crisis humanitaria en venezuela archivos - Runrun

crisis humanitaria en venezuela

Roberto Patiño Feb 11, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Coordenadas necesarias

En medio del silencio oficial y del secuestro ideológico de la información, el trabajo de las ONG es vital para comprender la marcha de los asuntos públicos. Foto Honey Yanibel en Unplash. Intervenida por N. Silva / Runrunes.

@RobertoPatino

El régimen miente y lo hace sin pudor ante las cámaras de televisión, frente a la Constitución y delante de todo un pueblo, que parece acostumbrado a no sorprenderse con cada nueva falsedad que emite la pantalla del canal del Estado.

Nos miente con sus anuncios, sus promesas, su simplista análisis de la política y de la historia. Y nos miente, además, cuando oculta, con fines políticos, las cifras oficiales en temas de vital importancia como lo son la violación de derechos humanos, el alcance real de la pandemia y la envergadura de la crisis humanitaria que sufre Venezuela.

El empeño del régimen de ocultar los datos con fines ideológicos ha sido uno de los rasgos que lo ha caracterizado en las últimas décadas. Hay una clara vocación, en todos los gobiernos autoritarios, y en este en particular, de ocultar, deformar o “maquillar” las cifras oficiales cuando estas son contrarias a la propaganda oficial.

Los datos, cuando son confiables y abiertos a los ciudadanos, son siempre un poderoso desmentido del régimen y esto es lo que buscan evitar.

En medio del silencio oficial y del secuestro ideológico de la información, el trabajo de las ONG es vital para comprender la marcha de los asuntos públicos. Son fuente de información confiable sobre temas vitales como DD. HH., la situación de la pandemia, la crisis de los servicios, la calidad de vida de los venezolanos y la marcha de la economía.

Las ONG, las academias, universidades y medios independientes son las únicas instituciones que todavía pueden ofrecer esa información de forma sistemática y confiable; y su trabajo es fundamental para trazar las coordenadas necesarias para desplegar la ayuda humanitaria que requiere buena parte del pueblo venezolano; para registrar y denunciar abiertamente la violación de derechos humanos, y para definir las líneas de trabajo para la reconstrucción del país.

Esta es otra de las razones por las que el régimen persigue a las ONG. No acepta que sean fuente de información independiente que muestran a venezolanos y extranjeros la verdad de lo que aquí ocurre.

Se nos acusa de ser organizaciones al servicio de una parcialidad política y de estar en la nómina de intereses extranjeros, una acusación temeraria e injusta, pero suficiente para justificar la persecución a la que están expuestas todas las ONG en el país. Así lo dijo claramente Nicolás Maduro al señalar que estas, al recibir financiamiento internacional, no deberían sustentar los informes de los relatores internacionales de la ONU.

Por eso es necesario que las ONG sigamos firmes en nuestro trabajo de manera coordinada; entendiendo que juntas, cada una en su campo de especialización, y con el apoyo de los medios de comunicación independientes y de las academias, somos las únicas capaces de mostrar, con suficiente transparencia metodológica, la verdadera profundidad de la crisis humanitaria.

Somos los que podemos mantener un registro de la violencia del Estado y de la violación de derechos humanos. Y somos las que podemos señalar el verdadero tamaño de la crisis social y política que enfrentamos.

Este es el compromiso que tenemos desde Alimenta la Solidaridad y Mi Convive. Seguir apoyando el trabajo organizado en las comunidades al tiempo que sistematizamos la información sobre la verdad de lo que pasa en nuestro país en asuntos de alimentación y violencia.

En este sentido, es de suma importancia que la señora Alena Douhan, relatora especial de la ONU, se reúna con las ONG y se informe, de primera mano, de lo que ocurre en Venezuela. Obtendrá no solo datos confiables, sino también testimonios de testigos y víctimas de las distintas violaciones a sus derechos, así como de la cruel calidad de vida con la que lidian las comunidades venezolanas.

Roberto Patiño / Director de Caracas Mi Convive y Alimenta La Solidaridad

www.robertopatino.com

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

“¿Y si soy yo el que sigue?” Miedo y desesperanza en el personal de salud venezolano al llegar a 309 colegas fallecidos por COVID-19
Así como el COVID-19 puede dejar secuelas físicas de larga duración, el personal de salud que ha trabajado incansablemente desde que se decretó la pandemia en Venezuela también evidencia secuelas emocionales. Cargan a cuestas vivencias muy difíciles de sobrellevar del pico de la primera ola, como pacientes que se desplomaron en las emergencias de los hospitales y colegas que murieron uno detrás de otro. El miedo a ser el próximo profesional de la salud en morir, o de ser el vector que contagie a su familia, es el mayor de sus temores

 

Por @GitiW

 

No había terminado la primera semana de enero de 2021, cuando el recuento no oficial que lleva la ONG Médicos Unidos de Venezuela (MUV) asentó el hito de 300 miembros del sector salud fallecidos con sintomatología de COVID-19 desde el inicio de la pandemia. 

Los reportes semanales o quincenales de MUV, publicados a través de su cuenta de Twitter desde junio de 2020, han sido la única forma de superar la censura de la gestión de Nicolás Maduro y de dar a conocer los nombres de los 230 médicos, 54 enfermeros, 7 odontólogos y 18 miembros del personal técnico, administrativo y obrero que han perdido su vida a causa del COVID-19. En total, son 309 profesionales de la salud fallecidos hasta el 12 de enero de 2021.  

Una encuesta realizada por MUV en octubre de 2020 evidenció que más de 70% del personal de salud venezolano presentaba síntomas de ansiedad y depresión, como consecuencia de los retos y riesgos que impuso el virus en la rutina de los centros de salud. Numerosos estudios internacionales dan cuenta del enorme costo emocional que ha dejado la pandemia en el personal de salud, como el publicado esta semana en el Reino Unido según el cual la mitad del personal de cuidados intensivos sufre de estrés post-traumático tras lidiar con la primera ola de la pandemia. 

 

Runrunes contactó a seis médicos y a una enfermera de los estados con más personal fallecido, a saber: Zulia (70), Distrito Capital (28), Carabobo (26), Bolívar (21), Anzoátegui (21) y Mérida (13), para hacerles una sola pregunta: ¿Cómo te sientes? 

 

“Nos estamos desangrando” 

 

Todos los médicos y todo el personal de salud tenemos miedo. Miedo no sólo a enfermarnos sino, peor aún, a enfermar a nuestros familiares, a nuestros padres, tíos, hermanos e hijos. Hay un miedo muy grande al laborar con este riesgo de enfermarse o de enfermar a los demás. Yo personalmente he tenido pánico de enfermarme o de enfermar a alguien porque sabemos que después de que estemos enfermos, la forma en la que vayamos a evolucionar solamente la sabe Dios. Realmente no podemos decir que hemos encontrado el tratamiento adecuado, incluso si se hace a tiempo. 

Después de un año de pandemia, yo puedo decir que en Venezuela estamos igual que al inicio. Estamos absolutamente paralizados, tenemos un país que no arranca, donde la cuarentena mantiene al país en un paro total, lo que hace que haya más hambre, pobreza y miseria. 

En el área de la salud, en el estado Zulia hemos sido afectados tan fuertemente con la pérdida de valiosos y preparados especialistas, que puedo asegurar que hay áreas de especialidades que van quedando prácticamente desiertas, y en aquellas en las que no hay una falta absoluta de especialistas, hemos perdido a las personas más capacitadas debido a su gran experiencia. 

En el estado Zulia, en el área de las especialidades hay una hemorragia, nos estamos desangrando. Estamos perdiendo algo tan valioso como el consejo de aquellos maestros que siempre se necesita para los casos más complejos. 

Freddy Pachano, cirujano pediatra

Estado Zulia | 70 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

 

“¿Cuándo nos va a tocar a cada uno de nosotros?”

 

Como parte del personal de enfermería al que le ha correspondido ser parte de la primera línea de atención de los casos de COVID-19, puedo decir que nos encontramos con una sensación de profunda indefensión. Por un lado tenemos que lidiar con la grave crisis económica que nos está afectando, producto de la desaparición total de nuestro salario que no tiene ningún poder adquisitivo. 

Por otro lado, muchas enfermeras tienen el dilema de ir o no a trabajar pues sólo en pasaje gastan 1.300.000 Bs., y cuando llegamos a los hospitales tenemos que lidiar con el temor a contagiarnos pues cada día se incrementan los casos, y encontramos que no tenemos las medidas de bioseguridad para minimizar el riesgo. Tampoco tenemos previsión social: si un profesional de enfermería se contagia, tiene que asumir el costo del tratamiento y eso ha generado una suerte de paranoia, de terror por no tener los insumos de bioseguridad requeridos. 

Cuando vemos las cifras del personal de salud fallecido por COVID-19 nos preguntamos ¿cuándo nos va a tocar a cada uno de nosotros? Esa pregunta es como una espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Trabajar con personas enfermas requiere que los profesionales de la salud mantengamos la serenidad y la calma, pero cuando vemos la catástrofe humanitaria en la cual estamos enfrentando esta pandemia caemos en la desesperanza. 

Nos sentimos angustiados, desesperanzados e impotentes porque estamos tratando de garantizar a los pacientes el derecho a la salud, pero no tenemos los insumos que se requieren para asumir con responsabilidad nuestras buenas prácticas profesionales. 

En el personal de enfermería vemos como la depresión ha cobrado campo y la desesperanza es muy generalizada. Cuando sumamos estas dos, la decisión de abandonar la profesión para la cual nos formamos es inminente y esto acarrea una arista más al problema de salud que es el déficit de personal. En el caso de enfermería, la ausencia del personal incide directamente en la recuperación del paciente. De hecho, hay estudios que concluyen que cuando en un hospital disminuye el número de enfermeras, exponencialmente aumenta el riesgo de morir de los pacientes pues no hay quien los cuide.  

Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermería del Distrito Capital

A nivel nacional | 54 enfermeras y enfermeros fallecidos por COVID-19 

 

“En cualquier momento yo puedo adquirir la enfermedad”

 

Me siento angustiado porque sé que en cualquier momento yo puedo adquirir la enfermedad por cualquier circunstancia, desde el uso inadecuado del equipo, por cansancio, o por el descuido al atender a un paciente asintomático. Ese estado de alerta permanente ha significado cansancio y agotamiento. 

El problema es que no solamente se puede enfermar el médico sino su familia. Yo tengo a mi madre de 94 años, la posibilidad de que yo sea el culpable de que se infecte es altísima, por suerte ella no vive conmigo. La cadena de enfermedad en nosotros es una angustia que la gente no ve. Esa doble angustia no la tienen otras profesiones. Saber que cada día puede ser el momento en el que adquieras la enfermedad es una angustia constante. 

¿Qué me motiva a seguir? Lo que soy: médico. Esa es mi gran motivación, eso y ver a la que manda en mi casa que tiene 13 años, por ver su futuro.

Jaime Lorenzo, cirujano general y especialista en Salud Pública

Distrito Capital | 28 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

 

“No somos superhéroes”

 

Debo decir que nos sentimos agotados, no sólo físicamente por el esfuerzo realizado en nuestros hospitales y en nuestras charlas a la ciudadanía, sino también emocionalmente. Hemos tenido que dedicar mucho de nuestro tiempo para tratar de frenar la propagación del virus. Hemos abandonado muchas veces nuestras familias, nuestro quehacer cotidiano, nuestra rutina y recreación, por lo que muchas veces también nos sentimos dolidos. Dolidos porque creemos que estamos arando en el mar. 

Los médicos, especialmente el gremio que represento, tenemos temor de contagiarnos. En nuestros hospitales no nos equipan con los equipos de protección personal, no hay insumos, no hay medicinas, y nos duele ver cómo muchas veces no tenemos cómo tratar a los pacientes que acuden a nosotros. 

Nos enfrentamos a un Estado indolente al que parece no importarle la salud del personal médico y sanitario. Ya tenemos más de 300 médicos fallecidos en Venezuela con sintomatología COVID-19, ¿y cuántos de ellos están reflejados en la estadística oficial? Parece que no les importa la vida de todo este personal valioso que se nos está yendo sin poder despedirse de sus queridos, y sin poder ser despedidos como ellos se merecen. 

También vemos cómo nos enfrentamos a la indiferencia de muchos de los ciudadanos que no acatan las medidas de prevención, parece que subestiman el virus y que no les importa contagiar a sus familiares. Es insólito ver cómo todavía hay gente que no practica las medidas de protección. 

Quiero cerrar con esta frase: nosotros no somos superhéroes, somos seres humanos con una familia que nos espera y que requiere no solamente de nuestro aporte económico, sino de nuestro aporte afectivo, tenemos metas y sueños por cumplir. No queremos aplausos, queremos que nos doten de los equipos de protección personal y que existan medicinas para que cada paciente pueda cumplir su tratamiento. Nos duele ver cómo el personal de salud, cuando está hospitalizado, tiene que recurrir a las redes para solicitar colaboración ya que es demasiado elevado el costo del tratamiento para el COVID-19. 

Jorge Pérez, obstetra ginecólogo

Estado Carabobo | 26 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

 

“Colegas psiquiatras me ayudan a sobrellevar mis emociones”

 

Es una mezcla de sentimientos: miedo porque siento que puedo contagiarme y no se si estaré en el porcentaje que se complica y requiere de terapia intensiva, y sin saber que pueda contar con los medicamentos que requiera. Frustración porque el material de protección es limitado y su reposición en los centros de salud es irregular, tanto así, que muchas veces no disponemos ni siquiera de un tapaboca N95. Frustrado también porque muchas personas no toman las medidas preventivas en serio, sobre todo en San Félix, donde podemos ver que la gran mayoría ya ni el tapaboca usa.

Siento dolor al ver cómo han muerto tantas personas que conforman el equipo de salud a causa del COVID-19. Indignado al ver cómo, de forma descarada, el gobierno oculta la verdad, haciendo un subregistro de los casos positivos y las muertes reales. Esto lo logran limitando el número de pruebas PCR en tiempo real. No pueden tomarse las medidas adecuadas sin un diagnóstico acertado.

La situación económica del venezolano no permite cumplir una cuarentena como se debe, ya que debemos salir a diario para poder conseguir el dinero que nos permita cubrir nuestras necesidades básicas de alimentación. He llegado a sentirme tan deprimido ante esta situación que he tenido que recurrir a colegas psiquiatras para que me ayuden a sobrellevar mis emociones.

José Chavero, pediatra neonatólogo

Estado Bolívar | 21 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

 

“Rezábamos todas las noches para que sobrevivieran”

 

Me tocó muy personalmente esta gran tragedia; esta gran pandemia que aún padecemos. Desde principios del 2020 veía con mucha preocupación cómo en el mundo entero se reportaban los casos de este terrible virus, porque sabía en qué situación estaba el sector salud en toda Venezuela y en particular en el estado Anzoátegui. Me preocupaba que no se estaban realizando planes ni programas por parte de los entes gubernamentales para prepararnos para afrontar la pandemia. 

Anzoátegui fue uno de los estados donde el personal de salud se expuso más y eso se tradujo en pérdidas muy valiosas para sus núcleos familiares, para la sociedad y para la comunidad médica. Agosto fue el mes en el que perdimos diez colegas. Perdí muchos amigos, en especial a una querida amiga de la infancia y la universidad, la Dra. Luz Marina Farías, médico ocupacional que trabajaba en la Clínica de los Trabajadores de Saludanz. 

Ese mes fue el más terrible para todos porque veías cómo cada colega se complicaba y caía en gravedad. Ya no quedaban camas para entubar, no había material farmacológico, no había cupos en terapia intensiva. Rezábamos todas las noches para que sobrevivieran y en la madrugada fallecía uno y al día siguiente otro. El que estaba atendiendo también caía grave. Recuerdo la historia de un camillero del Hospital Razetti de Barcelona (Pablo Márquez, 22 años), quien se ofreció para trasladar los cadáveres de terapia intensiva y de la sala de cuidados intermedios hasta la morgue, ese joven también murió. Tres emergenciólogos también fallecieron. 

El personal médico está preparado para afrontar situaciones de vida o muerte, pero lo que vivimos fue muy duro. Aquel mes de agosto los pacientes caían desplomados en la entrada de la emergencia y no daba tiempo de que el médico de guardia los atendiera. Fue un tiempo muy desesperante y agobiante. 

Belkis Rodríguez Salázar, cirujana general y cirujana vascular periférico

Estado Anzoátegui | 21 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

 

“¿Y si soy yo el sigue? ¿Y si me toca a mí?”

 

La situación es bastante difícil porque uno comienza su día con una dicotomía: o voy a cumplir con mi deber en mi hospital de cuidar a las personas, o cumplo con mi deber moral de cuidar a mi familia y quedarme en la casa para no correr el riesgo de ser el portador de la enfermedad.

Cuando vemos que nuestros compañeros se enferman, y nos ponemos a recordar que en una guardia no se tuvo el material adecuado, o que tuvo que entrar al área restringida con un traje roto, o que ya tenía mucho tiempo usando el mismo tapaboca, empezamos a pensar que esas muertes se pudieron haber evitado y nos queda un sentimiento de culpa porque no pudimos hacer algo más para evitarlo. 

Nosotros vemos en nuestros compañeros algo que tal vez la gente no ve: que el médico es un ser humano más, que es papá, es hijo, es esposo, hermano, primo, y que al morir deja una familia vacía, huérfana, y que entendemos que la pandemia es difícil y que en todas partes del mundo se ha muerto mucho personal de salud, pero hay muchas muertes que sentimos que se pudieron haber evitado con adecuada protección y tratamiento. 

¿Cuántos médicos han muerto porque no tuvieron el tratamiento necesario? No sabemos, pero son bastante. Eso nos llena de mucho pesar porque allí en esa persona había deseos, anhelos, un plan de futuro y, particularmente en los profesionales de la salud venezolanos, no solamente se pierde al médico o a la enfermera, sino que en la misma persona se pierde a un investigador, a un profesor, un desarrollador de políticas sanitarias, una persona que brindaba algo más a la comunidad. 

Todo esto lo analizamos con un miedo: ¿y si soy yo el sigue? ¿Y si me toca a mí? Capaz mañana otro dé la entrevista porque los que están aquí se murieron. Es bastante difícil esta situación y lo peor de todo es la incertidumbre, pues lo único seguro es que la incertidumbre va a seguir. 

Pedro Javier Fernández, urólogo

Estado Mérida | 13 médicos y enfermeras fallecidos por COVID-19 

España destina 17 millones de euros para la crisis humanitaria en Venezuela
El Ejecutivo español aprobó la partida para que la OIM, ACNUR y el BID gestionen la financiación española con el fin de «proveer de asistencia básica a las personas desplazadas y contribuir a la protección de la población más vulnerable»

El gobierno español anunció que destinará 17 millones de euros a distintos organismos internacionales para paliar la crisis humanitaria y migratoria en Venezuela, así como su impacto en las comunidades de los países de acogida.

El Ejecutivo español aprobó hoy la partida para que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) gestionen la financiación española con el fin de «proveer de asistencia básica a las personas desplazadas y contribuir a la protección de la población más vulnerable», indicó el Ministerio español de Exteriores en un comunicado.

La emergencia en Venezuela, recuerda la nota, «constituye la segunda crisis de desplazamiento externo más grave en el mundo, únicamente superada por la crisis de Siria». Desde 2017 ha provocado el exilio de 5,5 millones de venezolanos, de los que el 85 por ciento permanece en la región latinoamericana.

El Gobierno español destaca en el comunicado que la atención a la crisis migratoria venezolana «es una prioridad para España» y que en la Conferencia Internacional de Donantes en solidaridad con los migrantes y refugiados venezolanos en el contexto de la pandemia, celebrada en mayo de este año, se comprometieron 50 millones de euros entre 2020 y 2022.

Asimismo añade que, desde 2017 hasta 2019, España ha aportado veinte millones de euros en respuesta humanitaria a esta crisis, tanto en la región como dentro del país, y que en 2019 el 42 por ciento de los fondos humanitarios de la cooperación española se dedicaron a Venezuela.

Según los datos publicados el pasado octubre por la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela, actualmente hay 4,6 millones de migrantes y refugiados venezolanos en América Latina y el Caribe.

De ellos 1.764.883 se encuentran en Colombia, 1.043.460 en Perú y 417.199 en Ecuador y se prevé que la cifra total de desplazados pueda aumentar hasta 6,5 millones a finales de año por la pandemia.

Borrell: Tras el 6D, el país dará un paso más hacia la desinstitucionalización
En una entrevista concedida a La Voz de Galicia, el Alto Representante de la Unión Europea, Joseph Borrell, dijo que la negativa del gobierno de Nicolás Maduro a retrasar las elecciones parlamentarias, previstas para el 6 de diciembre, profundizará la «desinstitucionalización» del país

 

Borrell afirmó que su acercamiento a la gestión de Maduro es «por encargo de la oposición». Dijo que lleva desde el mes de julio en contacto con el gobierno de Maduro «para ver si son posibles unas condiciones que permitan la participación de la oposición, lo que sería bueno. No hubo acuerdo. Maduro pidió que se enviara una misión de observación electoral. Le dijimos que para hacer eso necesitábamos cinco meses de trabajo previo y constatar que se daban condiciones aceptables, que no era el caso. Negociamos, y en un momento dado creí que era oportuno enviar unos expertos para seguir haciendo lo que hacíamos en directo». 

El representante de la Unión Europea enfatizó que dada la negativa del gobierno a retrasar las elecciones parlamentarias, no será posible garantizar «un mínimo de parámetros democráticos y el país dará un paso más hacia la desinstitucionalización. Va a ser más difícil buscar una salida democrática a la crisis». 

Más allá del aspecto político, Borrell manifestó su preocupación por el agravamiento de las condiciones de vida de los venezolanos. «La situación humanitaria en Venezuela es desesperada. Es la crisis humanitaria más grave que está viviendo un país y la comunidad internacional no le presta demasiada atención porque solo ve el aspecto político de la cuestión. Creo que habría que intentar llegar a un diálogo político. Lo intentamos nosotros y los noruegos, pero sin resultados. Y desde luego, nosotros estamos en contra de las soluciones militares». 

Puede leer la entrevista completa siguiendo este enlace a La Voz de Galicia

Carolina Jaimes Branger Jun 01, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
Qué le pasó a tu país, por Carolina Jaimes
Foto David Mark en Pixabay (Monumento a San Sebastián, Maracaibo).

@cjaimesb 

Juego en mi teléfono Apalabrados. Muy parecido al Scrabble, me entretiene y relaja. He conocido personas de todas partes de Iberoamérica, que viven en muchas partes del mundo. En estos días comencé una serie de partidas con un español que vive en Bali, y con las partidas comenzó el chat. Se confesó antimonárquico y simpatizante de la izquierda, aunque no le gusta Sánchez. A Iglesias, lo detesta. Le parecen hipócritas, corruptos, abusadores. Suena conocido, ¿verdad?…

“Estuve en Venezuela a final de los años setenta”, continuó. “En Caracas, una ciudad que me fascinó por cosmopolita, divertida, alegre. No dormí casi nada la semana que pasé allá. Durante el día visitas a lugares históricos, centros comerciales increíbles, restaurantes con la oferta gastronómica mejor y más variada que he visto en mi vida. En Margarita, un lugar al que sueño volver. Conocí todas sus playas y hasta consideré quedarme allá. En Mérida subí al teleférico más alto del mundo y cuando llegué arriba me dio un soponcio al que vosotros llamáis mal de páramo. No te imaginas la amabilidad con la que me trataron, gente que nunca en su vida me había visto. Fui a conocer el llano, el Estero de Camaguán es alucinante. Los morichales, imponentes. Pero lo que más me gustó es que las personas me invitaban a entrar en su casa a tomar un café delicioso que se llama “guallollo” (sic). En España no invitamos a las casas. Los cafés nos los tomamos fuera, a menos, que sea alguien familiar o amigo muy cercano. En Venezuela, era como si todos fueran familia”.

Cuando leí eso, sentí un dolor inmenso. En aquella Venezuela nací y crecí. La Venezuela posible. El país más promisorio de América Latina, con la gente más amable, hospitalaria y cálida del mundo. Y entonces, vino la pregunta lapidaria, precisa, lacerante: “¿qué le pasó a tu país?”.

“La respuesta”, le respondí, “me va a tomar indefinidas sesiones de chat. Puedo escribir veinte libros sobre lo que pasó en Venezuela y aun quedarías insatisfecho de mi respuesta. Porque es imposible de creer que un país que iba enrumbado a ser desarrollado y pujante, moderno y progresista, haya terminado como estamos hoy, con cerca de un 90 % de pobreza, más de 70 % de pobreza crítica, en crisis humanitaria, sin libertades, con un régimen autoritario y represor”.

“Lo siento, tía”, escribió. “Pero es que adoro Venezuela. Para nosotros saliendo del franquismo, era ir al paraíso terrenal. La libertad que se respiraba en tu país era increíble”. Le conté que cuando Colón llegó a las costas de Paria creyó haber llegado al paraíso. Por eso la llamó “Tierra de Gracia”.

“Pero ahora sois una “tierra de desgracia”. Lo veo en las noticias. Pero no pierdo la esperanza de que eso cambie, porque quiero volver”.

Yo tampoco pierdo la esperanza. Por eso estoy aquí, por eso me quedo. Terminé la conversación diciéndole: “el próximo guayoyo te lo vas a tomar en mi casa”.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¿Quiénes son y dónde están los mejores?

@juliocasagar 

Es un tópico, un lugar común afirmar que las crisis sacan lo mejor y lo peor de cada ser humano. Pero no por manido el argumento es menos cierto.

En efecto, la crisis de coronavirus nos está dejando ejemplos de ambas conductas y de ambos tipos de personas. Han aparecido los especuladores de artículos sanitarios y de primera necesidad, los vendedores de salvoconductos, los que cobran por llenarte el tanque de gasolina, los que reprimen a quienes protestan y han aparecido igualmente (afortunadamente más en número) millares de ciudadanos que aportan esfuerzos, recursos y tiempo para hace más llevadera la tragedia a sus pares, amigos, vecinos y a veces hasta desconocidos que necesitan una mano.

Hace días un amigo, en un arrebato de neoliberalismo (no salvaje, sino con mal de rabia) me decía que no creía en el altruismo o en eso que los cristianos llamaban caridad. Que cada quien debía valerse por sí mismo y que el asistencialismo y el paternalismo eran unas plagas (en esto último tiene razón obviamente). Pero, en fin, basándose en los decálogos y tablas de la ley que supuestamente informan al liberalismo o neoliberalismo, vaya usted a saber.

Resulta que para sorpresa de los piaches de esta doctrina del individualismo, la crisis de la pandemia que nos ha abofeteado a todos deja la imagen de líderes como Trump que no solo aprueba concertadamente con los demócratas el más colosal plan de ayudas a ciudadanos vulnerables, a empresas privadas y a la sanidad pública de la cual abjuraba, sino que se permite ofrecer un chequecito de 1200 dólares a cada americano para ayudarlos a pasar el aguacero de la infección.

Esto revela que es cierto algo que hemos dicho en notas anteriores. Los países no se gobiernan con ideología. Para gobernar bien un país solo hace falta honestidad, sentido común y rodearte de los mejores.

El socialismo y el liberalismo son parte de la quincalla que durante dos siglos nos han vendido y que sirven para justificar discursos en las fiestas patrias y hasta en las fiestas patronales. No es en ideología, sino en valores que hay que formar a las nuevas generaciones para que lo hagan mejor que nosotros cuando llegue su momento.

¿Ahora bien, quiénes son los mejores? Los mejores suelen ser los que dan algo de sí para que su comunidad avance. Una de las cosas que toma en cuenta Naciones Unidas cuando elabora su índice de desarrollo humano es la cantidad y la calidad del trabajo voluntario en cada país. Y, ¡oh hallazgo!, los países más avanzados son los que tienen más número de voluntarios organizados en grupos de protección civil, bomberos, monitores deportivos y animadores culturales.

No es pues el altruismo y el trabajo para ayudar a proteger a nuestros compatriotas más vulnerables una estratagema del comunismo internacional para cautivar incautos, sino una costumbre arraigada en los países capitalistas más desarrollados (valga la redundancia)

¿Y cómo conseguimos a los mejores? Pues no cabe duda de que las crisis son un excelente filtro para separar el grano de la paja.

Me voy a permitir un pequeño ejemplo para dar algunas pistas.

Corría el año 1989, Salas Romer acababa de ser electo gobernador del estado Carabobo. Los sindicatos de la salud, dirigidos por dirigentes tradicionales del sector, prácticamente le “recibieron” con una huelga general en hospitales y medicaturas. Desde el gobierno se hizo un llamado a los grupos de voluntarios, de rescate, de protección civil, a las organizaciones de damas voluntarias, a prestar su concurso en medio de la crisis. El resultado es que ningún hospital se paralizó y cuando la crisis laboral culmino, la marcha de la salud siguió su derrotero normal. Ese ejército voluntario fue luego la semilla de Atención Inmediata, una iniciativa que puso a Carabobo a nivel de primer mundo en materia de atención de emergencias y asistencia a pacientes enfermos, con un  importante despliegue de ambulancias, centros de comunicaciones y personal calificado y con mística. No debe haber carabobeño que no lo recuerde.

Luego de la pesadilla que estamos viviendo tendremos que reconstruir a Venezuela y habrá que buscar a los mejores. Esta es una buena oportunidad para evaluar la actitud y las conductas de cada quien.

No cabe duda de que los mejores son quienes hoy están dando una mano a sus compatriotas y no los que se están aprovechando miserablemente de la situación.

Valdría la pena ir evaluado esto y construyendo la Big Data de quienes van a hacer el país nuevo que todos queremos.

Restricciones a movilidad atentan contra enfermos crónicos
Pacientes renales se ven imposibilitados de llegar a terapias de diálisis por escasez de gasolina y regulación de tránsito estipulada en decreto de estado de alarma por COVID-19

@franzambranor

En dos ocasiones esta semana, Sofía* tuvo que caminar casi 6 kilómetros desde Parque Valencia hasta la avenida Bolívar de Valencia para acudir a su sesión de diálisis. Como su terapia es a primera hora de la mañana, debe salir de casa a las 4 de la madrugada.

Sofía ha perdido 80% de la visión porque padece de diabetes. Así, casi sin poder ver, emprende camino a diario en busca de extender su vida. 

José* también es paciente renal y diabético en el estado Lara. Sufre una discapacidad motora por amputacion de miembro inferior derecho. En noviembre tuvo un accidente y se fracturó el fémur y la rodilla de la pierna izquierda, por eso amerita traslado en ambulancia. Esta semana faltó a su diálisis porque a las ambulancias privadas no les están echando gasolina.

La escasez de combustible, especialmente en la provincia, y las restricciones de tránsito estipuladas en el estado de alarma decretado por Nicolás Maduro mantienen en zozobra a miles de pacientes con patologías crónicas en Venezuela que deben acudir a tratamientos en centros de salud.

Para diciembre de 2019, en Venezuela había 10 mil 995 pacientes de hemodiálisis y diálisis peritoneal y 2 mil 698 personas trasplantadas de riñón, hígado, córnea, médula ósea y corazón de acuerdo a la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida) y la asociación civil Amigos Trasplantados de Venezuela (ATV). Desde 2016 el gobierno no aporta cifras oficiales en cuanto a pacientes renales.

Según Codevida y ATV, para el año pasado había 144 unidades de hemodiálisis en Venezuela, 85 pertenecientes al sector privado y 59 al público. Desde junio de 2017 está suspendido el programa de trasplante del Ministerio del Poder Popular para la Salud. 

“El problema de la gasolina no es de ahora, pero lo actual es grave”, dijo el coordinador de Amigos Trasplantados de Venezuela, Alfredo Cáceres.

Cáceres sostuvo que la emergencia sanitaria a raíz de la llegada del Coronavirus alertó a los pacientes de enfermedades crónicas. “El tema es que en Venezuela pega mucho más porque estamos en una emergencia humanitaria compleja”. 

De acuerdo a Cáceres, una persona trasplantada cae en un estado de inmunosupresión lo que le convierte en un blanco vulnerable de infecciones y virus. Asimismo el paciente que recibe diálisis es propenso a verse afectado por lo que está en el ambiente.

Según Cáceres, un paciente renal se somete a diálisis en promedio tres o cuatro veces a la semana. 

“Entendemos que las indicaciones de quedarse en casa son importantes para la mayoría de la población en medio de esta pandemia, pero los pacientes renales tienen que ir a su consulta. Esas máquinas son sus riñones. Si un paciente cuyos riñones no funcionan no se dializa, muere. Así de simple”, dijo Cáceres. 

Además de la escasez de gasolina, Cáceres denunció que la falta de agua potable y electricidad también atentan contra la salud del paciente crónico. 

“Hay unidades de hemodiálisis que no prestan servicio o lo hacen a medias porque no tienen agua. Somos la población más vulnerable”, indicó.

A Cáceres le preocupa las repercusiones que tenga el Coronavirus en el colapsado sistema de salud venezolano. “Qué le espera a los pacientes si no hay inversión, los precios del petróleo están por el piso y además atravesamos por una emergencia humanitaria compleja. Estamos en un panorama incierto. El riesgo de fallecer en un hospital público está hoy más latente que nunca”.

De acuerdo a un informe elaborado por Codevida y remitido al Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas en 2019, 2.500 pacientes renales fallecieron entre 2017 y 2018 por fallas de contaminación, déficit y cierre de unidades de hemodiálisis.

Una bomba de tiempo

A juicio de Alexander Hernández, presidente de Fundaparca, fundación contra el Parkinson, Venezuela no está preparada para la pandemia del Coronavirus.

Desde hace semana y media, la fundación que coordina Hernández no ha podido entregar medicinas a los pacientes venezolanos.

El Parkinson es una patología progresiva del sistema nervioso que afecta el movimiento y la coordinación motora. No ingerir el tratamiento adecuado puede causar estragos en las células cerebrales. 

“Nuestra sede queda en un conjunto residencial y nos prohibieron entregar medicamentos por la aglomeración de personas, especialmente porque la mayoría son de la tercera edad”, dijo Hernández. 

Hernández informó que en lo que va de 2020 han fallecido tres pacientes de Parkinson por falta de medicamentos.

“Los medicamentos nos estaban llegando desde España, Portugal y Estados Unidos y debido al Coronavirus esto se ha detenido”, indicó el presidente de Fundaparca. 

De acuerdo a Hernández, en Venezuela hay alrededor de 32 mil pacientes de Parkinson y 70% de esa cifra depende de lo que les suministre Farmapatria, establecimiento de medicamentos adscrito al gobierno. “Las medicinas de Farmapatria están llegando vencidas. Unas son de Colombia y otras de India”.

Para Hernández, la atención de un enfermo de Parkinson en medio de la crisis del COVID-19 es delicada porque no lo puede supervisar cualquier especialista de la salud. “Quien padece esta enfermedad tiene un protocolo muy específico con las medicinas que puede tomar, es por eso que cuando se lleva a una emergencia debe ser atendido por su médico. Es preocupante porque en Venezuela no contamos con una atención primaria digna”, dijo Hernández.  

Salir de casa o padecer encerrada 

Desde noviembre del año pasado, Edith Hernández no recibe las medicinas que toma por la rectocolitis ulcerosa que le fue diagnosticada en 2005.

La rectocolitis es una enfermedad inflamatoria de los intestinos grueso y delgado que debe ser tratada con medicamentos similares a los de una quimioterapia. 

A raíz de este padecimiento y percatarse que el Estado no le brindaba el apoyo suficiente, Edith decidió crear la Fundación Voces de Enfermedades Ulcerosas Intestinales en 2017.

“La entrega de medicamentos en la farmacia de alto costo del gobierno está suspendida. Entiendo que iban a empezar de nuevo en marzo, pero todo se cayó por lo del Coronavirus”, dijo Edith. 

Para Edith la movilidad se ha convertido en una pesadilla, especialmente en esta época de restricciones de tránsito. 

Edith vive en Cúa, estado Miranda, pero cuando viene a Caracas a buscar sus medicinas se queda en casa de su hermana en El Cementerio. 

Desde que Maduro decretó la cuarentena, Edith no ha salido del hogar de su hermana, aunque sabe que en algún momento debe hacerlo para buscar los medicamentos que toma. “Las defensas bajas es una condición casi perenne para nosotros, tengo que cuidarme, pero también vivir”, dijo.

Visibilizar el caos

Tanto Alfredo Cáceres de la Amigos Trasplantados de Venezuela como Alexander Hernández de Fundaparca consideran que hacer visible el padecimiento de los enfermos crónicos en Venezuela es una manera de avanzar en procura de lograr la intervención del Estado y organismos de cooperación internacional.

Ambos solicitaron la ayuda de funcionarios de seguridad del gobierno para permitir el libre tránsito de pacientes que deban acudir regularmente a terapias.

Asimismo los puentes que puedan tenderse entre ONG nacionales y organismos foráneos para el arribo de ayuda humanitaria al país. 

 

*Nombres cambiados a petición de los pacientes 

Venezuela cerró 2018 con 5.688 casos de sarampión

EL NÚMERO DE CASOS DE SARAMPIÓN SE DISPARÓ en Venezuela en 2018. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) informó que el país acumuló, entre julio de 2017 y diciembre de 2018, un total de 9.101 casos sospechosos con la enfermedad, de los cuales 5.688 casos confirmados el año pasado.

La cantidad representa un aumento de 679% con respecto a la cantidad de casos que se registraron hasta el 31 de diciembre de 2017, cuando el Ministerio de Salud notificó a la OPS que hubo 727 personas que adquirieron la enfermedad viral. En total, Venezuela sumó 6.395 casos confirmados con el virus desde que reapareció la epidemia en 2017, así lo refleja la primera actualización epidemiológica de la OPS sobre sarampión de 2019, publicada por el organismo el pasado 18 de enero.

La incidencia de enfermedad pasó de 14,5 a 17,8 por cada 100.000 habitantes, siendo los estados Delta Amacuro, Distrito Capital, Amazonas y Vargas los que concentraron el mayor número de casos. Desde el mes de mayo (semana epidemiológica N° 21), se ha registrado un descenso de la curva epidémica, aunque el virus aún circula en el país.

Más información en El Pitazo.