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“Castrismus incultus y stupidus”

@ArmandoMartini

Cuando se sufre un fastidioso dolor de muela, incapaz de aliviar, la noche puede ser eterna, el terror de nunca acabar. Tal y como sucede con la prolongada miseria que nos ha traído, como estrategia destructora, el castrismo-chavista-comunista. Han levantado su torre no de Babel, sino de bobos con los individuos más incompetentes e inútiles.

El comunismo es el máximo grado de evolución del socialismo. Venezuela está destruida, se aprecia un paisaje oscuro, en ruina y desolación. Años de errores como política del “castrismus incultus”, o, dependiendo del cristal, “castrismus stupidus” -disculpen el latín-.

Es la epidemia que en el año 20 del siglo XXI se nos encaramó con un rosario de mentiras y alarde de un sistema desvencijado.

El régimen, sus compañeros de ideologías y cómplices, no gozan de credibilidad, nadie les cree -excepto los fanáticos asalariados, uniformados obedientes que dan soporte a la furia perversa socialista del siglo XXI. Los problemas empezaron cuando no hubo quien creyera, por observarlas remotas, que tradición de siglos de hambre y represión consumen casi todo. Se atragantan de dictadura y fatalmente de comunismo. Basta pasearse por la literatura espesa, sórdida, de sinvergüenzas como Mao, Fidel, Marx, Stalin, Che Guevara, Hitler, Mussolini, Idi Amin, Jean Bedel Bokassa, Obiang Nguema, entre otros sanguinarios verdugos.  

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

Se visualizó como lejanía, no se actuó con la aconsejable sobriedad y espíritu de veamos qué pasa en realidad. Es hora de perder el miedo, enfrenar al castrismo, rechazar la izquierda, tener coraje, identificar dudas, alejarnos de la resistencia de los escépticos. La transparencia es vital, la rendición de cuentas clave, el apego a principios y valores serán la sostenibilidad y harán viable un cambio.

Comenzó la habladera de ataques biológicos imperialistas, atrapados en alguna cocina pueblerina. Advirtieron los integrantes de la Alianza Bolivariana para nuestros pobres pueblos que se pondrían a trabajar, uniendo esfuerzos científicos y económicos para elaborar una vacuna que no termina de aparecer. Otro alarde etéreo, peor que una ilusión politiquera, una necedad socialista que generó burlas e ironías. Al final no se prepararon para lo que la realidad mundial anunciaba. Progresaba una epidemia, se expandía apresurada, llegaría a la patria bolivariana militarizada y castro-comunizada.

Venezuela lleva 21 años de dolorosa y atormentante noche que los cubanos han padecido por 6 décadas; que los rusos sufrieron bañados en sangre de ciudadanos presos, torturados, asesinados o sepultados en los extensos y gélidos gulags de Siberia. La misma angustia, terror y sufrimiento de la clase media y campesina china mientras vivió Mao que laceró a quien no le obedeciera, mientras satisfacía su depravación sexual con niñas escogidas. Ansiedad que llevó a los rumanos a derribar a pecho descubierto la tiranía brutal de Nicolae Ceaușescu y su mujer, o a los polacos seguir la rebelión democrática de los obreros del sindicato Solidaridad.

Ejecutores de ineptitudes, insisten en el anticuado error leninista; destruir para comenzarlo de nuevo. Semejante estupidez costó décadas de hambruna, consternación e infortunio. Igual pasará con los cubanos presididos por un viejo rezongón y un mediocre fiel. Se creyeron inmunes, y sus playas, hoteles, prostitutas del hambre seguían abiertos para el que tuviera el dislate de visitarlos.

Se percibe cómo las estructuras del colectivismo han venido derrumbándose.

Donde han existido manejos marxistas la caída se ha producido, muchas veces tras un derramamiento de sangre. Hay que comprometerse en la lucha para vencer a los roedores portadores de la peste.

Se anuncian contagiados, se regocijan, además de charlatanes, son revolucionarios, socialistas, “leales siempre, traidores nunca”, humanos como cualquiera, dispuestos a mantenerse rodilla en tierra, enfrentando “el acoso del imperialismo y la guerra económica en defensa del pueblo”. Es frecuente escucharles juicios idealistas pensando que ellos son la solución. Pero los jefes con barrigas y bolsillos llenos se enferman. El virus no entiende de niveles ni responsabilidades, igual afecta al pueblo con sus estómagos y faltriqueras vacías. La covid-19 es igualadora social.

Revolución en marcha, en arenas movedizas del castrismo, culpando a los demás de sus mamarrachadas con su narrativa vetusta y populista.

La verdadera contrariedad de esta ignominia desfachatada es que los síntomas presentados no son de la temible covid-19, ni del aterrador ébola sino del exterminador socialismo, que va destruyendo con voracidad porciones del contagiado hasta que termina destripándolo entre dolencias y demencia.

 

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