El “país del disimulo” se extiende al Esequibo - Runrun
El “país del disimulo” se extiende al Esequibo
Quizá no hubiéramos llegado a una situación tan lesiva a los intereses venezolanos si no fuera por el desinterés explícito que el chavismo manifestó en la reclamación, no por uno, ni dos, sino por 16 años
Con la influencia de su adorado Fidel Castro, Chávez en 2004 manifestó que ‘el gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el territorio en reclamación

 

@AAAD25

Decía Jean Baudrillard que la vida en la sociedad moderna es, toda ella, un simulacro, por la saturación de signos y símbolos que no median la realidad, ni la ocultan, sino que llenan el vacío que deja la falta de una realidad significante por una especie de descuido epistemológico. Una idea que pudiera resonar en el Occidente desarrollado capitalista.

En esta Venezuela involucionada, en cambio, conviene recordar a nuestro intelectual endógeno José Ignacio Cabrujas, para quien este país no era puro simulacro, sino puro disimulo. Es decir, una simulación deliberada que sí se propone esconder lo real. Una pena para todos nosotros, pero acaso un alivio para él mismo, que el autor catiense no haya podido ver el nivel de disimulo del gobierno que tristemente nos ha tocado desde 1999. La brecha insondable entre lo que el chavismo dice hacer y lo que hace de verdad. Pasa con tantas cosas. Con la aplicación de justicia, con el manejo de la economía, con la prestación de servicios públicos… Y con el reclamo del Estado venezolano sobre el territorio Esequibo.

Una vez más Guyana es tema común en el discurso de los máximos jerarcas del chavismo, debido al impulso desde Georgetown a la explotación de hidrocarburos en territorios disputados. Cada cierto tiempo el asunto sale a relucir. Como con todo, el gobierno lo trata con su característica soberbia y pomposidad. Un derroche de nacionalismo que da a entender que siempre han estado a la vanguardia de las exigencias y han hecho de ellas un punto de honor. Desde la repetición ad nauseam del mantra “¡El sol de Venezuela nace por el Esequibo!” hasta una nueva muestra de creatividad en el bautismo de bonos miserables con los que el gobierno pretende complementar un salario igualmente miserable. El más reciente de esos bonos se llama “El Esequibo es de Venezuela”. Al momento de escribir estas líneas, su valor es de $4,10 a la tasa de cambio oficial. Tiene sentido. Es igual de valioso que el acartonado esfuerzo del chavismo por insistir en la demanda de restitución de aquellas selvas a Venezuela.

Lo cierto es que ese reclamo está probablemente en su peor momento desde el infame Laudo Arbitral de París de 1899. Pese al Acuerdo de Ginebra de 1966, que reconoce la ilegitimidad de dicho laudo e insiste en que Venezuela y la entonces naciente Guyana negocien bilateralmente cómo resolver el incordio, Georgetown se las arregló para que la Corte Internacional de Justicia abra un procedimiento en la materia. Venezuela se opone, con mucha razón. Un fallo favorable a Guyana es lo más probable.

Hablemos del Esequibo

Hablemos del Esequibo

Quizá no hubiéramos llegado a una situación tan lesiva a los intereses venezolanos si no fuera por el desinterés explícito que el chavismo manifestó en la reclamación, no por uno, ni dos, sino por 16 años. Pese a su desconexión cultural con Latinoamérica, Hugo Chávez siempre quiso incluir a Guyana en su peculiar panamericanismo socialista de inspiración dizque bolivariana. No es que guiños de aquel lado le faltaran. Gobernaba Guyana entonces el Partido Progresista del Pueblo, organización con raíces marxistas con un importante historial de lucha anticolonial en las postrimerías del control británico de ese territorio. Un sueño húmedo para cualquier ñángara. No en balde sus fundadores fueron entusiastas convencidos de la Revolución cubana, cuya dictadura resultante siempre ha apoyado a Guyana en la disputa con Venezuela (tal vez, en parte, por resentimiento ante el fracaso del intento de copiar en el Cerro El Bachiller lo que tuvo éxito en la Sierra Maestra, justo por esos años en los que Guyana se estaba independizando de Londres).

En fin, con o sin la influencia de su adorado Fidel Castro, Chávez en 2004 manifestó que “el gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo” por el Estado guyanés y que “el asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países”. Nicolás Maduro le siguió los pasos, desdeñando, durante una visita a Georgetown en los albores de su presidencia, el Acuerdo de Ginebra como algo “del viejo Imperio Británico y el viejo gobierno de Acción Democrática” (acá vale recordar que, en efecto, fue el ejecutivo de Raúl Leoni, uno de aquellos de nuestra etapa democrática tan señalados de “apátridas” por el chavismo, el que logró aquel repudio internacional del Laudo de París y nos brindó una herramienta de derecho internacional para revivir el reclamo).

Tuvo que llegar el año 2015 para que cambiaran las cosas o, volviendo a Cabrujas, se simulara un cambio. Casualmente cuando el respaldo al chavismo se había desplomado, de cara a las elecciones parlamentarias de ese año, a Maduro y compañía se les ocurrió que era el momento idóneo para dar un giro de 180 grados y reanudar la reclamación. Obviamente eso siempre apestó a un cálculo mezquinamente utilitario. Un intento de producir lo que los anglosajones llaman, en ciencia política, el “Efecto Rally-Around-the-Flag”, consistente en la cohesión del público en torno a su gobierno cuando hay una amenaza extranjera, hipotética o concreta, aunque ese gobierno sea impopular. Creo que la elite chavista se dio cuenta rápido de que la táctica no estaba funcionando, porque en cuestión de días saltó del río Cuyuní al río Táchira, para dedicar toda su atención a Colombia, culparla por la delincuencia en las calles de Venezuela y mandar a cerrar la frontera. Tampoco eso sirvió: la oposición ganó por paliza las elecciones.

Desde entonces, las intervenciones del gobierno en la reclamación del Esequibo han sido intermitentes. Vemos ahora una nueva, con el añadido nefasto (porque el chavismo siempre puede ingeniárselas para que todo sea peor) de un plan de referéndum para preguntar a la ciudadanía cómo proceder. Entonces, en un país donde escuelas y hospitales se caen a pedazos, el chavismo pretende gastar un dineral en un plebiscito en el que preguntará a la gente si debe cumplir con un deber constitucional de defensa de la soberanía territorial del país.

Pero si lo que buscan es fortalecer su aún devastada base de apoyo popular atizando las llamas del nacionalismo, será en vano nuevamente. Si ya en 2015, con la economía camino al descalabro total, no sirvió, pues menos ahora. Para el grueso de los venezolanos de a pie, enfocados en procurarse los medios para sobrevivir, el Esequibo ha de ser totalmente irrelevante. Si fueran tierras que nos están arrebatando en tiempo real, y con una gran población culturalmente venezolana, a lo mejor otro gallo cantara. Como sea, nada de lo anterior exime al gobierno de hacer todo lo que esté a su alcance para recuperar la zona en reclamación. Lástima que nunca hubo un interés real en lo que va de siglo XXI. No veo razones para asumir que ahora sí lo hay. Puro disimulo.

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