Laureano Márquez, autor en Runrun

Laureano Márquez P.

La felicidad, por Laureano Márquez P.
Si tenemos en cuenta las categorías del rey de Bután, quizá lleguemos a la conclusión del que el mundo pasa por un momento de gran infelicidad

 

@laureanomar

El 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad. La felicidad es, sin duda, uno de los temas más controversiales de cuantos ocupan al ser humano. Todos la buscamos con legítimo afán, pero casi nunca estamos de acuerdo en qué consiste, ni en cómo alcanzarla. Lo cierto es que la felicidad es un particular de estado de armonía y realización interior, pero en sintonía con nuestros congéneres. Es decir, no puede ser plenamente feliz una persona si no lo es también la comunidad a la que pertenece: la pareja, la familia, el barrio, el país y al final el planeta entero. Porque los seres humanos somos así, nos sabemos parte de una herencia cultural largamente acumulada y a cuyo incremento debemos contribuir. Somos individuos, pero también somos la humanidad toda.

En 1972, Jigma Singye Wangchuck, rey de Bután, propone un indicador de felicidad al que denomina la «felicidad nacional bruta» (FNB), como medición más adecuada que el PIB (producto interno bruto). Si tenemos en cuenta que el mencionado rey tenía cuatro esposas, no sabe uno si su preocupación por la felicidad emanaba de su goce o de su anhelo, pero es lo de menos. El caso es que, preocupado por la felicidad de su país y considerando a la pobreza como la mayor dificultad para alcanzarla, establece los que, desde su punto de vista, constituyen los cuatro pilares de la FNB, a saber: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno.

Si tenemos en cuenta las categorías del rey de Bután, quizá lleguemos a la conclusión del que el mundo pasa por un momento de gran infelicidad. No es este un planeta con desarrollo igualitario, tampoco con especial cuidado y protección del medio ambiente, mucho menos con buenos gobiernos y ni qué decir de la promoción de los valores culturales.

Otra evaluación de la felicidad global nos la ofrece el «índice de planeta feliz», el cual nos revela, en las mediciones de los últimos años, que los once primeros países de la lista de felicidad global se corresponden con la zona que el señor Humboldt denominaba las regiones equinocciales, es decir, por estos lares.

Dato curioso y a la vez contradictorio pues nuestros pueblos, buscando mayor felicidad, emigran a países infelices, o no felices, que suena mejor.

Pero a estas alturas el lector se estará preguntando si no hay en este escrito algunas reflexiones útiles para enrumbar la propia felicidad. Quizá lo mejor sea apelar a lo que ha dicho gente muy sabia sobre el tema:

  • «La felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía». Gandhi.
  • «Si uno no sabe a qué puerto navega, ningún tipo de viento le es favorable». Séneca.
  • «La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace». Jean Paul Sartre
  • “La felicidad no puede ser obtenida queriendo ser feliz. Tiene que aparecer como consecuencia no buscada de perseguir una meta mayor que uno mismo”. Viktor Frankl.

Que tengan todos un feliz Día de la Felicidad.

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Las profecías que Nostragamus, por Laureano Márquez P.
En lo que al autor de estas líneas toca, se niega a aceptar predicciones que no tengan nombre y apellido, fecha o al menos hechos señalados con claridad

 

@laureanomar

Como cada comienzo de año, aunque este ya está bien entradito en meses, vuelven las profecías de Nostradamus a ponerse de moda. Sorprendentes siempre las deducciones que de sus planteamientos sacan los expertos en vaticinios. Por ejemplo, se le atribuye al célebre boticario francés haber profetizado la muerte de la reina de Inglaterra y el ascenso de Carlos, al escribir: «la muerte repentina del primer personaje, será cambiado y pondrán otro en su reino». Honestamente, uno espera un poco más de precisión en la cuarteta, algo al estilo de: «a media asta, iza bel bandera sobre dos columnas y luego pondrán al de la pluma chorreada». Así sí que se podría creer que está hablando de Isabel II y de su heredero. Pero, en fin, en materia de profecías la gente se contenta con poco y cada quien pone en ellas lo que desea ver.

Para este año tenemos la siguiente: «Siete meses de gran guerra, gente muerta por el mal. Rouen, Evreux no caerá ante el Rey». Según los especialistas esto se refiere a la invasión rusa de Ucrania. Para comenzar, la agresión a Ucrania ya sobrepasa el año, guerra siempre ha habido a lo largo de la historia universal y el mal siempre ha causado muertes inocentes, además, las ciudades aludidas en la cuarteta son francesas. Por lo menos podría haber dicho zar, en vez de rey.

Otra predicción para el 2023: «falla de luz en Marte». Esto, que en nuestro contexto fácilmente podría interpretarse como «falla de luz el martes», es tomado por los sesudos conocedores del adivino como el fracaso de la misión con la que la agencia espacial europea piensa colocar un Róver en el planeta rojo.

Y esta otra: «No abades, monjes, novicios para aprender; La miel costará mucho más que la cera de las velas. Tan alto el precio del trigo, ese hombre está agitado. Su prójimo para comer en su desesperación», ha sido interpretada en una gama de matices que va desde la renuncia del papa Francisco hasta el aumento de inflación mundial que nos conduce al canibalismo. Definitivamente, con intérpretes así, no hay que ser Nostradamus, como dice el dicho, para saber lo que se avecina. Más honesto sería profetizar: «cualquier cosa puede suceder, incluso que no suceda nada».

En lo que al autor de estas líneas toca, se niega a aceptar predicciones que no tengan nombre y apellido, fecha o al menos hechos señalados con claridad. Por ejemplo, profeta serio, Miqueas, cuando vaticina: «Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre los clanes de Judá, de ti vendrá por mí uno que gobernará a Israel, cuyos orígenes son desde el principio, desde la antigüedad.» (Mi. 5:1) Esto se llama dar las coordenadas precisas, pues en Belén nació Jesús. Profecía que concuerda, por cierto con la de otro profeta, Jeremías: «He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra» (Jer. 23: 5). Efectivamente, Belén es la tierra del rey David, cuyo nombre figura entre los ascendientes de Jesús. Eso se llama concordancia predictiva.

Bueno, aunque el autor de estas líneas dista mucho de poseer el don adivinatorio de Jeremías, ni tampoco la habilidad poética del francés, no podía cerrar sin lanzar algunas cuartetas proféticas de mi propia inspiración visionaria:

El cerebro conectado

veremos dentro de poco

con microchip encajado

justo en la base del coco.

Vida virtual viviremos

con el control de un botón,

 así resucitaremos

después de cada apagón.

Lo bueno es que sin deslices

y sin vivir camuflados

estaremos muy felices,

pues seremos enchufados.

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Teodora de Bizancio, por Laureano Márquez P.
Teodora fue mucho más que una emperatriz consorte. Fue pionera de la lucha por la defensa de los derechos de la mujer hace casi 1500 años, como para que quede claro que se trata de una historia larga, tediosa y con altibajos

 

@laureanomar

Hoy, Día de la Mujer, quiero recordar a una dama que anda por allí perdida en el fondo del talego de la historia, la emperatriz Teodora de Bizancio, aunque con mayor propiedad deberíamos llamarla emperatriz romana, por ser la esposa de Justiniano, el basileus (emperador en griego) del Imperio romano de Oriente desde el 527 hasta su muerte; o también Santa Teodora, pues a pesar de su turbulenta juventud en los lenocinios de Constantinopla, es santa de la iglesia ortodoxa.

Teodora merece ser recordada, entre otras cosas, por ser una precursora de la lucha por la defensa de los derechos de la mujer.

Aprovechando las recopilación del Corpus Iuris Civilis, que es el fundamento del moderno derecho civil, realizada por su marido, Teodora introduce legislación en pro de las mujeres, para, entre otras cosas, castigar las habituales agresiones sexuales, defender el derecho de la mujer a recibir herencias en las mismas condiciones que los hombres, de los niños ilegítimos a tener derecho sobre el patrimonio de sus padres y la condena de la prostitución como «un agravio a la dignidad de las mujeres», que eran sometidas, por cierto, por tal condición, a la llamada «tacha de infamia» (infamis), que involucraba la pérdida de derechos y el descrédito moral de la persona sancionada. Tal fue el caso de la propia Teodora, hija del domador de osos del hipódromo de Constantinopla, en cuyos sótanos nació y en donde, obligada por las circunstancias de su entorno, terminó de actriz del citado circo, oficio que en aquellos tiempos era consustancial al de la prostitución.

Teodora destacó por su belleza, en el teatro por su habilidad para la comedia y por su falta de pudor en el escenario. Cuando por fin abandonó el hipódromo, se casó con un funcionario del imperio que la llevó a África. En algún momento ella huye de sus constantes maltratos y termina en Alejandría, en Egipto, donde traba contacto con el patriarca cristiano de la ciudad, que la protege y se ocupa de formarla y darle algo de la educación que nunca tuvo.

De regreso en Constantinopla, se dedica a trabajar como hilandera y, por casualidad, conoce al heredero del emperador Justino, el sobrino de este, Justiniano. Surge entre ambos un amor apasionado que les unirá para siempre. Pronto se convierten en amantes. Justiniano quiere contraer matrimonio con ella, pero la oposición de la mujer de Justino, por temor al escándalo, impide cambiar las normas que lo prohíben, hasta que consigue hacerlo poco antes de asumir el trono.

Según los historiadores, Teodora fue mucho más que una emperatriz consorte (¡y con suerte!), participó en igualdad de condiciones, junto a su marido del gobierno del imperio. A ella se debe la reconstrucción de la magnífica iglesia de Santa Sofia, aun en pie en la moderna Estambul y las citadas reformas jurídicas que la convierten en pionera de la lucha por la defensa de los derechos de la mujer hace casi mil quinientos años, como para que quede claro que se trata de una historia larga, tediosa y con altibajos.

Desde aquí felicitamos a las mujeres en su día y las animamos y acompañamos a seguir en el empeño, no solo por la liberación de la mujer, sino por la liberación de la humanidad toda de las múltiples opresiones que la agobian.

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Epaminondas, por Laureano Márquez P.
Mantengo vivo en mi recuerdo al señor Epaminondas y también ese cuadro de Bolívar que tenía. En lo que a él tocó, hizo próspera a su patria.

 

@laureanomar

Epaminondas es un nombre griego, de hecho, es el nombre de un célebre general tebano a quien calificó Cicerón como «el primer hombre de Grecia». Hizo de su ciudad, Tebas, una urbe hegemónica entre las restantes griegas, al tiempo que fundaba otras y –como no suelen hacer los generales de hoy– murió luchando en el campo de batalla. Un dato biográfico interesante para quienes se dedican a la política es que vivió toda su vida en condición cercana a la pobreza, pues creía que su misión era servir a su pueblo y no enriquecerse usando los privilegios que brinda el ejercicio del poder.

Ahora bien, si a Epaminondas le añadimos un apellido: González, ya nos trasladamos de la Grecia antigua a Maracaibo, dado el gusto propio de los marabinos de dar a sus hijos nombres clásicos griegos. Epaminondas González es el nombre de un orfebre –antes se decía joyero– al que conocí durante mi infancia y juventud en Maracay, la ciudad jardín de Venezuela. El señor Epaminondas, como le llamábamos con respeto, era un orfebre de alto vuelo, un auténtico artista y sobre todo un hombre de una honestidad similar a la de su tocayo griego. Una frase que solía repetir con su acento maracucho era: «si en algo me estimáis no me jodáis y si en algo me jodéis no me estimáis».

En su diminuto taller, ubicado en un local de una vieja casa de techo de teja y caña brava, en la calle Páez este, entre López Aveledo y 5 de Julio, el señor Epaminondas esculpía en yeso las figuras que luego, fundidas en oro, se transformaban en un anillo, un prendedor, unos zarcillos, una pulsera o un crucifijo. Luego ensamblaba las piezas: las cadenas de las que el crucifijo colgaba, por ejemplo, eran elaboradas eslabón por eslabón. Recuerdo que, durante mucho tiempo, para avivar la llama del soplete, usaba un fuelle que hacía funcionar con la pierna, lo cual acabó por descomponerle la cadera.

A mí su oficio, que de niño me parecía tan normal cuando lo contemplaba a través del cristal de una caja cuadrada de vidrio en la que se sentaba a trabajar, al evocarlo con el paso del tiempo y la madurez de la distancia, me parece hoy el de un verdadero artista, en buena parte autodidacta.

Se inventaba los aparatos, dándole a viejos artefactos un uso distinto al original; fruto de su ingenio, un viejo tocadiscos se trocaba en un aparato para limpiar las prendas con ácido o una ponchera de hojalata en una centrifugadora, con un eje en su centro y un resistente resorte que hacía pasar al molde el oro fundido. Barría el taller y recogía todo lo barrido en un saco. Una vez le vi sentarse en su silla de paleta en el patio trasero de su casa y con un cedazo cernir como cinco años de polvo para recuperar el oro que por accidente se le hubiese podido caer.

Su esposa, la señora Odila, que aún vive sobrepasando los noventa, hacía las hallacas –las sigue haciendo– que comíamos en casa y que mi madre canaria nunca aprendió a hacer. El mayor de víveres de mi familia estaba muy cerca del taller del señor Epaminondas y mi padre era su cliente. Guardo aun una sortija que le hizo con sus iniciales y un cristo con su correspondiente cadena. Mi hermana conserva algunas joyas de mi madre. Mi primer reloj, víctima de mi bautismo en la inseguridad caraqueña, perdido en un atraco entrando a la UCV por la puerta de los estadios, un Nivada mecánico, también vino de aquella modesta joyería.

Ese era Epaminondas González, un hombre que con su trabajo llevó a sus hijas a convertirse en profesionales de primera, magníficas doctoras y docentes. La primera vez que entré a su taller, recién llegado yo a Maracay, observé un retrato del Libertador que colgaba detrás de su área de trabajo en el taller; Bolívar con sus manos desplegaba sobre una mesa el mapa de Venezuela con una leyenda que mal leí en voz alta: «Yo la hice libre, hazla tú prospera». Inmediatamente corrigió mi error de acentuación: «próspera, se dice próspera, mira que tiene acento en la o». Mantengo vivo en mi recuerdo al señor Epaminondas y también ese cuadro que tenía. En lo que a él tocó, hizo próspera a su patria. En lo que a nuestro tiempo corresponde, parece la tarea asignada por el prócer sigue pendiente.

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La Tierra se enfrena, por Laureano Márquez P.
Se dice que el centro de la Tierra es uno de los lugares más violentos del planeta, superando con creces zonas como la cota 905

 

@laureanomar

Un equipo de científicos chinos, encabezados por Xiadong Song, ha llegado a la conclusión de que la parte líquida que rodea al centro de la Tierra se está ralentizando. Los más pesimistas aseguran que esto hará que la Tierra un día de estos pegue un frenazo y comience a girar al revés. Y según ellos, el sol que sale por el este, comenzaría a salir por el oeste. Se trata de personas desesperanzadas a las que les gustaría conocer exactamente el día y hora del frenazo para recoger las figuras de cristal de las mesas de centro, amarrar los muebles, etc. La buena noticia, en medio de todo, es que, según los expertos, el frenazo ya se produjo y ni nos dimos cuenta y, al parecer, ya el núcleo gira en sentido contrario a nuestra rotación desde hace algunos años.

Ciertamente asombra que, a estas alturas, sepamos tanto del espacio exterior y tan poco de lo que tenemos debajo de nuestros pies. Por ejemplo: se acaba de descubrir que el centro de la Tierra es una bola de hierro de 600 kilómetros de radio (¡que se venga a saber a estas alturas!). A uno, ignorante de los asuntos de la ciencia, lo primero que se le viene a la cabeza es si una pelota de hierro de tal magnitud no aumenta el peso del planeta. Es evidente que estamos descendiendo, no hace falta otra prueba científica que la de revisar las noticias (iba a decir «abrir los periódicos», pero muchos nomofóbicos se quedarían sin entender y a mí se me caería la cédula).

Por qué estudiar el núcleo de la Tierra. Las razones son múltiples: para saber cuánto tiempo de vida le queda al planeta. Aunque en esta materia sabemos que si las cosas siguen como van, el punto final no lo pondrá la naturaleza propia del planeta, ni un meteorito venido del espacio, sino el homo sapiens mismo. El caso es que el núcleo de la Tierra no gira a la misma velocidad que nuestro planeta; desde el 2009 gira un poco más lento. Según los científicos, el día puede ser una milésima de segundo más corto que hace 50 años y eso –obviamente— cualquiera lo nota.

Se dice que el centro de la Tierra es uno de los lugares más violentos del planeta, superando con creces zonas como la cota 905 y aunque uno está a 6371 kilómetros de distancia de él, eso se siente. El asunto es que lo que sucede allá abajo tiene consecuencias sobre nosotros, los de la corteza. Por ejemplo: en materia gravitacional, la luna se nos está alejando 3,8 centímetros al año. Por este camino, en un millón de años se habrá alejado 38 kilómetros.

Dentro de todo esto, lo más importante es que no nos quedemos sin campo magnético, el cual proviene de los metales que hierven en las interioridades del planeta y lo protegen, entre otras cosas, de radiaciones solares. Sería terrible que el campo magnético se descontrolara y la tierra se virara de cabeza. El sur pasaría a ser el norte y el norte el sur. Comenzaríamos a ver una Europa desunida y empobrecida, Canadá y los Estados Unidos en franco declive y el sur de África y América florecientes, encaminados hacia el progreso y el bienestar. Para nosotros, como estamos en el centro, la cosa seguiría bastante igual.

Y es que en este pedacito del planeta que somos, parece que la ley de gravedad fue derogada y hace largo rato que enfrenamos.

Pero ánimo: unos científicos de Viena acaban de lograr esta semana lo impensable, pues acaban de demostrar que, en ciertos sistemas cuánticos, la dirección temporal de los procesos puede invertirse. Quién sabe, quizá, entre las cosas que nos depara el futuro, encontremos la posibilidad de revertir el pasado.

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Ni me lanzo ni me lanzan, por Laureano Márquez P.
El título de humorista es la más alta distinción que me ha otorgado la patria, me es imposible degradarlo

 

@laureanomar

Cuando era presidente de la república, Rómulo Betancourt enfrentó una complicada situación política en los inicios de la democracia: golpes de derecha, de izquierda, de centro y de lado. Frente a todos los intentos de desplazarlo del poder, él respondió diciendo: «ni renuncio ni me renuncian».

Yo, en medio de la pandemia de «primaritis» que nos sacude y en la que he visto por ahí figurar también mi nombre (prueba de lo bajo que está cayendo nuestro debate político), emulando a Betancourt respondo: ni me lanzo ni me lanzan. Aclaratoria que hago porque, con esto de la desinformación propia de los tiempos actuales, alguien podría creer que, incluso yo, tengo aspiraciones. Y yo les aseguro que ni he aspirado, ni tengo deseos de aspirar.

En mi opinión, una de las personas más lúcidas del país en toda su historia fue Diógenes Escalante, que ante la posibilidad de ser presidente de Venezuela tomó el sensato camino de la locura. Muchas veces pienso que el señor Escalante, cuando se topó con el país real, luego de haber sido embajador en los Estados Unidos y haber contemplado de cerca el funcionamiento de los países democráticos en los que le tocó servir de diplomático, fingió demencia para librarse de la tragedia de gobernar su patria, ese «cuero seco», a decir de Guzmán Blanco, que se pisaba por un lado y se levantaba por otro. Yo imagino la impresión del embajador cuando, a su arribo al país, comenzaron y llegarle gallinas y cochinos de regalo al hotel Ávila, pretendiendo futuros favores. Qué haría con tantos animales.

Por otro lado, el cupo de cómicos precandidatos ya ha sido cubierto por el Conde, aunque debo reconocer que un debate entre comediantes podría animar mucho el cotarro nacional.

Gobernar al país en broma puede ser un giro trascendente para una tierra que lleva dos siglos padeciendo una seriedad que da risa y un humor bastante serio.

De todas maneras, hay que ser agradecido: que algunos crean que este humilde servidor tiene condiciones para ocupar lo que se consideró, durante mucho tiempo, la más digna de las magistraturas, honra. Tengo otros argumentos para no participar en las primarias ni en las secundarias, pero prefiero omitirlos para no ser ave de mal agüero, pero si los enumerados fuesen insuficientes, para sustentar mi deserción de la aspiración presidencial, podría señalar, por último, que soy un venezolano que no tuvo el honor de nacer en Venezuela (como requiere la Constitución para el cargo), aunque ello sea lo de menos.

De todas maneras, desde el lugar en el que la providencia me ha colocado, trataré, como el colibrí de la fábula, de seguir llenando mi modesto piquito de agua para contribuir a apagar el incendio, aunque todo indique que los vientos soplan a favor del fuego. Con la solemnidad del caso diré, por último: el título de humorista es la más alta distinción que me ha otorgado la patria, me es imposible degradarlo.

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Laureano Márquez P. Ene 18, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Maestro, por Laureano Márquez P.
Cuando en nuestra tierra se diga: “vives mejor que un maestro de escuela”, sin duda será porque habremos superado la ignorancia que nos hunde en los numerosos fracasos

 

@laureanomar

A todos los maestros que me ayudaron a crecer y avanzar

La palabra, que viene del latín magister, tiene varios sentidos, todos asociados a la condición de jefe o comandante de algo. Por ejemplo, el conductor de elefantes era magister elephantis. Viene de magis que quiere decir más. El magister es lo más, lo opuesto es minister, que es lo menos, porque este último es el que sirve, de donde dimana ministro. Aunque en nuestra tierra el minister cobra como un magister y el magister que es el único que es minister, es decir que sirve, porque en sus manos está el futuro de la nación, cobra un sueldo miserabilis y de allí las contundentes protestas de esta semana.

En definitiva, maestro designa a una persona con los más elevados conocimientos en su oficio, de allí que se habla de maestro de la pintura, maestro de música o maestro de cualquier arte y oficio, como los antiguos «maeses». Que de ese origen se haya pasado a designar a la persona de mayor sabiduría que comanda un salón de clase, resulta obvio.

Los griegos usaban otra palabra paedagogus, literalmente el conductor del niño, porque era el nombre dado al esclavo que llevaba al niño a las lecciones, pero después pasó designar a la actividad misma de enseñanza. El hecho de que el término tenga su origen en la esclavitud tampoco autoriza a esclavizar a los docentes en un país en el que la esclavitud fue, supuestamente, abolida.

También tenemos, para designar la actividad docente, el término «profesor», emparentado con las voces latinas profiteor, que es declarar y professio que es profesar, de donde viene nuestra profesión de fe en la que pregonamos aquello en lo que creemos, como en la misa al rezar el Credo. El profesor entonces es aquel que se prepara profesar lo que sabe frente a sus alumnos (palabra, esta última, que no viene de «sin luz» como comúnmente creemos, sino del verbo alere que es alimentarse) y nutrirlos con sus conocimientos, con aquello en lo que él cree, es decir da lecciones, que viene del latín lectio que quiere decir leer, porque los profesores medievales se ponían de pie frente a sus alumnos y leían. Luego vino la quaestio (interrogatorio), es decir la posibilidad de preguntar al profesor sobre su lectio y, por último, la disputatio (discusión) entre los alumnos. Con la unión de estos elementos tenemos las lecciones modernas relajadas y no «magistrales» en las que alumnos y profesores intercambian preguntas y puntos de vista.

Detrás de la función del maestro está la historia de la evolución humana. Desde el principio, alguien enseñó a otro a hacer algo: a encender el fuego, a cazar. Por eso esa expresión «pasar más hambre que un maestro de escuela», que tiene su origen en la España del siglo XIX, pasó a formar parte de nuestras frases recurrentes, como nos recuerda Andrés Eloy Blanco, es la constatación de una tragedia: aquellos que están destinados a enseñar, es decir a la transmisión de nuestro mayor tesoro: la cultura, son los peor remunerados y los que con más apuros viven. Esa frase, ya en desuso en otras latitudes, sigue siendo para nosotros una cruda verdad.

Cuando en nuestra tierra se diga: “vives mejor que un maestro de escuela”, sin duda será porque habremos superado la ignorancia que nos hunde en los numerosos fracasos de nuestro destino común y habremos encontrado, por fin, el anhelado el camino de la superación (del latín superare, que quiere decir crecer) y el progreso (del latín progressus, que quiere decir avance).

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Carta al Niño Jesús, por Laureano Márquez P.
Lo sagrado es la vida, querido Niño Jesús, por tanto, mi primera petición es por y para ella

 

@laureanomar

Querido Niño Jesús:

Algunos años sin escribirte. No vayas a creer que he dejado de creer en ti, ni que he perdido la esperanza. Solo que, como venezolano, miro la esperanza de una manera distinta, no ya para el plazo de mi vida, como cuando era más joven, sino sub specie aeternitatis. Desde el punto de vista etimológico, la palabra tiene una raíz latina spes, que se asocia al tener éxito en algo. Por cierto, otro concepto complicado este del éxito. Para algunos, por ejemplo, niño bendito, es acumular oro, aunque para ello acaben con la selva venezolana, heredad de la humanidad, destruyendo el futuro de millones de seres.

Como ves, no todo el mundo entiende el éxito desde el punto de vista eterno que Tú simbolizas. Tu triunfo, es decir, el triunfo que te espera, no es el de la muerte, sino el de la vida, como dijo alguna vez el genial Luis Alberto Machado, respondiendo al non omis morirar de Horacio: “todo yo viviré”.

Lo sagrado es la vida, querido Niño Jesús, por tanto, mi primera petición es por y para ella. Este mundo de 2022, que desde épocas remotas se vislumbraba como tiempo de avance y paz, nos llena de temor. La vida toda está en peligro, la presente y la futura. Hoy, el pueblo ucraniano está devastado y ha tenido que perecer, como Tú en la cruz de la violencia y perdóname que me adelante a tu destino, ahora que estamos en tiempo de adviento.

Nuestro propio pueblo vive una huida que se parece a la tuya, cuando San José y María tengan que escapar contigo a Egipto. Perdóname nuevamente que me adelante en el relato.

El exterminio de comunidades enteras, las dictaduras criminales, la violación a los derechos humanos están a la orden del día. Danos amor por la vida toda, respeto por la dignidad de nuestros semejantes. Un mundo sin presos por sus ideas, ni torturas. Un mundo donde las mujeres no sean asesinadas por un velo mal puesto, ni por nada. Un mundo donde no callemos convenientemente algunos crímenes mientras subrayamos otros, donde toda forma de violencia sea condenada y erradicada, un mundo de entendimiento y compasión.

Sobre todo, Niño Jesús, danos sabiduría a la hora de tomar nuestros rumbos políticos, para no colocar nuestro destino en las manos de los Herodes corruptos y resentidos que no hacen otra cosa que decapitar a los pueblos.

Danos juicio, criterio para enfrentar este tiempo en el que recibimos tantas informaciones que dejan de importarnos porque no podemos detenernos suficientemente en ninguna. Danos buen carácter, para llevar la vida sin amarguras y sin amargar al prójimo. Danos un alma agradecida para contemplar la maravilla de la creación y hallar dentro de ella ese don único que nos diste a cada uno para brillar con él, porque, al fin y al cabo, si somos explosión de luz, nuestra misión es brillar.

A los venezolanos, especialmente, danos fuerza, coraje y lucidez para entender que esto que nos sucede no será eterno y que cada uno de nosotros, desde el lugar al que nos has enviado, puede llevar su pequeña dosis de agua, como en la fábula del colibrí, para apagar un incendio que tarde o temprano se sofocará, como todos los de la historia. Solo se requiere seguir tu ejemplo: el camino del amor, que todo lo puede.

Querido Niño Jesús ponemos en tus manos el año 2023, para que seamos capaces de hallar rumbos en este mundo cada vez más devastado por nuestra propia acción. Gracias por la gente buena, que afortunadamente es mayoría; gracias por el arte, por la música, por la literatura, por los paisajes, por la sonrisa de los niños, por el canto de los pájaros, por la bondad de los corazones silenciosos que hacen el bien discretamente, replicando, como pueden, tu santidad. En fin, gracias por todo los milagros cotidianos que olvidamos agradecer.

Te esperamos el 24 en la noche, bienvenido al mundo de los hombres, que tu inspiración nos anime. Feliz Navidad y feliz año 2023.

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