Los consultómanos - Runrun
Alejandro Armas Sep 18, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Los consultómanos

@AAAD25

Sigue pasando el tiempo sin que los venezolanos tengamos ni el menor destello de claridad sobre nuestro porvenir. La sensación de deriva es inmensa, con una escasez severa de gasolina, una epidemia de covid-19 que el régimen chavista dice estar controlando (los expertos de la sociedad civil que gozan de credibilidad infinitamente mayor insisten en lo contrario) y una dirigencia opositora que perdió el rumbo estratégico en la ruta hacia el cambio político.

A principios de mes, varias organizaciones políticas y de la sociedad civil suscribieron un “Pacto Unitario”. Lo positivo de este acuerdo es que confirmó que ningún partido se sumó a la disparatada iniciativa de Henrique Capriles de enganchar la lucha por elecciones justas al proceso convocado por el régimen chavista para diciembre.

Sin embargo, más allá de eso, el documento es una reafirmación de objetivos que ya conocemos; y no ofrece mayores luces sobre la estrategia para alcanzarlos. Me gustaría pensar que Juan Guaidó y sus aliados están cocinando un nuevo plan para despertar el apetito de movilización de las masas (atendiendo a la necesidad de mantener la distancia física entre comensales para combatir el coronavirus, claro está). Pero mi olfato no detecta ese platillo. Desde el anuncio del pacto, solo hemos visto un evento de apoyo al personal de salud, bienintencionado y digno, pero escueto para los fines de la oposición.

Si el grueso del Pacto Unitario a estas alturas suena anodino, el séptimo punto de su apelación a los ciudadanos es más bien desconcertante: “una consulta popular que permita a todos los venezolanos expresar la voz del pueblo y manifestar el respaldo necesario para avanzar hacia nuestra libertad, recuperar la democracia y promover el bienestar”. Omitamos el ornato grandilocuente y pongamos el foco en lo medular.

A saber, la dirigencia opositora quiere consultar a la ciudadanía. Desde luego, a uno le surge la pregunta “¿Consultar qué?”. ¿Consultar cuál debe ser la estrategia, acaso? ¡Pero si eso es precisamente lo que la ciudadanía delega a sus líderes! Una dirigencia política eficaz traza una estrategia y es capaz de legitimarla ante las masas mediante una labor acertada de comunicación. Si le va bien, no tiene que consultar a nadie.

Profundicemos un poco esta hipótesis. La gente está desanimada. Eso no lo va a cambiar una consulta en sí misma.

Lo que lo va a cambiar es una estrategia que entusiasme, por innovadora y a la vez realista (el presunto motivo de la consulta). Irónicamente, una vez que el liderazgo cuenta con esa estrategia y puede motivar la participación en la consulta, esta última se vuelve irrelevante. Porque el plan de la dirigencia entonces ya tiene la legitimidad que buscaba. Debería por ello emplearla para canalizar el apoyo hacia la movilización ciudadana.

Así que no. No creo que los promotores de este referéndum tengan en mente legitimar una nueva estrategia, aunque ese termine siendo el enunciado. Lo que quieren es legitimarse a sí mismos. Demostrar que aún son capaces de desplegar el respaldo de la mayoría de los venezolanos.

Decía mi profesora de filosofía política, Nadia Urbinati, que aquellos regímenes en los que el líder tiene una tendencia excesiva a consultar a la ciudadanía revelan un orden político en el que el líder se ve en la constante necesidad de relegitimarse. Pero, otra ironía, esto no supone mayores influencia y participación del pueblo, que queda reducido al papel de un espectador pasivo, hipnotizado por el líder, ante el cual asiente mientras le permite concentrar más y más poder. Por eso, no se trata de esa “democracia radical” idealizada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, sino de lo que Urbinati llama “democracia desfigurada”, siempre en riesgo de convertirse en un autoritarismo bonapartista.

A ver. Obviamente esta categoría no aplica a Guaidó por el simple hecho de que él no tiene el poder del Estado en sus manos y ni siquiera es un caudillo de oposición (su liderazgo obedece a circunstancias y a pactos entre elites partidistas, más que a su propia destreza política). Pero la dirigencia de la que él es parte sí tiene una tendencia llamativa a hacer plebiscitos. El que ahora plantean no es el primero. Ya lo vimos con la consulta del 16 de julio de 2017.

En aquel momento, la accidentada Mesa de la Unidad Democrática estaba pasando por una nueva crisis, luego de cobrar vigor con el estallido de protestas casi cuatro meses antes. Pasó el tiempo con la gente en la calle y el chavismo no cedió. Por el contrario, redobló su apuesta autoritaria con la formación de la “Asamblea Nacional Constituyente”. Aparecieron señales de agotamiento ciudadano y frustración por la falta de resultados. Así que la MUD hizo un último esfuerzo para conservar su base política.

Eso fue la consulta de julio. Las tres primeras preguntas del plebiscito fueron meramente declarativas. Una para rechazar la “ANC” y otra para exigir a los militares que dejen de tolerar el incumplimiento de la Constitución. La última pregunta, en cambio, si contenía la promesa de acciones concretas que en su momento parecieron parte de una estrategia: el nombramiento de nuevas autoridades para los poderes públicos nacionales.

Lo primero (y último) que se hizo en tal sentido, luego de que el caudal de votos a favor indicara un espaldarazo a los responsables, fue nombrar jueces para las vacantes del Tribunal Supremo de Justicia que el chavismo había llenado de forma irregular. Como sabemos, esto fue un desastre. No se tomaron medidas para garantizar siquiera la seguridad de los magistrados elegidos, ante la reacción cantada de desconocimiento y castigo por parte del régimen. Los jurisperitos “honrados” terminaron en el exilio o en la cárcel, incapacitados de facto para ejercer sus funciones (por más que los desterrados, alentados por factores de la oposición que siempre sobreestiman su poder, se constituyeran como un tribunal aparte del de Caracas, rápidamente reducido a la irrelevancia por no contar con ningún medio para hacer valer sus sentencias).

Así que aquello que en el paroxismo de 2017 pareció una jugada estratégica digna de un Capablaca de la política, y aprobada por las masas, hoy luce como un torpe impulso demagógico para evitar que el apoyo a la dirigencia colapsara por no haber podido frenar al chavismo. Igualmente, el apoyo colapsó y no se recuperó del todo hasta enero de 2019.

Mucho me temo que se repita el ciclo. El entusiasmo por el ascenso de Guaidó ha decaído bastante y esta nueva consulta pudiera ser un mero intento de buscar el respaldo perdido.

Si el plebiscito no va a acompañado de una estrategia convincente, auguro que la participación será exigua, lo que profundizará la crisis del liderazgo. Si va acompañado de un espejismo de estrategia, pasará lo mismo que en 2017. Por eso, repito, espero que haya una preparación estratégica que no estamos viendo, y que la consulta, aunque innecesaria, sea solo el retrato numérico del entusiasmo generado por la estrategia. A falta de otros líderes, no nos conviene que los que tenemos sigan estancados, trátese de María Corina Machado, Henrique Capriles o Juan Guaidó.

 

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