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Encovi 2016: 74% de los venezolanos perdió más de 8 kilos de peso el año pasado
La Encuesta Condiciones de Vida 2016 –elaborada por la USB, UCV u UCAB, junto a un grupo de ONG– reveló que las hortalizas y tubérculos se convirtieron en los sustitutos de las carnes rojas y blancas
82,8% de los venezolanos es pobre de ingresos
10% de los niños deja de asistir a clases porque no tiene que comer ni en su casa ni en su plantel
63% de la población no dispone de un plan de atención médica (seguro de salud)

 

@loremelendez

Gráficos: Encovi 2016

«LA DIETA DE MADURO TE PONE DURO«. La frase la dijo entre risas el Presidente de la República en septiembre pasado cuando se burló de la delgadez de un miembro del Partido Socialista Unido de Venezuela. Se mofaba así de ese régimen alimenticio –que lleva su nombre– que se ha impuesto gracias a la escasez, a una inflación superior a 700% y unos salarios insuficientes que ni siquiera pueden cubrir la canasta básica. ¿El resultado? Una dieta insuficiente que no alcanza las 2.000 calorías diarias que cada venezolano debería consumir. Por esta razón, de acuerdo con la Encuesta Condiciones de Vida 2016 (Encovi), 74,3% de la población ha perdido al menos 8,7 kilos de peso de forma no controlada en el último año.  Los pobres extremos afirman que han bajado más de 9 kilos.

Ante las cifras presentadas, Martiza Landaeta, coordinadora de investigación y docencia en Fundación Bengoa, asegura que en Venezuela «la alimentación está en terapia intensiva». De acuerdo con la médico, especializada en Planificación Alimentaria Nutricional, el tema requiere de una atención urgente por parte del Estado. «Se nos están muriendo niños, adolescentes, madres y ancianos», indicó poco después de señalar que, según el estudio, la desnutrición había aparecido por primera vez como una enfermedad asociada con la alimentación.

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Otra cifra genera alarma: a 93,3% de los venezolanos no les alcanza el dinero para cubrir sus necesidades alimentarias. De allí se explica que las grasas buenas hayan prácticamente desaparecido de la dieta diaria, que las meriendas se hayan convertido en una especie en extinción, que solo 78,1% de los encuestados desayune todos los días, y que 9,6 millones de personas (32,5% de la población) coma apenas dos veces al día.

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Landaeta destacó que la Encovi – investigación hecha por la Universidad Simón Bolívar, la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Central de Venezuela, junto a otras organizaciones no gubernamentales– también arrojó datos clave sobre la forma en la que el venezolano se estaban alimentando. El alto costo de los productos, aunado al desabastecimiento, ubicó a las hortalizas y tubérculos como los sustitutos de las carnes, el pollo y el pescado. Para los más pobres, la ingesta está regida por los carbohidratos, mientras que las proteínas apenas ocupan 30% de su dieta. Los precios inalcanzables igualmente provocaron que la población se alejara de los restaurantes, pues comer allí se convirtió en un lujo que pocos pueden costear: 80,6% aseguró que nunca como fuera de casa.

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Otro año siendo más pobres

Las cifras que explican la delgadez actual del venezolano también se soportan en un hecho clave. En apenas un año, la pobreza de ingresos pasó de 73% a 81,8%, algo que incidió directamente en la caída del consumo. Según la encuesta, la pobreza reciente continúa como el estrato más grande de la pobreza total, a pesar de haber disminuido de 68,4% a 60,4% entre 2014 y 2016. Sin embargo, en ese mismo período, la pobreza crónica fue in crescendo: de abarcar a 33,3% de la población, alcanzó ahora a 38,0%.

El estudio también exploró la cantidad de beneficiarios a los cuales llegan las misiones del gobierno. En este apartado, se comprobó que la atención a los venezolanos ha bajado de 86% a 70,8% en apenas dos años. También se precisó que los programas sociales que abarcan a un mayor número de personas son aquellos relacionados con el subsidio indirecto a los alimentos básicos.

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El deterioro de misiones como Barrio Adentro se evidenció en la población que pudo acceder a él: 1,8 millones de personas utilizaron este servicio en 2016, número menor a los 2,6 millones de venezolanosque lo utilizó en 2015.

Inasistencias por falta de agua

La Encovi midió además el rezago escolar y registró que la menor intensidad de este fenómeno se apreció en los niños que tienen entre los 7 y 11 años de edad, ya que 9 de cada 10 pequeños de este grupo cursa el grado que le corresponde. Sin embargo, entre los 12 y 17 años, el rezago se hace severo y asciende a 15% la posibilidad de quedar excluidos del sistema educativo.

El estudio advirtió que poco más de un millón de niños y jóvenes estaban «desescolarizados».

Llama la atención las razones mencionadas por los entrevistados para justificar las faltas de clases de los estudiantes. 65% de los consultados admitieron que los estudiantes del hogar dejaban de asistir a la escuela por motivos relacionados con los servicios públicos y el hambre.

El estudio apuntó que 30% de los alumnos deja de ir a clases por problemas de agua en su casa o en su plantel. Otro 22% no va como consecuencia de los apagones, mientras que 15% deja de acudir al plantel por huelgas. 10% de los encuestados indicó que la falta de comida en casa o en la institución educativa era la razón de su inasistencia.

Quienes se ampararon en este último argumento pertenecen al quintil más pobre de la población. Allí, la mitad señaló que nunca dejaba de asistir a clases por no tener comida en casa. Es decir, la otra mitad sí falta por esa razón.

Venezolanos sin seguro médico

Según la Encovi, entre 2015 y 2016, la población sin seguro médico creció 10%, lo que quiere decir que 63% de los venezolanos carece de un plan de atención médica (seguro de salud).

Esto, de acuerdo con el médico especializado en políticas públicas, Marino González, representa el «gasto de bolsillo» en salud más alto de América Latina. También hace que el país se ubique entre las 10 naciones con los más elevados gastos del mundo de esta naturaleza.

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El estudio dedicó parte de su indagación a revisar la situación de quienes padecen enfermedades crónicas como la hipertensión y la diabetes y estableció que 34% de quienes sufren de tensión alta se atienden a través de la red privada de salud. Para los diabéticos, esta cifra se ubica en 30% y, por segundo año consecutivo, son los servicios más frecuentes para ellos.

Lorena Meléndez Ene 11, 2017 | Actualizado hace 5 años
El año del hambre
La dieta Maduro, los que se alimentaron de la basura, el aumento trepidante de los saqueos, la muerte de niños y adultos por desnutrición. Runrun.es repasa los 365 días en los que el hambre fue, más que una tendencia, una tragedia para los venezolanos

 

@loremelendez

UN AÑO CON UNA INFLACIÓN SUPERIOR A 700%. Un año con salarios que nunca estuvieron a la altura del alza de los precios. Un año con una escasez de más de 50%. Un año con fallecimientos que se aceleraron por falta de medicinas. El año 2016 será recordado por todas estas carencias, pero también por ser el momento en el que el hambre se instaló en el país. Se filtró a través de las viandas que llegaron con menos comida a las oficinas, en los desmayos de los niños en las escuelas, en los comedores que cerraron sus puertas en las universidades por no tener presupuesto, en los contenedores de basura de mercados y calles que se convirtieron en la fuente de alimento de millones de personas, en los hogares en donde las neveras comenzaron a vaciarse.

Los venezolanos adelgazaron cuando no pudieron cubrir sus necesidades de alimentación. La desnutrición severa alcanzó a niños y ancianos hasta matarlos. Los saqueos superaron todas las cifras de años anterior, se erigieron como actos recurrentes y no como excepciones. El gobierno sólo respondió a la emergencia con los Comités Locales de Alimentación y Producción (Clap) y las bolsas de alimentos que estos distribuyeron, de manera irregular y con discriminación, en los sectores populares y de clase media.

El fenómeno masivo

La cara más dura de la crisis venezolana se plasmó en fotografías, se leyó a través de noticias, reportajes, tuits, artículos de opinión y hasta post en las redes sociales. Por todas las vías se habló del fenómeno que este año se vio en cada esquina, en cada lugar donde había bolsas de desechos a la espera de los camiones del aseo urbano. Millones de venezolanos pulularon alrededor de los containers y aguardaron a las afueras de los mercados y restaurantes para procurarse un bocado dentro de la basura. De acuerdo con un estudio de More Consulting, divulgado por la Comisión Permanente de Desarrollo Social Integral de la Asamblea Nacional, 15,7% de venezolanos dijo que había rebuscado entre los desperdicios de establecimientos comerciales para conseguir comida.

La nota e imágenes de Associated Press, publicada por Runrun.es, relata las historias de ciudadanos que luego de quedar desempleados o de ver cómo sus trabajos no les dejaban ingresos suficientes para poder comer, debieron alimentarse de los desechos que otros dejaron.

Haz clic en la foto para acceder al trabajo de AP

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¿Por qué estamos tan delgados?

No necesitó de infomerciales, ni de gurús que la recomendarán, tampoco de actrices que dieran fe de ella. No fue una merengada mágica, ni una pastilla que controló la ansiedad o produjo inapetencia. Fue más bien una imposición, un decreto tácito de la crisis y la escasez. La “dieta Maduro” modificó la forma en la que los venezolanos se alimentaban y dejó en muchas personas, de clase media y baja, una delgadez súbita a consecuencia del hambre, de la desnutrición, porque mientras que algunos eliminaron productos de su ingesta, otros -millones- comieron apenas una o dos veces al día porque no pudieron cubrir sus necesidades básicas.

En esta nota se registró el momento en el que el presidente de la República, durante un acto público, se burló del término y le acuñó un eslogan: “la dieta de Maduro te pone duro”.

Haz clic en la foto para acceder a la nota

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 Hambre y vandalismo

A las colas kilométricas en los supermercados, a la escasez, a los precios altos de los productos alimenticios, se sumaron los cientos de saqueos que ocurrieron durante 2016 en supermercados, abastos, depósitos, granjas y camiones, los más afectados por la violencia de quienes buscaban, la mayoría de las veces, comida.

Tres ciudades se convirtieron en escenarios de jornadas de saqueo en decenas de establecimientos comerciales: en abril, Maracaibo sufrió por los estragos de la ausencia de electricidad; en junio, 80 comercios de Cumaná fueron devastados por los actos vandálicos de quienes comenzaron a actuar a raíz de la escasez de alimentos; en diciembre, Ciudad Bolívar fue el epicentro de tres días de saqueos motivados por la falta de efectivo por la retirada de los billetes de 100 bolívares.

Runrun.es siguió el fenómeno con atención y registró, mes a mes, los saqueos e intentos de saqueo que hubo en el país. No hubo un mes que se librara de estos robos masivos.

Haz clic en la foto para acceder a los trabajos sobre saqueos

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Un drama para ver y escuchar

En Runrun.es, el hambre pasó a ser el tema central de una serie de audiogalerías que reflejaron cómo la falta de alimentos había alcanzado a escuelas, universidades, hospitales, calabozos policiales, ancianatos y familias enteras.

La desnutrición y los desmayos se presentaron como consecuencia de la baja ingesta de alimentos a la que han debido someterse muchos venezolanos que no tienen dinero suficientes para comer tres veces al día. Los pocos recursos económicos obligaron a que los comedores de las instituciones educativas tuvieran que ingeniárselas para cumplir su función o, simplemente, cerrar sus puertas. Algunos presos dejaron de comer y murieron de inanición dentro de las prisiones.

Haz clic en la foto para acceder a las audiogalerías

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La plata no alcanzó ni para comer

En Venezuela, 87% de la población admitió que sus ingresos no eran suficientes para llevar a casa todos los alimentos que necesitaba. Esa información la aportaron personas de todos los estratos sociales, de acuerdo con la Encuesta Condiciones de Vida 2015 –una investigación elaborada por la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello– que también registró que 12,1% de los interrogados (alrededor de 3 millones 500 mil personas) comió sólo dos veces o menos al día. A esta variable se le sumó la disminución en la calidad de las comidas.

Haz clic en la foto para acceder a la nota

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Cuando el hambre se convirtió en muerte

Entre enero y mayo de 2016, el índice de desnutrición en Venezuela pasó de 13,4% a 25% en toda la población. La cifra fue suministrada a la AFP por la Fundación Bengoa y constata el porqué de los titulares de noticias que se vieron durante el año pasado: bebés que murieron de hambre en Zulia, reclusos que fallecieron por no poder comer en varias cárceles del país, abuelos que pierden 2 kilos al mes.

Haz clic en la foto para acceder a los trabajos repasar los trabajos sobre desnutrición publicados por Runrun.es durante 2016

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Las bolsas de la miseria

Este fue el año en el que los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) se instauraron en el país para, de acuerdo con el gobierno venezolano, para combatir la «guerra económica» y asegurar que los más desfavorecidos pudieran alimentarse. Pero detrás de esta distribución se escondió la discriminación política y los vicios de quienes tomaron en sus manos la repartición. Las historias de los CLAP, lejos de ser un símil de poder para la gente, están atravesadas por los sobreprecios, las comisiones ganadas a punta del transporte, los rubros misteriosamente desaparecidos, la discriminación y las denuncias de aquellos que sienten estar sometidos a un sistema que los sigue dejando en la miseria.

Haz clic en la foto para acceder a las notas sobre los CLAP

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Sep 20, 2016 | Actualizado hace 8 años
Sin criterio, por Alejandro Moreno

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El filósofo Jaime Balmes inicia así el primer capítulo de su obra fundamental, El criterio: “La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error”. El criterio de verdad, esto es, aquello que nos permite distinguir la realidad de las cosas de la falsedad, es el sentido común, a saber, el “punto de encuentro en la conciencia por el que se pasa de las representaciones subjetivas (‘me parece que es así’) a la realidad extramental (‘realmente es así’)”. De este modo, el sentido común pasa a ser norma de verdad y por ende de realidad.

La posibilidad de distinguir realidades “extramentales” de ficciones creadas por la “loca de la casa”, para decirlo con Santa Teresa, pone las bases para que pueda existir una sociedad guiada por normas reales de convivencia.

Entonces, si se destruye el sentido común en toda una sociedad, ya no hay criterio para distinguir la verdad de la norma de su mentira. Si la norma deja de ser verdadera, esto es, válida para regular las conductas comunes de todos los ciudadanos en la realidad de la vida social, el capricho, el atropello, el me da la gana, se instala en el mundo de las relaciones humanas.

El capricho es la negación del sentido común como criterio de verdad de las cosas y por ende del valor real de la norma.

La proclamación y difusión del capricho como criterio y el esfuerzo por instalarlo con la violencia de fuertes e insistentes golpes de martillo “dialécticos” en las conciencias de los venezolanos, es quizás la más contumaz de las prácticas sistemáticamente ejecutadas por el régimen que se nos impone.

Afirmar, y es sólo uno de los innumerables casos como ejemplo, que la dieta de hambre de Maduro es un factor energético sexual, es no sólo ocultar, evadir y distorsionar la hambruna reinante en el país, sino sobre todo, instalar el capricho como criterio de realidad.

El capricho es, así, un criterio que se niega a sí mismo. Recurrir a él, es dejarnos a todos sin sentido común, paso programado para imponer la total arbitrariedad del poder absoluto.

Esta es la verdad, juzgada opositoramente todavía con criterio de sentido común, del socialismo que se pretende instalar: poder absoluto sobre la realidad total, sobre todas las conciencias, sobre todas las obras humanas, llegando intencionalmente hasta el significado último de la existencia personal y social.

Hasta ahora ello no se ha logrado en ninguna parte del mundo pero se ha intentado. Ha sido el proyecto persistente. No nos dejemos arrebatar el sentido común.

El Nacional

La dieta del paquidermo, por Marianella Salazar

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Durante un acto transmitido en televisión, Nicolás Maduro, el hombre que por una pirueta rocambolesca del destino ocupa la Presidencia de la República, mostró su vergonzante gordura para hacer un chiste de mal gusto al aludir a la ingrata “dieta Maduro” que hace morir de inanición a la población, sometida a una cadena de humillaciones que empieza por resistir de pie las colas infernales durante horas para adquirir algún producto racionado o, lo que es mucho más cruel e inhumano, el tener que hurgar en la basura hasta encontrar alguna sobra que pueda engañar al estómago. ¿Era necesario quitarles la dignidad?

El esfuerzo de los venezolanos por resolver la ingesta alimenticia se ha vuelto el gran logro del régimen, que es el de condenarnos a la pura supervivencia y no tener tiempo de actuar para salir de este círculo perverso que tan buenos resultados dio a los dictadores cubanos, atornillados en el poder con idénticos métodos, sin importarles el bienestar de su pueblo.

No hay palabras para describir la molestia y el sentimiento de indignación que han provocado las risas presidenciales mientras afirmaba, sin conocimiento de causa, que “la dieta de Maduro te pone duro, sin necesidad de Viagra”. La pobreza extrema en el país alcanza 80%; frente a eso, al paquidérmico que en mala hora llegó a Miraflores no se le ocurre otra cosa más desatinada que hablar de un provocador de erecciones químico, cuya existencia desapareció de las farmacias junto con las aspirinas, hipertensivos, antibióticos, antidiarreicos y un sinfín de medicamentos que sí son materia prioritaria de salud pública.

La ironía del asunto es que la impotencia masculina, siendo un tema tan privado, ahora es competencia del presidente de la República, algo que solo interesa a los grandes fornicadores con dependencia de la milagrosa droga para presumir seguramente de lo que carecen. Maduro ha perdido respeto hasta de sí mismo.

Todas esas fanfarronadas denotan, en primer lugar, su incapacidad expresiva y también son parte de una doctrina escatológica revolucionaria: entre el eructo de ingrata recordación en vivo y en directo del general Acosta Carles, durante un allanamiento a un almacén de la Coca Cola; pasando por “la plasta” que el presidente Chávez le excretó a once magistrados por un fallo del TSJ, en 2002; hasta la “mentada de madre” de Maduro al presidente del Parlamento y la burla con la Viagra, todos esos denuestos llevan intrínsecos un metamensaje político que va más allá de la oposición y que tiene como destinatario a toda la sociedad civil, a la comunidad internacional, a los líderes y organismos internacionales preocupados por el destino de la democracia en Venezuela, que exigen la libertad de los presos políticos y elecciones libres.

 

Escatología verbal

El envilecimiento del léxico político junto con la corrupción y la impunidad produce hartazgo; no es posible que los dos hombres que detentan los cargos más importantes de la nación, como el presidente de la República y el presidente de la Asamblea Nacional, se comporten como dos azotes de barrio que se desprecian con palabronerías: una semana antes de la “mentada de madre”, el presidente del Parlamento, desde el estado Falcón, utilizó un recurso escatológico, hasta ahora inhabitual en su oratoria picaresca, tildando al mandatario de “cagón”. Ese tipo de dialéctica cubre a quien así se expresa de algo que no es precisamente la gloria. Lo mejor que le podría pasar a este país arrasado es sustituir el populismo fascistoide y brutal por una cultura política del respeto, la decencia, del trabajo silencioso y la paciencia. Si no es así, seguiremos en lo mismo, pero desde el otro frente.

 

@AliasMalula

El Nacional

 

Sep 13, 2016 | Actualizado hace 8 años
Sale del alma... por Luis Manuel Esculpi

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Decidimos tomar un café acompañado de un panqué mientras llega la hora de dirigirnos al teatro, a ver la excelente puesta en escena de la obra Terror, montada por el grupo actoral 80 bajo la dirección de Héctor Manrique.

La panadería está muy concurrida en la tarde sabatina, dos guardias nacionales recorren el local, de repente el encargado señala a una persona que está saliendo; lleva dos panes canillas y un envase de plástico con jugo, viste la camiseta del Barsa. Había comprado los dos panes y no había pagado la bebida por lo que la regresa al refrigerador comentando: «no he comido hoy, tengo hambre». El hombre no tenía aspecto de ser un vividor, su alegato y semblante mostraba sinceridad.

Concurro al día siguiente al encuentro de varios amigos que coincidimos con frecuencia en amenas tertulias, como es inevitable la conversación versa sobre las dificultades de las vivencias del día a día; uno de nuestros contertulios hace una interesante observación: los vecinos con los cuales tiene años conviviendo, ya no saludan con el entusiasmo de antes, los buenos días son más bien lacónicos, las diálogos son breves y someros, apenas intercambian frases convencionales. La sonrisa en los rostros ha sido sustituida por un rictus. La acostumbrada conversación ha mermado.

En la conversa constatamos la disminución del peso entre empleados y conocidos en lugares que frecuentamos. Los presentes no estamos exentos. Alguien relata el caso de una empresa que posee comedor donde los trabajadores solicitan al médico en las consultas que los reposos sean breves y en las tardes para poder almorzar allí. Surgió también el comentario de cómo aumentan los hogares donde los padres dejan de hacer algunas comidas del día para que sus hijos puedan alimentarse.

En las más insignificantes facetas de nuestra cotidianidad se refleja los signos que gravitan en la honda crisis que confrontamos y las preocupaciones que abruman a los venezolanos de hoy. Los padecimientos que sufrimos para poder conseguir alimentos y estirar los pocos ingresos devorados por la galopante inflación, las agobiantes colas, la escasez de productos de la cesta básica y medicinas constituyen verdaderas calamidades consuetudinarias. Sumado a ello el permanente asedio de la inseguridad y la ineficiencia de los servicios públicos conforman un cuadro verdadera dramático.

El pasado fin de semana Nicolás se permitió burlarse con lo de la «dieta Maduro» al referirse a la delgadez de un empleado, haciendo un chiste insolente y de mal gusto, pretendió además justificar la «mentada de madre» a Henry Ramos en cadena nacional, con el título de una canción afirmó que: «le salió del alma» Dos claros ejemplos de la manera irresponsable como se conduce el heredero del legado.

No está en capacidad de conducir un proceso para superar la crisis, no puede ni quiere dar el «golpe de timón», su atavismo se lo impide. El desconcierto va en aumento, su reacción ante el primero de septiembre y lo de Villa Rosa lo tiene perturbado, no se sitúa en realidad. La cúpula gobernante acompaña sus desaciertos, les obsesiona el poder que tienen y nunca imaginaron poseer. El proyecto actual es su conservación, esa es su razón de ser, su verdadero postulado, su razón de vida. Así pretenden continuar «corriendo la arruga», el país nos resiste, la situación es inaguantable. La represión no podrá detener la decidida voluntad de cambio que se manifiesta permanentemente, el régimen está extenuado, no tiene futuro.

El rechazo al gobierno «nos sale del alma» a la inmensa mayoría de los venezolanos que reclamamos el cambio político a través del referéndum revocatorio, figura contemplada en la Constitución -puede y debe realizarse este año- para abrir causes a la alternativa democrática, despejando el camino para la transformación del actual estado de cosas y avanzar en una dirección de progreso en paz.

@lmesculpi

Tal Cual