¿Y qué hacemos ahora? - Runrun
Alejandro Armas Feb 09, 2024 | Actualizado hace 2 meses
¿Y qué hacemos ahora?
Me parece estupendo que Machado y quienes la apoyan digan que no se van a doblegar. Pero el público que ha depositado sus esperanzas en ellos necesita más que consignas y eslóganes positivos

 

@AAAD25

Este artículo ve la luz cuando se cumplen dos semanas del pronunciamiento del Tribunal Supremo de Justicia, hablando en representación de la elite chavista que realmente toma tales decisiones en atención a sus intereses privados, reafirmando la inhabilitación de la candidata presidencial unitaria de la oposición, María Corina Machado. Desde entonces, se ha intensificado la discusión entre elementos que se identifican como “opositores” (aunque algunos en realidad no se opongan de ninguna manera al gobierno) sobre cómo proceder. Están por un lado quienes instan a designar ya mismo a un abanderado sustituto sobre el que no pese ningún veto. Por el otro lado están los que insisten en que Machado, como ganadora de la primaria de octubre de 2023, sea la retadora de Nicolás Maduro o cualquier otra persona que el chavismo lance. En este grupo se encuentran, por los momentos, todos los partidos de la Plataforma Unitaria, principal coalición opositora.

Como es normal en este tipo de diatribas desde hace años, la amargura visceral no falta. Los partidarios del reemplazo inmediato acusan a los otros de crear un culto personalista intransigente en torno a Machado, que ata los destinos de la disidencia a los caprichos egoístas de una sola persona. Los que se inclinan por seguir clamando por la habilitación de ella, por su parte, dicen que el otro bando desdeña la voluntad ciudadana expresada en los comicios internos y pretende que el candidato opositor sea alguien que el gobierno considere aceptable porque no interferirá con los vicios del sistema.

Quienes me conocen saben que yo pienso que la oposición debería al menos intentar hacer valer el resultado de la primaria. He sido desde años bastante crítico de la idea de que plegarse a las arbitrariedades de la elite gobernante y pese a ellas propinarle una derrota electoral con margen inmenso hará que ella acepte finalmente un cambio político. Hoy, no obstante, me voy a dirigir en tono no precisamente halagüeño a los otros. A los que dicen que se mantendrán en pie de lucha. Mi pregunta para ellos es: ¿y ahora qué?, ¿cuál es el plan? Me parece estupendo que Machado y quienes la apoyan digan que no se van a doblegar ante los abusos. Pero el público que ha depositado sus esperanzas en ellos necesita saber más. Necesita más que declaraciones de principios, por nobles que estos sean. Necesita más que consignas y eslóganes positivos, como “Hasta el final”. Lo que necesita es una estrategia. Un conjunto de pasos concretos que pueda seguir.

Estrategia mata dilema

Estrategia mata dilema

Ah, qué hacer, qué hacer. Probablemente sea la pregunta por antonomasia para la humanidad. La conseguimos hecha meme a partir de una escena de Buscando a Nemo y también en un panfleto de Vladimir Lenin devenido en libro. Arendt sostuvo que la acción es lo que nos permite distinguirnos como individuos. Esto es especialmente importante en política, puesto que las comunidades libres, o que aspiran a serlo, son los espacios en los que diferentes personas pueden actuar con relativamente pocas limitaciones, reafirmando así su identidad y, al mismo tiempo, convenciendo a otros sobre la validez de las ideas propias. Es así como los individuos se articulan para transformar su entorno… Precisamente lo que a los venezolanos nos urge.

Aunque Arendt incluyó con énfasis el discurso en el rango de lo que tenía en mente al hablar de acciones, es necesario que vayamos más allá de lo estrictamente retórico. Facta, non verba. Es más, la palabra debe estar al servicio de la acción no verbal. Debe ser para convocar, para organizar, para movilizar. Acciones cívicas y pacíficas que involucren a todos los ciudadanos interesados en un cambio de gobierno. Porque sin ese tipo de presión interna, la probabilidad de que la oposición alcance ese objetivo las veo mínimas. La presión internacional es importante pero no suficiente. Quien crea que las sanciones, de regresar en abril, por sí solas van a hacer todo el trabajo, se equivoca. Los más de cuatro años en que estuvieron vigentes son prueba más que suficiente.

No me vengan con que seguramente hay un plan, pero no lo han revelado todavía. No estamos para esas. El reloj corre en contra. El chavismo quiere hacer las “elecciones” lo más pronto posible para que la oposición tenga poco margen de maniobra.

Entiendo perfectamente el tamaño del desafío. No es nada fácil alentar a una población que está aterrorizada por la represión gubernamental y que concentra su esfuerzo en actividades productivas para apenas llenarse el estómago todos los días. Pero si no se intenta por lo menos, el fracaso es una profecía autocumplida. Así, en unos meses (o, quizá, en unas semanas), la oposición estaría nominando a una alternativa y rogando que el gobierno no la inhabilite también. Un escenario bastante subóptimo, que indicaría poca o nula disposición a defender el voto en caso de abusos desde el poder. Si ese va a ser el desenlace, la trifulca verbal con los actuales partidarios de la sustitución no tiene ningún sentido.

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