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La carreta delante de los bueyes

@juliocasagar  

Es, por lo menos, curioso ver esta batalla de trincheras al estilo Primera Guerra Mundial, que se ha desatado entre quienes dicen que hay que ir a las elecciones convocadas por el CNE del TSJ de Maduro y quienes dicen que no hay que hacerlo.

¿No será pertinente preguntarnos si no estamos poniendo la carreta delante de los bueyes en este asunto?

¿No luce más lógico que ese dilema se resuelva al final y no al comienzo del debate?

La decisión de participar o no participar debería ser la consecuencia de evaluar si hay o no hay condiciones para hacerlo. Jugar adelantado, en esta materia, es tan malo como en el futbol. Si te pilla el árbitro, no sigue la jugada y si haces el gol te lo anulan. De manera que quizás lo deseable sería que, con responsabilidad, se organizara el debate y este se produjera con mesura y sindéresis.

Veamos: No estamos partiendo de cero. La Asamblea Nacional ha aprobado un decálogo de condiciones que serían las necesarias para que se pudiera participar.

No son un documento secreto. Están negro sobre blanco. Es un buen punto de partida para que todos opinemos.

Nuestro decálogo

Nuestro decálogo

Si, sobre esta base, se elabora una estrategia común que incluya a sectores de la sociedad civil y a los partidos políticos podríamos tener una inmensa fortaleza nacional e internacional. Un pivote sobre el cual girarían las exigencias democráticas de los venezolanos. Un plan concreto. No basaríamos nuestra política en suposiciones, en corazonadas, en adivinanzas.

Si al final de esta jornada, nuestra lucha por elecciones justas no logró su objetivo porque toda la presión nacional e internacional no puede con la obstinación del régimen, pues nos plantamos todos (guapos y apoyaos) y no votamos y san se acabó. Podríamos, con esa nada despreciable fuerza de haber luchado juntos, dentro y fuera del país, convertir su farsa electoral en un clavo más del ataúd del régimen. Eso haría que nuestra abstención fuera militante y no de Twitter y de Instagram. Podría incluso generar una movilización social que se convirtiera en un activo de nuestras luchas.

Supongamos ahora, con el auxilio de la más fértil de las imaginaciones obviamente, que nuestra lucha dio resultado. Que las condiciones que juntos pedimos se logran en mayoría abrumadora y suficiente y que el régimen, bajo nuestra presión y la de la comunidad internacional y también en virtud e de los intereses geopolíticos de sus aliados, tiene que ceder, pues se abriría entonces un camino impensado y que no podríamos negarnos a recorrer. ¿Ciencia ficción? Puede ser, pero las victorias aparecen a veces como cisnes negros y obran prodigios.

¿Cuántas posibilidades tiene cada opción? Pues, si nos apuran un poco diría que el primer escenario es el más probable, es decir, aquel en el cual Maduro no cede ni un ápice porque decidió resistir al estilo de los judíos en Masada y entonces decide pagar los costos de una nueva arbitrariedad y le importa un pepino lo que dentro y fuera del país se piense de su régimen. O bien porque sabe que dar esas garantías representaría una derrota segura cuyo precio aun menos quiere pagar.

Esta hipótesis obviamente da por sentado que las elecciones, tal y como están planteadas, son para que el régimen no las pierda. Incluso, toda la nueva e inconstitucional reingeniería del sistema de adjudicación y aumento del número de diputados está en la onda de ganar aunque sean minoría electoral, arrebatando al estilo Jalisco.

Es efectivamente, una nueva versión del Kino de la Constituyente. De manera que la tesis de acuerdo con la cual, podemos “sorprender” al régimen está casi descartada.

También aquella que pregona que lo importante es la “movilización” más que los resultados. Pensamos que podemos movilizar mucho, pero si al final del día, sabiéndonos mayoría, el CNE declara que no lo somos, la desmoralización sería mucho mayor que la que hay ahora.

Es por esto que la segunda hipótesis –como ya explicamos antes- la de luchar por las condiciones, es la que pensamos que debe asumir un demócrata. Además de lo que ya anotamos, tiene también la virtud de que no nos quedamos de brazos cruzados esperando que el régimen nos regale unas condiciones que sabemos que no puede y no quiere darnos, sino que hacemos de esas condiciones un objetivo para luchar.

Al final de esta lucha y/o cuando se considere que ya dio todo de sí, podemos evaluar qué es lo que conviene al país y decidir en consecuencia. Dicho en otras palabras, no demos por perdida una batalla que no hemos peleado por más ilusoria y difícil que sea lograr la victoria. Tendríamos (y esta es una ventaja más) la inmensa autoridad moral hasta de continuar desde la AN el camino de las elecciones libres y reivindicar para los verdaderos demócratas la organización de ese proceso o de cualquier otra consulta popular.

Podríamos hacerlo todos juntos. Sería una buena oportunidad de reconstruir de nuevo la unidad.

Vale la pena apostarle a ese escenario. Se trata de evitar poner la carreta delante de los bueyes.

 

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