Por qué no podemos conformarnos - Runrun
Alejandro Armas Nov 18, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Por qué no podemos conformarnos
El gobierno podrá terminar de prescindir de sus políticas económicas más destructivas. Sin embargo, nunca tendremos tranquilidad mientras no haya Estado de derecho ni democracia

 

@AAAD25

Parece que finalmente se reanudará el diálogo entre el gobierno y la oposición, aunque por desgracia no han cambiado las condiciones para augurar resultados que beneficien en Venezuela a alguien aparte del chavismo. La disidencia acudiría a la mesa de negociación muy debilitada, incapaz de exigir concesiones democráticas a la elite gobernante. No hay presión interna de ningún tipo, pues la población sigue desmovilizada. Presión externa hay, pero son las sanciones cuyo levantamiento el chavismo exige, sin ofrecer en trueque algún cambio que comprometa su hegemonía. Las nuevas condiciones globales favorecen el deseo de Miraflores, pues las democracias occidentales quieren fuentes alternas de petróleo para romper definitivamente con el suministro estratégico ruso. De ahí viene, a mi juicio, el súbito interés del gobierno francés en el diálogo venezolano.

Y claro, ya están los señores devotos de la adaptación disfrazada de oposición vaticinando, sin temor alguno de equivocarse, que el diálogo renovado será una maravilla. Quien no lo crea es “radical y antipolítico” o “está en la nómina del interinato”. Como si el escepticismo sobre unas negociaciones que en experiencias pasadas fueron yermas implicara desconocer que el “gobierno interino” de Juan Guaidó también fracasó. Pero ya se ha hablado bastante de estas damas y estos caballeros. Hay otros que al menos tienen la sinceridad de admitir que se resignaron a dejar que el chavismo gobierne por tiempo indefinido. Pero igualmente se molestan por las objeciones a la claudicación y a cualquier medida de presión sobre la elite gobernante.

Palabras más, palabras menos, sostienen que lo que se debe hacer es darle a dicha elite absolutamente todo lo que quiera, para que nos deje a todos en la sociedad civil proseguir con nuestras actividades privadas.

Pues bien, a todas esas personas que no entienden la molestia con el conformismo hacia este statu quo oprobioso les digo lo siguiente. El último conteo del Foro Penal arrojó que en Venezuela hay 258 presos políticos. Me parece una inmoralidad obvia olvidarse de ese detalle. No es algo que se pueda aceptar bajo ninguna circunstancia. Y por favor no me digan que eso lo resolvería la amnistía general planteada por Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia devenido en una especie de mediador en el diálogo (muy lejos de ser el ideal, a propósito). Esa película la hemos visto tantas veces. Asumamos que todos los presos políticos son liberados. No creo que ocurra, pero asumámoslo. ¿Cuántas veces hemos visto que excarcelan a presos políticos y sus celdas son rápidamente ocupadas por otros?

Esa será la terrible realidad mientras no haya Estado de derecho. A lo cual hay que agregar que en este país a absolutamente cualquier persona le puede salir su “numerito”. En cualquier día, solo porque un poderoso así lo decide caprichosamente. Les digo: yo no quiero vivir con el miedo permanente de que me arruinen mi vida, o la de un ser querido, porque a un jerarca le dio la gana. Pienso que merecemos algo mejor, solo por ser humanos. Tenemos derechos humanos.

Y créanme, eso de que «si no te metes en política, nada te pasará» es una pobre ilusión. Cuando no hay Estado de derecho, pueden pisotearte también por algo relacionado con tu vida privada: una finca, un negocio, una pareja, etc. Solo por reclamarle a una persona «bien conectada» ante un atropello en tu cotidianidad, en la vía pública, puedes terminar muy mal. No importa si literalmente no sabes con quién te estás metiendo. Ejemplos sobran.

El gobierno podrá terminar de prescindir de sus políticas económicas más destructivas. La economía podrá seguir mejorando (no parece que vaya a ocurrir, pero, de nuevo, asumámoslo). Sin embargo, nunca tendremos la tranquilidad que merecemos mientras no haya Estado de derecho ni democracia. Siempre seremos injustamente vulnerables, aunque nos comportemos como gente decente. Ojalá se entienda y actuemos en consecuencia.

La amnesia conformista

La amnesia conformista

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