Pérez Jiménez archivos - Runrun

Pérez Jiménez

Brian Fincheltub Feb 09, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Si no me meto en política…

@BrianFincheltub

Hagamos un ejercicio de memoria. Un ejercicio quizás difícil para quienes tengan poco más de veinte años, pero para quienes como yo, que pasamos (¡¡aunque sea por poco!!) de los treinta, estoy seguro de que no será tan complicado. Recordemos qué se decía antes de la llegada del chavismo al poder sobre lo que, para entonces, era considerada la última dictadura militar de Venezuela. Recordemos qué era lo que el venezolano común decía del régimen del general Marcos Pérez Jiménez.

Si rebobinamos un poco, estoy seguro de que dos frases saldrán de manera casi inmediatamente de nuestra memoria, la primera: “la gente podía dormir con la puertas abiertas”. Otra muy conocida era: “quien no se metía en política vivía muy bien”. Aquellas frases eran repetidas sin cesar cada vez que el tema Pérez Jiménez salía a relucir. Y no solo de la boca de quienes pudieron haber vivido durante aquellos años, sino de mucha gente que había nacido y crecido en democracia.

Frente a lo que sin duda se había enraizado en la cultura política y popular nacional, el sistema educativo edificado a partir de 1958 prefirió abordar nuestra historia adoptando una narrativa consensuada, alejada de lo que podía dividirnos como venezolanos. Y sin duda Pérez Jiménez, y lo que representó su régimen, era uno de esos temas que nos dividían. Fue así que el valor de lo que representaba la democracia para el país fue perdiendo cada vez su plaza frente a lo que podría calificarse como la nostalgia por el pasado, por el orden, por la llamada “mano dura”. Un pasado en el que no entraba el sistema naciente, incapaz de ofrecer orden y de responder eficientemente a la crecientes demandas ciudadanas, cada vez más visibles, pues la democracia también era eso, libertad de expresión.

Todo aquello fue caldo de cultivo para lo que hoy vivimos, para que algunos prefirieran el militar que gritaba revolución que el civil que prometía transformación pacífica.

Para la generación que llevó a Chávez al poder, el tiempo de los civiles había pasado. Y aunque los asesores del otrora candidato del MVR-200 le sugirieron abandonar el uniforme militar en campaña y vestir de flux y corbata, la gente votó por el militar radical, no el fallido ensayo de hombre moderado vestido de Giovanni Scutaro.

Si todo aquello sucedió así, fue en parte por los errores del sistema de Puntofijo, que lejos de limitarse a la corrupción y la captación de los todos los espacios de la sociedad por los partidos, le debe su desplome a su incapacidad de lograr que los venezolanos valoran la libertad antes que cualquier otra cosa.

Y es que sin libertad política no hay gran cosa que puede ir bien, al menos no por mucho tiempo.

Lo que escribo tiene mucho que ver con el estado de las cosas en nuestro país. Una inmensa mayoría de los venezolanos no está contenta con lo que sucede en nuestra nación; en ese grupo muchos se han opuesto desde el inicio a lo que el chavismo y el madurismo representan, han protestado de todas las formas posibles, pero hoy eligen el aislacionismo, como gran parte de los venezolanos.

Algunos han llegado a pensar que es posible la supervivencia en este sistema, que simplemente basta con “no meterse en política”, como si una cosa parecida fuese posible, como si la política hace mucho no estuviera metida en todo, como si ser indiferente a lo que pasa con las libertades públicas, con nuestra democracia, representa un salvoconducto. En mi opinión no lo es ni lo será. No estamos frente a una dictadura clásica, sino algo mucho peor, que tiene vocación hegemónica y totalitaria.

En regímenes como este no hay apertura real, sino repliegue táctico para arrasar con todo con más fuerza.

Y para que se emocionen con el llamado “modelo chino”, les digo que la única receta china que fue adoptada con éxito en Venezuela es el arroz frito con camarones; así que no esperen mucho tiempo para que los dogmas vuelvan a marcar la agenda del madurismo. Lamentablemente de esta política no escapa nadie, aunque haya algunos que no se quieran meter en ella…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La tiranía tiene historia en Venezuela

Por Acceso a la Justicia 

DESDE SIEMPRE TIRANÍA SE HA CONSIDERADO una mala palabra. En Grecia, de donde proviene, inicialmente describía a quien usurpaba el poder, quien llegaba a él por medios ilegítimos, y luego los filósofos griegos, entre ellos Platón, pasaron a darle a la palabra la connotación de arbitrariedad y despotismo con la que la conocemos ahora.

Incluso, en el caso de los romanos, que no eran precisamente muy demócratas, la acumulación de poder en una persona era vista con malos ojos, y aunque en la era republicana estaba prevista la figura del dictador, su duración no podía ser mayor de seis meses renovables por otros seis.

De hecho, tanto no era querida la figura que el dictador más famoso entre los romanos fue Cincinato, precisamente por ser dictador por el menor tiempo posible, pues aunque lo fue dos veces, renunció en ambos casos luego de 15 y 21 días respectivamente, en cuanto pudo resolver las crisis que originaron su nombramiento, aunque legalmente podía quedarse como dictador por los 6 meses por los había sido nombrado.

Por este desapego al poder absoluto Cincinato fue considerado un ejemplo de los valores republicanos. Efectivamente esta rareza de desprecio al poder absoluto merece mucho respeto y admiración.

Luego, en las siete partidas de Alfonso X El Sabio, hace más de 8 siglos, se resumen los 3 elementos sobre los que descansa toda tiranía, a saber: fomentar la ignorancia del pueblo para acobardarlo; dividirlo para fomentar la desconfianza y así nadie confíe en nadie; y finalmente, fomentar la pobreza para que haya una dependencia perpetua a favor del tirano. ¿Nos suena conocido?

Ya en la modernidad John Locke siguiendo a la tradición clásica define la tiranía como “el ejercicio del poder más allá del derecho, donde nadie tiene derecho; y este haciendo uso de la fuerza que tiene en sus manos, no lo usa para el bien de los que están debajo de él, sino para su propia ventaja”.

Así entonces, en el concepto de Locke, el tirano es ajeno al derecho, a todo derecho, pues las normas emanan de su voluntad gracias a la fuerza que es a la que debe su hegemonía.  En consecuencia, el tirano se considera la única fuente de derecho y por lo mismo puede cambiarla cuando así le convenga aunque lo que decida sea o no coherente con lo que antes dijo, naciendo con ello la arbitrariedad que es el signo de toda tiranía.

En consecuencia, la tiranía no es más que la negación del derecho, pues lo que se pretende no es un orden sino el mantenimiento del tirano en el poder. Lo demás es secundario.

Ahora bien, no es raro que cada vez que se hable de dictadura en nuestro país se indique que esta idea no calza a la perfección con los regímenes que tradicionalmente nos la recuerdan, como lo son las dictaduras militares de Pérez Jiménez y Juan Vicente Gómez. Y en ese sentido debemos empezar a decir que incluso entre esos mismos regímenes hay grandes diferencias, pues Gómez no era un militar de carrera ni el ejército que lo respaldaba tampoco, mientras que para Pérez Jiménez no había nada más importante que ser un oficial egresado de una Academia militar. Pese a ello, los unen esos elementos que recordamos de una dictadura clásica: censura férrea a los medios de comunicación, prohibición de partidos de oposición, falta de voto universal directo y secreto y una brutal represión a quienes adversen.

Comparado con esto, hay quien dice que en un país donde puede decirse que se está en dictadura sin que lo encarcelen, no puede ser una dictadura. Y esto simplemente lo que nos está diciendo es que las formas no democráticas evolucionan con los tiempos, y así como ahora a nadie se le ocurriría decir que detenta el poder por la “gracia de Dios”, como decía Francisco Franco hasta hace poco, los modos autocráticos también cambian, pues al ser las sociedades más complejas, los modos de control también se hacen más sofisticados.

Así, en la época de Pérez Jiménez, censurar los periódicos era muy fácil, pues eran muy pocos, lo mismo en el caso de las estaciones de radio. Ahora, con el advenimiento de internet y las redes sociales, esto no es posible, por lo que la represión se centra en aquellos medios que llegan masivamente como las televisoras a través del perverso instrumento de la autocensura (cállate o te cierro). El que haya muchas voces opositoras en internet lo que demuestra es que el régimen sabe que hay mucha fragmentación en el mismo, que internet no llega a todos, y que lo importa es aquella información que ven las masas. Esto permite que se puedan dejar algunos medios marginales, como radio emisoras locales o periódicos que cada vez venden menos ejemplares impresos, para dar la falsa impresión de libertad de expresión. En resumen, que una prisión tenga ventanas no la hace menos prisión.

 

 

El antimilitarismo llegó a los altares por Ángel Oropeza

 anti,militarismo

Lo militar tiene que ver fundamentalmente con la defensa de la soberanía y la integridad territorial de un país. Esta es una función no solo importante para cualquier nación, sino merecedora de toda consideración y respeto. El militarismo, que suena parecido pero no lo es, constituye por el contrario una auténtica perversión social, generadora de repulsión y condena por sus efectos catastróficos sobre cualquier sociedad.

El militarismo es un fenómeno frecuente en países del Tercer Mundo, y es uno de los síntomas típicos del subdesarrollo político de una sociedad. Y esto es así porque en las sociedades modernas, a diferencia de los países más primitivos, nadie discute que las fuerzas militares tienen que estar sometidas al poder civil.

El militarismo tiene dos facetas principales: por un lado, se entiende como la intrusión indebida y abusiva de las fuerzas armadas, o de sus miembros, en la conducción del Estado. Un país preso del militarismo es uno donde la población es convencida de que “lo militar” es la esencia misma del Estado, que la fuerza armada tiene el derecho de tutelar el mundo civil, y por ende entrega a los militares el poder de decidir sobre el destino de los demás. En una palabra, es una corrupción del modo militar de actuar en una sociedad.

La segunda faceta es igualmente perversa, porque supone la imposición a la sociedad de los códigos, lenguaje y formas de comportamiento castrenses, donde estos resultan no solo extraños sino inaplicables. En los cuarteles, la vida está signada por necesarias relaciones jerárquicas de obediencia y mando. Fuera de ellos, en el mundo civil, la convivencia social está caracterizada –y no puede ser de otra manera– por la discrepancia de opiniones y por la heterogeneidad de criterios entre personas iguales. Imponerle entonces los códigos y maneras de actuar y pensar castrenses a esta complejidad social es tan contranatura que solo puede hacerse a través de la represión de unos y la sumisión de otros.

En América Latina, el militarismo se ha expresado en gobiernos de distinto signo ideológico: Trujillo, Batista, Stroessner, Pérez Jiménez, Somoza, Perón, Duvalier, Velasco, Rojas, Torrijos, Castro, Pinochet, son todos ejemplos de esta perversión militarista. Los últimos ejemplos que registra la literatura ocurren en nuestro país, con Chávez y Maduro como lamentables referencias.

Esta semana, específicamente el día 24 de marzo, se cumplen 35 años del asesinato de un valiente sacerdote, arzobispo de San Salvador, quien se enfrentó con fuerza esta enfermedad del militarismo: Oscar Arnulfo Romero. A la edad de 62 años, y mientras oficiaba una misa en el Hospital de la Divina Providencia, fue ejecutado por un francotirador al servicio de los violentos de su país. El día anterior a su asesinato, durante la homilía dominical en la Catedral de San Salvador, Romero había lanzado una hermosa y contundente proclama antimilitarista, que hoy sigue resonando en nuestro continente, con una vigencia que nos toca muy de cerca:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del Ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

El 3 de febrero pasado, el papa Francisco autorizó la promulgación del decreto que proclama a monseñor Romero “mártir de la Iglesia”. La ceremonia de beatificación se llevará a cabo en San Salvador el próximo 23 de mayo. El antimilitarismo latinoamericano acaba de llegar a los altares.

@AngelOropeza182

El Nacional

23 de enero, consenso entre demócratas por Claudio Fermín

MarcoPérezJiménez

 

A fines de 1957, Pérez Jiménez anuncia ante el Congreso la realización de un plebiscito. No habría elecciones. Vulgar maniobra para reelegirse. Abuso que se sumaba a recurrentes violaciones a la Constitución y a una década de terror, de asesinatos desde el gobierno y de violaciones de los derechos humanos.

El plebiscito se realiza el 15 de diciembre. Pérez Jiménez se declara ganador. Ese fue el detonante para que un país cansado de la sanguinaria dictadura militar protestara desde los más variados frentes.

La Junta Patriótica, constituida en junio por la Unión Republicana Democrática y por el Partido Comunista de Venezuela, se ampliaría en agosto con la participación de Acción Democrática y de Copei. Llaman a las Fuerzas Armadas a manifestarse. La Fuerza Aérea se alza en Maracay el 1° de enero de 1958.

Los estudiantes protestan seis días después. También manifiestan el Colegio de Ingenieros, la Asociación de Periodistas, las federaciones obreras y los empresarios. El 21 de enero se produce la huelga de la prensa y estalla la huelga general. El 22 se sublevan oficiales en la Escuela Militar y el 23 de enero huye el dictador.

La Junta de Gobierno que lo sucede convoca elecciones, libera los presos políticos y los exiliados, luchadores de décadas que habían enfrentado cárceles, persecuciones y destierros, regresan al país.

Políticos de experiencia se ponen de acuerdo y el 31 de octubre de 1958 Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática suscriben el Pacto de Punto Fijo. Se comprometen a respetar el resultado electoral, a gobernar juntos y suscriben un programa mínimo.

Gana Betancourt las elecciones y Venezuela cambia. Algo sin antecedentes: Acción Democrática integra gobierno con los perdedores URD y Copei. El canibalismo es sustituido por la cohabitación política para defender la democracia.

Enfrentan alzamientos militares y guerrillas financiadas y tuteladas desde Cuba. Incorporan a trabajadores, empresarios y a la Iglesia en venezolanista frente.

Le entregan al país una nueva Constitución impulsada y suscrita por todos los factores políticos, no por la trasnochada imposición de autócrata alguno. El consenso se convierte en herramienta de gobierno en una sociedad que desconocía ese método de conducción.

Por todo eso, el 23 de enero es una fecha histórica trascendente, que no admite falsificaciones.

 

@claudioefermin