La filosofía de Emilio y la protesta de Martín - Runrun
La filosofía de Emilio y la protesta de Martín

@juliocasagar

Emilio y Martin son mis nietos. Tienen 11 años y como solo los niños, los borrachos y los locos dicen la verdad, importante es entonces que, cuando hablan, les prestemos atención.

Hace unos días, en plena pandemia, cuando el confinamiento nos hacía inventar rutinas en la casa, tratamos de poner en orden su tiempo. Nada fácil. El quid del asunto era ver cómo hacíamos para que se despegaran del Fortnite, un videojuego que hace furor entre sus amigos y en el cual juegan en línea con ellos. Negociábamos el uso del tiempo y les fijamos como hora tope las 10 y 30 de la noche. Como ya teníamos dificultades para desconectarlos hasta para comer, debimos ser más drásticos y redujimos el tope a las 9 p. m. Martín, el sindicalista del par, inmediatamente protestó y dijo que era una violación del contrato colectivo, rezongaba y argumentaba. Emilio, el diplomático del par, dijo con sapiente calma: “MARTÍN, LAS COSAS CAMBIAN…”

Las cosas cambian. Emilio y Heráclito, quien nos advierte que “nadie se baña dos veces en el mismo rio”, lo saben y con razón lo dicen cuando es necesario. Las cosas cambian y la historia, por más que sea una guía y nos muestre los acontecimientos pasados, como un espejo que cruza el camino de los tiempos, no se repite. Y cuando lo hace suele ser, como lo dijo Marx, a propósito del golpe bonapartista del 18 de Brumario, “una vez como tragedia y otra como farsa”.

El debate sobre si se vota o no se vota en Venezuela, a propósito de las elecciones convocadas de manera írrita por el no menos írrito CNE, nombrado por el irritísimo TSJ, suele echar mano de ejemplos de elecciones en otros momentos y otras latitudes.

Cada quien hala la brasa para su sardina, demostrando con el acontecimiento y la versión del que le conviene, cómo fue de acertado votar, o cómo lo fue abstenerse. Hay quienes hablan de la victoria del NO en el referéndum de Pinochet y la posterior victoria opositora; de la victoria de la señora Chamorro contra Ortega en Nicaragua; de las recientes protestas contra Lukashenko; algunos nos transportan más allá en el tiempo y nos hablan de la acertada participación de los bolcheviques en la Duma zarista.

Solemos citar igualmente nuestra propia experiencia del 2005, cuando la oposición se abstuvo. No obstante, vamos a tratar de analizar otra situación más próxima en el tiempo y, por ende, más cercana también a la realidad actual: las elecciones de 2015.

Muchos dicen que ha sido el hito político (democrático) más importante alcanzado por la oposición al régimen en Venezuela. Creo que esta es una afirmación incontestable. Lo que pasó después, es donde está mi Dios sentado. Ello ha dado pie a que otros opinen que de nada sirvió tal hito porque el régimen (haciendo un “up grade” autoritario”) se quita la careta y en pocas semanas ya había eliminado la mayoría absoluta, anulando las elecciones de los diputados de Amazonas y luego declarando en desacato a la Asamblea Nacional.

¿Quién tiene razón? Pues, por extraño que parezca, ambos tienen razón. O parte de ella. En lo que pensamos que no tienen razón es en extrapolar el ejemplo, por aquello, que ya dijimos, de que la historia no se repite nunca de manera exacta. Que Martín puede protestar todo lo que quiera, pero Emilio tiene razón cuando dice que “las cosas cambian”

¿Y qué clase de análisis es este? ¿En qué quedamos entonces?

Quedamos en que en cada momento las direcciones políticas tienen que inventar y definir una agenda. Que para elaborar esa agenda, diseñar una estrategia y decidir acciones hay que leer el presente y hacer prospectivas sobre el futuro.

¿Qué hemos dicho insistentemente desde esta ventanita digital? Vamos a tratar de resumirlo de seguidas.

1. Maduro tiene en su contra el 85 % de los venezolanos. Si la cosa fuese al contrario, estaríamos fritos.

2. El liderazgo opositor ha ensayado diversas vías y estrategias para desalojarlo del poder, sin éxito hasta ahora.

3. Hubo una decisión capital para haber logrado el apoyo del mundo democrático en el mundo. Fue no haber concurrido a las elecciones irregulares del 2018, lo que ha permitido que se considere al régimen ilegítimo y se reconozca el interinato de Juan Guaido como presidente de la AN.

4. No existen evidencias de que la comunidad internacional esté dispuesta a transitar otras vías para restaurar la democracia en Venezuela que no sea continuar la presión diplomática y las sanciones.

5. El liderazgo opositor ha estado unido en varias ocasiones (elecciones 2015) pero actualmente tiene visiones distintas sobre la vía para la recuperación democrática.

6. Los venezolanos que lograron hacer espectaculares manifestaciones pidiendo la salida del régimen, hoy están replegados. Este repliegue se refuerza con la crisis de la pandemia; el agravamiento de la situación económica que obliga a la gente en ocuparse de sobrevivir y la diáspora de millones de activistas, líderes y luchadores.

7. El régimen ha aumentado la represión, persecución de líderes y partidos opositores y aprovecha la pandemia para acentuar sus mecanismos de control social.

8. La protesta social (no la política) NUNCA ha decaído. En el mes de julio hubo más de 500 manifestaciones espontáneas, sin liderazgo conocido, contra la escasez de gasolina, de gas, de insumos médicos, etc. Es un error decir entonces que los venezolanos están anestesiados. Y es evidente que hay una base objetiva para que la protesta reconecte con lo político. Ese es uno de los grandes retos del liderazgo.

9. Pareciera evidente que es necesario un viraje de política, de remozamiento de las estructuras de dirección que conecte de nuevo con el país nacional y que aproveche la referencia nacional de Juan Guaidó.

10. Las elecciones son teóricamente un escenario privilegiado para la movilización de las conciencias, pero en estas condiciones pensamos que se traducirían en una nueva desilusión, porque todo está preparado para que sean fraudulentas y no se reconozcan los resultados. Entonces la lucha de los demócratas debería ser aprovechar el tema electoral montando una agenda para que se obtengan esas condiciones y que evaluáramos en un punto de esa lucha si participamos o no. Lamentablemente, pusimos la carreta delante de los bueyes y antes de plantear esa lucha, nos dividimos entre abstencionistas y participacionistas, cada uno con elementos justos de análisis, pero ninguno con fuerza para que su posición sea incluyente de todos. Hay tiempo para el viraje. Estamos a la espera.

Venezuela es un problema geopolítico internacional y ese hecho será clave en la solución de nuestra crisis, pero nadie vendrá a arreglarlo por nosotros. La política no se hace por “out sourcing”. A nosotros nos toca poner el liderazgo con la política correcta. De esta manera, el apoyo internacional y las negociaciones entre los países a propósito de nosotros, serán tanto más favorables a nuestra democracia, cuando más avancemos por nosotros mismos por la conquista de nuestra propia libertad.

 

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