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Entrevista | Mayte Navarro, Madame Glamour : “La elegancia es ser tú mismo”

Mayte Navarro, conocida como Madame Glamour. Retrato de Mónica Trejo.

«Aprendí en casa a ser anticomunista. Mi abuela todas las noches nos hacía rezar para que nunca el comunismo se apoderara de Venezuela», nos cuenta Mayte Navarro, conocida como Madame Glamour

 

@cjaimesb

Le tiene terror a la hipocresía y a los halagos. Es distinguida, sobria y muy inteligente. Periodista por amor a la historia y a la cultura. Tiene un espacio en mi programa del Circuito Éxitos todos los sábados desde hace trece años, donde su «recreíto», como ella lo llama, es la sección más esperada, pues por espacio de diez minutos tiene la virtud de sacarnos de nuestra realidad y llevarnos a otros espacios, mejores o peores, pero distintos. Madame Glamour se ha ganado por mérito propio un espacio en el corazón de sus radioescuchas.

Educada con sobriedad, agradece que le hayan inculcado desde muy niña la honestidad, la disciplina y el trabajo como valores principales. Nada era gratis, porque todo había que ganárselo. Su casa fue una casa de mujeres, donde el único hombre era su papá. Eso la enseñó a no sentir que los hombres eran «superiores». También fueron superexigentes con los estudios, pues consideraban que era la única vía para tener éxito en la vida.

Mayte Navarro es culta y muy grata. Lectora empedernida y viajera impenitente, una puede conversar con ella por horas sin cansarse. Su musa fue Oriana Falacci, aunque luego se dedicó al periodismo de sociales y de la realeza, donde encuentra que sucede lo mismo que en cualquier casa de familia. Y, a veces, mucho más.

Sobre Venezuela, no cree que seamos «la tapa del frasco», pero siente que junto a quienes destruyen, denigran y abusan, también están quienes crean, los que hacen su trabajo con entusiasmo, pensando en quienes pueden beneficiar, sin esperar más que el bienestar colectivo. Y eso es una esperanza.

– Tuviste la oportunidad de viajar desde joven. ¿Cómo comparas los lugares que conocías con la Venezuela de aquella época?

– Los viajes siempre los consideré como una oportunidad para crecer. Más que comparar los lugares con mi país, me dedicaba a descubrir los sitios emblemáticos. Conocer su gente.

Creo que los primeros viajes son como un entrenamiento, porque te dan una idea general de los lugares. Cuando regresas a esa misma ciudad o pueblo, entonces comienzas el verdadero conocimiento, porque ya sabes cómo ubicarte. Recuerdo mi primer recorrido por el Museo del Prado. Al llegar a la sala dedicada al Greco, creo que fui presa del síndrome de Stendhal. No podía creer que estaba en frente de una de las obras del pintor que admiraba a través de las imágenes de un libro, las obras de la que hablaba la profesora.

En una gran ciudad como Nueva York, sentía que Caracas era algo pueblerina, pues su oferta cultural no guardaba las mismas dimensiones.

– ¿Qué fue lo más importante que aprendiste en tu casa?

– Creo que la disciplina y la honestidad. Desde pequeña me decían que nada es gratis en la vida, que tenías que trabajar para lograr las cosas. Mis padres eran exigentes. Una boleta con 17 no era motivo de orgullo.

En la secundaria fue igual. Me repetían una y mil veces: tu responsabilidad es estudiar y pasar al otro curso. Tú sabes qué debes hacer para lograrlo. Solo tú puedes hacerlo. La honestidad siempre fue una bandera en mi casa. No había posibilidad de hacer trampas para lograr algo.

Recuerdo que estando en primer grado llegué con un sacapuntas diferente al mío. Mi mamá me preguntó que de dónde lo había sacado y le respondí que era un cambio que había hecho con una de mis compañeras. Esa noche no pude usar el sacapuntas y la mañana siguiente estaba devolviéndolo a su dueña originaria. Eso me enseñó a no desear los objetos de los demás. Si los quiero, debo trabajar para ello.

Quizás mi discreción sea otra conducta aprendida en casa, donde detestaban lo avasallante. Y si la honestidad era una bandera, la hipocresía no tenía cabida. 

Mi casa era un lugar de mujeres. El único hombre fue mi papá. Ese hecho me marcó porque nunca he sentido la superioridad de ningún hombre por el solo hecho de serlo.

La otra cosa que aprendí en mi casa fue ser anticomunista. Mi abuela, que era una católica practicante, todas las noches nos hacía rezar para que nunca el comunismo se apoderara de Venezuela. También nos contaba los terrores que sucedían en las naciones que se encontraban tras el “telón de acero”.

– ¿La Comunicación Social fue una vocación determinante o pensaste estudiar otra cosa?

– A medida que una va creciendo va cambiando. En tercer grado decía que iba a ser bióloga marina. Ya en cuarto grado comencé a escribir en la revista del colegio. Yo estudié en el Politécnico y allí se impartía una verdadera educación integral. Recuerdo que más de una vez se publicaron mis composiciones.

A esto habría que sumar la presencia de los periódicos. Yo podría decir que aprendí a leer en El Universal, que no faltaba en casa, así como La Religión. Los domingos se sumaba El Nacional. Abundaban las revistas. Quizás allí nació mi deseo de ser periodista, mi admiración por la moda y el placer de ver la vida de los demás a través de las reseñas sociales. Leer a Oriana Fallaci fue algo decisivo para estudiar periodismo. En sus escritos hay mucha pasión.

– ¿Cuándo y por qué escogiste dedicarte al periodismo de sociales, noticias de la realeza y la farándula?

– No puedo decir que la farándula esté dentro de mi trabajo periodístico. Sociales quizás surgió porque siento que es contar relatos de la vida de alguien. Por otra parte, lo cultural está tan relacionado con la vida social, que creo que es otra manera de narrar la cultura.

La realeza siempre me ha encantado porque no es más que el espejo de una sociedad. Lo que pasa en un palacio también sucede en una casa sencilla. Todos los seres humanos podemos ser víctimas de la envidia, de la intriga y también del heroísmo. La historia está llena de ejemplos.

– Sin duda eres una mujer sofisticada. ¿Cuál es tu concepto de la elegancia?

– Creo que la elegancia es ser tú mismo. No imitar a nadie. No ser esclavo de la moda. Ser elegante es saber estar. Es saber convivir con los demás y no dejarte llevar por los gustos de la mayoría.

Madame Glamour ha sido un verdadero hit en la radio de los fines de semana. La gente te espera con ansias, te alaba y te agradece el «recreíto», como tú lo llamas. ¿Cómo recibes los halagos?

– A los halagos le tengo terror. La fama me parece que es pasajera. Podría decirte que disfruto del afecto que me transmite la gente. Agradezco las bellas palabras y me siento comprometida con cada salida al “ruedo”. Eso me obliga a indagar más en cada entrega.

– ¿Qué significa Venezuela para Mayte Navarro de Veloz?

Para mí Venezuela, es mucho más que paisajes hermosos o una naturaleza exuberante. Venezuela son sus hombres y mujeres. Venezuela son recuerdos y vivencias. No creo que seamos la tapa del frasco, como muchos dicen, porque de serlo no estaríamos pasando tanta necesidad. Pero junto a quienes destruyen, denigran y abusan, también están quienes crean, los que hacen su trabajo con entusiasmo, pensando en quienes  pueden beneficiar, sin esperar más que el bienestar colectivo. Venezuela es una parte del mundo y por lo tanto un reflejo de lo bueno y de lo malo que sucede en el planeta azul. 

Entrevista | Gustavo Coronel: “Todos los que amamos a Venezuela hemos muerto un poco
«Lo que existe hoy con el nombre de Venezuela es una grotesca caricatura del país que existió antes del chavismo. Esa Venezuela perezosa y complaciente desembocó en esta Venezuela de horror que tenemos hoy», dice Gustavo Coronel, el único superviviente de la primera directiva de PDVSA

 

@cjaimesb

Va a cumplir 88 años en agosto, pero su lucidez es la de un joven de treinta. Aguerrido, valiente, no tiene “pepitas en la lengua”. Dice lo que piensa, lo que le costó en esta Venezuela chavista tener que irse del país. Pero esa circunstancia lo acercó aun más a su tierra.

Nacido en la Catia pujante de clase media, se fue muy joven a Los Teques porque sus padres estaban conspirando contra el régimen de Juan Vicente Gómez, apoyando a los García Maldonado, hermanos de su madre. Sus memorias de Los Teques merecen una novela que, aunque dice que no se le da el género, estoy segura de que se le dará si lo busca: una muerta barbuda que se parecía a Guzmán Blanco, entierros a ritmo de guarachas, arrieros con sus cargas de víveres entre la neblina, retretas los domingos, una función de cine que se suspendió porque las ratas se habían comido el telón.

Gustavo Coronel, durante aquellos años, realizó muchos depósitos al “Banco de la Felicidad”, lo que le ha permitido enfrentar y afrontar los golpes que le ha dado la vida, siendo el mayor la pérdida de su mujer por 62 años, Marianela.

Empezó a escribir desde muy joven, cuando a los 14 años publicó su primer artículo en el diario El Popular de Los Teques. Y continuó haciéndolo. Tanto, que en su blog Las armas de Coronel está llegando a las 7000 entradas.

Estudió Geología en la Universidad de Tulsa, Oklahoma, donde obtuvo una beca de la Shell. En Shell trabajó durante 21 años y más tarde fue figura clave (aunque dice que llamarlo así es generosidad de mi parte, que no lo es porque es cierto) como parte del grupo de gerentes que consolidaron la nacionalización y convirtieron a PDVSA en una de las cinco mejores empresas petroleras del mundo, algo que nos luce tan remoto a los venezolanos hoy.

Es el único miembro del directorio de aquella PDVSA que está vivo. Hoy piensa que las verdaderas empresas básicas del Estado son la salud, la educación y la infraestructura, parafraseando a Diego Bautista Urbaneja.

Por fortuna, Gustavo no está pensando en retirarse. Acaba de fundar un grupo llamado “Ulises”, de donde seguirá aportando ideas. “Contribuir, hacer, buscar, encontrar, lograr y nunca desfallecer”.

La distancia le ha dado perspectiva: puede ver a Venezuela con sus atractivos, pero también con sus carencias. La Venezuela en la que creció, la del progreso, las oportunidades, la movilidad social, ya no existe. Pero sigue trabajando para que haya gente preparada que, en un par de generaciones, eche adelante el país.

Los Teques de mi niñez, un pueblo mágico

– Te criaste entre Catia y Los Teques, en una Venezuela muy distinta a la que hoy tenemos. Catia era, en aquella época, una zona de pujante clase media, con muchos inmigrantes, La degradación de aquella sociedad pujante, hoy, es obvia. Tus reflexiones entre aquel antes y este después.

– En primer lugar, muchas gracias por esta oportunidad de conversar contigo sobre aspectos de mi vida, Carolina. Nací en Catia en agosto de 1933, en una casita roja de la avenida España, a medio camino entre la plaza Sucre (bautizada Juan C. Gómez por su hermano el dictador) y la plaza Catia, después llamada plaza Pérez Bonalde. En aquella época Catia tendría unos 12.000 habitantes y aún no había sido elevada a la categoría de parroquia. La casita era una especie de escondite porque varios de los hermanos de mi mamá, Manolo, Enrique, Margot y Víctor García Maldonado, estaban en prisión o eran buscados. A los pocos meses de nacido me llevaron a Los Teques, a la casa de mi abuelo Rafael Coronel Arvelo, dueño de la Botica “Camposano”. Allí permanecí algunos meses hasta que mi padre y mi madre pudieron vivir normalmente en una pequeña casa de la calle Páez, en la sección de Los Teques llamada El Pueblo.

En los años 30 Los Teques era un pequeño pueblo de unos 11.000 habitantes. Se dividía en dos segmentos principales, unidos por dos largas calles. En El Pueblo estaba la casa de Gobierno y la plaza Bolívar, la residencia del presidente del estado (al lado de la botica de mi abuelo) y la iglesia San Felipe Neri. En El Llano de Miquilén, topográficamente más alto, se encontraba la estación del ferrocarril, el Parque Knoop (también llamado de Los Coquitos), muchas tiendas, la plaza Guaicaipuro, la plaza Miranda. En El Pueblo se efectuaba una retreta los domingos, amenizada por la banda del estado bajo la dirección de Adelo Alemán. Los jóvenes caminaban a lo largo de la calle Guaicaipuro; los muchachos en una dirección, las muchachas en otra, de manera que tenían oportunidad de encontrarse cara a cara repetidas veces e intercambiar miradas, algunas dulces, otras libidinosas.

Los Teques de la etapa de mi niñez y adolescencia era un pueblo mágico, en el cual – como decía Aquiles Nazoa – sucedían las cosas más extrañas. Los muertos eran llevados al cementerio al ritmo de guarachas, en una  carroza llamada la Muertorola. Al menos una señora tenía una hermosa barba, lo cual llevó a Nazoa a decir que parecía más bien una estatua a Guzmán Blanco. En una ocasión la película en el Teatro López (yo estaba en Gallinero, la localidad más barata) debió ser interrumpida porque las ratas se comieron el telón. En fin, un pueblo de sucesos maravillosos y gente inolvidable. En las mañanas llenas de neblina, al ir al colegio, me encontraba con los arrieros que iban con sus cargas de víveres a las aldeas vecinas. Los Teques era una especie de Davos  Platz tropical, frecuentado por los pacientes de tuberculosis y uno no se hubiera extrañado de encontrarse en una esquina a Settembrini o a Hans Castorp, los protagonistas de “La Montaña Mágica”, de Tomás Mann.

Arturo Michelena, afectado por la enfermedad, vivió en Los Teques por algún  tiempo y mi abuelo le suministraba los medicamentos sin costo. En retribución, Michelena lo pintó, un pequeño y bello óleo de cuerpo entero que se conserva en la familia. 

En Los Teques tuve una niñez y adolescencia tan feliz que pude hacer cuantiosos depósitos en mi cuenta de ahorros en el Banco de La Felicidad, lo cual me ha permitido atenuar los golpes que he recibido en años recientes.

Allí me eduqué con los insignes salesianos, padres Isaías Ojeda y Jorge Losch (alias Puyula), quienes me dieron mucho más que simple instrucción, me transmitieron un código ético. Los amigos que caminaban conmigo en las noches frías del pueblo han permanecido en mi memoria con el más profundo afecto: Julio Barroeta Lara, Luis Ayesta, José Balbino León, los hermanos López Grillo, los hermanos Monagas, Tarcisio Fiorillo, mi más querido amigo Antonio Pasquali, llegado a Los Teques desde Robato, Italia; los hermanos Moros, los hermanos Morillo, Ali López Bosch, Elio Mujica, José Ángel Salerno, tantos otros. Casi todos ellos se convirtieron en grandes profesionales, rectores universitarios, diplomáticos, periodistas, poetas, ecólogos, ciudadanos de visión global. En base a la actitud de esos amigos tequeños he postulado la Primera Hipótesis de Coronel: la visión global de la persona está en relación inversa al tamaño del lugar donde transcurrió su niñez. Mientras más pequeña la aldea más universal su pensamiento.    

Hoy esa cohesión comunitaria no existe. Lo que era un vigoroso capital social, ese fuerte sentido de pertenencia a una comunidad de amigos, casi familia, se ha perdido. Hoy, Los Teques es una caricatura de ciudad, pero los sobrevivientes de aquella Los Teques de mi adolescencia seguimos comunicados y nos une un fuerte lazo de afecto.

De Los Teques a Tulsa

– ¿Qué te llevó a la industria petrolera?

– En Los Teques, cuando estaba en tercer año de bachillerato en el Liceo San José y mientras compraba caramelitos de miel donde las hermanas Mendiri, conocí a un joven con un vozarrón llamado Francisco Moreno, Pancho, quien ya estaba en la universidad, comenzando sus estudios de Geología. Acepté su invitación a acompañarlo a excursiones geológicas en las cercanías. Nos íbamos caminando desde Los Teques hasta Las Tejerías por los cerros, observando las rocas metamórficas, algunas contentivas de níquel. Las rocas me gustaban mucho y, cuando llegó el momento de entrar a la universidad decidí irme a Tulsa, Oklahoma, a estudiar Geología.

Mi mente no estaba suficientemente orientada hacia las matemáticas para ser ingeniero, y la filosofía no ofrecía muchas oportunidades de empleo, por lo cual seleccioné un híbrido de ciencia y arte: la Geología, la cual exigía imaginación para pensar en la historia del planeta en base a la observación de las rocas y los fósiles. Elegí ir a Tulsa porque un amigo, Leonardo Moleiro, quien ya estudiaba allá, me había escrito diciéndome que habían asistido a un baile con la orquesta de Stan Kenton. 

Esta decisión de irme a Tulsa fue trascendental en mi vida, aunque tomada por razones parcialmente frívolas. En esa universidad no solo me enseñaron geología sino que reforzaron mi autoestima. Cuando llegué allí me dije: aquí nadie te conoce. Nadie sabe que eres tímido, que eres socialmente torpe. Aquí puedes ser quien quieras ser. Y así fue. Me puse un liquiliqui, canté Perfidia y llegué a ser maestro de ceremonias en el show de la universidad; tomé dos clases de baile en un estudio de Arthur Murray y cambié radicalmente de persona, de ser introvertido y tímido a ser extrovertido, con excelentes resultados. 

En mi segundo año en Tulsa me entrevistó un gerente de la empresa Shell y la empresa me concedió una beca. Cuando regresé a Venezuela tenía una posición asegurada en Shell y permanecí en esa maravillosa empresa por 21 años. Aunque a cada persona se le abren cada día múltiples caminos y es imposible saber qué hubiera pasado de haber tomado otro, entrar a Shell fue una magnífica decisión. En labores de mi profesión viajé y trabajé en muchos países del mundo, experimenté grandes aventuras y logré llegar al tope de la industria petrolera venezolana, al primer directorio de PDVSA.

De la PDVSA de Rafael Alfonzo Ravard a una empresa irrecuperable

– Fuiste una de las figuras clave para hacer de la PDVSA nacionalizada una de las mejores industrias petroleras del mundo. ¿Crees que a estas alturas tenga remedio o a Venezuela le toca buscar otros reductos de ingresos?

– Catalogarme de figura clave es muy generoso de tu parte, Carolina. Fui uno de los gerentes petroleros venezolanos en el momento que hicieron aportes para estructurar una empresa eficiente por bastantes años. La lista de esos nombres debería algún día figurar en una pared de granito, en algún parque de Caracas, para que no se pierda la memoria colectiva sobre quienes contribuyeron al éxito de PDVSA desde 1976 hasta 1998.

Fueron dos generaciones muy valiosas, ya hoy casi desparecidas sin dejar un suficiente testimonio escrito de sus labores. Soy el único sobreviviente petrolero del primer directorio de PDVSA, al cual llegué porque mi iniciativa (junto con Marcos Marín Marcano y Odoardo Leon Ponte) de formar un grupo de gerentes y técnicos petroleros para participar en el debate sobre nacionalización ayudó a un proceso mucho más justo y organizado que el pretendido por los grupos de extrema izquierda, los cuales deseaban una estatización a sangre y fuego. A pesar de los ataques de la izquierda en contra de los gerentes venezolanos, a quienes calificaban como vendidos a los “imperialistas”’, la verdad es que la empresa PDVSA, al mando del gran gerente público que fue Rafael Alfonzo Ravard, con nuestro concurso, se convirtió progresivamente en una de las tres o cuatro primeras empresas petroleras del mundo. 

Entrevista | Gustavo Coronel: “Todos quienes amamos a Venezuela hemos muerto un poco”, por Carolina Jaimes Branger
Foto de la izq., Gustavo Coronel (izq) con el general Rafael Alfonzo Ravard (der.); imagen de la der. Coronel en labores de geología. Fotos: gentileza G. Coronel.

Hoy esa PDVSA no existe. Su nombre está tan enlodado por la corrupción y la ineficiencia y su organización tan colapsada que es irrecuperable. Será deseable, necesario, adoptar un nuevo modelo de manejo de nuestra industria petrolera. El modelo de empresa petrolera estatal fracasó, no solo en manos de los bárbaros del siglo XXI, sino que ya había comenzado a deteriorarse durante la época luminosa de la democracia. PDVSA se comenzó a politizar cuando se le quitó su fondo de financiamiento y cuando algunos de sus directivos se comenzaron a nombrar en base a sus afinidades partidistas. En base a la experiencia  parece evidente que el país ni debe tener ni necesita tener una empresa estatal de petróleo, la cual distrae preciosos recursos que son indispensables para la verdaderas empresas básicas del estado: la salud, la educación y la infraestructura, como apuntó Diego Bautista Urbaneja hace muchos años. 

Morir un poco con Venezuela

– Háblame de tu vida físicamente lejos de Venezuela. «Partir es morir un poco», dice un verso del francés Edmund D´Haracourt. ¿Qué te hace «morir un poco»?

– Todos quienes amamos a Venezuela hemos muerto un poco, no importa si nos hemos ido o quedado en el país, al ver que la Venezuela nuestra ha ido desapareciendo. Lo que existe hoy con el nombre de Venezuela es una grotesca caricatura del país que existió antes del chavismo, manejada por ladrones, narcotraficantes y asesinos; invadida por guerrilleros colombianos, garimpeiros brasileños y asesores cubanos, bajo el terror de rapaces pandillas militares y civiles.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

Tengo 18 años sin pisar suelo venezolano pero he mantenido la memoria de la Venezuela amable en la cual fui feliz y conservo la ilusión de verla resurgir de sus cenizas, trabajando en proyectos ciudadanos para su futuro libre y democrático. Mi familia inmediata está cerca de mí aunque sufrí hace un año la irreparable pérdida de Marianela, mi esposa durante 62 años.

Entrevista | Gustavo Coronel: “Todos quienes amamos a Venezuela hemos muerto un poco”, por Carolina Jaimes Branger
Marienela, esposa de Gustavo Coronel durante 62 años. Foto gentileza de Gustavo Coronel.

Estoy rodeado de generosos amigos y de mis memorias y esa es mi Venezuela. Siento ocasional nostalgia de los pueblecitos andinos, del Ávila, de las puestas de sol en Juan Griego y las frondosas matas de cotoperí de Carabobo, pero de todo ello tengo recuerdos que me bastarán hasta el final. 

Mi obsesión por la transparencia

– Eres uno de los articulistas más leídos y, además, uno de los más aguerridos. Háblame de esa experiencia.

– Comencé a escribir hace 74 años, a los 14 años, en el pequeño diario El Popular, de Los Teques, con un artículo pomposamente llamado: Nuestro equivocado sentido de la heroicidad. En el liceo Andrés Bello fundé un periódico llamado Espiral, junto con Antonio Pasquali. He escrito toda mi vida para El Nacional, Panorama, El Universal, El Diario de Caracas y Resumen, la gran revista de Jorge Olavarría. Escribí un artículo para el Washington Post en 1985 que casi me costó el puesto en el Banco Interamericano de Desarrollo (es una bonita historia).

En 2007 comencé el blog www.lasarmasdecoronel.blogspot.com, en el cual llevo hasta hoy 6693 entregas, en español o en inglés. Me hubiera gustado ser un novelista pero no logré desarrollar ese talento. Cultivo el ensayo y la investigación sobre los más variados temas: petróleo, corrupción, educación ciudadana, la primavera o el otoño, la mezquindad o la infinita grandeza del ser humano, sobre gente que amo y admiro. Así como hay quienes juegan golf, yo escribo. En los últimos años me han sido muy útiles los consejos de mi gran amigo Moisés Naím, uno de los pensadores venezolanos de dimensión mundial, quien me ha enseñado a buscar el ángulo original de un tema, tocar sus aspectos menos obvios, a fin de que el escrito no sea simplemente más de lo mismo.

Así como muchos tienen la obsesión de la opacidad y el misterio, yo tengo la obsesión de la transparencia y pienso que un ciudadano debe vivir en una casa de cristal y rendir cuentas de su vida a sus accionistas: familia, amigos y los miembros de la sociedad en la cual vive.

Ello me ha llevado a una actitud permanente de denuncia y confrontación con los transgresores de la ética, en ocasiones expresada con mucha rigidez según algunos de mis lectores.

Aunque les escucho y he rectificado en ocasiones, dándoles la razón, en otras ocasiones defiendo mi actitud apoyándome en lo que llamo la Segunda Hipótesis de Coronel: Quien cede en lo pequeño, probablemente termina cediendo en lo grande.    

El grupo Ulises, porque nunca es tarde

– Hace poco creaste un grupo informal, llamado Ulises, para demostrar que «estar viejo no es echarse a morir». Yo te veo con la pasión y las energías de un hombre joven y nada «echado a morir». ¿Cuál es la idea básica detrás de este grupo?

– He tratado de vivir una vida de buen ciudadano activo. Ello significa hacer aportes efectivos a la sociedad de la cual formo parte, en Venezuela o donde esté viviendo. Estos aportes efectivos pueden ser hechos a cualquier edad, en cualquiera etapa de nuestras vidas. Como dice Alfred Tennyson en su bello poema Ulises: “La vejez aún tiene su honor y sus tareas/ y antes del final/ algún noble trabajo puede ser emprendido… Nunca es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo”.

Este poema de Tennyson sirve de base a mi actitud ante la vejez, resumida así: contribuir, hacer, buscar, encontrar, lograr y nunca desfallecer. Por ello he invitado a mis compatriotas mayores de 80 años a integrar el grupo Ulises, el cual tiene como su presidente a Rodolfo Izaguirre y ya tiene cinco miembros, incluyendo dos damas de mucho menor edad, pero a quienes hemos eximido de la obligación de octogenarias. El objetivo del grupo es inspirar a los venezolanos a luchar por su redención, extirpando la corrupción y mediocridad que nos azota, remplazándolas con dignidad y buena ciudadanía.

– Fuiste representante de Transparencia Internacional en Venezuela. Cuéntame de tu trabajo en esa institución tan importante.

– Desde 1995 a 2000 fui representante de Transparencia Internacional en Venezuela, como presidente de PRO CALIDAD DE VIDA, una organización no gubernamental que fundé en 1990 a fin de promover el liderazgo en pequeñas comunidades venezolanas, la educación ciudadana y la lucha contra la corrupción. Fue este último objetivo el cual sirvió de base a la designación de Transparencia Internacional.

Apoyándome en las ideas de Robert Klitgaard estructuré en 1992 un taller titulado Estrategias para combatir la corrupción, el cual comencé a impartir en escuelas y universidades venezolanas, en algunas oficinas públicas y en nuestra pequeña sede de la organización. La audiencia total de centenares de talleres alcanzó a unas 15.000 personas, casi todas de clase media-baja o clase media-media, ya que rara vez la clase media alta venezolana se interesó en esta labor. Este taller fue pedido por otros países, adonde viajé con el apoyo financiero del National Endowment for Democracy, organización basada en Washington DC. Fui a Panamá, Paraguay, Ecuador, México y Bolivia. En Panamá y Paraguay di talleres anticorrupción a jóvenes maestros, formando entrenadores para amplificar el esfuerzo. Nuestra actividad se interrumpió en el año 2000, cuando tuve que ausentarme de Caracas por razones políticas.

La trágica muerte de PDVSA

He continuado esta lucha contra la corrupción por mi cuenta durante estos años, utilizando mi blog, denunciando con nombre y apellido a los responsables por la trágica muerte de Petróleos de Venezuela, a manos de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Ramírez, Ali Rodríguez Araque y otros cómplices. Ver nuestro libro: Quien destruyó PDVSA, en librerías de Caracas y en Amazon Books. 

Entrevista | Gustavo Coronel: “Todos quienes amamos a Venezuela hemos muerto un poco”, por Carolina Jaimes Branger
Foto izq.: portada del libro Quién destruyó Venezuela (Gustavo Coronel y Sergio Sáez). Foto del pozo petrolero: captura de pantalla del video ¿Quién destruyó PDVSA? Otro ícono de Venezuela en ruinas | Impacto Mundo.

– ¿Qué significa Venezuela para Gustavo Coronel?

– Venezuela significa para mí el terruño donde nací y donde fui feliz por largos años de niñez, adolescencia, juventud y carrera profesional. Una Venezuela amable, de gente cordial y sencilla, en la cual me sentí como en un gran hogar. Mi generación fue muy afortunada en vivir en una Venezuela esencialmente democrática y libre, de grandes oportunidades y movilidad social, lo cual me permitió salir de mi pequeña aldea a ser parte del mundo.

Viví hasta mi madurez en una burbuja social muy protegida, trabajando para organizaciones petroleras donde nunca me faltó nada y donde casi nunca se vio gente robando, porque el petrolero era bien remunerado y había internalizado un alto código ético. Quizá se le puede reprochar a mi generación haber sido demasiado feliz y no haberse sensibilizado suficientemente sobre la pobreza de muchos compatriotas. Era una Venezuela de museos, playas, conciertos gratis, bibliotecas, viajes y  una alegría subyacente que nos hizo pensar que la bonanza sería eterna.

Sin darnos cuenta suficiente, existía en paralelo una Venezuela de bajísimos niveles educativos, a pesar de la instrucción gratis y obligatoria, una Venezuela parasitaria viviendo del Estado, de liderazgo progresivamente mediocre, una Venezuela integrada por un gentío  ávido de dádivas, que se iba acostumbrando a reclamar derechos pero sin pensar en sus deberes.

Esa Venezuela perezosa y complaciente desembocó en esta Venezuela de horror que tenemos hoy.

La veo como un padre vería a un hijo minusválido, con compasión pero sin muchas esperanzas a corto plazo. Venezuela es hoy un edificio de varios pisos sin bases, condenado al derrumbe. Las bases inexistentes del edificio son los buenos ciudadanos, los cuales se podrían crear en dos generaciones, si existe la voluntad política de trascender de la pequeñez populista para guiar un masivo programa de modificación actitudinal en el país. Ese es mi proyecto actual en el seno del Grupo Ulises.

No soy nacionalista en el sentido de Venezuela con o sin razón. Es mi país, lo quiero, pero no soy de quienes piensan que tenemos el hielo más frío del mundo ni las más altas montañas. Somos un país de mediano tamaño con atractivos y carencias.

Si fuera un astronauta y me preguntaran en Marte de dónde llego diría: Del planeta Tierra. Si me precisan mucho agregaría: vengo de Los Teques, para más señas, de la Vuelta del Paraíso, al lado de Camila Caro, de Sara Dovales, de los Estrada, cerca de los Ayala y de los Rodríguez. 

Entrevista | Rodolfo Izaguirre: “Cada día aprendo a vivir”

Rodolfo Izaguirre. Foto: colección de Federico Prieto, publicada en Esfera Cultural

He llegado a mi futuro y el país que encuentro no es el que soñé tener cuando era un joven vigoroso. Es una dolorosa visión de escombros y abismos… Pero tengo la certeza de que el país venezolano volverá a ser»

 

@cjaimesb

Cumplió en enero pasado 90 años, pero su mente y su espíritu son los de un joven. Es brillante, activo, lúcido y encantador. Rodolfo Izaguirre ha vivido su vida en una mezcla perfecta entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Ha emprendido con pasión todo lo que ha hecho y lo ha hecho muy bien. Desde su participación en aquellas revistas donde jóvenes con inquietudes intelectuales y sensibilidad por sus semejantes plasmaron sus ideas, hasta hoy en día, cuando está dedicado a escribir un libro sobre él.

Su amor por el cine comenzó con el clásico de David O. Selznik, dirigido por Victor Fleming, Lo que el viento se llevó. Y esa afición marcó su vida, porque al hacerse crítico de cine, se convirtió en escritor. Su obra literaria es extensa y excelente, aunque se queja de que es lento escribiendo. Escribió un libro sobre su mujer, la bailarina Belén Lobo, fallecida en 2014, como una forma de seguirla amando. “Se llamaba Belén, pero ahora se llama Soledad, la soledad que me acompaña desde que ella murió”, es una declaración de amor para una compañera de vida extraordinaria. De igual manera profesa el amor por sus tres hijos, Rházil, Boris y Valentina, de quienes se siente en extremo orgulloso.

Su paso por la Cinemateca Nacional dejó una extensa labor pedagógica tanto para cineastas, como para amantes del cine. “Desacralicé la Cinemateca”, me dijo. Pues… ¡qué maravilla! En la radio nos dejó como regalo los micros El cine, mitología de lo cotidiano, un tesoro para las presentes y futuras generaciones.

No quiere darles consejos a los jóvenes. Si se equivocan, esperará que enmienden sus errores. Si triunfan, los halagará. Siente que fue a partir de los 50 años cuando comenzó a decir “sí” y “no” con propiedad, porque antes siempre había hecho lo contrario. Y a lo primero que le dijo “no” fue al Partido Comunista, aunque nunca militó en partido alguno.

Está en permanente contacto con jóvenes y se siente satisfecho de que el país lo respete. Eso se lo ha ganado a pulso y ahora continúa cosechando lo que sembró.

“Ha llegado a su futuro” para encontrarse con un país muy distinto al que soñó, pero tiene la certeza de que el país “volverá a ser” y entonces, juntos, navegaremos hacia el sol.

– ¿Dónde y cómo se originó tu amor por el cine?

– Yo era un niño cuando vi en Caracas Lo que el viento se llevó. Sostengo que se trata del melodrama más perfecto del cine mundial. En el filme, la protagonista, Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) una terrateniente sureña arruinada por la Guerra de Secesión, arranca una raíz, la muerde y dice: “¡Juro que nunca pasaré hambre!”.

Yo hice ese mismo juramento cuando vi la película. Luego supe que mi hijo Boris también lo hizo cuando vio el filme por primera vez.

Quiero decir que, si un niño hace suyo el juramento de una figura fantasmal, ilusoria, expresado desde una pantalla significa que el cine forma parte de él, vive en él.

Me hice crítico o comentarista de cine y descubrí que, para transmitir el goce visual de una determinada secuencia cinematográfica, tenía que emplear palabras, otro código distinto al lenguaje visual y comprendí que debía afinar mi idioma, enaltecerlo, perfeccionarlo. Y se operó un milagro: ¡el cine me hizo escritor!

– ¿Cómo fue tu participación en la fundación de las agrupaciones literarias de izquierda Sardio y El Techo de la Ballena?

– En el liceo Fermín Toro conocí a Adriano González León, a Luis García Morales y a Elisa Lerner. Éramos seres sensibles y nos identificamos.

Años más tarde hicimos amistad con Guillermo Sucre, Perán Erminy, Gonzalo Castellanos, el arquitecto muerto a temprana edad, con Salvador Garmendia, Ramón Palomares y otros y nos organizamos en un grupo literario llamado Sardio. Nos sentíamos tan bellos e inteligentes, que en lugar de leer entre nosotros nuestros textos y poemas, decidimos crear una revista que llamamos Sardio para que los demás mortales se enteraran de la suprema altura y calidad de nuestra escritura.

Cuando apareció en el panorama mundial el nombre, hoy nefasto, de Fidel Castro y su Revolución, los socialdemócratas del grupo se negaron a admitir a Castro y se separaron de Sardio mientras los amigos de la izquierda se adhirieron al Techo de la Ballena, un movimiento irreverente de tardío dadaísmo al que me uní entusiasmado, sin saber que secretamente era el brazo cultural de unas guerrillas de inspiración cubana. Hoy saludo la irreverencia del Techo y sus dos actos cimeros y espectaculares: el poema de Caupolicán Ovalles titulado ¿Duerme usted señor presidente? y la exposición de Carlos Contramaestre Homenaje a la necrofilia.

Entrevista | Rodolfo Izaguirre: “Cada día aprendo a vivir”, por Carolina Jaimes Branger
Rodolfo Izaguirre (con máscara), Edmundo Aray y Carlos Contramaestre, 1961. Promocionan la exposición Homenaje a la cursilería. Foto vereda.ula.ve. / Der.: dibujo de R. Izaguirre (2021).

Dos días después de la inauguración en aquellas vísceras de res, los gusanos comenzaron a moverse. Trató mal las vísceras siendo médico el artista expositor. Fue un escándalo que removió la apacible floresta cultural venezolana y la policía y la sanidad clausuraron la exposición, pero aquellos eran gusanos que brotaban del arte; no los gusanos que eran expulsados de la ya agusanada Revolución cubana y mucho menos nosotros, los gusanos que somos para el régimen militar que nos oprime.

– ¿Fuiste militante de algún partido de izquierda o fue solo un fuego de juventud?

– Yo soy rebelde desde mi infancia y mi rebeldía aumentó durante la adolescencia. Experimenté un rencor social y un odio al capitalismo y a los Estados Unidos, que afortunadamente se disolvieron con los años. Pero nunca milité ni he militado en ningún partido político y abjuro de las ideologías. Simplemente fui un amigo del camino de la Juventud Comunista, hasta que descubrí que era un camino equivocado. Cuando cumplí cincuenta años miré a mi mujer al despertar y le dije: “hoy cumplo cincuenta años. A partir de hoy diré ‘¡sí!’ cuando tenga que decir ‘¡sí!’ y diré ‘¡no!’ cuando tenga que decir ‘¡no!’, Porque hasta hoy siempre he dicho lo contrario. Y al primero que le diré ‘¡no!’ es al partido comunista!”.

– Tu trabajo como director de la Cinemateca Nacional dejó una impronta de buen hacer, muchas posibilidades para los nuevos cineastas y para los amantes del cine un reducto donde podían desarrollar su pasión. ¿Qué te dejaron esos años?

– Casarme con Belén Lobo, tener los tres hijos que tuve con ella: Rházil, Boris y Valentina; haber sido director de la Cinemateca y mantener viva la memoria de mi familia genética y de mi familia adquirida, es lo mejor que me ha ocurrido, además de llegar lúcido a los noventa años.

Entrevista | Rodolfo Izaguirre: “Cada día aprendo a vivir”, por Carolina Jaimes Branger
Rodolfo Izaguirre y Belén Lobo. El escritor dice sobre su fallecida esposa: «Adoro el libro sobre Belén, porque es una manera de seguirla amando».

En secreto, hice desde la Cinemateca un trabajo pedagógico. No lo digo por echonería, pero enseñé a mi gente a ver buen cine y, al hacerlo, logré que fuesen mejores personas; que aprendieran a ser -no habitantes de un lacerado país- sino ciudadanos del futuro.

Dediqué buena parte de mi vida al cine, a defender al cine venezolano, lograr que los cineastas dejaran de hacer películas y comenzaran a hacer cine.

Mi mayor satisfacción fue haber desacralizado a la Cinemateca, al arte cinematográfico, al Museo de Bellas Artes y a tanto Bergman y tanto Antonioni, a la vez que programé el ciclo de las rumberas del cine mexicano, otorgando a las protagonistas el valor cultural que ellas tienen.

Finalmente, descubrí que soy un ser privilegiado: hice un trabajo que es una pasión personal, tuve una vida conyugal serena y provechosa, siento que hay unos jóvenes que me necesitan y yo a ellos y siento que el país me respeta.

¿Qué más puedo pedir?…

– Háblame de la experiencia haciendo para la Radio Nacional El cine, mitología de lo cotidiano.

– En principio se trataba de algo absurdo. ¡Hablar de cine por radio! Pero leí la declaración de Orson Welles después de haber provocado pánico desde la radio al anunciar que los marcianos estaban invadiendo a Nueva Jersey. Orson dijo que la radio es cine para ciegos.

Descubrí que, con el sonido de mi voz y algún efecto sonoro (¡que los hay muchos!) podía crear imágenes visuales. Se trataba de un microprograma y no era posible ofrecer demasiadas ideas, conceptos o imágenes. Una, y repetirla dos o tres veces. Bastaba con referirme al ama de llaves de las películas góticas, bajando la escalera con una palmatoria en la mano, en medio de la noche, la tempestad con truenos y relámpagos y los aullidos de los lobos para dar una imagen perfecta del cine de terror y armar con estos elementos un excelente programa. Además, el título del programa permitía abarcar la vida entera.

– Tu obra literaria es importante en número y sobre todo, en calidad. ¿Cuál es tu obra preferida?

– Soy lento y escribo poco, salvo las crónicas dominicales en El Nacional. Reuní algunas en el libro Obligaciones de la memoria; luego escribí un libro sobre Belén Lobo. No sobre el ballet, sino sobre ella. Espero que las editoriales se recuperen de los estragos del virus y mientras esto ocurre estoy escribiendo un libro sobre mí. Es decir, sobre alguien que desde la cultura observa al país. Adoro el libro sobre Belén, porque es una manera de seguirla amando. Hace años publiqué la novela Alacranes que ha sido reeditada por Bruguera. Una vieja casa caraqueña llena de alacranes y espectros de gente que allí vivió con alacranes devorándoles el alma.

– ¿Qué sientes al estar tan bien y tan activo a los 90 años? ¿Algún consejo?

– Repito: soy un privilegiado. Conservo mi lucidez y cada día aprendo a vivir y me esmero en pulir y perfeccionar mi idioma y su sintaxis.

Me duele y me atormenta la situación de degradación moral, política, económica, social y cultural que tanto hiere y lacera al país. Sueño con un país civil alejado de los cuarteles y recuerdo al cineasta mexicano Emilio, el Indio Fernández, realizador en los cuarenta del siglo pasado de filmes célebres como La perla, Maclovia, Río Escondido. Pasó por el aeropuerto de Barajas, Madrid. Iba a morir dos meses más tarde y, acosado por los periodistas, contestó cuando le preguntaron qué consejos daría a los jóvenes cineastas. Miró a los periodistas y lo que dijo merecería estar grabado en letras de bronce. Dijo: “¡A mí, que me den por indio muerto y que esos jóvenes se vayan a chingar a sus madres!”

Los jóvenes no necesitan consejos, si fracasan en su empeño tratarán de enmendar sus errores y, si triunfan, merecerán todos mis halagos.

– No quiero dejarte ir sin preguntarte por Belén y por Boris

– Al morir, Belén dejó de llamarse Belén y comenzó a llamarse Soledad y me acompaña todo el tiempo. Antes de morir me miró por última vez y me dijo: “¡Hice de ti un águila y un relámpago! ¡Prométeme que siempre te opondrás a la injusticia y a la intolerancia!”.

Boris se hizo famoso, pero a cada momento menciona a sus padres y a sus hermanos. Sigue siendo un ser amable, sencillo y adorable, que se ha visto arropado o envuelto por y en la celebridad.

– ¿Qué significa Venezuela para Rodolfo Izaguirre?

– El país venezolano es mi propia sombra desde que nací, cuatro años antes de que muriera Juan Vicente Gómez. He vivido desde entonces en un país que, pese a sus espléndidos avances, continúa siendo un país primitivo, pero que adoro sin saber aún por qué.

He llegado a mi futuro y el país que encuentro no es el que soñé tener cuando era un joven vigoroso. Es una dolorosa visión de escombros y abismos de dislocada dignidad, hambre y una diáspora inmerecida. Sufro mucho, pero tengo, y lo he dicho muchas veces, la certeza de que el país venezolano volverá a ser. ¡Entonces, todos juntos tomados de la mano, sonrientes, navegaremos hacia el sol!

Cuando ustedes se vayan…

Cuando ustedes se vayan…

Entrevista | Alicia Ponte Sucre: “La educación es un organismo vivo”

Alicia Ponte Sucre. Foto en la cuenta de Twitter @PwC_Venezuela

«Venezuela es mi hogar, herido, golpeado, pero mi hogar. Mis familias, la Ponte y la Sucre, han trabajado durante siglos por este país, yo soy heredera de esa tarea»

 

@cjaimesb

Por el lado de su familia paterna es pariente de Bolívar. Por el lado materno, de Antonio José de Sucre. Esa prosapia la ha asumido Alicia Ponte Sucre con humildad, pero con responsabilidad. Venezuela es su hogar herido, pero su hogar.

Una de las investigadoras y docentes mejor preparadas que tiene el país atribuye su pasión temprana a la influencia de los médicos de ambas ramas de su familia. Se ha dedicado al campo de las llamadas enfermedades desatendidas, donde ha realizado grandes aportes en los estudios de la leishmaniasis y en los últimos años sobre los agentes parasiticidas contra el Trypanosoma brucei. Apasionada educadora, continúa formando jóvenes desde su cátedra en la Facultad de Medicina de la UCV. Presidió la Asociación Cultural Humboldt, de la que es miembro del Consejo Consultivo.

Asegura que educar es un apostolado y lo considera un sacrificio personal solo desde el punto de vista económico. Sigue activa en la misión de la importancia de la difusión de la ciencia y la cultura y la interacción entre las culturas de Venezuela y Alemania.

– La investigación científica en Venezuela tiene en ti uno de sus mayores exponentes. Habiendo estudiado Educación como pregrado, ¿qué te llevó a ese campo?

– Además de mis padres, mis modelos de vida han sido, por ambas ramas de la familia, médicos. Mi bisabuelo, Manuel María Ponte y Domínguez, y mi padrino, Armando Sucre Eduardo. Al primero no lo conocí, mas aprendí a admirarlo en casa de mis abuelos Ponte Rodríguez. A mi tío-padrino, Armando, lo disfruté enormemente desde pequeña y aprendí de él su amor por la medicina y por sus pacientes los niños, su vida de pediatra. Por otra parte, desde adolescente, en el colegio, pertenecí a las voluntarias que iban a las barriadas petareñas a dar clases a los pequeños y a atender la enfermería que el colegio mantenía allí. Finalmente, siempre he sido una gran lectora y en mi infancia devoraba los libros de la biblioteca de mi abuelo Sucre Eduardo.

Es decir que mi pasión por la educación, el estudio y la medicina nacieron conmigo.

Al graduarme de bachiller estaba convencida de estudiar Medicina, corrían los años posrenovación académica y entrar a la Escuela de Medicina era complicado. Y en ese momento, otro de mis modelos de vida, mi tío S.J. Gustavo Sucre Eduardo, tuvo una participación crucial en mi vida, me convenció de estudiar Educación en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

Como yo, otras 130 personas entramos ese año a la carrera, hablamos de 1973. Al año siguiente, más de la mitad de mis compañeros abandonaron la UCAB y se trasladaron a la Universidad Central de Venezuela (UCV) o la Universidad Simón Bolívar (USB) a estudiar Biología, Química o Medicina. Yo decidí quedarme en la UCAB y culminar la carrera de Educación. Para ese momento no pensaba que yo podía ser investigadora científica y profesora en la UCV. Me ilusionaba con ser maestra de preescolar, primaria o bachillerato y enseñar biología. Pero durante la carrera varios de mis profesores fueron claves en el salto cuántico que en cuarto año di. Amado López, profesor de Química, Norma Carrasquel, profesora de Botánica, Victor Canestri, profesor de Zoología, entre otros. Ellos comenzaron -sin querer- a mostrarme el mundo de la ciencia (ser curiosos con el entorno y buscarle respuestas a esa curiosidad) y me convencí de que ella, la investigación científica, estaba incorporada a mi ADN.

Entrevista | Alicia Ponte Sucre: “Para mí, la educación es un organismo vivo”, por Carolina Jaimes Branger
Alicia Ponte Sucre: «Estudiando Educación en la UCAB me convencí de que la investigación científica estaba incorporada a mi ADN». Foto: gentileza de Alica Ponte S.

Así, desde cuarto año, comencé a visitar primero la USB (con Teresa López, Salvador Giardina y Pedro Aso) y luego el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), con muchos queridos profesores; nombraré solo a mi tutor Jaime Requena, y terminé realizando mi trabajo de grado en Biofísica y no en Educación, como correspondía. Una vez culminada mi carrera, presenté los exámenes para ingresar al IVIC como estudiante de maestría, la cual culminé en 1981. A partir de entonces entré a la Facultad de Medicina como profesor instructor y, aunque no soy médico, ni puedo diagnosticar o recetar, logré mi sueño, estar en la Facultad de Medicina explorando las incógnitas de la salud y la enfermedad, y educando a muchas generaciones de estudiantes de Medicina.

– Te has dedicado de lleno al estudio de las enfermedades tropicales desatendidas. En estos momentos cuando han reaparecido -y además repotenciadas- muchas enfermedades erradicadas, ¿qué puede hacerse?

– Para comprender el término desatendidas (NTDs) u olvidadas es necesario recurrir a un vocablo que en inglés se denomina DALY y que se refiere al número de años perdidos o tiempo “deshabilitado”, es decir no productivo de una persona, debido a la presencia de las enfermedades aquí referidas. Hay algunas de estas dolencias que afectan a tantas personas a nivel mundial, y por tanto tiempo, que se puede hablar incluso de varios millones de años productivos perdidos. Se denominan desatendidas debido a que al no ser enfermedades globales (crónicas), como diabetes o enfermedades cardiovasculares, o cáncer, sino enfermedades usualmente frecuentes en países en desarrollo y usuales en entornos de pobreza, tienen gran dificultad de estimular los intereses de las empresas farmacéuticas en invertir en el desarrollo de medicamentos en contra de ellas.

Enfermedades tropicales y políticas públicas

Sin embargo, son enfermedades muy importantes en todo el mundo, ya que reducen el potencial humano, constituyen una enorme carga económica para los países endémicos, disminuyen el rendimiento de adultos y jóvenes en edad productiva, entorpecen el crecimiento y el desarrollo cognitivo de los niños, causan gran sufrimiento humano, estigmatización social y discriminación y SON PREVENIBLES. Y este es un término fundamental en donde las políticas públicas de prevención y educación juegan un rol invalorable.

Usualmente, los programas de atención para estas enfermedades han estado vinculados a la distribución masiva o selectiva de fármacos con acción antiparasitaria. Sin embargo, el resultado de estos programas ha sido paliativo y perecedero, principalmente debido a que su diseño, implementación, monitoreo y evaluación, frecuencia y duración han sido poco sistemáticos. Es por ello necesario delinear herramientas para la búsqueda de soluciones factibles y a largo plazo.

Es decir:

1) Diseñar herramientas de diagnóstico, epidemiológicas, preventivas y terapéuticas para optimizar los sistemas de salud encargados del control de las NTDs;

(2) llevar un registro riguroso de incidencia y prevalencia de las mismas para atacar de forma inmediata los focos epidémicos que puedan surgir; y

(3) comprender las características de estas enfermedades y sus agentes patógenos, tomando en cuenta la inmensa flexibilidad de los organismos causantes de las mismas. Esa flexibilidad implica constantes avances y retrocesos en relación a su transmisión y propagación.

Por ello, la información de campo, es decir, la obtenida en hospitales y ambulatorios, debe ir de la mano en forma coordinada -e inmediata- con el conocimiento producido por nosotros los investigadores. Y nosotros, como investigadores y académicos creadores del conocimiento, somos en cierta forma responsables de convencer a los ejecutores de políticas públicas de usar ese conocimiento en conjunción con el proceso educativo, como herramienta crucial en la prevención y control de las NTDs.

La educación es un organismo vivo

Entrevista | Alicia Ponte Sucre: “Para mí, la educación es un organismo vivo”, por Carolina Jaimes Branger
«He logrado mi sueño de educar a muchas generaciones de estudiantes de Medicina».

– La educación es un apostolado y en Venezuela, un sacrificio personal. ¿Qué te mueve a seguir?

– Según el DRAE educar es desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos. Esto suena muy pomposo. Personalmente siento que, para ser educador, para poder educar a otros, hay que tener algunas virtudes: ser muy humilde, para reconocer tu propio y justo valor, y ser curioso, para poder reconocer y valorar a quienes te rodean y son tus alumnos. Mas estas dos cualidades no son suficientes si no existe la empatía que permite construir puentes con quienes te rodean, y a través de esos puentes, tener amplitud para transmitir el conocimiento que tienes y recibir el que quien te rodea puede ofrecerte.

Es decir, que, para mí, la educación es un organismo vivo, una red más que una herramienta de aprendizaje; es un instrumento de interconexión y de reconocimiento mutuo.

Ciertamente educar es un apostolado y lo considero un sacrificio personal, quizás solo desde el punto de vista económico. Las recompensas que desde el punto de vista humano puede dar, y de hecho da la educación, no tienen comparación. Y no hablo de aquellas recompensas asociadas al cuerpo del conocimiento que reposa en libros y revistas científicas o culturales. Esos son también importantes, pero se pueden buscar en múltiples fuentes de información certificadas. Hablo del acervo cultural, de hábitos y métodos de trabajo, de la razón de ser de las cosas que se aprenden…, que a la larga conforman un imprinting y se incorporan a la manera de ser del alumno. Y se educa en la calle, en el aula, en la casa, en la fiesta, en todas partes… Yo creo firmemente en la educación como el pilar fundamental de la construcción de un país y son los estudiantes, su entusiasmo, su presencia, su entrega y su talento los que me motivan a seguir en esta senda.

“LA” prioridad

“LA” prioridad

– Cuéntame de tu experiencia como investigadora en la Universidad de Würzburg en Alemania.

– Cada vez que visito Alemania por razones académicas, llego a esta hermosa ciudad, mi segundo hogar. Durante los últimos 25 años he visitado Würzburg para trabajar como investigador invitado en la universidad. Esto no hubiera sido posible sin el apoyo de dos profesores de la Uni-Würzburg, el profesor Robert Schmidt, del Instituto de Fisiología, y la profesora Heidrun Moll, del Instituto de Biología Molecular de Enfermedades Infecciosas.

Alicia Ponte Sucre con su esposo Horacio Vanegas en misión científica en Alemania.

A principios de septiembre de 1994 el profesor Schmidt aceptó hospedar a Horacio Vanegas, mi esposo, en el Instituto de Fisiología como profesor invitado, financiado por la fundación Alejandro de Humboldt, Alemania. De inmediato escribí a la profesora Moll y le expliqué que me encantaría visitarla y trabajar en su laboratorio por unos dos meses en 1995. Su respuesta positiva llegó de inmediato; seis meses después, Horacio y yo llegamos a Würzburg, yo financiada por el Consejo de Desarrollo Científico de la UCV. Así surgió esta maravillosa interacción con la ciudad de Würzburg, su atmósfera mágica y la excelencia de su universidad. Desde entonces, nos volvimos adictos a esta pequeña ciudad, llena de experiencias no solo desde el punto de vista académico, sino también desde el punto de vista de la cultura, la música, el vino y la amistad.

Regresamos a Würzburg cada vez que podemos, con financiamiento hoy en día, principalmente de la Fundación de Alejandro de Humboldt, de Alemania. Esto significa que tengo el privilegio de haber caminado casi todas las esquinas y calles de la ciudad vieja, y sentirme cómoda en cada salón de clase, iglesia, museo, parque o teatro que visito.

Inicialmente en el laboratorio de la profesora Moll, mi trabajo se centró en el metabolismo del parásito Leishmania, y en el estudio de transportadores de membrana esenciales para la supervivencia del parásito, o involucrados en el desarrollo de resistencia a los medicamentos, y en proteínas relacionadas con la diferenciación celular y la interacción del parásito con su hospedero.

Luego, durante 1999-2000, regresé a Würzburg con una beca de la Fundación Alejandro de Humboldt y trabajé en moléculas de superficie de Leishmania, fundamentales para la señalización hacia el sistema inmune de su hospedero. Posteriormente, de 2003 a 2007, regresé nuevamente a Würzburg y trabajé en la caracterización de productos naturales y compuestos diseñados, como posibles agentes leishmanicidas, en el marco de un proyecto multidisciplinario y multicéntrico denominado “Identificación y caracterización de productos naturales. Productos y compuestos diseñados contra objetivos específicos (bacterias, hongos y parásitos) como agentes antiinfecciosos”, financiado por el Consejo Alemán de Investigación (DFG). Este proyecto se concretó en el laboratorio de la profesora Moll.

Desde 2009 regreso casi todos los años a Würzburg, ahora al Instituto de Misiones, invitada por el profesor August Stich y al Departamento de Bioinformática, invitada por el profesor Thomas Dandekar. Mi trabajo actual está relacionado con posibles agentes parasiticidas preferentemente contra Trypanosoma brucei y en la dilucidación del proteoma y el transcriptoma de varios de estos parásitos. Esta interacción continua con científicos alemanes e instituciones alemanas, así como la colaboración y la amistad surgida en todos estos años, han sido cruciales para mi carrera profesional y mi desarrollo académico.

Volver a Würzburg durante tantos años ha transformado nuestra experiencia. No nos sentimos extraños en esta ciudad. Pertenecemos a su cultura. Hemos cultivado amigos, alemanes y de muchas partes del mundo. Hemos aprendido sobre las muchas culturas que nos rodean cuando estamos allí. Hemos visitado pequeñas ciudades, grandes ciudades, museos e iglesias, teatros… Hemos discutido con amigos sobre numerosos temas. Hemos ido a muchos conciertos. Hemos convertido ese lugar en nuestra segunda casa. Ese lugar nos adoptó.

«La Asociación Cultural Humboldt trasciende a sí misma»

Alicia Ponte Sucre, expresidenta de la Asociación Cultural Humboldt, institución que «cree en la magia del balance entre individuos y culturas».

– Fuiste presidenta de la Asociación Cultural Humboldt. Háblame de tu trabajo al frente de una institución dedicada a la cultura y si fue un reto para ti que vienes del mundo de las ciencias.

– Quiero comenzar hablando de los fundadores de la Asociación Cultural Humboldt (ACH), Dr. José Ignacio Baldó y Dr. Rudolf Jaffé, ambos médicos, quienes junto con 25 venezolanos y 25 alemanes residenciados en el país crearon esta hermosa institución. Edgardo Mondolfi Gudat en el cuaderno editado por la ACH, dedicado a José Ignacio Baldó, lo cataloga como “alguien quien trasciende los límites de sí mismo y cultiva otros mundos más allá de su profesión”. Esto nos habla de la pasión del maestro Baldó por la diversidad y la pluralidad como factor que mantiene el balance, para mí una palabra mágica.

Por otra parte, Werner y Verónica Jaffé nos narran en el cuaderno dedicado a su padre y abuelo, cómo en un día de marzo de 1936, “los ojos que se asoman por la borda del barco que los trajo a Venezuela son el reflejo de la angustia de la familia Jaffé, escapando de una situación al límite”; así, se enfrentaron a un puerto desconocido y a un futuro incierto. A los pocos años el Dr. Jaffé se sentía como pez en el agua en esta, su Venezuela. Óscar Beaujon decía de él “puede señalársele con todas las características de los hombres que han forzado las barreras habituales de la medicina clásica” y José Ignacio Baldó lo consideraba “un gran valor humano a quien la medicina venezolana le debe eximios servicios”. De nuevo, estas palabras ilustran la capacidad del Dr. Jaffé de romper paradigmas, trascender a sí mismo.

La ACH en sí misma es una institución que rompe paradigmas, trasciende a sí misma, cree en la diversidad y la pluralidad y en la magia del balance entre individuos y culturas.

De la mano de mi padre, Guillermo Ponte Rodríguez, aprendí a ser así. Algunos domingos en la mañana, cuando yo tenía unos 8 o 10 años, él y yo nos escapábamos a galerías de arte, conciertos en el aula magna, y alguna otra cosa cultural que ahora no recuerdo. Él sembró en mí esa curiosidad por explorar la cultura y aprendí a amarla. Más tarde, de la mano de mi esposo Horacio Vanegas, aprendí aun más de cultura, música, arte, etc. Y además a amar la cultura alemana. De tal forma que el ser miembro primero de la junta directiva de la ACH y luego presidenta de la misma, y ahora coordinadora del Consejo Consultivo ha sido para mí un capítulo natural de mi historia, ha sido además una experiencia enriquecedora que me mantiene activa en la misión de la importancia de la difusión de la ciencia y la cultura y la interacción entre las culturas de estos dos países. Reconozco que es un desafío inmenso el continuar siendo espacio para el enriquecimiento de los valores científico-culturales de Venezuela, yo lo llamo “hacer civilidad” pero vale la pena el esfuerzo.

– ¿Qué significa Venezuela para Alicia Ponte Sucre?

– Mi hogar, herido, golpeado, pero mi hogar. Conozco todos los estados de Venezuela excepto Monagas y Delta Amacuro. He visto florecer los bucares, apamates y araguaneyes en muchas carreteras del país. He visto ponerse el sol en tantas playas. He jugado en sus llanos, en sus nieves, en sus montañas, en sus campos. He conocido sus gentes, sus caseríos, sus alegrías, sus dolores. He dado clases en Maracaibo, Barquisimeto, Puerto La Cruz, Valencia, Caracas. He trabajado incansablemente por Venezuela. Mi familia Ponte llegó al país a comienzos del siglo XVI, mi familia Sucre, a mediados del siglo XVIII. Ambas familias han trabajado durante siglos por este país, yo soy heredera de esa tarea. Así, que, ¿qué otro lugar podría ser mi hogar?

Entrevista | Enrique Berrizbeitia: “Venezuela es dolor, pero también esperanza”

@cjaimesb

Culto, refinado, diligente. Curioso y esmerado. Elegante y discreto. Enrique Berrizbeitia se formó en un hogar donde el arte y la música estaban presentes a diario y pudo así, desde niño, darle rienda suelta a su exquisita sensibilidad, que continuó a través de sus estudios de Arquitectura y luego con un postgrado en Milán, Italia, donde se volcó a su pasión por la ópera. Hubiera deseado ser cantante, pero en vez de frustrarse por no tener voz, canalizó su entusiasmo convirtiéndose en productor musical y escenógrafo, el mejor que hemos tenido en Venezuela. Con un grupo de amigos fundó los “Amigos del Teresa Carreño”, que funcionó hasta que el teatro se destinó a otros “usos”.

Recuerda, no sin cierta nostalgia, la época dorada del Teresa Carreño, donde pasaron casi todas las luminarias de la época. La crisis del sector cultural en Venezuela la ha asumido con creatividad. Y desde hace dos décadas, y gracias a la aparición del DVD de alta definición, presenta en el Trasnocho Cultural las mejores producciones mundiales de ópera, danza y zarzuelas, que adereza con sus comentarios llenos de erudición para un público que lo sigue desde que comenzó en esas lides.

En su amigo de toda la vida, el ingeniero Pololo Márquez, prematuramente fallecido, tuvo una feliz alianza tanto en la remodelación del Teatro Municipal, como en la Compañía Nacional de Ópera Alfredo Sadel y las producciones de zarzuelas y clases de apreciación musical.

Cree fervientemente que el país sería mejor si se hubiera trabajado en mejorar el nivel cultural de los ciudadanos. Pero tiene esperanza en que lograremos tener el país que soñamos.

– ¿Cómo se originó tu sensibilidad para el arte y la música?

– Siempre doy gracias a Dios por haber nacido en una familia que me dio las herramientas necesarias y las posibilidades de tener buenos ejemplos y una sólida educación, tanto en casa como en los institutos educativos que tuve la oportunidad de frecuentar en toda mi época de formación.

Mis padres y familia más cercana, sin ser músicos, tuvieron siempre presente la afición por la música y en mi casa, desde que tengo memoria, era costumbre oír sonar un instrumento musical. Mi padre tenía por afición tocar el violín, de hecho, yo conservo su violín, que se lo regalaron mis abuelos cuando él era joven.

En casa, mi padre levantó una biblioteca donde tenía su tocadiscos de alta fidelidad que atesoraba y en él, siempre que podía y descansaba, ponía sus discos “extraños”, como a mí me parecían. Tendría yo alrededor de siete años cuando, atraído por lo que de ese aparato salía, me sentaba a su lado lleno de curiosidad y de miedo, pero al mismo tiempo fascinado. Digo fascinado con las historias que mi papá me contaba, quizás aumentando la atracción de lo que significaban. Te puedes imaginar, eran historias hasta cierto punto incomprensibles que recuerdo; se trataba del Rigoletto con su bufón deforme, la loca Lucia di Lammermoor y la tísica Violetta de La traviata, sin hablar  de la audaz gitana Carmen.

Pero apartando esas historias que a esa edad no comprendía bien, mi papá me guiaba por los maravillosos pasajes musicales, por supuesto haciendo hincapié en los momentos más fáciles y “tarareables” de las obras. Me hablaba de los grandes intérpretes que eran muy famosos en esa época y a mí todo eso, sin entenderlo, me gustaba. Recuerdo que, de siete hermanos que éramos, yo, si no estaba invitado, me colaba en sus audiciones de música. Mi madre igualmente contribuyó con mi sensibilidad hacía el arte y la música, pues en casa siempre sonaba algo en el aparato, desde música popular de la época hasta zarzuelas y música clásica. Los cuatro hermanos mayores tuvimos sensibilidad hacia este maravilloso género, aupados por unas tías, pero nunca con la devoción que yo le profesaría.

– Eres el mejor escenógrafo que tenemos en Venezuela. Tu bagaje de arquitecto más una buena dosis de buen gusto han sido pilares importantes en ese trabajo, pero hay algo más, quizás intangible. ¿Qué es?

– Todo ese mundo maravilloso que se me fue abriendo lo traté siempre de compartir con las personas que me rodeaban, de alguna manera que no conocía. Tenía que llevarlo a la práctica para el disfrute de todos.

Mi sensibilidad por lo hermoso me llevo a estudiar Arquitectura sin desligarme nunca de mi pasión, que es la ópera. Mientras estudiaba -y cuando tenía un dinerito extra- me compraba un disco de acetato de ópera y así incrementaba mi discoteca, mi formación y, en cierta manera, tapaba la frustración de no poder ser un cantante de ópera. Pocos años después de graduado de arquitecto mi papá me preguntó si quería irme fuera a estudiar y adónde. Inmediatamente me decidí por Milano, Italia por su Escuela de Diseño y por el Teatro alla Scala di Milano, el gran templo mundial de la ópera. Así logré tres propósitos en uno: estudiar en una afamada escuela de diseño, tener un abono en la Scala y poder visitar diferentes teatros y nutrirme con la estadía de tres maravillosos años de toda la sensibilidad que representa estar en el país más rico en arte y en ópera.

Al regresar a Caracas y trabajar en Arquitectura, el destino y Salvador Itriago me llevaron al teatro próximo a inaugurarse, el Teresa Carreño. Con un grupo de buenos amigos y melómanos decidimos formar los Amigos del Teatro (Teresa Carreño) y así, por 25 años, tuve la oportunidad de desarrollar de cierta manera mi formación para hacer disfrutar al público de todo ese fascinante mundo que es el teatro, a través de la música, el ballet y la ópera.

Creo firmemente que sin público con quien compartir, todo esto se pierde y la razón del hacer cultural desaparece y qué más podemos pedir cuando por años, noche tras noche, el público con sus aplausos y euforia premiaba las presentaciones que allí se celebraban.

– Tus conocimientos de ópera te han llevado a hacer felices a muchos amantes del género –no de los más populares en Venezuela, por cierto- con las magníficas producciones que proyectas y comentas desde hace tantos años y de los viajes que has organizado. Háblame de tu recorrido por la ópera

– Eso que has dicho es justamente lo que siempre he buscado hacer en lo posible, felices a muchos, pues para eso estamos los que de algo sabemos de este género y es parte de lo que nos apasiona de él.

Aparte del conocimiento que fui adquiriendo por tantos años escuchando, disfrutando y estando cerca del mundo de la ópera, pude profundizar mucho, primero trabajando ad honorem, en los años setenta, en las temporadas de óperas en el Teatro Municipal de Caracas (como parte del Comité Juvenil de la Ópera), para luego pasar al Teresa Carreño, donde logré hacerme durante esos veinticinco años de la experiencia suficiente como administrador cultural, productor de espectáculos de óperas, conciertos, presentación de grandes figuras de la lírica mundial como Luciano Pavarotti, Renata Scotto, Dmitri Hvorostovsky, Dolora Zajick , Samuel Ramey, entre otros.  Paralelamente fui director general de la Compañía Nacional de Ópera Alfredo Sadel, tratando de ayudar al desarrollo del cantante lírico venezolano. Y por último, y no menos importante, mi trabajo como escenógrafo en las disciplinas de la ópera, la zarzuela, el teatro y espectáculos musicales como la Navidad entre amigos.

Entrevista | Enrique Berrizbeitia: “Venezuela es dolor, pero también esperanza”, por Carolina Jaimes Branger
Enrique Berrizbeitia con Pavarotti (izq.) y Piotr Bezcala (der.)

Por supuesto en el mundo de  escenografía para óperas pude poner en práctica todos los conocimientos adquiridos y experiencias clave para lograr un resultado satisfactorio.

A medida que la situación en el país fue cambiando y las ayudas para el sector cultura -tanto de la parte gubernamental como privada- fue mermando, con la aparición del DVD, pude llevar a un público, aunque más reducido, pero igual de apasionado. Videos de espectáculos líricos, todo lo que en los mejores teatros de mundo se presenta en el campo de la ópera, la zarzuela, la música y el ballet. Y aún hoy día, no obstante las restricciones, en el Trasnocho Cultural continuamos con nuestras tardes de ciclos de óperas.

– La pandemia ha cambiado todo y tendremos todos que adaptarnos a vivir de otra manera. ¿Cómo visualizas el futuro de la cultura que básicamente es una actividad de masas?

– La pandemia ha cambiado nuestra vida un tanto desaforada que hasta el 2019 vivíamos y pienso que tenemos aun mucho que reflexionar. El problema es que al ser humano le cuesta cambiar y es cada vez más independiente, mientras más joven es.

También cuenta el país donde nos encontramos, en el nuestro es bastante difícil y nos sentimos más frágiles. Pero existen países donde el ciudadano está mejor atendido y se siente más seguro, pues todo funciona mejor y se puede tener confianza en un futuro más cercano. En España, por ejemplo, muchos teatros han vuelto a abrir sus puertas y el público asiste bajo estrictas normas de seguridad.

Aunque las tecnologías están marcando las nuevas pautas, hay algo que no podemos negar, el factor presencial, que es el que siempre marcará la relación entre el artista y el público.

No podemos permitir que esta relación física artista-espectador se pierda, ya que contribuiría a una frialdad y apatía de los nuevos espectadores, significando un cambio total en la actividad cultural.

– La zarzuela es un género de gran aceptación en Venezuela. Montaste con gran éxito varias producciones. Cuéntame de esas experiencias, donde compartiste con ese gran señor que fue Pololo Márquez.

– La zarzuela es un género por el cual tengo gran estima, un inmenso respeto, y siempre lo defiendo de tantos detractores que lo catalogan como un género menor.

La zarzuela es música, canto, color y alegría. Recuerdo entrañablemente las grandes temporadas de zarzuela del Teatro Nacional de Caracas, que en principio me llevaban mis padres y luego iba solo o con amigos casi a diario al menos dos temporadas al año, que duraban de dos a tres meses, donde se presentaron innumerables títulos muy conocidos y otros nuevos para nosotros. De allí saqué en conclusión que en Venezuela -y especialmente en Caracas- siempre ha existido una afición y gusto especial por la zarzuela.

Otra experiencia importante fue haberme encontrado hace muchos años con mi cómplice lírico, Pololo Márquez, con quien tuve muchos años de amistad y colaboración. Cuando me tocó estar al frente de Fundapatrimonio y encargarme de la restauración de Teatro Municipal para abrir nuevamente sus puertas, no vacilé en llamar a Pololo para emprender juntos este hermoso proyecto y servirme de su capacidad como ingeniero y planificador. Paralelamente compartíamos esa afición por la ópera y por la zarzuela en los años que estuvimos frente a la Compañía Nacional de Ópera. Logramos hacer para la compañía varios montajes de zarzuela, siempre con el respaldo de un entusiasta público. Luisa Fernanda, La corte del faraón, La verbena de la paloma, Las Leandras, Alma llanera… fueron títulos que quedaron grabados en las mentes de quienes tuvieron la oportunidad de verlas.

– ¿Qué es lo más difícil de trabajar en el sector cultural en Venezuela?

– La cultura siempre ha sido y -en especial en Venezuela- muy mal atendida por el sector gubernamental y poco apoyada por el sector privado. Han sido muy pocos los que aquí han logrado mantener una tranquilidad en su hacer cultural, y así procurar un desarrollo de las actividades en cada una de las disciplinas. Un país como el nuestro estoy seguro de que sería un tanto mejor si hubiésemos aumentado el nivel cultural para lograr elevar el nivel de vida de cada ciudadano.

– ¿Qué significa Venezuela para Enrique Berrizbeitia?

– Para mí Venezuela es todo, son mis raíces, es el espacio que me permitió crecer, donde siempre estarán los míos, donde he tenido mis alegrías, mis logros y donde se me ha permitido ser alguien. Pero también hoy día Venezuela es frustración, tristeza y dolor, por todo aquello que se perdió y que no supimos o no quisimos mantener. Por la pérdida de valores y la equivocada ruta que hemos tomado.

Por último, debo decir que Venezuela igualmente es esperanza, pues nuevamente tendrá que retomar ese rumbo. Con la alegría, capacidad y mejor visión de la gente podremos construir ser el sitio al que siempre deseamos  volver.

Entrevista | Faitha Nahmens: “Volví porque no quería salvarme de Venezuela sino en ella”

Imagen: ilustración de @raymacaricatura

@cjaimesb

Faitha Nahmens Larrazábal es brillante, divertida, observadora. Excelente anfitriona. Escribe con un estilo único, lleno de fuerza y erudición. Como buena periodista, indaga. Busca más allá de lo obvio. Se involucra. Ama y sufre con sus reportajes. Uno de ellos se transformó en libro y narra la historia del Gandhi venezolano (como ella lo acuñó y cada vez más lo aceptamos) Franklin Brito. Un hombre vertical, entero, “de una pieza”, aun pesando 33 kilos. Franklin Brito, anatomía de la dignidad, es un libro que todos los venezolanos debemos leer y que quedará como testimonio de unos de los tantísimos horrores del chavismo.

La Faitha mamá supo cortar el cordón umbilical con Simón, su único hijo, aunque acepta que su regazo virtual siempre estará ahí para cuando él lo necesite.

Como periodista siente y lamenta que a Venezuela hayan regresado prácticas y costumbres de represión obsoletas en casi todo el mundo civilizado.

¡Y es porque no somos un país civilizado! La censura, la hegemonía comunicacional, la tortura, los asesinatos de periodistas son páginas oscuras que habrá que investigar, juzgar y castigar cuando retorne la democracia que se fue.

Faitha tiene un estilo personal muy marcado: siempre usa sombrero. No por alguna razón en particular. La costumbre comenzó cuando admiraba los que usaba su madre y las hermosas cajas en donde venían. Ya lleva veinte años usándolos. Le pregunté cuántos tenía y me respondió que quizás unos cincuenta. Riendo asegura que los usa para que le “agarren las ideas”, pero también le han servido para que la encuentren en marchas, protestas y otras ocasiones.

Vivió fuera, pero regresó. Está enraizada en Venezuela. “Sembrada”, como dice Valentina Quintero. Es sobrina del expresidente Wolfgang Larrazábal, sobre quien está preparando un libro. Sigue involucrada en planes artísticos, de empoderamiento de barrios, de denuncias, de construcción y creación. ¿La razón? Quiere salvarse en Venezuela… salvando a Venezuela.

Faitha Nahmens está preparando un libro sobre su tío, el expresidente Wolfgang Larrazábal.

– Escribes maravillosamente bien. Tus escritos tienen una fuerza y se nota mucha erudición detrás de ellos. Cuéntame cómo te iniciaste en la escritura y cómo has madurado en ese campo.

– Las vocaciones son un misterio fantástico: el indagar qué hay detrás de una pasión o una habilidad; como el que hace que te enamores de una persona y no de otra. La palabra siempre me sedujo, su caligrafía tanto como que contuviera pensamientos y arcanos. Desde antes de saber leer, leía, es decir, inventaba, y recortaba cosas escritas y hacía pequeñas revistas para mis muñecas. La fantasía se convirtió en opción de vida. Pero antes que decidirme por Letras o Filología o Sociología junté en el periodismo mi amor por la calle y la vida de ciudad, los cuentos de la superficie, con el gusto por narrarlos. Esa atención por decir y oír te permite corregirte, formarte. Aprendes escribiendo y leyendo, que se parecen tanto. Leyéndote a ti mismo cuando trabajas un texto —borrando y detectando la música—, y sin duda leyendo a los autores que embelesan, tus maestros.

– Eres periodista y en Venezuela los periodistas, cuando llegó el chavismo, se convirtieron en la oposición que Chávez había pulverizado con su discurso. ¿Cómo evalúas estos años?

– Chávez creía que algunos medios de comunicación eran partidos políticos, porque el periodismo no puede ejercerse sino en democracia; cuando esta merma, al periodismo lo ven alzarse como ave de mal agüero. Con un discurso preconcebido oficialista, verdades a medias e inventos direccionados desde la tenaz hegemonía comunicacional, el periodismo independiente, cuyo norte es indagar y revelar, buscar la verdad o lo más parecido a ella, se vuelve cada vez más un oficio incómodo. Hablando de aves, recordemos que en la guerra se extinguieron las palomas mensajeras: las mataron a todas.

En estos años de censura, cierre de medios y ataques físicos a periodistas (muchos han muerto), decir es un atrevimiento; y decir los yerros, incluso los tantos a la vista, se considera ofensivo por parte de quienes prometieron freír cabezas en aceite hirviendo. Si el periodismo es cuarto poder, es amenaza para quien defiende el poder único. La libertad de expresión es un derecho humano, un enunciado político, sí. Y universal.

En Venezuela se castiga el querer correr la cortina del disimulo, del ocultamiento y del engaño con cárcel: lo que el resto del mundo ha abolido ya.

– Has escrito mucho sobre arte, artistas, escritores, arquitectos, en general, de personas que hacen país. ¿Tienes esperanza en el futuro de Venezuela?

– Por supuesto. Conoces un creador y su persistencia y sabes que es posible. Entrevistas a varios y los ves comprometidos en Petare o en La Unión (me gusta el nombre) y casi crees que falta poco para el cambio que asociamos correctamente con la sustitución del modelo político, aunque abarca mucho más: políticas ingeniosas de participación y la reconstrucción en consenso de lo que somos y queremos ser. Atlas sosteniéndonos a nosotros mismos, apuesto a que, con los músculos fortalecidos por la resistencia y el debate, podremos defender la democracia. Muchos retornarán a esa fiesta acaso sobre territorio minado para convertir el caos y la oscuridad en república. No será fácil, pero lo haremos. Sí se puede. Tenemos que tener esperanza y buscar el consenso.

– Háblame de Faitha, la madre.

– Mi hijo Simón es mi mejor amor, me calibra y me conmueve siempre. Pese a la distancia geográfica y el largo tiempo sin vernos —protocolos complejos, embajadas idas, y ahora la pandemia—, es una total certeza en mi vida. En los últimos siete años nuestra cotidianidad ha desfilado de manera fragmentada a través de una pantallita. Con conversaciones y fotografías hemos construido un rompecabezas de gestos, imágenes, sonrisas, canciones, libros leídos, el nuevo corte de pelo. Y aunque lo extraño inmensamente, me alegra su vida. Lo que sueña y lo que hace. Ser madre es saber que el cordón umbilical fue útil nueve meses y desde entonces pasó a ser objeto imaginario cuando una tijera nos volvió dos. He querido ser alguien que le muestra realidades, bellas y terribles, y sus paradojas, pero sobre todo una persona con quien siempre puede contar: que pese a sus 23 y su metro 82, sepa que, aunque virtualmente, puedo ejercer de incondicional regazo. Creo que soy madre con orgullo y sobre la marcha. Y he sido optimista.

«Con conversaciones y fotografías mi hijo Simón y yo hemos construido un rompecabezas de gestos, imágenes, sonrisas, canciones, libros leídos, el nuevo corte de pelo».

– Tu libro sobre Franklin Brito es un testimonio lapidario sobre una de las peores injusticias cometidas por el chavismo. ¿Cómo fue la experiencia de escribirlo?

– Fue dura, mucho. Me zambullía en los apuntes y el cartapacio de documentos penosos con perplejidad y absoluta tristeza. Quería verlo a él desde todos los ángulos posibles, como un ciudadano involucrado en un asunto político y legal desmesurado, y como un agricultor soñador que protagonizaba un proceso existencial inédito.

Conseguí a un ser de una pieza que la justicia convirtió en blanco de su despropósito. Franklin Brito murió de 33 kilos, terqueando lo suyo, sus derechos, exhibiendo una verticalidad que muchos vieron insensata.

Porque a él no le pasó nunca por la cabeza negociar su propiedad —¿un pedacito? ¿cuál? ¿por qué?— pero sí se creyó todas las promesas que le hicieron con relación a resolver el solapamiento de sus linderos y a la restauración de su titularidad. No sé cómo sorteó el sinfín de engaños y crueldades que engordan el expediente de su caso: lo maltratan, lo botan del trabajo, lo secuestran, le dan un tractor pero le prohíben comprar gasolina, porque imaginarán que va a incendiar Ciudad Bolívar. Por eso reincide con la protesta pública y hace nueve huelgas de hambre. Ofrenda su cuerpo y lo convierte en el terreno donde acaso aún se libra una lucha que no está perdida. En Franklin Brito anatomía de la dignidad, editado por Cedice, me aproximo, también admirada, a nuestro Gandhi.

– Has vivido fuera de Venezuela y pudiendo haberte quedado, decidiste regresar. ¿Por qué?

– Afuera descubres y valoras maravillas de tu identidad que apenas sospechabas. Londres es una ciudad en mayúsculas, compleja y sincrética, a la vez que tan seductora. Miami es un proceso de mixturas con mucho mejor clima. Pero mi valija, recargada en ambas estancias, contenía a Venezuela. Soy de aquí, no soy universal, soy caraqueña, no me imagino ser astronauta, tanto que pasa en mi calle ¿cómo visualizar lo que ocurre a años luz? Me gusta esta tendencia a la rumba, este sol, la tenacidad de los araguaneyes, las potencialidades que tenemos como archipiélago urbano, nuestra afectividad pese al miedo (por el que subimos las murallas), la cebolla que somos y las capas de modernidad junto con tejas coloniales que nos hacen mestizos en todo, arquitectura o gastronomía, y esa cierta levedad de ser que podemos aprovechar a favor. Además me siento comprometida con lo que vivimos. Me interesaba el tema de las vacas locas, pero quería saber con dolorosa pasión de nuestro desquiciamiento. Caminaba por las aceras sintiendo que, como a los jabillos, las raíces se me salían. Volví porque no quería salvarme de Venezuela sino en ella.

– ¿Qué significa Venezuela para Faitha Nahmens Larrazábal?

– Es mi tierra, eso significa que me siento vinculada a sus asombros y horrores con lazos que no solo cosieron mi historia y la familia sino yo misma, adrede. Supongo que así como el cordón umbilical se corta, también puede hacerse con la identidad: pero adoro cuando esa ruptura es la del español o el italiano que solo ama estar aquí. Para mí Venezuela es mi sueño, mi dolor, mi fábula, mi fe, mi música, la esencia que me constituye. Mi piso aun cuando movedizo. Mi origen o como dice tan bonitamente Valentina Quintero, la tierra donde estoy sembrada. No tengo agua, pero me riego.

Entrevista | Felipe Izcaray: “Venezuela me duele cual puñalada”

El maestro Izcaray con niños músicos de Carora, estado Lara. Foto, gentileza de Felipe Izcaray. 

@cjaimesb

Conoció a Sojo, Moleiro y Estévez cuando era tan solo un adolescente. Luego, Vinicio Adames y Gustavo Rodríguez Amengual lo ayudaron a formarse en el exterior. Es uno de nuestros directores más queridos y prolíficos, ahora de vuelta en Carora, su ciudad natal, como director de las orquestas y coros de El Sistema.

Hijo, esposo, hermano (y luego padre) de músicos excelentes, siguió el rumbo familiar de la mano de ese prócer de la cultura caroreña que fue Juan Martínez Herrera. Más tarde se incorporó al Sistema de Orquestas, donde ha dirigido muchas de las orquestas y coros del país. En el 2000 ganó el concurso de crear la Orquesta Sinfónica de Salta y la llevó a ser la mejor de Argentina. Estudió en Madison, Wisconsin, dos veces: la primera para hacer una licenciatura en Educación Musical y maestría en Dirección Coral; y, la segunda, cuando obtuvo un doctorado en dirección orquestal. Acaba de cumplir 71 años y siente que ahora es cuándo.

– Carora ha sido un faro de cultura desde siempre. Cuando Juan Martínez Herrera se casó con tu tía, abrió un nuevo capítulo en la vida cultural de la ciudad. Háblame de tu educación y de tu relación con Juan.

– Yo me considero un afortunado dentro de mi generación. Haber crecido en Carora, en el preciso momento en que Juan Martínez Herrera llega a esta tierra, fue un golpe de suerte. Mi pueblo estaba en un gran paréntesis cultural después de la muerte del gran Sócrates caroreño, Chío Zubillaga, quien orientaba talentos según el caso: Alirio Díaz, Cheíto Herrera, Guillermo Morón, Ambrosio Oropeza, Luis Beltrán Guerrero y muchos otros que forman parte de esa camada de notables de la cultura y la creatividad caroreña.

Entrevista | Felipe Izcaray: “Venezuela me duele cual puñalada”, por Carolina Jaimes Branger
Felipe Izcaray canta con Juan Martínez Herrera en el Orfeón de Carora (foto de la izq.); foto de la der., con el maestro Antonio Estévez (en segundo plano). Foto gentileza de F. I.

En ese momento muy árido de 1963 llega Juan a ejercer una profesión que no le gustaba, y se encuentra con un grupo de personas: los «godos cara colorada» caroreños, gente trabajadora y amante del futuro de su tierra, que le abrieron las puertas, para que él a su vez nos abriera la puerta de la cultura a los jóvenes. Con la insistencia de mi padre (fundador del Orfeón Lamas y pianista de sólida formación con Llamozas y de carrera truncada por la sordera), gran caroreño por adopción y por lazos matrimoniales, Juan funda el Orfeón Carora, agrupación pionera, el origen de todo. Hasta allí fue este púber de 13 años a caer, a gozar de esos madrigales y canciones, a conocer a Sojo, Estévez, Moleiro a través de sus cantos hermosos.

Ahí comenzó mi luna de miel eterna con la música y las artes en general. La de Juan con Carora fue otra luna melada sin fin.

Pero esto habría sido imposible sin la generosidad y solidaridad de los caroreños, que se crecen cuando de beneficios para su pueblo se trata. Los caroreños de la diáspora en 1965 hicieron una vaca y donaron un piano Steinway que todavía aguanta un emperador con David Ascanio, porque la gente de Juan lo ha cuidado. Un caroreño llegó a gobernador y construyó en Carora el mejor teatro del estado. La subsistencia de las instituciones es, sin lugar a dudas, el mejor legado de Juan. Y los herederos asumimos la misión de preservarlo.

– Estuviste muy cercano a otro larense (por adopción) excepcional, José Antonio Abreu. Has sido piedra angular dentro de El Sistema. Hazme un recuento de tu actividad con el maestro.

– Es difícil responderte. Difícil porque José Antonio era un hombre de rasgos avasallantes y acometía con pasión todo lo que emprendía. Tuve con él una relación fluctuante en lo personal, pero de absoluto e impecable respeto en lo artístico. Una vez alguien le hizo un comentario positivo sobre un concierto mío y le respondió “Yo sé a quién le confío la República”. Yo lo conocí en la UCV cuando era subdirector de la orquesta de cámara de la universidad; y cuando se fundó la orquesta infantil de Carora le llevé un violín hecho por nuestra gente, de la madera de un escaparate. José Antonio se entusiasmó muchísimo y comenzó una unión entre Caracas y Carora que se mantiene. Esa confianza artística, con todo y algunos episodios esporádicos de desencuentro personal de su parte, se mantuvo incólume.

Sin embargo, tú no me ves en videos celebratorios o en los libros de recuentos, a pesar de tener en mi haber 52 conciertos con la Simón Bolívar, haber estrenado docenas de obras en El Sistema, haber grabado el primer disco de la orquesta con Alirio Díaz, y colaborado en situaciones difíciles en distintos núcleos a través de los años. José Antonio sabía que a pesar de los chismes que pudieran llegarle, yo siempre le respondía en el podio, porque creía en su misión, y antes que nada están los muchachos que conforman las agrupaciones. Yo nunca ataqué a José Antonio en nada pertinente a su magna obra. He sido mucho más fiel que otros y él siempre lo supo.

– ¿Cuándo y por qué decidiste dedicarte a la dirección orquestal? Cuéntame de tus años en Madison, Wisconsin.

– Te respondo en orden inverso. En un momento de incertidumbre, cuando decido dedicarme a la música, surgen dos apoyos inconmensurables: Vinicio Adames, quien creyó en mí; y un fundador del Orfeón de la UCV, Gustavo Rodríguez Amengual, presidente del Centro Simón Bolívar durante el primer gobierno de Caldera. En una época sin Fundayacucho, ellos se “confabularon” para enviarme a estudiar al exterior, con beca combinada del CSB y el Banco Industrial. Llegué a Madison a estudiar inglés y decidí quedarme haciendo una licenciatura en Educación Musical y maestría en Dirección Coral.

Regresé a Venezuela después de cuatro años y fundé y trabajé con varios coros. Cuando dirigía cantatas con orquestas de cámara, los músicos que me acompañaban alababan mi técnica de dirección, así que me animé a pedirle en 1979 a José Antonio Abreu un concierto con la Juvenil de Lara, por ese entonces incipiente. Ese mismo año invitamos a Alirio Díaz como solista y triunfamos en Caracas. De ahí en adelante Abreu me nombró titular en Valencia, donde vivía; además dirigí la Simón Bolívar muchas veces y otras orquestas profesionales. Llegué a ser director asociado de la OSV.

En 1991 tuve la oportunidad de regresar a la UW-Madison, esta vez con el apoyo de Fundayacucho, para este segundo periplo. Sentía que necesitaba más base académica, la busqué y la obtuve con un doctorado en dirección orquestal. Fueron 8 años en Wisconsin en dos épocas y con propósitos diferentes. 

– Tu experiencia en Salta, Argentina. Pocas personas en el mundo han tenido la oportunidad que tú tuviste de crear una orquesta de la nada.

– En el 2000 era yo director de la Sinfónica de Mérida. Debido a cambios políticos, a mi esposa le habían pedido el cargo de presidente del IDAC (Dirección de Cultura del estado) y justo me llegó por casualidad un anuncio de un concurso para director de una nueva orquesta en Argentina. Para hacerla corta, me arriesgué, gané el concurso, y en 2001 conformamos la orquesta mediante audiciones.

Es increíble poder formar una orquesta desde cero y convertirla en la máxima expresión cultural de una provincia tan artística como Salta.

Pero lo más increíble fue que esa joven orquesta “de Babel” (así la llamó un cronista de Buenos Aires, por la diversidad de sus integrantes) fue galardonada por la asociación de los exigentes Críticos Musicales de Argentina como la mejor del país en el 2004. Recuerdo que me entrevistaste en esa ocasión. Esa orquesta la siento como mi hija, y siempre me mantengo en contacto con sus músicos. Me honra ser el director fundador honorario de esa estupenda agrupación.

Entrevista | Felipe Izcaray: “Venezuela me duele cual puñalada”, por Carolina Jaimes Branger
Fepile Izcaray con la legendaria pianista argentina Martha Argerich, quien le hiciera una dedicatoria.

– Acabas de cumplir 71 años. ¿Qué te falta por hacer?

– Muchas cosas. Sigo insistiendo en que me siento en el mejor momento profesional de mi vida. He dirigido cientos de conciertos, y siempre hay proyectos, ideas, recapitulaciones. Tengo la edad en la que Toscanini fundó la orquesta de la NBC y comenzó la etapa más productiva de su carrera. Lamentablemente quienes programan y deciden en las orquestas parecen pensar diferente. Pareciera que el talento joven vale más por sí solo que el talento con experiencia.

El apoyar a los jóvenes artistas, cosa que hago constantemente con convicción y orgullo, no debería dejar de lado a los maestros.

He dicho varias veces que Gustavo Dudamel (por hablar del más conocido) dirige hoy en día mucho mejor que hace 15 años. Y seguro dirigirá mejor dentro de 15 años. Espero que no lo echen a un lado.

– ¿Qué significa Venezuela para Felipe Izcaray?

– Es un gran amor, es la generosa tierra que me trajo al mundo, que me ha dado placeres, sinsabores, goces, dolores, una familia fabulosa, unos amigos cojonudos, un país con tanto potencial y tanta belleza natural y humana que me duele cual puñalada, en su increíble estado actual de postración. Una tierra con tanta riqueza, con tantos profesionales y pensadores de lujo, con maravillosos creadores, inventores, compositores, pintores, músicos, bailarines, escultores, escritores de tanta valía, ¿cómo es posible que esté así? Como afirmaría desesperado Florentino el que cantó con el Diablo, “PARADA CON TANTO RUMBO… CON AGUA Y MUERTA DE SED».

Entrevista | Irene Greaves: No hay tarea más urgente que aprender a amar”

@cjaimesb

Es venezolana. Licenciada en Historia del Arte de la Universidad Americana de Roma, summa cum laude, con una maestría en Educación de la Universidad de Pennsylvania. Ha vivido en Italia, Mozambique, China y Guatemala. Actualmente está radicada en los Estados Unidos. Hace dos años presentó su primer libro, Lovescaping (versión en inglés, y seis meses más tarde la versión en español) sobre su filosofía de educación basada en la enseñanza consciente del amor. Ya son doce las escuelas de Houston que han implementado su programa y va en expansión.

Hay varios canales a través de los cuales Irene está implementando su programa Lovescaping®. Una, asociándose con escuelas y organizaciones sin fines de lucro para poner en marcha su plan de estudios durante el horario escolar y en el entorno extracurricular para niños y jóvenes de todas las edades. Otro medio es a través de talleres, presentaciones y coaching para adultos, todos ellos adaptados a las necesidades o contexto de cada grupo en particular.

Su dedicación es total. Se ha adaptado bien a la situación a la que nos ha obligado la pandemia y alcanza a más personas a lo largo del mundo de manera virtual. Acaba de ser galardonada con el World Happiness Award 2021 como proyecto individual en Educación, lo que sin duda le abrirá más puertas para seguir en su cruzada.

Con todo el orgullo del mundo, les presento a mi hija.

– ¿Qué motiva a una joven que todo lo tenía a irse a trabajar de voluntaria a Mozambique?

– ¿Qué significa tenerlo todo? Creo que es importante resaltar el rol que el privilegio ha tenido en mi vida, sobre todo en cuanto concierne a las decisiones de vida que he podido tomar. El haberme ido a Mozambique como voluntaria fue un gran privilegio. Si hubiese tenido que ayudar a mantener a mi familia, o a cuidar a un familiar enfermo, etc., no hubiese podido irme. Crecí con el privilegio más grande de todos: amor incondicional.

Mi familia me crio libre, responsable y consciente, y gracias a eso pude cultivar mi conciencia social y la curiosidad para expandir mis horizontes y aprender más sobre nuestro mundo.

Desarrollé un interés por aprender sobre diferentes culturas, idiomas, tradiciones. Y también a apreciar la maravillosa diversidad de nuestro mundo. Antes que nada, soy ser humano, y eso me conecta al resto de la humanidad. Mi pasión por aportar mi granito de arena, ayudar, y colaborar en diferentes comunidades del mundo fue creciendo. Así, decidí hacer voluntariado en Mozambique al graduarme en la universidad. Lo que más me hace feliz es ayudar a los demás, usar mi privilegio, mi conocimiento y mi amor para aportar de manera positiva a nuestras comunidades. Soy tan afortunada que tuve la posibilidad de vivir en Mozambique, donde aprendí mucho más de lo que yo pude enseñar. Para mí el éxito yace en la habilidad de mejorar el entorno del que formamos parte, y en la capacidad de amar y ser amados.

– ¿Qué aprendiste en Mozambique que no aprendiste en Venezuela?

– Aprendí a apreciar la fragilidad de la vida. La expectativa de vida en Mozambique aún es muy baja, y durante el tiempo que viví allí asistí a más funerales que en mi vida entera. Por esta razón, se celebra la vida al máximo, y debo decir que hay muchas similitudes con nuestra cultura latina: aquella alegría por la vida, esa bondad y solidaridad contagiosa, la pasión por el baile y la música… definitivamente gran parte de nuestra cultura viene del África. Cuando tienes a la muerte tan de cerca continuamente empiezas a valorar lo que es esencial, y aprecias y aprovechas cada minuto de estar vivo, sin tomar nada por sentado.

Irene Greaves con niños de Mozambique

– Cuéntame de la experiencia de vivir en China. ¿Apreciaste la diferencia entre Oriente y Occidente?

– China es un lugar fascinante. Es un país que ha pasado por cambios radicales en las últimas décadas, y pude presenciar los cambios “modernizantes” mientras viví allí. El contraste entre las metrópolis urbanas y las áreas rurales es sorprendente. Pude vivir ambas realidades, la China más tradicional y presenciar la nueva, innovadora. El gobierno ha hecho un esfuerzo sobrehumano para movilizar a la población de las zonas rurales a las ciudades. Muchos de mis lugares favoritos en China son los que aún permanecen intactos, como suspendidos en el tiempo sin la estampa del destructor progreso. En cuanto a las diferencias entre Oriente y Occidente, diría que tenemos mucho más en común de lo que parece superficialmente. Nunca puedo responder la pregunta ¿cuál ha sido tu lugar favorito donde has vivido? Cada lugar tiene su personalidad, su encanto, y su magia. Comparaciones son a veces útiles, pero en general no me gustan, porque no le hacen justicia a la unicidad de cada lugar (pienso lo mismo sobre los seres humanos).

Sí es cierto que en China la libertad está restringida, pero es interesante contemplar las diferencias entre sociedades donde existe desigualdad rampante sin restricciones a la libertad, y aquellas con menos desigualdad y menos libertad.

A pesar de las diferencias históricas, políticas, económicas y socio-culturales, la experiencia humana es siempre la misma. Las experiencias humanas universales como el amor, la felicidad, el trabajo, el sufrimiento, la alimentación, etc., todos las compartimos, solo hay diferentes maneras de manifestarlas. He allí lo fascinante. Me encanta por ejemplo ver cómo diferentes culturas utilizan la comida para crear enlaces y compartir. En un país tan gigante como China, la variedad gastronómica no tiene límites, y me encantaba sentarme a la mesa redonda junto a mis amigos y sus familias y comer de varios platillos, compartiendo y degustando juntos.

Entrevista a Irene Greaves, por Carolina Jaimes Branger
«A pesar de las diferencias históricas, políticas, económicas y socio-culturales, la experiencia humana es siempre la misma». Foto Irene Greaves con niños chinos

– Tu hermana especial… ¿qué ha significado en tu vida?

– Mi hermana especial es la personificación del amor. Haber crecido junto a ella me enseñó muchos de los valores que me han permitido desarrollar mi filosofía de vida basada en practicar el amor en acción. Sin duda alguna ella moldeó mi personalidad, mi sensibilidad, mi capacidad de amar sin restricciones. Ella representa el amor puro, y me siento sumamente agradecida de haber tenido la oportunidad de crecer a su lado y aprender de ella.

– Tu maestría en educación viene en medio de una terrible crisis de educación en Venezuela. ¿Qué te llevaste de aquí que quisieras imitar y qué querrías cambiar?

– Pienso que el venezolano es resiliente, creativo, emprendedor y luchador. Busco llevar conmigo siempre estas cualidades porque son las que nos permiten tener un sistema de educación basado en la excelencia. La crisis más difícil que sufre nuestra Venezuela es una crisis de valores. Quisiera cambiar muchos de los paradigmas que han llevado a la desvalorización del ser humano.

Nuestra Venezuela necesita sanar, y el desafío más grande que vamos a enfrentar una vez que logremos salir de esta crisis humanitaria será aprender a amar.

Eso incluirá perdonar, y ser capaces de construir una sociedad de valores basada en los pilares que resalto en mi filosofía.

– Tu primer libro es sobre la educación basada en el amor. Algo tan obvio que ni siquiera deberíamos considerarlo, pero tan difícil de ver como las cosas obvias. Háblame de los fundamentos del libro.

– Así es. No hay tarea más importante, más urgente ni más oportuna que aprender a amar. ¿Dónde aprendemos a amar? Es una pregunta tan obvia pero tan infrecuente que ni la consideramos, ni la perseguimos con seriedad. Asumimos que aprenderemos a amar en nuestras casas, de nuestras familias, pero esto no es una garantía. Yo he llegado a la conclusión de que el propósito más importante de la educación debería ser enseñar a amar. Mi filosofía se llama Lovescaping, y significa practicar el amor en acción. Gracias a las experiencias de vida que he tenido en diferentes rincones del mundo, he llegado a la conclusión de que podemos aprender a amar, y que el amor incluye los siguientes 15 pilares, sin los cuales no puede existir: respeto, cuidado, honestidad, comunicación, empatía, compasión, vulnerabilidad, liberación, confianza, humildad, paciencia, solidaridad, perdón, gratitud y esperanza. Mi visión es incorporar a Lovescaping como un componente intrínseco de nuestro currículo escolar. Así como tenemos clases de matemáticas y de lectura, tenemos que tener clases de Lovescaping donde aprendemos a amar a través de la práctica intencional de los quince pilares. Este año comencé cuatro programas piloto en cuatro escuelas públicas en Houston, Texas, donde vivo actualmente, enseñando mis clases de Lovescaping a alumnos desde primaria a secundaria, cultivando su amor propio y el amor por los demás a través del involucramiento de los quince pilares. Mi libro, Lovescaping: Construyendo la humanidad del mañanaPracticando el amor en acción es la obra de mi vida, mi legado, mi manifiesto de amor.

Entrevista | Irene Greaves, el amor como filosofía de vida, por Carolina Jaimes Branger
«He llegado a la conclusión de que el propósito más importante de la educación debería ser enseñar a amar». Foto gentileza Irene Greaves.

– ¿Cómo planeas seguir en un mundo que durante el último año ha cambiado tanto?

– Me gustaría comenzar a responderte con las incomparables palabras de Octavia Butler en su La parábola del sembrador:

Todo lo que tocas / Tú cambias / Todo lo que cambias / Te cambia./ La única verdad duradera/ es el cambio./ Dios es cambio.

El cambio está siempre presente, siempre constante. Todos nosotros durante este año hemos tenido que adaptarnos y ajustarnos a muchas realidades cambiantes. Todos hemos perdido algo… y también hemos ganado algo. Es difícil conciliar tantas verdades y cambios simultáneos, pero esto es exactamente lo que significa ser humano. Ser humano es ser complejo, y creo que es muy importante sentirse cómodo y lidiar con la complejidad, en lugar de tratar de simplificarlo en aras de la comodidad y la facilidad. Se pierden muchas cosas cuando intentamos simplificar la complejidad del ser humano. Espero que, en medio de todo el cambio, quien me lea se haya tomado el tiempo para reflexionar y sentarse con su propia complejidad.

– ¿Qué significa Venezuela para ti?

– No puedo responder esta pregunta sin llorar. ¡Me duele tanto lo que está pasando en nuestro país! Venezuela es la tierra donde nací, donde aprendí a hablar, a cantar, a bailar, a leer, a escribir, a correr, a reír… a amar. Venezuela es mi nostalgia, mi añoranza, mi esencia, mi raíz.

Pero jamás pierdo la esperanza de que lograremos reconstruir a nuestro país, sanar y construir una sociedad basada en los pilares de Lovescaping.

Para aprender más sobre Lovescaping visita la página web: www.lovescaping.org / Instagram @lovescaping / FB @lovescapingtheworld.