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Existen cuatro principios básicos que toda persona debería tratar de seguir: La coherencia como forma de vida; donde se piense, se siente y se actúe en un mismo sentido. La tranquilidad del alma, reflejada en una gran paz interior. La autosuficiencia; que permite vivir en forma independiente y en libertad; y vivir en sintonía con la naturaleza.
Todos en algún momento de nuestras vidas nos preguntamos: ¿Quién somos? ¿Qué hacemos en este mundo? Preguntas fundamentales sobre la propia existencia, el sentido de la vida, la felicidad, la libertad interior y nuestra relación con el mundo exterior.
Cada verano que paso en mi pueblo, constituido por agricultores, siempre me llama la atención la mirada de serenidad que refleja la mayoría de las personas; versus esa mirada dura, de inquietud, agresividad, y de soledad que reflejan la mayoría de las personas que viven en grandes ciudades como New York, Londres, Hong Kong, etc.
El verano pasado; como todos las mañanas, escuché a Rodesindo a las 6 a.m., pasando con sus vacas camino de la Veiga para llevarlas a pastar, y siempre pasa silbando, como cantándole a ese nuevo día que está naciendo. Cuando lo oigo, no sé por qué pienso que la gente que silba, es más feliz. Cuando corro por el campo, me paro, y me quedo observándolo; siempre lo veo mirando fijamente al horizonte, sin preocuparse del tiempo, como meditando sin prisa. ¡No está con el celular!; de hecho nunca lo tuvo, porque dice que no lo necesita.
Una tarde sentados ambos, “tomando un poco de fresco” (así se dice en mi pueblo, al hecho de poner unas sillas en la acera y conversar); de repente le pregunté: ¿Rodesindo, te consideras un hombre feliz? “Mira Carlos, hace muchos años que decidí que haría únicamente lo que quiero hacer. No fue fácil; porque primero tuve que tener claro qué es lo que quería, y después desear solamente eso que quería. Tengo una actitud realista ante la vida, soy dueño de mí mismo, y lo más importante es que soy un hombre libre. Quizás me oculte tras una apariencia intrascendente, de campesino, y lejos del poder, del protagonismo, del prestigio, de la riqueza; pero vivo una vida coherente, practicando lo que predico, con una gran paz interior, y en sintonía con la tierra que me vio nacer, y me verá morir. Estoy seguro de que tú tienes más sueños, más poder, más protagonismo; pero la verdadera felicidad está en las cosas que no se pueden comprar y mostrar”
Se fue, y me quedé pensando en sus palabras, que fueron como una invitación a reflexionar sobre uno mismo, y a elegir conscientemente una opción de vida, que nos aproxime lo más posible a una vida más plena y más feliz.
Mucha gente que conozco, o mejor dicho la mayoría de la gente que conozco; está muy lejos de Rodesindo, y no saben por qué han elegido la vida que llevan, y tienen la triste sensación de que los hechos cotidianos van transcurriendo como si fuera una película, donde el protagonista es otro. Funcionan algo así como una escopeta de perdigones; piensan una cosa, sienten otra, y sus actos se dispersan sin dirección.
Pero lo que más me llama la atención, es que Rodesindo, no tuvo que irse a buscar nuevos horizontes, a perseguir sueños; encontró su felicidad en una pequeña aldea de Galicia, siendo un agricultor.
Mi madre solía decirme: “Carlos la virtud no suele ocupar primeras páginas, ni ser objeto de grandes reconocimientos”
¡Hoy quiero darle un pequeño reconocimiento a este agricultor de la felicidad!