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#CrónicasDeMilitares | Bolívar ante los excesos escandalosos de Mariño
Con Mariño estamos frente a una usurpación ventilada con descaro, ante una desmesura que se exhibe sin antifaz. Bolívar lo encara a través de un áspero oficio

 

@eliaspino

Un oficio del Libertador para el general Santiago Mariño, fechado en 13 de abril de 1819 en el sitio de Paso Caballero, nos informa de unas desmesuras a través de las cuales se observan las dificultades de obediencia que impedían entonces la realización de campañas coherentes y exitosas (Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la Republica, tomo 3, 1970). Pese a que Bolívar detenta una autoridad legítima, concedida por sus pares, el subalterno se maneja según su antojo con una autonomía y una soberbia que la desconocen y perturban.

La aspereza de la correspondencia que veremos nos pone ante una irritante conducta, en la cual debemos detenernos para sentir la estatura de los intereses personales que interferían el manejo de la guerra cuando apenas se estaba reanudando contra ejércitos experimentados y bien armados.

La correspondencia comienza con una queja por la falta de noticias sobre unos movimientos recientes de la tropa comandada por el general Zaraza, que eran importantes para la coordinación de la campaña, pero después se refiere a la total desconexión de Mariño, de cómo actúa sin informar a su jefe. Escribe Bolívar:

Si esta omisión de V. E. me sorprende, no debe haberme causado menos efecto y extrañeza el absoluto silencio que V. E. guarda sobre sus operaciones y las de la División enemiga que tiene al frente.

Hace lo que le parece, pues, sin tomarse la molestia de informar a su superior. Es lo que se desprende del reproche, pero es apenas el prólogo de una infracción de mayor alevosía. Bolívar se entera de ella cuando alguien le pide que revise un documento de los que habitualmente redacta Mariño para diversos destinatarios. Sorprendido por lo que descubre, agrega:

V.E. usa en él de títulos que no le corresponden, y estando esto impreso no es presumible que sea falta del Secretario ni de otra persona. Hasta ahora yo ignoraba que V.E. fuese Capitán General de la Nueva Granada, y estaba persuadido de que era yo el único que lo había alcanzado, porque así me lo afirmó el señor Secretario de la Guerra al tiempo de dirigirme el Despacho. Yo celebraría que también V.E. gozase del mismo honor, y desearía saber si V.E. tiene ese título por el Gobierno general de aquella República. Solo en este caso continuará V.E despachando con él, porque sería un abuso que irritaría a los granadinos y que siempre será muy perjudicial y escandaloso. Los Capitanes Generales en Venezuela se llaman Generales en Jefe. Esta denominación está determinada por la ley y su infracción es un crimen, mayor aun que el de adoptar un nuevo título porque a lo menos en este último caso no se muestra el desprecio por la ley que en el primero. 

Estamos frente a una usurpación ventilada con descaro, ante una desmesura que se exhibe sin antifaz, pero que apenas es un pormenor minúsculo cuando nos asombramos con lo que agrega el prócer que se proclama como único Capitán General de la Nueva Granada. Veamos:

Por graves que son estas faltas parecen todavía leves y disimulables comparadas con las otras de que voy a hablar a V.E. Siento una extrema repugnancia a darles crédito, y ciertamente las habría desatendido y rechazado si las quejas no fuesen tan repetidas, y si no emanasen de los primeros empleados y del mismo Vicepresidente. V.E. es acusado: Primero, de haber pretendido apoderarse del mando, a pretexto de las facultades que tuve a bien delegarle para el mejor acierto de sus operaciones militares, y que de ningún modo se extendían a la provincia de Guayana, ni podían ser en perjuicio de las autoridades establecidas en las respectivas provincias. Así lo expresé a V.E. en la comisión que se libró, tan clara y distintamente, que no puede V.E. creerse facultado para poner en receso todas las autoridades del país cuyo mando se le ha encargado.

Segundo: V.E. ha entorpecido y detenido su marcha de la capital sin necesidad, haciendo peticiones de auxilios extraordinarios, e inoportunas protestas sobre los resultados de sus observaciones. V.E. había mandado el Ejército de Oriente poco antes, sabía su situación y los recursos del país, y si no lo creía capaz para ejecutar el plan de campaña debió representármelo o no encargarse del mando que voluntariamente aceptó y prefirió a su representación en el Congreso.

Pero hay más, de acuerdo con lo que afirma el oficio:

Últimamente, V.E ha tomado la correspondencia que venía para mí del señor general Bermúdez, la ha abierto y hecho de ella el uso que le ha parecido. Yo no sé bajo qué aspecto se crea V.E. autorizado para ver las comunicaciones del Gobierno, cualesquiera que sean, y mucho menos las de un Gobierno de provincia que puede y debe entenderse directamente con él.

Es evidente que no estamos ante un simple caso de desobediencia susceptible de sanción severa, sino ante movimientos destinados a la toma del comando supremo a cualquier costo. Mariño no quiere manejar un ejército dependiente de su superior, se niega a ser una pieza del engranaje bélico. Se apropia de unos signos de autoridad a través de los cuales anuncia su cercano ascenso hasta la cima de la pirámide, que lleva a cabo a través de movimientos autónomos o mediante violaciones que solo pueden desprenderse de un entendimiento personalista del proceso en el cual participa y del desprecio que siente por Bolívar. A menos que el superior haya exagerado o mentido en el oficio que acabamos de comentar.