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De izquierda o de derecha ¿to be or not to be?

@froilanbarriosf

Opinar sobre izquierdas y derechas se ha convertido en un desafío. A algunos puede no gustarle y a otros tampoco. En todo caso, se asume el reto de pensar distinto a lo que usualmente observamos en los medios y en toneladas métricas de opinión en las redes sociales, que simplemente despachan el tema pontificando a personas, partidos y gobiernos como de «izquierda» o de «derecha». 

Resulta que desde finales del siglo XVIII se asoció el concepto de izquierda a lo progresista y revolucionario, y de la derecha como conservador y reaccionario. Así transcurrió el siglo XIX al añadirse otro condimento al debate: el marxismo como teoría esencial del movimiento socialista y emblema mundial de la izquierda revolucionaria, adalid de los DD. HH. Mientras que la otra orilla a la derecha, fue catalogada como defensora del viejo orden representado en la monarquía, dictaduras y el capitalismo salvaje. 

Pronto la andadura del siglo XX fue redefiniendo los roles para uno y otro campo, cuyos representantes asumieron conflictos globales en defensa de sus proyectos políticos y económicos. Entre tanto, los horrores de las guerras mundiales y conflictos regionales, que culminaron en el exterminio de cientos de millones de seres humanos, determinaron la urgencia de detener la matanza planetaria so pena de la extinción del género humano. Se promovió así un nuevo orden mundial que, en el contexto de la ONU, se orienta hacia la democracia, la libertad económica y el ejercicio pleno de los DD. HH., asumido por cada cual según sus intereses en el contexto de la geopolítica global.

¿Que nos indica el cabalgar de la historia?, que durante la centuria pasada las dictaduras más atroces y devastadoras de la humanidad estaban en el campo denominado izquierda.

Mientras que en la Unión Europea, América del Norte y Japón se afianzaron sistemas democráticos. Con imperfecciones y arrugas, sí, pero que no han impedido ser espacios para el desarrollo de libertades de expresión, de cultos, económicas y de trabajo digno.

Por tanto ¿estas categorías decimonónicas definen en el siglo XXI el campo político?, considero que son antiguallas. En su lugar pudiera plantearse que la confrontación política parte entre aquellos que promueven al Estado como único dueño y señor de la economía, concentran los poderes públicos en el poder ejecutivo, restringen la democracia a la ideología del Estado, reprimen a los disidentes y supeditan el trabajo a los fines gubernamentales; contra quienes asumen el Estado como ente regulador que promueve la libertad económica, la libre expresión de las ideas, la autonomía de los poderes públicos y el desarrollo del trabajo digno. 

En resumen, el falso dilema de izquierdistas revolucionarios vs. conservadores reaccionarios, lo sustituye la evidencia histórica de estatistas autoritarios vs. demócratas progresistas. Se trastoca entonces la connotación tradicional de derecha asociada a lo retrógrado y reaccionario, y la categoría de izquierda asociada a lo progresista y de redentor del pueblo. Porque en realidad no lo son.

Estar afuera

Estar afuera

Hoy podemos ver esta nueva realidad en los resultados de las recientes elecciones presidenciales de Ecuador y Perú. En el caso del Ecuador, el programa de gobierno de Guillermo Lasso, ubicado a la derecha, es más revolucionario y demócrata que el del delfín de Correa, quien propugnaba en su campaña estatizaciones y políticas represivas de género. O en el caso de Pedro Castillo, más allá del hartazgo con la clase política peruana, la lucha antagónica será entre el autoritarismo estatista y la democracia liberal; incluso con los cuestionamientos a Keiko Fujimori. 

En el contexto internacional la economía social de mercado, reimpulsada por Ángela Merkel, es más progresista y revolucionaria que el estatismo dictatorial de Xi Jin Ping. Y en el caso de Vladimir Putin podemos preguntarnos ¿quién es más socialista entre el modelo nórdico y la autocracia rusa que envenena a sus disidentes y cuyo líder se autoproclama presidente hasta el 2036?

Por tanto, llamar izquierda y socialistas a quienes no lo son es un error y una burla a la historia. Lo hacen quienes manipulan las categorías y conceptos para imponer las dictaduras más atroces que han asolado a la humanidad. Ahí tenemos la Cuba castrista, la Nicaragua de Daniel Ortega y la Venezuela chavista-madurista, cuyas tiranías son los casos de tergiversación más acentuados del continente.

*Movimiento Laborista.

Política, poder y realidad

Política, poder y realidad

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Apuntes de otoño III | Las ideologías son una quincalla

@juliocasagar

El apunte de esta semana va de análisis acerca de la pertinencia o no, de un criterio que postula que la administración de un Estado debe necesariamente inspirarse en una posición ideológica determinada. Como siempre, para argumentar nuestra posición, nos serviremos de dos anécdotas de la que fuimos participantes.

No obstante, debemos decir primero que esta discusión, que los más importantes pensadores sociales y políticos habían dejado de lado hace algún tiempo, ha renacido de nuevo. Esta parecía conjurada con la aceptación, por parte de un grueso segmento de la intelectualidad mundial, de la tesis de Francis Fukuyama en El fin de la historia, según la cual el mundo se dirigía victorioso hacia una aceptación general de la democracia liberal.

Ello se debe a la aparición de varios liderazgos carismáticos que, apoyados en posiciones ideológicas, han aparecido en la escena mundial. Líderes como Trump, Chávez o Margaret Tatcher no han dejado indiferentes a casi nadie; y han puesto de nuevo sobre la mesa la discusión sobre temas que ya se daba por sentado eran antiguallas destinadas a ser investigadas por los arqueólogos. Fueron exitosos en su operación de respiración boca a boca de aquellos cuerpos exangües.

Lo más tradicional de este debate es desempolvar los viejos conceptos de la izquierda y la derecha; del capitalismo y el socialismo y todos los ismos que derivan de esta antinomia que, creemos, es una anacrónica y maniquea división de las ideas o de las maneras de pensar.

Pero, vayamos a nuestra historia: corrían los años 1990 y 1991. Venezuela acabada de entrar en una de las más interesantes etapas de la historia política contemporánea. En 1989 se habían realizado las primeras elecciones directas a gobernadores en el país. Por casi 30 años había dormido en la Constitución, como la princesa del cuento de Perrault, una norma que preveía la elección directa de los gobernadores. Hizo falta el beso de príncipe del Caracazo, para que nuestra clase política despertara y abriera aquella válvula.

En Carabobo, como es conocido, una coalición de Copei, el MAS y decenas de otros partidos minoritarios llevó a la gobernación a Henrique Salas Romer. Pocos creían en que tal victoria se produciría. Tanto, que conseguir un candidato dispuesto a sacrificarse al liderazgo de Oscar Celli y Acción Democrática no fue una tarea fácil (este cuento será motivo de otro apunte).

En las alforjas del nuevo gobernador estaba la idea de utilizar aquel impulso para proponerse una tarea más ambiciosa: profundizar el proceso de descentralización y dar los pasos necesarios en la vía de una nueva federación para Venezuela.

En otro apunte hablaremos igualmente de ello; y de las gestiones que comenzaron con la firma de la Declaración de la Casa de la Estrella en Valencia por parte de varios de los primeros mandatarios electos en sus estados, que comulgaban con esta estrategia de avanzar hacia metas más ambiciosas.

Lo que nos ocupa ahora es la anécdota que llevó a Carabobo a adoptar un modelo particular y original en el manejo del puerto de Puerto Cabello, que es el más importante del país, y que fue uno de los barcos insignia de ese bisoño proceso de descentralización que daba sus pinitos en el país.

De acuerdo con la Ley de Descentralización, para asumir aquella competencia solo era necesario que la Asamblea Legislativa aprobara una ley. Antes de que se dieran los primeros pasos, fue menester derrotar una pancada de ahogado del centralismo que pretendió otorgar los muelles a empresas extrañas antes de que la Asamblea aprobara el instrumento legal (fue una batalla interesante y digna también de mencionar en otro momento).

Se comenzó a redactar el proyecto de ley y se abrió un proceso de consultas muy amplio con distintos sectores vinculados a la actividad portuaria. El fin era que expusieran sus ideas y criterios acerca de cómo se debería manejar el puerto, una vez descentralizado.

En una de las muchas sesiones y mesas de trabajo a las que concurrimos, debo referirme a una que tuvo lugar en la Cámara de Comercio de Puerto Cabello, con representantes de las más importantes empresas de servicios navieros.

Recuerdo que a aquella fuimos comisionados por el gobernador la Dra. Marielena Giménez y yo. La reunión trascurrió con toda cordialidad y plena de interesantes planteamientos. Al concluir, y con las notas tomadas, nos regresamos a Valencia.

Al llegar a mi oficina, tengo el aviso de una de las personas que había estado en la reunión. Un viejo amigo de luchas de la Facultad de Derecho que urgía a que lo llamara de vuelta. Resumo su conversación de esta manera: ¿Julio, tú sabes de qué se quedaron hablando los representantes de las empresas cuando ustedes se fueron? No, le respondo. Pues se quedaron conversando sobre cómo podían hacer para formar UNA EMPRESA ENTRE TODOS para proponerse como administradores del puerto.

Dicho en otras palabras: aquellos amigos defensores de la libre competencia, del libre mercado, del capitalismo de oportunidades estaban, ni más ni menos, discutiendo cómo hacían para organizar un MONOPOLIO para manejar a Puerto Cabello. Así lo hicimos constar en nuestro informe.

Al final, debemos decirlo, la decisión sobre la manera de manejar el puerto tuvo mucho que ver con tratar de evitar que se manejara de manera monopólica; a ello abono también lo que ocurrió en una segunda anécdota.

El gobernador Salas Romer había atendido la invitación de María Liberia, la carismática jefa del gobierno de Curazao. Formé parte de la delegación y una de las cosas que fuimos a ver fue el puerto de la isla. Recorrimos las instalaciones con directivos de la empresa que manejaba el puerto, representantes de la Cámara de Comercio y del gobierno insular.

Cuando el representante de la empresa ponderaba las maravillas del funcionamiento dio mucha importancia a que se habían acabado los robos de mercancías. “Se acabaron los ladrones”, nos dijo con orgullo. Inmediatamente, el representante de la Cámara de Comercio le paró y le corrigió diciéndole: “No, no se acabaron; quedó uno” ¿Cuál? Le preguntó el directivo de la empresa, “pues ustedes, que cobran lo que les da la gana y estamos obligados a pagar porque son un monopolio y no hay competencia”. De más está decir que el viaje concluyó en silencio.

Tras la reflexión que provocaron estos eventos, la ley estableció normas muy severas contra las prácticas monopólicas y de cartelización de tarifas. El Estado mantuvo el control de los muelles, sin otorgarlos en concesión. Y se dio posibilidades a todas las empresas para que compitieran con las labores de carga, descarga, estiba y caleta que son las que constituyen la actividad portuaria.

Gracias a ese modelo, el puerto de Puerto Cabello protagonizó el siguiente milagro económico, político y social: 10 meses después de la descentralización, el puerto se empezó a manejar con 120 trabajadores, contra los 4500 que tenía el INP. Un barco que solía pasar entre 60 y 70 horas en el muelle, comenzó a pasar menos de 35 horas y «last but not least”, un puerto que daba 1500 millones de bolívares en pérdidas a la nación, comenzó a dar 800 millones de ingreso al estado Carabobo. El puerto salió de las listas negras de las aseguradoras que cobraban sobre primas a los barcos que lo tenían como destino y su buen funcionamiento hizo que su Hinterland llegara hasta el Norte de Santander en Colombia.

Si Carabobo hubiera adoptado la receta ideológica de privatizar el puerto y entregarlo a una sola empresa y quedarse como fiscal de una concesión; si se hubiese cedido a la pretensión de algunos que esgrimían el argumento de que el Estado no debe inmiscuirse en los negocios, a Puerto Cabello le hubiese pasado lo mismo que a Maracaibo o a Curazao. El monopolio los hizo ineficientes y terminaron perdiendo clientes en favor de Puerto Cabello que, como hemos dicho, en muy poco tiempo, y sin seguir supercherías y supersticiones ideológicas, consiguió una fórmula de sentido común y adaptado a la realidad para ser exitoso y eficiente.

Las ideologías, definitivamente, son una quincalla.

 

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Alejandro Armas Dic 27, 2019 | Actualizado hace 2 semanas

En la edición pasada de esta columna discutimos qué similitudes y diferencias hay entre el retiro informal de controles económicos llevado a cabo por el régimen chavista y las reformas de Mijaíl Gorbachov en la extinta Unión Soviética. Hoy toca discutir otro modelo sobre el cual, hipotéticamente, Miraflores puso el ojo, con el propósito de aproximarnos al tipo de orden que los jerarcas del PSUV aspiran a imponer en Venezuela. De nuevo, es necesario mirar en dirección hacia la tierra de Mussorgsky y el caviar de esturión.

Incluso antes de que Nicolás Maduro ensalzara las virtudes de una dolarización caótica y, con discreción, se interrumpiera la tradición navideña chavista de apretar las tuercas al control de precios y obligar a comerciantes a vender su mercancía con montos ruinosos hacia diciembre, se ha especulado sobre la posibilidad de que el régimen, solo por sobrevivir, reemplazara a Cuba como principal referente por China o Rusia, sus dos grandes amigos mucho más formidables. Sin embargo, emular a la China post Mao luce sumamente cuesta arriba. No hay ningún Deng Xiaoping en la elite chavista. La rapacidad y la ineptitud son tales que la idea de un crecimiento estratosférico como el de Pekín es risible. En el mejor de los escenarios, el chavismo podría aspirar a perfilarse como el equivalente tropical a la Rusia de Vladimir Putin. Es decir, tener una economía mediocre pero considerablemente mejor a la que hoy hay en Venezuela. China creció sin interrupciones durante esta década y el año pasado su producto interno bruto (PIB) fue el triple de lo que era en 2008, de acuerdo con cifras del Banco Mundial. En Rusia, ese mismo indicador ha sido una montaña… rusa, pues, con varios picos y valles. De hecho el PIB cerró el año pasado ligeramente por debajo de lo que alcanzó en 2008. Ello después de haber gozado del mayor boom de precios del petróleo en la historia. Seguramente el relato es familiar para los venezolanos, con la diferencia que la conclusión de los tiempos de vacas gordas en Rusia no supuso una tragedia humanitaria.

En fin, para seguir el ejemplo que Moscú dio, el chavismo tendría que renunciar explícitamente a buena parte de su bagaje ideológico, al menos en la práctica. Cuando la Unión Soviética se desplomó, Rusia, bajo la conducción de Boris Yeltsin, buscó integrarse al orden democrático y capitalista que en aquel entonces Fukuyama y otros creyeron imbatible. Sin embargo, el caos que supuso la desaparición de la URSS se tradujo en una oleada de privatizaciones no precisamente basada en principios de libre mercado. Personalidades que discretamente acumularon poder durante el ocaso del Estado soviético se hicieron con el control de varios de los sectores clave de la economía y los usaron para enriquecerse de forma grotesca. Esta fue la primera generación de los infames oligarcas rusos, que tantos quebrantos de cabeza le dio a Yeltsin, puesto que aplicó su influencia económica enorme para obtener del Gobierno lo que convenía a su bolsillo. En el proceso contribuyó con la durísima debacle de la economía rusa a finales de los años 90 y con la desilusión de sus compatriotas con el ensayo democrático. Se le atribuye a Lenin, otro hábil animal político eslavo, una expresión que describe el poder como un ente suelto por las calles cuando el descontento social es enorme, listo para ser recogido por alguien. En efecto, cuando terminó el segundo milenio después de Cristo, la mesa estaba servida para que un político de bajo perfil pusiera en práctica su talento perverso y oportunista.

En fin, para seguir el ejemplo que Moscú dio, el chavismo tendría que renunciar explícitamente a buena parte de su bagaje ideológico, al menos en la práctica. Cuando la Unión Soviética se desplomó, Rusia, bajo la conducción de Boris Yeltsin, buscó integrarse al orden democrático y capitalista que en aquel entonces Fukuyama y otros creyeron imbatible.

 

Putin centralizó la administración pública en detrimento de los gobiernos regionales, que se aprovecharon de la debilidad de su predecesor para captar ingresos por cuenta propia. También quebró el poder de los oligarcas de la era Yeltsin, persiguiendo a algunos, haciendo tratos con otros y formando su propio entorno de empresarios leales. Desde entonces, buena parte de la economía rusa ha estado en manos de oligarcas millonarios muy dependientes de sus vínculos con el Kremlin. A cambio de permitirles gozar de sus fortunas, tener un estilo de vida colmado de lujos y hasta fomentar agresivamente sus intereses dentro y fuera de Rusia, el gobierno espera de ellos no solo que se abstengan de usar su dinero para financiar actividades opositoras, sino que además colaboren activamente con la permanencia de Putin en el poder. Todo esto en un entorno de corrupción desbordada y dependencia de unos pocos recursos naturales. Un retrato, de nuevo, familiar para los venezolanos.

El chavismo, pese a sus fuertes inclinaciones marxistas, nunca abolió la propiedad privada ni ordenó una colectivización plena de los medios de producción. Es harto sabido la existencia de una élite empresarial favorable al régimen. Maduro los llama “empresarios patriotas”. Formaron organizaciones patronales y gremiales paralelas para mermar la influencia de las tradicionales e independientes. Hasta tienen un espacio en la ANC, el ente que el chavismo lleva dos años usando como intento de legitimación de su “medalaganaísmo”. Ahora, con el retiro de varios controles, estos señores podrían ver su lealtad recompensada en nuevas oportunidades de negocios. Más aun si la elite chavista le toma la palabra a una de sus “estrellas en ascenso”, Rafael Lacava, sobre privatizar servicios públicos. Privatizar en sí mismo no tiene nada de malo, pero no creo que nadie, excepto sus beneficiarios, lo vean como algo bueno si apesta a crony capitalism. No puede esperarse otra cosa. El chavismo no permitirá un empresariado autónomo fuerte, puesto que el empresariado es parte de la sociedad civil, y una sociedad civil autónoma alienta la democracia.

Así que no es descabellado imaginar que el régimen tenga en mente una relajación continua de regulaciones económicas y privatizaciones que sigan el manual de Yeltsin en cuanto a las preferencias por unos pocos empresarios selectos se refiere, pero que mantenga a estos sometidos, como hace Putin. Por cierto, dejando de lado los aspectos económicos, hay otro aspecto de la Rusia actual que el chavismo pudiera estar buscando imitar. En Rusia hay una distinción entre la oposición permitida y la proscrita. La primera está compuesta por todas o casi todas las organizaciones políticas ajenas a Rusia Unida (el partido de Putin) que cuentan con representación parlamentaria. Se les permite participar en elecciones y controlar algunos gobiernos regionales, siempre y cuando sigan las reglas del juego establecidas por el Kremlin y no lo desafíen realmente. Su principal motivación es el acceso a recursos públicos y a cuotas de poder minúsculas.

Así que no es descabellado imaginar que el régimen tenga en mente una relajación continua de regulaciones económicas y privatizaciones que sigan el manual de Yeltsin en cuanto a las preferencias por unos pocos empresarios selectos se refiere, pero que mantenga a estos sometidos, como hace Putin.

En cambio, la oposición proscrita está vetada de los comicios y es perseguida sistemáticamente con el pretexto de que constituye una amenaza para la seguridad del Estado. Su situación es muy parecida a la de partidos políticos venezolanos como Primero Justicia, Voluntad Popular o Vente Venezuela. Mientras tanto, siguen habilitados para elecciones las organizaciones que se han rehusado a desviarse del orden impuesto por el régimen y que “dialogan” con él. No puedo asegurar que lo hacen por motivos crematísticos, pues no me consta, pero, aunque sea por pura ingenuidad, están desempeñando el mismo papel que la oposición “oficial” en Moscú. Qué tristeza que colaboren con la metamorfosis de Venezuela en un pobre intento de Rusia caribeña. Tristísimo cambio para la que alguna vez fue la democracia modelo de América Latina. Recuperarla sigue siendo el deber de todos los ciudadanos.

Reuben Morales Nov 14, 2019 | Actualizado hace 2 semanas
¿Capitalismo salvaje o socialismo salvaje?

@ReubenMoralesYa

Dígame usted… ¿cuál sistema prefiere? En los países de capitalismo salvaje, el modelo a seguir es el de un país muy grande, de economía poderosa y con un presidente capaz de quitar y poner gobiernos: Estados Unidos. En cambio, en los países de socialismo salvaje, el modelo a seguir es el de un país muy grande, de economía poderosa y con un presidente capaz de quitar y poner gobiernos: Rusia.

En los países de capitalismo salvaje, la cara oculta del gobierno son las grandes operaciones multinacionales de oferta y libre mercado. En cambio, en los países de socialismo salvaje, la cara oculta del gobierno son las grandes operaciones multinacionales de terrorismo y narco-lavado.

En los países de capitalismo salvaje, hay libertad de culto, pero el verdadero Dios es el dinero. En cambio, en los países de socialismo salvaje, no hay libertad de culto, pero el verdadero dios es el dinero.

En los países de capitalismo salvaje, puedes investigar al Estado, pero no a las corporaciones porque si no, te desaparecen. En cambio, en los países de socialismo salvaje, puedes investigar a las corporaciones, pero no al Estado porque si no, te desaparecen.

En los países de capitalismo salvaje, si te conectas bien, puedes llegar a ser millonario y convertirte en una de las familias dueñas del país. En cambio, en los países de socialismo salvaje, si te conectas bien, puedes llegar a ser millonario y convertirte en una de las familias dueñas del país.

En los países de capitalismo salvaje la banca puede dotarte de todo, pero si te equivocas con ella, quedas de patitas en la calle. En cambio, en los países de socialismo salvaje el Estado puede dotarte de todo, pero si te equivocas con ellos, quedas de patitas en la calle.

En los países de capitalismo salvaje, duermes muy poco porque te la pasas todo el día trabajando. En cambio, en los países de socialismo extremo, duermes muy poco porque te la pasas todo el día trabajando.

En los países de capitalismo salvaje, vives bajo la dictadura totalitaria de tu empleador (la empresa). En cambio, en los países de socialismo salvaje, vives bajo la dictadura totalitaria de tu empleador (el Estado).

En los países de capitalismo salvaje, el trabajo del pueblo va destinado a hacer millonaria a la élite política. En cambio, en los países de socialismo salvaje, el trabajo del pueblo va destinado a hacer millonaria a la élite política.

En los países de capitalismo extremo, el pueblo está molesto porque tiene poca capacidad de ahorro y acceso limitado a los servicios públicos, la salud y el transporte. En cambio, en los países de socialismo extremo, el pueblo está molesto porque tiene poca capacidad de ahorro y acceso limitado a los servicios públicos, la salud y el transporte.

En los países de capitalismo salvaje, el presidente termina su mandato más rico de lo que comenzó. En cambio, en los países de socialismo salvaje, el presidente termina su mandato más rico de lo que comenzó.

¿Leyó bien? Perfecto. Ahora, para decidirse por un sistema, lance una moneda. Si cae cara, vivirá en capitalismo salvaje. Si cae sello, vivirá en socialismo salvaje. Y dependiendo de cómo caiga esa moneda, su vida será completamente… idéntica.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

2018: o se marchan o se eternizan, por Orlando Viera-Blanco

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“El desbordamiento está a horas de escribir esas líneas, por lo que la oposición debe ser lo suficientemente inteligente, astuta y pragmática, para reunificarse y reconducir la calle.”

El 2017 cerró con un balance muy doloroso. La anti política hizo estragos, debemos agregar, no por desmerecidas razones. Venezuela entra en una fase de definiciones: O implosiona  o se queda sumida en el caos. Creo que sucederá lo primero. Pero debemos puntualizar que no basta el estallido de las masas para forzar cambio de régimen. Hay que conducirlas… 

Estudios recientes de opinión pública, demuestran que las bases populares siguen acéfalas de liderazgo.  Si a estas alturas la gente piensa que el capitalismo no es opción (66%), o peor, que el socialismo mantenga una preferencia de un 34%, esto quiere decir que los líderes de una Venezuela liberal, competitiva, productiva y próspera han comunicado muy mal. Y que un 60% opte por inmigrar es una esperanza perdida tanto por causa del gobierno como de la oposición. ¿Por qué? Porque los primeros promotores de un socialismo-populista-clientelar, son muchos de los líderes de oposición.  No ha habido una verdadera oferta política que ilustre las bondades de un mundo educado, tecnológicamente desarrollado, competido y bien comunicado.

En Venezuela tenemos lo peor de todos los mundos: Intervencionismo, desmantelamiento institucional, supresión de libertades y opresión. La explicación que a estas alturas las bases populares no hayan estallado es relativamente simple: por un lado no tienen empatía con la oposición por lo cual ni han marchado ni han seguido una real ruta de desobediencia y protesta y por otro, ha prevalecido la resignación y cooptación de su libre albedrío. Acostarte y levantarse con hambre no deja otra alternativa, que buscar comida o piedad. Y sin comida ni piedad lo que queda es el asalto.

 

Verdades y Falacias

 

Es verdad que la comunidad internacional quiere hacer más, quiere intervenir y restaurar la libertad y la democracia en Venezuela. Hemos visto de primera mano cómo Washington y Europa articulan sanciones en contra de un gobierno paria. Hemos promovido se aplique la fórmula del “Deber de prevenir, proteger y restituir”  consagrada en la Cumbre de 2001 de las NNUU, que no es otra cosa que la injerencia legítima por razones humanitarias. Pero también es cierto que los postulados Dragonianos de no intervención y autodeterminación, siguen siendo un tabú en el mundo. A partir de ahí, la reactivación de la movilización de calle en Venezuela es condicional. Pero no anárquica, sino organizada y acompañada del pueblo. Este es el desafío de los líderes de oposición. Entender que la intervención internacional es vital para lograr la vigilancia de rigor en un proceso transicional. El diálogo a nuestro juicio, no cumplió su cometido. Sólo el indecoroso chantaje de libertad por vasallaje. Y eso no es política. Eso es colusión, es decir, “pactar privilegios propios a cuenta del sacrificio de la nación. Cuidado amigos de oposición con quedar retratados en esa foto implosiva. 

También es falso que la estructura militar esté neutralizada. Creo que un sector mayoritario de las FFAA está a tiro de plegarse a cualquier movimiento de masas que estalle y sea conducido sólidamente. Sin duda ha habido improvisación y desespero. Pero el descontento y el hambre es incontenible. Así, un estallido social no contará con los fusiles de las FFAA para reprimirlas. Es el pueblo convertido en traposos y miserables, a quien las guardias pretorianas no lanzarán plomo, bombas y perdigones. No. Esta “épica” no la librará Maduro, porque nunca ha sido épica. Es el levantamiento indómito de la indignación invadida de estómago, muerte y desolación, de un pueblo que ya no acepta ser ninguneado. 

Tampoco es verdad que exista una alternativa política que capitalice la decepción de tirios y troyanos. No hay tiempo. El desbordamiento está a horas de escribir esas líneas, por lo que la oposición debe ser lo suficientemente inteligente, astuta y pragmática, para reunificarse y reconducir la calle. De lo contrario, en el caos que no hay transición posible, la comunidad internacional se ve impedida de armar juego y quien quedará será o Maduro o algunos de sus similares. Diosdado está al bate…

En conclusión, el 2018 será un año vandálico y trepidante, mucho más agitado que el 2017, que no fue poca cosa. Pero un año de cambio definitivo de gobierno, el fin de una era o eternización de una tiranía inédita en Latinoamérica, misma que combina narco, represión, saqueo y terrorismo de estado. Para lograr el cambio debe cesar la antipolítica; anteponerse el valor de la unidad; reconstruir una alianza política-ciudadana más allá de una cúpula política; articular bases populares alentando el liderazgo de periferia, de barrios y provincia;  armar un comité estratégico con autoridad y disciplina (que obre en silencio), y finalmente, rescatar el discurso liberal. Esto es clave.  El pueblo hay que ofrecerle industria y trabajo. No más limosnas y reparto. Este discurso debe ser bien construido, mejor divulgado e incansablemente cabalgado…cual mesías pero de ¡prosperidad y ORDEN! 

Si adoptamos estos elementos de agregación y movilización eficiente, en el 2018 se decretará el fin de la era chavista. Si sucede lo contrario no será por eficacia de ellos, sino por torpeza nuestra.

 

@ovierablanco

José Toro Hardy Sep 21, 2017 | Actualizado hace 7 años
¿Puede China?, por José Toro Hardy

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Al final de su vida Fidel Castro declaraba a Julia Sweing de la revista The Atlantic Monthly:

“El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros … El modelo cubano no se puede exportar porque no funciona ni en la isla».

El gobernante venezolano pretende confiar la supervivencia de su moribundo régimen a Rusia y a China. Antes expliqué por qué Rusia ya no puede repetir lo que la URSS, en el apogeo de su poderío militar y económico, hizo con Cuba entre 1961 y 1991. Hoy me voy a referir al caso de China.

Ante el fracaso del comunismo, Mao lo había ensayado todo: «el gran salto adelante» que desembocó en una gran hambruna y provocó la muerte de no menos de treinta millones de personas, el «movimiento de las cien flores», la «revolución cultural» y otras políticas … Nada, nada funcionaba, porque, parafraseando a Marx, el comunismo contiene “el germen de su propia destrucción».

Al morir Mao, su sucesor -Deng Xiaoping- llegó a la misma conclusión que Fidel: el modelo chino no funcionaba ni en China. Sostuvo: “¿Qué importa que un gato sea blanco o negro con tal de que cace ratones?”

Impone su propio modelo: “Un país dos sistemas”. Del capitalismo tomó las ideas de mercado que aplicó en zonas económicas especiales con la versión más neoliberal del sistema. Grandes inversiones extranjeras fueron responsables del espectacular crecimiento que experimentó China, transformándola en la segunda mayor economía del mundo. Sin embargo, inmensos sectores de la población china, fuera de las “zonas económicas especiales”,  se mantenían en su pobreza ancestral.

China está replanteándose el modelo. Su mayor interés es promover un crecimiento hacia adentro para aumentar el nivel de vida de centenares de millones de chinos. Con su perseverancia milenaria están poniendo todo su empeño en ello. Eso sí, al cambiar de prioridades, han sacrificado su fenomenal ritmo de crecimiento. Su PIB, que a partir de 1978 y por tres décadas creció a una tasas de dos dígitos, ahora se ha desacelerado considerablemente.

En sus relaciones con Venezuela su interés es cobrar los $ 30.000 millones que aún se les deben y que el país se comprometió a pagarles con petróleo. Pero el régimen venezolano no ha cumplido y hoy se estudia un refinanciamiento.

China sabe que el socialismo venezolano se fue a pique y que la seguridad jurídica brilla por su ausencia. Si bien reciben todo lo que en su desesperación el inmaduro gobernante tropical les ofrece en bandeja de plata, a la hora de la verdad no están dispuestos a entregar dinero fresco ni a realizar grandes inversiones en el país.

La visión que China tiene de Venezuela queda reflejada en los informes de Dagong Global Credit, su calificadora de riesgo soberano -que pertenece a  The People’s Bank of China-  que viene rebajándole continuamente el raiting crediticio al régimen venezolano. Veamos lo que dicen sus informes:

“Los desbalances estructurales de la economía y la seguridad social en deterioro, resultan en un descontento público cada vez mayor frente al gobierno … Serios desbalances macroeconómicos arrastran a Venezuela en el corto plazo a una recesión y exacerban el riesgo de tensiones sociales. Su elevado déficit fiscal, sus insuficientes reservas internacionales y las presiones hacia significativas devaluaciones de su moneda local, contribuyen a una evidente tendencia de deterioro en los niveles de solvencia del gobierno …” “A corto plazo, el riesgo de una escalada de conflictos políticos internos aumentará significativamente. La emisión excesiva de moneda conduce a Venezuela a la hiperinflación, y por lo tanto su entorno de crédito se deteriora continuamente”

Esa es la visión que China tiene del régimen venezolano. Sin duda se sentiría más segura con cualquier otro gobierno con quien pudiera sostener relaciones más maduras y seguir brindando, como siempre hacen, por “la tradicional y perdurable amistad entre los pueblos de Venezuela y China”. Por otra parte, con íntima sorna, se deben estar riendo del régimen y del absurdo de pretender cambiar su comercio internacional a Yuanes. En esa moneda se tranza apenas el 1,6% del comercio internacional.

China no se desviará de sus metas ni emprenderá aventuras para salvar a nadie. Se trata de una nación extremadamente pragmática, ajena a dogmatismos.  Mao para ellos es solamente un “porrón chino” enterrado en una esquina de la Plaza Tiananmen.

A los amigos del régimen les digo: bájense de esa nube.

@josetorohardy

A contrapelo de la historia, por José Toro Hardy

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Al terminar la Segunda Guerra Mundial, dos sistemas se enfrentaron tratando cada uno de ellos de prevalecer sobre el otro: el capitalismo y el comunismo.

«Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído en el continente un telón de acero», dijo Winston Churchill en 1946 para referirse a la frontera, no solo física sino ideológica, que separaba en Europa a los países comunistas de los capitalistas.

En las décadas siguientes las dos ideologías midieron sus fuerzas. Ya a finales de los 80 se hizo obvio el resultado de aquel enfrentamiento.

El comunismo -que defendía la URSS- había demostrado ser capaz de construir gobiernos y ejércitos poderosos, pero a costa de sacrificar a los ciudadanos. La única forma como se podía mantener el sistema era mediante Estados policiales para contener la insatisfacción de sus pobladores, violando los DDHH y coartando libertades básicas como la de expresión y también la de movimiento para impedir que la gente emigrase masivamente.

Mientras tanto el capitalismo que preconizaba EEUU permitía un crecimiento acelerado de las economías basado en un mecanismo que partiendo de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de los consumidores -basado en su propio esfuerzo- desencadenaba un proceso de creación de riqueza que redundaba en un mejoramiento general en el nivel de vida de la sociedad.

¿Era justo este último sistema? Ciertamente había inequidades. Unos, gracias a su capacidad, se hacían más ricos que otros; pero en su conjunto la colectividad se beneficiaba del esfuerzo creativo de todos. En los países que abrazaron el sistema capitalista las mayorías vivían mejor que en los países comunistas.

¿Era alguno de los dos sistemas moralmente superior al otro? Teóricamente el comunismo pregonaba su superioridad moral al repetir lemas que sin duda lucían gratos a oídos de los incautos. En la práctica no resultó ser así. El simple hecho de que la primera víctima del sistema fuese la libertad, indica que algo fallaba. No puede ser moralmente superior un sistema que tiene que ser impuesto policialmente.

De hecho la superioridad moral del capitalismo se pone en evidencia al constatar que donde mejor funciona es donde más se respetan la democracia y la libertad.

A finales de la década de los ochenta -durante el episodio conocido como «el otoño de las naciones»- el comunismo se vino a pique en todos los países de la órbita soviética. Cayó el Muro de Berlín y se desmoronó el Telón de Acero. En 1991 se derrumbó también en la Unión Soviética que incluso desapareció y se desintegró en 15 naciones diferentes.

Es el «fin de la historia» dictaminó Fukuyama. Uno de los dos sistemas había demostrado su evidente supremacía y el otro se evaporaba sin que ni siquiera se disparase un tiro.

Pero la historia tiene sus vericuetos. Tuvo la desgracia Venezuela de que surgiese un líder populista que pudo contar con recursos inesperados como consecuencia de una circunstancia con la cual ni el mismo contaba: se dispararon los precios del petróleo.

Gracias a ese maná caído del cielo creyó poder revivir al moribundo sistema que sufría ya sus últimos estertores. Tuvo éxito mientras el petróleo se mantuvo alto. Pero cuando sus precios cayeron se puso en evidencia que lo único que había logrado era destruir la economía del país sumiendo a su población en una pobreza inimaginable.

Su sucesor, que no cuenta con el mismo carisma, pretende ahora lo imposible. Imponerle al país, vía una Constituyente fraudulenta, el mismo proyecto que ya rechazó en el 2007 y cuyo fracaso el pueblo experimentó en carne propia. Pretende aplicarlo además a una sociedad que ha sido depauperada y que padece hoy la inflación más alta del mundo y una escasez generalizada que la tiene sumida en una crisis humanitaria de severas proporciones. Una población que ha comprendido que ya no se trata solo de un problema ideológico, sino que se enfrenta a una suerte de nueva oligarquía corrupta, conjunto de poderosos negociantes, que pretende acaparar indefinidamente el poder económico y el poder político.

Lo cierto es que por la fuerza no podrán lograrlo porque inevitablemente esa misma fuerza se volvería en su contra. Una Constituyente ilegítima que la sociedad repudia, sumada a la violencia con la cual se intenta contener la protesta masiva de centenares de miles de ciudadanos que llevan casi 70 días volcados en las calles, son quizá la puntilla a la viabilidad del régimen. Desde luego los gobernantes no dan su brazo a torcer pero como bien dice el refrán: una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea.

Lo que pretende el régimen va a contrapelo de la historia.

@josetorohardy

Cuando Chávez fustigaba a Wall Street y alababa al movimiento anticapitalista

Chavez-Movimiento-Indignados-2011

De contradicciones está hecho el chavismo. El 15 de octubre de 2011, en pleno consejo de ministros, el presidente Hugo Chávez saludó el llamado movimiento de los indignados Ocupa Wall Street, que estalló aquel otoño en pleno distrito financiero de Nueva York contra la desigualdad social, la avaricia y la corrupción que genera el sistema capitalista en el mundo.

El mandatario venezolano aprovechó para fustigar al capitalismo salvaje como causante de la crisis de Wall Street de 2008-2011. “Son pequeños grupos, el estado burgués, la corrupción, la represión, el enriquecimiento descarado de una minoría y el empobrecimiento de las mayorías, incluyendo las clases medias”.

Seis años después, el gobierno de su heredero político, Nicolás Maduro, se olvida de la histórica distancia del chavismo con el sistema capitalista. Vende a Goldman Sachs, banco emblema de Wall Street y del capitalismo salvaje, 2.800 millones de la deuda de la estatal petrolera PDVSA a un precio 31 % menor a su valor, es decir, $800 millones. La operación ha sido cuestionada por endeudar al país  a futuro y  «darle oxigeno»al régimen venezolano cuyas políticas han generado pobreza, corrupción, desigualdad, todo el coctel de males que el chavismo ha adjudicado al capitalismo.