La disolución de Venezuela por Hernán Pérez Loose
Feb 03, 2015 | Actualizado hace 9 años
La disolución de Venezuela por Hernán Pérez Loose

Banderavzla..

 

Venezuela se hunde cada día como en cámara lenta. El país, cuyo modelo económico sirvió de inspiración a otros en América Latina, está en camino de disolverse. El sistema político como espacio para resolver conflictos prácticamente ha dejado de funcionar. Nada ejemplifica mejor esta realidad que la reciente autorización que ha dado el presidente Maduro a los cuerpos militares para que utilicen armas letales cuando salgan a las calles a frenar las manifestaciones. Si ya es grave que las fuerzas armadas sean llamadas a desempeñar un papel propio de la policía o guardia civil, tanto más lo es el que lo hagan con armas letales en la mano. Un gobierno que necesita de los militares para velar por el orden interno –cualquiera que sea el contenido de esta expresión– es sintomático de cuán inefectivas han devenido las instituciones en las que se desenvuelve.

A lo anterior debe sumarse el colapso social. Todos recordamos la machacona propaganda del chavismo en su primera fase sobre los logros sociales que producían sus políticas económicas. Y en parte había razón para ello. Pero eran logros que dependían de la salud económica del Estado. Una vez que la crisis fiscal hizo su aparición en Caracas, los avances en materia social comenzaron a debilitarse. Un reciente informe de la Comisión de las Naciones Unidas para América Latina (Cepal) (‘Panorama Social en América Latina’. Santiago, 2014), con información cortada al 2013, arroja un balde de agua fría a los herederos gobernantes del coronel Chávez. El informe revela no solo que la pobreza ha crecido en esa nación –en un escalofriante 6%–, sino que ha regresado a los niveles de 1998, año en que el socialismo del siglo XXI hizo su histriónico ingreso al escenario latinoamericano.

Este proceso de empobrecimiento se verá agudizado este año una vez que los efectos de la caída del precio del petróleo comiencen a sentirse a lo largo y ancho del aparato estatal venezolano. Aun en el caso de que para fin de año dicho precio se llegue a estabilizar en alrededor de US$ 50, el efecto social seguirá siendo devastador. Una política de disminución de la pobreza basada principalmente en el gasto fiscal no es sostenible en el tiempo. Provocará un alivio inmediato, bonitas estadísticas, y muchos votos, es verdad. Pero será flor de un día. Una verdad que lamentablemente los venezolanos la están aprendiendo ahora con dolor y desesperación. Que el artífice de semejante fracaso no esté hoy presente para asumir su responsabilidad histórica no justifica el inmovilismo de los actuales líderes para detener la caída de toda una nación a un abismo al que fue llevada por un político carismático, es verdad, pero irresponsable.

La destrucción de la institucionalidad ha dejado a los venezolanos sin otra alternativa que las calles. El reciente anuncio de nuevas manifestaciones parece ser el preludio de más enfrentamientos y más represión. Los espacios de negociación prácticamente se han cerrado, mientras que la mayoría de los líderes latinoamericanos ha optado por mirar a otro lado.

enezuela se hunde cada día como en cámara lenta. El país, cuyo modelo económico sirvió de inspiración a otros en América Latina, está en camino de disolverse. El sistema político como espacio para resolver conflictos prácticamente ha dejado de funcionar. Nada ejemplifica mejor esta realidad que la reciente autorización que ha dado el presidente Maduro a los cuerpos militares para que utilicen armas letales cuando salgan a las calles a frenar las manifestaciones. Si ya es grave que las fuerzas armadas sean llamadas a desempeñar un papel propio de la policía o guardia civil, tanto más lo es el que lo hagan con armas letales en la mano. Un gobierno que necesita de los militares para velar por el orden interno –cualquiera que sea el contenido de esta expresión– es sintomático de cuán inefectivas han devenido las instituciones en las que se desenvuelve.

A lo anterior debe sumarse el colapso social. Todos recordamos la machacona propaganda del chavismo en su primera fase sobre los logros sociales que producían sus políticas económicas. Y en parte había razón para ello. Pero eran logros que dependían de la salud económica del Estado. Una vez que la crisis fiscal hizo su aparición en Caracas, los avances en materia social comenzaron a debilitarse. Un reciente informe de la Comisión de las Naciones Unidas para América Latina (Cepal) (‘Panorama Social en América Latina’. Santiago, 2014), con información cortada al 2013, arroja un balde de agua fría a los herederos gobernantes del coronel Chávez. El informe revela no solo que la pobreza ha crecido en esa nación –en un escalofriante 6%–, sino que ha regresado a los niveles de 1998, año en que el socialismo del siglo XXI hizo su histriónico ingreso al escenario latinoamericano.

Este proceso de empobrecimiento se verá agudizado este año una vez que los efectos de la caída del precio del petróleo comiencen a sentirse a lo largo y ancho del aparato estatal venezolano. Aun en el caso de que para fin de año dicho precio se llegue a estabilizar en alrededor de US$ 50, el efecto social seguirá siendo devastador. Una política de disminución de la pobreza basada principalmente en el gasto fiscal no es sostenible en el tiempo. Provocará un alivio inmediato, bonitas estadísticas, y muchos votos, es verdad. Pero será flor de un día. Una verdad que lamentablemente los venezolanos la están aprendiendo ahora con dolor y desesperación. Que el artífice de semejante fracaso no esté hoy presente para asumir su responsabilidad histórica no justifica el inmovilismo de los actuales líderes para detener la caída de toda una nación a un abismo al que fue llevada por un político carismático, es verdad, pero irresponsable.

La destrucción de la institucionalidad ha dejado a los venezolanos sin otra alternativa que las calles. El reciente anuncio de nuevas manifestaciones parece ser el preludio de más enfrentamientos y más represión. Los espacios de negociación prácticamente se han cerrado, mientras que la mayoría de los líderes latinoamericanos ha optado por mirar a otro lado.

 

El Universo