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Caos

Sistema Metro y Metrobús prestarán servicio gratuito hasta el lunes

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El ministro de Transporte y Obras Públicas, Ricardo Molina anunció que el transporte público perteneciente al Sistema Integrado de Transporte y los sistemas Metro de Caracas, de Los Teques, Valencia y Maracaibo prestarán servicio gratuito.

La medida fue anunciada debido al caos que se ha presentado en varios estados del país debido al canje de los billetes de 100 bolívares.

Ciudadanos en el interior del país protestaron desde tempranas horas de este viernes para exigir soluciones por la falta de dinero en efectivo. A través de las redes sociales se han reportado manifestaciones en los estados Táchira, Trujillo, Monagas, Anzoátegui, Bolívar, Barinas y  Zulia. En algunas de estas entidades también se habrían presentado saqueos.

 

Diputados de oposición opinan sobre la salida de circulación del billete de Bs 100

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El economista José Guerra, diputado a la Asamblea Nacional por la Mesa de la Unidad Democrática, advirtió que colapsó el sistema de pagos tras la salida de circulación del billete de 100 bolívares.

“Pregunto, ¿cómo se paga hoy la camioneta, la gasolina, el mototaxi, en la bodega, la propina, el taxi, en la panaderías? ¿Estos genios pensaron?”, escribió el diputado en la red social.

Los billetes con denominación de 100 bolívares representaban casi la mitad del total de efectivo circulante en el país, por lo que ante la ausencia de los nuevos billetes y monedas los bancos comenzaron a quedarse sin efectivo, reportan los ciudadanos.

  Por su parte, el también diputado Freddy Guevara, le envió un mensaje al gobierno solicitando que restituya el valor del billete de 100 bolívares que fue sacado de circulación desde el pasado martes 13 de diciembre.      

  Consideró que el primer mandatario Nicolás Maduro «representa caos y abandono para Venezuela».    Luis Florido también se pronunció vía Twitter alegando que, el presidente de la República solo sabe administrar el caos.  


Detención preventiva en caos por Carlos Nieto Palma

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La detención preventiva en Venezuela se ha convertido en un caos y uno de los graves problemas del sistema penitenciario venezolano, aun cuando el organismo encargado de garantizar el respeto de los derechos humanos de los privados de libertad, como es el Ministerio del Servicio Penitenciario, pretenda escurrirse el bulto y responsabilizar de esta crisis a los que no son.

A manera informativa es importante que los lectores sepan que si una persona es detenida por policías por haber delinquido es llevada a centros de detención preventiva de los cuerpos policiales, llámese comisarías, retenes, comandos policiales, etc. En estos recintos los detenidos deben permanecer las primeras 48 horas, periodo en el que es presentado ante un juez que, en caso de dejarlo privado de libertad, decide cuál es el recinto carcelario al que debe ir. Esto, en los actuales momentos, es simple teoría, nada se cumple.

La detención preventiva en Venezuela se ha sumado al caos que se vive desde hace mucho tiempo en todas las cárceles del país. Solo basta darnos un paseo por las noticias y ver que solo en los últimos días en el retén policial de Carúpano 600 reclusos realizaron una huelga de hambre por las condiciones en que se encuentran; en Barquisimeto, en una riña hubo dos presos decapitados y en el retén de menores de la misma entidad los jóvenes detenidos hicieron una huelga de sangre para denunciar los maltratos que reciben por parte de los funcionarios de ese sitio. Igualmente en la sede de la Policía del Táchira los presos secuestraron a 2 funcionarios policiales y 10 familiares que estaban de visita reclamando por sus condiciones de vida en ese lugar. Al momento de escribir estas líneas este evento en Táchira seguía sin solución y llevaba 6 días de haberse iniciado el conflicto.

El defensor del Pueblo, en uno de los pocos arranques de sensatez que tiene, reconoció esta crisis que se vive en los centros de detención preventiva y dio cifras considerables en este sentido. Anunció que en estos recintos había 33.000 detenidos, de los cuales 27.000 se encuentran en sedes de policías estatales, municipales y nacional; 5.000, en calabozos del Cicpc. De todos estos detenidos hay 3.000 que ya están condenados y para el resguardo y custodia de estas personas se emplea 30% de los funcionarios policiales.

De acuerdo con datos anteriores de una investigación que estamos haciendo en la organización que dirijo, Una Ventana a la Libertad, les podríamos agregar a estas cifras de la Defensoría del Pueblo que estos reclusos están regados en aproximadamente 400 recintos a lo largo y ancho de toda la nación con un hacinamiento extremo en todos y en algunos casos cifras alarmantes que superan el 1.000%.

El problema del hacinamiento en los centros de detención preventiva, al igual que en los recintos carcelarios, es consecuencia de la mala política en materia penitenciaria que afrontamos en Venezuela. Hay que tomar en cuenta que mucho antes de que se creara el Ministerio del Servicio Penitenciario se había ofrecido que se construirían 25 nuevos recintos carcelarios, y solo se construyeron 3 (CP. Coro, Yare III y CP. Región Insular). Igualmente la ministra del Servicio Penitenciario al inicio de su gestión, hace 5 años, ofreció la construcción de una cárcel para procesados en cada estado del país y hasta ahora solo ha hecho 2 (26 de Julio y CP. Fénix), por lo que convirtió estas promesas incumplidas en una de las principales causas del caos que se vive en la totalidad de los centros de reclusión.

Para que tengan una idea de la gravedad del problema que vivimos en estos sitios, les decimos que la capacidad aproximada en todos los centros de detención preventiva es de 8.000 reclusos y tenemos 33.000. Por otra parte, en los centros penitenciarios hay un aproximado de 55.000 reclusos, y su capacidad es solo para 20.000. Tenemos una cifra de personas privadas de libertad que aproximadamente es de 83.000, donde solo hay una capacidad real para tener 28.000. Tenemos un excedente de 55.000 reclusos, cifra sin dudad alguna alarmante.

No menos grave resulta que al menos 30% de los funcionarios policiales  están dedicados a cuidar presos, en vez de estar en las calles velando por la ciudadanía en uno de los países más peligrosos del mundo.

La situación es grave y el régimen nada hace para solucionarlo, el ministerio solo ofrece y miente, pero no cumple y se niega a asumir que la crisis que se vive en los centros de detención preventiva es su única y absoluta responsabilidad, al implementar mecanismos de acceso de detenidos a los recintos carcelarios bajo su mandato, con procedimientos arbitrarios e ilegales.

La situación cada día es más delicada. No solo es el alto porcentaje de policías cuidando reclusos, sino que de continuar la situación llegará el momento en que los cuerpos de seguridad no podrán detener a delincuentes porque no tienen dónde meterlos. El ministerio tiene que responder a este problema pronto.

@cnietopalma

El Nacional

¿Seguridad alimentaria? por Carlos Nieto Palma

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La seguridad alimentaria se ha convertido en el problema más grande que vivimos los venezolanos actualmente; lo que nuestra Constitución garantiza respecto a este tema es simple letra muerta, como muchos de los artículos de nuestra carta magna. El hambre de la población venezolana lo vemos en cada esquina de nuestra geografía; es algo que no podemos ocultar porque está allí, latente en cada hogar venezolano que cada día tiene menos que comer y en muchos casos no tiene nada que comer: el rostro de la gente refleja hambre.

No basta que la Organización Mundial de la Agricultura y la Alimentación nos hayan dado un premio en 2012 y 2015 por haber erradicado el hambre de nuestros hogares, ni con que nuestra canciller haya dicho en la OEA que aquí había comida para alimentar a tres países igual al nuestro. El mundo entero ya está claro de que en Venezuela se vive una grave crisis humanitaria en materia de alimentación, sin exceptuar la crisis en medicamentos y de la cual no me estoy refiriendo aquí, pero que es tan grave como la de alimentos.

Para refrescarnos un poco la memoria, en el artículo 305 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se establece: “El Estado promoverá la agricultura sustentable como base estratégica del desarrollo rural integral, a fin de garantizar la seguridad alimentaria de la población, entendida como la disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito nacional y el acceso oportuno y permanente a estos por parte del público consumidor. La seguridad alimentaria se alcanzará desarrollando y privilegiando la producción agropecuaria interna, entendiéndose como tal la proveniente de las actividades agrícola, pecuaria, pesquera y acuícola. La producción de alimentos es de interés nacional y fundamental para el desarrollo económico y social de la nación. A tales fines, el Estado dictará las medidas de orden financiero, comercial, transferencia tecnológica, tenencia de la tierra, infraestructura, capacitación de mano de obra y otras que fueren necesarias para alcanzar niveles estratégicos de autoabastecimiento. Además, promoverá las acciones en el marco de la economía nacional e internacional para compensar las desventajas propias de la actividad agrícola”.

La situación de inseguridad alimentaria que vive el pueblo venezolano se caracteriza por desabastecimiento, escasez y carestía de productos que se expresa diariamente en las calles venezolanas.

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en su informe relativo al primer semestre de este año, documentó 954 protestas por alimentos realizadas principalmente por vecinos. Un promedio de 5 protestas diarias en todo el país. Esta cifra representa un aumento de 90% en comparación con el primer semestre de 2015, cuando se reportaron 502 protestas. Según este mismo informe: “En respuesta a la grave situación de inseguridad alimentaria que atraviesa Venezuela, el Estado implementó un sistema de distribución de productos alimenticios controlado por grupos con filiación político-partidista denominados Comités Locales de Abastecimiento y Producción. Según la vocería gubernamental con este nuevo esquema de distribución se garantizará la seguridad alimentaria y soberanía del país. Sin embargo, desde que los CLAP iniciaron la distribución de productos se incrementaron considerablemente las protestas por alimentos. Por ejemplo, en mayo presentaron un repunte de 320% y en junio de 309%, en comparación con los mismos meses de 2015”. Igualmente el OVCS, en el primer semestre de 2016, documentó 416 saqueos o intentos de saqueo en todo el país. Continúan los actos violentos en contra de locales comerciales, abastos, supermercados y transportes. Desde marzo los saqueos superan a los intentos de saqueo.

Una muestra del caos alimentario que vivimos los venezolanos pudimos palparlo el domingo pasado en la frontera de Venezuela con Colombia en el estado Táchira cuando un aproximado de 35.000 personas, en su mayoría mujeres, acudieron a la ciudad de Cúcuta a proveerse de alimentos básicos que aquí no consiguen, en un permiso que dio ese día el régimen, de abrir el paso por la frontera por unas horas, cuya multitudinaria movilización es la más clara señal de que el caos es cada vez más grande y el hambre aumenta en la población.

El régimen sigue sin dar muestras claras de solucionar de manera inmediata el problema de hambre que vivimos los venezolanos; lo último que ha hecho es crear una nueva misión para abastecer a la población de alimentos y que será dirigida por el ministro de la Defensa y a quien estará subordinado todo el tren ministerial.

Hasta ahora no hay signos inmediatos de solucionar el problema de alimentación. Los venezolanos seguimos en la calle buscando comida, sin conseguirla, no vemos acciones reales para salir del caos, todo se circunscribe en promesas a futuro pero nada que dé una solución inmediata que es lo que esperamos todos los venezolanos. Mientras el hambre continúa, amanecerá y veremos.

 

@cnietopalma

cnietopalma@gmail.com

 

Tomás Guanipa: Caos en Caracas por las lluvias es responsabilidad de Maduro y Jorge Rodríguez

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El Diputado por el Distrito Capital, Tomás Guanipa responsabilizó a Nicolás Maduro y a Jorge Rodríguez por el caos que generaron las precipitaciones caídas la noche del martes en la ciudad de Caracas, que hicieron padecer a los caraqueños por la falta de un sistema de alcantarillado y drenaje en buen estado.

“El caos en Caracas por las lluvias es responsabilidad de Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez, ambos deben responderle al país que hicieron con el dinero presupuestado para el mantenimiento del sistema de alcantarillado en la capital, donde están los recursos de los planes de mantenimiento y porque la primera lluvia fuerte del año convierte a Caracas en una suerte de pequeña Venecia sin canales y sin respuesta para sus ciudadanos”, puntualizó Tomás Guanipa.

El Secretario General Nacional de Primero Justicia remarcó además que es momento que la Asamblea Nacional revise que están haciendo el gobierno con estos recursos que fueron presupuestados y que al llegar el momento se observa que no fueron invertidos con eficiencia.

“Tendremos que meterle el ojo a las empresas que supuestamente llevaron adelante este mantenimiento, alguien del Gobierno nacional, del Distrito Capital y el Alcalde de Caracas tiene que darle la cara a los ciudadanos y explicar porque las calles de nuestra ciudad capital se convirtieron en canales con sólo la primera lluvia del año”, fustigó.

El también parlamentario Adrián Lovera rechazó este miércoles el caos en que las lluvias han transformado a la ciudad capital y exigió a las autoridades del Municipio Libertador y del Distrito Capital explicar a los ciudadanos porque el sistema de drenaje colapsó.

«Sencillamente estamos ante improvisados, ante funcionarios que no les duele Caracas, nuestra capital no merece ser gobernada por indolentes e incapaces que sólo asisten a actos partidistas, pero que no mueven un dedo para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, Caracas no merece seguir en manos de la boliburguesía roja a la que no le importa el sufrimiento de los caraqueños, sobre todo de los sectores populares», sentenció Lovera.

El dirigente capitalino indicó que los concejales de la Unidad Democrática en el Concejo Municipal de Caracas, así como los diputados a la Asamblea Nacional por el Distrito Capital van a exigir respuesta a las autoridades del Municipio Libertador por las condiciones en las que se encuentra el sistema de drenaje capitalino.

 

Carlos Blanco Ago 19, 2015 | Actualizado hace 9 años
El orden malandro por Carlos Blanco

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El colosal desastre actual, sin empuñadura por donde asirlo, da la impresión de ser un caos permanente, potenciado hasta la exasperación. Parece que el estado de bochinche supremo y de hiperestesia fuese algo incompatible con un cierto equilibrio. No es así. Bajo el imperio chavista, incluida esta etapa final marchita y ultracorrompida, se ha ido varias veces desde el orden al desorden y de nuevo al orden; de la estabilidad a la fragilidad, una y otra vez, y esto explica por qué ha estado a punto de melcocha varias veces y por qué se ha recompuesto otras tantas; sin que esto prejuzgue sobre lo que ha de venir.

A la mirada estrecha y adocenada, las rebeliones habidas en estos años han sido “aventuras” fallidas; sin tomar en cuenta –o desechando– que un cambio radical es posible cuando se pasa de un cierto orden a un desorden, de la armonía al caos. En el filo de ese tránsito los cambios radicales pueden –digo, pueden– tener lugar. Si no ocurren en ese momento, viene una nueva estabilidad aunque sea precaria.

El bachaqueo ilustra este vaivén. El desastre económico condujo a la escasez; la escasez a crecientes niveles de desesperación por las colas y las migraciones de un sitio a otro para conseguir lo inexistente; ese caos podía conducir, como ocurrió varias veces, a disrupciones violentas. Poco a poco se le sobrepuso un orden: desde el gobierno se inventaron variedades de racionamiento; y desde la sociedad civil la imposición de una nueva profesión, la del bachaqueo: un orden nuevo sobrepuesto al desorden de la escasez.

Así ocurre con la inseguridad. La desprofesionalización de las policías y la creación de los grupos paramilitares, así como el enaltecimiento del malandraje como tributo a la pobreza que supuestamente lo producía, generó el caos. Luego, los colectivos, la policía y los guardias nacionales coludidos instauraron un orden rojo en las calles que no combatía el crimen sino a la oposición. Se desataron los asesinatos al por mayor. El gobierno intenta controlar el caos que ha generado en 16 años, pero lo que emerge es un caos mayor en el cual muchos colectivos, malandros, pranes y policías no pertenecen a bandos opuestos sino que son parte de la misma úlcera que deshace el tejido social. Germina un orden instaurado por el crimen en barrios, prisiones y pueblos del país.

El Orden Malandro no está destinado a durar. Vendrá una nueva crisis. No es cierto que los ciudadanos no volverán a salir a la protesta; lo hacen a diario y en una de esas idas y venidas se producirá el tsunami y la salida del régimen.

 

@carlosblancog

El Nacional

Anarquía nuestra de cada día por Carolina Jaimes Branger

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La anarquía se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Anarquía en sus dos acepciones: como ausencia de poder público y en términos de desconcierto, incoherencias y barullo, como bien apunta el DRAE. Aquí los poderes públicos están al servicio del régimen. Esta semana que pasó tuvimos dos claros ejemplos de cómo los poderes públicos están subyugados por el Ejecutivo: Maduro se jactó de haberle “ordenado” al CNE que incluyera las cuotas de paridad de género en las candidaturas para la Asamblea Nacional (aún cuando todos sabemos que la maniobra no obedece a que le importe la paridad, sino para descalabrar a la oposición) y además dijo que Venezuela no aceptaría observación internacional en clara intromisión -nuevamente- en el poder electoral.

La anarquía está presente en nuestras vidas todos los días y en todos los ámbitos, no solo el político. Aquella mañana salí temprano.  Salir en Caracas es una odisea: sortear a los motorizados es ya una proeza. Se había ido la luz -para variar- y causó un caos en una esquina. Todos querían pasar primero, lo que ocasionaba que nadie pasara. Volvió la luz. Cuando me tocaba pasar, un motorizado de esos que ahora vemos a cada rato, con chaqueta grande para disimular el arma y en una gigantesca moto sin placas, se atravesó frente a mi carro y empezó a dirigir el tránsito en sentido contrario, hasta que una camioneta negra, blindada y sin placas, pasó. ¿Por qué tengo que detener mi libre tránsito si quien me está mandando a parar no está uniformado y ni siquiera tiene placas en su moto?… ¿Por qué los escoltas ahora no están identificados?… Me agarró la luz nuevamente. Un grupo de policías en bicicleta se pararon frente a mi carro y cuando cambió la luz ¡se comieron la flecha! Uno se salvó de milagro de ser atropellado por un carro que venía desde atrás comiéndose la fila, pero no lo detuvo. La impunidad campea.

Llegué al lugar donde tenía pautada la reunión. No había máquina que dispensara tickets. El hombre que los repartía estaba sentado en una silla. Ni siquiera me miró cuando me paré al lado, esperando que me entregara la papeleta del estacionamiento. Hablaba animadamente con la cajera. “Señor, por favor”. Nada. Seguía conversando. “Señor, por favor, el ticket”. Nada. Toqué la corneta, e indignado me regañó “¿por qué tiene que tocar la corneta? ¡yo sé que usted está ahí!”. Es decir, que el hombre estaba seguro de que era más importante la cháchara que el trabajo y que yo tenía que esperar a que él terminara de hablar para que me entregara el ticket. El servicio al público es inexistente. Aquí la gente confunde servicio con servilismo. Y así esperan que vengan turistas…

Cuando llegué a la oficina, ninguno de los convocados había llegado. Esperé media hora, tres cuartos de hora… El primero llegó hora y diez minutos después. “Me quedé dormido”, dijo. Claro, el tiempo de los otros no importa. Nadie piensa en su prójimo. A la hora y media apareció la otra convocada, aterrada porque la acababan de asaltar llevando los niños al campamento de vacaciones. Los niños venían con ella,  con los ojos desorbitados del miedo. Cancelamos la reunión. Me monté en el carro y ¡bingo!… ¡cadena!. Lo que me faltaba. Apagué el radio.

Decidí que tenía tiempo de pasar por la farmacia a comprar un remedio para mi hija. “La” farmacia es un decir. Pasé por cuatro farmacias antes de conseguirlo. En una de las farmacias que me acerqué a preguntar si había el remedio para saber si esperaba o no, una alterada señora me gritó que no me coleara. Y no la culpo: la gente está harta de hacer colas y más harta de que lleguen los vivos a colearse. Entonces asumen que todos los que se acercan es para colearse y la mayoría de las veces no se equivocan.

Llegué a mi casa sin ganas de volver a salir. Agotada, triste y desesperanzada. ¿Por qué todo es tan difícil? Y una vez más respiré profundo para que me afectara lo menos posible esta anarquía nuestra de cada día…

 

@cjaimesb

Crónica del caos y la improvisación por Marcelino Bisbal

Panamericana

 

En astrofísica se ha desarrollado una teoría que se ha dado en llamar “teoría del caos”, la cual ha originado todo un estudio acerca de las irregularidades y el desorden en que se encuentra el universo como parte de la realidad. En la naturaleza, por supuesto que en la vida como un todo, existen irregularidades y fenómenos complejos que hacen que nuestra percepción de las cosas resulte inacabada, por decir lo menos. En tal sentido, se ha configurado una disciplina que propone estudiar la existencia desde un nuevo modo que consiste en aceptar al mundo tal cual es y tal cual se nos presenta.

Desde la Caología, así se le llama al estudio del caos, el mundo visto como sistema es caótico, flexible y no lineal y está impregnado de caos ordenado. Conceptos como la no linealidad, el efecto mariposa y la complejidad de la vida y su conocimiento constituyen categorías, mejor paradigmas, para entender y explicar el orden como un desorden armonioso. La película El efecto mariposa escrita y dirigida por Eric Bress es una buena muestra del intento de explicar, en imágenes, lo que nos plantea esta teoría: “El aleteo de una simple mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.

Carlos Monsiváis en un excelente libro de crónicas, Los rituales del caos, nos dice que en este se inicia el perfeccionamiento del orden. Si esto en algún momento, en relación directa con el universo-mundo, fue y pareciera ser cierto,  en la realidad venezolana ha dejado de serlo. ¿Se puede extrapolar la teoría del caos para explicar nuestro caos? ¿Podemos aceptar nuestro desorden, nuestro caos tal como se da, renunciando a la ilusión de un mejor país como realizable y previsible?

En estos diecisiete años del gobierno, primero con Chávez y ahora con Maduro, la vida del país se ha convertido en un “feroz desorden”. Desde el poder se ha venido imponiendo la raíz de ese desorden, de la improvisación y de la incapacidad llevada a extremos inimaginables: proyectos que han ido y venido; políticas públicas que se contradicen entre sí; planes que no atienden al mínimo sentido común; la improvisación como método para atender las urgencias; los operativos que confluyen en las llamadas misiones llenas de voluntarismo pero de mucha incapacidad para atender las realidades; la creación de nuevos poderes públicos como intento de refundar al país; la ideología como instrumento para explicarlo todo y polarizar, incluso para producir exclusiones y marcar diferencias… En fin, esos rituales marcados políticamente han servido para mostrarnos el fracaso rotundo del régimen. Otra vez el mexicano Monsiváis acude para que intentemos entender: “El desorden se aquieta, las multitudes admiten las disciplinas del pasmo, y tiene lugar la mezcla perfecta de imposición autocrática y nivelación democrática”.

La antropóloga Paola Vásquez nos ofrece una gran investigación para que podamos explicarnos la tragedia de 1999, en el momento mismo en que Hugo Chávez salía triunfante por la aprobación de la nueva Constitución, cuando se dio el llamado deslave por las copiosas lluvias que se precipitaron desde el 11 de diciembre. Aquello fue nombrado por los medios y el discurso presidencial como “La tragedia”. El estudio se tituló Poder y catástrofe. Venezuela bajo la tragedia de 1999 (Editorial Taurus, 1999). En la investigación la antropóloga demuestra, entre muchos aspectos, “la manera en que se atribuyen y distribuyen las responsabilidades en las instituciones del Estado” y “la justificación política de la militarización”.

Desde ese trabajo pudiéramos entender lo ocurrido la semana que ha transcurrido en la carretera Panamericana. Estas son las imágenes vistas:

–Jueves 23 de julio. A la altura del kilómetro 4. Un grupo de familias portaban una pancarta: “Presidente Nicolás Maduro, nosotros lo apoyamos con el voto. Están montados ahí gracias a nosotros. Pedimos su ayuda”.

–Viernes 24 de julio. Funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, del Servicio Bolivariano de Inteligencia, de la Guardia Nacional Bolivariana y gran cantidad de maquinaria pesada se hacen presentes para proceder al desalojo. No hay paso hacia Caracas. Los vecinos del lugar, El Cují, manifiestan por la acción llevada a cabo y se niegan a ir a los refugios. Desde el poder se les llama “ocupantes ilegales”. El operativo responde a la Operación Liberación del Pueblo que adelanta el Ministerio de Interior y Justicia. Estábamos celebrando 448 años de la fundación de Caracas, además del natalicio de Simón Bolívar.

–Sábado 25 de julio. Sigue cerrada la carretera Panamericana. Despliegue del Ejército, Infantería de Marina, GNB, PNB, Sebin… Camiones militares, tanquetas antimotines… Habitantes del lugar y desalojados observan impasibles la escena. No pueden hacer nada, sino mirar cómo las paredes y techos de sus viviendas son destrozadas y ruedan por la montaña. La gente no renuncia a su espacio, no tienen otro sitio adonde ir, y en rigor, no quieren ir a otro sitio.

Aludamos ahora a un intento de comprender:

–Estos “ocupantes ilegales” están en el lugar desde hace seis años.  Se instalan allí con apoyo de las autoridades. Se les hizo vías de acceso, escalinatas, terrazas… Las autoridades estaban al tanto del surgimiento de ese barrio. Se les dejó construir viviendas bien edificadas. Hasta tenían legalizado su consejo comunal, Emmanuel.

–Algunos testimonios de los desalojados: “Esto nos agarró por sorpresa a todos los vecinos, pues somos una comunidad organizada como lo establece la Constitución. Nos parece muy extraño la medida, venga de donde venga, no sabemos quién la tomó”.  Otro habitante: “Nunca se sentaron a conversar con nosotros. Aquí hay muchos niños… A las mujeres nos han agredido y se las llevaron presas por defender lo que es nuestro”.  Uno más: “Se están llevando a las familias engañadas y luego la GNB dice que no les sale refugio porque nos califican de invasores”.

–La voz oficial. La del ministro del Interior, Justicia y Paz: “Estos despliegues, apegados a las leyes, son para la protección de los ciudadanos. Este es un trabajo pueblo-pueblo; pueblo-soldado, contra las bandas criminales que atentan contra la paz, el amor y la fe”. También se ha dicho que los terrenos serán utilizados para el proyecto de construcción del Parque Hugo Chávez Frías.

¿Por qué ese ensañamiento? ¿Por qué se les dejó invadir unos terrenos? ¿Por qué se les ayudó y aupó desde instancias gubernamentales? ¿Qué ocurrió ahora para llevar a cabo tal operativo militarizado? ¿Por qué se aludió a temas como la seguridad, la protección, la reubicación? ¿Por qué?

Cualquier explicación resulta incierta. Lo que sí está claro es que la teoría del caos no funciona para explicarnos y descifrarnos este des-orden militarizado que nos gobierna a los venezolanos. Estas escenas que se dieron en la carretera Panamericana y las que se darán en los meses y días siguientes, nos están hablando de aquello que nos dice la canción de Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos que recordar que no existe eternidad”.

 

El Nacional