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Moisés Naím

Nov 25, 2019 | Actualizado hace 3 semanas

Hay televisión que enaltece y televisión que embrutece. Hay televisión que enseña, que nos hace pensar, que nos lleva a lugares que nunca visitaremos o que nos confronta con los grandes dilemas de la vida. También hay televisión que, deliberadamente, degrada, engaña y confunde. Y por supuesto, hay una televisión que nos distrae y entretiene. Con frecuencia, la televisión que busca educarnos es insoportablemente aburrida, mientras que la que nos intenta manipular, nos polariza y desinforma. En cambio, la que simplemente nos entretiene es políticamente irrelevante. O al menos eso creíamos.

Resulta que una reciente investigación ha descubierto que la televisión anodina, superficial y popular tiene consecuencias nefastas. Este tipo de televisión —la televisión chatarra— también tiene malos efectos sobre la política, por más que en sus programas nunca se hable de política. Esta conclusión nos llega de una fuente inesperada: The American Economic Review, quizás la publicación sobre temas económicos más respetada del mundo. En una reciente edición, incluyó un artículo de los profesores Rubén Durante, Paolo Pinotti y Andrea Tesei intitulado El legado político de la televisión de entretenimiento. Los autores aprovecharon los datos generados a comienzos de los años ochenta por la entrada en diferentes regiones de Italia de Mediaset, la cadena de televisión de Silvio Berlusconi, para evaluar el impacto político de la televisión comercial.

Combinaron así los datos de la penetración de la señal de las estaciones de Berlusconi en las distintas regiones, con información sobre la audiencia, y su exacta distribución geográfica. También obtuvieron encuestas de opinión, resultados de pruebas psicológicas, información sobre la naturaleza de los programas y múltiples otros datos. Los investigadores analizaron este enorme cúmulo de datos usando sofisticados modelos estadísticos que les permitieron identificar las características de quienes crecieron viendo los programas de Mediaset y quienes no tuvieron acceso a esos contenidos. Los resultados son insólitos.

Los datos revelaron que quienes crecieron viendo los contenidos de Mediaset terminaron siendo adultos menos cognitivamente sofisticados y con menor conciencia cívica que sus pares que no tuvieron acceso a estos programas. En otro ejemplo, las pruebas psicológicas administradas a un contingente de jóvenes militares revelaron que aquellos que provenían de regiones donde se podía sintonizar la estación de Berlusconi, tenían un desempeño entre un 8% y un 25% más bajo que el de sus colegas que no vieron esa televisión en sus años formativos. Lo mismo encontraron con respecto al desempeño en matemáticas y lectura. Una vez adultos, los niños y adolescentes que fueron televidentes de Mediaset, obtuvieron resultados significativamente inferiores a quienes no tuvieron acceso a esos canales.

Es bien sabido que la televisión influye sobre nuestras conductas y opiniones. En esa afirmación no hay nada nuevo, ni sorprendente. Igualmente, el uso de campañas de propaganda política para influir sobre las masas es tanto antiguo como universal. Que los poderosos —o quienes quieren serlo— utilicen la televisión para lograr sus objetivos tampoco es una revelación novedosa. Es, por lo tanto, tentador desdeñar este estudio. Basta notar que este impacto propagandístico era exactamente lo que buscaba Silvio Berlusconi al tener un canal de televisión al servicio de sus ambiciones políticas.

Pero no es así. Al menos no al comienzo de la entrada de las empresas de Berlusconi al mercado televisivo italiano. Desde su fundación en 1944, la televisión italiana había sido dominada por un monopolio del Estado: la RAI, canal que tuvo una clara misión educativa y cultural. A finales de los años setenta, este monopolio se fue agrietando con la entrada de emisoras privadas que servían a mercados regionales. Quien más agresivamente fue adquiriendo y consolidando en una sola cadena estas empresas regionales fue Berlusconi. En esa temprana etapa, ni este empresario pensaba entrar a la política —entonces férreamente controlada por unos pocos partidos y sus todopoderosos líderes— ni sus emisoras locales transmitían contenidos políticos o ideológicos. La suya era una estrategia obsesivamente comercial y eso se reflejaba en su programación: variedades, deportes, películas y juegos. Fue solo en los años noventa, cuando la crisis de corrupción conocida como Mani Pulite (Manos Limpias) demolió el sistema político italiano, cuando a Berlusconi se le abrieron las puertas de la política. El sistema cambió, los partidos tradicionales colapsaron y nuevos protagonistas de la política pudieron entrar a competir por los votos de los italianos que querían caras nuevas. De nuevo, nadie aprovechó mejor esta oportunidad que Silvio Berlusconi, quien rápida y eficazmente puso sus empresas de televisión al servicio de sus ambiciones políticas. Para 1990, la mitad de los italianos ya tenía acceso a Mediaset. Y en 1994, Berlusconi fue elegido primer ministro de Italia.

El impacto político de todo esto también fue analizado por los autores del estudio sobre la televisión chatarra. Quienes vieron Mediaset cuando eran niños y adolescentes ahora, como adultos, muestran una mayor propensión que sus pares a apoyar a políticos e ideas populistas.

ElPais.ES Feb 25, 2018 | Actualizado hace 6 años
Lo que sabe Zapatero, por Moisés Naím

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Por Moisés Naím

¿Cómo se sentirían los españoles si un Gobierno con propensiones autoritarias convoca unas elecciones adelantadas en las que los partidos opositores están invalidados, sus principales dirigentes están presos o exiliados y el árbitro electoral es un ente controlado por el presidente que busca ser reelecto? Para ser más concreto, ir a unas elecciones que se celebrarán dentro de unas semanas y en las cuales el PSOE está invalidado, Pedro Sánchez está preso y Albert Rivera, en el exilio.

Cuando decidieron negociar con el régimen de Nicolás Maduro su participación en las próximas elecciones, los grupos opositores tenían unos objetivos muy concretos: que se organizaran unos comicios presidenciales transparentes, libres y competitivos; que se liberara a todos los presos políticos; que se restituyeran los derechos políticos a los candidatos opositores arbitrariamente inhabilitados; que se reconociera la Asamblea Nacional elegida por el pueblo y, lo más importante, que se atendiera la crisis que está diezmando a los venezolanos. Nada de eso resultó aceptable para el Gobierno de Maduro

Y eso lo sabe Zapatero.

Todos los sondeos de opinión muestran que la mayoría de los venezolanos no quiere que Nicolás Maduro siga siendo su presidente. Y la gran mayoría desea que la salida del actual régimen sea democrática y sin violencia. ¡Quieren votar! Pero no en elecciones donde las trampas y los trucos garanticen la continuidad de este Gobierno. El Consejo Nacional Electoral es el árbitro, en teoría independiente, que está a cargo de garantizar la pulcritud de las elecciones. En la práctica es, desde hace casi dos décadas, un desvergonzado y transparente apéndice del Gobierno.

Eso lo sabe Zapatero.

La gran mayoría de los medios de comunicación están controlados directa o indirectamente por el régimen, que los usa como un potente instrumento de propaganda. También son la fuente de constantes e inmisericordes ataques a la oposición, a la cual no se le permite el derecho de réplica o la rectificación de las infamias que diariamente diseminan los órganos del Estado. Eso lo sabe Zapatero.

El Gobierno no ha permitido la presencia de observadores internacionales neutrales y cualificados en ninguna de las elecciones que ha habido y en las que están por venir. Eso también lo sabe Zapatero.

Más aún, los líderes de la oposición más populares, competentes y electoralmente competitivos están presos, han sido inhabilitados por jueces leales al Gobierno o han debido huir al exilio. Y sí, eso lo sabe Zapatero.

A los 28 años, David Smolansky fue electo alcalde de El Hatillo, una zona adyacente a Caracas. El alcalde más joven en la historia de Venezuela llevó a cabo una gestión exitosa y supo sobreponerse a las más burdas maniobras del Gobierno para hacerlo fracasar. La popularidad y el éxito de Smolansky resultaron intolerables para Maduro y sus esbirros. El joven alcalde fue acusado por el Tribunal Supremo de Justicia, otro apéndice del Gobierno, de no reprimir con violencia las protestas pacíficas que ocurrieron en su jurisdicción. Fue inmediatamente destituido y se ordenó su arresto y traslado a una cárcel donde rutinariamente los presos políticos son torturados. Smolansky se negó a entregarse y estuvo 35 días en fuga. Finalmente, se lanzó a un arriesgado periplo por el sur de Venezuela que le permitió entrar a Brasil por la ruta de la selva. En un gesto que les honra, las autoridades brasileñas lo acogieron. Hoy el joven político vive en el exilio y sueña con volver a trabajar por Venezuela. El de Smolansky no es un caso aislado. Otros 12 alcaldes han sido arbitrariamente destituidos, y la mitad de ellos han sido encarcelados y maltratados.

Y, por supuesto, todo esto lo sabe Zapatero.

Hace pocos días, el exjefe del Gobierno español participó junto con Pablo Iglesias, el líder de Podemos, en un acto de apoyo a Evo Morales, el presidente de Bolivia. Morales lleva doce años en el poder y aspira a un cuarto mandato. La Constitución boliviana no contempla esa posibilidad: un presidente solo puede permanecer en el cargo dos periodos consecutivos. En 2016 Morales convocó un referéndum nacional para eliminar esa limitación. Lo perdió. Sin amilanarse, el presidente apeló entonces al Tribunal Constitucional, cuyos magistrados no tuvieron problema alguno en decidir que Morales puede postularse una vez más a la presidencia de Bolivia.

La conducta de Evo Morales no merece el aval y el aplauso de un demócrata.

Y Zapatero lo sabe.

@moisesnaim

Moisés Naím: “En Venezuela habrá un cambio de caras, no de régimen”

MoisesNaim

 

De padres originarios de Libia, él mismo nacido en Trípoli (la capital de dicho país norafricano), Moisés Naím partió de allí con su familia cuando solo tenía 3 años y se afincó en Venezuela. “Nunca he regresado a Libia, para todos los efectos prácticos soy venezolano, me crié en Venezuela, mi esposa y mis hijos son venezolanos, mi memoria y mi corazón también”, cuenta el columnista de este Diario y analista político venezolano.

—¿El panorama pinta más sombrío con la instalación de la Asamblea Constituyente?
Pues sí, hay una enorme incertidumbre. Claramente Nicolás Maduro y su gente han decidido quitarse la careta y ser una dictadura dura y pura. Lo que más duele es que el conflicto político está quitando la atención de un hecho atroz.

—¿Cuál es?
Pues que no hay suficiente comida ni medicinas. La gente está pasando hambre y la desnutrición infantil se ha disparado. Un estudio reciente indica que el venezolano, en promedio, ha perdido entre 6 kg y 9 kg respecto a hace 3 años. Las empresas que visten a sus obreros reportan que estos han cambiado hasta dos veces de uniforme debido al adelgazamiento.

—En el sector salud la crisis es espantosa…
Los hospitales reportan tragedias de niños que mueren por falta de medicinas básicas y sencillas. No hay evidencia de que el Gobierno tenga un plan para enfrentar la crisis económica. La obsesión por lo político está distrayendo de la necesidad de dar solución a este sufrimiento inenarrable.

—¿En esta obsesión por lo político, usted cómo cataloga la actuación de la región sobre la crisis venezolana?
Hasta hace poco, los venezolanos no hemos sentido que los políticos de América Latina estaban dispuestos a hacer lo que era decente: denunciar al chavismo. Ello debido a sus propios intereses ideológicos y comerciales. Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Michelle Bachelet, el mismo Humala, callaron mucho. Ha sido una gran tristeza para quienes, como yo, albergamos a refugiados políticos de toda América en los años 80.

—¿Cuánto efecto puede surtir hoy la presión diplomática? No todos creen en ella.
Es importantísimo e indispensable, pero un solo factor no va a cambiar la situación. Venezuela necesita todo: la ayuda diplomática, la presión internacional vía sanciones dirigidas a los responsables, protestas en las calles, aprovechamiento de cualquier espacio político que todavía deje el Gobierno. La lista es larga.

—¿Cuáles son las sanciones que pueden servir y no afectar al venezolano de a pie?
Sería contraproducente prohibir la importación de petróleo por parte de EE.UU. Los embargos y bloqueos económicos no sirven, el ejemplo más claro es Cuba. En cambio, las sanciones inteligentes sí son útiles. Lo han demostrado en Iraq, Irán y Rusia: sanciones directas y sofisticadas de corte financiero a altos cargos del Gobierno.

—¿Venezuela entra ya en la categoría de Estado fallido?
Tiene elementos para ser catalogada así. Hay superficies importantes ingobernadas, donde no hay autoridad y mandan cárteles de narcos, contrabandistas y grupos criminales nacionales y foráneos. Allí reina el caos y el Gobierno ha abdicado de funciones básicas como la seguridad y la alimentación. Entonces, Venezuela es técnicamente un Estado fallido.

—¿Eso lo convierte en un riesgo para la región, como han denunciado hace poco varios cancilleres en Lima?
Absolutamente. Lo que hemos aprendido es que los estados fallidos contagian. Las dolencias y malignidades de un Estado fallido no se contienen en un área, sino que contaminan alrededor. Esta no es la excepción.

—¿Está de acuerdo con las críticas a la oposición por fragmentada y desunida?
Yo tengo poca paciencia con quienes critican a la oposición desde la diáspora o desde Skype y You Tube. La oposición puede haber cometido muchos errores, pero lleva años siendo encarcelada, asesinada y exiliada, y ahí sigue recibiendo palos. En la oposición hay rivales interesados en tener un rol, y que compiten entre sí porque son políticos y por definición tienen ambición de poder.

—¿Cómo toma la opción de la intervención militar sugerida por Donald Trump?
Es una bravuconada sin contenido, un regalo político que le dio Trump a Maduro para victimizarse. Así este puede escudarse en que la tragedia en Venezuela no se debe a su gestión y a los cubanos que lo asesoran, sino a Washington.

—¿Qué supone la última decisión de la Constituyente de atribuirse las facultades del Parlamento?
Es un clavo más para el ataúd de la democracia venezolana. La Asamblea Nacional fue elegida por 14 millones de venezolanos a fines del 2015, mientras que la Constituyente fue convocada por Maduro saltándose varios pasos legales.

—¿Avizora usted el fin del madurismo o es algo lejano?
Creo que va a haber un cambio de caras, pero no un cambio de régimen. Es posible que en los próximos 10 o 12 meses Maduro ya no sea el presidente, o un mandatario con funciones más disminuidas. Otro grupo se pondrá al frente, pero va a ser más de lo mismo.

De locos y narcisos al frente de dos países enemigos

—Donald Trump cumple 7 meses en el poder. ¿Se han visto cumplidos los temores?
Una de las ventajas que tiene Trump es que ha terminado siendo muy transparente. Lo que vemos es lo que es: poco preparado, impetuoso, improvisado, irresponsable, dispuesto a violar normas y leyes. Lo que hemos visto de él en estos siete meses es su esencia.

—Y la esencia no cambia…
No hay ninguna evidencia de que él esté aprendiendo o cambiando. En su narcisismo desenfrenado se aplaude mucho a sí mismo, siente que le va bien; y si le va bien, para qué cambiar.

—¿Qué le preocupa más de lo hecho hasta hoy?
Daños irreversibles como el hecho de llenar el sistema judicial de jueces poco preparados y altamente ideologizados. Son nombramientos que duran muchos años. Además, la disminución del rol de EE.UU. en el mundo, la pérdida de liderazgo y respeto, lo que puede envalentonar a otros países.

—¿Y alguna esperanza?
El nivel de incompetencia e ineptitud de su gestión. Afortunadamente, esto tiene como consecuencia que logre hacer menos cosas de las que promete, como las reformas sanitaria e impositiva. Gracias a Dios no han prosperado.

—Una de sus columnas se llamaba “¿Está loco Trump?”. Le pregunto: ¿Quién está más loco, Trump o Kim Jong-un?
Creo que ambos exhiben conductas que no son normales. Kim mandó matar a su tío –que era su mentor– de una manera atroz, y a su hermanastro. En cuanto a Trump, los psiquiatras utilizan 10 o 12 criterios para tipificar el trastorno de conducta narcisista, y en su caso se aplican todos.

—¿Cree que de la retórica inflamada de ambos se pasará a la acción?
Eso no lo sabe nadie, ni siquiera Trump ni Kim Jong-un. Los expertos tienen dos preocupaciones: que ocurra un accidente y escalen la violencia, y que Corea del Sur –sobre la que apuntan literalmente miles de cañones– sea atacada.

Jun 26, 2016 | Actualizado hace 8 años
Brexit y el Stalingrado italiano, por Moisés Naim

Brexit-Londres

Para entender mejor la potencia de las fuerzas que impulsan el huracán Brexit es útil recordar lo que pasó en 1994 en Sesto San Giovanni, un suburbio al norte de Milán. En sus años de apogeo económico la zona se llenó de fábricas, obreros y combativos sindicatos comunistas, hasta tal punto que se hizo famoso como el “Stalingrado de Italia”. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cada vez que había una elección local, regional, nacional o europea, más del 80% de los habitantes de Sesto/Stalingrado lo hacían por el Partido Comunista o por su candidato. Esto cambió en 1994, cuando en el Stalingrado de Italia ocurrió un terremoto político tan inesperado como el de Brexit. Era un año más de la crisis que afectó duramente al sector industrial italiano. Ese también fue el año en que Silvio Berlusconi, aliado con los partidos de derecha, se lanza como candidato, enfrentándose directamente a la izquierda y -muy específicamente – a los partidos de origen comunista.

Más del 80% de los habitantes de Sesto San Giovanni votaron por Berlusconi.

La crisis económica, la corrupción de los políticos y la desesperanza llevaron a los votantes comunistas a darle una patada a la mesa y elegir a alguien que simbolizaba la antítesis de sus candidatos tradicionales. Pero aparte de darse el gusto de protestar contra todo y contra todos los políticos “de siempre” a través de su voto, fue muy poco lo que los habitantes del Stalingrado italiano lograron ayudando a Berlusconi a llegar al poder. Convertido en primer ministro, el empresario ni produjo el “nuevo Milagro Italiano” con el cual había ilusionado a sus electores, ni mejoró las condiciones de los trabajadores, ni hizo gran cosa contra la corrupción, otra de sus promesas que llevó a tantos a creer en él. En muchos sentidos, elegir a Silvio Berlusconi como primer ministro fue un autogol que se marcaron los italianos (¡cuatro veces!).

Los británicos acaban de hacer lo mismo.

Quizás el ejemplo más temprano y más ilustrativo del autogol británico nos lo ha ofrecido el gobierno local de Cornualles. El 56,5% de quienes votaron en ese condado del sureste de Inglaterra lo hicieron a favor del Brexit, lo que quiere decir que allí el entusiasmo con la ruptura con Europa es mayor que el promedio del Reino Unido. Pero la celebración de esa victoria les duró poco. La misma mañana en que se supo el resultado favorable a la salida de la Unión Europea, el consejo de Cornualles emitió un llamado urgente exigiendo que se les garanticen los 60 millones de libras al año que durante 10 años ha recibido de Europa. Y Cornualles no será el único caso de autogol. Una sorprendente estadística revela que las regiones de Reino Unido que más exportan a Europa fueron las más proclives a votar a favor del Brexit. Cabe suponer que en esas zonas será donde más puestos de trabajo se van a perder al disminuir las exportaciones. Otro triste ejemplo lo ofrece la doctora Anita Sharma: “He dedicado mi carrera a la investigación sobre el cáncer, que ha sido posible gracias a los fondos de la Unión Europea. Espero que los que votaron a favor del Brexit entiendan la devastación que esto va a causar en la medicina”. Reino Unido y Alemania son los países que más subvenciones europeas reciben para la ciencia.

La respuesta más común a este tipo de observaciones es que el voto a favor del Brexit está motivado más por el temor al “exceso” de inmigrantes y su impacto social y cultural que por cálculos económicos. Sin embargo, otra paradoja que revelan las estadísticas es que esa inquietud es más anticipatoria que real. Las áreas donde más concreta y real es la experiencia con los inmigrantes votaron a favor de permanecer en la Unión Europea.

“Recuperemos el control” es el eslogan que hábilmente utilizó la campaña a favor del Brexit. Esta es la ilusión –retomar un presunto control perdido — que se vendió bien en el Reino Unido y que se va a vender bien en otros países de Europa por la cohorte de “terribles simplificadores”, demagogos y oportunistas que hoy proliferan en el continente. Los devastadores resultados de esta búsqueda de “control” tardaron solo horas en aparecer. El más dramático es que la devaluación de la moneda, que tumbó la libra esterlina a niveles de 1985, ya ha hecho contraer drásticamente la economía.

“Recuperar el control” le está resultando prohibitivamente costoso a los británicos. Y más aún porque es una ilusión falsa. En el mundo de hoy el control que prometen los demagogos no existe. Quizás esta sea una de las muchas lecciones que dejará el Brexit. Otra lección –que está por verse—es si las sociedades aprenden de los errores que otros cometen.

Publicado en El País

Moisés Naím predice una tormenta económica sobre toda América Latina

MoisesNaim

 

Las malas noticias sobre la economía latinoamericana no paran de llegar.

Por eso, la región entera está empezando a experimentar un nerviosismo ante sus perspectivas económicas que no se veía en varios años.

El venezolano Moisés Naím es una de las voces más conocidas y polémicas en el análisis internacional de la región. Exministro de Industria y Comercio y director del Banco Central de su país al final de la década de 1980, se hizo conocido globalmente por sus 14 años como director de Foreign Policy, una prestigiosa revista de análisis internacional.

Antichavista conocido y simpatizante de las políticas de mercado, hoy intensifica sus críticas al manejo reciente de la economía latinoamericana.

En la última década, muchos gobiernos de centroizquierda de la región se apartaron de las recetas «neoliberales» defendidas por Naím, y con un estado mucho más activista, financiado por los buenos precios de las materias primas, especialmente las exportadas a China, obtuvieron crecimiento económico con dramáticas reducciones de la pobreza.

Pero ahora la situación parece tomar un rumbo contrario. BBC Mundo tuvo una entrevista telefónica con Naím para conocer qué piensa de los nubarrones que se ciernen sobre la economía de América Latina.

– Con la caída en los precios del petróleo y demás materias primas, la desaceleración en China y una posible alza de tasas de interés en Estados Unidos: ¿enfrenta la economía de América Latina la tormenta perfecta?

Lo creo, y creo que América Latina va a tener un periodo en los próximos años en que va a ser peor del que hubo a raíz de la crisis financiera mundial de 2009.

– ¿A qué países de la región les va a ir peor?

Concretamente Venezuela y Brasil serán los más impactados. Pero de una manera u otra todos los países van a sufrir el impacto de esta convergencia de factores.

– ¿Va llegar Venezuela a la hiperinflación?

La definición de hiperinflación es inflación de tres dígitos durante dos trimestres seguidos. En estos momentos la inflación es altísima. Pero mucho más grave que la inflación en Venezuela es el desabastecimiento. Es no conseguir productos básicos y medicinas. Cuando no consigues productos básicos o medicinas, el precio es infinito. Mucho más grave que tener precios altos es tener productos que no se consiguen a ningún precio.

– El caso brasileño está también muy presente en la discusión internacional por la reciente rebaja en la calificación de su deuda por la agencia Standard and Poors. ¿Cómo explica que Brasil haya pasado tan rápidamente de ser un país que todo el mundo presentaba como ejemplo de potencia emergente, a enfrentar una situación de crisis?

Fue un populismo menos estridente que el de (fallecido presidente venezolano) Hugo Chávez, pero ciertamente un crecimiento económico fundamentado en el gasto público, en el crédito fácil y en la expansión monetaria.

Todo esto basado en los ingresos producto en las exportaciones de commodities y el acceso fácil a los mercados financieros internacionales que estaban pasando por un momento de abundancia de liquidez. Una vez ambas cosas desaparecen, la política que los había mantenido andando se hizo insostenible.

– Durante la última gran crisis económica latinoamericana, en los años 80, se habló de una década perdida por sus enormes costos sociales, en contraste con los años recientes, donde millones de latinoamericanos han salido de la pobreza y han ingresado a la clase media, en muchos casos gracias a las políticas de gobiernos de centroizquierda. ¿Están en peligro estos avances sociales con la crisis en ciernes? ¿Puede ocurrir un retroceso tan grande como el de los años 80?

No en general. En algunos países esas nuevas clases medias ya se consolidaron. Pero veo con mucha preocupación lo que puede pasar en Argentina, Brasil y por supuesto en Venezuela. Está claro que en Venezuela muchos de los progresos que hubo en los últimos diez años están siendo perdidos a gran velocidad.

– ¿Quién tuvo la culpa de esta crisis que está llegando en América Latina? ¿Es el resultado de un deterioro de las condiciones internacionales? ¿O es de los políticos?

No hay duda que es de quienes estuvieron a cargo. Es difícil pensar que Hugo Chávez y Nicolás Maduro no son responsables de la situación económica que hay en Venezuela. Ellos tuvieron la capacidad y el poder absoluto durante mucho tiempo e hicieron con ese poder lo que quisieron sin ningún tipo de pesos y contrapesos.

Lo que se ve hoy en Venezuela fue hecho en el Palacio (presidencial) de Miraflores. Lo que estamos viendo en Brasil fue hecho por (el expresidente Luiz Inacio) Lula da Silva y (la presidenta) Dilma Rousseff. Y lo que estamos viendo en Argentina fue hecho por la familia Kirchner. Sobre eso no debería haber gran controversia.

– Muchos vieron en su momento a China como un salvador de América Latina. Ahora tiene problemas. ¿Hicieron estos países un error estratégico al apostarle a China?

No. Uno le vende a quien le compre. China seguirá siendo protagonista y va a ser un comprador importante. La demografía dicta eso. Pero ciertamente es un país que ya no va a crecer a las tasas anteriores y va a demandar menos productos de América Latina.

– ¿Qué tan grave va a llegar a ser esta crisis comparada con anteriores?

Todavía es muy temprano para saberlo. China lleva tiempo siendo la principal locomotora de la economía mundial. Lo que no sabemos es si esa locomotora desaceleró o se descarriló. Eso lo vamos a descubrir en los próximos meses.

– ¿Qué se puede hacer para aminorar el costo de la crisis que usted ve venir?

No hay sorpresas, ni revelaciones, ni hay magia. Hay que hacer el trabajo cotidiano de reducir el gasto público que no tiene impacto social, el que solo contribuye a la burocracia.

América Latina tiene una desesperada necesidad de aumentar su productividad laboral y empresarial, que es una de las más bajas del mundo.

Las tasas de ahorro también están entre las más bajas del mundo. Hay que hacer la tarea, una tarea que se sabía que había que hacer, que no ha dejado de ser urgente pero que con la bonanza de los commodities y el dinero fácil se perdió el impulso y la prioridad en las reformas que todo el mundo sabe que son indispensables.

10 frases de Moisés Naím que explican la crisis de Venezuela

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El ex ministro de Fomento, Moisés Naím, participó en un conversatorio organizado por el IESA a propósito de los 31 años de la publicación del libro El caso Venezuela: una ilusión de armonía, obra que coordinó junto al sociólogo Ramón Piñango. Entre aquella crisis que vivió Venezuela a partir del “viernes negro” de 1983 y esta que atraviesa el país existen algunos paralelismos.

Naím se refirió al Gobierno de Maduro, a la figura de Hugo Chávez, a la aguda crisis nacional, a la corrupción, a la realidad de Pdvsa, a lo que puede ocurrir en las elecciones parlamentarias, y a los desafíos que enfrenta el país, entre otros temas.

La figura de Hugo Chávez: “Hay que reconocer que Hugo Chávez era un político extraordinario, hay pocos en América Latina con la capacidad mediática, con la intuición, con la falta de escrúpulos, con la capacidad de conectarse con el pueblo” (…) Era un líder excepcional con características de liderazgo excepcional y eso desde mi perspectiva es muy mala suerte que tuvimos”.

El Gobierno de Chávez, una oportunidad perdida: “Imagínense ustedes una Venezuela con el talento que tenía Chávez, con unas ideas diferentes acerca del manejo de la economía, una mayor tolerancia hacia los demás que opinan diferente, un presidente Chávez con un temperamento algo más democrático, imagínense la Venezuela que hubiese podido construir. Chávez llegó con dos cheques en blanco al Gobierno: el que le dio la sociedad venezolana y el del mercado petrolero. Imagínense a este señor con su talento y esos dos cheques en blanco, el financiero y el político, haciendo una Venezuela diferente”.

El Gobierno de Maduro: “Lo que tenemos en Venezuela hoy en día es un Gobierno que está saqueando el país en complicidad con sus socios y jefes cubanos”.

La crisis actual: “No hay duda de que la situación actual es insostenible, es posible que empeore, pero también es posible que en algún momento tenga que revertirse la tendencia. La situación actual política, social, económica, hasta cultural, eso no puede continuar. Un pronóstico fácil es que esto no es sostenible”.

No habrá salidas mágicas: “Venezuela está en recesión. Venezuela está mal en muchísimos sentidos, hace falta un programa integrado, no hay tal cosa como tres medidas mágicas. Para que Venezuela entre en una senda de crecimiento sostenido, de control de la inflación, necesita hacer muchas cosas bien por mucho tiempo”.

La democracia como solución: “La solución se llama democracia, se llama pesos y contrapesos, que no haya impunidad, un sistema judicial confiable (…) Hay que reconstruir la democracia que perdimos, hay que tener elecciones, las elecciones tienen que ser limpias (…) Todas las instituciones que han sido devastadas hay que reconstruirlas».

Recuperar la armonía: “Hasta que no aparezca esa posibilidad de que los venezolanos se unan, hasta que no haya un grado superior de capacidad de trabajar juntos, de buscar soluciones en conjunto, hasta que eso no se recupere, va a ser muy difícil recuperar al país”.

La corrupción «galáctica»: “La corrupción galáctica a la cual ha llegado este Gobierno y el Gobierno anterior tiene mucho que ver con que desaparecieron los pesos y contrapesos (…) Hoy en día no existe nada de eso, es lo que ha llevado a esta exacerbación que estamos viendo, se están robando cantidades macroeconómicas”.

Pdvsa destruida: “Una de las tragedias de Pdvsa es que la han destruido, ya no hay tal cosa como Pdvsa. Pdvsa era una de las mejores empresas petroleras del mundo, eso todo se ha perdido, hay que reconstruirlo (…) Venezuela hoy en día no tiene el dinero ni la tecnología para desarrollar su capacidad petrolera”.

Las elecciones parlamentarias: “Si hay una afluencia masiva de votantes y hay un margen de victoria sustancial, incuestionable, claro, y si se logra algún tipo de observación internacional que no sea la de Unasur (…) Si hay una participación activísima de los venezolanos, masiva, y hay un margen de victoria claro va a ser muy difícil para el Gobierno”.

 

 

 

Moisés Naím: Estoy convencido de que la situación actual de Venezuela es insostenible

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Por: Patricia Spadaro/ El Nacional

Son las tres de la tarde en Washington cuando Moisés Naím toma la llamada de El Nacional para esta entrevista. No es la primera que concede en el día. Desde que en 2013 publicó El fin del poder su agenda está llena de peticiones. El domingo pasado la obra ­traducida a 22 idiomas­ fue best seller en 10 países. No es su primer éxito de ventas. Ilícito, publicado hace 7 años, salió de las librerías y fue llevado a la pantalla por National Geographic.

El fin del poder ­seleccionado como mejor libro del año por el Washington Post y el Financial Times, que lo incluyó entre los mejores de la década­ no deja de darle sorpresas. Una de ellas ocurrió a principios de 2015, cuando por un movimiento poco usual en su cuenta de Twitter se enteró de que Mark Zuckerberg la había escogido para bautizar el club de lectores de Facebook.

Considerado como uno de los intelectuales más influyentes del mundo, ha hablado frente a líderes de la OTAN, del Pentágono o el Vaticano; juntas directivas de empresas como Google y Facebook, o instituciones académicas, en las que ha explicado cómo el ejercicio del poder está poniendo en aprietos a los líderes mundiales. «El poder es hoy más fácil de obtener, más difícil de mantener y más fácil de perder», sostiene, aunque se apura en aclarar: «Sigue habiendo muchísima gente e instituciones con un inmenso poder, eso no ha cambiado, lo que lo ha hecho es la forma de obtenerlo, utilizarlo y mantenerlo».

–En su libro analiza la influencia de los micropoderes. El surgimiento de Hugo Chávez representó en su momento la irrupción de un micropoder, ¿qué pasa cuando los micropoderes llegan al poder y no están preparados, o que una vez instalados copian las conductas de sus antecesores? 

–La historia de Venezuela de los últimos 16 años es una perfecta evidencia de la tesis central de El fin del poder. Aparece alguien improbable que viene de un mundo diferente al de la política tradicional y se enfrenta exitosamente con los megajugadores de siempre: AD, Copei y las élites tradicionales. Este micropoder los desplaza y se vuelve un poder que crece y después se pierde. No hay duda de que Chávez en sus últimos años, independientemente de su enfermedad, había perdido poder: tenía menos opciones, menos apoyo internacional, menos simpatía, menos dinero, menos influencia geopolítica. Y luego le pasa el poder a Maduro, que tiene menos poder que Chávez, pero también menos del que tenía el propio Maduro al principio.

Claro que tiene poder, todos los días manda gente a la cárcel, regala dinero de los venezolanos, reprime a estudiantes ¿pero alguien duda que Maduro tiene menos poder? 

–Usted habla de los escudos del poder, ¿cuáles tiene todavía el gobierno? –Ya están apareciendo dentro del régimen, del chavismo y del PSUV lo que se pronostica en El fin del poder: la fragmentación. Hay diferentes facciones que rivalizan y aunque tratan de mantener una imagen de coherencia, cohesión y solidaridad, sabemos que tienen peleas internas muy fuertes. Quién duda de que Ramírez y Cabello tienen diferencias, o que Ramírez es hoy menos poderoso de cuando era zar del petróleo. Lo que vemos es que para la gente que obtuvo el poder fue fácil de obtener, muy difícil de usar y hoy es más efímero.

–Señala que cuando las personas tienen vidas más plenas son más difíciles de controlar. ¿Son entonces más fáciles de controlar cuando centran toda su energía en resolver problemas básicos y cotidianos? ¿Es una herramienta de control social?

 –La respuesta es doble. Por supuesto que una población que depende de los favores, dádivas y protecciones del Estado es más fácil de controlar que una que no necesita de él para sobrevivir. Hay millones de venezolanos cuya vida cotidiana depende de que le lleguen regalos del gobierno.

–Pero ese control no sólo ocurre con los más pobres…

–Correcto. Por un lado tienes las clases más pobres que el gobierno controla porque dependen de él, y está el otro control que es tener a la población distraída buscando comida para la cena, medicinas, repuestos para los carros o leche para los niños.

Cuando tienes a toda la población concentrada en eso, tienes una manera de controlarla.

–¿Cuánto tiempo puede beneficiarse el gobierno de esta dinámica? –Nadie puede creer que el gobierno puede mantener a una población hambreada, desabastecida y reprimida por mucho tiempo. Lo hace porque no hay que olvidar que ha importado las mejores tecnologías del Estado policial cubano, que sabe cómo se reprime y se mantiene a una población en pasividad. Esa tecnología está siendo operada en Venezuela por agentes cubanos desde La Habana.

–Según estadísticas que recoge en el libro, la década de 2000 a 2010 fue la mejor para la humanidad. Ese período coincide con la era chavista. ¿Rescata algo de estos años o fue una década perdida para el país? 

–No hay dudas de que millones de venezolanos tuvieron más acceso al consumo gracias a los masivos subsidios del gobierno. Y también que se puso a los pobres y a la desigualdad en el centro de la conversación y como prioridad de las políticas públicas. A todo eso hay que darle la bienvenida y reconocérselo a Chávez. Pero hay que reconocer también que nada de eso fue sostenible y que dependía de los altos precios del petróleo. Hoy hay más pobreza, más enfermedades, aumentó la mortalidad infantil. A un país desabastecido donde los niños no toman leche lo condenas a unas taras perpetuas. Lo que vemos es que mientras el mundo tuvo un extraordinario progreso social, tecnológico y conquistas de todo tipo, Venezuela lo único que tiene que mostrar es una década en la cual a muchos venezolanos el gobierno les regaló la posibilidad de sobrevivir sin trabajar.

–¿Venezuela va a contravía de las tendencias mundiales? 

–Sí, pero aclaro: no fue Venezuela, sino el gobierno de Chávez el que fue a contravía, porque a pesar de la masiva llegada del dinero del petróleo y del endeudamiento, no logró progresos extraordinarios como Perú, Colombia, Chile o República Dominicana sin tener esos recursos.

–Afirma que nunca ha habido una población tan joven en el mundo, tan bien educada y con buenos ingresos. En Venezuela cada vez son más los jóvenes que optan por irse ¿Qué pierde un país cuando se produce una fuga masiva de talentos? 

–Yo soy optimista porque creo que en Venezuela ha habido una fuga de capital financiero y humano que en algún momento va a estar disponible para reconstruir el país.

–¿Usted confía en que regresarán? 

–Soy invitado frecuente de grupos de venezolanos alrededor del mundo y en todos lados veo venezolanos talentosos que están pensando en cómo volver y qué van a hacer cuando lo hagan. El país no tendrá la capacidad de atraerlos a todos, pero todavía en Venezuela hay mucho talento que no quiere vivir de esta manera y quiere un país mejor. Por supuesto, que el país se está descapitalizando de gente y de dinero. Y hay que decir que es imposible en estos momentos tener grandes capitales si no se está asociado o se es cómplice del régimen, de los militares o sus familiares. Son ellos los que están sacando cantidades masivas de dinero, los principales fugadores de capital.

–Confía en el potencial de Venezuela para salir de la crisis.

–Absolutamente. Como digo en el libro, es muy difícil mantener una situación como esta.
Yo no pongo fecha, no tengo el pronóstico de cuándo ocurrirá, pero de lo que estoy plenamente convencido es que la situación actual no es sostenible.

–¿Y un país que pierde el paso, qué tan rápido puede reinsertarse en las tendencias mundiales? 

–Algunos con enorme velocidad. Hemos visto países que han dado la vuelta muy rápidamente.

Tailandia e Indonesia, sacudidos por la crisis económica asiática, se recuperaron. Lo vimos en Irlanda o en Colombia, que estaba camino de ser un país fallido y pudo darse la vuelta.

No hay fórmulas mágicas, y depende de mil cosas, pero sobre todo del liderazgo del país y de la capacidad de la población para reconciliarse. Hasta que eso no ocurra será muy difícil que Venezuela avance. Sé que suena más bonito y fácil de lo que es porque la reconciliación significa hacer las paces con quienes han cometido abusos inenarrables contra el país y los ciudadanos, pero sin ella no habrá paz y sin paz no hay prosperidad.

–¿Qué pasos deberían darse para que eso ocurra? 

–Entre los representantes del régimen y sus simpatizantes tiene que haber conciencia de que lo que está pasando es una catástrofe que los afecta a ellos, a su familia, al futuro y a sus hijos. Con ellos hay que empezar a conversar sobre cómo reconstruir el país. El país no se va a reconstruir dividido.

–¿El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos abre una ventana? 

–Absolutamente. Es un ejemplo del tipo de cosas que hay que ver. Hago notar que esa negociación ocurrió a espaldas del gobierno de Venezuela. La semana que se anunció el acuerdo para normalizar las relaciones entre Washington y La Habana en Venezuela el gobierno estaba organizando marchas y protestas contra Obama. Eso da mucha información.

–¿Cuál es la estrategia de Cuba hacia Venezuela? 

–Continuar extrayendo la máxima cantidad de recursos en el menor tiempo posible. Los cubanos están saqueando a Venezuela junto a los chavistas y eso va a continuar. Es perfectamente consistente y racional negociar con Estados Unidos y seguir saqueando a Venezuela tanto como se deje y se pueda.

Una de las razones por las que Cuba negoció es porque al ser los mejores informados sobre la verdadera situación de Venezuela, se dieron cuenta de que no podían seguir contando con el país por mucho tiempo por el caos y colapso económico.

Ellos son sumamente pragmáticos, la ideología es solamente un discurso que sirve para proteger los privilegios de la casta familiar que controla la isla. Lo mismo ocurre en Venezuela, donde la ideología y los discursos sirven a una pequeña casta de militares, líderes chavistas y sus familiares que está expoliando al país.

–Afirma que no hay democracia sin partidos sólidos. En Venezuela siguen percibiéndose como los responsables de lo que tenemos hoy.
–Yo soy tan crítico como los demás. Creo que fueron irresponsables y la lista de acusaciones contra ellos es fácil de hacer. Pero hay que tener mucho cuidado porque esa lista fue la que permitió que llegara el chavismo. Yo no le perdono a AD, Copei y el MAS que hayan mal manejado la democracia al punto de que la gente quisiera cualquier cosa, menos a ellos. Los veo muy débiles y poco atractivos.

Hay que renovarlos, traer nuevas caras o crear unos nuevos. En todo el mundo los partidos han dejado de ser la casa de los idealistas y se han convertido en el hogar de los oportunistas. Hasta que no vuelvan a ser el lugar natural de los que quieren cambiar su país, no va a pasar nada. Pero no hay tal cosa como una democracia sin partidos.

–¿Qué importancia le otorga a las parlamentarias del 6-D y qué narrativa deberían tener los partidos? –Esas elecciones son claves. Yo soy un radical y estridente fanático de la importancia de votar, aun sabiendo que el gobierno va a hacer todas las trampas posibles y a usar los ventajismos. Esa película la hemos visto, pero creo que cabe la esperanza de que la oposición tenga un desempeño enorme. El mensaje es que esta es la alternativa, no hay otra. Rescato que la oposición ha sido admirablemente democrática, no violenta, no terrorista, y participativa. Aquí la violencia ha venido de un solo lado, del que tiene las armas: los cuerpos de seguridad, las milicias armadas, los colectivos.

–¿Qué papel le toca a los medios de comunicación? 

–Simplemente decir la verdad, investigar y revelar lo que está pasando. Este es un gobierno que se caracteriza por mentir, inventar situaciones, utilizar estadísticas falseadas. Es importantísimo que los medios de comunicación y ciudadanos periodistas desenmascaren las mentiras.

–¿Si lo nombraran jefe del gabinete económico, qué medidas tomaría? 

–Mientras en Venezuela no haya seguridad, y la gente no pueda salir a la calle sin que su vida corra peligro, es inútil hablar de economía.

–¿Qué frase retrata hoy al país? 

–En la Venezuela de hoy hay un gobierno que no quiere a los venezolanos. 

“Lamento que el mundo no reconozca la catástrofe humanitaria que se vive en Venezuela”

moises naim venezuela mundo #22

El intelectual y exministro venezolano Moisés Naim defendió hoy que el poder nunca había estado tan repartido como en la actualidad, lo que se refleja en el crecimiento de las protestas por todo el mundo.

En una entrevista con Efe en la localidad portuguesa de Estoril, a las afueras de Lisboa, donde participó en las llamadas Conferencias de Estoril, sobre globalización y relaciones internacionales, Naim se mostró convencido de que este fenómeno seguirá en aumento.

Por supuesto que existen grandes concentraciones de poder. El presidente de China, (el de EEUU) Barack Obama y el papa son sin duda muy poderosos. Los grandes bancos, Google, Facebook, Exxon Mobil… Pero ahora su poder está más reducido, no pueden seguir haciendo lo que quieren», explicó.

Naim, cuyos artículos de opinión son publicados por diferentes medios internacionales y sus libros baten récords de ventas, recordó que en estos días varios de los mayores bancos del mundo están en juicio por manipular el mercado cambiario, Google es acusada en Europa de prácticas contra la competencia e incluso el Pentágono tiene que afrontar un nuevo reto como el del grupo yihadista Estado Islámico.

Estos casos son una prueba más de que el poder es ahora «más difícil de usar y más fácil de perder», de acuerdo con su tesis, que se basa también en el elevado número de protestas callejeras en todo el mundo.

«Esto ocurre porque la gente se siente con poder, informada, siente que tiene derechos y que tiene la manera de reclamar esos derechos. Hasta en China el número de manifestaciones está subiendo», destacó.

Aunque admitió que la mayor parte de los ciudadanos todavía no es consciente de este mejor equilibrio, incidió en que «la sociedad está empezando ya a entenderlo».

«Quizá la gente no tiene el marco conceptual detallado, pero tiene la intuición de que existen más opciones que antes», subrayó.

También citó como ejemplo a su país natal, Venezuela, al comparar el inmenso poder del que gozaba el anterior presidente, Hugo Chávez, en los primeros años de su Gobierno con el que tiene el actual mandatario, Nicolás Maduro.

Conocido por su oposición a Maduro y al régimen bolivariano, Moisés Naim advirtió de la «catástrofe humanitaria» que se vive en el país y lamentó que «el mundo no lo haya reconocido todavía».

Una de las herramientas utilizadas para concretar estos avances a la hora de que el poder esté más equilibrado son las redes sociales, según Naim, quien consideró que «están cambiando la política, los medios de comunicación, la forma cómo la gente busca pareja, cómo se divorcia o dónde va a comer».

«Pero yo hago énfasis en que las redes son un instrumento, y los instrumentos tienen usuarios por detrás. Lo que hay que entender no es el instrumento sólo, sino las motivaciones, las intenciones y la conducta de los usuarios de estas nuevas tecnologías», puntualizó.

El propio autor experimentó el peso de estas redes sociales gracias al creador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien escogió su último libro -«El fin del poder», publicado en 2013-, como primera recomendación en el club de lectura que puso en marcha a principios de año.

En cuestión de horas los ejemplares se agotaron y desde entonces sus ventas «han alcanzado una audiencia global, que normalmente no lee libros de este tipo».

No obstante, Naim incidió en que este impacto global se explica no sólo por este apoyo, sino sobre todo por el devenir de la información, que hace que su texto continúe siendo de actualidad.

En las Conferencias de Estoril de este año, el intelectual venezolano fue una de las voces más destacadas del programa junto con el ajedrecista y activista ruso Gary Kaspárov, el politólogo y economista estadounidense Francis Fukuyama, el expresidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso, así como el antiguo responsable de la OTAN Anders Fogh Rasmussen.