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Elecciones, juego de locos para adulantes

@ArmandoMartini

La democracia, como cualquier sistema político, tiene sentido en la medida que sirve para optimizar la calidad de vida ciudadana. Su éxito admitía pronosticar su inevitable universal implantación ya que ningún otro puede competir con la democracia en su capacidad para generar prosperidad y libertad. Desafortunadamente, no ha sido así. Han surgido enemigos internos -corrupción, abusos de poder, deterioro del liderazgo, degradación de principios y valores- que han generado frustración entre los ciudadanos. Al mismo tiempo surgen modelos como los de China, Rusia, Turquía o Hungría que desnaturalizan la búsqueda de estabilidad y orden que la sociedad requiere para progresar.

Todos celebran elecciones. En autoritarismos el sufragio se controla, manipula, y, si es preciso, se trampea y amaña. En democracia son libres, transparentes, verificables y de ellas nacen, sin engaño ni cuestionamiento, los encargados de gobernar.

Votar en libertad es grandeza de la democracia, su componente más extraordinario. No el único para su desarrollo, pero sí el más definitorio.

Por eso resulta transcendental dar sentido responsable a las elecciones. Votamos porque elegimos a quienes gobernarán el destino que deseamos y como lo queremos. Si se devalúa, cuestiona, pierde confianza ciudadana, se impone a la fuerza, se convierte en transgresión, prevaricación y no refleja la voluntad mayoritaria, la democracia incumple, permitiendo prosperar la seducción estafadora de la oferta engañosa y delincuencial.

Elecciones a lo loco

Casi todos manifestaron que no transigirían ni negociarían si no estaba incluido el sufragio presidencial. Sin resolver e incumpliendo la palabra empeñada, por obra y gracia no sé sabe de quién o quienes, de intereses bastardos remotos, hablan de diálogo, participación en la parodia electoral con la excusa cómica de retorcidos espacios. La meta no debería de ser ganar, sino gobernar. Propósito básico de elegir en democracia, y administrar en la forma previa acordada entre candidato y ciudadano. Las elecciones en un sistema democrático son un combate de ideas, no de ambiciones personales.

Convertidos en un país a pedazos sin darnos cuenta de que no somos el centro del mundo sino un mundo de pequeños centros de intereses, nos quedamos sin soluciones ni recursos. Y donde se agotan las salidas, alguien pasa por encima. Nuestro destino se desgaja entre ventajas que cada quien utiliza para su beneficio. Los grandes monopolizan los pequeños pedacitos y cuando no cubren, son desechados a la basura.

En este juego los locos chillan, excitados, ¡elecciones! ¡elecciones! reuniendo insignificantes e inútiles adulantes. Pero conscientes que gritos de chiflados se medican, inyectan, tratan con choques eléctricos, y a veces con un buen y oportuno manguerazo. La otra alternativa de curar, que no es eficaz con los desequilibrados pero sí con los ignorantes, es enseñar principios morales, valores éticos, instruyendo buenas costumbres, formando a los ciudadanos a ser mejores. Los seres humanos nacemos con aptitudes, pero es la enseñanza que las convierte en capacidades y talentos. Lo que no se está haciendo en esta Venezuela actual, entre fraudes, alardes, fantasías, elecciones y codicias.

Revocatorio y régimen

Las elecciones son inútiles, cuando se visten de chantaje, extorsión y exigencia a los ciudadanos que asisten ciegos a las urnas. En Venezuela hay una situación de Estado fallido y quebranto de la soberanía. Las evidencias lo demuestran. No existen condiciones para que el ciudadano legitime a sus representantes. Y el revocatorio planteado por peones rumiantes, excéntricos y adulantes, es un plan del régimen para obtener la legitimidad, que tanto añora y necesita.

Pensar en años más en manos de esta ignominia castrooficialista, es aterrador. La política de alianzas es determinante, se debe decir la verdad y dejar clara la posición. ¿Cabe algún tipo de pacto? ¿Se puede pactar con la delincuencia organizada interna y externa?, ¿con la izquierda castrista?, ¿con la ilegitimidad e ilegalidad?, ¿con quienes tienen precio por su cabeza?, ¿con quienes cedieron el territorio?, ¿con quienes no conocen el valor de la palabra empeñada?

Por ello es vital la implicación de los ciudadanos, exigiendo respuestas y penalizando farsantes. Pero la complicidad ha contribuido para que los políticos evadan responsabilidades. La verdad se ha desvalorizado, se da por hecho que en las campañas electorales se miente y está bien hacerlo. Consideran como virtud, el robo, la maniobra y el ocultamiento de la realidad. Se elogia la audacia de quienes manipulan las redes sociales con mentiras o medias verdades. Se valora únicamente la capacidad de ganar.

El deterioro de la práctica política, la renuncia de los ciudadanos a su compromiso y responsabilidad en defensa de la democracia, ha generado fuerzas que buscan destruirla.

Los partidos que antes atacaban al sistema desde afuera, disfrutan la rentabilidad de hacerlo desde dentro, con apariencia de respeto a las reglas. De allí, la importancia del contenido ciudadano, sobre todo en periodo de elecciones, demandando respuestas, desenmascarando impostores y escarmentando embusteros. Para que las elecciones, instrumento exclusivo y poderoso de las democracias, no terminen por ser inútiles y dándole alas al comunismo que arruina a Venezuela.

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

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