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Simón Bolívar

#10DocumentosBolivarianos | El Discurso de Angostura, o la república tutelada

Recinto del Congreso de Angostura (estado Bolívar), donde Simón Bolívar pronunció su célebre discurso en 1819. Foto en VTV

@eliaspino

El discurso leído por Bolívar ante el Congreso de Angostura en 15 de febrero de 1819, es la primera gran manifestación de republicanismo que se advierte en su pensamiento. Si el lector lo compara con producciones que ya comentamos, como el Manifiesto de Cartagena y la Carta de Jamaica, advertirá su alejamiento de posiciones radicales y de entendimientos aristocráticos de la sociedad para hacer una primera gran propuesta de cohabitación vinculada con los principios liberales que no había expresado todavía, pero que asume como posibilidad de construir un sistema capaz de amparar a la mayoría de los ciudadanos.

Pero los asume con reservas, según se tratará de mostrar a continuación.

Expresión esencial de su pensamiento, muestra de madurez después de ensayos fallidos de hacer política y de establecerse mediante la guerra, propone ahora un proyecto de administración a través del cual se puede captar la idea que tiene de la sociedad anhelada, una sociedad ilustrada, y los límites que no puede traspasar. Ahora busca cauce diverso para un pueblo sin relaciones con ensayos modernos de gobierno que debe aventurarse a encontrarlos con una cabeza iluminada en la vanguardia, situación que lo lleva a mostrar cautelas sobre las posibilidades que tienen los gobernados de manejarse con propiedad en el nuevo itinerario. Veremos cómo tales cautelas no le permiten expresar confianza sobre las habilidades del pueblo para las faenas de la libertad.

La estabilidad de la república depende, según la tesis que maneja en Angostura, de una misión de vigilancia a través de la cual se comprueben los progresos de una aglomeración de bisoños en un mundo que les es desconocido. El fragmento que sigue condensa los postulados susceptibles de llevar a una sociabilidad supervisada desde las alturas:

Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la incredulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico y civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. Así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que construir a hombres pervertidos por las ilusiones del error y por los incentivos nocivos. La libertad, dice Rousseau, es un alimento suculento pero de difícil digestión. Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada la vista en la sombra de las mazmorras, y aniquilados por sus pestilencias serviles, ¿serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto Templo de la Libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?

No insiste ahora en un régimen entendido como herencia de los mantuanos, como se puede desprender de la lectura que hicimos de la Carta de Jamaica, ni tampoco en la vigilancia armada y demoledora de sus planes de Cartagena que desembocan en una sangría, sino en un diagnóstico que lo lleva a lo que es hasta ahora su más acabada expresión de republicanismo. Veamos:

Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos y todos no lo son; todos deben poseer talentos y todos no los poseen… La naturaleza hace a los hombres desiguales en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esa diferencia, porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social.

Las credenciales del mundo colonial, sus caminos para el ascenso no deben existir, según el fragmento, sino los dispositivos que una administración sabia proponga para el desenvolvimiento de los miembros del conglomerado, independientemente de sus aptitudes y sea cual fuere el origen de cada quien. Pero esa sabia administración debe crear, para evitar que las aguas se desborden, un Senado Hereditario y un Poder Moral al cual corresponda la “purificación de las costumbres”.

Ese Poder Moral merece estudio atento, que se intentará en próximo artículo, pero conviene mostrar ahora algunas de sus demasías. Por ejemplo:

Distribuir premios o coronas cívicas cada año a los ciudadanos que más se hayan distinguido por rasgos eminentes de virtud y patriotismo (…) Declarar eminentemente virtuoso, héroe a grande hombre, a los que se hayan hecho dignos de tanta recompensa (…) Proclamar con aplauso los nombres de los ciudadanos virtuosos, y las obras maestras de moral y educación. 

Se trata de atribuciones meticulosas y riesgosas, que llegan hasta el plano de la censura de los libros y a plantear la obligación de cambiar conductas descarriadas. De allí la necesidad de verlas con cuidado en otro texto.

Pero, en medio de la innovación, después de una evolución hacia un  republicanismo no contemplado en pensamientos anteriores, ¿cuál puede ser el motivo que  aconseja a Bolívar a andar con cautela en el área de los derechos ciudadanos?, ¿por qué expresa su preocupación por las pasiones de la multitud y la consiguiente necesidad de crear un Senado Hereditario que las contenga? La formación en la matriz española hace del pueblo una masa incompetente para los trajines de la libertad.

No se trata de una tara congénita, de un mal engendrado por la naturaleza, sino de una mala jugada de la historia frente a la cual se debe actuar como hacen los preceptores con una cohorte de párvulos a quienes se empuja por su bien hacia el interior del aula.

La Colonia les comunicó un catálogo engañoso de luces y sombras, terminó por atrofiarles los sentidos debido a su interés en encadenarlos dentro de un hermetismo de trescientos años que un poseedor de la llave de la iluminación dará por terminado después de ímprobas labores.

De allí que los venezolanos solo puedan acceder a la felicidad con las paciencias y las prevenciones de la cúpula. De allí que necesiten un tutor como el que ahora pronuncia el discurso, o de otros que en el futuro pretendan asumir el magisterio de las multitudes inhábiles. De esos que nunca faltarán, civiles y militares.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

#10DocumentosBolivarianos | El Manifiesto contra Piar, o un ataque encarnizado

El prócer de El Juncal y San Félix, Manuel Carlos Piar. Imagen en minci.gob.ve

@eliaspino

El 5 de agosto de 1817, desde el Cuartel General de Guayana, Bolívar publica un Manifiesto a los pueblos de Venezuela  para desacreditar al general Manuel Carlos Piar. A partir de la Expedición de Los Cayos ha hecho esfuerzos para controlar a los comandantes militares, sin lograr el cometido. Las campañas que inicia para buscar el dominio de Caracas han fracasado. Se ve obligado a adentrarse en territorios orientales, que no domina y sobre los cuales ejercen influencia figuras como Santiago Mariño y Manuel Carlos Piar, el primero por sus contactos lugareños y el otro por sus victorias en el campo de batalla. Para lograr obediencia y mantenerse como oficial superior debe jugar todas las cartas, aun las más deleznables.

En la pugna por el monopolio de la autoridad realiza insistentes gestiones contra un levantisco Piar hasta sacárselo de encima, maniobra en cuyo calor produce el documento de exacerbada saña que se verá de seguidas.

Piar ha destacado en las luchas por la Independencia desde los tiempos de la Conspiración de Gual y España. Pardo de origen humilde nacido en Curazao, comienza a participar en hechos de armas a partir de 1812. Miembro de la invasión dirigida por Mariño en 1813 y firmante del Acta de Chacachacare, defiende a Maturín en tres oportunidades. Participa en la Expedición de los Cayos, en cuyos preparativos disiente en ocasiones de las órdenes de Bolívar, y después gana batallas fundamentales para la causa republicana: El Juncal, contra Francisco Tomás Morales, en 1816; y San Félix, contra el brigadier Miguel de la Torre, a principios del siguiente año.

Son encuentros esenciales para afianzar el control del Oriente y para la dominación de Guayana, territorio de trascendencia por la riqueza de sus recursos económicos y por el control del comercio en el Orinoco. Ya con el grado de General en Jefe y cada vez más popular por sus triunfos, apoya las decisiones del Congreso de Cariaco contra la autoridad del Libertador, quien lo cesa de funciones de comando y ordena su retiro del ejército. Piar no obedece y comienza a divulgar la idea del excesivo predominio de los aristócratas blancos sobre los morenos. La novedad llega a los oídos de un superior desairado, quien ordena su prisión y juicio.

Un Consejo de Guerra seleccionado personalmente por él lo condena al paredón, sentencia que se ejecuta en Angostura el 16 de octubre de 1817. En la víspera del suceso, divulga el escandaloso Manifiesto a los pueblos de Venezuela que ahora se comentará.

No es escandaloso que un líder en ascenso y rodeado de riesgos trate de descalificar a un rival peligroso, son vicisitudes habituales de la guerra y la política, pero parecen innecesarias unas afirmaciones que se atreve a ventilar sobre las malvadas relaciones de un monstruo con su santa madre. Prepárense para la impresión que les puede causar su lectura:

… negaba (Piar) conocer el infeliz seno que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la vida por el solo motivo de no ser aquella respetable mujer, del color claro que él había heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los autores de sus días, no podía someterse al deber de ciudadano y menos aún al más riguroso de todos: al militar.

El desprecio de la madre conduce a la desobediencia militar y a la desafección política, según se ha leído, vínculo excesivamente especioso que, tal vez por su precariedad, hace que el autor entre de lleno en la descalificación de las batallas que dieron celebridad al rival que mueve la alfombra. Veamos unos botones de la muestra que Bolívar ofrece sobre quien pasa a la historia por proezas esenciales para la Independencia.

Primero:

Ni los rayos de la fortuna consiguieron ilustrar su espíritu en la carrera de la victoria. Maturín sepultó en sus llanuras tres ejércitos españoles, y Maturín quedó siempre expuesta a los mismos peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan estúpido era el Jefe que la dirigía en sus operaciones militares.

Segundo:

La fatalidad, entonces anexa a Venezuela, quiso que el General Piar se hallara en Margarita, donde no tenía mando y ha donde había ido por salvar el fruto de sus depredaciones en Barcelona, y más aún por escapar de los peligros de la guerra que él hace solo por enriquecerse a costa de la sangre de los infelices venezolanos. Una vez que ha hecho su botín el valor le falta y la constancia le abandona. Díganlo los campos de Angostura y San Félix, donde su presencia fue tan nula como la del último tambor.

Y tercero:

La batalla del Juncal, casi perdida por este General, fue un terrible desengaño para aquellos alucinados que creían tener en él un gran Capitán; pero su impericia y su cobardía se manifestaron allí de un modo incontestable. Ganada por el General Gregor y los otros subalternos que obraron arbitrariamente hallándose abandonados de su Jefe y sin esperanzas de perseguir los restos fugitivos, el fruto de aquella victoria fue ninguno, como todos los que la fortuna le ha proporcionado.

¿Fue Piar como el “último tambor” en la crucial batalla de San Félix?  ¿Abandonó las tropas en El Juncal? ¿Navegó hacia Margarita para proteger un botín? Los testimonios de la época y las investigaciones de historia militar ofrecen versiones distintas, en las cuales se constata la pericia de quien ahora es presentado como un inútil, pusilánime y deshonesto oficial.

Del contraste se coligen las demasías del atacante, pero también la estatura del aprieto que debe superar. El documento nos pone frente a un político que juega con las armas que la ocasión ofrece, con los ardides de quien procura poder valiéndose de un recipiente de veneno para mojar la pluma; estupenda oportunidad para contemplarlo en el rol que no le han querido atribuir quienes lo juzgan como un individuo inmaculado y como un profeta. De allí la trascendencia de estas letras elocuentes.

El Manifiesto llega a extremos de exageración cuando se detiene en el papel de los blancos y los pardos en el proceso de la Independencia, un punto que distorsiona hasta los extremos del divorcio total de la realidad. Leeremos a continuación lo más destacable sobre el asunto.

Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de la Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del Rey, y aun de Grandes de España. Por el talento, los méritos y la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos, degradados hasta la condición más humillante, estaban privados de todo. El estado santo del Sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los fueros, todas las ventajas.

¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los Jefes militares al servicio del Rey? ¿Qué principio han proclamado estos caudillos de la Revolución? Las actas del Gobierno de la República son monumentos eternos de justicia y liberalidad. ¿Qué ha reservado para sí el clero, la milicia? ¡Nada, nada, nada! Todo lo han renunciado en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la justicia que clamaban por la restauración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las costumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos, que antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos. La independencia en el más lato sentido de esta palabra ha substituido a cuantas dependencias antes nos encadenaban.

Esta pintura del paraíso es una fantasía, si uno se conforma con comentarios comedidos. Es una extravagante presentación de los aportes de la aristocracia a la sociedad de la época, y de la elevación lograda por los pardos. No existió tal milagro de desprendimiento. No existieron tales patriarcas bondadosos en el cenáculo de los líderes criollos; ni tampoco los morenos conducidos por la virtud de los mantuanos a la cúspide de la vida. Les faltará mucho para obtener lugar justo en la república. Bolívar traspasa los límites de la objetividad cuando propone un boceto de vergel que arrima la brasa para su blanca sardina, pero cuya última razón es la presentación de Piar como destructor de una convivencia susceptible de apoyo. De allí que asome su propósito de detener la destrucción, aun con el auxilio de un paredón.

El hecho de que ahora presenciemos, ojalá sin rasgarnos las vestiduras, cómo el Libertador urde la trama de la muerte de Piar valiéndose de argucias e hipérboles, movido por la saña que necesita para ser poderoso de veras, nos coloca frente a lo que realmente fue la guerra de Independencia, un teatro de atrocidades infinitas. Pero también ante un inflexible político pura sangre, cuyos excesos hemos cubierto con un manto de indulgencia.

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#10DocumentosBolivarianos | La Carta de Jamaica, o la reivindicación de la aristocracia americana

En la gráfica: manuscrito de la Carta de Jamaica, escrita por Bolívar en 1815, dos años después de su Proclama de Guerra a Muerte, en 2013.

@eliaspino

Como sus pasos no han sido afortunados, Bolívar debe intentar una rectificación. La dictadura personal y la administración que intenta a partir de 1813 terminan en descalabro. La Proclama de Guerra a Muerte, examinada en artículo anterior, no solo ha provocado una sangría injustificada. También le ha traído mala prensa. De una campaña posterior en la Nueva Granada le quedan la pérdida del mando militar y del dinero que apenas le alcanzaba.

Desolado, pero no vencido, sin comando de tropas, pero ansioso por recuperarlo; desprestigiado ante la opinión extranjera por su empecinamiento en el derramamiento de sangre, pero interesado en minimizarlo, necesita una resurrección.

Es lo que pretende en Jamaica con la escritura de un texto memorable, cuando se presenta ante la opinión de los ingleses como remendador de los desafueros anteriores y como una figura patriarcal.

Entre septiembre y diciembre de 1815, redacta en Kingston la Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, conocida como Carta de Jamaica, y Señor redactor o editor de la Gaceta de Jamaica, un texto complementario. Para borrar la imagen que le persigue de atrevido jacobino, plantea ahora el proyecto de la Independencia como salvaguarda de las prerrogativas de los blancos criollos. Un cambio drástico, en relación con los propósitos del pasado reciente; un viraje inesperado de la violencia a la circunspección, que parte de la siguiente idea general:

El Emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores de América que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El Rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no le tocaba otra jurisdicción que la del alto gobierno, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país originarios de España en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que, con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.

Ese Guerra a quien alude es fray Servando Teresa de Mier, autor mexicano quien había escrito una Historia de la revolución de la Nueva España para reivindicar los derechos de sus ascendientes, conquistadores y figuras de la nobleza regional con riquezas y privilegios que disfrutaba y que corrían peligro debido a la invasión de España por los franceses. De acuerdo con la interpretación que Bolívar hace de sus argumentos, el problema y el pretexto de la insurgencia se reducen a la ruptura de un convenio esencial entre el monarca y un selecto grupo de vasallos. La alteración de una tradición metropolitana, provocada por la abdicación de Carlos IV en favor de José Bonaparte, es la base del argumento.

Ahora el Libertador se aferra a la negación del derecho de unos pocos para avalar su conducta frente al imperio español y ante la opinión de sus destinatarios británicos.

Pero, ¿cómo justifica la lucha por la permanencia de prerrogativas de una “propiedad feudal”? Mediante la apología de las virtudes de los descendientes de los conquistadores que se establecieron en la época del poblamiento. A través del enaltecimiento de su procedencia y de la de gentes como él, desde luego. Veamos:

El colono español no oprime a su doméstico con trabajos excesivos, lo trata como un compañero; lo educa en los principios de moral y de humanidad que prescribe la religión de Jesús. Como su dulzura es ilimitada, la ejerce en toda su extensión con aquella benevolencia que inspira una comunicación familiar. El no está aguijoneado por los estímulos de la avaricia ni por los de la necesidad, que producen la ferocidad de carácter y la rigidez de principios, tan contrarios a la humanidad. El americano del sur vive a sus anchas en su país nativo; satisface sus necesidades y pasiones a poca costa. Montes de oro y de plata le proporcionan riquezas fáciles con que obtiene los objetos de la Europa.

Los papeles de Jamaica proponen la continuidad del paraíso español, traicionado por el monarca de turno. Pregonan las virtudes de unos propietarios angelicales en cuyo nombre se hace ahora una guerra. De allí que su autor se  atreva a afirmar más adelante, sin empacho:

El esclavo en América vegeta abandonado en las haciendas, gozando, por decirlo así, de su inacción, de la hacienda de su señor y de una gran parte de los bienes de la libertad; y como la religión le ha persuadido que es un deber sagrado servir, ha nacido y existido en esa dependencia doméstica, se considera en su estado natural como un miembro de la familia de su amo, a quien ama y respeta.

No solo estamos ante una canonización de los propietarios de estirpe criolla, sino también, sin duda, frente a una descripción totalmente desapegada de la realidad. Es difícil encontrar testimonios que la avalen. El autor de la Guerra a Muerte es ahora abogado de la cultura española, o publicista de la santidad de sus sucesores; es decir, el escudo de todo lo que desprecia y quiere destruir en 1813. Ahora lo quiere conservar.

No es el vengador de la víspera, sino un comedido observador de la conquista española, o su heredero. No es el joven prepotente de la Segunda República, sino un suplicante de favores británicos a quien conviene vestirse de mansedumbre.

Y, desde luego, no es el evangelista que el futuro se ha empeñado en consagrar, sino un político metido en su papel para beneficio de sus intereses. En consecuencia, quienes leen los documentos bolivarianos como si fueran fragmentos de la sagrada escritura tienen la oportunidad de abandonar su sumisión de catecúmenos, si los revisan con autonomía de criterio. La Carta de Jamaica y el escrito que la acompaña tienen más tela para cortar, si los destinatarios de la actualidad se fijan en otros aspectos que no se analizan aquí porque no estamos en un salón de conferencias, sino apenas en un esbozo de divulgación. O en un intento de provocación.

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#10DocumentosBolivarianos | Proclama de Guerra a Muerte, o la insensatez de un holocausto

Óleo que recoge la firma de Bolívar de la Proclama de Guerra a Muerte. Gráfica en Wikimedia Commons, dominio público.

@eliaspino

Las reacciones de la posteridad ante la Proclama de Guerra a Muerte, escrita por Bolívar y publicada en Trujillo el 15 de junio de 1813, impresionan por su timidez y su miopía. Un documento capaz de provocar reacciones escandalosas, o críticas sobradas de fundamento, ha encontrado una comprensión difícil de explicar.

¿No la leyeron con calma los historiadores del futuro, para plantarse en juicios benévolos que no captaron la atrocidad de su contenido? ¿Revisaron un documento anodino, en lugar de una disposición susceptible de provocar opiniones severas, o simplemente serias? Lo más atinado que han ofrecido como análisis es afirmar que el Libertador necesitaba partir en dos el sólido bloque de la población opuesto a la Independencia, encontrar prosélitos para una causa sin apoyo social, y por eso la publicación de la Proclama. Una comprensible estrategia política, por lo tanto. Sin embargo, como se tratará de ver a continuación, estamos ante un testimonio de ferocidad que no merece indulgencia, ni obedece a una búsqueda de clientela popular.

Estamos, además, ante una medida que ha pensado desde meses anteriores, si consideramos que tiene antecedentes en el Manifiesto de Cartagena comentado en nuestro artículo de la pasada semana.

El aludido texto anuncia una demolición que no detalla, pero que encuentra soporte en la decisión de 1813 a través de una orden de exterminio que debemos refrescar para que se capte la magnitud de la carnicería que Venezuela sufrirá por su mandato:

Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.

Pero, al principio del documento, anuncia la restauración de la legalidad de 1811. Afirma: …“venimos a establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela”. ¿Cómo puede cumplir lo que ofrece, cuando concluye con una fulminación que jamás pasó por la cabeza de los padres conscriptos? ¿Cómo puede, blandiendo una cuchilla, volver a la prudencia de los fundadores de la patria? ¿Cuál legalidad quiere restituir, si solo piensa en levantar patíbulos? Al contrario: topó con la manera, descubrimos ahora, de acabar con las “repúblicas aéreas” contra las cuales arremetió en Cartagena. En Trujillo desvela la fórmula: una manera panorámica y arbitraria de disponer la  inmolación y la benevolencia.

En Venezuela ya existe la guerra a muerte, iniciada por Monteverde y multiplicada por Boves cuando ejecutan acciones sanguinarias y desenfrenadas contra cualquier grupo o individuo atravesados en su camino, pero no la han convertido en decisión suscrita en un documento que ha de sentirse como orden terminante. Monteverde y Boves asesinan poblaciones a mansalva, pero se amparan en los códigos de la monarquía. Aseguran que los respetan, o no plantean objeciones sobre sus contenidos. Los pisotean a placer, pero no reniegan de ellos. Bolívar, en cambio, toma expresamente una decisión contraria a la legalidad que viene a restaurar, de acuerdo con lo que escribe al principio de la Proclama y con los deseos de sus patrocinadores del gobierno de Cartagena.

Vuelva usted a poner las cosas de Venezuela como estaban en 1811, ordena el presidente Camilo Torres cuando le da tropas y bagajes para una campaña militar. Pero el enviado hace exactamente lo contrario al promover un baño de sangre partiendo de una generalización insostenible, debido a la cual ordena un holocausto a través de pregón leído en plaza pública.

Un genocidio por orden superior y desplegado mediante altavoz, diríamos en lenguaje contemporáneo.

La Proclama de Guerra a Muerte es breve, apenas ocupa un par de páginas que no abundan en explicaciones, pero en texto anterior, publicado en Mérida el 8 de junio, Bolívar ofrece una justificación de su decisión, a través de la cual se observa cómo remite a un panorama de ardua comprensión. Veamos:

Todas las partes del globo están teñidas en sangre inocente que han hecho derramar los feroces españoles, como todas ellas están manchadas por los crímenes que han cometido, no por amor a la gloria sino en busca del metal infame que es su Dios soberano. Los verdugos que se titulan nuestros enemigos, han violado el sagrado de derecho de gentes y de las naciones en Quito, la Paz, México y recientemente en Popayán (…) sepultaron vivos en las bóvedas y pontones de Puerto Cabello y de la Guaira a nuestros padres, hijos y amigos (…) Mas esas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados. Nuestra bondad se agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desparecerán de América, y nuestra tierra será purgada de los monstruos que la infectan.

Según se pudo apreciar, habla de un conflicto universal entre la maldad de los españoles y la virtud de sus víctimas, sin contemplar matices. Resuelve que Venezuela se convierta en sede de una justicia sin fronteras, en un tribunal sin límites que lleve a cabo la venganza contra tropelías sucedidas en cualquier parte. Aquí se hará una purga continental de malvados, como si se tuviera el derecho de hacerla, como si de veras existiera ese enjambre de malvados y como si no hubiese  jurisdicciones e instancias establecidas para encontrar justicia. Solo un apego excesivo a las desmesuras del pensamiento ilustrado, que se vanagloriaba de pontificar sobre la humanidad entera en nombre de la Diosa Razón, puede servir de soporte a la descabellada pretensión. O los poderes que se atribuye el guerrero, que son apenas incipientes, pero a los cuales concede autoridad para disponer la vida y la muerte de los hispanoamericanos.

Hay pruebas suficientes sobre el terror que se apodera de la sociedad cuando se cumplen las disposiciones de la Proclama de Guerra a Muerte.

Baste ahora la referencia a unas órdenes perentorias del Libertador al comandante de la Guaira, enviadas en febrero de 1814: …“inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna”. Llega entonces a ochocientos la cifra de los cautivos y los enfermos que mueren por decapitación en el lapso de dos días, sin que aparezcan los seguidores que busca el hombre que ejerce el poder sin misericordia. Continúa la renuencia del pueblo frente a los planes de Independencia, o aumenta debido a las tajantes medidas. ¿No es suficiente el pormenor para mirar con otros ojos, más certeros, menos desprejuiciados, al autor de una sangría cruel e injustificada?

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Diez documentos bolivarianos | Introducción

Fragmento del oficio dirigido por el Libertador a la Comisión Político-Militar del Supremo Congreso de Nueva Granada, relacionado con la Campaña Admirable / Archivo General de la Nación. Foto en el blog Papeles de Historia Venezuela

@eliaspino

La sociedad venezolana se acerca a los escritos de Simón Bolívar como si fueran versículos del Evangelio. Para la mayoría de los lectores de la actualidad, pero también para quienes los han consultado desde el siglo XIX, son la verdad revelada durante una trayectoria como la de los profetas bíblicos, o piezas de una reverenciada teología que resiste el paso del tiempo y los exámenes de la investigación profesional. A partir de ahora y durante diez entregas sucesivas, se tratará de mirarlos como lo que fueron, como lo único que pudieron ser, expresiones de una lucha política del pasado que debe someterse a análisis, como los realizados por otras sociedades con los testimonios de sus héroes y creadores.

El solo hecho de proponer esta explicación descubre la magnitud del reto. La adoración de los documentos del Libertador, promesas, talismanes, medallitas y velones incluidos; la sumisión a sus postulados, su consagración como luz irrebatible de su época y de la posteridad, obligan a una prevención inhabitual en el resto de las sociedades que miran hacia el pasado con ojos apacibles, o menos guiados por una especie de fanatismo confesional, sin colocar a sus grandes hombres en un firmamento inaccesible e inviolable. Ciertamente los respetan y persiguen su ejemplo, se nutren de sus hazañas y sus ideas, pero sin colocarlos en la casilla de las especies sobrehumanas o cuasi divinas.

En el comentario de diez textos producidos por el prócer, que se presentarán a partir de la próxima semana, se tratará de hacer como han hecho en otras latitudes con sus padres conscriptos, no sin prever la necesidad de un escudo que evite dardos y excomuniones. De allí la necesidad de esta introducción.

Conviene llamar la atención sobre el hecho fundamental que ha impedido la comprensión de la peripecia bolivariana: se ha considerado al Libertador como individuo infalible, como un protagonista alejado de las pasiones que mueven a los mortales comunes y corrientes.

Como una especie de bienaventurado a quien jamás tocaron las ambiciones terrenales, ni las pedestres incitaciones que han determinado la conducta de las criaturas grandes y pequeñas  a través del tiempo. Pero deben saber los lectores lo que en realidad fue, según señalan todas las evidencias de su tránsito, lo único que fue: un político y un hombre de armas, un fabricante de poder y un soldado dispuesto a baños de sangre. No habitó conventos, sino asambleas encendidas. En lugar de predicar la concordia, hizo terribles guerras.

Inconforme con la escena que le tocó vivir, se empeñó en hacerla distinta a través de movimientos capaces de conmoverla, de llenarla de desasosiego. ¿Cómo lograr el objetivo sin el ejercicio de la violencia, o sin el manejo cambiante de la palabra y la pluma, según han hecho habitualmente los soldados y los políticos a través de la historia? ¿Cómo hacer historia en un país de contiendas, metido en el papel de los ángeles y de los seres inmaculados?

Tales propósitos y tales maneras de actuar no han sido considerados por la mayoría de los ciudadanos venezolanos, convertidos en miembros de un culto patriótico que no admite herejías. A través de la revisión de diez documentos esenciales, en adelante trataremos de verlos desde la perspectiva del tiempo histórico de principios del siglo XIX, y de los proyectos de transformación y dominación que entonces se llevan a cabo; es decir, partiendo de los intereses que se juegan en ese tramo temporal y de los conflictos que provocan. Solo gracias a ese vínculo se puede colocar al grande hombre en su correspondiente escala, sin meterlo a la fuerza en las luchas o en las necesidades del futuro, ni glorificarlo a través de apologías superficiales y nocivas. Es un intento llevado a cabo por algunos historiadores -Carrera Damas, Caballero, Castro Leyva, yo mismo y otros pocos-, pero que todavía no se ha adentrado en los terrenos de la divulgación masiva.

A través de Runrunes ahora se abonará esa parcela accesible a todos los visitantes del portal, prácticamente inédita en estos menesteres, o solo transitada por viajantes atrevidos.

Se promete una serie capaz de sugerir una versión distinta del héroe, más seria y menos bobalicona; un trabajo sin erudiciones, pero con los pies en la tierra. Nada de Panteón Nacional, ni de celestiales homilías, nada de discursos farragosos que ocultan la verdad, nada de pudores fútiles. Se espera que los lectores topen con entendimientos de Bolívar que no han circulado en grandes espacios, ni han tenido audiencias gigantescas. Y se espera que el encuentro les haga bien, desde luego. Adiós, san Simón evangelista.

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Citgo ayuda a Venezuela a enfrentar el coronavirus
Citgo indicó que amplió la labor de su fundación para destinar fondos para combatir el coronavirus en Venezuela

La filial petrolera Citgo manifestó que ayuda a Venezuela a enfrentar coronavirus recaudando fondos a través de su Fundación Simón Bolívar.

A través de su cuenta de Twitter, Citgo indicó que la suma recolectada se destina a profesionales en el área de la salud que cada día se enfrentan a la fuerte crisis sanitaria.

Aunque la petrolera es originaria de Houston, Texas, Estados Unidos, amplió la labor de su fundación para destinar fondos a diversas causas en Venezuela.

En ese sentido, de acuerdo a lo anterior, Citgo logró recaudar donaciones que se destinaron a colaborar con evitar la propagación del coronavirus en Venezuela.

Citgo Venezuela informó que gracias a los fondos adquiridos por las donaciones logró dotar a profesionales de la salud con 11.250 equipos de protección personal.

“Seguimos ayudando a Venezuela a enfrentar el Covid-19 a través de nuestra Fundación Simón Bolívar. Gracias a su Fondo de Donaciones de Emergencia logramos dotar a profesionales de la salud con 11.250 equipos de protección personal”, escribieron.

Covid-19 en Venezuela

Este sábado 28 de marzo la vicepresidenta Delcy Rodríguez informó al país que los casos de coronavirus en el país a 119 personas infectadas.

“Estamos en el proceso de despistaje ampliado y personalizado que a partir de hoy en esta nueva fase, pasa a ser una fase se masificación en las pruebas”, comentó Rodríguez.

Ante los acontecimientos de los últimos días, que involucran al sector opositor, a mí ya no me cabe duda: lo nuestro tiene que ser una vaina relacionada con los astros, esto es: una determinación astrológica, una mala estrella, una confabulación de la bóveda celeste, un Mercurio retrógrado que se nos instaló en el destino nacional per secula seculorum, porque de otra manera uno no se explica nuestra insistencia acabar con nosotros mismos. Vaya -para decirlo en cubano-, que esto es obra de Plutón, asere y de la confluencia interestelar del intergaláctico con Aries en Saturno aquel 4 de febrero, porque no se puede entender que un país que cuenta con las mayores reservas petroleras del planeta, con oro, hierro, coltán, ríos caudalosos, tierras fértiles para la agricultura y la ganadería, lugares paradisíacos para el turismo, clima de eterna primavera, esté entre los peores del planeta en todas las mediciones de progreso.

Es como si fuese un castigo de la constelación de Cáncer, nuestro signo regente: tendrás todas las riquezas, pero solo podrás disfrutarlas cuando tu rumbo sea guiado por la inteligencia, mientras tanto, cada nueva bendición que se descubra será una contribución a tu ruina (Simón Bolívar). Es decir, pa’tras como el cangrejo.

 

Esto ya no es un asunto de políticos, ni de sesudos analistas, sino de astrólogos. Claro que la primera complicación al determinar la carta astral del país, es la de establecer la fecha exacta de nuestro nacimiento: ¿fue el 19 de abril de 1810?, ¿fue el 5 de julio de 1811? En ambos casos el lugar de nacimiento es Caracas. Pero si somos más acuciosos y atendemos a la fecha de nuestra separación de la llamada Gran Colombia, tanto la fecha de nacimiento, como el lugar cambian. Este último se traslada a Valencia y dependiendo del criterio, la fecha de nacimiento podría ser el 6 de mayo de 1830, cuando se instala el Congreso constituyente o el 22 de septiembre del mismo año cuando se aprobó la nueva constitución y Páez asume la presidencia. Como puede verse, realizar la carta astral de Venezuela es más difícil que hacérsela a Maduro, que le gana al país en lugares y fechas de nacimiento.

Que Mercurio esté causando estragos no es nada nuevo, el frágil equilibrio del ecosistema del sur, da cuenta de ello con su participación en la criminal extracción del oro. En nuestra carta astral, Urano aparece en cuadratura con el Sol. Esta deshonesta conjunción del astro y el planeta determina que el enchufamiento intergaláctico sea parte de nuestras determinaciones.

La Luna, astro regente de Cáncer con Acuario, le ha dado un perfil lunático a algunos dirigentes, mientras otros se mueven con habilidad, como peces en el agua. ¿Y qué decir de Leo como signo regente? a quienes muchos atribuyen la culpa de todo lo que sucede. Mientras, el Sol se aparece a decirle a algunos líderes “no aclares que oscureces”, especialmente en el hemiciclo estelar, donde ya no quieren a Marte, sino odiarte.

Por su lado, siempre actúa Saturno, el viejo Cronos, que devora a sus hijos sin piedad. Desde el otro extremo del planeta, tampoco se puede negar que Rusia y China, son emblema de la presencia de Géminis arrebatando por igual, como si de un hueco negro en la galaxia –que nos devora– se tratase. Gracias a ellos, el gobernante usurpador continúa su agresión, pero de la que puede salir victorioso porque recibe un trígono de Júpiter desde Escorpio. No es culpa suya, es su sino, diga usted si no.

Dicho más claramente: si la oposición astral a la hegemonía solar no se pone las pilas, esta debacle va a continuar hasta que el sol se convierta en una supernova y el big bang, cansado de expandirse, inicie su retroceso a la pelotita primigenia.

 

@laureanomar

Maduro ofrece disculpas a productores de serie sobre Bolívar: Emití conceptos prejuiciados

NICOLÁS MADURO OFRECIÓ ESTE 31 de julio disculpas a los realizadores de la serie sobre el libertador Simón Bolívar por haber criticado la pieza audiovisual sin haberla visto.  

«Acabo de terminar, ayer, de ver la serie de Bolívar (…), yo cometí el error y quiero pedir excusas, a los productores de la serie, a los escritores de la serie, a los actores y actrices porque yo por el prejuicio que tengo por el maltrato de la oligarquía en Bogotá contra Bolívar emití conceptos prejuiciados», expresó en un acto de gobierno.

Maduro aseguró que, después de ver toda la serie junto con su esposa, Cilia Flores, que quedó «maravillado y conmovido».

«Lograron en la serie traer a un Bolívar vivo, un Bolívar humano, sensible, muchas cosas seguramente se podrían agregar a la serie y es una serie historiográfica o histórica en el sentido de la palabra, es más una novela, una versión novelada de la vida de Bolívar, pero es muy hermosa», sumó.

Asimismo, recomendó a todos lo que puedan acceder a Netflix ver esta serie: «Me hubiera gustado que tuviera mil capítulos porque además del entretenimiento me permitió reconectarme con la historia otra vez (…) Humildemente recomiendo que cada quien la vea y cada quien saque sus conclusiones. Espero que no la vayan a eliminar ahora».

Con información de EFE