La otra cara - Runrun
José Luis Farias Dic 15, 2020 | Actualizado hace 1 mes
La otra cara

Fragmento de la obra Los niños muertos, del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919 – 1999).

@fariasjoseluis

Sentí miedo a enterarme de la tragedia de los náufragos del hambre  

No sé si de modo consciente o inconsciente

Procuro siempre el cuidado a mi diezmado espíritu

Y me sustraigo ante tanta tragedia a nuestro alrededor

Nada distinto a cuanto hacen los demás

Aquellos que se evaden de las diarias calamidades

Nunca he tenido estómago para lo abominable

No me apena

Creo que nadie, o muy pocos.

Apenas me las arreglo para enterarme de ellos

Sin que afecten en mucho mi ánimo.

Pero hay días de días

Hoy debo admitir que le hui de rompe

Fui deliberado

Sentí miedo a enterarme

Me alejé de la infausta noticia

Hice todo cuanto pude por no toparme con ella

Privilegié por mis asuntos

Escapaba de la consternación

Vi de soslayo la nota

Fui esquivo a la imagen

No soportaba detenerme en aquellos restos humanos

Sí, esos que llegaron flotando a las costas de Paria

Clamando justicia

Todo fue infructuoso

No pude

Y mejor así, apartarme me haría cobarde

Me condenaría de una «al lago que arde de fuego y azufre» que anuncia el Apocalipsis

La imagen, vista de pasada, volvió a mi mente

Y aquella nota que la acompañaba cinceló mi alma

«¡Tragedia en Guiria! Hallan más de 10 cadáveres tras naufragio de embarcaciones».

Luego supe fueron 19

19 de muchos más que ya suman al genocidio

Los muertos por el naufragio del hambre impuesto por Nicolás

Guiria, el lugar

Anclado en la costa de la península de Paria

Parte de la exuberante ¡Tierra de Gracia!

Esa que mira hacia Trinidad

Ahora hecha ¡Tierra de Desgracia!

Por obra del hambre y la injusticia

Por la mano del tirano

No demandaba esfuerzo imaginar el resto de la noticia

Una tragedia cantada

Un drama a producirse en cualquier momento

Los gritos de los últimos días presagiaban

funesto desenlace

Cuanto ocurre a diario en ese corredor marítimo

tras el portazo xenófobo del cómplice de la vecina isla

Anunciaba la fatalidad

Todos aquellos que echados de su tierra por el hambre

Todos cuantos se atreven a cruzarlo

Podían ser víctimas del infortunio

Caer en el naufragio y la muerte

Estos restos humanos que devolvió el mar a la tierra de donde partieron

Llegaron como prueba del odio del alma miserable

De quien desde aquí los empujó

Y subrayan la bajeza vil

De quien desde allá los regresó

Ni uno ni otro podrán saborear el reposo de la paz ni escapar de la justicia terrenal o divina

Las víctimas, seres humildes, hombres, mujeres y niños

Fueron por vida y encontraron la muerte

«Algunas veces -dijo Montaigne- huir de la muerte hace que corramos hacia ella»

Nos duelen hondo, muy hondo

Su injusta partida nos desgarra el alma

Nos mueve la ira.

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