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Injusticia

De lo sublime a lo ridículo por José Domingo Blanco

CCS6

 

Hace algún tiempo, hubo un comentarista deportivo –cuyo nombre no recuerdo- que cuando el pelotero iniciaba bien y luego se ponchaba de manera vergonzosa, decía una frase que siempre me pareció grandilocuente: “de lo sublime a lo ridículo”. Y recordé al comentarista y su frase porque vi un video de la visita que John F. Kennedy hiciera a Venezuela, en diciembre de 1961. Por supuesto, imágenes de una Venezuela cauta y moderada, que daba pasos hacia la prosperidad y el progreso. Un país democráticamente naciente, con grandes riquezas, para envidia del resto del continente que, con el transcurrir de los años, pasó de lo sublime a lo ridículo, para infortunio de quienes la aman y bendición de quienes la roban.

¿Hacia dónde nos perfilábamos y en dónde caímos? Teníamos la materia prima para ser una gran potencia; existían las ideas, los proyectos, los recursos y las ganas. Pero también, existían los corruptos, los ladrones de cuello blanco, los de maletín y los oportunistas. Avanzábamos hacia el progreso, pero tomados de la mano con la ambición. Y derivamos, luego de años de malos gobiernos, en algo mucho peor: nuestra historia reciente, esta, la de los últimos cinco lustros ha logrado cifras récord en corrupción, pobreza y retroceso, para llegar “a pasos agigantados” –como bien rezaba su slogan- a la destrucción total de un país.

Sin embargo, es alarmante comprobar que en Venezuela coexisten dos realidades antípodas. Completamente extremas. Por un lado estamos los que vivimos una pesadilla: el epítome de la miseria, la descomposición moral, económica y social. Y en el otro –donde se encuentra la gente muy afecta al desgobierno- Disneylandia: felicidad, prosperidad y bonanza, generada por unos pseudo líderes ineptos, mediocres promovidos; pero, que a juicio de quienes les siguen, han hecho todo a la perfección. A propósito del Día del Trabajador entrevisté al diputado del PSUV, Oswaldo Vera, y a la sindicalista de ÚNETE, Marcela Máspero. No hubo, en lo absoluto, un punto de coincidencia. Fue como tener delante de mí, dos países distintos, dos realidades opuestas: el país de Vera, donde todo funciona, todo es bueno y todo sirve. Y el país de Máspero, donde la injusticia, la escasez y la matraca son el orden del día.

Llamó poderosamente mi atención un correo que me escribió una lectora, a propósito de mi artículo “A más votos, más minoría”, para describir su realidad, que es la de muchos venezolanos opositores a este régimen; pero, que viven inmersos dentro de esos sectores donde el virus llamado chavismo-madurismo-comunismo, infecta a más venezolanos y por qué esto “pica y se extiende”. Comparto con ustedes sus líneas:

Le escribo para informarle, si acaso no lo sabe, cómo es la vida en el oeste de Caracas, específicamente en el sector Capuchinos, lugar donde resido, y darle mi humilde opinión en relación a todo lo que está sucediendo. Una visión general.

En mi opinión, no saldremos de esto. Pienso que los egresados de las universidades creadas por el gobierno no van a perder lo que lograron; y, de cambiar esto, no se someterían a una reválida simplemente porque la mayoría no sabe nada. Compare a un abogado de la Central con uno de la Bolivariana; eso, por una parte. Por otra, la cantidad de empleados públicos apegados a su quince y último que, aunque estén descontentos, seguirán votando por el régimen para no perder su cambur, y siempre tendrán como ejemplo a nosotros, los despedidos de PDVSA. A ellos, mensualmente, les colocan un Mercal donde les venden un combo por 700 bolívares (dos aceites, dos mantequillas, 4 arroces, 4 pastas, un pollo y una leche) ¿se preocupan por comida?

Mingo, en los barrios hay comida. Me ha tocado, a veces, comprar en El Guarataro: me visto con una coraza y hago mi cola. Allí hay carne, pollo, leche…en Pinto Salinas, hay Mercales dotados. En el Mercal de La Morán, igual. Y no te quiero contar en el 23 de Enero: tienen de todo. Con cola, pero de todo. El gobierno hizo muy bien su trabajo; por eso es que la gente no sale a la calle, los pobres tienen comida en su barrio y los ricos consiguen en el Automercado La Muralla de La Lagunita, y en otros, su comida cara que pueden pagar. Quedamos los del medio, opositores, que damos trancazos para conseguir comida, que lloramos a diario por la situación, que nos deprimimos y a veces enfermamos.

Otro fenómeno es la descomposición social del venezolano. ¿Qué será del país con esa cantidad de adolescentes que a los quince años tienen ya dos niños? Es algo tan espantoso vivir en el Oeste: Mingo, la gente escupe en la calle, en el Metro, en los automercados. Recuerda que por aquí hay muchos edificios de la Misión Vivienda. Ir al Unicasa de Capuchinos es una travesía de gente horrible. Vas con miedo. Y en esas colas ves gorras rojas, ojos de Chávez, en fin. La gente te empuja en la calle, y no te quiero contar lo que es montarse en una camioneta, lo que representa un peligro inminente. Y la gente feliz.

Entonces, ¿cómo Capriles, Ismael García, nos piden que votemos? ¿A quién apoyamos si la oposición no sirve para nada? Es increíble el efecto rechazo que produce Chuo Torrealba. Yo, particularmente, pienso que el gobierno está fuerte, agarrando espacios, dictando medidas. Todo el tiempo escuchamos que Maduro esta caído, que esto pasa…no soy político, ni analista; pero mi percepción y la de muchos es que esto se jodió y se queda así.

La propaganda del gobierno es bestial. Tú pasas por El Calvario y dos ojos de Chávez iluminan el espacio que te da miedo.

Habla en tu programa de esto: del Oeste de Caracas, de la inmundicia que lo carcome ante la mirada feliz de algunos. Esto sigue amigo y se consolida. Clara”.

Luego de leer las palabras de Clara, quien le hizo honor a su nombre, no me quedan dudas de que nuestro país transita de lo sublime a lo ridículo. Y costará mucho, revertir ese efecto.

 

@mingo_1

mingo.blanco@gmail.com

“Mi hijo lleva 10 meses preso en el Helicoide” + VIDEO

@MariaAlesiaSosa

 

Altamira, 6 de mayo 2014.

«Vimos a un grupo de funcionarios del Sebin frente a la panadería Los Nietos, en Altamira. Por la ventana observamos cómo se iban acercando hacia nuestro edificio. Mi hijo me dijo: ¡Mamá vienen para acá!».

Los golpes en la puerta del vecino anunciaron que habían llegado al piso 2 del edificio For You, donde vive la familia Nieto.

Iraida Nieto, de 86 años, les abrió la puerta. “Entraron preguntando por el dueño del apartamento”, recuerda.

Me preguntaron qué edad tenía, y le dije que 85. Luego le preguntaron a él que si iba a dejar que se llevaran a una señora de 85 años. Él respondió por mi, y pidió que se lo llevaran a él. Mi hijo tiene 60.

Desde entonces, Miguel Ángel Maldonado Nieto −conocido como El Gordo Nieto−, permanece detenido en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) del Helicoide. Después de 10 meses, su juicio aún no ha comenzado y su estado de salud es crítico, porque padece diabetes y graves problemas gastroenterológicos.

Según la madre de Nieto y los abogados que los defienden, los funcionarios que entraron al apartamento les sembraron un bulto con municiones y droga.

De acuerdo al informe de allanamiento, el maletín contenía cartuchos de escopeta, unos pitillos de presunta droga, y envoltorios. No había armas de fuego.

Luis Fernando Larios, abogado de Nieto, declaró que todo es muy misterioso. “Lo extraño es que aparece un bolso azul en un clóset. Casualmente todas las evidencias estaban dentro del bolso, no había cosas regadas, todo en un supuesto bolso ¡Qué casualidad!”, dice irónicamente.

7 de mayo de 2014, audiencia de presentación.

Según reflejaba el acta policial de aprehensión, el Ministerio Público le imputó cuatro delitos en la audiencia de presentación: terrorismo individual, asociación para delinquir, tráfico de droga en menor cuantía y fabricación ilícita de armas de fuego. Posteriormente, le quitaron los delitos de terrorismo y asociación para delinquir.

“El error fue dejarlos solos”, relata la madre de Nieto, cuando recuerda lo que pasó el día del allanamiento. Asegura que su hijo siempre fue identificado como opositor, pero que no tiene la culpa de vivir “frente a la Plaza Altamira” (donde en esos días se desataban protestas).

El abogado Larios explica que este es un caso político, y que al acusado lo estaban averiguando semanas antes de ser detenido. Asegura que el Sebin abrió una investigación a su defendido y sin autorización de un tribunal, interceptó sus llamadas y le hicieron grabaciones de ambiente.

“Es un caso con muchos vicios, porque el espionaje que se le hizo fue sin la orden de un tribunal, así que es ilegal”, explica.

Larios cuenta que Nieto es una persona que tenía relación con muchos políticos de oposición, con quienes intercambiaba tuits y mensajes constantemente.

Henry Castro, otro de los abogados, precisa que ninguno de los mensajes ni llamadas intervenidas evidencian que el acusado vendiera armas o traficara drogas.

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Altamira, edificio For You, Febrero 2015

Iraida Nieto trata de entretenerse viendo canales por cable españoles. “Tengo que distraerme,” se convence. Sabe que a su hijo lo que más le preocupa es ella, de quien se encargaba y con quien vivía en ese apartamento desde hace más de 40 años.

La anciana padece artrosis y tiene dificultades para moverse por los pasillos de su vivienda. Lo hace con un bastón, y ahora vive sola.

Por esa misma dificultad es que no puede ir a visitarlo las dos veces por semana que le permiten. “Yo no puedo agarrar buseta y el taxi que me lleva al Helicoide me cobra 500 bolívares. Es muy costoso y no puedo verlo todas las semanas”.

Además, su hijo era el que la ayudaba con el mercado y muchas labores del hogar. “Con esta situación no puedo hacer diligencias y menos hacer colas”, explica.

Ahora, su esperanza está en la medida humanitaria que están pidiendo los abogados para sacar a Miguel Ángel de la cárcel.

La doctora Naremi Silva, quien también lleva la defensa de Nieto, dice que solamente lograr que diagnosticaran los problemas de salud de Nieto ha sido un vía crucis, que ha durado seis meses. “Pedíamos a la medicatura forense que hiciera los exámenes pero nos decían que no tenían los insumos. Ellos informaban al tribunal y éste insistía en enviarlo a la medicatura forense. Luego de tanto insistir pedimos que hicieran los exámenes en el Hospital Militar, y finalmente se están haciendo allí desde finales de febrero”, indica Silva.

Según la madre y los abogados de Nieto, el estado de salud es crítico. Así se evidenció en plena audiencia de presentación donde sufrió un desmayo, que lo hizo caer al suelo y golpearse con el escritorio.

Desde hace muchos años, Nieto tiene problemas de insulina, pero la diabetes se ha empeorado con la reclusión. Además, durante cuatro meses tuvo diarrea negra, lo que presumen puede ser una úlcera en sus sistema digestivo. También es hipertenso. Por su protuberante contextura, Nieto padece problemas de escoliosis y se sostiene con un bastón para caminar.

Los defensores creen que el caso aplica para una medida humanitaria, porque se ha concedido en otros ejemplos parecidos.

La jueza del Tribunal 27 de juicio está de vacaciones, y cuando regrese tendrá en sus manos la decisión de darle o no la medida humanitaria que al menos otorgue arresto domiciliario a Miguel Ángel Nieto.

“Pedimos la medida humanitaria porque con la reclusión se le está violando el derecho a la salud y el derecho a la vida. Cualquier descuido en el tratamiento puede ocasionarle la muerte”, expresó Larios.

Mercal: Injusticia a la venezolana, toda una odisea para comprar alimentos

mercal

 

Es sábado, 3: 45 de la madrugada, a unas cuadras más abajo del sector Las piedritas en La Vega, llega Ingrid , somnolienta, a hacer la cola, esperando la jornada a cielo abierto que ofrece Las redes de distribución de alimentos , Mercado de Alimentos (Mercal). La jornada está pautada para iniciar a las 8:00 am. En el brazo, con marcador rojo, los funcionarios de la jornada le sellan un desalentante  273;  número que le corresponde para  recibir el mercado.

En el ambiente se rumorea que las personas que tienen los primeros números se apersonaron al lugar a las 1:00 am, otros dudan y dicen que son “marañas” de los miembros del consejo comunal; acusando a estos de un auténtico monopolio familiar. Para Ingrid una cola más.  El mismo cuento de nunca acabar. Otra madrugada donde ella y sus vecinos pierden el tan preciado y necesario tiempo de descanso y el sueño reparador. No les roban el humor, bromean, hacen chiste, carcajean; “déjenme reír para no llorar”.

Inicia  la Jornada, llega el momento esperado, una tímida sonrisa, un “airecito” de fuerza, alberga los rostros de los impacientes habitantes del popular suburbio ubicado al oeste de Caracas. “Las personas de la tercera edad  me  hacen otra fila por aquí” grita un funcionario con rostro solemne.Bastó tal indicación para que los abuelos y, los no tan abuelos, usaran las canas para aprovechar la situación.Los señalados corrieron hacia la  nueva cola que  facilitaba y reducía el tiempo para la entrega de los alimentos; atrás quedo la vanidad de la señoras que se molestan cuando se les pregunta la edad.Sale el sol y la inercia parece terminar. Se aproximan al lugar los primeros trabajadores de Mercal, identificados con la común  franela “roja, rojita”. Los funcionarios parecen no considerar el desvelo, el cansancio, la “mala  noche”, de las más de 300 personas que esperan la apertura de la jornada. La actitud de muchos de estos – para no generalizar – es como si estuvieran haciendo un favor al pueblo. Al verse investidos de poder estos “servidores públicos” parecen olvidar que  ellos también son parte de la comunidad:  padres, abuelos e hijos.

Ingrid, viendo que se abría la posibilidad de conseguir el objetivo, saca el celular  último modelo  y llama con urgencia a su mamá: “Vente mamá,  si tu vienes salimos más rápido”.

Inmediatamente llega la mamá, una señora de unos 70 años, quien cumple con el procedimiento y le sellan el brazo derecho con el número 30. Estrategia familiar. Ingrid se mantiene en su puesto, por si acaso. “Más vale pájaro en mano que ver un ciento volar”

Son las 10 am. Faltan unas cien personas aproximadamente para que le llegue su turno de compra.  Del otro lado está su mamá, aún en el mismo lugar, la fila de la tercera edad parece estar detenida. De repente, la tensa calma se convierte en un “Despelote” porque algunos optan por no respetar los turnos de atención y criollamente se comienzan a “colear”. Ingrid no aguanta, se suma al “despelote” y logra por fin obtener su mercadito. Al momento de recibirlo, su mamá casi que no se había movido; no funciono la estrategia familiar ¡Cuánto están sufriendo nuestros abuelos con estas colas tan injustas!

La Jornada no terminaba allí para Ingrid. Ella vive en el Sector “las dos rosas” y para llegar a su casa tiene que subir aproximadamente unas 150 escalinatas. Tal como  si fueran las estaciones de un viacrucis, tiene que detenerse para descansar, y es en su quinto descanso donde se consigue con quien escribe, unos quince minutos de encuentro le sirven,  no solo para descansar, sino para desahogar toda la  impotencia y ARRE…pentimiento que les comparto por medio de este relato.

Después de todo lo vivido, no pierde el ánimo, ni la bondad típica del venezolano y me dice: “Aquí llevo una harinita, te puedo hacer unas arepas pa´ver si engordas”, mi risa cubrió el impacto positivo y consolador de ver como esta mujer  después de la faena antes mencionada saca fuerzas y piensa en el otro, ¡Bendita sean las mujeres de este país!

Con esta invitación a comer arepas, me despedí de Ingrid. Pálida, con grandes ojeras, con un fastidio que no podía ocultar y con unos cuantos escalones más por subir, continuamos nuestros caminos, agradecidos ambos por esos quince minutos de encuentro, donde Dios se hace presente, no solo como refugio sino como un impulsor, una fuerza para seguir adelante a pesar de las adversidades.

No hay mucho más que decir, Ingrid lo ha dicho todo. Para  esta joven madre y, por qué no, para muchos venezolanos, caben los refranes “Al que madruga, Dios le ayuda” o  “Al mal tiempo buena cara”. Sin embargo es imposible no sentir dolor  e indignación ante las injusticias  cada día  más frecuentes en nuestro país.

El gobierno nacional  sigue anunciando nuevas jornadas a cielo abierto de MERCAL para todo el territorio. Mi país, tu país, nuestro país se va llenando de historias como la de Ingrid. Ante estas situaciones injustas e inhumanas  la invitación es a no perder la esperanza, el ánimo. En el camino siempre aparecerán  esas invitaciones  a comer esas “arepitas” con  sabor a Bondad, hermandad, Unión.  ¡Gracias Ingrid, Gracias por la Invitación a no caer en el desaliento!

 

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 Isaac Daniel Velásquez sj

Centro Gumilla: Sic Semanal