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Entre la adaptación y la adaptación
El fetichismo electoral excluye lo más importante para que el voto sea efectivo: la movilización ciudadana en su defensa, en caso de desconocimiento por el régimen

 

@AAAD25

Creo que muchas personas le deben una disculpa a Henri Falcón. Démosle el asiento del piloto a Mnemósine para que ponga la palanca en retroceso (la única marcha en la que puede manejar, obviamente) y nos lleve a 2018. Falcón lanzó su quijotesca campaña presidencial contra Nicolás Maduro. Los partidos de la MUD, convencidos por las horriblemente arbitrarias elecciones regionales de 2017 de que el voto ya no podría ser un instrumento para el cambio político, se abstuvieron de participar. Sus seguidores en aquel entonces denunciaron a Falcón como inepto, en el mejor de los casos, o como cínico actor en la simulación chavista de democracia, en el peor de los casos.

La MUD se inclinó por un plan rebelde y antisistema, totalmente divorciado del statu quo diseñado por el chavismo para que su autor jamás pierda su hegemonía, aunque la voluntad ciudadana se oponga. La apoteosis de dicho plan ocurrió en Chacao en enero de 2019, cuando Juan Guaidó se juramentó como “presidente interino”. Están por cumplirse tres años de aquel día, sin que el interinato cumpla su objetivo fundamental. El plan antisistema de la MUD no dio frutos. El resultado ha sido la desilusión de las masas deseosas de cambio político como preludio para la recuperación económica y social del país.

Todo bien hasta ahora… Bueno, no. Mal, pero comprensible. La frustración es comprensible. Lo que sigue, no tanto. Y es que, aunque la rebeldía de la MUD y del interinato terminó llevando a una calle ciega, algunos conciudadanos dieron media vuelta para ir a… Otra calle ciega ya conocida. A saber, el callejón sin salida del fetichismo electoral. La creencia de que lo único que pueden hacer los adversarios del chavismo es ganar elecciones y esperar por el milagro de que al chavismo le dé la gana de respetar el resultado (y con esto no me refiero solo a los números; también a los efectos del resultado, como permitir que un ente conquistado por la oposición actúe de forma autónoma).

En varios casos, el salto de la rebeldía antisistema al fetichismo electoral se dio de forma muy brusca, y con desparpajo para efectos de justificación. Sobre todo a partir de la decisión de la MUD de tomar parte en las regionales del año pasado y, más aun, tras la victoria de Sergio Garrido en Barinas, cuyos méritos y límites discutí la semana pasada en esta columna. De manera que personas que en 2018 condenaron a Falcón por “medirse” con Maduro, ahora repiten los mismos argumentos esgrimidos por aquel hace cuatro años. Dudo que lo admitan, aunque deberían.

Pero por más que estos individuos hagan en público como si no vieran la montaña de evidencia de que el voto por sí mismo no se traduce en cambios políticos bajo el sistema chavista, no creo que en su fuero privado de verdad lo hayan olvidado. No soy psicólogo social, pero me parece que estamos ante una especie de mecanismo colectivo de defensa. Un intento de racionalizar la disonancia cognitiva entre la necesidad de sentir que se está haciendo oposición efectiva y el hecho de que en realidad no se está haciendo.

En otras palabras, estas personas se rindieron. Desistieron de la lucha opositora y su objetivo de restaurar la democracia y el Estado de derecho en Venezuela.

Ven como algo inevitable que el chavismo siga gobernando hasta quién sabe cuándo y se conforman con adaptarse al sistema y vivir lo posiblemente mejor en él. Pero no lo quieren admitir, vaya usted a saber por qué. De ahí que necesiten racionalizar la disonancia. Sin embargo, la realidad es terca, y cada vez que insiste en presentarse, en vez de admitirla, se redobla el esfuerzo por racionalizar la disonancia, tal como sostuvo Leon Festinger, autor de esta teoría. No importa cuán descabellado sea el argumento.

Es así como la adaptación al sistema chavista por arte de magia se convierte en «oposición» al mismo. Administrar las migajas de poder y recursos que el chavismo tolera, a cambio de someterse a él, es «ocupar espacios de lucha». Los nuevos prohombres de este ethos son los políticos del G4 que se están «falconizando»: Manuel Rosales, Sergio Garrido, etc. Curiosamente, el propio Falcón y sus aliados no reciben el mismo reconocimiento, sospecho que por razones de sectarismo.

Pero, repito, la realidad insiste. Adaptación y oposición nunca serán lo mismo. Sé que es difícil mantener la aspiración de vivir en democracia luego de tanto esfuerzo y sacrificio sin llegar ahí, pero no me parece correcto tirar la toalla. Porque creo que merecemos algo mejor. La adaptación, tener a gobernadores como Garrido, solo nos permitirá en todo caso gozar de una calidad de vida un poco menos mala. Jamás cuestionaré que alguien quiera vivir menos mal, pero vivir menos mal no es vivir bien, ni ser libre.

Así que yo le sugiero a todos los interesados en el porvenir de la nación que sean firmes exigiendo a los políticos y líderes de opinión claridad en sus propósitos. ¿Quieren adaptarse u oponerse? No pienso increpar a nadie si se inclina por la adaptación, pero que no la disfrace, con ribetes épicos, de esfuerzo para lograr un cambio político. Eso es burlarse de la gente y darle falsas esperanzas.

Lamentablemente pareciera que, en la medida en que la MUD retoma la participación electoral, son los creyentes en la adaptación los que dictan pauta, sin reconocer ante el público, y quizás ante ellos mismos, su limitada visión de progreso. Esto es un problema porque su fetichismo electoral en esencia excluye lo más importante para que el voto sea efectivo: la movilización ciudadana en su defensa, en caso de desconocimiento por el régimen. Si así va a ser la agenda opositora en 2022 y más allá, está condenada. En el mejor de los casos, será un fracaso con buenas intenciones. En el peor de los casos, una farsa descarada.

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