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#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana – II serie | El desolvido de Victoria de Stefano. Literatura de un tiempo comprometido
El desolvido, de Victoria De Stefano, es una de las mejores obras publicadas sobre un tiempo de luchas, creencias, nobleza y entrega, expuestos con la magia de la buena escritura

 

@YsaacLpez

La lectura del tiempo nos obliga al esfuerzo de comprensión, al destierro de las simplificaciones, a ubicarnos en el contexto de las ideas y creencias que permearon una época determinada. Lejos de la lupa revanchista, del obturador que pretende hacer rasero de distintos momentos y circunstancias. Comprender el largo camino, la historia como fenómeno cambiante, pareciera ser de mayor provecho en la necesaria enmienda del gran cúmulo de errores que como sociedad hemos perpetrado.

Un libro imprescindible nos acerca a la mentalidad y sensibilidad de una capa intelectual particular. Alfredo Chacón la retrata en su compilación La izquierda cultural venezolana 1958-1968. Entre los trabajos que componen el volumen: de Antonio Pascuali: La cultura de masas es dirigida en Venezuela por una oligarquía de la información; de Gustavo Luis Carrera Literatura y revolución; Adriano González León El coraje de tener visiones; Pedro Duno El drama de la cultura nacional; Alfredo Chacón Dependencia y responsabilidad cultural y Germán Carrera Damas La historia como instrumento de liberación nacional.

Al revisar una fuente de hace 52 años, el Suplemento Cultural del diario venezolano Ultimas Noticias, de la Cadena Capriles y dirigido por José Rato-Ciarlo, encontramos diversidad de nombres y visiones. La izquierda, sin embargo, parece homogénea en sus orientaciones. Perán Erminy hace crítica basada en un arte que debía comprometerse con el cambio de la realidad social circundante y cuestionar la dependencia cultural (7-2-1971 y 30-5-1971); «un arma de combate es el arte» para Jacobo Borges (7-2-1971); el teatro debía tener repercusión social y «la violencia en el teatro es reflejo de la violencia social» para Rodolfo Santana (14-2-1971); «es el pueblo al que se dirige la joven escritora Laura Antillano» (29-8-1971), y para Pedro León Zapata «En Venezuela lo más divertido es que todavía estemos vivos» (16-5-1971).

Una reunión marcaría aquella época: el Congreso Cultural de Cabimas de 1970, eco y reflejo de uno celebrado en La Habana. Fue el Congreso Cultural de Cabimas plataforma de lanzamiento de una nueva etapa del paradigma radical venezolano luego de la derrota de la lucha armada. Si abundantes han sido el ensayo histórico-político y el testimonio personal sobre ese tema y período, no menos ha estado presente el tema en la literatura del país.

El tiempo de la lucha armada marcaron la literatura y las artes del país.

Títulos de un arqueo incompleto como Rojo en la boina azul, de Virgilio Torrealba Silva (1962); Los sonámbulos, de Héctor Malavé Mata (1962); La palabra opuesta, de Gustavo Luis Carrera (1962); Los fugitivos y otros cuentos, de Luis Brito García (1964); Donde los ríos se bifurcan, de Argenis Rodríguez (1965); Las 4 letras, de José Vicente Abreu (1969); Relatos del camino largo, de Eduardo Gasca (1969); Los siglos semanales, de Simón Sáez Mérida; Las tres ventanas, de Héctor Mujica (1970); Guerrilleros… cazadores y montañas, de Jorge Álvarez Cardier (1971); Final de otro sombrío, de Julio Jáuregui (1973); Los topos, de Eduardo Liendo (1975); Hacia la noche, de Eduardo Casanova (1975); La noche de la derrota, de Héctor De Lima (1975); Los héroes no han caído, de Domingo Alberto Rangel (1978); Guerrilleros amor y sangre, de Samuel Mejías Valbuena (1985); o FAL15306. Novela de una década violenta, de Luciano Jiménez Capote (1996), dan cuenta de ello.

La lucha armada revolucionaria de influencia castrista dejó importante huella en el colectivo venezolano, especialmente en dos generaciones que se afiliaron a ella. Por lo cual su impronta puede rastrearse en iconos de nuestra literatura. De Cadenas a Balza, de Antonieta Madrid a Chevige Guaike, de Adriano González León a Carlos Noguera, de Ana Teresa Torres a Israel Centeno.  

En 1971, en el número 15 de Ediciones Bárbara, fue publicada El desolvido de quien por entonces se nombraba Victoria Duno. Novela que narra aquellos hechos de manera intimista, como quien con finura va hilando momentos que se vuelven sensaciones, olores, disfrutes, desencuentros.

Unida a Pedro Duno, controversial dirigente del Partido Comunista de Venezuela, ideólogo y motor principal de aquella contienda contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, instigador de un frente guerrillero en Apure, y autor lo mismo de textos para el debate como Vigencia del PCV (Caracas, Continente Libre, 1969) que de poemarios como No callaré tu voz (México, Los Presentes, 1955).

Ramón Hernández conversa con Victoria De Stefano en 1971 para el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias. Hernández comienza señalando la recepción que había tenido El Desolvido, causando revuelo en «los círculos literarios», y a la que de entrada califica como «la síntesis de una colección de cuentos, unidos entre sí por una situación muy concreta: la violencia.» Ataques y defensas rodearon la salida del libro, según el periodista (Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, Caracas, 1° de agosto de 1971).

Señalaba la escritora, jefa de redacción de Revista de Revistas que: «Como ser social, como integrante de un momento histórico de la sociedad, el hombre vive, experimenta y conoce esa situación concreta. Por ejemplo, la guerra de Vietnam la sufre todo el pueblo norteamericano; por supuesto que a diferentes niveles y no todos con la misma intensidad. Nadie necesita haber muerto para escribir sobre la muerte, del mismo modo no solo los combatientes pueden escribir sobre el combate.»

Y más adelante expone Victoria De Stefano en esa comparecencia de 1971, marcada por las ideas, discusiones y visiones de la época: «La literatura, como cualquier otra manifestación artística del hombre, es una expresión de su actividad práctica. La escritura es un instrumento de trabajo, de penetración y conocimiento de la realidad, como conocimiento de la conciencia social. La literatura puede ser instrumento de sumisión, pero también un instrumento para cambiar el mundo y es en este último caso donde ella reafirma su carácter humano, humanitario y liberador.»

Sin embargo, a pesar de sus expresiones de aquel momento, orientadas por el compromiso del arte, la marcha indetenible de la historia y el cambio revolucionario, la escritura de El desolvido no es militante ni panfletaria. Tampoco aleccionadora, revanchista, nostálgica. Afortunadamente en El desolvido gana la literatura y pierde la política. No es el relato realista, la fotografía de la guerrilla urbana y rural. Pero allí está un momento, un tiempo de luchas, creencias, esfuerzos de nobleza y entrega, expuestos desde la magia de la buena escritura.

El desolvido es de las mejores obras publicadas sobre aquel tiempo convulso de la historia contemporánea de Venezuela. Una obra que constituye la primera novela de una de las grandes voces del país. Parte de un catálogo imprescindible.

Sirvan estas letras para despedir a la amable señora, que su elegancia e inteligencia sigan acompañándonos en medio de la oscurana, en la esperanza pertinaz de un tiempo mejor.

isaacabraham75@gmail.com | 12 de enero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida 

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