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La ventaja comunicacional de la oposición prosistema
En el debate sobre cómo lidiar con el gobierno, la oposición prosistema tiene una ventaja comunicacional con respecto a sus rivales antisistema

 

@AAAD25

Me he referido con anterioridad en esta columna a una de las etapas del conflicto perenne entre facciones de la oposición venezolana. Aquella, en la segunda mitad de la década pasada, en la que estas tribus pasaron a ser conocidas por los exónimos peyorativos que cada una le endilgaba a la otra: “beatas” y “guerreros del teclado”. Si nos distanciamos de la guerra verbal fratricida y los miramos de forma desapasionada, podemos concluir que, a grandes rasgos, se corresponden con la oposición prosistema y la antisistema.

Nótese también que, en el intercambio de pedradas retóricas entre santas Úrsulas y Espartacos digitales, a los segundos se les hace mofa con énfasis en su virtualidad. Se les ridiculiza por supuestamente estar todo el tiempo tras una computadora o teléfono inteligente y limitarse a clamar, furibundos, por acciones radicales e inviables que otros deben acometer, mientras ellos mismos no abandonan la comodidad de sus sofás. No podemos olvidar que, en relación inmanente con el concepto al que el internet nos ha acostumbrado, “virtualidad” tiene otro significado. A saber, algo que físicamente tiene una existencia aparente mas no real. O sea que la oposición antisistema es, para la prosistema, aun más despreciable por su inferioridad ontológica. Por su carencia de corporeidad en un orden político material (el pretendido maquiavelismo y realismo que la otra facción se atribuye a sí misma). Gente que vive de la pantalla. Pantalleros de la política que explotan las emociones y el idealismo inocente del público.

Aunque “beatas” y “guerreros del teclado” son expresiones hoy démodé, los resentimientos que las fundamentan siguen vigentes. Entonces, a la oposición antisistema todavía se le reprocha su virtualidad. Es bastante común que a sus miembros sean descalificados como “radicales de Twitter”. Mi pregunta para estas damas y estos caballeros es: ¿Qué alternativa tiene el grupo del que tanto denuestan, para hacer llegar su mensaje a las masas? Porque lo cierto es que, en el debate sobre cómo lidiar con el gobierno, la oposición prosistema tiene una ventaja comunicacional con respecto a sus rivales antisistema.

Pondré un ejemplo particularmente elocuente. Hace unas semanas, una emisora de radio de gran alcance realizó al aire un foro para hablar de las sanciones a la elite chavista. Absolutamente todos los panelistas eran detractores connotados de las medidas punitivas. Como se podrán imaginar, no hubo mucho debate. Probablemente el equipo periodístico responsable del programa radiofónico hubiera preferido una mayor diversidad de opiniones. Pero todos sabemos qué hubiera ocurrido si entre los invitados hubiera figurado alguien que defienda la pertinencia de las sanciones. Conatel habría ordenado sacar de inmediato de las ondas hertzianas esa emisora, expropiado sus equipos y colocado en su lugar otra fuente más de propaganda chavista. Decenas de personas, de pronto sin trabajo. Todo lo cual, en un típico “Quién manda a las mujeres a salir a la calle en minifalda; por eso las violan”, sería achacado a la “irresponsabilidad” de quien osó molestar al gobierno ante el micrófono.

Lo que es válido en radio, más aun lo es en televisión, el medio al que, al menos hasta principios del presente siglo, recurrían más los venezolanos para informarse. De ahí que haya sido aquel al que el chavismo procedió más rápidamente a aplicar su censura o, como la llamó en su momento uno de los arquitectos del aparato censor (hoy devenido en crítico del gobierno desde la comodidad de Europa) en una visión retorcida del pensamiento de Gramsci, “hegemonía comunicacional”. Quien crea que se aflojaron las tuercas solo tiene que ver lo que le acaba de pasar al periodista Seir Contreras, despedido de Globovisión por cumplir con su deber profesional cuando hizo preguntas incómodas a un miembro de la elite gobernante.

Por vía textual, la cosa no mejora. Los periódicos que considerarían incluir entrevistas a opositores antisistema han prácticamente desaparecido en formato físico. El chavismo los borró mediante su monopolio sobre la importación y distribución de papel periódico. Algunos portales web de periodismo digital sí incluyen sus voces, pero muchos, si no es que todos, son objeto de bloqueos intermitentes o permanentes por Cantv y proveedoras privadas de internet que tienen que aplicar igual censura por orden gubernamental.

¿Y la congregación física de personas? En teoría es una posibilidad. Pero, claro, esta antiquísima forma de comunicar supone un alcance mucho menor del mensaje. Eso por no hablar de la inhibición del propietario de una residencia o local comercial a prestar el espacio para un evento de esa naturaleza, por miedo a represalias del gobierno, como las que han sufrido quienes han prestado servicios a María Corina Machado en sus actos de campaña.

Repito ahora la pregunta: ¿con qué alternativa cuenta la oposición antisistema para transmitir sus ideas a un público masivo, aparte de las redes sociales? La respuesta es que no hay alternativa. Por eso siempre me ha resultado harto ridícula la burla sobre “radicales de Twitter”. Sobre todo, viniendo de gente que no es objeto de ninguno de esos vetos y que, al contrario, es habitué en los grandes medios restringidamente autónomos que quedan en pie.

Curiosamente, la burla sobre la virtualidad de la oposición antisistema y su supuesta flaqueza resultante suele ir acompañada por quejas iracundas que le atribuyen los fracasos de la oposición. Se señala a los “radicales de Twitter” de ser responsables de que el chavismo se mantenga en el poder mediante el fomento del “abstencionismo” electoral y del repudio al diálogo con el gobierno. Es como cuando el chavismo llama a sus adversarios “escuálidos” pero al mismo tiempo los pinta como depositarios de una omnipotencia maligna que los hace culpables de todos los males de Venezuela. Entonces, unas personas que solo se expresan en Twitter (hoy X), plataforma que ni el 10 % de los venezolanos usa, de alguna manera frustran las aspiraciones de otras, que tienen acceso irrestricto a la radio y la televisión. Me van a perdonar por no comerme ese cuento. Si las premisas de la oposición prosistema, empezando por el fetichismo electoral, no han calado en una parte sustancial de la población, pues ese fracaso es de ella solita.

Voy a concluir con otra pregunta retórica: si, supuestamente, los postulados de la oposición antisistema son de gran ayuda para el chavismo y los de la oposición prosistema son la verdadera clave para un cambio político, ¿por qué entonces unos son objeto de una censura tan severa y los otros corren con plena libertad? No hay que ser un genio para dar con la respuesta.

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