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Comunicado público de la “i” y la “u”
Nosotras, la i y la u, como miembros activos del gremio sindical de las vocales, queremos hacer de conocimiento público que el lenguaje incluyente no nos incluye

 

@ReubenMoralesYa / @IvanDugarte

NOTA: Por favor leer este artículo en tono de discurso político.

Nosotras, como miembros activos del gremio sindical de las vocales, queremos hacer de conocimiento público que el lenguaje incluyente no nos incluye. Hemos sido víctimas de un fraude por parte de nuestra compañera, la letra “e”. Es que, tras siglos de estar bajo el yugo de la hegemonía monárquica de las vocales “a” y “o”, nuestra compañera “e” nos prometió esperanza y futuros de igualdad a todas las vocales que nos encontrábamos oprimidas. ¡Por fin se nos asomaba un rayo de esperanza y de justicia social para la “i” y para la “u”!

¿Y quién lo imaginaría? ¡Ese día llegó! La “e” triunfó y llegó al poder. Nuestras voces al fin serían escuchadas. Pero el tiempo pasó, las promesas quedaron solo en promesas. La “e” nos utilizó para llegar al poder y ahora miren: estamos incluso peor que antes. La muy muérgana ni nos dirige la palabre. ¡Ay, disculpen! Fueron tantos años haciéndole campaña, que es inevitable seguir hablando como ella.

Todos estábamos sumamente emocionados, pero de repente la “e” comenzó a disfrutar de las mieles de la fama y la popularidad y el ego se le disparó tanto, que Donald Trump ya parecía un monje tibetano. Ahora aquí nos encontramos, marginadas en el rincón del olvido con la “Ch” y la “Ll”; mientras todos le celebran a la “e” palabras como “chiques”, “gallines” y “orejes”. Aunque claro, todos prefieren olvidar con qué vocal terminaba la palabra “Hitler”.

Debemos anunciar que, tras investigaciones y rastreo de conversaciones, ya entendimos cuál era la conspiración que se entretejía a nuestras espaldas. ¡Claro!… como la “e” se la pasaba siempre al lado de la “a”, aprovechó para venderle esta propuesta de refrescamiento lingüístico y la “a”, por supuesto, le vio el beneficio. Pero tengan claro que la “e” no es más que un títere de la “a” y la “o”, que son quienes en verdad siguen manejando los hilos del poder.

A pesar de todo esto, nosotras, la “i” y la “u”, no nos quedaremos de brazos cruzados. Ya hemos convocado marchas. Por fortuna, la “u” cada vez ha ido ganando más terreno en las calles gracias a su cántico de “¡Viva la uuuuuu!…. ¡Viva la uuuuuuu!”. Por el lado de la “i”, la estrategia se ha basado más en el mercadeo con humor, logrando con éxito que la gente se haga bullying entre sí, diciendo todo con “i”. ¿Saben a qué nos referimos? ¿Sibin i quí nis rifirimis?

Gracias a Dios, la campaña fue de alto impacto y dejó claro que la “i” tenía un punto. Sin embargo, el gran logro de la “i” fue conseguir un escaño en la comunidad LGBT, haciendo que ahora sea la comunidad LGBTQI+. Sin embargo, ahora estamos haciendo esfuerzos para posicionar un nuevo género que hemos denominado “ultrasexuales” (que son aquellas personas que con dos tragos le meten a lo que sea). Así esperamos que muy pronto la “u” también haga parte de dicha comunidad, extendiendo las siglas a LGBTQIU+.

¡Nuestra lucha por un lenguaje incluyente que nos incluya, no cesará! No nos quedaremos de brazos cruzados ante esta vil traición de la “e”. Seguiremos adelante por un mundo donde un carpintero pueda llamarse como le provoque: carpintero, carpintera, carpintere, carpinteri o carpinteru. Y de no atender a nuestras peticiones, aténganse al clamor popular porque las consecuencias podrían ser peores. No nos hagan llegar al día en que nosotras, la “i” y la “u”, nos declaremos en huelga general indefinida. Así veremos cómo se las arreglará la gente cuando ya nadie pueda decir palabras como “tutú”, “cucú”, “Fifí” o “nini”. Aunque el mundo realmente sabrá quiénes somos, cuando nadie pueda ir al baño porque estará prohibido hacer “pipí” y “pupú”. ¡Il pibli inidi jimís sirí vincidi!… ¡Ju, ju, ju, ju!

Avise a todes

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Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reuben Morales Ago 08, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Mi esposa cambió de sexo
¿Qué es peor? ¿Que tu pareja te sea infiel o que te llegue a la casa con un cambio de sexo?

 

@ReubenMoralesYa

Mi esposa ya no es mi esposa. Es mi esposo… o espose. Así es. Ella o él o elle simplemente llegó un buen día a casa dándome la noticia. Yo imaginaba que la emigración nos traería cambios radicales, pero jamás este. Como es de suponer, mi alarma no fue normal. Sin embargo, Eris (o Eros o Eres) me relajó. Me dijo que estaba en perfecto estado de salud. Que no dolió, fue ambulatoria, cicatrizó bien y que la recuperación sería superrápida.

Con el amor que le tengo y que nos ha llevado a superar otras situaciones, le dije que respetaba su decisión, que la apoyaba, pero que por favor me dejara ver el resultado de la cirugía. Mi curiosidad era demasiado grande. ¿Se lo hicieron con su propia piel? ¿No le pusieron nada? ¿O le pusieron uno donado de un africano que quería hacerse una reducción estética?

Entonces me llevó a la habitación, cerró la puerta, bajó el cierre y se la sacó. Se veía nuevecita, de paquete, de tamaño promedio. ¡Era su nueva cédula colombiana de extranjería! El gran detalle es que en sus datos personales le pusieron “Sexo: M”. ¿Estaría la Registraduría colombiana en lo cierto?

Las abuelas siempre dicen: “A donde fueres, haz lo que vieres”. Por ello, no sabíamos si en Colombia “Sexo: M” significa “Mujer” o si “Sexo: M” es de “Mucho” o de “Más o menos”. ¿Nos estaría espiando la Registraduría todo este tiempo con drones fuera de nuestra ventana? ¿Mi esposa estaría chismeando con una nueva amiga sin saber que esta pertenece al servicio de inteligencia colombiano? Lo cierto del caso es que, gracias a mi esposa, la comunidad LGTBIQ+ ya tiene una nueva letra para agregar: la “M”.

Tal sentencia en su nueva cédula nos sugestionó tanto, que la conducta de mi esposa comenzó a cambiar de forma paulatina. Empecé a notarlo cuando dejó la toalla mojada sobre la cama. Luego me percaté de que entró al baño. Al salir, entré de curioso y vi la tapa salpicada… y no bajó la poceta… y no subió la tapa. Otro día llegué de la calle, me saludó de puñito, me contó que le ofrecieron trabajo en un taller mecánico y después preparó un almuerzo desabrido y en forma de sándwich (dizque para salir del paso con algo rapidito).

En ese momento me di cuenta de que la situación se hacía insostenible. Si bien la amo, debía dejarla ir para que fuese feliz y transitara nuevos rumbos con su nuevo sexo. Fue entonces cuando sonó su celular. Era un número desconocido. Ella contestó, escuchó y me susurró, sobresaltada: “¡Es la Registraduría!”. Al colgar, me dijo que llamaban para enmendar el error de su cédula. Que se acercara al otro día para que le entregaran su nueva cédula que diría “Sexo: F”.

Del tiro me senté en el sofá, respiré profundo y me relajé tanto, que comencé a quedarme dormido tras todo este estrés. De repente, de la nada, escuché un grito: “¿Vas a hacer siesta a esta hora? ¡Mira todos los platos sucios que hay! ¡Lávalos ya! ¡Hay que ver que nadie ayuda en esta casa!”. Entonces me alegré. En ese momento sentí un gran alivio. Era oficial que Eris ya había cambiado al “Sexo: F”. Desde ese momento mi esposo dejó de ser mi esposo. Ahora volvió a ser mi esposa.

Avise a todes

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Juan E. Fernández Ago 08, 2021 | Actualizado hace 1 mes
¿Murió el periodismo?
El periodismo no murió para mí, solo estábamos peleados. Me tomé unos vinos con él y ya somos amigos de nuevo

 

@SoyJuanette

Quienes me conocen saben que desde hace unos años me alejé del periodismo. No solo por la migración sino también por la decepción. De hecho, me refugié en la comedia porque creo que es uno de los géneros más genuinos y al servicio de la sociedad que cualquier otra profesión o disciplina. Porque “jodiendito” (bromeando) podemos marcarle al poder sus errores, aunque eso tenga como consecuencia boicot, multas, demandas y a veces hasta prisión.

Pero ¿por qué me divorcié del periodismo? Sin duda fue por mi culpa, por comenzar a ejercerlo desde la adolescencia en el diario del liceo y no parar; es decir, ejercí el periodismo más de la mitad de mi vida. Hacerlo por tanto tiempo me llevó al detrás de escena, a descubrir que, sea que escribas para un diario del gobierno o de la oposición, eres solo un peón que defiende los intereses de alguien. No del pueblo o del oprimido, sino de alguien poderoso.

Sin embargo, esta semana recibí dos señales que me hicieron ver que el periodismo idealista, ese por el que decidí ejercer la carrera, no ha muerto. La primera de ellas ocurrió el martes, cuando mi amigo comediante argentino, Nico, decidió entrevistarme para un examen final “por mi carrera periodística”. Créanme que traté de convencerlo de que buscara a otra persona, pero mi amigo es terco.

Durante la conversación Nico me hizo viajar a las redacciones que pisé, a la gente que entrevisté, a los profesionales con los que trabajé y a los sueños que cumplí gracias al periodismo.

En este ofició conocí a cineastas, deportistas, ministros, políticos (de esto no me siento orgulloso) y hasta un premio nobel de literatura. Pero lo más importante es que pude hablar con el obrero que vivía a cuatro horas de su trabajo y tenía que levantarse temprano para ganar una miseria, a la madre soltera que debía tener dos empleos para mantener a sus hijos, y a mujeres que, por mucho que lo intentaron, no lograron sacar a sus hijos de la delincuencia y tuvieron que llorarlos.

En fin, gracias a Nico redescubrí (porque en algún momento lo había olvidado) que existen varias caras del periodismo: la más terrible es esa que pone a “la profesión más bonita del mundo” al servicio de los poderosos, ya sean de izquierda o derecha; y el otro periodismo, ese que visibiliza los problemas que no vemos o no queremos ver.

Y afortunadamente de esos periodistas todavía quedan muchos. Me siento agradecido porque me crucé con alguno de ellos, como Norma Rivas, Gisela Rodríguez, Yudeima Sotillo, Gabi Rojas, Olga Maribel Navas, Hugo Vílchez, y muchos otros que, en un país donde el manejo de las influencias campea, lucharon y siguen luchando para reseñar los problemas de las comunidades más golpeadas.

Pero no solo en la fuente «comunidad» existen buenos periodistas; de hecho me crucé con muchos en las fuentes de cultura, radio, deporte y sucesos. Todo joven periodista (porque yo una vez lo fui) tuvo buenos y grandes maestros. En mi caso fueron Humberto Márquez “el bueno”, Enrique Rondón y Jaime Barres. Aprovecho este espacio para enviarles un abrazo.

La segunda señal me llegó ayer, cuando, buscando qué ver, me topé con el documental de HBO Breslin and Hamill Deadline artist. En esta maravillosa pieza de los directores Jonathan Alter, John Blocky y Steve McCarthy, se cuenta la historia de los columnistas de la ciudad de Nueva York Jimmy Breslin y Pete Hamill, quienes marcaron un estilo distinto de periodismo, dando voz al desvalido, luchando contra la corriente y ganando, en los años duros que se vivieron en EE. UU. Es un viaje por el periodismo desde mediados del siglo pasado y hasta las torres gemelas.

En fin, el periodismo no murió para mí, solo estábamos peleados; pero me tomé unos vinos con él y ya somos amigos de nuevo.

Hasta la próxima semana, ¡seguiremos informando!

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Juan E. Fernández Ago 01, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Días de subte, barba y laburo
A eso de las 6:30 pm de un domingo de noviembre, vio por última vez la costa venezolana desde la ventanilla del avión. Vendrían los días de barba, subte y laburo

 

@SoyJuanette

Él nunca imaginó lo que cambiaría su vida aquel día, cuando hizo clic en el botón “comprar” de la página de Conviasa. Esa tarde, luego de varios intentos infructuosos por hacerse con un boleto a Buenos Aires, finalmente lo había conseguido.

Aquella fue una decisión consultada con su esposa y sus hijos, la separación, al menos por unos meses, era la única solución para escapar de la crisis. Venezuela ya no era un lugar seguro pues, si no te mataba un delincuente para robarte, podías morir por falta de medicina o hasta de hambre. Irse a otro país y enviar dinero unos meses para luego mandar a buscarlos era la solución.

Ya con el pasaje en la mano, venía la segunda etapa, tal vez la más fuerte: la despedida. En ese trance comenzó a extrañar absolutamente todo y a todos, incluso al malandro que todas las noches se paraba a la puerta del edificio a pedirle plata.

Decirles a sus padres, a su hermano y al resto de la familia fue otro momento difícil.

Otro momento duro fue dejar un buen empleo en una cadena de noticias de Estados Unidos, haciendo lo que más le gustaba: Producir para la televisión.

La noche previa al viaje, no pudo dormir. Se la pasó asomado en el balcón contemplando, al menos en las primeras horas, una Caracas aparentemente tranquila; ya llegada las 4 de la mañana comenzaron a aparecer las colas. Una en la panadería, otra en la farmacia, y otro en el CDI. Aquellas colas ya se habían hecho parte del paisaje.

Después de desayunar y pasar revista del equipaje para que no se le quedara nada, tomó una ducha. A las 9:00 a. m. irían unos compañeros a entrevistarle para un especial web donde entrevistarían a venezolanos que se iban del país. Por paradojas de la vida, esos compañeros que harían la entrevista, meses después también dejarían Venezuela para labrarse un futuro.

A eso de las 11 de la mañana llegó Andreu, su compañero de la universidad y mano derecha en la época de la lucha estudiantil. Él sería el encargado de llevarlo hasta el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía. Por más que él le dijo a su esposa que no quería que bajaran a despedirlo, ella se impuso y bajaron a La Guaira, tanto ella como los niños.

Luego de despachar el equipaje, se abrazaron y, aunque él no quería tomarse la trillada foto en el piso de Cruz Diez, Andreu no solo lo convenció, sino que tomó la que sería la última foto de la familia reunida en Venezuela.

De repente un nudo en la garganta se apoderó de él, las piernas no respondían, el miedo lo tomó por sorpresa. Le dio un beso a su esposa, un abrazo a sus hijos y otro, por supuesto, a su compañero de mil batallas, a su hermano de vida. Se dio media vuelta y cuando fue a pasar la puerta, sintió cómo unos brazos bordearon su cintura, era su hijo quien llorando le decía “no te vayas papá”… aquella imagen lo proseguiría todas las noches durante 6 largos meses.

Después de pasar los controles, y de contestar la pregunta “¿motivo del viaje?”, quiso comprar algunas cosas con los 20.000 bolívares en efectivo que le habían quedado. Tal vez alguna botella de ron, una caja de Toronto o algunos dulces abrillantados de Mérida, pensó. Pero al final se conformó con 3 chocolates Cricrí, y un chocolate de leche, de Savoy, por supuesto.

Afortunadamente el avión despegó a la hora, y a eso de las 6:30 p. m. de un domingo del mes de noviembre, vio por última vez la costa venezolana desde la ventanilla del avión. En aquel momento todos sus recuerdos pasaron frente a él. Solo la voz de la aeromoza indicando que colocaran los asientos en posición vertical lo sacó del trance. Se tocó la barbilla y notó que no se había afeitado… ¿Será que me dejo la barba? Pensó.

Él no se imaginaba todo lo que pasaría meses después… la distancia tiene un precio, y él lo pagaría caro. Vendrían los días de subte, barba y laburo.

Solidaridad y diáspora

Solidaridad y diáspora

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Reuben Morales Jul 22, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Estás tomando mucho café cuando…
¿Está de acuerdo con Maduro cuando en los desfiles militares habla de soldados y soldadas? ¿O es que está tomando mucho café…?

 

@ReubenMoralesYa / @PanchoPantalla

De los dos escritores de este artículo, uno de ellos puede dividir la historia de su vida en dos períodos: el AC y el DC (o sea, el Antes del Café y el Después del Café). Esto porque vivió 33 años de su vida sin tomar café, hasta que llegó un evento determinante que le hizo engancharse a la bebida energética más antigua del planeta. No se hizo vigilante de farmacia (fue algo más exigente). No se hizo taxista de una isla en temporada alta (fue algo más exigente). Tampoco se hizo un estudiante de arquitectura que gusta entregar todo a última hora (fue algo más exigente). Se hizo papá.

Desde ese día, comenzó a beber café como maratonista agarrando botellas de agua en medio de una carrera; sintiendo claramente esos síntomas de que uno ha bebido demasiado café. Por ello, si duda de que quizás esté bebiendo demasiado café al día, no consulte a un médico. Las señales de que usted está tomando demasiado café se las tenemos aquí y son éstas:

¿Quema cien calorías diarias de solo menear una pierna para arriba y para abajo sin parar mientras está sentado?

¿Hace la cola de la gasolina y después de tres días esperando, termina diciendo que, dentro de todo, el proceso fue rápido?

¿Al final de su jornada de trabajo, limpia el escritorio quitando los papeles, las migas y las siete tazas de café vacías que allí quedaron?

¿En Venezuela paga en dólares, se olvidó del bolívar como moneda oficial y sospecha que la economía nacional se está recuperando?

¿Usted se cepilla con cepillo eléctrico, aunque no tiene cepillo eléctrico, sino que es su mano que está muy acelerada?

¿Siente que Cuba recobrará su libertad luego de la más reciente revuelta popular?

¿Para hablar por teléfono marca el número, se pone el teléfono en la oreja y, mientras hablas, le da veinte mil vueltas a la misma habitación?

¿Por primera vez en la vida acepta que la destrucción, el desastre y la quiebra de Venezuela es por culpa de su político favorito?

¿Su dieta consiste en carbohidratos, vegetales y todos los pellejitos que se ha mordido de los dedos?

¿Está de acuerdo con Maduro cuando en los desfiles militares hace alusión a los soldados y a las soldadas?

¿Es capaz de trabajar doce horas al día (solo que esas doce horas las comprime en las cuatro horas de la mañana)?

¿Confía que en Venezuela se repetirá lo mismo que sucedió en Haití? (Nos referimos al terremoto).

¿Sabe la cara que pone un niño cuando le dicen que va a Disney World? Bueno, ¿es la misma cara que usted pone cuando le dicen “¿Quieres café?”?

¿Sus sábanas están planchaditas, pero por todas las vueltas que dio en la noche tratando de dormir?

¿Tiene la lengua y los dientes color suela de mocasín?

¿Al observar a Cilia Flores con su nuevo look de rubia, le parece más bella y joven?

¿Su verdadera causal de divorcio es que ya no le querían besar por su aliento a café?

¿Están por darle un título nobiliario en Europa porque se la pasa sentado en el trono?

Si contestó afirmativamente a la mayoría de estas preguntas, prenda la señal de alarma. Probablemente esté tomando tanto café como para hacer que una pereza se acelere y parezca un chimpancé. Por ello, le recomendamos bajar la ingesta a razón de una taza por día, hasta llegar al punto de no tomar más café. Será en ese momento cuando su vida pase a dividirse nuevamente en los períodos AC y DC, aunque esta vez será por Antes del Cansancio y Después del Cansancio.

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Juan E. Fernández Jul 18, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Claves para resistir la invasión

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Acá les escribe algo cansado, luego de unas semanas de ejercicios militares quien suscribe, el soldado Juanette. Quiero compartir con usted amigo lector, algunas claves para resistir a una cada vez más posible (y cercana) invasión de algún país extranjero, o tal vez de la “Invasión Sensacional” del maratónico de los sábados.

Pero primero lo primero, después lo segundo y luego lo tercero… esto de las invasiones a nuestro país, Venezuela, no es nuevo. Se remonta al momento en el cual esta nación apareció en el radar de las carabelas de Colón (bueno de los reyes, pero que le prestaron al navegante italiano). El imperio, en aquel entonces el español, trató primero de conquistarnos pacíficamente cambiándonos espejitos por oro… y al que no lo quiso cambiar, le dieron de coñaz… pasando a la fase que se denominó “Conquista a la fuerza”.

Luego de las guerras de independencia que, fueron un poco más cortas que “Las guerras de las galaxias”, mandando el presidente Cipriano Castro, se aliaron Italia, Inglaterra y Alemania para bloquear las costas venezolanas (según las malas lenguas, las potencias actuaron en conchupancia con un banquero, no sé, a mí no me consta pues no estaba allí)… pero Cipriano con la ayuda de algunos caraqueños que desde el Ávila movieron matorrales (para hacer creer que era un gran ejército el que bajaba hasta La Guaira a repeler el bloqueo), hicieron que aquella “planta insolente” se fuera con su música a otra parte (el cuento no es exacto, pero es algo así).

Lo importante de este preámbulo histórico es hacerle ver, amigo lector y amigo invasor que nos leen, que invadir Venezuela no será nada fácil, porque lo más probable es que, al entrar a esta tierra de gracia, usted termine enamorado de una venezolana o por lo menos con un millón de amigos como dice aquella famosa canción de los cantantes brasileros Roberto&Carlos.

Claves para contrarrestar la invasión

 Invasión marítima

Por videos que vimos durante los ejercicios pudimos notar que los marines son unos bichos catires como de dos metros que van a bajarse del portaaviones, con intenciones de darnos hasta con el tobo. Por ello, la Armada venezolana tiene que tratar de desviar el USS George HW Bush CVN-77 hasta Higuerote o “La Costa”; esto para que, cuando se bajen los gringos coincidan con la fiesta de San Juan y terminen bailando tambores, bebiendo, comiendo, jugando dominó y no quieran volver al norte.

 Invasión aérea

Si la fuerza aérea norteamericana se atreviese a surcar rasante el cielo de Venezuela con sus F-16, nuestros Sukhoi deben repeler el ataque, derribar los aviones y hacer que los pilotos se eyecten cerca de Maracaibo. Una vez en tierras marabinas, apresarlos y someterlos a una dieta que no podrán resistir para quebrar su espíritu. La misma consta de patacones, “agüita e sapo” (arepa de pernil), huevos chimbos (es un dulce, no somos tan sanguinarios como para darles de comer huevos podridos), mandocas (con queso chillón), cepillados, papelón, cuatro tequeños y tres yoyos (deben comer seis veces al día). Luego de tamaña ingesta, el piloto americano será obligado a tratar de despegar en su avión… pero el pobre no va a caber; así que lo más probable es que decida quedarse y monte un tarantín en el mercado de las pulgas.

 Invasión terrestre

De llegar los invasores a Caracas, es importante tener la capacidad de producir algún evento como “Suena Caracas” o La “Bailanta Sensacional” (para los lectores no venezolanos, esto es un concurso de baile que producía en el maratónico de los sábados Súper sábado sensacional). Así cuando estos soldados invasores quieran atacarnos, se encuentren con tremenda fiesta y sus pies se muevan al son de la música, deponiendo así sus armas, pero no para huir sino para unirse a la fiesta.

Bueno, me despido con una nota importante para los invasores: vengan cuando quieran que los estamos esperando, eso sí, nosotros ponemos la música y la gente. Ustedes por favor traigan la comida, el hielo y la bebida.

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La “neuroalimentación” llegó para salvarnos

@SoyJuanette

Lo bueno de las maromas que debimos hacer algunos venezolanos cuando vivíamos en Venezuela (y que siguen haciendo los que se quedaron) para conseguir productos y alimentos, es que, como pasamos largas horas haciendo cola, aprovechamos ese tiempo para hacernos preguntas trascendentales para la humanidad, como por ejemplo:

¿Será que llegaré al champú?

¿Y si me meto a bachaquero?

¿Con qué era que hacían el jabón en Cuba?

¿Será que Camilo Sesto y Felipe Sexto son familia?

Un día, en una de esas colas, escuché a dos personas hablando acerca de los famosos videos de Tasty creados por Buzzfeed. Esta fue la conversación donde descubrí que todo se trata de un experimento:

Señora 1: Chama, mira este video, acá te van diciendo los ingredientes y mira lo fácil que se hace todo.

Señora 2: Sí, chica. Yo el otro día hice unos calamares rebosados siguiendo el video. Bueno, solo hice el rebosado porque calamares no conseguí, pero me quedó rico.

Señora 1: Claro, vale, es que tenemos que adaptarnos pues. Y será que tendrán el video de cómo hacer paella, pero sabes, sin arroz, sin los mariscos.

Señora 2: Seguro, es facilísimo y lo puedes hacer sin necesidad de usar ningún ingrediente.

Señora 1: ¿En serio? ¿Cómo lo haces?

Señora 2: Solo tienes que meterte en Google y escribir: “¿Cómo preparar paella+buzzfeed?” y te sale el video. Le das clic, lo ves la primera vez y se te hará agua la boca. Pero después de verlo unas 47 veces ya te sientes llena y se te quita el hambre.

Señora 1: Oye, qué buena idea, pero ¿de verdad funciona?

Señora 2: Claro, y lo mejor es que adelgazas y bueno tienes mucha variedad de platos.

Luego de aquella revelación, y de interrogar a las señoras (quienes por cierto me dieron la receta de las rosquitas de naranja, sin naranja claro), comencé a investigar, hice encuestas y hasta di con un científico (sí, todavía quedan algunos), y me confesó que efectivamente se están haciendo estudios de “neuroalimentación”, que, según deduje, no es otra cosa que “comer con los ojos”.

La idea es que, cuando una persona tiene hambre, busca en Internet un video de Tasty y lo reproduce muchas veces, hasta que se le quite el apetito. Los beneficios son, como decía la señora (y me aseguró el científico), que la persona baja de peso, tiene la variedad y la cantidad de productos que quiera, desde la comodidad del hogar, y solo necesita una conexión a Internet (como Open English, pero gratis, claro).

Además, ayuda al presupuesto familiar, ya que no gastas en comida y lo mejor: acaba con las colas de gente comprando alimentos.

Debo confesarles que luego de entrevistarme con el científico me voy esperanzado, pues me comentó que están haciendo experimentos similares para buscar solución a la escasez de agua y luz… amanecerá y veremos.

Aunque también, me da algo de tristeza, porque si se acaban las colas mi reality show Los juegos del hambre Caracas, tiene los días contados.

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Juan E. Fernández Jul 04, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Aprendiendo argentino

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

La verdad, sigo adaptándome a esta nueva vida en el sur. Buenos Aires es una ciudad maravillosa donde te encuentras un abanico de personas y de posibilidades. Gente de todas partes del mundo y de todo tipo confluyen aquí. Si usted cree que para conocer Buenos Aires, o mejor dicho la Argentina, con hablar español le basta, déjeme decirle que no es tan así.

Una de las cosas que me ha costado es el idioma. Sí, el idioma argentino. El primer choque cultural lo tuve cuando vi “Bife de chorizo” en el menú de un tarantín de comida (bueno sí, en un restaurante, lo que pasa es que quiero ponerle drama al cuento)”. Pues resulta que no es de chorizo sino de carne, es un filete. Acá comer es una proeza, pero no porque falte la comida, sino porque, por lo general, los alimentos tienen nombres que no corresponden a su realidad.

Escuche amigo lector, si usted lee en un menú “sándwich de vacío” ¿qué le viene a la mente? Un pan sin relleno ¿verdad que sí? Pues resulta que acá el vacío es un corte de carne característico del asado argentino. Para los venezolanoparlantes, el vacío es la falda de res.

Otro de los platos que me ha causado impresión es el “pollo arrollado”. Cuando lo vi escrito en el menú me pareció cruel que mataran al pollo poniéndolo en la mitad de la calle… llamé al dueño y lo encaré. Pues resulta que pollo arrollado en argentino es pollo enrollado o cordon blue de pollo.

Con el café es otro problema. Acá le dicen cortado y la primera vez que pedí uno el tipo me preguntó: ¿cortado? Y yo contesté: ¿Mire, si yo lo estoy pagando completo por qué me va a dar la mitad? No, y la verdad he pasado hambre, dígame en el desayuno. Acá hay unos cachitos (porque esa vaina es un cachito) de hojaldre que llaman “facturas”. Pues antes de descubrir lo que eran, todos los días peleaba con el panadero porque nomás al entrar el tipo me preguntaba ¿cuántas facturas quieres?

Yo lo veía con mala cara, y seguía mi camino, hasta que un día le dije:

–Hágame una sola factura, o factúreme solo lo que me coma, pero no ande usted ofreciéndome facturas de más, porque no se las pienso pagar.

En fin, por ahora me estoy manteniendo solo con choripán, que es el único alimento argentino (o por lo menos que he descubierto) que es realmente lo que dice ser, chori: chorizo y pan: pan = pan con chorizo.

En general ya le voy agarrando la caída a esta lengua latina, algo complicada.

Seguiremos informando.

Argentina

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