los venezolanos con ellos.

Posdata: Este espacio cumple dos años el lunes 27. Quisiera agradecer a todo el equipo de Runrunes por permitirme contribuir desde su plataforma al debate público en Venezuela, sin ningún intento censor. Cada palabra ha sido un esfuerzo por ayudar a entender el difícil panorama nacional, a través de una de las pocas ventanas que quedan a la opinión libre. También debo expresar a mi gratitud a usted, que me honra con su lectura y su comentario. A todos, mil gracias.

@AAAD25

Robert Mugabe renunció a la presidencia de Zimbabue

Zimbabwe's President Mugabe looks on during a rally marking Zimbabwe's 32nd independence anniversary celebrations in Harare

 

Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, renunció este martes a la presidencia luego de estar 37 años en el poder. La decisión fue anunciada por el presidente de la Cámara Baja de este país, Jacob Mudenda, mientras el Parlamento debatía una moción de censura contra él, informan medios locales.

«Yo, Robert Mugabe entrego formalmente mi dimisión como presidente de la República de Zimbabue con efecto inmediato», leyó Mudenda de la carta de renuncia de Mugabe.

En horas de la mañana cientos de ciudadanos se congregaron en las calles frente a la sede del Parlamento para pedir la salida Robert Mugabe, en coincidencia con la discusión de la moción en la sede legislativa.

Con pancartas, banderas y carteles con que decían «Mugabe debe irse», los manifestantes expresaron su rechazo a la continuidad del mandatario de 93 años que está en el poder desde 1980.

Los 37 años de mandato de Mugabe estuvieron marcados por la fama inicial de ser líder del movimiento independentista y las constantes denuncias por violaciones de derechos humanos, corrupción y abuso de poder.

Además, Zimbabue pasó de ser una nación creciente y con una economía en expansión a protagonizar una de las mayores crisis económicas y sociales del mundo, que tuvo como mayor símbolo de deterioro los billetes de 1000 millones de dólares zimbabuenses, cuyo valor equivalente era de un dólar estadounidense, así como una tasa de desempleo que superaba el 90%.

*Con información de EFE Y Globovisión

Mugabe fue destituido como líder del partido gobernante en Zimbabue

Zimbabwe's President Mugabe looks on during a rally marking Zimbabwe's 32nd independence anniversary celebrations in Harare

El monstruo que él creó ha acabado dándole la espalda. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, ha sido destituido esta mañana como líder del partido que él mismo fundó y con el que ha gobernado desde la Independencia, hace 37 años. El Comité Central del ZANU PF (la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico) ha decidido expulsarle de su puesto de número uno y para sustituirle ha nombrado a Emmerson Mnangagwa, alias el cocodrilo, el hombre fuerte de los veteranos y candidato a suceder a Mugabe en la presidencia del país. El exvicepresidente Mnagagwa, destituido hace 10 días por Mugabe, ha vuelto así, triunfante, a la arena política, imponiéndose a la voluntad del incombustible Mugabe y posicionándose como favorito a la deseada sucesión.

La decisión se ha celebrado con bailes y cantos en la sede del partido, en una capital, Harare, en estado de euforia tras la masiva manifestación de ayer, en la que miles de personas salieron a la calle para pedir la dimisión del viejo Mugabe. Con 93 años, el presidente zimbabuense no planeaba retirarse, pero la peculiar intervención militar del pasado miércoles –que el Ejército se niega a definir como golpe- ha disparado la fiebre anti-Mugabe.

Sin embargo, Robert Gabriel Mugabe sigue siendo el presidente del país. El ZANU-PF le ha dado un ultimátum, tiene de límite hasta este lunes a las doce del mediodía para dimitir. Si no se iniciará el proceso de destitución en el Parlamento, donde el partido tiene mayoría.

Junto a la histórica y humillante expulsión de Mugabe, el ZANU-PF ha llevado a cabo otra aún más efectiva: la de su esposa Grace Mugabe, que ha sido asimismo retirada del liderazgo de la Liga de Mujeres del partido “por promover divisionismo y discursos de odio”. Ella es, en realidad, la verdadera rival de Mnangagwa en la carrera para la presidencia. Apoyada por la nueva generación del partido, la llamada Generación 40 (G40), Grace Mugabe, de 52 años más, se estaba abriendo paso con el apoyo de su marido.

Lea la nota completa en El País de España

Oposición de Zimbabue dispuesta a un Gobierno de transición

zimbabue

 

El principal partido de la oposición de Zimbabue, el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T), anunció este jueves que está dispuesto a entrar en un Gobierno de transición, tras la intervención militar contra Robert Mugabe.

La información fue emitida por el secretario del partido, Douglas Mwonzora. El líder del MDC-T, Morgan Tsvangirai, que se encontraba en Sudáfrica, para recibir tratamiento por un cáncer de colon, ha regresado al país para dirigir el partido en sus reuniones, dijo Mwonzora en declaraciones al diario independiente NewsDay.

Por su parte un portavoz de las Fuerzas Armadas dijo la noche del miércoles que sus acciones no constituían una “toma militar” del poder, y que una vez terminada su misión de llevar ante la Justicia a los criminales que rodean a Mugabe, esperaban una vuelta de la situación a la normalidad.

Según la televisión pública sudafricana SABC, “probablemente” se constituya este Gobierno transitorio de concentración encabezado por el destituido vicepresidente Emmerson Mnangagwa, cuya expulsión del Gobierno de Mugabe desencadenó la intervención militar.

Incierto futuro de Mugabe en Zimbabue tras el golpe de Estado

Zimbabwe Mugabe

La situación seguía confusa este jueves en Zimbabue, al día siguiente de un golpe de Estado militar que llevó a mantener al presidente Robert Mugabe en arresto domiciliario a pesar del alineamiento sin falla del Ejército con el mandatario durante sus 37 años en el poder.

La intervención de los militares, que tomaron el control de los puntos estratégicos de la capital, podría poner fin al último régimen africano liderado por un «padre de la liberación», la generación de jefes nacidos surgidos con las luchas de independencia.

A pesar de las apariencias, los generales golpistas afirmaron que no tienen la intención de derrocar al Gobierno.

«No se trata de una toma del gobierno por militares […] Nuestro objetivo son criminales del entorno» del presidente, declaró el general Sibusiso Moyo, portavoz de los golpistas, en un discurso transmitido en directo el martes por la noche por la televisión estatal.

Los «criminales» no fueron nombrados, pero aluden a los apoyos de la primera dama, Grace Mugabe, una franja del partido en el poder, la Zanu-PF, reagrupada detrás del G40, en referencia a su edad. Desde hace meses, la segunda esposa del «camarada Bob» no esconde su voluntad de suceder al mandatario.

Terminó por obtener de él, la semana pasada, que destituyera al vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, de 75 años, un militante histórico del combate por la independencia, cercano a los militares y presentado hasta ahora como su delfín.

Esta destitución incitó a las Fuerzas Armadas a actuar. El lunes, el jefe de Estado Mayor, el general Constantino Chiwenga, había claramente advertido que sus tropas podrían «intervenir» si la «purga» no cesaba en el partido del presidente.

– ‘Disculpas’ –

Señal de que el Ejército apunta a los partidarios de Grace Mugabe son las disculpas públicas de unos de sus respaldos.

«Pido sinceramente al general Chiwenga que acepte mis disculpas», declaró el jefe de la Liga Juvenil de Zanu-PF, Kdzai Chipanga, en un mensaje leído en la televisión el miércoles por la noche. «Aún somos jóvenes, aprendemos de nuestros errores».

Los militares se impusieron sin oposición. Sólo hubo alguno disparos la noche del martes cerca de la residencia presidencial.

Robert Mugabe, privado de su libertad, declaró que estaba bien en una conversación con su homólogo sudafricano, Jacob Zuma. No comentó la situación ni dio cuenta de sus intenciones.

Al día siguiente de la intervención militar, los habitantes en Harare seguían una vida normal. La Unión Africana denunció «lo que parece un golpe de Estado». También exigió «que se restablezca inmediatamente el orden constitucional».

– Inquietud –

Zuma, fiel apoyo de Mugabe, dijo estar «muy preocupado» por la situación y envió, en nombre de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), organización regional que preside, a Harare a dos de sus ministros para reunirse con Mugabe y con los militares.

El bloque regional organiza además una reunión de emergencia el jueves en Botswana. El Reino Unido, la ONU o la Unión Europea pidieron cautela a las partes y que se resuelva la situación a través del diálogo.

Derek Matyszak, analista del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) de Pretoria, vaticina negociaciones para una partida de Mugabe y de su esposa.

«Pienso que Mugabe puede quedarse en el país», dijo, explicando que «la dificultad, y siempre lo fue para la familia Mugabe, es garantizar la seguridad de Grace a cambio de la partida de Robert».

El ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, dijo el miércoles que Zimbabue está ante un cambio decisivo. «Es un momento de esperanza», dijo, pero «nadie quiere una transición en la que un tirano es reemplazado por otro».

Zimbabue: Ejército toma el control y pone bajo arresto a Mugabe

ConstantineChiwenga

 El comandante del Ejército Nacional de Zimbabue, Constantine Chiwenga, informa sobre la situación en la capital de Zimbabue. Efe

 

Las Fuerzas Armadas controlaban este miércoles la capital de Zimbabue, cuyo presidente Robert Mugabe, de 93 años, se ha declarado bajo arresto domiciliario.

«No se trata de una toma del gobierno por militares […] Nuestro objetivo son criminales del entorno» del presidente, declaró el general Sibusiso Moyo en un discurso transmitido en vivo por la noche por la televisión estatal, informó AFP.

«No bien cumplamos con nuestra misión, esperamos que la situación regrese a la normalidad», agregó.

La entrada en escena de los militares se produce en medio de una crisis abierta entre Mugabe y el jefe del Ejército, Constantino Chiwenga, tras la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, durante mucho tiempo considerado como su delfín.

El miércoles por la mañana, soldados y vehículos blindados controlaban los accesos al parlamento, a la sede del partido gobernante, el Zanu-PF, y a las oficinas en las que el jefe del Estado suele reunir a sus ministros, constató un periodista de la AFP en la capital, Harare.

El presidente Mugabe se encontraba retenido en su domicilio por las fuerzas armadas. En una conversación telefónica con su homólogo sudafricano, Jacob Zuma, precisó que estaba bien.

SANOS Y SALVOS

Un testigo había indicado que había oído un nutrido tiroteo cerca de su casa «poco después de las 2:00 de la mañana (hora local)».

«Queremos asegurar a la Nación que su excelencia el presidente (…) y sus familiares se encuentran sanos y salvos, y que su seguridad está garantizada», recalcó el general Moyo en su discurso.

Por su parte, periodistas constataron que, al margen de los sitios estratégicos, la capital funcionaba con normalidad. Pero la televisión nacional interrumpió su programación para difundir música.

Fiel apoyo de Mugabe, el presidente sudafricano Jacob Zuma se declaró hostil a cualquier cambio de régimen «inconstitucional» en Zimbabue.

«Muy preocupado» por la situación, Zuma envió a dos emisarios especiales para que se reúnan con el presidente Mugabe y con responsables militares, según un comunicado de su oficina.

La Unión Europea (UE), se declaró preocupada por la situación e instó al «diálogo» para alcanzar una «resolución pacífica», señaló una portavoz de los servicios diplomáticos de la UE.

Tras varios días de vivas tensiones, la operación del ejército, hasta ahora considerado un pilar del régimen, constituye un desafío sin precedente a la autoridad de Mugabe.

El lunes, el jefe del Estado Mayor, el general Constantino Chiwenga, había denunciado públicamente la decisión del jefe del Estado de destituir al vicepresidente Mnangagwa.

El ejército podría «intervenir» si esta «purga» no cesaba dentro del partido presidencial, advirtió.

En respuesta, la formación del presidente denunció el martes que las declaraciones del general Chiwenga «sugieren una conducta traidora» con la intención de «incitar a la insurrección».

VENENO EN LA POLÍTICA

El general Chiwenga y Mnangagwa son dos figuras destacadas de la lucha por la independencia de esta excolonia británica, junto al actual jefe del Estado.

«No creo que Mugabe tenga ya el control total de la situación», declaró el analista político David Moore, de la universidad de Johannesburgo. «El ejército parece seguir una sola dirección, que es la que le impone su jefe», agregó.

El exvicepresidente Mnangagwa, de 75 años, fue destituido la semana pasada y se vio obligado a exiliarse tras protagonizar una disputa con la primera dama, Grace Mugabe, de 52 años, quien no esconde su deseo de sustituir a su esposo llegado el momento.

Mnangagwa acusó a la segunda esposa del presidente de haber intentado envenenarlo para eliminarlo, suscitando una viva reacción de la interesada, que logró que lo expulsaran del Gobierno. Ahora, ocupa la posición ideal para suceder a su marido.

Mugabe es el decano de los jefes de Estado en activo. Tras 37 años en el poder, su partido lo invistió candidato para las elecciones de 2018, pese a su edad y su frágil estado de salud.

Bajo su régimen autoritario, el país africano se empobreció y desde principios de los años 2000 lidia con un desempleo masivo (cerca del 90% de la población activa) y falta de liquidez que retrasa el pago de salarios a los funcionarios.