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cartas a un hijo

¡Quédate en Venezuela! por Carlos Dorado

PicoNeblina

 

¿Los venezolanos queremos a nuestro país?

Decía mi madre; que quien quiere de verdad quiere en silencio, con hechos, nunca con palabras. El amor es el motor que mueve la vida, y la vida no es vida sin amor, sino un mero simulacro. Sin embargo; a menudo resulta tan difícil encontrar el verdadero amor, llámese éste pareja, país, profesión… ¡El verdadero amor, casi siempre es sacrificio!

Hace un tiempo, en una sobrecena en mi casa, estaba charlando con una pareja de amigos suizos que bajo recomendación mía, vinieron a pasar una semana en Venezuela.

Me comentaban que estaban impresionados por la violencia, el desorden y la inseguridad que se sentía en Caracas, lo cual les intimidaba; y de repente me preguntaron: » ¿Carlos, qué hace un tipo como tú en Venezuela?»

Les prometí que se lo explicaría a su regreso, después del recorrido turístico que iban a hacer, ya que era tarde y todavía tenía que hacerles algunas recomendaciones. Tomé una hoja y les escribí.

Cuando estén en el muelle de Puerto Ayacucho, y antes de abordar el peñero, tómense un cuarto de hora para disfrutar de una vista imponente, donde el gran Río Orinoco es atravesado por pintorescos «peñeros». Eso sí; agarren el de Jairo, sólo él sabe cómo hacer el recorrido para que la visión de los raudales rápidos más anchos del mundo, sea un recuerdo que se lleven a la tumba, y se convertirá en una de las imágenes más bellas que han visto en su vida. En esa taguara que les recomendará Jairo, no olviden comerse el bocón en hojas de plátano cocinado a la leña acompañado con una ensalada indígena de mañoco, o un sancocho a base de palometa y bocachico. Y acepten el reto de echarle el picante a base de bachacos, hecho por los indígenas.

No se olviden de pedir que los lleven al parque Tobogán de la Selva, una roca que con el pasar de los años se pulió con las aguas, adquiriendo forma de tobogán. Es bien largo y termina en una piscina natural. Por supuesto, no dejen de visitar el tepuy más  alto que está en el pico la Neblina; un espectáculo único.

¿Un solo día en Mochima recorriendo cien mil hectáreas de playas e islas? Si ese es todo el tiempo del que disponen, al menos pásense por las más bellas: Chimanas, Mono, Picuda Grande, Caracas, Venado y Borracha. Eso sí, duerman en la posada “Gaby”, ubicada dentro del Parque Nacional. De noche acuéstense boca arriba, miren el cielo estrellado y quédense así unos minutos. Miren bien el reloj, ya que al menos habrán transcurrido un par de horas. Una vez que estén en Puerto Píritu (un pueblito de pescadores), no olviden en la mañanita pedirle a la negra Jacinta que les prepare las arepitas de chicharrón con juguito de parchita o lechosa (ambos son excelentes). Al mediodía no se pierdan el lebranche recién pescado por su esposo, y de nuevo en la noche  miren fijamente el firmamento y observarán la caída constante de estrellas fugaces. ¡Ojo, no hace falta pedir deseos! Este sitio les leerá el pensamiento. No exageren con la Polarcita fría; y levántense bien tempranito, para que vean un amanecer inolvidable y sobrecogedor. ¡Importante que no olviden probar los tostones de plátano con queso!

La próxima vez tienen que venir con más tiempo para visitar la Isla de Coche, Los Roques, Salto Ángel, Morrocoy, Coro, Los Llanos, Apure, etc. Tienen para unos cuantos viajes más.

Al regreso de estos amigos suizos, yo me encontraba de viaje, y  me dejaron en un sobre la hoja con mis anotaciones, y en la cual escribieron lo siguiente: ¿Qué hacemos nosotros en Suiza? Carlos; ¡Quédate en Venezuela!

 

cdoradof@hotmail.com

¡Los 7 pecados capitales de mi madre! por Carlos Dorado

Avaricia

 

¡Yo no sé si mi madre era una sabia de la vida, o todas las madres son sabias!; pero cuando me pongo a pensar en mis conversaciones con ella, no puedo dejar de destacar su gran sabiduría con palabras, dichos y hechos que se convierten en una gran enseñanza de vida.

Recuerdo, una de las frases que más usaba: “Carlos, yo no soy tu amiga; soy tu madre”, me imagino que lo decía para marcar muy bien la distancia entre un hijo y una madre, donde lo importante para ella no era ser mi amiga, sino ser mi madre; y como tal, siempre supo ejercer muy bien su rol.

Ella siempre fue una gran revolucionaria del pensamiento, y solía decirme: “Carlos, si todo el mundo cumpliese con los diez mandamientos, y no se cayese en los pecados capitales; sería suficiente para hacer la verdadera y más grande revolución en el mundo”. Pero, también lo fue de hecho, ya que durante toda su vida no sólo cumplió con lo que predicaba, sino que se dejó el pellejo, trabajando duramente junto a mi padre, con mucha austeridad y sacrificio; para que sus hijos tuviesen la oportunidad de lograr una vida mejor, y  eso: ¡sí que es una verdadera revolución!

Cuando me quejaba de algo, o cuando no lograba lo que quería, siempre me decía: “Carlos los mandamientos, y los pecados capitales”. Y dependiendo de la naturaleza de mi queja o de mi preocupación, siempre había un mandamiento o un pecado capital que encajaba perfectamente como explicación o como solución, o al menos como antídoto.

Una de las que más le desagradaba, porque me decía que conspiraba contra la felicidad de una persona era: la avaricia. De hecho,  ella dentro de su pobreza siempre fue una mujer muy generosa, argumentando que es mejor y da más felicidad: ¡El dar que el recibir! Por ello decía que a los generosos les hace feliz ver a otros ser felices y viceversa; y a los avaros los hace ser infelices viendo a otros felices y viceversa.

Siempre solía explicarme que la avaricia es un pecado de excesos, y que el mismo encierra dentro de sí otros muchos pecados como: la deslealtad, la traición, y el egoísmo. Ella era una firme creyente de que en la vida todos los excesos eran malos, incluyendo los placeres. ¡Hasta el veneno en su justa medida, puede curar!

Cuando conversábamos sobre ello decía: “Para nuestra avaricia lo mucho es poco; y para nuestra necesidad, lo poco es mucho; y puede ser que a la pobreza le falten muchas cosas; pero a la avaricia le faltan todas. No importa lo que se tenga, el virus de la avaricia siempre nos lo hará ver como que es poco, y en muchas ocasiones  por culpa de este virus  terminamos perdiendo todo, por quererlo precisamente todo”

La avaricia no le permite a la mayoría de la gente apreciar lo que tiene, independientemente de si es mucho o es poco, y sólo cuando lo pierden es que se dan cuenta de lo que tenían, y  lo añoran; pero a veces ya es demasiado tarde. ¡Éramos felices y no lo sabíamos! Cuántas veces recuerdo esta frase.

También me solía citar a Gandhi, cada vez que hablábamos de este pecado capital: “Los hombres pasan la mayor parte de su vida perdiendo la salud, en su deseo de obtener dinero, y  el resto de lo que les queda; usando todo su dinero para obtener salud”

La avaricia es tan mala consejera, que si le dieses el universo, ella pediría los hoyos negros. ¡Simplemente no tiene límite!, y me recomendaba continuamente que lo más importante es ser dueño de lo que uno tiene, sea poco o mucho; y no ser esclavo de lo que se tiene.

cdoradof@hotmail.com

¡Bienvenidos los latinos a Miami! por Carlos Dorado

MiamiInternationalAirport

 

….. Continuación del domingo anterior.

Dicen que nada es más despreciable que el respeto basado en el miedo; y la gente tiene miedo cuando se enfrenta a un oficial de inmigración americano, sobretodo en Miami.

Como si el hecho de haber tramitado una visa, con cita previa, cola durante toda una mañana, diferentes documentos demostrativos, y un exhaustivo interrogatorio, que en muchas ocasiones raya en la humillación, no fuese suficiente; todavía hay que someterse a estos interrogatorios intimidatorios, donde uno está a la merced del poder que tiene el funcionario de turno; quien es susceptible de ser arbitrario, despótico y alienante.

Un tema de conversación entre muchos turistas en Miami, es: “Si te toca un latino; son los peores…, que si las mujeres son más amables…, que si es mejor que te toque un americano”, y casi nunca logran ponerse de acuerdo en cuál es la mejor alternativa.

¡El poder  y la virtud no se hermanan bien!, y  el poder termina casi siempre mostrando la verdadera naturaleza de un hombre. Dicen que si quieres conocer verdaderamente a un persona, sólo tienes que darle poder; pues la naturaleza del poder es tal, que hasta aquellos que no lo han buscado, sino que han tenido necesariamente que aceptarlo, se sienten inclinados a aumentarlo más y más. ¡Nada corrompe, ni malea tanto como el ejercicio de la autoridad, por momentánea y reducida que sea!

“¿Cuánto dinero trae?” Nunca entendí esta pregunta, a pesar de que me la han hecho decenas de veces, tomando en cuenta que hay una forma aduanal que uno firma declarando precisamente todo lo que trae. “Cuatro dedos, pulgar, foto, mirando a la cámara”. Finalmente, uno observa cómo le estampan el pasaporte, mientras recibe el ansiado: “Bienvenido”; y uno se siente como aliviado, como si hubiese superado una difícil prueba.

A este punto, ya las maletas están esperando al lado de la correa, y uno las recoge velozmente desesperado por salir; y de repente otra colita, esta vez es para entregar la declaración de aduana, y de nuevo el pasaporte a la altura de la cara, viéndote a los ojos, y otra vez las mismas preguntas: “¿A qué viene?, ¿Cuánto dinero trae en efectivo? ¿Algo para declarar?”, a pesar de  la declaración de aduana firmada, y de que un compañero suyo preguntó exactamente lo mismo; y basándose en un criterio que nunca se logra descifrar, sale uno a revisión de equipaje, o con un poco de suerte, directo a la ansiada ciudad de Miami.

Me gusta la gente capaz de amar lo que hace, de ponerle corazón a lo que emprende cada día, y por lo que lucha cada día; con la mejor de las actitudes para lograr un mundo mejor, desde su propia trinchera por pequeña e insignificante que sea. ¡No siento lo mismo cada vez que llego a la aduana en Miami!

Nobleza obliga”, me solía decir mi madre, y en Estados Unidos tienen una historia demasiado grande, poblada de gente que por su aporte a la humanidad, son un ejemplo a  seguir y una referencia para todo mundo, forjadores de muchos derechos y conquistadores de muchas libertades, como para que sometan todos los días  a semejante humillación a miles de personas, en su gran mayoría latinos, que por una u otra razón, llegan a visitarla; y los cuales han contribuido a que Miami sea hoy por hoy, una de las ciudades más importante  de USA.

Debería poner un cartel bien grande que diga: !Bienvenidos, los latinos a Miami! Pero eso sí, que no se quede en el simple texto de un cartel; que se convierta en una agradable realidad.

 

cdoradof@hotmail.com

¡Un buen día viéndote al espejo! por Carlos Dorado

Reloj

 

Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de que ya has vivido más de lo que te falta por vivir, y que ese futuro que veías tan lejano, es ahora pasado; donde los recuerdos superan las ilusiones, donde casi todo pasó, sin casi darte de cuenta que pasó, y donde ese niño que se ilusionaba por cualquier cosa, ahora es el adulto que sólo se ilusiona por demasiadas pocas cosas; y comienzas a pensar en cosas que antes no pensabas.

Un bien día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo, y que ese rostro senil,  ese cuerpo que perdió la figura y que te resistes a reconocer: ¡es el tuyo! Donde esa arruga, ese pelo blanco, están teniendo demasiada compañía; y comienzas a darte cuenta que tú también tienes fecha de caducidad, y que ya no está tan lejana como tú pensabas. ¡El pasado es lo que fue, y no tiene vuelta de hoja! Y aquello que en su tiempo fue locura, ya se convirtió en experiencia, y ahora se está desvaneciendo como recuerdo. ¡Quizás anhelabas llegar a viejo, y ahora te preocupa que llegaste a lo anhelado! Y te sientes como esos libros empolvados que hace tiempo que nadie lee, y que si desapareciesen nadie lo notaria. También te estás acostumbrando a leer los obituarios del periódico, y sin querer, cuentas aquellos que son más jóvenes que tú, y notas que ya comenzaron a ser mayoría.

Un bien día viéndote al espejo, de repente te das cuenta  que antes con cada sueño que moría, te nacían cientos, ahora te mueren cientos y si acaso, con suerte te nace uno; y te das cuenta de que todas esas pequeñas decisiones  que tomaste sin darte cuenta, resultaron ser las grandes decisiones en tu vida. Ya no te interesa aprender, te conformas con entender. Ya no eres curioso, ya no te gustan las sorpresas, que tanto disfrutabas antes. De repente, te das cuenta de que ya no te importa la vida, sino el tiempo; y que tratas de alargarlo desesperadamente, sin que te importe vivir sino únicamente durar. ¿Vivir o durar?

Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de que hay muchas cosas que te hubiese gustado hacer y no hiciste, y demasiadas cosas que hiciste que no te gustó hacer, y que seguramente hiciste muchas cosas, pero te olvidaste de la más importante: ¡Vivir! Que quizás concentraste demasiada energía en las tormentas, pero muy pocas veces gozaste del sol.

¡Vuelve a vivir! Porque también es hermoso contemplar el rostro surcado de arrugas, un rostro que ha vivido, y unos ojos que reflejan una bella luz. ¡Ilusiónate de nuevo! y que tu mayor ilusión sea el seguir teniendo ilusiones, sin permitir  que desaparezcan las fantasías, ya que no podrás vivir el presente, si vives añorando el pasado.

¡Enamórate de nuevo! Ya que los hombres no dejan de enamorarse cuando envejecen, sino que envejecen porque precisamente dejan de enamorarse. Y trata de buscar cada día la loca esperanza y la absurda alegría.

Ya que a pesar de todo, y de que la vida es dura, también es un milagro, y también es una aventura; y dejando la puerta abierta, seguramente muchos rayos de sol se cuelen por la misma, ya que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Y el mundo es precisamente eso: un espejo, que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos. La manera como se encara la vida y sobretodo la vejez, es la gran diferencia entre vivir o durar.

Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta…….

 

cdoradof@hotmail.com

Carlos Dorado Feb 08, 2015 | Actualizado hace 9 años
¡Vámonos a Venezuela! por Carlos Dorado

DeRegresoVenezuelaAeropuerto

 

Mi artículo del domingo pasado titulado: “Vámonos de Venezuela”  causó un  exagerado número de comentarios  en las redes sociales, donde las opiniones  fueron encontradas, incluyendo algunas con insultos personales, a pesar de que el relato no era de mi autoría;  e inclusive, hubo un lector que escribió:” Buen día Sr., seré breve: usted escribe otro artículo tan malo y mal redactado como ese y le aseguro que escribiré al editor del periódico para que le impida escribir de nuevo allí o retiro mis suscripción al periódico”. Espero que Miguel Maita no me impida seguir escribiendo, ya que dudo que  vaya a mejorar  mi redacción.

Sin embargo; leyendo los diferentes mensajes,  lo que  se pudiese concluir,  es la fuerte polarización que estamos viviendo como sociedad, y la forma tan intempestiva de reaccionar ante cualquier situación que no coincide con la nuestra.

En primer lugar, si alguien está a favor de la libertad de expresión, eso significa respetar los puntos de vista que no comparte; de lo contrario, él mismo, sería quien ama lo que condena en los demás; y termina reclamándole a estos lo que precisamente él no tiene.

En segundo lugar, cada persona tiene el derecho y la libertad a decidir lo que piensa y lo que más le conviene, siempre y cuando su decisión no afecte el derecho de otra persona.  Pero la libertad también significa responsabilidad; y por eso, muchas personas le tienen tanto miedo ¡Ser libre, es precisamente dejar de depender de los demás para depender sólo de nosotros mismos!

Un venezolano tiene todo el derecho de irse del país,  y seguramente tendrá miles de razones para hacerlo; pero también habrá muchos venezolanos que tendrán miles de razones para quedarse. Pretender ser el juez del que se va o del que se queda, es un papel que a nadie le debería corresponder, y como bien decía mi Padre: “nadie es culpable, cuando se es el propio juez; y siempre es más fácil juzgar a los demás que a uno mismo”

Yo he sido un hijo de emigrantes, y quizás también podría clasificarme como emigrante a pesar de que vine a Venezuela con una corta edad; y nadie tiene que contarme la película, porque yo la he vivido, y en muchas ocasiones le pregunté a mis padres si fue una buena idea el haber tomado la difícil decisión de: ¡Vámonos a Venezuela!

“Carlos, cuando tomamos la decisión sabíamos muy bien lo que nos esperaba. Pero también sabíamos muy bien  lo que queríamos, y estábamos firmemente dispuestos a pagar el precio. Fueron muchas noches, mejor dicho; todas las noches llorando en silencio, llorando para uno mismo, fueron muchas lágrimas derramadas, muchos  los sacrificios, muchas las humillaciones, y mucho el dolor de separarnos de nuestros seres queridos. Cada día repasaba mentalmente mi pueblo, mis hijos, y añoraba regresar a mi país con los míos”, me solía decir mi madre.

Sólo en una ocasión tuve la oportunidad de conocer la respuesta, y fue durante el acto de mi graduación de economista en la Universidad Católica Andres Bello, donde sentados en la última fila estuvieron llorando durante casi todo el acto. Una vez terminado el mismo, fui a abrazarlos, y los dos continuaban llorando como niños, y en medio de sollozos y fundidos los tres  en un  largo abrazo, me dijeron: “Carlos, mereció la pena”

En ese momento, a pesar de que no les había hecho la pregunta, estoy seguro de que me estaban dando la respuesta a lo que tantas veces  les había preguntado: ¿Fue una buena decisión haber emigrado?

 

cdoradof@hotmail.com

 

¡Vámonos de Venezuela! por Carlos Dorado

Emigración

 

El otro día en un almuerzo de trabajo, y después de hablar sobre lo que era el objeto de la reunión, como casi siempre sucede, terminamos hablando de la situación en Venezuela; y mi invitado me contó algo que me llamó poderosamente la atención por su realismo y pragmatismo.

Mí invitado, casado desde hace varios años y con dos hijos, me comentó que desde hace un tiempo, su mujer siempre sacaba el mismo tema: ¡Vámonos de Venezuela!, y nunca dejaba de mencionarle sobre los amigos que  se fueron y ahora viven en Miami, con supuestamente una gran  calidad de vida. “Salen tranquilos, no andan con miedo, no hacen colas, tienen de todo. ¿Y nosotros? ¡Hasta cuándo! ¡Vámonos de Venezuela!” dice  que le repetía como un disco rayado.

“Mira Carlos, esto era todas las semanas”. Un buen día, llegué a la casa y le dije: “¿qué te parece si salimos a cenar?”. “Prefiero que no, es peligroso, a fulano de tal lo asaltaron precisamente saliendo de cenar”. “Después de insistirle un poco y con el argumento de que íbamos a un restaurante a diez minutos de la casa, accedió a regañadientes”.

“Llegamos al restaurant, y apenas nos tomaron el pedido, adivina cuál fue la primera frase Carlos: ¿Cuándo nos vamos?, ya que sigue pasando el tiempo, y veo que tú no haces nada. ¡No puedo más! Pero esta vez,  estaba dispuesto a sacarse el argumento de encima definitivamente. Pedí un buen vino, llené las copas con mucha calma, y comencé a hablarle”.

“Mira, sé que estás muy preocupada por la situación, que te crea mucha ansia, y que has tenido inclusive algunos ataques de pánico; y que quieres irte a como dé lugar, y te entiendo muy bien. Por lo cual, quisiera presentarte cuatro alternativas para que seas tú misma quien elijas la que creas que más nos conviene, y seas  tú misma la que tomes la decisión final. Déjame decirte de una vez, que voy a aceptar, respetar y cumplir  con la que tú elijas, sin ni siquiera argumentarte nada en contra, ni preguntarte en qué te basaste para tomarla. Pero eso sí, te pido que después de que tomes una de ellas, no me vuelvas  a hablar del tema, y tratemos de ser felices y de mirar hacia adelante ¿Estás de acuerdo?”

“Se me quedó viendo, con cara de sorpresa, sin saber qué decirme, y con una voz muy baja, me dijo: ¡Sí claro! Mira las alternativas son cuatro: Una; nos vamos a vivir a Miami; pero lógicamente no siendo millonarios como para vivir de las rentas, como tú a veces piensas; sino que tenemos una buena situación económica, para ello tendremos que buscar trabajo los dos, y adecuarnos a esos ingresos que logremos, olvidándonos un poco de mujer de servicio, chofer, y todo eso. Dos; nos mudamos a Miami, y al igual que muchos, vengo los lunes y trato de mantener el negocio aquí, subiendo cada dos semanas. Pero eso sí, te advierto que seguramente después de un tiempo se me atravesará alguien, seguramente más joven que tú, y lo más probable es que terminemos tú y yo divorciados, o en el mejor de los casos con muchos cachos. La tercera,  es que te consigas un multimillonario que nos mantenga a todos en Miami, de la forma que tú quieres vivir, y yo me voy con Uds., y la cuarta y última es que sigamos como estamos, y trates de ver el vaso medio lleno y no me vuelvas a torturar psicológicamente con que te quieres ir, porque yo no hago milagros, así que ¿tú dirás?”

“Carlos, se me quedó viendo un largo rato. No argumentó nada. Sólo me dijo: Nos quedamos. No me volvió a decir: Vámonos de Venezuela, y ya han pasado seis meses”.

cdoradof@hotmail.com

¿Está Ud. dispuesto a perdonar? por Carlos Dorado

ElhombredelFerrocarril

 

Quisiera recomendarle una película: “El hombre del Ferrocarril”, con Colín Firth y Nicole Kidman; una historia basada en hechos reales, acerca de la vida de Eric Lomax, un oficial del Ejército Británico capturado por los japoneses durante la campaña de Singapur en 1942.

Lomax, fascinado por los ferrocarriles desde su infancia,  en las noches durante su cautiverio, dibujaba un mapa del trazado de las vías que iban construyendo. Cuando los guardias descubrieron el mapa, fue entregado como un espía a Kempei, la policía secreta japonesa, y un joven llamado Nagase Takeshi le proporcionó brutales torturas que dejaron a Lomax severamente traumatizado física y psicológicamente.

Años después de finalizada la guerra, Lomax descubre que esta fatídica pesadilla aún no había terminado, y su vida continuaba siendo una pesadilla, así que decide regresar al lugar donde fue torturado salvajemente; encontrándose con su torturador Nagase cara a cara, el cual hacía las veces de guía turístico, en el mismo lugar donde había sido tratado inhumana y salvajemente por éste.

Su primera reacción fue matarlo, de la misma forma que trataron de matarlo a él; pero no pudo. A continuación se desata, un diálogo muy intenso entre ambos, donde Nagase le pide perdón llorando desconsoladamente, tratando de aplacar su furia. “Después de tantos años transcurridos, vas a cometer una injusticia matándome, que  sólo te hará sufrir más aún de los que llevas sufriendo”, le dijo Nagase “Fui un cobarde,  por consiguiente fui muy cruel, pero te pido misericordia porque ese es el ingrediente de los valientes, y tú fuiste el hombre más valiente que he conocido”. Lomax le respondió:” Aquellos que tienen piedad con los crueles, terminan siendo crueles con los que tienen piedad, y tú fuiste muy cruel”. Nagase le dice “Tu sufriste unos años por los maltratos que te infringí, yo llevo sufriendo desde ese momento, como un fantasma que me atormenta”

Simón Bolívar, dijo en sus últimos momentos de vida: “Sí, al sepulcro. Es lo que me han proporcionado mis conciudadanos. ¡Pero los perdono!” ¿Debemos de perdonar a los  que nos han maltratado? ¡Sí! No porque se lo merezcan, sino porque sentimos tanto amor por nosotros mismos, que no queremos continuar pagando por esas injusticias que cometieron ellos. ¡Cuando perdonamos nos hacemos superiores a nosotros mismos! Ya que quien no perdona a tiempo, sufre todo el tiempo, solía decirme mi madre; y el perdón siempre contiene justicia. ¡Aunque no sea justo!

¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros? La venganza sólo sirve para eternizar las enemistades en el mundo, y el placer fútil que causa. Una buena sociedad debería enseñar a no ofender, y a no tener nada de qué arrepentirse;  pero ante la ausencia de esto, quizás deba enseñar a perdonar. ¡La venganza es un arma de los débiles!

¡Al final Lomax decide perdonar a Nagase! “Te perdono, porque quiero volver a  vivir con esperanza y con ilusión en el futuro, y no rumiando el daño que me ocasionaste y que sigue haciéndome mucho daño”. Se convirtieron en los mejores amigos en la vejez, y terminaron sus vidas uno perdonándole los maltratos, y el otro  agradecido por el perdón. ¡Ambos volvieron a vivir!

Nosotros como sociedad, llevamos muchos años de odios, sin darnos cuenta de que el futuro no debe de estar hecho de eso.  ¡Es precisamente ese odio, lo que hay que erradicar para que haya futuro!

 

cdoradof@hotmail.com

Ene 18, 2015 | Actualizado hace 9 años
¡Cartas a un padre! por Carlos Dorado

PadreEHijo2

 

Cuando tuve que hacer la introducción del libro “Cartas a un hijo” que publiqué recientemente, le pedí a mis hijos que me escribiesen una carta, sin ningún tipo de censura, y la realidad es que me sorprendieron gratamente.

Quisiera recomendarles ampliamente a aquellos lectores que son padres, que en algún momento le pidan a sus hijos que le escriban una carta; estoy seguro de que también se sorprenderán. Hoy quisiera compartir algunos extractos de las que me escribieron mis hijos:

Carlos Eduardo: “En mi opinión, el desafío más grande que tiene un padre es poder educar a sus hijos de manera tal que en un futuro, esa siguiente generación pueda sobrepasar los logros de la generación actual. La vida de un padre ya no es sólo la vida de él; sino la vida de él y su hijo, y no es sólo su felicidad, sino también la de sus hijos”.

Te quiero dar las gracias por haber sido siempre para mí el ejemplo a seguir en esta vida. Siempre enseñándome a ser una persona que valora las cosas simples; como una buena conversación, una comida casera, un bello paisaje o el tiempo con la familia. Por enseñarme a vivir con nobleza, a ponerme en los zapatos de los demás, a entender que las cosas tienen diferentes perspectivas, a no abusar de nada sino siempre a tratar de vivir en el medio, a respetar a los mayores ya que algún día seré yo el que voy a apreciar que me respeten. Por enseñarme a retarme a mí mismo, a proponerme metas, a permitirme sueños, a no ver ningún objetivo como inalcanzable, a cómo mantenerme sano. Gracias por enseñarme a ser un hombre, pero sobre todas las cosas: gracias por enseñarme cómo ser un buen padre

Alex: “Escribir una carta a un padre es una tarea compleja, ya que en la mayoría de las ocasiones son momentos estereotipados en los que los elevamos y los admiramos por sentimiento, mas no por razonabilidad. La visión de un hijo hacia un padre cambia el día en que el hijo se convierte en padre; y finalmente saborea la profundidad y la seriedad de la propia definición. En ese momento es cuando un hijo tiene la mejor perspectiva para criticar y admirar a los santos que le dieron un hogar”

“Si no conocemos los sueños y creencias de nuestros hijos nunca sabremos cómo ayudarlos a ser felices, motivarlos a desarrollar sus talentos, abrir su visión a nuevas posibilidades, y guiarlos cuando se pierden por circunstancias de la vida. La realización y éxito de cada uno de nosotros, seamos padres o hijos, es lo que nos da evidencia de que en un momento existimos, y compartir esa trayectoria con orgullo es lo que une eternamente a una familia. Esta es la carta de un padre a su padre, esperando que un día sus hijos tengan el coraje de escribirle”

Mario: “Gracias” y “te quiero”, creo que son las expresiones que más se le deberían de decir a un padre. Un padre es ese hombre que enseña a sus hijos a dar el máximo para conseguir sus metas. Él es quien te facilita el calzado adecuado para andar en búsqueda de las metas. Es, también, quien sabe curar las ampollas que te salen en los pies recorriendo el camino; pero no es necesariamente quien te lleva en el mejor y más rápido de los carros para conseguirlas. Empiezo a comprender lo complicada que es la vida. Un padre no siempre tiene respuestas a todas las preguntas y dudas que te surgen en la vida, pero es el que te ayuda a encontrar la mejor de todas ellas”

Como dijo el poeta Almafuerte: “Padres sin alma, son aquellos que niegan a sus hijos consejo, amor, ejemplo y esperanza”


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