El Metro como metáfora del país - Runrun
Alejandro Armas Mar 01, 2024 | Actualizado hace 2 meses
El Metro como metáfora del país

Estación Sabana Grande del Metro de Caracas. Foto (interv. por Runrunes) de Luis De Jesús (@luisdejesus_) en El Nacional, agosto 2022. 

El medio de transporte que alguna vez fue avizorado como “la gran solución para Caracas” está en manos de la elite gobernante menos interesada en el bienestar colectivo, en toda la historia nacional

 

@AAAD25

Todos tenemos rasgos extraños pero inocuos en nuestra personalidad. Aquellos que, sin implicar demencia, nos distinguen de la masa amorfa que llamamos “normal humano”. Uno de los míos es la fascinación por los trenes urbanos. Es de las pocas cosas que recuerdo sobre mi infancia más temprana y que nunca me ha dejado. Como buena abuela y por lo tanto alcahuete de las pasiones pueriles, la mía me llevaba al Metro de Caracas sin ninguna finalidad, más allá de divertirme. Íbamos de Altamira a Palo Verde y luego de regreso. A veces, cuando no había quien me cuidara en casa, tenía que acompañarla a su trabajo, en Las Adjuntas. Nada me hacía más feliz entonces que ver el Metro pasando sobre la autopista, rumbo a Caricuao. Parte de la dicha de mis dos años viviendo en Nueva York por razones académicas fue explorar de cabo a rabo el sistema de metro más grande del mundo.

Todavía me gusta usar el Metro de Caracas y, si bien no es a diario, soy un usuario regular. A veces, por ir a alguna parte de la ciudad a la que no quiero ir en carro. Otras veces, solo por ese gusto difícil de explicar. Pero hasta un amante del metro como yo tiene que admitir, con dolor profundo, el deterioro abismal del sistema subterráneo capitalino. Los retrasos desesperantes en la llegada de trenes, el bochorno pegajoso de un vagón sin aire acondicionado, el atolondramiento grosero de muchos usuarios, acaso agobiados por los otros problemas. Etcétera.

Pero ojalá fuera solo eso. Los accidentes que obligan a evacuar trenes o estaciones son cada vez más frecuentes. Hace unas dos semanas, en un mismo día hubo dos: uno en el tramo entre las estaciones Caño Amarillo y Agua Salud, y otro en la estación Zoológico. Por suerte, nadie salió herido. Pero, repito, la frecuencia de estos episodios preocupa mucho. ¿Es que tiene que ocurrir una desgracia para que las autoridades tomen cartas en el asunto?

Pregunta sin sentido. En realidad, es fútil esperar que se haga el mantenimiento necesario, suceda o no una calamidad. Porque, lamentablemente, el medio de transporte que alguna vez fue avizorado como “la gran solución para Caracas” está en manos de la elite gobernante menos interesada en el bienestar colectivo, en toda la historia nacional. El metro es otra de tantas obras hechas por esa democracia que el chavismo tanto vitupera y desdeña, toda vez que ese mismo chavismo las dejó decaer hasta una cota del subsuelo inferior a las memorias de Dostoyevski. Quienes se jactan de ser mucho más productivos y eficaces que sus predecesores terminaron reduciendo el producto del objeto de su desprecio, sin un reemplazo.

¿Qué les importan los pesares de los usuarios cotidianos del metro, o incluso los peligros que corren? Ni que ellos lo usaran. Ellos se desplazan en camionetas con chofer y refrigeración, así como una horda de escoltas.

Ya sabemos qué puede pasar cuando alguien reclama. Hace año y medio, Roberto Patiño, cofundador de la ONG Alimenta la Solidaridad, y otros activistas levantaron la voz por la deplorable situación del medio de transporte. ¿Cuál fue la reacción desde el poder? Victimizarse y criminalizar a los denunciantes. Decir que había una “campaña contra el Metro”. Según su narrativa caradura, no son los millones de usuarios del metro los que tienen razones para quejarse, sino ellos mismos, los mandamases que se han rodeado de privilegios a costa de un Estado, incluyendo al metro, por el que debían velar. Las cuitas del ciudadano común no importan, sino que se sepan y que a los jerarcas los increpen por ello.

Sin embargo, el escándalo fue tal, que el chavismo tuvo que pretender que haría algo al respecto. El resultado fue una campaña de supuesto mantenimiento a gran escala. Como todo lo que el chavismo hace, la presentaron propagandísticamente con bombos y platillos. Pero por lo visto no pasó de aplicar pintura nueva a las estaciones y arreglar algunas escaleras eléctricas. Si la seguidilla de accidentes recientes nos dice algo, sigue pendiente el trabajo mecánico que debería ser prioridad.

Pero, de nuevo, con este gobierno no podemos esperar algo mejor. Y, de hecho, el Metro de Caracas es una metáfora de toda Venezuela. El país entero se ha deteriorado al punto de ser una sombra de lo que fue. Cuesta conseguir un aspecto de la vida nacional cuya calidad no haya bajado. Pero quien proteste se encontrará, en el mejor de los casos, con la indiferencia del gobierno. En el peor, con su puño de hierro. Venezuela tiene tantas, tantas cosas que necesitan una mejora urgente, que sin temor a equivocarnos podemos decir que el metro no es lo más apremiante (para empezar, es un problema caraqueño; y justo ahora, las dificultades de los habitantes del resto del país son mucho mayores). Pero, cuando tengamos un gobierno al que sí le importe algo más que los lujos de una camarilla, también habrá que devolverle al metro el estatus de solución para la capital. Como eterno entusiasta de los rieles, espero poder ver eso.

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