Perfil | El Koki creció alimentado por políticas erradas de seguridad  - Runrun
Perfil | El Koki creció alimentado por políticas erradas de seguridad 
La muerte del “Koki” no implica la desaparición de la megabanda de la Cota 905. “Vampi”, el verdadero jefe del grupo criminal, y “Garbis” siguen prófugos. Este perfil habla no solo del delincuente, su historia es fundamental para entender la evolución del crimen organizado, la letalidad policial y las violaciones de DD. HH. en Venezuela

@RonnaRísquez

La megabanda del “Koki” fue hasta 2021 una de las organizaciones criminales más poderosas de Venezuela. No solo por su alcance y la cantidad de integrantes que poseía; sino por su estratégica ubicación en la capital del país, sus evolucionados niveles de organización, el poder de fuego de sus hombres y, especialmente, por la libertad con la que operaba a solo 4,5 kilómetros del palacio presidencial, donde despacha Nicolás Maduro. 

Por más de siete años puso en jaque a toda la fuerza pública de la capital del país que intentaba capturarlo, y mientras centenares de habitantes de las zonas populares donde operaba caían a manos de los cuerpos de seguridad en ejecuciones sumarias, Carlos Luis Revete, alias «El Koki», y sus socios, nunca fueron capturados, siempre terminaban ilesos y seguían delinquiendo.

Desde 2014 había controlado un importante corredor en el suroeste de Caracas, ubicado a menos de cinco kilómetros del Palacio de Miraflores (sede del Gobierno) y muy cerca de importantes dependencias gubernamentales de la fuerza pública: la Comandancia General de la Guardia Nacional Bolivariana, en la parroquia El Paraíso; la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), en la parroquia San Pedro; la base del Ministerio de la Defensa en Fuerte Tiuna, parroquia El Valle; y la comandancia de la Policía de Caracas, en la parroquia La Vega.

 El grupo delincuencial utilizaba una pequeña formación montañosa, compuesta por una cadena de barrios, para el tráfico de drogas, la gestión de los secuestros, la comercialización de armas, la extorsión y otros delitos. Esta área fue calificada como “el corredor de la muerte” por el dirigente oficialista Freddy Bernal, quien fue alcalde de Caracas (2000-2008), exdiputado (2011-2015) y encargado de la Comisión para la Reforma Policial (2014-2015). Ahora es gobernador del Táchira.

 Revete, conocido como alias Koki, era uno de los tres líderes de la organización, quizás el más mediático, y por esa razón, la banda criminal fue bautizada por la policía con su apodo. El verdadero jefe del grupo criminal es Carlos Calderón Martínez, alias “Vampi”, y el tercero de los cabecillas es Garbis Ochoa Ruíz, alias “Garbis”, quienes aún no han sido capturados.

Koki, un peligroso y escurridizo delincuente involucrado en diversos delitos (homicidios, secuestros, robos, narcotráfico y extorsiones),  se había convertido en la pesadilla no solo de los cuerpos de seguridad del Estado, sino del propio presidente Maduro. 

En 2021, la organización criminal de la Cota 905 mantuvo en vilo a los habitantes de Caracas durante tres días de balaceras y persecución policial, que dejaron 75 personas muertas, entre presuntos delincuentes, policías y civiles que nada tenían que ver con el conflicto. Todo en el marco de la Operación Gran Cacique Indio Guaicaipuro I.

Al Koki, quien era requerido por las autoridades desde 2015, se le atribuyen varias masacres, matanzas de policías y secuestros. En 2017 encabezaba el ranking de los criminales más buscados en Venezuela, cuando el Gobierno puso una serie de carteles con su foto en las estaciones del Metro de Caracas ofreciendo una recompensa por información sobre su paradero. 

 Sin embargo, el Koki nunca fue detenido. Se desplazaba con total libertad por las zonas que componen los territorios de sus operaciones, como eran las parroquias El Valle, Coche, La Vega, El Paraíso y Santa Rosalía –en estas  2 últimas tenía su base– y se había ganado el apoyo y la simpatía de los habitantes de esas localidades. La razón es que se había convertido en un benefactor de esas comunidades humildes y llenas de carencias, que el Estado no atendía.

El Koki y su megabanda organizaban fiestas, resolvían problemas domésticos y  repartían la comida del programa gubernamental de alimentación, conocido como Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP). En muchos casos, suplían la ausencia del Estado.

 Además, muchos lo consideraban un héroe carismático que los defendía de los abusos y excesos de las policías, que ingresaban a sus viviendas violentamente sin orden judicial, maltrataban a las mujeres y a los niños, ejecutaban a los hombres jóvenes, destruían sus casas y robaban sus pertenencias. Esto era una muestra de la gobernanza criminal de esta organización en sectores como la Cota 905 y El Cementerio.

Pero el Koki era un delincuente y lo dejaba claro por la fuerza y con violencia. Él y su grupo imponían normas de convivencia en las comunidades que controlaban. A la persona que violaba sus reglas le aplicaban terribles castigos o la mataban. Una de las prácticas más comunes del grupo criminal era asesinar a sus enemigos o a quienes desobedecían sus designios, para luego lanzar sus cadáveres por un bajante de basura desde la parte alta de la montaña, que desembocaba en el borde de la autopista de El Paraíso. 

Se les atribuye el asesinato de una líder vecinal de la Unidad de Batalla Bolívar Chávez (UBCH) en 2016, y sanguinarias matanzas de miembros de bandas rivales a lo largo de su existencia.

 El grupo criminal también se ha caracterizado por el uso de la violencia extrema contra los funcionarios de la fuerza pública. Además de asesinar a gran cantidad de policías en Caracas, también persiguen y matan a los familiares de los agentes. En 2016 mataron al hijo de un funcionario policial cuando visitaba a familiares en El Cementerio y quemaron el cadáver, y en 2016 provocaron el desplazamiento de más de una docena de policías que vivían en “sus territorios”.

 Estas acciones, además de darle una “popularidad” al grupo, le permitieron ganarse por la fuerza y con terror el “respeto” de las autoridades y la ciudadanía. Esto podría haber sido usado por la megabanda como una carta que quizás le ha sido útil para lograr algunas negociaciones con el Gobierno, muchas veces cuestionado por su incapacidad para controlar al Koki. 

 

Hitos de violencia y crimen: zonas de paz, pacto de bandas y OLP

 La megabanda contaba con un ejército de más de 300 hombres armados. Estaba conformada por pequeñas bandas repartidas estratégicamente a lo largo de la Cota 905 (parroquia Santa Rosalía), La Vega, El Cementerio, El Valle y Coche. 

La zona de El Valle, era controlada por la banda de Leonardo José Polanco Ángulo, alias “El loco Leo”, quien murió en agosto de 2021 a manos de cuerpos de seguridad que lo buscaban desde julio de ese año; mientras el delito en Coche estaba el mando de Octavio Richard González Piñango, alias el “Gordo Octavio” o el “Guajiro”, quien también murió a manos de la policía el años pasado. Además estaban aliados con otra serie de bandas en esas cinco parroquias.

 

 La unión de estás organizaciones se logró entre 2014 y 2015, y marcó un hito en la criminalidad en Venezuela. Por primera vez las bandas delictivas dejaron de enfrentarse y matarse entre ellas por las rentas criminales y se unieron para defender su “negocio”, palabra que utilizan para referirse al microtráfico de drogas y luchar contra un enemigo común que habían identificado: la policía.  

Al Identificar a la policía como un enemigo, se concretó una alianza criminal denominada “la paz de las bandas”, que permitió la conformación de la poderosa megabanda en el suroeste de Caracas integrada por los pequeños grupos criminales de la Cota 905, El Cementerio, El Valle, Coche y La Vega. 

 Dejaron de lado sus disputas, acordaron la paz y se aliaron para enfrentar a la policía. Se convirtieron en una sola fuerza. Se repartieron los territorios y las rentas ilegales. Implementaron sistemas de comunicación por radio.

Este hecho estuvo precedido por la creación de las zonas de paz, otro hito que marcó la criminalidad en Venezuela. Fue una iniciativa del entonces viceministro de Seguridad Ciudadana, José Vicente Rangel Ávalos. Esta acción, que supuestamente tenía la intención de pacificar a las bandas armadas, lo que logró fue que estos grupos delictivos se fortalecieran, consolidaran el control de territorios y se convirtieran en las hoy conocidas megabandas. 

La zona de paz de la Cota 905 fue la primera en Caracas y nace entre marzo y abril de 2015, el mismo año en que se da a conocer la megabanda del Koki. Ese año un miembro de la banda confirmó a Runrunes que sostuvieron una reunión con el viceministro Rangel Ávalos para materializar su iniciativa.

 

Su primera gran muestra de fuerza la dieron el 5 junio de 2015, cuando atacaron a una comisión de la Policía de Caracas, dejando a siete policías heridos. Ese día lanzaron granadas y protagonizaron una balacera que se prolongó por varias horas. La policía sobrevoló la zona con un helicóptero para intentar amedrentar al grupo criminal y controlar la situación. La Cota 905 se convirtió en un campo de batalla.

Luego se registró el ataque a la caravana del ministro de Deportes y el intento de secuestro de un viceministro que transitaba por las vías adyacentes de El Cementerio. Todo en el mismo mes de junio.

 El 13 de julio de 2015, el Gobierno inicia en la Cota 905 la Operación de Liberación y Protección del Pueblo (OLP), un plan de seguridad destinado a reducir la criminalidad, que terminó convirtiéndose en una operación de exterminio. El objetivo ese día, según las autoridades, era el Koki y su megabanda. Sin embargo, el criminal fue alertado y huyó del lugar antes del operativo.

 

 Este procedimiento (la OLP) marca también otro punto clave para entender la violencia y particularmente la letalidad policial en Venezuela, con el inicio de una política de exterminio por parte del Estado que se mantiene hasta hoy. 

 

 La OLP además arrancó la persecución oficial contra la megabanda del Koki, con claros paréntesis. Aunque algunos miembros de la organización murieron a manos de la policía durante varias OLP, los secuestros aumentaron, la venta de drogas seguía siendo “el negocio” y la banda encontró en las extorsiones un nuevo filón criminal. La razón es que sus jefes nunca fueron tocados.

  Incluso, trascendió en algunos medios de comunicación un supuesto acuerdo o pacto con una importante miembro del gabinete, para mantener la zona en calma en 2017, cuando el país pasaba por una fuerte ola de protestas políticas.

En 2019, la banda le recordó a las autoridades y a la comunidad su poder de fuego al impedir el ingreso a la Cota 905 de una comisión del CICPC que investigaba un secuestro. También quedó ratificada la impunidad de la banda y su líder. Ese año hubo varios eventos (fiestas y conciertos de salsa) organizados por la megabanda y liderados por El Coqui, quien se desplazaba con total libertad por esa zona de paz.

Es llamativo que durante más de siete años de persecución, decenas de supuestos miembros de la megabanda del Koki y vecinos de la Cota 905, El Valle y El Cementerio murieron a manos de los cuerpos de seguridad, mientras el Revete y sus socios (Vampi y Galbis) nunca fueron detenidos, ni heridos.

Por el contrario, era común que circularan vídeos en redes sociales del Koki en celebraciones públicas en el territorio bajo su control. Por esta razón había algunas interrogantes que eran frecuentes: ¿Realmente el Gobierno está interesado en detener al Koki? ¿Han hecho lo necesario para atraparlo? ¿Cuenta el Koki con la protección de funcionarios gubernamentales de mucho poder?

Los vínculos con el poder

Habitantes de El Valle, El Cementerio y la Cota 905 suelen mencionar los nombres de algunos funcionarios y exfuncionarios del Gobierno como supuestos protectores de la megabanda del Koki.

Un exministro que llevaba armas y municiones a la Cota 905, un jefe policial que prohibía a los funcionarios de su institución defenderse de los ataques de la banda e ingresar a los “territorios” de la banda, otro exministro y una funcionaria que habrían hecho pactos con la megabanda.

Un partido amistoso de baloncesto jugado en una de las canchas de la Cota 905 en 2018 por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES), y otras, leyendas urbanas que hablan de algunos de estos funcionarios en fiestas que organizaba el Koki y su grupo. Incluso, hasta se decía que el Koki tenía un equipo de baloncesto en una liga local. 

Estos vínculos, de ser ciertos, quizás expliquen por qué esta megabanda logró operar por más de siete años, controlar el delito en cinco parroquias de Caracas y atacar frecuentemente a funcionarios policiales sin que sus miembros fueran detenidos.

“El negocio”

Sobre las actividades criminales que desarrollaba la banda, la principal era el microtráfico de drogas. Se referían a este delito como “el negocio”. Comercializaban todo tipo de drogas.

Mientras el salario mínimo -calculado con base al dólar paralelo- era de US$10 mensuales en Venezuela en julio de 2015, cada uno de los jefes de las distintas bandas afiliadas al Koki obtenían unos US$570 mensuales (400.000 Bs) solo por la venta de drogas.

Además fueron “pioneros” en el cobro de los rescates de secuestros en dólares. Desde 2016, los montos de los pagos por cada víctima alcanzaban los US$50.000. La zona que controlaban era utilizada para ocultar a los secuestrados. 

  Luego, incorporaron el cobro de extorsiones a los comerciantes de la zona de El Cementerio, El Valle y la Cota 905, y esto también se convirtió en una fuente de ingresos para la megabanda. Estas extorsiones eran cobradas por sus bandas aliadas, y se dividían los territorios y el monto acumulado por las vacunas iba a un pote que luego era repartido en partes iguales entre los miembros de la organización.  

Más recientemente, la banda había incursionado en el contrabando de chatarra y en la minería, gracias a importantes alianzas con el pran de la prisión de Tocuyito, en Carabobo, y con la megabanda de “Wilexis”.  

 Por otra parte, la megabanda del Koki tenía un poder de fuego nada despreciable. Así lo demostró en sus enfrentamientos con la fuerza pública. Contaba con granadas, fusiles AR-15 y AK-103, pistolas calibre 9 milímetros, subametralladoras y además tiene algunos viejos fusiles de la GNB, conocidos como FAL (Fusil Automático Liviano) y RPG. La mayoría de las armas y municiones que poseían pertenecen a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).

Aunque la megabanda de Koki siempre ha operado en el Distrito Capital, algunos de sus miembros han llegado a localidades de Valles del Tuy, en el estado Miranda.

 Varios miembros de la banda fueron capturados o murieron en presuntos enfrentamientos con la policía en los municipios Cristóbal Rojas (Charallave) y Tomás Lander, en el estado Miranda. Algunos habían adquirido viviendas en esa localidad, pero no hay registros de actividades criminales de los integrantes de la megabanda de Koki en esas zonas.

 De igual forma, la expansión de la banda a La Vega al parecer tenía como objetivo final conectar con el estado Miranda y controlar la Autopista Regional del Centro (ARC), principal vía que comunica Caracas con el centro y el occidente del país.

Historia

La megabanda del Koki nace en 2014, bajo el nombre de banda “Los Chiches”. Para ese entonces era liderada por un delincuente identificado como Jesús Alberto Ramos Caldero, alias “El Chavo”, quien murió en un presunto enfrentamiento con el CICPC en enero de 2015.

 El Chavo se dio a conocer en marzo de 2014, luego de matar a un detective del CICPC y herir a otros tres funcionarios a quienes les tendió una emboscada en el sector La Chivera de la Cota 905. Ese episodio marcó la guerra que se ha mantenido hasta hoy entre el grupo criminal y la policía judicial, y además dejó claro que los policías eran el objetivo principal y enemigo número uno de la naciente megabanda.

 Con la muerte de El Chavo en 2015, alias Vampi, Koki y Garbis tomaron las riendas de la organización y son quienes consolidan y profundizan la alianza criminal. Los Chiches se convierten en la megabanda de Koki, que era el más visible y mediático de los tres delincuentes.

Ahora, el 8 de febrero de 2022, el Koki, murió en un procedimiento a manos de funcionarios del CICPC, la policial que lo perseguía desde 2014. Aunque la información sobre la operación es vaga, el ministro de Relaciones interiores, Remigio Ceballos, confirmó la muerte del delincuente en sus redes sociales.

Sin embargo, esto no necesariamente implica la desaparición de la banda.

Carlos Calderón Martínez, Vampi, el verdadero jefe de la banda; y Garbis Ochoa Ruíz, Garbis, su lugarteniente, no han sido capturados. En un futuro cercano se sabrá si el objetivo de la Operación Gran Cacique Indio Guaicaipuro II, que acabó con la vida del delincuente, era realmente para desmantelar la megabanda y combatir el crimen organizado.