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Venezuela, el origen de la trata y la captación del Tren de Aragua
Concursos de belleza, agencias de marketing y visitas en cárceles han sido las formas más comunes de captación de niñas y mujeres venezolanas explotadas sexualmente en las redes criminales de esta mega banda, que se ha expandido por Latinoamérica. Esta segunda entrega del especial El Tren de Aragua detrás de la explotación sexual de migrantes en Latinoamérica, una investigación realizada en el alianza por ARI y El Espectador de Colombia, describe los métodos de captación y las historias de algunas adolescentes víctimas de la organización criminal 

ARI (Alianza Rebelde Investiga) / El Espectador

Venezuela es considerada el paraíso de los certámenes de belleza: tiene siete Miss Universo, seis Miss Mundo y otra docena de reinas más en diversas competencias internacionales. En bromas se decía que el segundo “producto” de exportación del país, después del petróleo, eran las mujeres bellas. Hoy, la figura de los concursos es utilizada para captar a cientos de mujeres y niñas venezolanas, que son trasladadas como “mercancía” a lo largo de América Latina por redes de trata. El Tren de Aragua lidera esta estructura de explotación sexual que sale de Venezuela y en su recorrido hace parada en al menos diez estados del país.

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“Entre los eventos que promociona la banda criminal (el Tren de Aragua) en Güiria están los certámenes de belleza. En estos concursos las chicas que ganan los tres primeros lugares reciben premios como celulares, dinero y otras cosas. Así empieza el proceso de captación para la trata. Luego las invitan a fiestas que incluso hacen en la cárcel de Tocorón (ubicada en el centro de Venezuela, en donde sigue preso Héctor Rusthenford Guerrero, o Niño Guerrero, al mando del accionar del Tren de Aragua)”, relató Magaly*, una activista que brinda apoyo a las sobrevivientes de trata, y pidió no revelar su identidad por temor a represalias.

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Güiria es la capital en el municipio Valdez, ubicada en el estado Sucre, al oriente de Venezuela. Tenía una importante actividad pesquera y fue muy próspera hasta principios de 2000. Cuenta con una ubicación estratégica que facilita el transporte de todo tipo de mercancía por vía marítima hacia el Caribe, Europa y África. 

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Entre 2017 y 2018, mientras muchos de sus habitantes huían de la crisis que vive Venezuela en precarias embarcaciones pesqueras con destino a Trinidad y Tobago, unos nuevos conquistadores comenzaron a llegar a Güiria y se establecieron en los pueblos cercanos. Eran miembros del Tren de Aragua. “Lo sé porque venían de la cárcel de Tocorón. Los reconoces por la vestimenta que usan, cómo hablan y por las armas que algunos portan como fusiles. Además, todos en el pueblo saben que uno de los pranes (jefes del crimen presos) es de aquí, de Güiria”, explicó Juan Carlos*, un comerciante que conoce cómo opera el negocio de la trata en esa localidad, y que —como todos en el pueblo— sabe que Carlos López, o “Pilo”, uno de sus paisanos, es también uno de los jefes criminales en el Centro Penitenciario de Aragua.

Desde 2017, Güiria, en el oriente de Venezuela, se fue quedando sin gente. Los habitantes de la pequeña ciudad huían a Trinidad y Tobago, mientras el Tren de Aragua instalaba allí sus operaciones delictivas. / Ronna Rísquez

Rápidamente, el Tren tomó el control de toda la actividad delictiva en la pequeña ciudad y sus alrededores. Esto incluyó la trata de mujeres para la explotación sexual, una de las más de 20 economías ilícitas en las que ha incursionado el grupo criminal, desde su nacimiento en 2014. “A las chicas las manipulan, las enamoran y las prostituyen. Las captan con los concursos de belleza. Aquí hay certámenes de belleza todos los meses”, aseguró Juan Carlos.

La relación de los pranes con el delito de trata de mujeres comenzó a finales de la primera década de 2000, cuando las autoridades permitieron la pernocta de familiares y parejas de los privados de libertad en las prisiones. La permanencia de estas visitantes se extendía por semanas y meses, y en esos grupos también comenzaron a ingresar mujeres prostituidas. 

Tocorón se convirtió en un destino atractivo para la prostitución: había fiesta, seguridad y dinero. Pero no todas llegaban a la prisión por sus propios medios y no todas eran mayores de edad. “Hay personas en los barrios y en los pueblos que trabajan para el Tren y se encargaban de captar a las adolescentes. También se han establecido puntos en algunas de las plazas de Maracay donde llegan vehículos que las recogen y las llevan a Tocorón”, explicó un funcionario que presta servicio a los cuerpos de seguridad del Estado.

La exportación de este delito a través de los vagones del Tren de Aragua comenzó entre 2017 y 2018. Estos fueron los peores años de la emergencia humanitaria de Venezuela, cuando millones de personas comenzaron a huir del país. Una funcionaria de la policía judicial, que pidió no publicar su nombre, explicó que fue durante este periodo que empezaron a aumentar drásticamente las denuncias y detenciones asociadas a la trata para explotación sexual. “En esos años había mucha desesperación por la crisis económica y las jóvenes eran fácilmente captadas por estas redes, en particular por el Tren de Aragua”, detalló.

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En paralelo, también empezó la expansión nacional e internacional del Tren. Así se tejió la red de explotación sexual que lidera la organización en América Latina, y que hoy incluye a Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, y tiene a Colombia como base de operaciones, como lo reveló la primera entrega de esta investigación.

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Maduro el Absurdo, por Héctor Abad Faciolince

 

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Los canales de televisión venezolana se demoraron dos días en dar la noticia de la injusta condena a Leopoldo López. La habrían dado de inmediato si hubiera sido un acto de verdadera justicia contra el causante de 43 muertos. Pero los venezolanos saben, y la juez Susana Barreiros sabe, y Maduro sabe, que esos muertos fueron causados, en su mayoría, por el mismo gobierno venezolano. Por ese motivo ni siquiera dieron la noticia de que el principal líder de la oposición había sido condenado a más de 13 años de cárcel por participar en una manifestación callejera.

Para enterarse de la injusticia cometida, los venezolanos tuvieron que acudir a Twitter, a los periódicos extranjeros o a las agencias internacionales de noticias. Esta opción es posible solo para quienes disponen de un teléfono inteligente o de un computador en la casa. Que no se dé la noticia de una grave condena política (al más popular y firme opositor a Maduro) puede explicarse por hipocresía, por vergüenza, o simplemente como una forma de manipulación de la opinión pública. Lo que no se comunica no existe.

Pero existe y muchos venezolanos se informan por periódicos como El Espectador, donde tengo el honor de escribir. Y contra este periódico -entre otros medios de comunicación colombianos- se vino lanza en ristre Maduro el Absurdo. Acusa a El Espectador de mentir y de desinformar. Por favor, ¿quién es el sátrapa que miente, deporta, desinforma y condena a penas infames a sus opositores? El mismo que ve visiones de pajaritos, santanderes y bolívares. El mismo que arrastra cada día más a la ruina, a la miseria y al desabastecimiento a su país. El mismo que empobrece y atrasa a una Venezuela que era una de las naciones más ricas de Suramérica.

La base “científica” para condenar a Leopoldo López fue una ridícula pericia lingüística en la que “un experto filólogo” decía que los discursos del opositor instigaban a la violencia. Cuando Leopoldo López exclamaba “vamos a protestar sin violencia”, el genio de la lingüística traducía: “vamos a tomarnos el poder por la fuerza”. Lo que no soportaron fue que Leopoldo López usara los viejos medios del gobierno populista: la calle, el cacerolazo, los gritos contra un gobierno inepto y corrupto. Y es eso lo que le están cobrando con casi 14 años de prisión. Una sentencia despótica: para anularlo como opositor político.

Maduro, ahora que se da cuenta de que la oposición podría conseguir muchos más escaños en la Asamblea Nacional en las elecciones de final de año, se prepara para gobernar a través de jueces de bolsillo y por medio de un Tribunal Supremo cooptado por el régimen. La oposición, pese a la valentía de líderes como Capriles o Machado, está amedrentada por la amenaza de la persecución judicial. La vida de los periodistas independientes también es cada día más difícil. El dueño de El Nacional ni siquiera se atreve a poner pie en su país, pues sobre él pende la espada de Damocles de ser un “instigador del golpe de estado”.

Todo aquel que no es madurista se expone a ser llamado “enemigo de la patria”, “fascista”, “aristócrata”, “oligarca” o “golpista”. Y si por casualidad es colombiano, así sea muy pobre y desarmado, es “paramilitar” o en el mejor de los casos “contrabandista”. También a mí el madurismo colombo venezolano me tacha de fascista y aliado de los paramilitares. Idioteces que ni siquiera merecen debatirse.

Karl Popper decía que “existen únicamente dos formas de gobierno: aquellas en las que es posible derrocar al gobierno sin derramamiento de sangre por medio de los votos, y aquellas en las que esto es imposible. Se denomina ‘democracia’ a la primera forma y a la segunda ‘tiranía’.” Cuando Maduro el Absurdo dice que no los sacarán nunca del poder y que el proyecto “bolivariano” es eterno, está definiendo el tipo de gobierno que representa. Ojalá Venezuela pueda salvarse de este desastre sin derramar sangre, por las urnas. Pero es muy difícil oponerse con la razón a un déspota absurdo y sin sentido.

@hectorabadf

Publicado en El Espectador 

La caída de un capo, el resurgimiento de un país por Brian Fincheltub

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“Así como hay fenómenos que compulsan el desaliento y la desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante colombiano será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”. Fue el último editorial del periodista, Guillermo Cano Isaza, director del diario El Espectador de Colombia. Horas más tarde, el 17 de diciembre de 1986, aproximadamente a las siete de la noche, fue asesinado por dos sicarios en una moto pagados por Pablo Escobar.

Eran tiempos oscuros en el país hermano, las mafias se habían apoderado del país, del poder político, de la justicia, habían tejido alianzas con el poder económico. Todo parecía podrido, Colombia era conocida mundialmente por el negocio de la droga y por la guerra. El narcotráfico era la industria más rentable. Nadie parecía insobornable, todos era susceptibles a caer ante tanto poder. Otros, para “salvarse”, optaron por guardar silencio frente a todo aquel terror que se había apoderado de Colombia.

En medio de todo este panorama el periodista Guillermo Cano escribió su editorial. En el momento más difícil de su país se mostraba optimista, aferrado al futuro, sin saber que perdería la vida por defender la verdad, por ser frontal contra las mafias, por denunciar, por no asumir la complicidad. Su lema: “Hay que decirle a la mafia: ¡Ni un paso más!”. Nunca lo dio, tampoco el diario El Espectador, quien no solo soportó la muerte de su ilustre director, sino que el sábado 2 de septiembre de 1989, el periódico fue blanco de un atentado terrorista orquestado por Pablo Escobar y sus sicarios.

Fue Guillermo Cano quien encontró en las mismas páginas del periódico la prueba de los vínculos de Pablo Escobar con el tráfico de drogas: en junio de 1976 el diario había publicado una noticia que daba cuenta de la captura de Escobar, cuando intentaba sobornar a dos agentes policiales para evitar que un cargamento de droga fuera incautado. También se conoció que los dos agentes que lograron la captura del capo fueron asesinados y la jueza que llevaba el caso había sido amenazada.

Escobar quedó expuesto y aunque intentó a toda costa buscó evitar que El Espectador circulara, su nombre ya estaba asociado con el narcotráfico. Fue entonces cuando un juez llamado Gustavo Zuluaga reabrió el proceso por el asesinato de los agentes del DAS y firmó una resolución de acusación contra Escobar que llevó a que el 20 de octubre de 1983, con el impulso de Rodrigo Lara, para entonces Ministro de Justicia, la Cámara de Representantes le levantara la inmunidad parlamentaria al capo. Escobar tuvo que dar un paso al costado y renunciar a su cargo.

Desde ese momento comenzó la guerra de Pablo Escobar contra el Estado, que manchó de sangre al pueblo colombiano durante años.  El 2 de diciembre de 1993 Colombia cerró una de las páginas más violentas de su historia con la muerte del capo de la droga. Hoy, 21 años después, Medellín, principal campo de operaciones de Escobar, es ejemplo de gobernabilidad, innovación y cultura ciudadana. Es la misma ciudad donde hace apenas dos décadas, prácticamente la única opción para los jóvenes era ser sicarios.

Hoy Colombia exporta mises y nosotros cocaína, son cada vez más venezolanos los que se refugian en el país hermano por la violencia, hoy el eslogan turístico de Colombia es “el riesgo es que te quieras quedar”. Es el país donde reinaba el terror y de desesperanza, donde todo parecía podrido y corrompido. Nadie apostaba a que Colombia pudiese levantarse y lavarse el rostro. Es el resurgimiento de una nación.

Yo hoy suscribo las palabras de Don Guillermo Cano y me permito adaptarlas a nuestra realidad: Aunque los hechos que vive Venezuela puedan llenarnos de desaliento y desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante nuestro será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta, más próspera y sobre todo más democrática. Eso júrenlo. Contra la mafia ¡Ni un paso atrás!

 

@Brianfincheltub

Encontacto@brianfincheltub.com