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#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana – II serie | Aquel Partido Comunista de Venezuela
Como en la mayoría de los partidos políticos venezolanos, las marcas del caudillismo, la guerra de facciones y la imposición de jefaturas han sido constantes del devenir del Partido Comunista de Venezuela

 

@YsaacLpez

Una niña de El Vigía, en el estado Mérida, pregonaba, vendiendo a finales de los sesenta el periódico del partido: «Upa mi gallo, pare la oreja y monte a caballo». La pecosita distribuía a medio «La Tribuna«, “la que dice la verdad del pueblo”, para obtener fondos revitalizadores de la organización. Al terminar el recorrido era premiada con una Fanta Naranja, que también costaba 25 céntimos.

No parece haber unanimidad en por qué el gallo es el símbolo del Partido Comunista de Venezuela. Tampoco quién fue su autor. De lo segundo se dice fue el muralista y militante zuliano Gabriel Bracho, pero también que el célebre Pablo Picasso se lo regalaría a Gustavo Machado durante un encuentro en París. De lo primero, que en sus inicios la organización tenía una importante base de respaldo campesina, el gallo iluminaba con su canto la aurora de un nuevo día de trabajo y es un animal entregado a la pelea hasta morir.

El historiador Luis Cipriano Rodríguez en su trabajo El anticomunismo en Venezuela (UCV, 1989) señala: «La historiografía venezolana tiene en esta temática un campo investigativo de especial relevancia. El estudio de las motivaciones, objetivos, condicionamientos y modalidades prácticas del Anticomunismo durante los últimos cincuenta años puede aportarnos una de las claves para entender la conducta política conservadora de casi todo el pueblo venezolano. Un pueblo que, no obstante, la realidad objetiva de sus crisis, frustraciones y pobrezas, oscila casi siempre entre la reivindicación socioeconómica y la reforma evolutiva, obviando por lo general las opciones radicales o socialistas…» (p. 23).

Consecuente comprometido con las luchas de los sectores de izquierda, hasta formar parte de los fundadores de los Comités por la Unidad del Pueblo, Luis Cipriano Rodríguez sabía de la histórica reticencia de las grandes masas populares a cualquier propuesta con bandera roja, morada, anaranjada o negra. Aunque en 1963 los adecos tuvieran que mandar a sellar las dos negras por Leoni.

Un biógrafo, Robert J. Alexander, señala la fundación del Partido Comunista de Venezuela para 1931, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, por algunos de los participantes en los sucesos de 1928, sufriendo sus iniciadores la represión y la tortura de aquel siniestro régimen.

Para Alexander, las cuatro determinantes en el comportamiento del Partido Comunista de Venezuela han sido: 1. La frecuencia de las dictaduras en Venezuela; 2. El tipo de competencia política con la que tropezaron los comunistas; 3. Presiones desde dentro de las filas comunistas venezolanas; y 4. La influencia de partidos comunistas extranjeros, especialmente los de la Unión Soviética y Cuba. (El Partido Comunista de Venezuela. México, Editorial Diana, 1971, p. 255).

Apunta el autor que el Partido Comunista de Venezuela ha tenido tímida ascendencia sobre las organizaciones de trabajadores y campesinos del país, su importancia en zonas urbanas de barrios y periferias obreras, exaltando la capacidad organizativa y el compromiso de sus integrantes. Para 1961, recién salidos de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez –contra la cual habían tenido destacada actuación–, a pesar de los señalamientos estatutarios de un centralismo democrático, era el Buró Político y su secretariado la fuerza de la coherencia interna. Nombres como los de Jesús Faría, Pompeyo Márquez, Gustavo Machado, Alonso Ojeda Olaechea, Luis Emiro Arrieta, Eloy Torres, Guillermo García Ponce, Eduardo Machado, Héctor Rodríguez Bauza, Eduardo Gallegos Mancera y Martín J. Ramírez.

Otros hombres han cruzado esa historia. De Pío Tamayo a Salvador de la Plaza. De Ricardo Martínez a Gustavo Machado y Juan Bautista Fuenmayor. De Rodolfo Quintero y Cruz Villegas a Pedro Ortega Díaz y Miguel Otero Silva. De Miguel Acosta Saignes a Kotepa Delgado. De Héctor Mujica y Carlos Augusto León a Douglas Bravo y Germán Lairet.

Como en la mayoría de los partidos políticos venezolanos, las marcas del caudillismo, la guerra de facciones y la imposición de jefaturas han sido constantes del devenir comunista.

Un crítico, el investigador Agustín Blanco Muñoz, al hacer la historia de vida de uno de sus máximos exponentes, Eduardo Gallegos Mancera, señala: «En general, puede decirse que la historia del PCV registra grandes momentos: el del nacimiento y primeras ejecuciones (años 31-37), el lapso de la construcción y del contradictorio posicionamiento (37-50), el tiempo de la clandestinidad (50-58), el periodo del esplendor unitario (58-59), el momento del viraje (59-60), el lapso de la lucha armada (61-67) y el de las divisiones y pacificación (66-70).» (A. B. M. Comunista por siempre. Habla Eduardo Gallegos Mancera. UCV, Cátedra Pio Tamayo, 2009, p. 22).

El enemigo, el analista Carlos Rangel, señalaba en diciembre de 1962, en artículo dirigido a plantear una nueva convivencia entre los venezolanos, algunas particularidades del Partido Comunista.

Su moderación, que le hizo ganar presencia en 1958, la influencia de la Revolución cubana y el MIR, la falta de un liderazgo maduro y flexible para encarar el empuje rebelde de las capas jóvenes, el error y su persistencia por la opción violenta en la toma del poder. Desde la tribuna de la revista Momento, Rangel se sumaba a señalamientos realizados por el dirigente de COPEI, Luis Herrera Campíns, sobre «el histerismo anticomunista y la actuación desbordada de los cuerpos de seguridad del Estado» en ese tiempo. Toda una postura de avanzada en quien pedía una mayor intervención frente al desorden estudiantil en la Universidad Central de Venezuela y cuestionaba el aumentar el presupuesto universitario, pues «las universidades nacionales no han dado al país un rendimiento que esté en relación con las sumas invertidas en ellas.» (Momento, N° 334, (Caracas, 9 de diciembre de 1962), s/p; y N° 586 (Caracas, 8 de octubre de 1967, s/p).

Uno de los dos más grandes herejes, Teodoro Petkoff, en entrevista que le hiciera en 1971 el periodista norteamericano Norman Gall, expresaba: «El Partido Comunista de Venezuela era muy extraño. Pequeño y maltrecho como era, siempre fue una facción importante en la política venezolana, con raíces en los sindicatos y en los movimientos armados, y en las relaciones con los otros partidos del país. Era muy diferente de los grupos trotskistas y prochinos de América Latina, compuestos por un pequeño círculo de intelectuales sin experiencia real en la política. Pero ni la intervención soviética en Hungría en 1956, ni el discurso de Jrushchov denunciando los crímenes de Stalin causaron problema alguno en el PCV, porque nuestro partido estaba tan involucrado en su propio problema, el régimen de Pérez Jiménez, que los acontecimientos más amplios del mundo comunista apenas nos conmovieron ligeramente.» (Trópico Absoluto, 31 enero 2021).

Por su parte, el periodista Gall caracteriza a la organización comunista venezolana así: «Los comunistas venezolanos acababan de salir de estos 20 años de actividad revolucionaria, primero con éxito contra la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) y luego [derrotados] contra los regímenes elegidos de Acción Democrática de los presidentes Rómulo Betancourt (1959-1964) y Raúl Leoni (1964-1969). Hasta que el PCV fue derrotado en su larga rebelión guerrillera de los años 60 y destrozado por una lucha ideológica y de liderazgo centrada en el ‘antisovietismo’ de Petkoff, fue uno de los partidos comunistas más fuertes y activos de América Latina. No solo había sido el principal impulsor entre los partidos políticos venezolanos de la movilización de la clase obrera y las poblaciones marginales de Caracas para derrocar la dictadura de Pérez Jiménez, sino que montó el movimiento insurreccional más sostenido y activo de América Latina durante el decenio de 1960, que duró más tiempo y fue combatido con mayor crudeza que el movimiento guerrillero más conocido de Fidel Castro en la Sierra Maestra de Cuba unos años antes.» (Ibídem).

Acusado de ser más un culto que un partido político, el PCV sobrevivió a la división en dos momentos claves de su historia. En 1965-66 cuando, proscrito y apostando todo a la violencia armada, dio un freno para señalar su equivocación, postulando banderas de paz democrática y viraje aceptando la necesidad de ampliar la lucha de masas en las medidas pacificadoras de Caldera; y en 1971 cuando de su seno se desprendió un elemento renovador, crítico y modernizador pretendiendo una nueva lectura del país llamado Movimiento al Socialismo (MAS).

NotasSobreLaIzquierda Aquel Partido Comunista de Venezuela, por Isaac López
Antiguo afiche y grafiti contemporáneo del Partido Comunista de Venezuela.

Teodoro Petkoff, ya convencido del desprendimiento de la vieja creencia, señalaba sin embargo en 1971: «Como dije, el PCV era una fiesta extraña. A pesar de estas discusiones y discrepancias internas, pudimos llevar a cabo la lucha armada, y durante la insurrección pudimos debatir intensamente la estrategia y las tácticas entre nosotros. El PCV no tenía un sello estalinista –pocos de los líderes del partido habían estado en la Unión Soviética– y había mucha tolerancia hacia las discusiones internas. Recuerdo que, en una reunión del Comité Central, en diciembre de 1962, expresé la opinión de que las sangrientas insurrecciones navales de Carúpano y Puerto Cabello eran aventuras irresponsables, y que la lucha armada se estaba llevando a cabo con graves excesos de militarismo, anarquismo y terrorismo. Sin embargo, no creo que ese desacuerdo haya afectado nunca nuestras relaciones personales. Aunque a veces estaba en desacuerdo y criticaba la política del partido, nadie pensó en censurarme, porque el PCV tenía la libertad interna de sostener y discutir opiniones diferentes, siempre y cuando estos desacuerdos no se hicieran públicos. Esto hizo que el PCV fuera muy diferente de los partidos comunistas de Argentina y Francia.» (Ibídem).

La revisión de colecciones de Tribuna Popular, órgano por excelencia del PCV, correspondiente a 1971 y 1972, recién incorporado a la vida democrática venezolana después de 10 años de inhabilitación, arroja importante información del devenir partidista.

En las páginas de Tribuna Popular de 1971 y 1972 una organización debatiendo y sumando gentes en los barrios y pueblos; campañas y mítines en los lugares más apartados de la geografía nacional; presencia en luchas reivindicativas del movimiento obrero y estudiantil; fuerte controversia con el sector disidente del MAS y apoyo en la difusión por empresas y órganos del gobierno de Caldera. Eran los años de reinserción y de implicarse en la vida democrática, luego de haber participado en las elecciones de 1968 bajo bandera rojo menguado y con un gallo que, aunque mantenía las espuelas, se sabía deforme.

Triste y descolorida historia la del Partido Comunista de Venezuela en su apoyo al proyecto de Hugo Chávez desde 1998, y luego en el respaldo al gobierno de Nicolás Maduro. Una historia de amigo de quinta, de invitado a juro, de arrocero incómodo por insistente. Aunque eso haya permitido un despliegue de medios como nunca en la vida de la agrupación. Recién se le ha pretendido hacer lo que ya se ha hecho a otros partidos, desconocer autoridades e imponer otras.

De reconocerse en una herencia se trata, de entender legados. Hidalguía, consecuencia, ética, errores, fallas, empeños absurdos y dislates sin nombre. De que ese gallo recobre la dignidad de su canto para la pelea por un país mejor.

isaacabraham75@gmail.com | 26 de febrero de 2023.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida.

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