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diáspora

Juan E. Fernández Sep 12, 2021 | Actualizado hace 1 mes
No es el fin del mundo
La semana que viene inauguraremos, con su ayuda, una nueva etapa en esta columna que es publicada en varios medios del mundo desde hace 4 años

 

@SoyJuanette

Hola amigo lector, primero que nada, quería contarte que ya estoy mucho mejor que cuando recibí el alta. Como podrás ver en el video que acompaña esta nota, ya hablo fluidamente y no me canso.

Quería contarte que esta es una columna para cerrar un ciclo. Ojo, esto no quiere decir que voy a dejar de escribir ni nada por el estilo, sino que quiero cortar acá los textos que vengo escribiendo desde hace casi dos años y que tienen como eje central la pandemia de covid-19.

Como recordarás (o si hay alguien que no las leyera le invito a que lo haga), desde que llegó la pandemia comencé a escribir artículos humorísticos para alivianar un poco esta especie de apocalipsis que se nos vino encima; además todas ellas fueron ilustradas por mi hermano de la vida, el ilustrador y caricaturista Alexander Almarza.

Durante toda esta época hablé de cómo conviví con la covid. También di algunos tips alimenticios en época pandémica que titulé La dieta del barbijo, saqué a pasear a mi licuadora y hasta concreté una bonita amistad con mi ventilador, que propició obviamente el vivir solo durante la cuarentena; eso entre muchas otras historias que puedes conocer a través de esta web clicando en la categoría opinión, o simplemente escribiendo “Juanette” en la lupa de este sitio.

Igualmente, si te da flojera hacer la búsqueda, tengo un anuncio para ti: en unos meses publicaré junto con Alexander Almarza el libro Este no es el fin del mundo. Allí no solo encontrarás todas las columnas escritas por mí en este tiempo, sino también las maravillosas caricaturas que dibujó Alexander para acompañarlas.

Espacio publicitario.

Les recuerdo también que pueden descargar gratis mi primer libro, No se puede vivir sin humor, en este link: https://lektu.com/l/juanette-el-inmigrante/no-se-puede-vivir-sin-humor/8283

Fin del espacio publicitario.

¿Por qué parar ahora? Bueno me parece un cierre elegante culminar esta etapa creativa, centrada en la pandemia, con el escrito “Respira o cómo la covid cambió el guion de mi película”. En el mismo cuento no solo que me contagié de covid, sino cómo transité los días en el hospital.

Ahora me encuentro en una encrucijada creativa a la que de vez en cuando vuelvo pues, como comprenderán, escribir humor no solo es un trabajo dificilísimo, sino que, tal y como va el mundo a veces, simplemente no se puede.

Es por eso que quiero hacer este experimento social y acudir a mi audiencia, tal y como aconsejan los expertos en marketing. Es por eso que quisiera preguntarles: ¿Qué tipo de escritos les gustaría leer? Y ¿cuáles son los temas que debería tratar?

Para ello dejo a disposición mi cuenta en Instagram, @soyjuanette, y en Twitter, que también es @soyjuanette (como ven soy poco creativo para los nombres), para que me dejen sus sugerencias.

Bueno aho, ahor, ahora (perdón es que los dedos se me quedaron sin aire), voy a descansar porque la doctora así me lo recetó.

Hasta la semana que viene, cuando inauguraremos, con su ayuda, una nueva etapa en esta columna que es publicada en varios medios del mundo desde hace cuatro años.  

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Diáspora: ¿perdida, recuperable o aprovechable?
El libro ‘Diáspora de talento venezolano: características de una migración calificada’ hace valiosas contribuciones al estudio de los impactos positivos y negativos del éxodo

 

Los catorce ceros que los rojos le han quitado al bolívar explican en gran parte el éxodo de más de cinco millones de venezolanos. En general, las dictaduras promueven crecimiento económico y controlan el hampa, por lo que solo emigran quienes son perseguidos por motivos políticos. La pacificación lograda por el dictador Juan Vicente Gómez, aunada a la escasa población y el disponer de una moneda fuerte fueron un imán para atraer inmigrantes. Sin esa inmigración, no hubiésemos alcanzado tan velozmente el desarrollo que tuvimos hasta mediados de la década de los años setenta del siglo pasado. La dictadura actual revirtió este proceso.

Durante el régimen de Pérez Jiménez, todos los exiliados soñaban con regresar al día siguiente de la caída del dictador. En los cuarenta años de una democracia imperfecta y con señales de deterioro, pero perfectible, la gran mayoría de quienes salimos a estudiar o a trabajar regresamos al país. En lo personal, recuerdo que cuando renuncié a mi cargo en un centro internacional en Costa Rica, el director me dijo: “sabía que no durarías mucho, ustedes tienen demasiadas oportunidades en Venezuela” ¡Cómo ha cambiado esta situación!

Lamentablemente, las malas políticas económicas del período democrático no permitieron alcanzar un desarrollo sostenible, pero, aun así, estábamos mejor que nuestros vecinos, los cuales siguieron atraídos por nuestra tierra. Sin embargo, algunos venezolanos con formación profesional empezaron a emigrar al percibir el deterioro gradual del país.

La llegada de Chávez, con su carga de odio, las expropiaciones, la inseguridad personal y jurídica, la pérdida de valor de nuestra moneda y la intolerancia política aceleraron la emigración de profesionales y empresarios.

Anatomía del mal

Anatomía del mal

Algunos han tenido éxito, otros no han podido superar las vallas de la reválida del título y están desempleados o realizando labores fuera de su experticia. Cuando se presentó la escasez de alimentos, de medicinas, se dificultó conseguir empleo, se agudizó la falta de agua, de electricidad, de combustibles y el bolívar quedó pulverizado, millones de compatriotas, la mayoría sin formación universitaria, iniciaron un éxodo masivo, inclusive a pie.

¿Cuál será la consecuencia para el futuro de Venezuela de este éxodo de capital humano? Destacados investigadores han trabajado este tópico. Recientemente la Academia de la Ingeniería y el Hábitat auspició la publicación del libro digital Diáspora de talento venezolano: características de una migración calificada, cuyo editor y coordinador es el distinguido profesor José Manuel Martínez Cabrera. Este libro, que se puede descargar gratuitamente, es de lectura obligatoria para quienes les preocupa el futuro de nuestro país. Quien esto escribe no es el indicado para discutir el tema. Solo pretendemos llamar la atención para que políticos e investigadores evalúen los impactos positivos y negativos de la emigración sobre la recuperación de nuestro devastado país. Este libro contiene valiosas contribuciones.

¿Esta emigración es una pérdida total para Venezuela? ¿Es posible recuperar a quienes emigraron? ¿Se puede aprovechar la experiencia de quienes se fueron? ¿Debemos hablar de circulación de talento y no de fuga de talento, como propone Tomás Páez? ¿Cuáles son las dificultades que encuentran los profesionales que emigran? ¿Es posible superarlas sin apoyo? ¿Cómo pueden contribuir quienes emigraron a suavizar las penurias de quienes se quedaron?

Estas y muchas otras preguntas son debatidas en este importante libro. El mismo contiene artículos de distinguidos investigadores. Humberto García Larralde nos proporciona una clase magistral de lo que ha sucedido con nuestra economía. Tomás Páez postula la tesis de la circulación del conocimiento como consecuencia de los intercambios y esboza mecanismos para que no los perdamos. Ruth Castillo nos ilustra los casos de las emigraciones como consecuencia de la Guerra Civil española y de las barbaries del nazismo y del fascismo, y propone estrategias para apoyar a la ciencia venezolana en el exilio. Jassir Heredia nos informa de hermosos casos de organizaciones no gubernamentales que ayudan a quienes permanecen en Venezuela.

Por último, hay once emotivas historias de las dificultades y éxitos de compatriotas en el exterior. Otros investigadores deberán emprender el estudio de los millones de emigrantes más recientes, muchos de ellos sin estudios universitarios, pero que eran importantes en nuestra economía.

Llorar o culpar a quienes se marcharon no tiene sentido. Es un hecho cumplido. El problema es grave por su elevado número y porque han pasado muchos años. Es difícil que regresen y sus hijos gradualmente van sintiendo a Venezuela como algo lejano. Lo mismo que les pasó a los hijos de los millones de emigrantes que llegaron a Venezuela y que la sienten como su única patria. Mis abuelos maternos Aarón Serfaty y María Benazar, judíos sefarditas emigrados de Tetuán y Tánger, respectivamente, murieron en Venezuela, al igual que sus hijos. Tristemente recuerdo, en una de las tantas marchas de protesta, a una abuelita chavista con un cartelón que decía “Hijos de inmigrantes de m…”. Tal es el odio que predicó el nefasto difunto.

La diáspora de talento no tiene que ser una pérdida total. Es posible aprovecharla con intercambios. Que vengan a dictar cursos o conferencias y llevar proyectos conjuntos de investigación, intercambios culturales o simplemente de experiencias de vida.   

Ojalá que regrese un grupo, como lo hizo Ulises a su Ítaca. Seguramente encontró a una Penélope no tan joven, con signos del tiempo. Quienes vuelvan a la patria no hallarán la Venezuela pujante que encontramos quienes regresamos del exilio en 1958, pero serán importantes para reconstruirla.

¿Regresar  a Venezuela?

¿Regresar a Venezuela?

Como (había) en botica

Lamentamos el fallecimiento en el exilio del distinguido general (GN) Régulo Díaz Vega, quien fue primero de su promoción y valiente defensor de la democracia. El régimen lo tildó de traidor en su foto colocada en la EFOFAC. Cabe preguntar ¿quién es traidor, el que protesta las violaciones a la Constitución y no acepta someterse a una dictadura o quienes como los generales Belisario Landis, Jesús Villegas Solarte, Lenín González Trómpiz, Nestor Reverol y Fabio Zavarce, señalados de haber violado los derechos humanos?

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Juan E. Fernández Ago 01, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Días de subte, barba y laburo
A eso de las 6:30 pm de un domingo de noviembre, vio por última vez la costa venezolana desde la ventanilla del avión. Vendrían los días de barba, subte y laburo

 

@SoyJuanette

Él nunca imaginó lo que cambiaría su vida aquel día, cuando hizo clic en el botón “comprar” de la página de Conviasa. Esa tarde, luego de varios intentos infructuosos por hacerse con un boleto a Buenos Aires, finalmente lo había conseguido.

Aquella fue una decisión consultada con su esposa y sus hijos, la separación, al menos por unos meses, era la única solución para escapar de la crisis. Venezuela ya no era un lugar seguro pues, si no te mataba un delincuente para robarte, podías morir por falta de medicina o hasta de hambre. Irse a otro país y enviar dinero unos meses para luego mandar a buscarlos era la solución.

Ya con el pasaje en la mano, venía la segunda etapa, tal vez la más fuerte: la despedida. En ese trance comenzó a extrañar absolutamente todo y a todos, incluso al malandro que todas las noches se paraba a la puerta del edificio a pedirle plata.

Decirles a sus padres, a su hermano y al resto de la familia fue otro momento difícil.

Otro momento duro fue dejar un buen empleo en una cadena de noticias de Estados Unidos, haciendo lo que más le gustaba: Producir para la televisión.

La noche previa al viaje, no pudo dormir. Se la pasó asomado en el balcón contemplando, al menos en las primeras horas, una Caracas aparentemente tranquila; ya llegada las 4 de la mañana comenzaron a aparecer las colas. Una en la panadería, otra en la farmacia, y otro en el CDI. Aquellas colas ya se habían hecho parte del paisaje.

Después de desayunar y pasar revista del equipaje para que no se le quedara nada, tomó una ducha. A las 9:00 a. m. irían unos compañeros a entrevistarle para un especial web donde entrevistarían a venezolanos que se iban del país. Por paradojas de la vida, esos compañeros que harían la entrevista, meses después también dejarían Venezuela para labrarse un futuro.

A eso de las 11 de la mañana llegó Andreu, su compañero de la universidad y mano derecha en la época de la lucha estudiantil. Él sería el encargado de llevarlo hasta el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía. Por más que él le dijo a su esposa que no quería que bajaran a despedirlo, ella se impuso y bajaron a La Guaira, tanto ella como los niños.

Luego de despachar el equipaje, se abrazaron y, aunque él no quería tomarse la trillada foto en el piso de Cruz Diez, Andreu no solo lo convenció, sino que tomó la que sería la última foto de la familia reunida en Venezuela.

De repente un nudo en la garganta se apoderó de él, las piernas no respondían, el miedo lo tomó por sorpresa. Le dio un beso a su esposa, un abrazo a sus hijos y otro, por supuesto, a su compañero de mil batallas, a su hermano de vida. Se dio media vuelta y cuando fue a pasar la puerta, sintió cómo unos brazos bordearon su cintura, era su hijo quien llorando le decía “no te vayas papá”… aquella imagen lo proseguiría todas las noches durante 6 largos meses.

Después de pasar los controles, y de contestar la pregunta “¿motivo del viaje?”, quiso comprar algunas cosas con los 20.000 bolívares en efectivo que le habían quedado. Tal vez alguna botella de ron, una caja de Toronto o algunos dulces abrillantados de Mérida, pensó. Pero al final se conformó con 3 chocolates Cricrí, y un chocolate de leche, de Savoy, por supuesto.

Afortunadamente el avión despegó a la hora, y a eso de las 6:30 p. m. de un domingo del mes de noviembre, vio por última vez la costa venezolana desde la ventanilla del avión. En aquel momento todos sus recuerdos pasaron frente a él. Solo la voz de la aeromoza indicando que colocaran los asientos en posición vertical lo sacó del trance. Se tocó la barbilla y notó que no se había afeitado… ¿Será que me dejo la barba? Pensó.

Él no se imaginaba todo lo que pasaría meses después… la distancia tiene un precio, y él lo pagaría caro. Vendrían los días de subte, barba y laburo.

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Jornadas 2021 de LASA Venezuela reúnen a académicos venezolanos en la diáspora

Desde la Sección de Estudios Venezolanos (SVS) de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), se llevarán a cabo las Jornadas 2021 de LASA – Venezuela. Del lunes 28 al miércoles 30 de junio, todo bajo una modalidad mixta: presencial — en el Centro Internacional de Actualización Profesional, CIAP— y virtual, a través de la plataforma Zoom.

Las jornadas, que vienen realizándose desde hace varios años, son de acceso a profesionales de las ciencias sociales y las humanidades, así como académicos, estudiantes y público en general.

En estas se convocan a un número significativo de investigadores que, tanto fuera como dentro del país, estarán encabezando paneles y mesas de discusión que invitan a la reflexión y al intercambio de ideas, durante los tres días de programación.

LASA constituye la red profesional más grande a nivel mundial, pues reúne a académicos e instituciones cuyos estudios tienen como foco a Latinoamérica. A partir del trabajo de sus más de 13000 miembros buscan, entre otras cosas, favorecer las investigaciones en torno a esta parte del continente.

Con las Jornadas 2021 de LASA – Venezuela, tendrá lugar un evento sin precedentes: se trata del primer encuentro que congrega a tantos académicos venezolanos en la diáspora. Gracias a las posibilidades que ofrece la virtualidad y a una potente convocatoria, se desdibujan las fronteras para visibilizar trabajos e investigaciones, de incidencia mundial, gestados por miembros de la red.

Dentro del comité organizador del evento, se encuentran Raúl Sánchez Uribarrí, desde Australia; Verónica Zubillaga y Vicente Lecuna,  desde Venezuela; María Isabel Puerta y Oriele Benavides, desde Estados Unidos; Magdalena López, desde Portugal; María Pilar García Guadilla, desde España; y David Smilde, desde Colombia.

Para conocer a detalle las actividades, se debe consultar la programación. Una vez allí, los participantes deberán registrarse en los links dispuestos, y posteriormente recibirán el acceso a las salas de interés.

 

Borges presenta el programa Hermanos dirigido a la migración venezolana
El Comisionado apunta a que se logren permisos de trabajo y de residencia para todos los venezolanos en el exterior

Julio Borges, Comisionado Presidencial para las Relaciones Exteriores, presentó el Programa Hermanos que tiene como objetivo aglutinar esfuerzos para la regularización, asistencia y protección de venezolanos en el exterior.

En rueda de prensa virtual, Borges agregó que el proyecto persigue promover propuestas de políticas públicas para los países receptores de la migración venezolana, y ofrecer servicios de información para los ciudadanos a través de plataformas tecnológicas.

Una de las propuestas del Comisionado es que los venezolanos logren regularizar su situación, y tener identificación o residencia por 10 años, mejorar las condiciones laborales, tener acceso a la salud, educación, alimentación y programas sociales. 

Otro punto que destacó Borges es el que en dichos países reconozcan los pasaportes vencidos de los ciudadanos, además de obtener permisos de trabajo, permisos especiales de permanencia, carnet de identidad, acceso eventual a la nacionalidad y que los niños que nazcan en esos países también tengan esa opción. 

“Nosotros queremos que más países adopten medidas como los estatutos de protección temporal que se establecieron en Estados Unidos y Colombia, para ello, estamos impulsando Hermanos, que contará con tres fases», añadió.

La primera fase será para impulsar propuestas de políticas públicas en favor de los venezolanos; la segunda etapa contará con la plataforma tecnológica al servicio de los migrantes, donde se espera impulsar una petición en favor de los venezolanos, ofrecer información útil, servicios consulares, incluir a organizaciones sociales.

En las última fase, el Comisionado indicó que se busca despertar un sentimiento de reciprocidad con los demás países, «por lo que vamos a desarrollar una campaña para resaltar la imagen de los venezolanos en el mundo, destacando los aportes que están haciendo miles de nuestros connacionales», destacó.

Igualmente anunció el lanzamiento de un Chat Bot de Whatsapp, que ya se encuentra operativo a través del teléfono +57 3053866210, para atender a los venezolanos en el exterior. 

Borges aseguró que han podido conversar con más de 600 organizaciones civiles, y que también se incluirán a los embajadores nombrados por el presidente Juan Guaidó y movimientos políticos en dichos países. 

Sobre los recursos para poder llevar a cabo este proyecto, el Comisionado indicó que hace un año lograron un «capital semilla» para iniciar, pero que a partir de allí «hemos trabajado con nuestro propio esfuerzo. Lo importante es seguir trabajando así sea con las uñas para seguir creciendo».

Además aseguró que el programa va dirigido a los venezolanos que estén en cualquier país, aunque este no reconozca como presidente interino a Juan Guaidó. 

«Esta plataforma, busca independientemente del reconocimiento, organizar a los venezolanos y proveer al alcance de su teléfono, la plataforma que anunciamos con los añadidos que vendrán próximamente», agregó. 

TPS, alivio migratorio para los venezolanos

@BrianFincheltub

La reciente designación de Venezuela al Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) por parte de administración del presidente, Joe Biden, representa un verdadero alivio para cientos de miles de venezolanos que vinieron a los Estados Unidos escapando de la tragedia socialista. Pero también demuestra que nuestra nación, sin importar la agrupación política que dirija las riendas de la Casa Blanca, sigue siendo un tema prioritario para el gobierno estadounidense.

Un tema que lejos de limitarse a la sola política exterior, hoy también se convierte en un asunto de política interna; como de hecho se ha convertido la masiva migración venezolana para prácticamente todo el continente.

Aunque la realidad es suficientemente grave para permanecer indiferentes, esta medida es el resultado del trabajo conjunto, en primer lugar, de la comunidad venezolana en los Estados Unidos. Con esta he tenido la oportunidad de conversar en varias ocasiones y puedo dar fe del admirable el trabajo de organización que ha logrado para construir redes de solidaridad y ayuda con nuestros connacionales.

También de todo el equipo de la Embajada del gobierno legítimo de Venezuela, quienes siempre entendió que era primordial entablar buenas relaciones con todos los sectores políticos en Washington y garantizar que Venezuela siga siendo unos de los temas donde hay consenso bipartidista. A los Estados Unidos siempre les estaremos agradecidos por tomar la decisión correcta que hoy beneficia a cientos de miles de venezolanos que en su mayoría está acá no porque quieren, sino porque representan muchas veces la garantía de supervivencia de su familia en Venezuela.

La designación de un país al TPS significa que los Estados Unidos reconoce que, en las condiciones actuales, las personas de dicho país no pueden regresar a casa de manera segura.

Estas condiciones pueden ser, por ejemplo, una guerra o un desastre natural. De allí que en la lista de naciones que también han sido designadas con el mismo estatus figuran Siria, Yemen, Sudán del Sur y Haití. Venezuela se une al grupo por representar la tragedia humanitaria más grande que haya vivido nación alguna sin sufrir un desastre natural ni contar con un conflicto armado declarado. Una tragedia humanitaria causada por la imposición del modelo socialista y el saqueo de un país por una élite corrupta que pulverizó los indicadores macroeconómicos que ubicaban a Venezuela entre las naciones más prósperas de la región antes de la irrupción del chavismo.

Debo decir que ver a Venezuela en esta lista no me llena precisamente de orgullo, más allá de que me alegre por tantos miles de venezolanos honestos que, mientras dure esta protección, podrán continuar sus vidas en suelo estadounidense sin miedo a ser deportados; teniendo derecho a un Documento de Autorización de Empleo (EDA, por sus siglas en inglés). Personalmente, hubiese preferido vivir la época donde era nuestro país el que recibía migración de todas partes del mundo. Y cuando nuestro pasaporte nos abría puertas y no nos las cerraba como sucede hoy.

Pero son los tiempos que nos tocaron afrontar y, lejos de desmoralizarnos, queda de nosotros levantar no solo nuestro gentilicio, sino trabajar desde nuestro espacios para que todos y cada uno de los venezolanos que quiera regresar a Venezuela, lo haga sin miedos y sabiendo que serán recibidos con los brazos abiertos.

Se calcula que aproximadamente unos trescientos veintitrés mil venezolanos pudieran ser elegibles para al TPS.

Esto significa también un poderoso mensaje enviado por la administración Biden al resto del mundo, principalmente Latinoamérica, donde se ha concentrado la mayor parte de la migración venezolana. Una que por cierto vive en condiciones de mayor vulnerabilidad que las que se pudieran vivir en otras latitudes. Venezolanos que también necesitan protección y que no exigen un estatus de privilegio, sino un trato igualitario que les permita obtener un empleo. No por representar mano de obra barata, sino porque así lo permitan sus calificaciones profesionales.

Los venezolanos no escapamos a robarles oportunidades a otros; salimos a creárnoslas con esfuerzo y dedicación. El respeto de las leyes debe ser nuestro norte para lograr lo que queremos. Seamos nosotros mismos los primeros en condenar a quienes delinquen, pero también los primeros en rechazar la generalización que cruza los límites de la estigmatización y la xenofobia y pretende meternos a todos en el mismo saco. Los venezolanos vamos a superar esta etapa y con trabajo continuaremos buscando razones para sentirnos orgullosos de donde venimos.

Atención: si vives en los Estados Unidos y tienes cualquier pregunta sobre el TPS, escríbenos a Serviciosconsulares@us.embajadavenezuela.org. Estamos a la orden para orientar a todos nuestros hermanos venezolanos en este proceso.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Froilán Barrios Nieves Mar 11, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
El jaque de los TPS a la tiranía

Cientos de venezolanos caminan hacia Tulcán, ciudad fronteriza entre Colombia y Ecuador. Foto AFP en El Clarín.

@froilanbarriosf

La situación de vulnerabilidad de millones de migrantes en el mundo les conlleva, al arribar a nuevos territorios, a aspirar a ser reconocidos como seres humanos, a ser bien tratados y considerados ante la tragedia que les condicionó a huir del país de origen. Una legítima aspiración ante quienes gobiernan en el país de destino, sin importar ideologías o color político. Millones de seres humanos que tocan las puertas de gobiernos conservadores, liberales, republicanos, demócratas, socialcristianos o socialdemócratas.

El migrante toma partido de quien le mitigue la ansiedad por la incertidumbre, siendo esa cruenta realidad una constante en la diáspora nacional, acentuada desde 2015. Al comienzos fue iniciativa propia de millones de connacionales regados por el planeta, luego de 2018 la retórica diplomática marcó el apoyo a la tragedia nacional del país, considerado en el siglo XX como una suerte de sueño tropical para tirios y troyanos.

Así alzaron su voz variopintos grupos: Grupo de Contacto, Grupo de Lima, la OEA, la Unión Europea, la Administración Trump; en algunos casos con pronunciamientos incendiarios contra el régimen dictatorial, sin la concreción de protección alguna a las legiones de venezolanos migrantes.

En 2020 la pandemia significó un costal adicional al apocalipsis venezolano, sobre todo en Sudamérica, donde se precarizó la condición humana de la diáspora nacional; ello, ante la posición cruel de la tiranía de ignorar la miseria y pobreza general del país con la justificación paranoica de ser víctima de agresiones imperiales.

Pues bien, en 2021 sucedió lo inesperado. Bajo la conseja popular criolla “Dios aprieta, pero no ahoga” se produjo un maná de alivio para una porción importante del éxodo nacional:

 El gesto de Trump

Primeramente el expresidente Trump, luego de su derrota en las elecciones presidenciales, decreta el 19/1/2021, un día antes de entregar el mando al ganador Joe Biden, el diferimiento de las deportaciones de venezolanos por 18 meses.

 La solidaridad de Duque

Luego el presidente colombiano Iván Duque el 1/3/2021 publica el decreto 216 por medio del cual se adopta el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos Bajo Régimen de Protección Temporal y se dictan otras disposiciones en materia migratoria».

 El TPS de Biden

Finalmente el presidente Joe Biden ha culminado  esta racha de decisiones positivas con la aprobación del TPS a partir del 9/3/2021 extendido por 18 meses para los venezolanos que se encuentren en situación irregular en EE. UU.

En el caso de Colombia la medida protege a 1.800.000 venezolanos por 10 años, derecho a la educación, salud, entre otros; y en el caso de EE. UU., el TPS les asigna a 320.000 criollos un estatus de protección temporal por 18 meses que impide las deportaciones, otorga permiso de trabajo, permiso de conducir y seguridad social.

Estas decisiones tienen efectos cruciales en la política mundial de migraciones. En primer lugar, sitúa a la tiranía madurista en el escenario planetario como violadora convicta y confesa de derechos humanos y de delitos de corrupción por haber llevado a un país a la ruina y miseria.

Estos TPS son dos misiles al cuarto de máquinas del régimen, con efectos devastadores. Y superiores, incluso, a las justificadas sanciones contra los bienes de corruptos funcionarios de la nomenklatura de la tiranía.

En segundo lugar, son una lección para el resto de gobiernos de América Latina, quienes debieran aplicar estas medidas de protección en sus países. Recordemos que sus ciudadanos en otro momento consideraron a Venezuela como su segunda patria, sobre todo cuando las dictaduras asolaron sus países y nuestro país los acogió plenamente. Tales fueron los casos de Chile con Pinochet, Argentina con Videla, Uruguay con Bordaberry, Perú con Morales Bermúdez, Bolivia con Barrientos, Haití con los Duvalier. Clase aparte Colombia, que responde a la altura, con el TPS, al gesto de recibir en décadas pasadas a millones de sus ciudadanos, que forman históricamente parte de la población venezolana. 

Tiranía y xenofobia

En el mismo tenor, la Unión Europea, que ha tenido con Siria y África políticas migratorias de integración a millones de seres humanos, debiera igualmente dirigir la mirada a los venezolanos. Recordemos que este país recibió generosamente a generaciones de pobladores de Alemania, España, Italia, Portugal y hasta de Rusia y los países del Báltico. Oleadas de emigrantes. que huían de los conflictos bélicos que asolaron al Viejo Continente durante el siglo pasado, fueron recibidos acá como su seguro nuevo hogar. 

La tarea continúa. La migración venezolana, que sobrepasa los 6 millones de errantes por el mundo, permanece en lucha contra la xenofobia y la persecución, con saldo de decenas de asesinatos y de violaciones y explotación sexual en Sudamérica. En su mayoría son profesionales universitarios de valía, dispuestos a aportar a la economía de cada país. Y aspirando a que, mediante la figura de TPS y el asilo político, se les permita recuperar la fuerza necesaria para reconquistar su país y desalojar la tiranía que escuece la patria.

*Movimiento Laborista.

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Juan E. Fernández Feb 07, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Argentina

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

La primera vez que escuché la palabra Argentina fue en 1986, al menos eso recuerdo. El planeta celebraba un mundial de fútbol y todos en el Instituto Técnico Jesús Obrero de Caracas no hacían otra cosa que hablar de Maradona. Durante el recreo, mis compañeros, que eran más grandes que yo, trataban de tirar magia jugando a ser Diego; a mí no me dejaban participar porque era “el gordito”, pero para no hacerme sentir mal me decían que yo era el Director Técnico. Por lo que, en cada recreo, yo me convertía en Bilardo; y según mi lógica era mejor, porque si Maradona jugaba bien, era porque Juan Salvador Bilardo lo dirigía, ergo yo era más crack que todos ellos.

Cuando ganamos ese mundial (y sí, dije ganamos) fue una locura. Desde ese día le hinché a la selección argentina, pero ¿cuál era la razón? A los niños siempre les gusta ganar. Cuatro años después volvimos a brillar, ya no en México sino en Italia… ahí el futbol puso a prueba mi fidelidad: llegamos a la final, pero perdimos con Alemania. Sin embargo, desde entonces y aunque juegue contra Venezuela, siempre le voy a la selección argentina.

Ojo, quiero aclarar que si Venezuela juega con otro equipo, es obvio que apoyo a la Vinotinto, pero contra Argentina es otra historia. Seguramente yo sea uno de los primeros panqueques, futbolísticamente hablando, del país donde nací.

Pero mi amor por Argentina trasciende al futbol, y para explicarles mejor les tengo que contar del “Bar de Ariel”.

A principios de los 90, cuando tenía yo 11 años, íbamos a una casa que tenía papá en San Antonio de Cúa. Y, siempre antes de llegar al campo, mi padre paraba en un bar que administraba el señor Ariel.

Ariel era un estudiante de economía de la Universidad de Buenos Aires, que tuvo que huir de su país cuando uno de sus mejores amigos de la facultad fue detenido y nunca más se supo de él. Sus padres, muy asustados, lo mandaron a Venezuela, donde tenían amigos.

Cuando Ariel llegó a Caracas quedó maravillado por tanta modernidad, y por la bonanza petrolera de finales de los 70. Su primer trabajo fue vendiendo enciclopedias puerta por puerta, luego encontró empleó como mensajero en los tribunales, ahorró y pudo abrir su bar.

El Bar de Ariel era un lugar bastante peculiar, con una barra de madera muy larga con varios taburetes; a un costado había una rocola que solo tenía discos de tango. Al final de la barra y junto al teléfono de línea, que se parecía mucho al batitelefono que salía en la serie de los 60, estaba el busto de un hombre trajeado, de sombrero: Carlos Gardel.  Gracias al Bar de Ariel conocí el tango, a Gardel y a Buenos Aires.

Todos los fines de semana, cada vez que parábamos en lo de Ariel, él nos contaba cómo era ese lugar maravilloso de cúpulas enormes, edificios como castillos, y grandes avenidas. “La Avenida más grande del mundo la tenemos nosotros, decía” o “Le dimos de comer al mundo”. También contaba que había una calle que tenía muchos, pero muchos teatros, y a cada lado de la vereda; y que cuando encendían las marquesinas aquello era una fiesta de luces… Sin saberlo, Ariel fue metiéndome no solo por los ojos, sino también en el corazón a su “Buenos Aires querido”.

Con el tiempo dejé de ir a la casa de campo, y las visitas al Bar de Ariel se fueron desdibujando de mi memoria. Llegó esa etapa hermosa para los jóvenes, y terrible para los padres, que se llama adolescencia; y ya no era tan cool ir a un bar a “escuchar hablar a los viejos”. Ahora quería ser yo, libre; a mi manera quería cambiar el mundo.  

Pero lo que pasa es que, cuando Argentina se te mete en el corazón ya no hay quien la saque.

En esa época yo iba mucho a los pasillos de la Universidad Central de Venezuela a comprar casetes, libros y películas en VHS. Por lo que Argentina se me apareció a través de Les Luthiers, Landrisina, Charly García, Spinetta, Sumo, Fito. También como Eliseo Subiela con su Hombre mirando al sudeste y El lado oscuro del corazón.

Tiempo después, cuando tenía unos 19 años, en un arranque de locura contra el sistema, me fui a estudiar guion a la Escuela Internacional de Cine en la Habana, y coincidentemente estuve para el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano. Aquella Navidad tendría uno de los mejores regalos que me dio la vida: conocí a Eliseo Subiela y a Fernando Birri, quienes me abrieron un nuevo mundo, el del cine argentino.

A Eliseo lo conocí en la fiesta que dio en ICAIC en el Hotel Nacional, luego del estreno de su película Las aventuras de Dios. Aquella noche nos pegamos un pedón con mojitos, y Eliseo nos confesó que se hizo cineasta porque nunca pudo aprender a tocar el saxo, y que en realidad quería ser jazzista.

Después coincidimos en otras fiestas, donde me presentó a Miguel Littín, y al director peruano Francisco Lombardi. Sin duda, fue una etapa maravillosa para el cine latinoamericano, y también para mí. En esa edición del Festival de Cine de la Habana, Argentina me flechó con su cine y desde entonces es una de las cosas que más disfruto.

Ya de regreso a Caracas, siempre iba a la semana del cine argentino para ponerme al día. Fue pasando el tiempo, conseguí un trabajo y ahorré un montón, porque tenía que ver en primera persona esos edificios, las marquesinas, el Obelisco y hasta cruzar 9 de Julio de un solo tirón… todo eso quería hacer.

El primer viaje

La primera vez que vine a Buenos Aires la ciudad me recibió con su cielo entre rosado y naranja. Era invierno, y el viento me golpeaba las mejillas, pero era una sensación maravillosa. En mi primer viaje visité los cafés porteños, los bosques de Palermo, el Jardín Botánico, y todos esos lugares que visitan los turistas. Pero cuando vi las marquesinas encendidas en los teatros de Calle Corrientes lloré de emoción; la ciudad se me presentaba tal y como Ariel me la había descrito cuando tenía 11 años. Fueron 20 días maravillosos, pero tocaba volver a Caracas, eso sí, con el compromiso de volver cada vez que pudiera. La noche antes de partir, me fui hasta la costanera y me comí un choripán, y cuando volvía en el taxi, en la radio sonó Canción de adiós… ahora cada vez que la escucho, aunque ya pasaron más de 15 años de aquel viaje, me emociono.

El segundo viaje

Luego de mi regreso pasaron unos tres o cuatro años, y en el ínterin me puse de novio y hasta me casé. Por supuesto que para la luna de miel elegimos venir a Buenos Aires y, por fortuna, a ella también la ciudad le voló la cabeza. Tanto así que proyectamos vivir acá por unos años, para luego volver a Venezuela.

Pero bueno, vinieron otras prioridades como los hijos (tenemos dos), el departamento, los autos… Y una vez más el sueño porteño se nos desdibujó. ¿Pero saben qué paso? Otra vez por casualidad o causalidad Argentina se me puso al frente.

La situación política y económica fueron haciendo mella en Venezuela, y también en nuestra relación… tal vez nos casamos jóvenes, o tal vez debíamos estar juntos solo ese tiempo: aquello se volvió inaguantable, no se podía vivir. En un mes, los ahorros que teníamos para venirnos los 4 solo alcanzaron para que viniera solo uno, así que viajé yo.

El viaje final

Ese vuelo ha sido el más difícil de mi vida. Aunque había alegría en mi corazón, porque Argentina era ese imán maravilloso que me atraía finalmente hacia ella, también tenía mucho miedo porque, como dice Emilio Lovera: “Una cosa es turismo y otra migración”.

Esos primeros meses fueron difíciles, porque en Venezuela fui un periodista al que nunca le faltó trabajo, todos me conocían. Pero en Argentina nadie sabía quién era yo. Afortunadamente conseguí trabajo rápido en la industria del Call Center y como operador; paradójicamente, yo que había sido uno de los gerentes más jóvenes en la historia de Directv, ahora era un operador que vendía suscripciones para la misma compañía. El país me dio una lección de humildad enorme. 

Ya cuando me estaba adaptando, y las cosas comenzaban a marchar mejor, se vino otra prueba dura: oficialmente me separé de la madre de mis hijos. La distancia había hecho lo suyo y erosionó lo poco que quedaba de mi matrimonio. Sin embargo, mi exesposa, que es una gran mujer, cumplió su promesa y se vino con mis hijos.

Hoy día cada uno es feliz desde su espacio, pero hay algo que nos hace muy feliz a los dos: ver a nuestros hijos formándose, y aprendiendo a querer a este gran país, que ahora también es su país.

Quiero aclarar, antes que salgan los ultranacionalistas, que sabemos perfectamente y nunca hemos dejado de querer a Venezuela, pero ahora también queremos a la Argentina. Porque el país de uno no es solo donde naces, sino también aquel lugar que te da trabajo, cobijo y educación para tus hijos. Es el que te permite forjarte un futuro, pero también el que te da sentido de pertenencia, y es que nuestro país, ya desde su fundación, en el preámbulo de nuestra constitución argentina te invita a ser parte: “promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”

Si me lo preguntan, no sé lo que significa para un migrante renacer en otro país porque, les digo con sinceridad, Argentina siempre ha sido mi país. Esta tierra me conquistó a los 7 años cuando jugaba a ser Bilardo, también cuando Ariel me hablaba de Buenos Aires en aquel bar gardeliano en los 90. Y me sigue conquistando cada mañana cuando abro los ojos y estoy tranquilo, porque gracias a Dios encontré mi lugar en el mundo.  

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