¿Qué debemos esperar? Los 6 escenarios probables en la pandemia por COVID-19 - Runrun
¿Qué debemos esperar? Los 6 escenarios probables en la pandemia por COVID-19
El concepto de “normalidad” que conocíamos antes de la pandemia parece todavía muy distante. El mundo aguarda por varios elementos clave para decidir cómo y cuándo podría reactivarse paulatinamente

@mrsyaky

 

Desde el pasado 11 de marzo -un poco tarde, para el gusto de muchos científicos- la Organización Mundial de la Salud calificó como pandemia la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 detectado por vez primera en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019.

Más de 2 millones y medio de personas han sido infectadas por este nuevo coronavirus, mientras que los decesos se situaban en 171.718 para el 21 de abril de 2020.

El mundo transita la pandemia entre las presiones económicas generadas por el confinamiento, la caída abrupta de los precios del petróleo y una carrera contrarreloj para encontrar vacunas o tratamientos que hagan menos nocivo el curso de la enfermedad, lo que sería un aliciente para levantar gradualmente y en términos relativamente seguros la cuarentena decretada en decenas de países.

¿Cuáles son los escenarios probables en el mundo en los próximos meses en el marco de la pandemia? Acá una descripción de lo que podría ocurrir y esperamos que ocurra.

El fin no está cerca, pero el confinamiento ayuda

«Esconderse», aislarse y recluirse ha sido una forma histórica de ganar tiempo antes de que sea posible superar una pandemia. El diario El País refleja en un artículo que en un pueblo de la provincia de Burgos durante la gripe de 1918, un pastor de cabras al que llamaban Sansané se llevó a sus cinco hijos al monte para que permaneciesen ocultos de un mal que estaba diezmando su pueblo.

Sin directrices mundiales o nacionales para la época, aquel hombre de campo aplicó una estricta política de confinamiento que sigue siendo la principal herramienta contra la gran pandemia un siglo después.

Esos niños sobrevivieron escondiéndose porque, como ha ocurrido en gran parte de las epidemias en la historia de la humanidad, el distanciamiento social reduce los contagios por un sencillo mecanismo: Cuando una cierta cantidad de personas ha superado la enfermedad y es inmune a ella, el contagio se dificulta y la enfermedad se desvanece.

«A veces ocurre eso», explicaba a dicho medio José Prieto, catedrático de microbiología de la Universidad Complutense de Madrid. En conclusión, la cuarentena preventiva lo que logra es «ganar tiempo» para evitar contagios masivos que saturen los servicios de salud y mientras en paralelo se puede avanzar en vacunas o tratamientos efectivos.

50% de la población mundial o más podría infectarse

El pasado 24 de marzo, el virólogo español Adolfo García Sastre advertía que podría haber hasta tres olas de infección de COVID-19 y que en el próximo año, hasta la mitad de la población mundial podría haberse infectado. Esto, por otra parte, dará lugar al que virus frene su propagación.

Estas cifras variarán también en cada país, según alerta, ya que cuanta más gente se contagie en la primera menos se contagiaría en la segunda ola, o por el contrario, si en la primera ola hubo pocos contagios, es de prever que en las siguientes sean más los casos.

Flor Pujol, virólogo molecular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, resalta que el confinamiento es fundamental para reducir o contener la epidemia. «Quizá con estas medidas de contención que serán liberadas gradualmente logremos que no sea tan grande el número de infectados pero sí lo suficiente para que el virus no se transmita tan fácil. Estamos esperando que las personas que se infecten desarrollen inmunidad por al menos dos años (como ocurrió con los anteriores coronavirus) y, de esta forma, se podría contener naturalmente la epidemia», declaró.

Añade que, a medida que más gente se infecta, el virus tendrá a menos personas a quien atacar y la epidemia se irá «apagando». Y mientras no haya vacuna, el escenario más probable es que mucha gente se va a infectar.

«Y lo que hay que evitar es que se infecten nuestras personas a riesgo. Que los jóvenes se vayan infectando poco a poco para adquirir inmunidad y postergar los casos para que no todos ocurran al mismo tiempo. Esto significa ‘prolongar la epidemia’, pero con pocos casos, para no saturar los sistemas de salud. Es un poco la estrategia. Quizá dando chance de que tengamos una mejor forma de atender nuestros casos», abundó.

El virus se va atenuando y se volvería menos peligroso

Por un mecanismo conocido como «patogenicidad balanceada», es frecuente que los virus evolucionen hacia una cepa más atenuada o menos peligrosa, ya que eso permite su sobrevida dentro de más hospederos.

Se ha visto que los virus pueden evolucionar para atenuarse y causar un menor daño a su hospedero de forma tal de poder replicarse sin “eliminar” a dicho hospedero y así garantizar su propia supervivencia. Pero Pujol aclara que esto no ocurre en las primeras fases de las epidemias, sino al cabo de un tiempo.

«Con respecto a la virulencia, a menudo, durante las epidemias, eventualmente se puede hacer más virulento el virus. El virus que más ataque, que sea más transmisor, tendrá una ventaja selectiva, le ganará a los más débiles, eso se ha visto en fases epidémicas. Pero también se ha visto, porque los virus evolucionan muy rápido y las generaciones son muy cortas, que ocurre el mecanismo de patogenicidad balanceada. Van evolucionando porque requieren a su hospedero. De alguna forma, no les conviene causar tantos daños al hospedero, es una ventaja evolutiva para así tener varios hospederos y mantenerse en la población», explica la experta.

Luis Enjuanes, virólogo español y director del laboratorio de coronavirus del CNB-CSIC, explicó al periodista Jordi Évole que el coronavirus que circule dentro de tres meses será mucho más benigno que el que circula ahora. «En virología la experiencia que se tiene es que, conforme va transmitiéndose un virus, este se atenúa con el tiempo».

Por su parte, Juan José Tellería, doctor en Medicina Genética y experto en enfermedades respiratorias de la Universidad de Valladolid, añadió en entrevista al HuffingtonPost que los virus tienden a dar patología grave cuando saltan de especie, pero luego normalmente «van cambiando hacia formas menos letales”.

El genetista indicó que esto debe ser explicado desde un “darwinismo básico”. “Cuanto menos mata el virus, más eficaz es. Si el virus mata a su huésped, está mordiendo la mano que le da de comer”, ilustra. “Porque él no se puede reproducir solo, necesita a un ser vivo para ello, así que le conviene mantener vivo a ese humano”.

En pocas palabras, el virus -que no es un organismo viviente per sé- tendrá más probabilidades de triunfo o de mantenerse circulando mientras menos «mate» a su huésped, por ello, evolucionan a formas menos letales, pero no porque «elijan» hacerlo, sino porque las variantes más graves que son capaces de matar al huésped dejan de reproducirse y otras formas menos dañinas son las que continúan transmitiéndose.

¿La inmunidad derrotará al virus? Una incógnita

En Chile prometieron hace una semana que emitirían «certificados de inmunidad» a las personas que hubiesen superado la infección por el SARS-CoV-2 y la Organización Mundial de la Salud levantó el grito al cielo.

La OMS reconoció que no hay evidencias de que los supervivientes de coronavirus generen inmunidad» y que solo un porcentaje bajo de la población llega a inmunizarse.

La doctora Maria Van Kerkhove, jefa de la unidad de enfermedades emergentes de la OMS, aseguró que las pruebas de anticuerpos podrán medir el nivel de presencia serológica, pero aclaró que eso no significa que alguien con anticuerpos sea inmune. «No tenemos evidencia que las pruebas serológicas puedan demostrar que una persona es inmune o está protegido», apuntó.

El director ejecutivo del Programa de Emergencias de la OMS, Mike Ryan, también fue muy cauteloso al respecto: «Hay una expectativa de que la inmunidad colectiva se ha alcanzado y que la mayoría de la sociedad ya ha desarrollado los anticuerpos, pero la evidencia general indica lo contrario», aclaró.

Algunos individuos que se exponen a estos coronavirus no logran desarrollar una inmunidad y deshacerse rápidamente de la infección y, por el contrario, desarrollan una respuesta exacerbada intentando controlarla.

Con este nuevo coronavirus surgido en China, ha pasado que personas que dieron negativo en los test de control tras haber superado la enfermedad vuelven a dar positivo, aunque se desconoce si se trata de una reinfección. En todo caso, al haber estado expuesto el sistema inmune a una infección por coronavirus y superarla, cualquier otra exposición -en teoría-debería generar una enfermedad con síntomas más débiles que los iniciales.

La virológo venezolano Flor Pujol resalta que los virus influenza, por ejemplo, mutan y pueden volver a infectar, pero como ya nuestro sistema inmune se ha enfrentado a varios del mismo tipo, no cursamos esas enfermedades con síntomas tan fuertes. Respecto a los coronavirus, explica que la inmunidad es un asunto más peculiar.

«Si por ejemplo, usted se infecta con sarampión y hepatitis A, no le vuelve a dar ese virus. Pero si se infecta por coronavirus, con los que se conocían hasta ahora, la inmunidad dura de dos o tres años. Después, los niveles de inmunidad bajan, pero hay memoria inmunológica, y aunque tuviéramos que volver a enfrentarlos, como la respuesta inmunitaria se monta rápidamente, sería más efectiva y se controla la infección», afirma.

El presidente de la Sociedad Española de Virología, Albert Bosh, comentó al diario 20minutos.es que el coronavirus del resfriado (OC43), por ejemplo, genera una respuesta inmune de corta duración (tres meses), pero esto es después de una larga coevolución con nosotros. «El SARS-CoV-2 acaba de aparecer, por lo que todavía no conocemos estos detalles», enfatiza.

Otro experto entrevistado por el mismo medio, el doctor en Inmunología Javier Yanes, agrega que la inmunidad no es un concepto binario. «No es como estar embarazada, que es sí o no. La inmunidad frente al nuevo coronavirus puede ser parcial, temporal, mayor o menor en cada persona (…) Unas personas serán más inmunes que otras, a unas les durará más tiempo que a otras, en algunas posiblemente no genere nada de inmunidad. Depende de factores que todavía no se conocen bien», explicó.

Vacunas y tratamientos: ¿Una esperanza posible?

La esperanza de un retorno medianamente seguro a la «normalidad» y a la convivencia social pende de dos hilos: El desarrollo de una vacuna que prevenga la infección o de un tratamiento que haga que la enfermedad causada por el nuevo coronavirus sea menos peligrosa y letal.

«No antes de un año, o año medio». Ese es el tiempo que debemos esperar para tener una vacuna efectiva y segura contra el coronavirus, a juicio de la virólogo venezolana Flor Pujol.

Explica que, para cumplir con todos los estándares requeridos, la elaboración de una vacuna debe pasar por la fase 1 ( inocuidad), fase 2 ( inmunogenicidad) y fase 3, eficiencia. Después, debe ser registrada, aprobada y producida en gran escala.

Agregó que sería muy interesante que dentro de los prototipos de vacuna que se están intentando se desarrolle una que proteja contra varios tipos de coronavirus SARS. «Tenemos ese peligro de varios SARS. SI hubiera una vacuna que nos protegiera de los distintos tipos de SARS, sería ideal. No es fácil, pero tampoco imposible que se logre», manifestó.

Hasta la fecha, hay al menos unas 70 vacunas en desarrollo. La Universidad de Oxford (Reino Unido) desarrolla una cuyas pruebas clínicas podrían terminar en agosto. Han prometido, incluso, que podrían tenerla lista para uso público en septiembre.

Sobre los tratamientos, hasta la fecha no hay uno específico contra la COVID-19. En distintas partes del mundo están probando medicamentos usados contra otras enfermedades, pero todavía no se sabe si funcionarán a carta cabal y cuál es el margen de seguridad de uso.

Uno de ellos es el interferón, proteína naturalmente producida por el cuerpo y que es la primera barrera contra una infección viral. Los hay de diferentes tipos, pero contra el coronavirus se está usando la «Alfa», que se usaba contra la hepatitis C y que ha mostrado efectos en algunos virus.

También, se ha recurrido a la cloroquina, o a la hidroxicloroquina -un derivado menos tóxico- un medicamento antimalárico que no es un antiviral, pero que tiene un efecto sobre la célula que recibe al virus. Lo que se busca con este medicamento es atacar al virus a través de «blancos celulares».

«Es decir, en lugar de atacar al virus, ataco a las células, sin matarlas, para prevenir que el virus se pueda replicar cómodamente dentro de la célula. Al evitar que se replique dentro de la célula, evito de alguna forma que se reproduzca masivamente, que es lo que ocurre en los casos en los que no se controla la infección «, explica la doctora Pujol.

En el caso de la hidroxicloroquina, desde Suecia, Brasil y Francia han advertido sobre los problemas cardíacos que puede generar su uso. Docenas de estudios clínicos se realizan actualmente en el mundo para comprobar si tiene o no efectividad y cuán seguro es su uso. Para junio y julio se esperan los primeros resultados.

Otro medicamento evaluado es el remdesivir, un tratamiento experimental que fue diseñado contra el ébola. Tanto en EEUU como en el mundo se adelantan varios ensayos.

Por su parte, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE.UU. (FDA por sus siglas en inglés) hizo un llamado el pasado 16 de abril a los pacientes recuperados para que donen su plasma para iniciar un tratamiento conocido como plasma convaleciente.

Este producto rico en anticuerpos elaborado de la sangre donada personas que se han recuperado de la enfermedad causada por el virus podría ser útil para ayudar a la recuperación de los infectados.

«Nuestra experiencia previa con virus respiratorios y los escasos datos que hemos recibido de China sugieren que el plasma convaleciente tiene el potencial de reducir la severidad o acortar la duración de la enfermedad causada por el COVID-19. Es importante que evaluemos esta posible terapia en el contexto de estudios clínicos, mediante acceso ampliado, así como también facilitar el acceso urgente para pacientes individualmente, según sea apropiado», explican en su sitio web.

Otros países como Argentina, Cuba, Uruguay, España, Bielorrusia y Panamá han anunciado también que probarán este mecanismo de «inmunización pasiva» a través del plasma de pacientes recuperados para evitar complicaciones en los recientemente infectados o, incluso, que otros que hayan sido expuestos -como los trabajadores de salud- desarrollen la enfermedad. La multinacional Grifols también anunció recientemente que en el mes de julio podrá disponer de las primeras dosis de plasma de pacientes curados de Covid-19 para EEUU y España.

Cabe destacar que el uso de plasma convaleciente no tuvo éxito contra virus como el ébola.

Por otra parte, algunos países han probado medicación anticoagulante contra las complicaciones del COVID-19. Panamá, por ejemplo, ha reportado estabilización en pacientes en cuidados intensivos que fueron tratados con un anticoagulante llamado “heparina” en combinación con esteroides. Mientras que la Agencia Italiana de Medicamentos (AIFA) ordenó el inicio de un estudio multicéntrico y autorizó administrar heparina a 300 pacientes con cuadros moderados a graves de la enfermedad.

En todo caso, los anticoagulantes y su uso experimental servirían para enfrentar una de las complicaciones que podría desencadenar la infección viral (la formación de microtrombos) y no para controlar la infección en sí; mientras que los esteroides ayudarían a disminuir la inflamación causada por COVID-19.

Hasta que no se llegue a acuerdo científico sobre un esquema de tratamiento eficaz y seguro que permita reducir hospitalizaciones y complicaciones, las medidas de distanciamiento social podrían seguir presentes en el mundo.

Confinamiento «por etapas» y probablemente por un par de años

Aunque cada país tiene una realidad distinta, en algo coinciden los epidemiólogos de todo el mundo: La «normalidad» como la conocíamos estará un buen tiempo suspendida y el confinamiento preventivo, en distintos niveles, será una condición que estará presente en nuestra cotidianidad por un buen rato.

David Nabarro, profesor de salud global del Imperial College de Londres y representante de la Organización Mundial de la Salud para la Covid-19 advirtió el pasado 19 de abril que la humanidad va a tener que adaptarse a vivir con la amenaza del coronavirus.

A juicio del experto, por tiempo indefinido, la nueva «normalidad» del mundo consistirá en aislar a los que muestran signos de la enfermedad y también a sus contactos, proteger a los mayores y asegurar la capacidad hospitalaria para tratar los casos.

De hecho, científicos de la Universidad de Harvard advirtieron que una sola y generalizada cuarentena sería insuficiente para detener la propagación masiva del virus y reducir los contagios y las muertes. Por ello, sugieren períodos repetidos de distanciamiento social hasta el 2022.

Los datos de la referida investigación reseñada por Science Magazine apuntan a que la covid-19 se volverá estacional, como los coronavirus anteriores que causan el resfriado común con tasas de transmisión en los meses más fríos.

Los autores del estudio insisten en que aún se desconoce mucho sobre el nuevo coronavirus, com el nivel de inmunidad adquirido por una infección previa y cuánto tiempo dura.

En razón de ello, y ante la ausencia de vacunas y tratamientos efectivos, los períodos intermitentes de distanciamiento social reducirán los contagios y salvarán vidas.

De todas formas, advierten, se requerirá de pruebas virales generalizadas para que cada país determine cuándo se han cruzado los umbrales para reactivar el distanciamiento en un momento dado. Singapur y Hong Kong han estado aplicando este esquema de aliviar las medidas de confinamiento cuando sea posible y aplicarlas de nuevo cuando las infecciones vuelven a subir.

“Queda por ver si ese enfoque puede lograr el equilibrio adecuado entre mantener el virus a raya y aliviar el descontento y el daño económico”, advierte Science Magazine.