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Exalcalde Carlos Ocariz confirmó que dio positivo al Covid-19
El exalcalde y su hijo están contagiados con coronavirus

 

Este lunes, 24 de agosto, el exalcalde del municipio Sucre del estado Miranda, Carlos Ocariz informó que resultó positivo para la COVID-19.

A través de su cuenta en Twitter, Ocariz informó que recientemente tomó un vuelo humanitario a otro país, donde su hijo recibiría tratamientos médicos, «que requerían su presencia».

«Tras estar toda la pandemia con nuestro trabajo social y haciendo propuestas, recientemente pude salir del país en vuelo humanitario. Mi hijo tenía importantes exámenes de salud que requerían mi presencia. Gracias a Dios salió bien. Sin embargo, por cosas de la vida, mi hijo y yo dimos positivos al #covid19″, escribió el dirigente. 

Ocariz aseguró que ambos están cumplimiento con las medidas para la pronta recuperación. «Nos estamos cuidando, con paciencia y entrega. El cansancio y malestar son complicados, pero poco a poco saldremos y muy pronto estaremos en lo de siempre: ayudando a la gente», afirmó. 

 

Padre de Juan Requesens: Mi hijo está en aparentes buenas condiciones

JUAN GUILLERMO REQUESENS, padre del diputado a la Asamblea Nacional, Juan Requesens, informó que cuando visitó a su hijo en El Helicoide constató que está en «aparente buenas condiciones».

Requesens indicó que señala de tal manera el estado del parlamentario porque así se trata en el área de salud a los pacientes cuando se realiza una historia médica.

“Lo demás se va a determinar cuando lo evalúen nuestros médicos, incluso si es necesario un psicólogo o un psiquiatra”, precisó Requesens.

El padre del diputado resaltó que su hijo debe ser evaluado y sometido a ciertos exámenes debido a una cirugía que se realizó anteriormente.

 

 

Cuando se tiene un alumno... Se tiene un hijo, por Antonio José Monagas

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Qué difícil es definir el papel de docente. Su dificultad estriba en cómo iniciar la respuesta, tanto como en terminarla. No hay valores que puedan desprenderse de la concatenación correspondiente toda vez que entre los valores que envuelven tan hermoso oficio, se arma una continuidad tan íntima que no hay forma de juzgarlos por separado. Aun cuando es posible asentir que según cómo se estructura esa secuencia, asimismo puede ordenarse la sociedad en la que se circunscribe la vida en todas sus manifestaciones. Es decir, social, cultural, económica y política. También en lo moral, lo cívico y lo ético.

 

Coincidentemente, el concepto de “patria” tiene en su ascendencia algo de la fuente que sirve de razón a la relación que se establece entre el maestro y el alumno. Porque cuando hay que enseñarle al alumno cómo sortear los avatares de la vida, rebotan motivos que obligan al educador a aprender de la misma manera. O quizás, con mayor aprehensión. La conjugación de tan importantes enfoques, constituye la esencia sobre la cual descansa la idea de “patria”. Sobre todo, desde la perspectiva que puede brindar la idea de familia cuando de la vinculación maestro-alumno se deparan sentimientos de amistad, cooperación, solidaridad y tolerancia. Y que para el caso, equivale a construir sociedad. Y por lógica progresión, ha de corresponderse con la cimentación de territorio, nación, país y hasta de Estado.

 

Pero como nada parece más hermoso que enseñar, formar y educar, igualmente nada suele contener más responsabilidad que moldear valores dignidad y principios en cada hombre. Especialmente, cuando vive el proceso enseñanza-aprendizaje. En la esencia de tan maravillosa experiencia, se hallan razones que exhortan el significado de la vida. Por eso, el aula, sin que necesariamente sea un lugar encerrado por cuatro paredes, representa el espacio donde se abona el desarrollo de una nación. Pero también, de la persona misma cuando vive su papel de estudiante.

 

Por eso, la vida de un docente, maestro o de un educador, hace ver al mundo de modo diferente. Lo ve desde lo más alto que puede permitir arribar a la cumbre del Everest o del Aconcagua. Porque desde arriba se observa el camino desde su comienzo hasta donde termina. O lo que equivale a percibir el desarrollo de la vida a lo largo de su travesía. Es por eso que cuando se tiene un alumno de corazón abierto y de pensamiento diligente, se tiene un hijo de alma noble y de sublimes ideas.

 

En el contexto de esta Venezuela sacudida por la gestión de un gobierno indolente, irónico, engañoso y represivo, la violencia desatada a consecuencia de las protestas que con legítimo derecho vienen ocupando los días y espacios del país, enlutó expectativas maravillosas que, la dinámica de la vida, había perfilado en provecho de su gente y sus esperanzas.

 

Casi medio  centenar de bajas de jóvenes, todos comprometidos con el futuro nacional, en escasos 50 días de enardecidas protestas, además reconocidas por la Carta Magna en sus artículos 333 y 350 como derechos constitucionales, perdieron la vida en manos de hordas salvajes y asesinas promovidas por la desesperación de un gobierno obstinado por causa del miedo a ser defenestrado por los excesos y delitos cometidos. Tanta maldad, tiene nombre propio: un ordenamiento jurídico inventado con la oscura pretensión de reivindicar el amarre del régimen al poder.

 

Todo esto apunta a lucir un país profundamente conmocionado por hechos cargados de la más deliberada injusticia, saña y crueldad. Sólo por el afán de seguir enganchado al poder contrariando valores, principios y garantías democráticas, así como menoscabando derechos humanos. Al día de hoy, lo visceral se convirtió en criterio de gobierno. Más, cuando las balas y gases lacrimógenos son utilizadas como recursos de persuasión, pero sin estimar contemplaciones ni medir consecuencias. Arrasan con lo que estorbe a los planes del régimen.

 

Ahora, las aulas de colegios, liceos y universidades llorarán el vacío que provocará la ausencia de venezolanos en cuya hoja de ruta no estaba la muerte como hecho a cumplir inoportunamente. La maligna animadversión de un gobierno que desconoce derechos y libertades, que se conduce a ciegas en el plano del Derecho Positivo, apagó la vida de tantos muchachos de combativos ideales y de inmenso corazón que hasta las calles extrañarán su marcha. A tantos estudiantes de meritorio andar en compañía de lápices, libros y cuadernos. Pero también, suprimió el aire a tantos alumnos de promisorias vidas y fulgurantes iniciativas. En cada joven se fue un pedazo de Venezuela, aunque con ello llegó más sed de democracia.

 

Así que desde hoy, estos muchachos representarán las libertades que sus cuerpos alcanzaron cuando en el momento crítico, la sanguinaria y enceguecida represión, hizo que sus ojos avistaran una nueva dimensión. Ésta, pletórica de Luz Divina. Pero lo que jamás el desenfreno gubernamental podrá obstruir, impedir o derogar, serán las ideas que los labios de estos venezolanos convirtieron en palabras que en adelante surcarán el horizonte nacional. Aunque en medio de cualquier situación de cruda violencia. Violencia que ahora la matizan con trozos de cabilla, metras y balines empleados como perdigones. Además, con potes contentivos de gases lanzados como proyectiles a quemarropa por quienes forman filas en el producto libertino, indigno y depravado de la otrora honorable Guardia Nacional.

 

No habrá recuerdo más excelso que lo que Andrés Eloy Blanco, en su hermoso poema Canto de los hijos en marcha, describe. “Y una palabra: Justicia, escriban sobre la tumba”. Porque ciertamente, tan hermosa deferencia encubre una gran razón para pensar que cuando se alinean los ideales justos y necesarios, vuelan alto las razones de libertad y justicia. Pero también, por eso mismo, puede sentirse que cuando se tiene un alumno…se tiene un hijo.

 

@ajmonagas

 

Carta a un padre, de un hijo en el exterior, por Carlos Dorado

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¡Ahora sé lo que es estar lejos de ti! El no tener a esa persona cerca que me criticaba, pero me guiaba por ese difícil transitar que es la vida. Ahora que no tengo la crítica ni la guía, me toca apelar a todo eso que me enseñaste cuando te tenía a mi lado.

¡Sí! Me quise ir de tu lado; fue mi decisión, y me dolió mucho más de lo que te imaginas. Es difícil dejar tu casa, tus padres, tus amigos y tu país. Pero necesitas cambiarlo por un futuro. Sé que lo más fácil hubiese sido estar bajo tu ala protectora, y estoy seguro de que mi decisión te hizo llorar mucho; pero no dudo que en el fondo, te sientes orgulloso, porque tú hubieses hecho lo mismo. ¡Vienes de abuelos que también lo hicieron!

¡No sabes las noches que me quedo pensando en tus enseñanzas! Cuando me las distes, siempre con tu ejemplo; en esos momentos se iban archivando en el “disco duro” de mi cabeza, sin que se notasen; pero ahora van aflorando, y van apareciendo cada día, en cada experiencia que vivo.

Tú, papá; eres para mí una combinación extraña de razón y sentimientos. El que sabe decir “no” cuando es lo justo, y saber decir “sí” cuando es lo conveniente. Eres ese que cuando uno lloraba, era el refugio donde siempre encontraba consuelo, y cuando reía siempre encontraba compañía en ti. Eres el que me hacía sentir importante cuando me sentía insignificante, e insignificante cuando me sentía importante. Hoy lejos de ti, tengo que aprender a caminar sin que estés a mi lado, y no es fácil papá.

Tú adivinaste mi  futuro, y sabías que me iba a ir. Ahora entiendo por qué algunas veces, cuando me abrazabas fuerte, casi no podía moverme, y me tenías así largo rato. ¡Sabías que me terminaría yendo algún día! Cosas que en su momento eran normales y hasta fastidiosas; son ahora, mis mejores recuerdos; como por ejemplo cuando me enseñaste a andar en bicicleta, a sabiendas de que me iba a caer.  

Tú fuiste el que nunca dejabas de llamarme, aunque pocas veces te contestase. Yo que nunca te llamaba, pero las pocas veces que lo hacía siempre me contestabas. Papá, tú no eres ese hombre duro, exigente e intransigente que pretendías ser. ¡Eres un higo! Que es algo duro por afuera; pero dulce y blando por adentro.

Tú papá, pasaste de ser ese hombre viejo, al cual no le creía casi nada cuando me hablabas, al que hoy le creo todo. ¡Qué ironía; cuando ya no puedes hablarme viéndome a los ojos y pasándome tu mano por el hombro!

Tú papá, no sólo me diste la vida, sino que me enseñaste a vivirla; y con tu vida ofrecías un gran amor. Estoy seguro papá, que tener un hijo es fácil, ser un padre es la parte más complicada; y tú lo has sido, y lo sigues siendo aunque estés lejos.

Tú papá, no has sido un padre bueno, sino algo más importante: ¡Has sido un buen padre! Y ojalá logre ser lo suficientemente agradecido para apreciarte  y agradecértelo toda la vida; y algún día pueda regresar a Venezuela, y sientas ese mismo orgullo que estoy comenzando a sentir por ti.

Me tuve que ir a buscar mi futuro, me fui físicamente, pero papá estás más presente en mí que nunca, y estoy seguro que también yo para ti, y la parte más importante tuya siempre estará conmigo: ¡El haber sido y ser un buen padre!

Lo importante papá, no es por dónde estoy caminando ahora, sino por dónde caminaste tú, porque aunque no lo creas, los hijos casi siempre siguen los  pasos del padre, y algún día regresaré para demostrarte que el maestro no perdió su tiempo. ¡Ese es mi reto!

cdoradof@hotmail.com

Los pecados del padre, Por Gonzalo Himiob Santomé

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Por @HimiobSantome

Hace unos trece o catorce años, me tocó dar clases en la extensión del postgrado en ciencias penales y criminológicas de la UCAB en El Tigre, allá en Anzoátegui. El vuelo salía el viernes muy temprano, y el avión era uno de esos muy pequeños de una aerolínea que por aquellas fechas era la única que cubría la ruta desde Maiquetía hasta el pequeño aeropuerto de San Tomé, que es el más cercano al que era mi destino final. Estábamos unas 15 personas sentadas ya en nuestros puestos asignados de la aeronave, bajo el sol de esa mañana que cada vez nos calentaba más y más, pero el vuelo no salía. Pasaron unas dos o tres horas, llenas de impaciencia y de acalorado desespero, cuando por fin el piloto y el copiloto dieron muestras de que por fin despegaríamos, fue allí cuando advertimos cuál era la causa de la demora: El entonces diputado Tarek William Saab, oriundo del El Tigre, viajaba ese día también a su tierra y, aunque no puedo asegurarlo, alguna palanca debió haber movido, porque la aerolínea nos hizo esperar a todos, en esas condiciones, durante todo ese tiempo, solo a la espera de su llegada.

 

El ahora Defensor del Pueblo se asomó entonces a la puerta del avión y, apenas fue reconocido no solo como oficialista sino como el causante de nuestro calor y de nuestro retraso, se escuchó en su contra una grave serie de improperios y hasta un improvisado “cacerolazo” a cargo de los demás pasajeros que, por fin, comprendían que la demora no tenía nada que ver con problemas técnicos ni con las variables del clima.

 

En un primer momento, yo no dije ni hice nada ¿La razón? De la mano de Tarek, subiéndose también al avión, estaba un niño pequeño, su hijo (imagino que era Yibram) que no podía ocultar en su mirada la incomodidad y la vergüenza que todo eso representaba para él. Yibram tendría en aquel momento unos cinco o seis años, no sabría decirlo, y era hacia su padre, que como todo padre para un niño de esa edad era su héroe amado más allá de cualquier otra cosa, contra el que, por razones que el pequeño no estaba en capacidad de comprender, se descargaba en ese momento una molestia que, incluso ya en aquellos días lejanos (recordemos que esa fue la época en la que los “cacerolazos” se hicieron costumbre contra los afectos al gobierno) tenía mucho que ver con situaciones que iban mucho más allá del tiempo de espera obligada en esa vaporosa cabina.

 

No espero que ni Tarek ni Yibram lo recuerden, quizás ni cuenta se dieron, ni busco con esto que les cuento reconocimiento ni agradecimiento de ningún tipo, pero sí quiero dejar claro que inmediatamente, a ver en el pequeño la fuerte impresión que le estaba causando el alboroto, le pedí con un gesto a los demás pasajeros que tomasen en cuenta al niño y que no le hicieran pagar la culpa del padre. En ese momento no tenía yo hijos aún, pero me parecía muy duro que un inocente se viese obligado a tan temprana edad a llevar sobre los hombros cargas ajenas. Me vi en ese espejo y sentí que lo que estaba ocurriendo, aún justo contra el progenitor, no lo era contra el vástago, y pensé que dejar correr las aguas de esa ira no serviría para cosa distinta que para promover resentimiento y dolor en quien no lo merecía.

 

No iba a ser yo el que avalara que nos comportásemos de la misma forma en la que, ya estaba claro incluso en aquellos momentos remotos, se comportaban y se comportarían los intolerantes que ayer y hoy nos oprimen por el simple hecho de pensar distinto y de tener sueños diferentes.

 

En fin, de alguna forma, quizás porque al reparar tras mi gesto en la mirada nerviosa del niño todos los pasajeros sintieron lo mismo que yo, el escándalo cesó. Tarek, eso lo recuerdo con claridad y no tengo prurito en contarlo también, pretendió no darse por enterado, pero abrazó con ternura a su hijo calmando, como corresponde, su ansiedad. Desde allí, el vuelo transcurrió con normalidad.

 

Cuento esto porque a mí sí me movió mucho la reciente declaración pública de Yibram Saab, hijo del ahora improbable defensor, mejor llamarlo “ofensor”, del pueblo, y no dudo ni por un instante de su sinceridad y de la valentía de la que tuvo que hacerse para encarar a su padre de esa manera. Me lo imagino enfrentado una y mil veces a situaciones similares a la narrada, por lo que pudo haberse dejado llevar una y mil veces por el resentimiento, convirtiéndose en uno de estos seres irracionales y obtusos que no miden al opuesto más que con las varas del odio, pero no lo hizo. Por el contrario, creció, y puesto en el lugar de hacerlo, desafió a su padre como pocos lo habrían hecho, y esto no debió ser fácil para él. Yibram es presente y futuro que le exige a su padre, el pasado, que no le corte las alas ni la vida. Su gesto, simbólico y contundente, merece respeto.

 

Además, no encuentro sustento válido ni lógico que permita afirmar con seriedad que se trató la expresión de Yibram de un “juego de laboratorio” ideado por algún oscuro estratega del G2 cubano, o por alguno de esos “iluminados” de nuestros cuerpos de “inteligencia”, como algunos han querido hacerlo creer. Si así fuese, ¿cuál beneficio le reporta al régimen?, ¿tan brutos son los espías antillanos o los Maxwell Smart criollos que se lanzan una jugada como esa, esperando obtener de ella algún tipo de ventaja contra la oposición? Lo más que se ha llegado a decir, y es francamente absurdo (a las pruebas me remito) es que como esa declaración se hizo pública el mismo día en el que fue asesinado de un bombazo en el pecho Juan Pablo Pernalete, con la difusión del video de Yibram se pretendía “ocultar”, como si eso fuese posible, el vil asesinato de ese día, o en todo caso, restarle notoriedad ¡Y vamos! Aún cuando eso fuese cierto, ya que nadie ha podido demostrarlo más allá de su propia afirmación visceral, la reacción de Venezuela entera ante las hasta ahora cerca de 30 muertes en las protestas, y especialmente ante la de Juan Pablo, bastaría para demostrar que ese tiro le habría salido por la culata directo a la jeta del que lo pensó (repito, en la hipótesis improbable de que hubiese sido así) como una certera “maniobra” en defensa de la “revolución”.

 

Tampoco veo en esto ningún beneficio “colateral”, ni político ni personal, para el padre, esto es, para Tarek. En todo caso, lo único que queda claro es que su hijo es un joven digno y valiente, lo cual debe enorgullecerle. Él mismo se ocupó de volver a mostrarse como se le percibe al afirmarse ante la prensa, sin modestia alguna, como un “padre ejemplar”, y quizás lo sea, no lo sé, pero es que, como ocurre con las damas, la que en verdad lo es, no tiene que estarlo gritando a los cuatro vientos. Igual pasa cuando te reclamas continuamente como defensor de los derechos humanos mientras permites que vapuleen, encarcelen injustamente y hasta asesinen a tus compatriotas, a esos que juraste y que estás en posición de proteger.

 

Bien decía un amigo en estos días que, si algo quedaría de todo esto para la posteridad, es que cuando Venezuela vuelva a ser libre, a Yibram no se le conocerá como el hijo de Tarek, sino al revés. Tarek quedará relegado a ser recordado no solo como el peor defensor del pueblo que hayamos tenido jamás, como el que se negó a recibir constantemente a la ciudadanía que le reclamaba que cumpliera cabalmente sus funciones ocultándose tras las barreras de la más brutal represión policial y militar que hayamos conocido en los últimos tiempos, y solo podrá a su favor, en todo caso, exigir que se le recuerde como el padre de Yibram.

 

Por supuesto, eso no es poca cosa. No hay buen padre que no anhele y desee que sus hijos terminen siendo mucho mejores que él mismo, desde que soy padre lo sé, pero por mucho orgullo que le inspire su descendencia, esto no le servirá a Tarek para aliviar el peso de las piedras históricas él mismo ha puesto en su mochila. Esa es su carga y su responsabilidad, y a él le corresponde lidiar con las consecuencias de sus acciones y omisiones.

 

Y a eso voy. Al igual que lo pensaba hace ya tantos años, creo que los pecados del padre no se trasladan a los hijos. Las virtudes tampoco. Porque esa es ley de vida, aunque a los hijos y a los padres nos unan vínculos especiales y poderosos, creo que cada cual construye su propio camino y cada quien, al llegar el momento de rendir y de rendirse cuentas, es dueño de su propia tragedia, de sus propias ignominias, o de la gloria y buena reputación que se haya labrado en su curso vital. Es verdad, el buen nombre de nuestros padres nos enorgullece y nos conforta tanto como la mala reputación o sus malas acciones pueden llegar a avergonzarnos, incluso cuando ya se hayan ido, pero ni lo uno ni lo otro nos define como seres humanos.

 

Los padres e hijos podemos ser parecidos, pero no somos lo mismo, y jamás estará bien juzgar al fruto por el árbol del que proviene. Así lo he creído siempre, no solo ahora, y creo que a todos nos haría bien aceptarlo, sobre todo en estos tiempos crispados tan fáciles para el juicio apresurado y para la visceralidad. Venezuela, este es mi llamado, nos merece mejores, menos desconfiados o suspicaces y, sobre todo ahora, mucho más cercanos a la mejor versión que de nosotros mismos podamos mostrar.

 

Hijo de Raúl Baduel fue trasladado hacia la cárcel Fénix de Lara

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Raúl Emilio Baduel fue trasladado hacia la cárcel Fenix de Lara sin una orden judicial, lo denunció su abogado Omar Mora Tosta.

“Mientras recurso de casación esta «dormido» en el TSJ. Baduel es trasladado a la Cárcel «Fenix» Lara, sin orden judicial y violando sus derechos humanos”, escribió vía Twitter.

Ayer, su hermana había denunciado que Baduel había sido trasladado desde el Centro Penitenciario de Aragua y se desconocía su paradero.

El joven fue detenido hace dos años en el estado Aragua mientras se encontraba protestado. Fue acusado junto a Alexander Tirado de los delitos agavillamiento, instigación a delinquir e intimidación pública.

 

San Nicolás no tiene barba, por Reuben Morales

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Esta navidad me dio el mejor regalo: llevar a mi hijo de dos años a su primer juego de pelota profesional. Fue un Caracas- La Guaira. Era home club Leones y nosotros, guairistas. Ahora entiendo por qué Tobías quiso ir vestido con su disfraz de Superman.

 

Toda mi vida he ido a ver pelota al estadio Universitario de Caracas, pero vivir la experiencia desde los ojos de mi hijo es mejor que una casa sin billetes de cien. Para Tobías el estadio no fue un recinto deportivo, fue en cambio un gran mall de chucherías, tequeños, cotufas, refresco… ¡ah!, y unos tipos abajo jugando algo. Aunque para él, todo el juego se resumió a ver la calva del señor de enfrente.

 

En su visión, el estadio fue un spa. Las tribunas no fueron tribunas, sino obstáculos para jugar escalada. Donde uno coloca los pies se convirtió en una guarida. Si escuchaba un reguetón, lo bailaba. Cuando vio a la gente gritando cualquier necedad al terreno, se sumó diciendo “¡Batéalo!… ¡Batéalo!… ¡La luna!”. Luego dieron un batazo y gritó “¡Goooolazo!”.

 

Ese día entendí que ir al estadio es un gran rito de iniciación. En primer lugar, ponen en la entrada a un grupo de hermosas promotoras. Tobías no se resistió. Por voluntad propia las comenzó a saludar. No sé si fue por sus figuras o porque veía cuatro pares de sifones de leche materna. En segundo lugar, el Universitario cuenta con una mezcla bacteriológicamente perfecta para demostrar si un niño es apto en la escala evolutiva. Por un rato descuidamos a Tobías y cuando volteamos, estaba comiendo cotufas del piso. Luego, en el octavo inning, me dijo una frase que partió mi historia en dos: “Papá, pupú”.

 

¡Ya va! Vamos a revivirla, pero entrando en contexto: Estadio Universitario… hogar de las pocetas más sucias de Caracas… octavo inning… (ahora las pocetas estaban ocho innings más sucias)… fue entonces cuando soltó: “Papá, pupú”. Mis oídos dejaron de escuchar el ambiente. Ahora solo oía violines espeluznantes de Hitchcock y la frase retumbando en mi mente: “¡Papá, pupú!”… “¡¡Papá, pupú!!”… “¡¡¡Papá, pupú!!!». Si ya entrar a estos baños para orinar puede quemarte treinta neuronas; ahora imaginen lo que me esperaba.

 

Fuimos al baño. Me puse frente a la poceta, como Harry Potter retando a un Dementor. Saqué toallitas húmedas y le di a ese trono como si yo fuese el limpiabotas de un presidente. Ahora, a esperar que Tobías hiciera. Me disculpan los del estadio, pero ese día violé la regla de que las toallitas húmedas no se botan dentro de la poceta. Además, no sé si era la mezcla de gases tóxicos, pero las toallitas comenzaron a hablarme: “¡No, Reuben!… ¡No nos dejes aquí!… ¡Por fa!… ¡Con el baño de un restaurante chino nos conformamos!… ¡Noooooo!”. Discúlpenme, toallitas, pero la vida de Tobías estaba en riesgo. Afortunadamente sobrevivió y su sistema inmune salió fortalecido. Hasta el pediatra nos dijo que ya no le harán falta las vacunas de sarampión y rubeola.


Cuando salimos del baño había culminado el juego. La Guaira ganó 6-0 y no solo nos llevábamos la victoria de nuestro equipo, sino el mejor regalo de navidad. “Has creado un vínculo indestructible”, me dijo mi primo Javi. Mi colega Gordy Palmero se lleva créditos por habernos invitado. Mi papá también, porque alguna vez él fue feliz regalándome mi primera ida al Universitario. Seguramente mi hijo Tobías no lo sabe, pero involuntariamente me dio el mejor regalo de navidad. Ese día descubrí que San Nicolás tiene dos años y no tiene barba.

 

@reubenmorales

Hieren a esposa e hijo de PNB en intento de robo en Los Cortijos

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La noche de ayer lunes, antisociales hirieron a la esposa de un oficial de la Policía Nacional Bolivariana y a su hijo de un año y seis meses, cuando se resistieron al robo de sus pertenencias.

El hecho se produjo en la avenida Francisco de Miranda a la altura de Los cortijos, frente al KFC, donde el oficial Carlos Sojo fue interceptado por sujetos que intentaron robarle su vehículo.

El funcionario se resistió y aceleró por lo que efectuaron varios disparos alcanzando a su esposa Daniela Del Carmen Castellano en la región cráneo encefálica y en el brazo izquierdo; y a su hijo de 1 año y 6 meses en el estomago.

Los sospechosos que dispararon al PNB y a su familia andan a bordo de un vehículo Renault (S/I Modelo) color negro con emblema taxi, según reportaron varios periodistas de sucesos en las redes sociales.

 

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