Hay palabras contra las cuales es muy difícil pelear y salir victorioso. Si te les plantas de frente te noquearían fácilmente. La palabra UNIDAD forma parte de ese elenco junto con otras como Amor, Paz, Convivencia, Dialogo, Armonía etc. Estos vocablos están en la conciencias individual y colectiva, como símbolos de cosas positivas y que todos deseamos.
En Venezuela y para el mundo de la oposición la Unidad se ha convertido en un tema de manoseado uso en muchísimos sentidos. Casi todo el mundo señala la crisis de esa unidad de las fuerzas democráticas, como una de las razones por las cuales no hemos salido del régimen de Maduro. No les falta razón a quienes así piensan, no obstante, deberíamos tratar de racionalizar este debate y sacarlo de la histeria colectiva con la que se suele analizar el asunto.
Veamos, la falta de unión suele ser una de las características más acusadas de los conglomerados humanos que se proponen tareas políticas y sociales. En nuestra historia patria hay muchísimos ejemplos de desavenencias entre militantes de una misma causa y que luchaban teóricamente por objetivos tan nobles, como por el que hoy luchamos los demócratas en el país.
Se me vienen a la mente dos episodios protagonizados por el propio Libertador. Uno la entrega de Francisco de Miranda a los realistas y otro el fusilamiento de Piar.
Son dos episodios controvertidos y cuyas razones y consecuencias aún se debaten. El objeto de esta nota no es tomar partido por ninguna tesis en particular, sino la de poner de relieve, como en una situación de enfrentamiento armado contra el colonialismo español, en la que se suponía que la unidad debía colocarse por encima de cualquier protagonismo individual, tienen lugar acontecimientos que a cualquier “tuitero” de la época habría escandalizado y le habría hecho sembrar la desilusión y el desencanto.
El disenso, la división, la lucha fratricida fue una constante en nuestra guerra de independencia y en la formación política de nuestras naciones. Fue tanto así, que Bolívar en su lecho de muerte, solo atina a decir: “Si mi muerte contribuye a que se cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajare tranquilo al sepulcro…”
La historia universal está llena de estos episodios que revelan que las unidades monolíticas, permanentes y sacramentales no existen.
De hecho, podríamos llegar a afirmar que la historia no es el resultado de la permanencia de estas “unidades”, sino una sucesión casi infinita de rupturas y reencuentros.
Regresemos al Libertador en 1813, cuando promulga el Decreto de Guerra a muerte en plena Campaña Admirable. Mucho “tuitero” habría pensado que Venezuela lo que necesitaba era unidad. Hoy le habrían llevado a la Corte Penal Internacional. ¿Cuál fue, empero, el objetivo de este decreto? Muy sencillo, era necesario provocar una ruptura en la sociedad venezolana de aquel entonces. Boves estaba ganándole la guerra con llaneros venezolanos a quienes prometía la tierra de los señoritos caraqueños alzados contra la corona. El populismo de aquellos días estaba haciendo su trabajo. Bolívar entendió que había que sustituir aquella guerra de clases que perdía, por una de liberación nacional que podía ganar, colocando la ruptura en el sitio adecuado. Y eso fue lo que ocurrió. Como se ve, la historia reclama en momentos unidad y en momentos ruptura.
¿Qué tiene todo eso que ver, con la Venezuela de hoy y con el reclamo de unidad en la oposición? Pues, en nuestra modesta opinión, tiene mucho que ver.
Veamos. La oposición venezolana entró, luego de las maravillosas jornadas electorales del 2015 y de las enormes demostraciones de calle del año pasado, cumplidas en unidad formal en torno a la MUD, en un proceso de reacomodo y de definiciones.
Se vio claramente que había posiciones distintas sobre la táctica y la estrategia para enfrentar el régimen. En lo personal no me parece dañino que este proceso de decantación se produzca, no es ninguna tragedia y forma parte del desarrollo normal de un liderazgo social y político. Para mi gusto personal, hacía mucho tiempo habríamos tenido que crear POLOS ORGANIZADOS al interior de la oposición que hubiera permitido al venezolano de a pie, definirse en alguno de ellos. Hace 3 tres años, tome lápiz y papel y elabore una nota sobre esa necesidad y fui personalmente a discutirla con los principales líderes de varias organizaciones. No hubo suerte. No se consideró pertinente proceder a esos nucleamientos.
Ahora, henos aquí con que la vida ha hecho (sin muchos miramientos ciertamente) lo que los líderes han debido apurar en su momento. La farsa electoral de Maduro y Tiby nos agarró como catarro sin pañuelo y dimos la impresión de estar en una tragedia que fue magnificada por la opinadera nacional de las redes.
No estamos efectivamente en el mejor momento de la unidad formal, es cierto, pero quizás estemos en el mejor momento de la formación de un nuevo liderazgo nacional. Así de caprichosos son los procesos históricos. Creciendo como la hierba (que no se nota) hay miles de jóvenes en el país haciendo cosas; hay conflictos diarios a rabiar cada uno con su líder local; cada fin de semana veo jornadas de solidaridad en barrios y comunidades que están dejando huella.
Obviamente a todo eso hay que darle sentido político y direccionalidad. Ese es el verdadero problema. Quien tenga más saliva, tragara más harina. Los líderes políticos que sepan descubrir esos nuevos valores, como lo hace un buen scout de las Grandes Ligas, serán los que estén a la cabeza de los grandes cambios y quienes construirán las nuevas grandes organizaciones.
Somos optimistas enfermizos, la nueva unidad del país ya existe, solo hay de que darle forma. Forma de valor, no de fetiche.