¿Tregua al mal? - Runrun
Armando Martini Pietri Mar 19, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
¿Tregua al mal?

@ArmandoMartini 

La tregua es para los venezolanos de bien, principios éticos, valores morales y buenas costumbres, es decir, la inmensa mayoría. Sin embargo, da escalofrío e indignación observar cómo interesados cohabitadores, bolichicos, socios, cómplices del oficialismo, convenientes sinvergüenzas e inmorales voluntarios plantean sin sonrojo ni recato “darle una tregua” al régimen a cuenta del coronavirus que tardó en enfrentar, enmascarado en sus embustes habituales como la reciente del Interferón que atribuyen a Cuba. No es un invento cubano sino un reforzador del sistema inmunológico descubierto en Suiza hace 50 años. La característica politiquera es negar, ocultar, mentir, tergiversar, minimizar lo que finalmente saldrá a la luz. No conocen el compromiso inexcusable de rendir cuentas, y menos el significado de exponer la verdad.

Mucho antes de la aparición del coronavirus, el país sufría el colapso de los servicios públicos, inseguridad, hiperinflación, precariedad de sueldos, escasez, falta de medicinas y hambruna.

Quien merece una pausa es Venezuela y sus ciudadanos, hace tiempo enfermos de hambre, abandono, injusticias, erosión de la esperanza. La más reciente y perniciosa mentira del régimen fue no tomar medidas de prevención y tratamiento del coronavirus, cuando el resto del mundo -excepto Cuba- lo hacía.

Irresponsables, insensatos, que solo reaccionan cuando están contra la pared, por idealizar al castrismo comunista incompetente o simplemente mirar hacia otro lado, como la ignominia cubana que solo quiere los ingresos de los turistas. Puede que los cubanos lo tomen con resignación por hábito, conformismo, más de sesenta años de tiranía despiadada, mientras empiezan a enfermar y morir en las narices de Díaz-Canel, encubridor compinche formado por el castrismo de Raúl, demás vejestorios y sumisos de la afrenta habanera. Afortunadamente, los venezolanos -salvo las imbéciles excepciones- seguimos siendo cada día menos así.

Se impone la solidaridad entre ciudadanos para arrimarnos el hombro, auxiliarnos, resguardarnos, y enfrentar con éxito la pandemia. Todos tenemos miedo y no nos falta razón. El miedo es libre, dice el refranero popular. Sin embargo, debemos sumar esfuerzos en una labor educativa de prevención, acompañamiento y coordinación de esfuerzos cada uno en su nivel, de acuerdo a sus posibilidades.

Embustes y descaro sembrados por el chavismo, que no respeta ni siquiera la figura inmensa de Simón Bolívar, ha generado en ciudadanos hartos de falsedades e incompetencias, una convicción: no se le puede creer nada al oficialismo que habla mucho y nada cumple.

Un régimen que premia a sinvergüenzas desfachatados, castiga a quienes respetan derechos y deberes, que da rienda suelta al malandraje delincuencial y alimenta mal o peor a los mismos que lo sostienen. Ciego y sordo, solo ve la ficticia felicidad cubana y propias apariencias hipócritas, hace que el ciudadano entienda que Cuba no es feliz, ni las mentiras en Venezuela han sido nunca, ni podrán jamás ser verdades.

No hay cara suficientemente dura para vociferar sobre un sistema de salud ayudado por médicos cubanos cuyo trabajo se paga en dólares a La Habana; formados a la carrera, sin cubrir las mínimas exigencias de la profesión médica venezolana que ha mantenido siempre la alta calidad profesional que hoy se demuestra en los países donde nuestros cirujanos han tenido que emigrar. Los que aquí permanecen solo tienen estructuras vacías e insalubres, sin dotación de insumos tan elementales como mascarillas y guantes, sin electricidad confiable ni agua para que galenos, enfermeras y desesperanzados pacientes, puedan lavarse las manos.

Disparatado e imposible confiar en quienes lo han destruido todo, midas tropicales de la imbecilidad que arruinaron la industria petrolera, venden a precios absurdos el oro reservado para cuidar el bienestar de los venezolanos, y en esas manos irresponsables de patibularios se usa solo para saciar sus propios intereses egoístas, rastreros como la mafia de bandidos, descarados inmisericordes sin piedad a los que ya nadie cree.

Tomará tiempo, pero pasará el coronavirus. Nunca sabremos cuántos venezolanos fueron infectados ni cuantos murieron, ¿cómo distinguir entre los que sucumben por el maligno, cruel virus y quienes mueren enfermos sin tratamiento, por hambre, delincuencia o cuerpos policiales?

Venezuela está urgida de ayuda internacional. Está comprobado. Es más que evidente. Guste o no, hay que asumirlo con arrojo y valentía, exigirla con responsabilidad y obtenerla para bienestar del país. Es una lucha que no admite tregua hasta derrotar a los culpables de tanta desidia, corrupción, indolencia y muerte. Deben enfrentar la justicia y pagar sus deudas con la sociedad.

Somos nosotros, venezolanos, los que necesitamos una tregua.