Isaac López, autor en Runrun

Isaac Abraham López

Los archivos digitales o el estudio de la historia en la era digital, por Isaac López*
¿Supone el uso de fuentes y medios digitales una nueva ética para el oficio de historiar? ¿Podemos quedar atrapados en la novedad de los medios ante la tradicional rigurosidad exigida por las formas?

 

@YsaacLpez

Fue en 2016 cuando los organizadores de las Jornadas de Investigación de los Estudiantes de la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes decidieron que el tema de las mismas sería la investigación en la era digital. Ni fundaban el agua tibia, ni buscaban preeminencia sobre una discusión que ya se venía dando en otros espacios universitarios nacionales e internacionales desde hacía buen rato. Que no hay nada peor en nosotros los venezolanos que esos regionalismos y jactancias académicos. «Con mi Universidad no te metas».

Ya por entonces comenzaban a generarse críticas y discusiones en la Escuela de Historia ULA sobre tesis de grado que sin el menor pudor citaban a Wikipedia y otras plataformas sin mayor calidad en sus contenidos. Es decir, a fomentar la discusión sobre la necesidad de la crítica de fuentes digitales.

Me tocó moderar el foro central de aquellas Jornadas de Investigación de los Estudiantes, y recuerdo especialmente la intervención del estimado profesor Chjalmar Ekman, quien realizó un destacado paneo por las posibilidades y problemas que ofrecían los medios digitales para la búsqueda y difusión de la información. La flexibilidad que adquiría el documento, la ética profesional exigida por los procedimientos, la variedad de posibilidades de acceso a fuentes y la responsabilidad en la utilización. La indiscriminación de los materiales contenidos en la internet.

¿Supone el uso de fuentes y medios digitales una nueva ética para el oficio de historiar?

¿Podemos quedar atrapados en la novedad de los medios ante la tradicional rigurosidad exigida por las formas? Contenido y práctica eran y son las bases de una discusión provechosa.

Un texto fundamental para el debate que cayó en nuestras manos en 2015 es el de Anaclet Pons titulado El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas (Siglo XXI editores, 2013). Información, acceso, calidad, redes, la cultura digital y la cultura de la formación histórica. La adaptabilidad a los cambios y la posibilidad de mantenernos al día en la sociedad del saber. Documentarse y escribir en los mil caminos digitales. El método del historiador frente a las ya no tan nuevas tecnologías. Otros dos de interés: La Historiografía en el amanecer de la cultura digital de Juan Andrés Bresciano (2010) y Práctica de la Paleografía en la era digital por Jorge Núñez Chávez (2020).  

Tema aparte de la utilización por los estudiosos, es el de la digitalización de fondos.

La digitalización de fondos de archivos en Venezuela supone la participación de los especialistas en el área, es decir: de los archivistas. Dejados de lado por los historiadores cuando se adentran en un medio que no pareciera el de ellos. Asunto fundamental en un país donde se asume la todería como práctica común. Si la hora nacional nos exige algo, es superar las prácticas impuestas por el régimen y rescatar la importancia de la especialidad. Todos no podemos saber de todo.

Los archivos digitales o el estudio de la historia en la era digital, por Isaac López
La digitalización de fondos de archivos en Venezuela supone la participación de los especialistas en el área, es decir de los archivistas. Fotos: Isaac López.

Casos ocurridos en años recientes en Venezuela como los proyectos de digitalización de los fondos del Archivo General de estado Mérida por la empresa Family Search, el cual generó el rechazo de la nueva dirección de ese centro, la retención de equipos y la denuncia institucional por considerar se había atentado contra la legislación vigente en el país en materia de reproducción de documentos y patrimonio cultural; o el de la digitalización de documentos y periódicos en el Archivo Histórico y Archivo General del estado Falcón por el ente privado Fundapatrimonio Documental, que tuvo la misma respuesta de los administradores, nos obligan a ser serios ante asunto tan delicado.  

Venga a cuento estos intentos de reflexión a propósito de la invitación realizada por el Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño Iragorry, el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello y la Fundación Red de Historia Digital Venezolana, al foro Zoom «Archivos históricos digitales: Un punto de encuentro por la memoria venezolana», el martes 21 de marzo de 2023.

Además del tema central antes mencionado, se habló de la «Historia de los esclavos afrovenezolanos (1700-1858)», o mejor, de la digitalización de los documentos sobre esclavizados pertenecientes al Registro Principal de Caracas que reposan en la Academia Nacional de la Historia, trabajo realizado por la Red de Historia Digital de Venezuela, liderada entre otros por Guillermo Ramos Flamerich y Guillermo Guzmán.

El foro tuvo como ponentes principales, además de Ramos Flamerich, a los historiadores Dora Dávila y Tomás Straka, quienes señalaron aspectos y problemas de los registros de información en Venezuela y los retos del resguardo digital, al mismo tiempo que la ampliación de oportunidades para la investigación histórica.

Un tema de la mayor relevancia en un país donde archivos eclesiásticos y archivos militares mantienen cerrado el acceso, y donde los archivos públicos sufren los peores embates, como se ha mostrado en los casos de pérdida de colecciones de periódicos en el Archivo Histórico de Guayana en Ciudad Bolívar, derrumbe de paredes sobre fondos del Archivo Histórico del estado Falcón en Coro y filtraciones del techo de la Biblioteca Febres Cordero en Mérida.

Un tema que debe seguirse debatiendo e involucra aspectos fundamentales como: la participación de los profesionales de la archivística, la legislación venezolana vigente y la labor de los investigadores de la Historia. Un debate de muchos. ¿Se debate y comparte en el medio académico venezolano para qué? Ese también parece asunto central de la hora nacional.

isaacabraham75@gmail.com | 22 de marzo de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie (y X) | Nuestro querido Pablo, por Isaac López*

Pablo Milanés a dúo con nuestra Soledad Bravo. Foto: archivo Isaac López.

Con la muerte de Pablo Milanés a finales de noviembre de 2022 se va uno de los mejores compositores de América Latina. En sus discos Querido Pablo y Pablo querido la amplitud que su arte alcanzó
En su discografía su creencia y militancia por lo que fuera uno de los movimientos políticos más importantes en el mundo contemporáneo, pero también sus composiciones que le salvarán más allá de militancias

 

@YsaacLpez

«Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras»; «La vida no vale nada si no es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama. La vida no vale nada si yo me quedo sentado después que he visto y soñado que en todas partes me llaman…»

Esas canciones nos hicieron también. Fueron parte de un encuentro con las creencias, el pensamiento, la política, el compromiso. Una ética que debía tener emparejada la palabra.

«Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes.» «Si el poeta eres tú, como dijo el poeta. El que ha tumbado estrellas en mil noches de lluvias coloridas eres tú, qué tengo yo que hablarte Comandante…». «Los caminos, los caminos no se hicieron solos, cuando el hombre, cuando el hombre dejó de arrastrarse los caminos fueron a encontrarse. Cuando el hombre, cuando el hombre ya no estuvo solo… Hay caminos que conducen a una sola dirección, ese camino lo escojo como única solución: rompiendo montes, ciudades, cambiando el curso a los ríos, bajando hasta mi montaña, subiendo el mar a los míos. Haciendo un camino largo, largo hasta ver el mañana, toda esa tierra temprana que se quiere levantar, mañana va a despertar sin ver sus días amargos…«

Esas fueron las canciones de una época en la obra de un cantor latinoamericano. Canciones políticas, de efervescencia, convocatoria, llamado a la insurgencia.

El rompimiento de Pablo Milanés con el decadente proyecto de la que un día fuera fervorosa épica de la Revolución cubana fue tardío. A mediados de los ochenta, cuando grupos como Monte de Espumas o intérpretes como Carlos Varela, Donato Poveda y Frank Delgado cuestionaban el estancamiento y el fracaso, Milanés y Silvio Rodríguez –oficializados embajadores de la Nueva Trova cubana– preferían cantar El Necio. «…Me vienen a convidar a arrepentirme, me vienen a convidar a que no pierda, me vienen a convidar a indefinirme, me vienen a convidar a tanta mierda… Dicen que me arrastrarán por sobre rocas cuando la revolución se venga abajo… Yo me muero como viví«. El coro lo hacían miles de jóvenes de la clase media latinoamericana, que nunca habían enfrentado el cotidiano vivir en la isla de José Lezama Lima y Delfín Prats.

Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, junto con Sara González, Vicente Feliú, Noel Nicola, Amaury Pérez o Virulo habían llevado a hombres y mujeres de América y el mundo el mensaje libre, renovador y contestatario que supuestamente blandía en «el territorio libre» que era Cuba.

NotasSobreLaIzquierda - II serie (y X) Nuestro querido Pablo, por Isaac López
Pablo Milanés con Chico Buarque, Caetano Veloso, Sara González y otros. Fotos: archivo de Isaac López. Comp. Runrunes.

El Pablo Milanés que unía la proclama amorosa de Yolanda, El breve espacio en que no estás o Para vivir con el panfleto político de Pobre del cantor, Ho Chi Minh y Amo esta isla, era la fiel estampa del cantor comprometido estatuido en las discusiones sobre la nueva canción latinoamericana o la canción protesta promovidas por Casa de las Américas a inicios de los setenta. De allí su cercanía al poeta nacional Nicolás Guillén y a ese emblema de la revolución llamado Haydée Santamaría.

Aunque vino a Venezuela en tiempos del chavismo, se cuidó de no tocar la guitarra para el comandante de aquí, como lo había hecho Silvio Rodríguez. Falsarios e hipócritas, oportunistas y aprovechadores de ambas orillas se colgaron de supuestas gestas y banderas. La guitarra levantó la mano, pero no vio la sangre ni el dolor de un pueblo. De este país, al cual vino muchas veces, hizo discos con Lilia Vera y con Soledad Bravo, dos voces situadas hoy en los extremos que somos.     

Desdecirse es de las cosas más difíciles cuando se ha abrazado un credo, cuando se ha hecho uno sacerdote de una doctrina. Eso fue Milanés, como también lo es quien fuera su pareja de trova durante mucho tiempo.

Pero Pablo Milanés también dijo no. Y se diferenció de aquel proyecto político que por tantos años defendió. Criticó represión, encarcelamientos, censura. Se pronunció contra un régimen colapsado en lo económico y lo social sostenido únicamente en la opresión. Los días de gloria habían pasado y el tiempo, implacable, solo dejó una huella triste de nostalgia.

Todo parece pasar en nuestros juicios y apreciaciones de hoy por el nefasto presente en el cual nos movemos. Por el espacio y tiempo degradados llamados Venezuela.

Asunto que a todo sirve también. Para decir verdades y para encubrir despropósitos. Para ubicarnos en los bordes del tablao. El presente nuestro, que tanto le debe al «proyecto» que ellos defendieron, nos marca en apreciaciones y juicios. Hubo un encantamiento que duró décadas, y del que ellos fueron en gran parte artífices. Buena propaganda. No se quiso escuchar ni a Heberto Padilla, ni a Virgilio Piñera, ni a Reynaldo Arenas. A tantos. Eran inconsecuentes con lo trascendente. La soberbia que fuimos nos cegó a muchos. El romanticismo también. Muchos siguen fieles al credo, allá y aquí. Comprender debería ser la mejor vía. Un debate necesario que no damos, pues nos vencen la pasión y las dicotomías.

Constreñir el mundo a dicotomías: capitalismo o socialismo, occidente neoliberal o formulaciones liberadoras sin fundamento, es también hablar de la superficialidad en la cual se ha convertido cualquier debate. Cultural, político, ideológico. El mundo, la vida, debería ser mucho más que dicotomías cerradas.

Con la muerte de Pablo Milanés a finales de noviembre de 2022 se va uno de los mejores compositores de América Latina. Renovador del discurso romántico en la canción popular, tal como lo reconocen voces diversas como Ilan Chester o Santiago Cruz, Ricardo Arjona o Yordano Di Marzo, Juanes o Franco De Vita.

En su discografía su creencia y militancia por lo que fuera uno de los movimientos políticos más importantes en el mundo contemporáneo, pero también sus composiciones que le salvarán más allá de militancias. En sus discos Querido Pablo y Pablo querido la amplitud que su arte alcanzó.

Nada ni nadie podrá hacernos renegar de lo mucho que le debemos. Con él y como él también cambiamos. Pero no borramos la memoria ni el afecto. La transparencia de lo que fuimos. El compromiso en el cual creímos.

Su canto es de todos, gracias por tanta sensibilidad hecha canción, gracias siempre, querido Pablo.

isaacabraham75@gmail.com

*Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVzlana - II serie | ¡Cupo o muerte! Caracterización de la izquierda estudiantil 1982-1992, por Isaac López*
¿Qué dirán aquellos estudiantes del deterioro y acabose programados a los cuales se ha llevado a los institutos superiores de enseñanza en la última década en Venezuela?

 

@YsaacLpez

A mi hermano

Una hoguera prende al centro de la avenida Independencia de la ciudad de Coro, noroccidente venezolano. Dos autobuses de los que hacen el transporte diario y gratuito de los estudiantes del Instituto de Tecnología Alonso Gamero arden como señal de protesta de la dirigencia estudiantil de esa casa de estudios. Es el año 1986. El reclamo: presupuesto justo, aumento de cupos a estudiantes, dotación de laboratorios. Los estudiantes del «Tecnológico» queman autobuses en como expresión de inconformidad ante tales demandas. Un mes después «la huelga» será para exigir al gobierno la dotación de nuevos autobuses.

Un «Remitido» de octubre de 1985 de la «Comunidad Estudiantil del IUTAG» a la opinión pública mostraba la posición ante la situación de crisis de la institución, señalando: «Somos una comunidad que suma más de cuatro mil personas y el Presupuesto que se nos asigna es de apenas 54 millones de Bolívares (…) Automáticamente nuestras actividades académicas se han venido paralizando debido a que ya no existe la reproducción del material didáctico, el servicio de transporte es deficiente, marcadores y tiza ya no se ven, mal estado del servicio de alumbrado y aire acondicionado, deterioro de aulas y laboratorios, un centro de computación completamente dañado, con un Departamento de Investigación marginado a todos los niveles, la basura reina…».

¿Qué dirán aquellos estudiantes del deterioro y acabose programados a los cuales se ha llevado a los institutos superiores de enseñanza en la última década?

Y más adelante prosigue el remitido estudiantil de 1985: «No queremos seguir perdiendo tiempo mientras existe una patria que espera de todos nosotros. No queremos que los esfuerzos de sectores de la comunidad estudiantil se pierdan entre papeles de oficio. No aceptamos las malas políticas educativas aplicadas por los gobiernos que se han turnado en el poder durante los últimos 27 años.» (El Falconiano, Coro, 8 de octubre de 1985, p. 17).

Para ese mismo año, la Cátedra Pío Tamayo publicaba la ponencia del doctor Roseliano Ojeda titulada Cómo se desangra un país. Endeudamiento y fuga de divisas, dentro del seminario “La Crisis. Responsables y salidas”, en la cual hace un análisis descarnado y terrible sobre usos y abusos de los recursos nacionales por las clases dirigentes de la Venezuela de la época.

El investigador Domingo Irwin, en su trabajo Relaciones civiles y militares en el siglo XX, apunta que la actividad subversiva armada de grupos de izquierda no desapareció en Venezuela en la década de los setenta. “En ese momento se consolida su derrota militar, indica Irwin, pero como organizaciones minúsculas en lo político a nivel regional o nacional y hasta local, sobreviven hasta los 1990. Tres grupos notoriamente existentes para 1992: Bandera Roja, Venceremos y Tercer Camino» (Caracas, Centauro ediciones, p. 131).

Prosigue Irwin: «Esta situación de descalabro, y decadencia guerrillero-subversiva, lleva a los sobrevivientes políticos de estas organizaciones a tratar de fortalecerse en los institutos públicos de educación superior, por un lado, y de intensificar sus esfuerzos para establecer algunas relaciones con jóvenes oficiales por el otro» (p. 132).

Por su parte, Arpag Bango Stagel, director de la DISIP para la primera mitad de los años ochenta, expresa en su escrito La subversión marxista en Venezuela 1959-1974 que bajo la maniobra del «Viraje táctico» y la «Guerra popular prolongada» los sectores de la izquierda radical como PRV-RUPTURA mantuvieron su ataque al sistema democrático, utilizando a partir de la derrota política y militar de las guerrillas, a inicios de los setenta, nuevas estrategias y tácticas centradas en diversidad de núcleos, pero principalmente en instituciones de educación media y universitaria, acción de grupos culturales y organizaciones en los barrios. Bango Stagel esgrime una larga lista de asociaciones y actividades en todo el país que perseguían, a su juicio, la desestabilización del régimen democrático.

Muchos de los jóvenes que sacudían a Coro y a otras ciudades del país entre 1972 y 1992, con marchas y protestas, barricadas y quemas del mobiliario público, enfrentamientos a pedradas con los cuerpos policiales, o saqueos e incendio de transportes de comercio, pertenecían a agrupaciones producto de las escisiones de la izquierda radical como PRV- RUPTURA-Tercer Camino-Esperanza Patriótica-, Liga Socialista, Venceremos, Primera Línea-Desobediencia Popular, Unión de Jóvenes Revolucionarios, o a grupos y tendencias derivados de ellos. En las universidades y tecnológicos el archipiélago de la izquierda se hacía inmenso.

NotasSobreLaIzquierda ¡Cupo o muerte! Para una caracterización de la izquierda estudiantil venezolana 1982-1992, por Isaac López
Muchos de los jóvenes que sacudían a Coro y a otras ciudades del país entre 1972 y 1992, con marchas y protestas, barricadas y quemas del mobiliario público. Fotos archivo Isaac López.

Esa fracturación recurrente lleva a una figura como Freddy Yépez en su libro La violencia estudiantil (Mérida, Ediciones Pío pío, 1989, 2000 ejemplares) a señalar: «El movimiento estudiantil no puede seguir siendo una suma de fracciones organizadas con cien mil planteamientos distintos e incoherentes frente a las realidades concretas que le afectan su educación, su rendimiento académico, sus condiciones de vida fuera de la universidad.» (p. 209).

Años de «protestas duras», algunas movidas por motivaciones absurdas, que dejaron como saldo trágico el deceso de jóvenes como José Ramón Guacarán o Magdiel Páez en Mérida, Manuel Lorenzo Vera Moreno en Barquisimeto, o Sonia Ordoñez Cárdenas en Caracas, entre muchos otros. ¿Parte del plan subversivo y desestabilizador, que nunca abandonaron los grupos de la extrema izquierda, se sostenía en la acción estudiantil y de barrios, y logró infiltrar la organización militar donde también coexistían grupos de escaso compromiso con el sistema democrático? Las grandes papeleras de los comedores estudiantiles de la ULA rebosaban con el pan francés que los muchachos repudiaban consumir. El pasaje tenía el valor de un bolívar, y al pretender la asociación del transporte aumentarlo un real, la ciudad de Mérida tembló ante las protestas.

Difícil establecer valoraciones de conjunto de un tema escasamente trabajado, a pesar de esfuerzos que terminan guiados por el interés de vinculación al proceso iniciado en 1999. Muchos de los grupos, movimientos o tendencias estudiantiles de los años ochenta reflejan en su diversidad la propia crisis de los partidos de izquierda, y pueden verse -lo cual hace aumentar su atractivo como motivo de investigación- como plataformas de organización independiente, que sin embargo no llegaron a consolidarse en el tiempo.

Dos testimonios de protagonistas nos muestran parte de los comportamientos de la izquierda universitaria de la época, legataria de la guerrilla de los sesenta. Alirio Liscano narra los procedimientos por los cuales se le otorgó la licenciatura a Simón Sáez Mérida en la Escuela de Historia de la ULA para 1977 en El MIR y la lucha armada (Vadell Hermanos, 2014, pp. 27-28); mientras Alexi Berríos Berríos retrata la actitud bohemia e irreverente de quienes conformaron la Plancha 14 en el mismo espacio académico y su proyección a la ciudad de Mérida en Aquella Escuela de Historia (Tropykos, 2003. pp. 37, 38, 43 y 85-93).

Enquistada en viejos paradigmas e imposibilitada de trascender el espacio asignado por el statu quo democrático venezolano, la izquierda nuestra fue incapaz de reflexionar como se requería el significado del derrumbe del Muro de Berlín y de la URSS.

Oportunidad de tipo político, visión de poder, nacionalismo y antimperialismo, se conformaron como bisagras unitarias entre movimientos estudiantiles de tendencia radical y logias militares descontentas con los desafueros de AD y COPEI, nos expresa Darío D´zaccomo, militante de la Facultad de Humanidades ULA de aquel tiempo.

Juramentados por Douglas Bravo como cuadros de la revolución en los años ochenta, poco más de una década después y luego de que muchos de ellos ocuparon cargos menores en administraciones regionales de AD y COPEI, aquellos que un día fueron jóvenes rebeldes y protestatarios del Instituto de Tecnología Alonso Gamero de Coro se acomodaron plácidamente en cargos del proyecto chavista gracias a las credenciales otorgadas por su pasado de tira piedras, incendiarios de autobuses o expertos en bombas molotov: autoridades únicas de turismo, presidentes del Consejo Regional Legislativo, directores del Instituto de Cultura del estado, encargados de publicaciones del IPASME, figuras de Hidrofalcón, abogados de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, funcionarios de la gobernación o líderes de las comunas.

Es el mismo caso para los encapuchados de la Universidad Central de Venezuela y los integrantes del Comité de los Sin cupo en la Universidad de Los Andes.

Allá y aquí algunos han abandonado el barco, ubicándose en el neblinoso ámbito de una izquierda crítica y liberal. Sin asumir responsabilidad en los lodos creados, se sitúan más allá del bien y del mal. Progresistas nostálgicos, cuestionadores lo mismo del enemigo neoliberal, el capitalismo salvaje y el control de las redes sociales, critican siempre mencionando las atrocidades de ambos bandos, justificando la trinchera que recién abandonan o de la que no se van del todo, esperando alguna invitación al deguste de las sobras del festín. Publicaciones, eventos, algún carguito para aguantar la mala situación.

Izquierda nuestra de cada día, parte de un país de desmemorias que deberá sacar bien sus cuentas sobre el camino transitado, sobre los mea culpa y las cuotas de responsabilidad que a cada uno toca en la oscurana terrible de esta hora.

En editorial de la edición extraordinaria de la revista Bohemia, del Bloque Editorial de Armas, de fecha 6 de marzo de 1989 y a propósito de los sucesos de febrero, la periodista Rosana Ordoñez ponía los acentos del final de una década: «Durante 72 horas vivimos la Venezuela que no queremos. La desolada, la improductiva, la vandálica. […] En el fondo de toda esta situación hay un profundo trastorno moral, el cual venía acumulándose y explotó. Hay que actuar con ética, al administrar los dineros públicos, al cobrar las tasas de interés, al asistir al trabajo, en fin, un pueblo sin moral es capaz de la mayor destrucción», (p. 3). Diez años después votamos en masa por el “gendarme necesario”, por el “salvador de la patria”, por el héroe antipartidos. Desde 2007 comenzó la imposición de un modelo político y económico que agudizó todos los problemas por los que protestaban aquellos muchachos que fueron.

isaacabraham75@gmail.com | 5 de marzo de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida. 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie | Cabrujas, una telenovela de izquierda, por Isaac López*
Leer las compilaciones de El país según Cabrujas y El mundo según Cabrujas es un oficio grato. La visión punzante de un país que necesitaba un manual de instrucciones y no una Constitución

 

@YsaacLpez

A Carlos Alberto Sandoval, Carlos Alberto Alvarado y Carlos Alberto Hernández, dedico.

La contrafigura de la telenovela de las nueve es un joven estudiante de la Universidad Central de Venezuela, confundido en su tardía adolescencia, debatiéndose entre la novia interesada en la cotorra del profesor progresista, socio de una agencia de publicidad, y el querer irse a Nicaragua a participar en los cambios y transformaciones promovidas por la Revolución sandinista, hecho de trascendencia en un país que al contrario del suyo se mueve, protagoniza la historia, supera el eterno inmovilismo de la palabra crisis.

Era 1980 y Natalia de 8 a 9 rompía la audiencia de los seguidores de Radio Caracas Televisión, pequeño consorcio de comunicaciones propiedad mayoritaria de la familia Phelps. Petter Bottome, Hernán Pérez Belisario, José Antonio Ferrara, Arquímedes Rivero, Luis Guillermo González… eran los nombres detrás de la producción generada por lo que el sociólogo Tulio Hernández señaló como el verdadero Ministerio de Cultura de Venezuela, junto a la planta televisiva de los Cisneros, es decir, Venevisión. Ambas creadoras del «vínculo cultural más intenso con la población venezolana» (Presentación general del diagnóstico venezolano. En Cultura, Democracia y Constitución. Caracas, Monte Ávila Latinoamericana-CONAC, 1999, p. 12). Años después entrarían Eladio Lárez a la presidencia y Marcel Granier a ser la conciencia política de la empresa.

El producto del romance por entregas, protagonizado por una destacada actriz del melodrama local (heroína de Lucecita, La usurpadora y La indomable) y un rebelde y versátil actor del teatro universitario, que había causado revuelo por su actuación como Mortimer diez años antes, tenía sus antecesores y tendría también sucesores. Entre otros: Negro, La señora de Cárdenas, Silvia Rivas, divorciada, La hija de Juana Crespo, Gómez I y Gómez II –saga sobre el tirano andino que le costó demandas al escritor y a la estación de parte del grupo familiar–, Doña Bárbara, Canaima, Pobre negro, Boves, El Urogallo, Campeones, Estefanía, Chao Cristina, El ciclo de oro de Rómulo Gallegos, La mujer sin rostro y La dueña, a las cuales pronto se les puso etiqueta simplista y rocambolesca. Pues todo comenzó en el primer gobierno de Caldera y su imposición a los canales de hacer «telenovelas culturales».

Fotogramas de algunas de las telenovelas de José Ignacio Cabrujas.

Compararlo con lo producido en Brasil o en Cuba en la misma época da cuenta de nosotros. Fue sin embargo una búsqueda bastante honesta sorteando las restricciones y mentalidad de quienes “manejaban” el medio. Colombia vendría después y Fernando Gaitán –autor de la célebre Betty, la fea– diría que el eco del hermano país fue poderoso influjo en las historias de allá (Leonardo Padrón. Los imposibles).

Figura principal de la renovación del relato que construyeron entre otros Caridad Bravo Adams, Félix M. Caignet, Manolo Muñoz Rico, Delia Fiallo o Inés Rodena, siguiendo el folletín francés, fue el caraqueño José Ignacio Cabrujas. No la única ni exclusiva. A la lista hay que agregar a Salvador Garmendia, Román Chalbaud y Julio César Mármol, entre otros, pero sin dudas el hombre de las columnas semanales de El Nacional bajo el título El país según Cabrujas, fue referente fundamental.

¿Qué motivó a estos escritores de la izquierda cultural a trabajar en la televisión? Ni planes de infiltración por el PCV, ni estrategia de una célula de La Vega o Antímano, animadas por el Padre Wuytak, para renovar el espacio. La necesidad de vivir de las letras que producían fue la guía para entrar al burdel.

Ligado en su juventud al Partido Comunista y parte del movimiento teatral que abriría las compuertas a la renovación de las artes en los años sesenta, en su característica pose irreverente «el maestro» decía que su apoyo a las guerrillas consistió en acopiar latas de sardinas para enviar en las montañas a los hombres comandados por Douglas Bravo (El pensador pesetero, en El mundo según Cabrujas. Caracas, Editorial Alfa, 2009, p. 130). Una nota de prensa, sin embargo, reseña su detención por organismos de seguridad acusándolo de servir de intermediario con grupos subversivos.

En la reflexión de la izquierda latinoamericana de los años sesenta la televisión era un vehículo de colonización, «el huésped alienante» (Marta Colomina dixit), y la telenovela un subproducto dirigido a la enajenación de las masas. Menos mal a Cabrujas no se le ocurrió llevar a la escena de la pequeña máquina «mensajes» del teatro liberador como El llamado de la sangre de José Gabriel Núñez o Tu país está feliz de Antonio Miranda y Xulio Formoso. «El Fablistán» –como le llamaron cuando el escritor desplegó su cuestionamiento al «periodismo de farándula» ante su impacto sobre una joven Miss Venezuela– se cuidó de caer en los excesos de la radicalidad, quizás influenciado por los discursos provenientes de «el MAS de sus tormentos».

La Revista Bigott, de septiembre-diciembre de 2002, recoge tres artículos publicados en El Nacional en abril de 1995 por José Ignacio Cabrujas, los cuales dan cuenta de su tránsito y lidia con la escritura de telenovelas. El canal «amigo de todos», al igual que su competencia, eran en su tratamiento a la audiencia epítomes de la mediocridad. Racistas, mercantilistas, sectarios, dominados por el exilio cubano, refractarios al riesgo creativo, grotescos en su poder gracias al apoyo del Estado, difusores de contenidos tóxicos, de competencia arrabalera y desleal. Focos de imbecilización, propensos a torcer la información y educadores en horas muertas. Así definía y mostraba Cabrujas en 1995 a la televisión venezolana.

«…este país merece una televisión distinta; contemporánea, libre de mafias, novedosa y dispuesta a la aventura […] Porque no es posible que nuestra televisión se ampare, cínicamente, en la libertad de pensamiento […] ¿Cómo puede invocarse la libertad de pensamiento donde no hay pensamiento?», (Revista Bigott N° 62, Caracas, septiembre-diciembre, 2002, pp. 81- 88). No me vengan con idealizaciones ahora, porque todo se haya vuelto mamarracho. La nostalgia no da para tanto.

Ácido en su crítica a personajes hoy venerados como Carlos Rangel y Sofía Ímber; irreverente como para escribir: «nunca he creído demasiado en la obediencia de los militares ni en el celibato de los curas» (El mundo según… p. 133). Fue un agudo crítico de los partidos políticos de derechas e izquierdas. A Chávez no lo apoyó, pero lo colocó como un ícono solitario en un país donde nadie asumía su responsabilidad, considerándolo expresión premoderna y salvacionista fundada en una lectura de la cultura escenificada folclórica y campesina (Chavez, en El mundo según… p. 246).

Leer las compilaciones de El país según Cabrujas y El mundo según Cabrujas es un oficio grato. La visión punzante de un país que parecía más hotel de paso, que necesitaba un manual de instrucciones y no una Constitución. Pisadero, no patria. País del disimulo, sin majestad, sin gravedad, sin memoria. Sociedad del vivir postizo, de mascarada general, de apariencias consagradas. Por eso quizás la flexibilidad con la que al fin ha asumido estas dos décadas y media de chavismo. Gran país de destructores, cómo nos reconoceremos entre las ruinas.

Frívolo y superficial, ante el parecido que sus telenovelas finales fueron adquiriendo con las de Fiallo y Rodena transpiraba ironía al decir: «Yo escribo para las cachifas de la casa, no tengo la culpa de que las señoras de la clase media las vean». Sus heroínas de la última etapa: Emperatriz Jurado, Constitución Méndez o Diana Burgos terminaron repitiendo a su villana encarnada por la gran María Cristina Lozada en la estelar de Venezolana de Televisión entre los años 1984 y 1985.

La mala inteligente, astuta, sarcástica, que convencida de su aspiración es capaz de todo, la logrera. Solo que la trepadora y arribista, pérfida y manipuladora Emperatriz no termina con su amante presidente en un agradable exilio en Costa Rica, barragana intocable para siempre, sino demente pordiosera en el bulevar de Sabana Grande. La historia que no es. Ibsen Martínez haría otra cosa Por estás calles, en 1992, de la cual se supo aprovechar el canal, pero esa es otra telenovela, aunque sea el mismo dueño.

Sin embargo, por esto no habrá patronas mayameras, ni refritos portorros, que puedan con ella. En La dueña –el cénit de su trabajo con la telenovela local–, el dramaturgo caraqueño de la voz ronca hace decir a una magistral Fina Rojas, soberana de la Radio Rochela y convertida en histrión dramático: «Arrepentidos… equivocados, confundidos, este es el país de los equivocados. Equivocados estaban cuando apoyaron a Castro. Y después: no, que nos equivocamos, que ese no era el hombre. Que tal y que se yo… Después se anotaron con Gómez… Y entonces, que no, que no era. Que estábamos equivocados. Que nos confundimos. Que nos equivocamos otra vez. Entonces vino López, y este sí, este sí es el hombre, este es el que va a arreglar esto. El eterno cuento del palito mantequillero, el país de los arrepentíos…»

Aquí seguimos señor Cabrujas, tantos años después de su partida, un paso pa´ lante y tres pa´ trás…

isaacabraham75@gmail.com | 8 de marzo de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie | El Ejército venezolano comenta un libro del Che Guevara, por Isaac López*
El Ministerio de la Defensa elaboró varios manuales para enfrentar la insurrección, base de la respuesta que debía darse ante el enemigo que pretendía destruir el régimen del cual el factor militar era garante

 

@YsaacLpez

Autores como Robert Lamberg, José Rodríguez Elizondo, Lucas Morán Arce y Luigi Valsalice coincidieron en señalar que la oleada revolucionaria desatada en América Latina al impulso de la Revolución cubana en la década de los sesenta, no produjo constructos teóricos de importancia, sino que asumió los elaborados después del control del Estado por las huestes castristas. Una historia acomodada, a decir de esos investigadores, para exportarse. Un falseamiento que no iba dirigido a entender lo pasado sino a crear el futuro. Entre esos productos, la elaboración práctico-estratégica de Ernesto Guevara titulada Guerra de guerrillas, publicada en 1960 por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR).

El texto es la suma de indicaciones para la creación del foco revolucionario, el cual debía evolucionar hasta consolidarse como ejército rebelde y crear las condiciones de desarrollo de la guerra de guerrillas. El planteamiento era claro y se ha repetido innumerables veces: Cuba daba el ejemplo de la derrota de un ejército, fuertemente constituido, mediante la conformación progresiva de un ejército popular; las condiciones para el cambio revolucionario podían fomentarse; y las zonas rurales eran espacio ideal de acción en una América Latina subdesarrollada y sin una clase obrera poderosa.

En Guerra de guerrillas son asuntos principales las pautas sobre la conformación del foco, la figura del guerrillero y la vinculación social. En Venezuela, al desarrollo de frentes instaurados a partir de 1962 por grupos conformados por elementos adscritos al PCV, MIR, radicales de URD y factores militares diversos, con basamento en las formulaciones de Guevara, el gobierno respondió con un plan sostenido de contrainsurgencia.

El Ministerio de la Defensa elaboró y tradujo varios manuales para enfrentar la insurrección, base de la respuesta que debía darse ante el enemigo que pretendía destruir el régimen del cual el factor militar era garante. Entre otros pueden nombrarse: el Manual de Operaciones contra Fuerzas Irregulares y el Manual de Contraguerrillas.

Libros surgidos desde el sector militar que abordan el periodo del auge de las guerrillas son los de Carlos Soto Tamayo: Inteligencia militar y subversión armada (1968); Fortunato Ramírez y otros: La subversión en Venezuela (1971); Jorge Álvarez Cardier: Guerrilleros, cazadores… y montañas (1971); Isidro Piña Martínez: Un ejemplo para la libertad (1978); Reinaldo Díaz Díaz: Experiencias del Ejército venezolano en la lucha antisubversiva (1979); Juan Biaggini Gutiérrez y otros: Los cinco en línea (1980); Escuela Superior del Ejército de Venezuela: Desarrollo militar de los grupos irregulares en Venezuela (1981); Domingo D´Jesús: Enseñanzas derivadas de los encuentros armados durante la lucha antiguerrillera en la década del 60 (1984); y Arturo Castillo Machez: Más allá del deber (1989). Aquí algunas evidencias de que los ganadores de esa guerra han plantado su explicación en el espacio público.

El Ejército venezolano comenta libro del Che Guevara Guerra de Guerrillas (década de 1960), Isaac López
El libro Guerra de guerrillas, del Che Guevara y algunas de las respuestas del Ministerio de la Defensa venezolano.

Para 1963 el Ministerio de Defensa de Venezuela hizo una edición mecanografiada del libro del Che Guevara, Guerra de guerrillas, encargándose de hacerle anotaciones el coronel Gabriel Oscar Duque Vivas. Así puede localizarse en los archivos y bibliotecas de las Fuerzas Armadas nacionales los Comentarios a Guerra de guerrillas del Che Guevara, que puede considerarse una lectura militar venezolana de la argumentación guevarista.

Juego de espejos, estos Comentarios suman más de 247 anotaciones a pie de página a lo largo de los 74 folios del manual del médico y guerrillero argentino, elaborado a instancias de Castro para proyectar la revolución a todo el continente.

El Ejército venezolano comenta el manual relacionando la experiencia vivida en año y medio de guerrillas locales. Críticas, enmiendas, observaciones, valoraciones, cuestionamientos, subrayados sobre aspectos a atender, prácticas que debían acometerse.

Fundamental en ambas visiones la necesidad de un conocimiento cabal de la geografía física y humana de las zonas. Acoso constante del oponente. Vías de comunicación, redes de información, sendas de posible suministro.

De acuerdo a lo revisado sobre el particular, la contrainsurgencia se afina precisamente en Venezuela a partir de 1964, logrando revertir mediante tácticas, acción social y coerción el inicial apoyo de sectores campesinos a los grupos insurgentes. Momento cuando se ponen en aplicación estos manuales y ha recibido el Ejército venezolano la formación en la materia de parte de instructores norteamericanos. También a partir de esa fecha comenzaron a actuar algunos de los Batallones de Cazadores, cuyos líderes fueron entrenados en el exterior.

Por su parte, la formación militar de la guerrilla venezolana vendría de mandos y agentes de las fuerzas armadas nacionales que entraron a la subversión a partir de los alzamientos de 1962 en Carúpano y Puerto Cabello, así como de cursos de adiestramiento en Cuba, China, Checoeslovaquia y otros países de la órbita socialista. La Guerra Fría trasladada a las montañas del país. Los Comentarios no hacen alusión a la formación en el extranjero, sino a campamentos en el interior venezolano donde eran llevados generalmente jóvenes.

Para 1963 se habían descubierto focos subversivos en el páramo de El Tambor en Mérida; en El Candado, Las Peñas, La Palmita, El Jabón y el páramo de Condé, montañas de Lara; en Turimiquire, oriente del país; en El Charal, estado Portuguesa; y en las sierras de Falcón.

Esencial en el diagnóstico de la contrainsurgencia es atender los problemas sociales de las poblaciones. Si el Che consideraba al guerrillero «un ángel tutelar», los Comentarios venezolanos a su libro apuntan a que el soldado debía arrebatarle ese título. La acción social del gobierno y las prácticas de esa naturaleza por las fuerzas armadas debían ser contundentes. A partir de entonces el Ejército destinará como parte de sus tareas en áreas de asentamiento de «civiles armados»: servicios médicos, planes deportivos, dotación de medicinas o suministro de camiones de agua. Lo que se conoció como Programas de Acción Cívica para cortar la base social de las guerrillas.

Importante remarcar la buena relación de las fuerzas contrainsurgentes con los pobladores y las campañas de contrapropaganda que exaltasen la acción del Ejército denigrando a la guerrilla y a sus jefes. El trabajo de inteligencia era básico, así como las acciones de propaganda que deberían tener como fundamento las transmisiones radiales en lugares donde era precaria la llegada de otros sistemas informativos. La guerra no era solo con balas, debía ganarse también la opinión. Debía conocerse la sicología del campesino y estudiar asimismo las teorías marxistas-leninistas.

Para las fuerzas del Ejército había de eliminarse totalmente el foco guerrillero, no dejarlo arraigar ni desarrollar. Por lo tanto, las acciones de rastreo, vigilancia y penetración sobre los lugares de posible desarrollo eran esenciales. Comprender la conformación y estrategias de la guerrilla y de las fuerzas armadas nacionales enfrentadas es fundamental. ¿Cómo se estudia una guerra?

Dedicado a Camilo Cienfuegos, en Guerra de guerrillas el «soldado opresor» es: bestial, temeroso ante lo desconocido, enemigo del pueblo, abusador y prepotente.

¿Quién es el guerrillero para el soldado en los Comentarios al texto de Guevara? Es un ente adoctrinado para la lucha, un fanático capaz de cualquier cosa. Desordenado, sin normas, pero dirigido por convicciones, adoctrinamiento y fanatismo. «Un hombre endurecido por la vida a la intemperie, de gran resistencia física y bien adoctrinado». «Es indudable que la moral del guerrillero es alta. El soldado contraguerrillero debe ser más resistente aún» (p. 30).

El Ejército debía asumir actuar siguiendo las prácticas y tácticas de la guerrilla. Si el guerrillero era la expresión de adaptabilidad e inventiva, el soldado también debía serlo. «Las fuerzas antiguerrilleras deben ser, por ello, muy flexibles en sus operaciones y muy agiles en sus decisiones.» (p. 27). El combate a la guerrilla también fue justificación para la exigencia de los mandos del Ejército de una mayor dotación, adiestramiento y apoyo logístico por parte de los gobiernos de Betancourt y Leoni.

Los asuntos sociales y militares se encadenan en función de la contraguerrilla o contrainsurgencia. La necesidad de que los mandos conozcan de la realidad nacional, de las políticas, programas y proyectos del gobierno; de la teoría que conduce la insurrección; de los requerimientos de servicios públicos en las áreas donde se actúa. De allí también las acciones de división militar del país y la instalación de teatros de operaciones o campos antiguerrilleros.

En la lógica de la guerra es la oposición al enemigo, la necesidad de pensar como él a fin de adelantarlo en sus maniobras y lograr el fin que se persigue: aniquilarlo. Al igual que en su espejo –el texto de Guevara– los Comentarios expresan qué hacer ante la indisciplina, los heridos en combate o la captura de oponentes. 

Sobre aspectos militares de la historia contemporánea venezolana han producido trabajos a seguir investigadores como Domingo Irwin, Froilán Ramos Domínguez, Fernando Falcón, José Alberto Olivar o Luis Alberto Buttó, entre otros.

Para Irwin, en su trabajo Relaciones civiles y militares en el siglo XX (El Centauro ediciones, 2000), la década de los sesenta fue la de una particular modernización de la institución castrense venezolana y considera el investigador que la señalada influencia de los partidos políticos en la realidad militar no se patentiza en las fuentes. «Durante los 1960´s se desarrolla una nueva versión del secular acuerdo militar-civil y político-militar venezolano.» (p. 101). Apunta Irwin se evidenció en ese momento de inicio del proyecto democrático una constante de la historia del país: la precariedad de la subordinación del factor militar al civil. «La cual, dicho sea de paso, nunca ha sido tan monolítica como se pretende.» 

Una vertiente de la historia de esta guerra no convencional, guerra de baja intensidad o guerra irregular escenificada en Venezuela entre 1962 y 1972 que es importante conocer para ampliar las visiones sostenidas hasta ahora y comprender el proceso. Urge deslastrar las versiones de las partes, el predominio del relato de vencidos o vencedores. Hacer historia en lugar de militancia. Una historia de la izquierda, de las fuerzas armadas y del país que haga comprensible tanto entuerto y desilusión.

Sirvan estas líneas para invitar una vez más al estudio responsable del tema.

isaacabraham75@gmail.com | 2 de marzo de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie | Aquel Partido Comunista de Venezuela, por Isaac López*
Como en la mayoría de los partidos políticos venezolanos, las marcas del caudillismo, la guerra de facciones y la imposición de jefaturas han sido constantes del devenir del Partido Comunista de Venezuela

 

@YsaacLpez

Una niña de El Vigía, en el estado Mérida, pregonaba, vendiendo a finales de los sesenta el periódico del partido: «Upa mi gallo, pare la oreja y monte a caballo». La pecosita distribuía a medio «La Tribuna«, “la que dice la verdad del pueblo”, para obtener fondos revitalizadores de la organización. Al terminar el recorrido era premiada con una Fanta Naranja, que también costaba 25 céntimos.

No parece haber unanimidad en por qué el gallo es el símbolo del Partido Comunista de Venezuela. Tampoco quién fue su autor. De lo segundo se dice fue el muralista y militante zuliano Gabriel Bracho, pero también que el célebre Pablo Picasso se lo regalaría a Gustavo Machado durante un encuentro en París. De lo primero, que en sus inicios la organización tenía una importante base de respaldo campesina, el gallo iluminaba con su canto la aurora de un nuevo día de trabajo y es un animal entregado a la pelea hasta morir.

El historiador Luis Cipriano Rodríguez en su trabajo El anticomunismo en Venezuela (UCV, 1989) señala: «La historiografía venezolana tiene en esta temática un campo investigativo de especial relevancia. El estudio de las motivaciones, objetivos, condicionamientos y modalidades prácticas del Anticomunismo durante los últimos cincuenta años puede aportarnos una de las claves para entender la conducta política conservadora de casi todo el pueblo venezolano. Un pueblo que, no obstante, la realidad objetiva de sus crisis, frustraciones y pobrezas, oscila casi siempre entre la reivindicación socioeconómica y la reforma evolutiva, obviando por lo general las opciones radicales o socialistas…» (p. 23).

Consecuente comprometido con las luchas de los sectores de izquierda, hasta formar parte de los fundadores de los Comités por la Unidad del Pueblo, Luis Cipriano Rodríguez sabía de la histórica reticencia de las grandes masas populares a cualquier propuesta con bandera roja, morada, anaranjada o negra. Aunque en 1963 los adecos tuvieran que mandar a sellar las dos negras por Leoni.

Un biógrafo, Robert J. Alexander, señala la fundación del Partido Comunista de Venezuela para 1931, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, por algunos de los participantes en los sucesos de 1928, sufriendo sus iniciadores la represión y la tortura de aquel siniestro régimen.

Para Alexander, las cuatro determinantes en el comportamiento del Partido Comunista de Venezuela han sido: 1. La frecuencia de las dictaduras en Venezuela; 2. El tipo de competencia política con la que tropezaron los comunistas; 3. Presiones desde dentro de las filas comunistas venezolanas; y 4. La influencia de partidos comunistas extranjeros, especialmente los de la Unión Soviética y Cuba. (El Partido Comunista de Venezuela. México, Editorial Diana, 1971, p. 255).

Apunta el autor que el Partido Comunista de Venezuela ha tenido tímida ascendencia sobre las organizaciones de trabajadores y campesinos del país, su importancia en zonas urbanas de barrios y periferias obreras, exaltando la capacidad organizativa y el compromiso de sus integrantes. Para 1961, recién salidos de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez –contra la cual habían tenido destacada actuación–, a pesar de los señalamientos estatutarios de un centralismo democrático, era el Buró Político y su secretariado la fuerza de la coherencia interna. Nombres como los de Jesús Faría, Pompeyo Márquez, Gustavo Machado, Alonso Ojeda Olaechea, Luis Emiro Arrieta, Eloy Torres, Guillermo García Ponce, Eduardo Machado, Héctor Rodríguez Bauza, Eduardo Gallegos Mancera y Martín J. Ramírez.

Otros hombres han cruzado esa historia. De Pío Tamayo a Salvador de la Plaza. De Ricardo Martínez a Gustavo Machado y Juan Bautista Fuenmayor. De Rodolfo Quintero y Cruz Villegas a Pedro Ortega Díaz y Miguel Otero Silva. De Miguel Acosta Saignes a Kotepa Delgado. De Héctor Mujica y Carlos Augusto León a Douglas Bravo y Germán Lairet.

Como en la mayoría de los partidos políticos venezolanos, las marcas del caudillismo, la guerra de facciones y la imposición de jefaturas han sido constantes del devenir comunista.

Un crítico, el investigador Agustín Blanco Muñoz, al hacer la historia de vida de uno de sus máximos exponentes, Eduardo Gallegos Mancera, señala: «En general, puede decirse que la historia del PCV registra grandes momentos: el del nacimiento y primeras ejecuciones (años 31-37), el lapso de la construcción y del contradictorio posicionamiento (37-50), el tiempo de la clandestinidad (50-58), el periodo del esplendor unitario (58-59), el momento del viraje (59-60), el lapso de la lucha armada (61-67) y el de las divisiones y pacificación (66-70).» (A. B. M. Comunista por siempre. Habla Eduardo Gallegos Mancera. UCV, Cátedra Pio Tamayo, 2009, p. 22).

El enemigo, el analista Carlos Rangel, señalaba en diciembre de 1962, en artículo dirigido a plantear una nueva convivencia entre los venezolanos, algunas particularidades del Partido Comunista.

Su moderación, que le hizo ganar presencia en 1958, la influencia de la Revolución cubana y el MIR, la falta de un liderazgo maduro y flexible para encarar el empuje rebelde de las capas jóvenes, el error y su persistencia por la opción violenta en la toma del poder. Desde la tribuna de la revista Momento, Rangel se sumaba a señalamientos realizados por el dirigente de COPEI, Luis Herrera Campíns, sobre «el histerismo anticomunista y la actuación desbordada de los cuerpos de seguridad del Estado» en ese tiempo. Toda una postura de avanzada en quien pedía una mayor intervención frente al desorden estudiantil en la Universidad Central de Venezuela y cuestionaba el aumentar el presupuesto universitario, pues «las universidades nacionales no han dado al país un rendimiento que esté en relación con las sumas invertidas en ellas.» (Momento, N° 334, (Caracas, 9 de diciembre de 1962), s/p; y N° 586 (Caracas, 8 de octubre de 1967, s/p).

Uno de los dos más grandes herejes, Teodoro Petkoff, en entrevista que le hiciera en 1971 el periodista norteamericano Norman Gall, expresaba: «El Partido Comunista de Venezuela era muy extraño. Pequeño y maltrecho como era, siempre fue una facción importante en la política venezolana, con raíces en los sindicatos y en los movimientos armados, y en las relaciones con los otros partidos del país. Era muy diferente de los grupos trotskistas y prochinos de América Latina, compuestos por un pequeño círculo de intelectuales sin experiencia real en la política. Pero ni la intervención soviética en Hungría en 1956, ni el discurso de Jrushchov denunciando los crímenes de Stalin causaron problema alguno en el PCV, porque nuestro partido estaba tan involucrado en su propio problema, el régimen de Pérez Jiménez, que los acontecimientos más amplios del mundo comunista apenas nos conmovieron ligeramente.» (Trópico Absoluto, 31 enero 2021).

Por su parte, el periodista Gall caracteriza a la organización comunista venezolana así: «Los comunistas venezolanos acababan de salir de estos 20 años de actividad revolucionaria, primero con éxito contra la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) y luego [derrotados] contra los regímenes elegidos de Acción Democrática de los presidentes Rómulo Betancourt (1959-1964) y Raúl Leoni (1964-1969). Hasta que el PCV fue derrotado en su larga rebelión guerrillera de los años 60 y destrozado por una lucha ideológica y de liderazgo centrada en el ‘antisovietismo’ de Petkoff, fue uno de los partidos comunistas más fuertes y activos de América Latina. No solo había sido el principal impulsor entre los partidos políticos venezolanos de la movilización de la clase obrera y las poblaciones marginales de Caracas para derrocar la dictadura de Pérez Jiménez, sino que montó el movimiento insurreccional más sostenido y activo de América Latina durante el decenio de 1960, que duró más tiempo y fue combatido con mayor crudeza que el movimiento guerrillero más conocido de Fidel Castro en la Sierra Maestra de Cuba unos años antes.» (Ibídem).

Acusado de ser más un culto que un partido político, el PCV sobrevivió a la división en dos momentos claves de su historia. En 1965-66 cuando, proscrito y apostando todo a la violencia armada, dio un freno para señalar su equivocación, postulando banderas de paz democrática y viraje aceptando la necesidad de ampliar la lucha de masas en las medidas pacificadoras de Caldera; y en 1971 cuando de su seno se desprendió un elemento renovador, crítico y modernizador pretendiendo una nueva lectura del país llamado Movimiento al Socialismo (MAS).

NotasSobreLaIzquierda Aquel Partido Comunista de Venezuela, por Isaac López
Antiguo afiche y grafiti contemporáneo del Partido Comunista de Venezuela.

Teodoro Petkoff, ya convencido del desprendimiento de la vieja creencia, señalaba sin embargo en 1971: «Como dije, el PCV era una fiesta extraña. A pesar de estas discusiones y discrepancias internas, pudimos llevar a cabo la lucha armada, y durante la insurrección pudimos debatir intensamente la estrategia y las tácticas entre nosotros. El PCV no tenía un sello estalinista –pocos de los líderes del partido habían estado en la Unión Soviética– y había mucha tolerancia hacia las discusiones internas. Recuerdo que, en una reunión del Comité Central, en diciembre de 1962, expresé la opinión de que las sangrientas insurrecciones navales de Carúpano y Puerto Cabello eran aventuras irresponsables, y que la lucha armada se estaba llevando a cabo con graves excesos de militarismo, anarquismo y terrorismo. Sin embargo, no creo que ese desacuerdo haya afectado nunca nuestras relaciones personales. Aunque a veces estaba en desacuerdo y criticaba la política del partido, nadie pensó en censurarme, porque el PCV tenía la libertad interna de sostener y discutir opiniones diferentes, siempre y cuando estos desacuerdos no se hicieran públicos. Esto hizo que el PCV fuera muy diferente de los partidos comunistas de Argentina y Francia.» (Ibídem).

La revisión de colecciones de Tribuna Popular, órgano por excelencia del PCV, correspondiente a 1971 y 1972, recién incorporado a la vida democrática venezolana después de 10 años de inhabilitación, arroja importante información del devenir partidista.

En las páginas de Tribuna Popular de 1971 y 1972 una organización debatiendo y sumando gentes en los barrios y pueblos; campañas y mítines en los lugares más apartados de la geografía nacional; presencia en luchas reivindicativas del movimiento obrero y estudiantil; fuerte controversia con el sector disidente del MAS y apoyo en la difusión por empresas y órganos del gobierno de Caldera. Eran los años de reinserción y de implicarse en la vida democrática, luego de haber participado en las elecciones de 1968 bajo bandera rojo menguado y con un gallo que, aunque mantenía las espuelas, se sabía deforme.

Triste y descolorida historia la del Partido Comunista de Venezuela en su apoyo al proyecto de Hugo Chávez desde 1998, y luego en el respaldo al gobierno de Nicolás Maduro. Una historia de amigo de quinta, de invitado a juro, de arrocero incómodo por insistente. Aunque eso haya permitido un despliegue de medios como nunca en la vida de la agrupación. Recién se le ha pretendido hacer lo que ya se ha hecho a otros partidos, desconocer autoridades e imponer otras.

De reconocerse en una herencia se trata, de entender legados. Hidalguía, consecuencia, ética, errores, fallas, empeños absurdos y dislates sin nombre. De que ese gallo recobre la dignidad de su canto para la pelea por un país mejor.

isaacabraham75@gmail.com | 26 de febrero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie | La carta del gobernador de Betancourt a su hijo guerrillero, por Isaac López*

Fotos: José Manuel Saher, que se incorporó a la guerrilla de los años 60, y su padre, don Pablo Saher, gobernador de Falcón en aquella época. 

La lucha armada de orientación castro-guevarista, que se extendería por una década, tuvo en Venezuela las características de una confrontación generacional, y en don Pablo y Chema parte fundamental de sus símbolos

 

@YsaacLpez

A Leoncio López Geerman, quien me habló de esta carta, dedico.

La democracia nació en Venezuela el 23 de enero de 1958. Bandera de libertad que recibimos las generaciones siguientes. Antes hubo intentos de implantarla, semillas que no fructificaron por una herencia perenne: caudillismo, militarismo, cuarteles y hombres fuertes. Esa sombra que aún no conjuramos.

Para febrero de 1962 Pablo Saher, secretario general de Acción Democrática en Falcón, fue designado por Rómulo Betancourt al cargo de gobernador del estado. En abril del mismo año su hijo, José Manuel Saher Eljuri –joven dirigente del Liceo Cecilio Acosta y parte de quienes fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Coro– se incorporó a la guerrilla del Frente José Leonardo Chirinos que se iniciaba, dirigida por Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y Domingo Urbina. Cuestionaban ellos el proyecto que había nacido cuatro años antes.

En padre e hijo el drama de una época. La lucha armada de orientación castro-guevarista, que se extendería por una década, tuvo en Venezuela las características de una confrontación generacional, y en don Pablo y Chema parte fundamental de sus símbolos.

Capturado tempranamente en las inmediaciones de Pueblo Nuevo de la Sierra –mayo de 1962–, José Manuel Saher fue detenido en la policía de Coro y posteriormente trasladado a Caracas, donde se le hizo juicio junto con otros 140 «cimarrones», apresados en diversas partes del país por el Consejo de Guerra Permanente en el Gimnasio Cerrado de la Escuela Militar.

Preso en el Cuartel San Carlos, de Caracas, el 12 de febrero de 1963 en el diario Clarín se publicó una carta con su nombre que recorrería el mundo.

El texto, publicado entre las páginas 6 y 7 del periódico, bajo el título Carta a mi padre, respondía a declaraciones del gobernador aparecidas en El Nacional, las cuales causaron molestia en los partidos alzados, pues señalaban no era una situación grave la generada por los grupos de «civiles armados» en las montañas de Falcón, sino grupos de «jóvenes aficionados al alpinismo». 

José Manuel Saher con compañeros de lucha y los llamados «cimarrones». 

Saher hijo respondió acusando a su padre de burlarse de sus «heroicos compañeros», de estar condenado a 18 años de prisión gracias a declaraciones por él proferidas y de respaldar a un gobierno represor y criminal, causante de persecución y pobreza, manejado por los intereses de los Estados Unidos. «Yo no sé por qué has tomado ese camino, puesto que te había creído animado de nobles intenciones…», «¿por qué te he visto sonreír cuando los voceros de una «cadena» me han calificado de bandolero?», «Solo a ti te han importado las posiciones burocráticas en el fondo de los hechos«. 

La carta recurre a la intimidad, a la división familiar provocada por las decisiones políticas de ambos. «No deseaba que la gente se enterara de un problema desgarrante como este. Créeme que es muy duro tener que hacerlo así, pero tú me has obligado a ello.»

Se evoca el sufrimiento de la madre ante la persecución que vivió Pablo Saher en los años de la dictadura de Pérez Jiménez, y la que estaría viviendo al saber al hijo preso por el gobierno representado por el padre. El joven fiel a los ideales de redención de un país, el viejo traidor a la gesta contra la dictadura.

Utilizada para desprestigiar al gobierno de Rómulo Betancourt, muchos han dudado de la veracidad de la autoría de esa carta, pero aún ellos no difundieron la réplica que Pablo Saher daría a la misma.

Gracias a Ernesto Betancourt hemos accedido a la «Carta a mi hijo» publicada a solicitud expresa de Pablo Saher en Clarín el miércoles 13 de febrero de 1963, es decir, al día siguiente de la otra. En ella el dirigente político deja claro su cuestionamiento a que la misiva difundida pudiera ser escrita por el joven guerrillero.

Comienza Pablo Saher: «Querido hijo: He pensado mucho antes de decidirme si debía o no responder a una carta que, con tu nombre, aparece publicada en un diario matutino que sirve a determinados intereses políticos. Resolví dirigirte estas breves líneas, casi únicamente para hacerte saber la honda pena que me produjeron algunos conceptos incluidos en ese escrito, totalmente extraño a tu conciencia, así como el hecho de que todavía continúes prestándote a ser instrumento de quienes, sin escrúpulos, y ajenos a nuestra familia, indiferentes ante nuestra intimidad, despreocupados por tu futuro, te utilizan para humillarme

Continúa el Gobernador señalando: «Con ello pretenden también, inútilmente, desprestigiar al Sistema Democrático con el que estoy identificado por razones que tú conoces mucho mejor que las gentes que te han dado a firmar esa extensa relación de incongruencias y falsedades posiblemente halagando tu juvenil vanidad y quizá diciendo que tu labor -en este caso insultar a quien te dio el ser y te fue formando- tenía alcances patrióticos.«

Clarín era por entonces un diario de tendencia filo-izquierdista, relacionado a factores del partido Unión Republicana Democrática (URD) como José Vicente Rangel y el también coriano Luis Miquilena. Al igual que todo el caso de la confrontación Saher-Saher, en medio de la lucha armada de los años sesenta, la polémica ha rodeado la incorporación de Chema a la guerrilla –quien no tendría las mínimas condiciones de combatiente– para su utilización contra el gobierno. Los señalamientos sobre quién convenció a José Manuel Saher a tomar la vía de las armas van desde Raúl Lugo Rojas a su propio tío Elías Eljuri Abraham.

Prosigue Pablo Saher en su carta: «Eso es, querido hijo, lo que más hondamente ha herido mi condición de padre; por eso quiero que estas líneas sepan leerlas, mejor que tú, los inescrupulosos «tutores» que en esta ocasión han utilizado tu nombre y apellido tratando de lesionar nuestro hogar. A ellos va dirigido mi más intenso repudio; para ellos va mi expresión de condena, porque no solo pretenden arrancarte del seno familiar, deformando tu mente con alteraciones de la verdad y pueriles alabanzas a tu ímpetu de luchador político, sino que aún ahora continúan exprimiendo tu generosidad para insultar a quienes nunca hemos dejado ni dejaremos de quererte

Y culmina sus letras señalando: «Por lo que respecta a ti, solo quiero decirte que mi capacidad de perdón, como padre, es inagotable. No deseo comentar públicamente ninguno de los conceptos que con tu nombre otros han escrito, porque solo querría dialogar contigo, que eres mi hijo. Te abraza y te bendice. Pablo R. Saher

Un año después, el 10 de marzo de 1964 el gobierno concedió indulto a José Manuel Saher, saliendo directo al aeropuerto de Maiquetía para viajar a los Estados Unidos. Posteriormente se trasladaría a Londres, donde residió durante un año estudiando economía, para aparecer en enero de 1966 en la Conferencia Tricontinental de La Habana, desde la cual se reimpulsaría con apoyo de Fidel Castro la lucha revolucionaria en varios países de América Latina.

Ingresa clandestinamente a Venezuela y se incorpora al Frente Ezequiel Zamora de las montañas de El Bachiller, donde el 23 de marzo de 1967 fue muerto. Una versión sostiene que fue rendido y acribillado por miembros de la Dirección General de Policía, y otra que pereció en combate. Una polémica como muchas de las que rodean a esos hechos controversiales. Tenía 25 años de edad.

En todo ese tiempo, 1962-1967 no hubo mención pública de los dos hombres sobre aquella correspondencia en Clarín.

Esta «Carta a mi hijo» debió estar incorporada al libro compilado por Luis Alfonso Bueno José Manuel Saher. Chema. Testimonio de una vida revolucionaria (Coro, Ediciones Calicanto) publicado en 1997 como homenaje de amigos y coterráneos. Mismo que fuera plagiado por el IPASME, según denuncia de su autor, en 2012, en continuidad de su utilización para la saga del régimen chavista.

La mezquindad, la pobreza humana, la tropelía, el irrespeto, que también han caracterizado a buena parte de nuestra izquierda política de ayer y de hoy, habrán un día de analizarse y recapacitarse, en especial sobre toda esta época y sus legados. Por tanto, la reflexión tendrá que venir desde la política, pero en mayor amplitud desde la cultura. 

De El partido del pueblo, de Moisés Moleiro (1978), a «Chema Saher: un acercamiento al imaginario político de la lucha armada en Venezuela» de Néstor David Rojas (2016), hay una larga línea por donde seguir en la comprensión de este drama familiar que es parte de un cuadro mayor, tiempo conflictivo que aún parece no terminar de sanarse como herida en la historia del país.

isaacabraham75@gmail.com | 27 de enero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana - II serie | El desolvido de Victoria de Stefano. Literatura de un tiempo comprometido, por Isaac López*
El desolvido, de Victoria De Stefano, es una de las mejores obras publicadas sobre un tiempo de luchas, creencias, nobleza y entrega, expuestos con la magia de la buena escritura

 

@YsaacLpez

La lectura del tiempo nos obliga al esfuerzo de comprensión, al destierro de las simplificaciones, a ubicarnos en el contexto de las ideas y creencias que permearon una época determinada. Lejos de la lupa revanchista, del obturador que pretende hacer rasero de distintos momentos y circunstancias. Comprender el largo camino, la historia como fenómeno cambiante, pareciera ser de mayor provecho en la necesaria enmienda del gran cúmulo de errores que como sociedad hemos perpetrado.

Un libro imprescindible nos acerca a la mentalidad y sensibilidad de una capa intelectual particular. Alfredo Chacón la retrata en su compilación La izquierda cultural venezolana 1958-1968. Entre los trabajos que componen el volumen: de Antonio Pascuali: La cultura de masas es dirigida en Venezuela por una oligarquía de la información; de Gustavo Luis Carrera Literatura y revolución; Adriano González León El coraje de tener visiones; Pedro Duno El drama de la cultura nacional; Alfredo Chacón Dependencia y responsabilidad cultural y Germán Carrera Damas La historia como instrumento de liberación nacional.

Al revisar una fuente de hace 52 años, el Suplemento Cultural del diario venezolano Ultimas Noticias, de la Cadena Capriles y dirigido por José Rato-Ciarlo, encontramos diversidad de nombres y visiones. La izquierda, sin embargo, parece homogénea en sus orientaciones. Perán Erminy hace crítica basada en un arte que debía comprometerse con el cambio de la realidad social circundante y cuestionar la dependencia cultural (7-2-1971 y 30-5-1971); «un arma de combate es el arte» para Jacobo Borges (7-2-1971); el teatro debía tener repercusión social y «la violencia en el teatro es reflejo de la violencia social» para Rodolfo Santana (14-2-1971); «es el pueblo al que se dirige la joven escritora Laura Antillano» (29-8-1971), y para Pedro León Zapata «En Venezuela lo más divertido es que todavía estemos vivos» (16-5-1971).

Una reunión marcaría aquella época: el Congreso Cultural de Cabimas de 1970, eco y reflejo de uno celebrado en La Habana. Fue el Congreso Cultural de Cabimas plataforma de lanzamiento de una nueva etapa del paradigma radical venezolano luego de la derrota de la lucha armada. Si abundantes han sido el ensayo histórico-político y el testimonio personal sobre ese tema y período, no menos ha estado presente el tema en la literatura del país.

El tiempo de la lucha armada marcaron la literatura y las artes del país.

Títulos de un arqueo incompleto como Rojo en la boina azul, de Virgilio Torrealba Silva (1962); Los sonámbulos, de Héctor Malavé Mata (1962); La palabra opuesta, de Gustavo Luis Carrera (1962); Los fugitivos y otros cuentos, de Luis Brito García (1964); Donde los ríos se bifurcan, de Argenis Rodríguez (1965); Las 4 letras, de José Vicente Abreu (1969); Relatos del camino largo, de Eduardo Gasca (1969); Los siglos semanales, de Simón Sáez Mérida; Las tres ventanas, de Héctor Mujica (1970); Guerrilleros… cazadores y montañas, de Jorge Álvarez Cardier (1971); Final de otro sombrío, de Julio Jáuregui (1973); Los topos, de Eduardo Liendo (1975); Hacia la noche, de Eduardo Casanova (1975); La noche de la derrota, de Héctor De Lima (1975); Los héroes no han caído, de Domingo Alberto Rangel (1978); Guerrilleros amor y sangre, de Samuel Mejías Valbuena (1985); o FAL15306. Novela de una década violenta, de Luciano Jiménez Capote (1996), dan cuenta de ello.

La lucha armada revolucionaria de influencia castrista dejó importante huella en el colectivo venezolano, especialmente en dos generaciones que se afiliaron a ella. Por lo cual su impronta puede rastrearse en iconos de nuestra literatura. De Cadenas a Balza, de Antonieta Madrid a Chevige Guaike, de Adriano González León a Carlos Noguera, de Ana Teresa Torres a Israel Centeno.  

En 1971, en el número 15 de Ediciones Bárbara, fue publicada El desolvido de quien por entonces se nombraba Victoria Duno. Novela que narra aquellos hechos de manera intimista, como quien con finura va hilando momentos que se vuelven sensaciones, olores, disfrutes, desencuentros.

Unida a Pedro Duno, controversial dirigente del Partido Comunista de Venezuela, ideólogo y motor principal de aquella contienda contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, instigador de un frente guerrillero en Apure, y autor lo mismo de textos para el debate como Vigencia del PCV (Caracas, Continente Libre, 1969) que de poemarios como No callaré tu voz (México, Los Presentes, 1955).

Ramón Hernández conversa con Victoria De Stefano en 1971 para el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias. Hernández comienza señalando la recepción que había tenido El Desolvido, causando revuelo en «los círculos literarios», y a la que de entrada califica como «la síntesis de una colección de cuentos, unidos entre sí por una situación muy concreta: la violencia.» Ataques y defensas rodearon la salida del libro, según el periodista (Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, Caracas, 1° de agosto de 1971).

Señalaba la escritora, jefa de redacción de Revista de Revistas que: «Como ser social, como integrante de un momento histórico de la sociedad, el hombre vive, experimenta y conoce esa situación concreta. Por ejemplo, la guerra de Vietnam la sufre todo el pueblo norteamericano; por supuesto que a diferentes niveles y no todos con la misma intensidad. Nadie necesita haber muerto para escribir sobre la muerte, del mismo modo no solo los combatientes pueden escribir sobre el combate.»

Y más adelante expone Victoria De Stefano en esa comparecencia de 1971, marcada por las ideas, discusiones y visiones de la época: «La literatura, como cualquier otra manifestación artística del hombre, es una expresión de su actividad práctica. La escritura es un instrumento de trabajo, de penetración y conocimiento de la realidad, como conocimiento de la conciencia social. La literatura puede ser instrumento de sumisión, pero también un instrumento para cambiar el mundo y es en este último caso donde ella reafirma su carácter humano, humanitario y liberador.»

Sin embargo, a pesar de sus expresiones de aquel momento, orientadas por el compromiso del arte, la marcha indetenible de la historia y el cambio revolucionario, la escritura de El desolvido no es militante ni panfletaria. Tampoco aleccionadora, revanchista, nostálgica. Afortunadamente en El desolvido gana la literatura y pierde la política. No es el relato realista, la fotografía de la guerrilla urbana y rural. Pero allí está un momento, un tiempo de luchas, creencias, esfuerzos de nobleza y entrega, expuestos desde la magia de la buena escritura.

El desolvido es de las mejores obras publicadas sobre aquel tiempo convulso de la historia contemporánea de Venezuela. Una obra que constituye la primera novela de una de las grandes voces del país. Parte de un catálogo imprescindible.

Sirvan estas letras para despedir a la amable señora, que su elegancia e inteligencia sigan acompañándonos en medio de la oscurana, en la esperanza pertinaz de un tiempo mejor.

isaacabraham75@gmail.com | 12 de enero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida 

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