“Justicia socialista” contra todos - Runrun
Alejandro Armas Jun 23, 2023 | Actualizado hace 2 meses
“Justicia socialista” contra todos
Todo aquel que resulte incómodo a un miembro de la oligarquía, por cualquier razón puede ser suprimido. Así fue en Venezuela en los años 50. Y sigue siendo así ahora

 

@AAAD25

La nostalgia por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez siempre me ha parecido uno de los fenómenos más absurdos y risibles en la psiquis colectiva del venezolano. Lo peor es que son cada vez menos los que pueden siquiera decir que hablan bien por experiencia propia, pues la labor inexorable de Cronos está extinguiendo a la última generación que vivió con la madurez política de un adulto aquellos años de manía por el mambo de Benny Moré y torturas a manos de los matones de Pedro Estrada.

Entre los que quedan, así como entre nuevas generaciones de admiradores de quien Alejo Carpentier llamara “gnomo castrense”, uno de sus intentos de subterfugio para justificar la fascinación por uno de los peores gobiernos en la historia venezolana es aquel manido “Ay, es que si no te metías en política no te pasaba nada”. Vaya engañifa grotesca. El poder arbitrario pisotea a quien le dé la gana por el más mínimo capricho. Todo aquel que resulte incómodo a un miembro de la oligarquía, por cualquier razón puede ser suprimido. Así fue en Venezuela en los años 50. Se me viene a la mente el desenlace fatal del triángulo amoroso que tuvo por vértices a Genaro Salinas, Zoé Ducós y Miguel Silvio Sanz.

Y sigue siendo así ahora. Lo digo porque los más desparpajados traficantes de conformismo a veces recitan el mismo mantra. Pero la realidad siempre vuelve al ataque. Sobran anécdotas de personas que ni militan en partidos políticos opositores ni estaban gritando “¡Maduro, vete ya!” cuando cayeron en las garras de los organismos de “seguridad del Estado”. ¿Recuerdan a Antonia Turbay, la señora que estuvo más de un año en las mazmorras del Helicoide por ser vecina de Iván Simonovis al momento de su fuga?

A ese historial funesto se unen los productores agrícolas de los Andes puestos tras las rejas por osar quejarse sobre las consecuencias de la escasez de combustible, a su vez resultado de años de ineptitud, desidia, corrupción y rapiña insaciable que dejaron a Pdvsa hecha una ruina. Qué ironía tan cruel. Ese menoscabo y saqueo de la industria petrolera fue denunciado a todo volumen en su momento. Pero como Rafael Ramírez y sus secuaces estaban en ese momento en buenos términos con el resto de la elite gobernante, pues las alertas fueron ignoradas. Los inquisidores apenas “se enteraron” cuando muchos de ellos ya se habían largado de aquí y anclado sus fortunas en Europa, donde siguen gozándose esos reales, cosa que no impide que desde acá sus excamaradas se atribuyan descaradamente el hallazgo de la podredumbre y finjan estar indignados al respecto.

La celeridad que no tuvieron para siquiera investigar las denuncias de antaño contra los saqueadores sí que la tuvieron para ponerles los ganchos a unos agricultores que, con sus videos de cosechas desperdiciadas por falta de transporte, los hacían quedar mal. Luego de tenerlos en cautiverio y someterlos al escarnio público, los dejaron en libertad. Pero ya se cometió un atropello mayúsculo y el chavismo envió un mensaje: “Osen hacer estas cosas, que entonces iremos por ustedes y quizá tengan tan buena suerte”. Ah, y ninguno de los inquisidores responde por el abuso.

Aunque asimilemos que siempre cabe esperar lo peor de este gobierno, cada cierto tiempo nos recuerda cuán terrible puede ser. En esta oportunidad, hicieron que escaseara al extremo un bien sobre el que tienen el monopolio y que millones de personas necesitan para trabajar, y ahora están persiguiendo a los que ponen sobre el tapete el desperdicio de trabajo inevitable. Las sanciones para las víctimas no son novedad en Venezuela. Se manifiestan cada vez que reprimen con puño de hierro una protesta. Pero ahora podemos notar otra faz en el poliedro de las miserias. Esos agricultores no estaban llamando a marchar a Miraflores ni instando a los marines a que ocupen Venezuela.

Entre las reacciones a la noticia que más me llamaron la atención estaba una de alguien quien hablaba con conocimiento de causa. Un ingeniero agrícola y productor del campo que se preguntaba retóricamente si los perseguidores de sus colegas alguna vez habrían cargado sacos de legumbres para ver que su labor sea luego desechada por razones ajenas a su voluntad. Por supuesto que no. El trabajo duro no es, desde que se hicieron con el gobierno, una necesidad para ellos. Tienen los recursos del Estado para vivir cómodamente. Y aunque se llenen la boca con las tesis de Marx sobre el trabajo y la transformación industriosa de la naturaleza como la esencia misma del ser humano, todo indica que en el fondo desprecian el trabajo y lo relegan a la gente “vil”. Como si fueran aristócratas dieciochescos encerrados en Versalles y entregados al hedonismo y la joie de vivre patentes en las pinturas de Fragonard y Boucher, totalmente ajenos a las faenas sudorosas de los plebeyos.

Llevan tanto tiempo mal acostumbrados a eso, que, me parece, ya lo racionalizaron como una especie de privilegio divinamente ordenado. De ahí que no tengan escrúpulo alguno a la hora de preservarlo, lo cual incluye penalizar a los sans-culottes que contravengan la propaganda oficialista sobre un país perfectamente funcional y alegre, en esta mezcolanza de Los amos del valle y 1984. Como señaló Hannah Arendt, los revolucionarios se vuelven muy conservadores una vez que llegan al poder. Tiene sentido entonces que Manuel Caballero describiera al chavismo como el movimiento político más reaccionario en la historia venezolana.

Recientemente dediqué esta columna a los aplausos que no pocos dieron a la “Fiscalía Trending Topic” por sus acciones contra Ernesto Paraqueima, el zafio exalcalde de El Tigre destituido y puesto bajo arresto domiciliario por sus comentarios imbéciles sobre un mural pintado por niños con autismo.

Espero que los que celebraron aquel exceso reconozcan ahora la arbitrariedad de un ente con el que acaso aspiran a hacer justicia cuando tengan un problema. Espero que también quede claro que todos somos vulnerables a algún abuso, aunque “no nos metamos en política” y simplemente estemos manifestando frustración por injusticias que nos hacen la vida de cuadritos hasta en nuestra cotidianidad. Quizá entonces la sociedad entenderá que necesitamos un cambio político para tener vidas dignas.

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