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Er Conde no es nuestro mal chiste político
Asumamos por un momento que er Conde gana las primarias opositoras y es el candidato unitario de la oposición. ¿Cuál es su plan para defender el voto, si el chavismo desconoce un resultado desfavorable?

 

@AAAD25

Como ya he dicho varias veces antes, no soy optimista sobre la posibilidad de un cambio político en Venezuela en el corto o mediano plazo. En el largo, ¿quién sabe? Cuando en 1980 ya la Unión Soviética llevaba más de seis décadas de vida, pocos sospechaban que apenas le quedaba tan solo una más. Alegría de tísico, claro. Un “A lo mejor” entregado en el azar de los años, mientras las condiciones de vida para la inmensa mayoría de la población siguen siendo infernales, muy a pesar de la tan cacareada recuperación económica.

Mientras tanto, la dirigencia opositora se puso totalmente en “modo electoral”, de cara a los comicios presidenciales de 2024. Ciertamente, esos comicios pudieran ser una oportunidad para que Venezuela cuente con nuevo gobierno que sea el principio del fin de esta catástrofe. Pero, y perdonen que lo repita tanto, solo será así si la disidencia se lanza a ellas con un plan que considere el contexto antidemocrático, cosa que lamentablemente no se está viendo. El zeitgeist que mueve todas las piezas es el de la simulación de democracia emanado del mismísimo aparato de propaganda chavista. No importa que aspirantes presidenciales y diversos analistas admitan que el trasfondo es autoritario. Si no actúan en consecuencia, toda esa retórica es yerma.

El esfuerzo se está centrando en la selección de un candidato unitario que desafíe al chavismo, lo cual es por supuesto un paso necesario. Pero los criterios en consideración que uno ve en la mayoría de las lecturas del proceso son en el mejor de los casos bastante secundarios. Cuestiones de la personalidad de los candidatos que a duras penas reflejan los requisitos para triunfar en elecciones como las que se hacen en Venezuela: la experiencia administrativa de los distintos abanderados, sus inclinaciones ideológicas, etc. No es que estas variables sean absolutamente irrelevantes. Pero su importancia palidece ante el quid de la cuestión. A saber, la necesidad de la referida estrategia electoral para elecciones no democráticas. Eso es lo que, a mi juicio, pudiera vencer la abulia y la frustración que las masas sienten hacia la política venezolana, por cuanto le daría al ciudadano una razón para creer que su voto esta vez sí servirá de algo.

Estrategia mata dilema

Estrategia mata dilema

No puedo dejar de enfatizar la trascendencia de tal estrategia. Ni cuánto urge. No hay ninguna señal de que la elite chavista vaya a aflojar su puño de hierro electoral. Ventajismo de candidatos oficialistas, inhabilitación de contendientes opositores, violencia contra estos últimos, etc. De eso nos dio una pequeña muestra la semana pasada, cuando una turba de seguidores del gobierno agredió en pleno acto de campaña al equipo del abanderado de Acción Democrática, Carlos Prosperi. Mientras se nos llama a los ciudadanos a votar, nadie dice cómo lidiar con situaciones así.

En vez de eso, lo que se nos vende ahora como el gran tema para acaparar el debate es… La supuesta candidatura de Benjamín Rausseo, alias er Conde del Guácharo (a quien, por respeto a su autoproclamada prosapia oriental, siempre aludo con rotacismo en el artículo “el”). Esa es la más reciente manifestación del tan trillado como inútil clamor por un outsider. Antes era Lorenzo Mendoza. Luego vimos, aunque en mucha menor medida, una exaltación similar de la maestra y sindicalista Elsa Castillo, estrella de las protestas recientes del magisterio. La diferencia con estos dos es que Rausseo sí ha indicado interés en lanzarse y ya tuvo una campaña presidencial (“¡Vota piedra!”).

No quiero que se me malinterprete. No tengo nada en contra de las hipotéticas aspiraciones der Conde (“der Conde?”; puedo imaginar a un confundido alemán preguntando “Der Graf? Graf Zeppelin?”). Creo que se equivocan quienes lo ven con sorna, rabia o vergüenza. No porque le tenga alguna simpatía política particular, sino porque a la hora de tomar en serio a este candidato como político, pues es un enigma. Más allá de las inclinaciones liberales que se atribuye, nadie sabe qué haría er Conde si llegara a presidente (caramba, y uno jurando que en esta dizque república los títulos nobiliarios están proscritos y que sería impensable que el detentor de uno ejerza la máxima magistratura). Los que lo desdeñan sin temor alguno a equivocarse por no tener trayectoria política previa ignoran que, aunque no sea seguro, precisamente tal carencia pudiera jugar a su favor justo ahora. Todos los dirigentes opositores históricos tienen niveles de aprobación por el piso. Hay un deseo de nuevo liderazgo que cualquiera con el mensaje correcto puede cumplir. En tal sentido, no se puede descartar que Rausseo tenga un buen desempeño en las primarias opositoras, si finalmente participa.

Pero el carácter novedoso (su campaña en 2006 no dejó legado alguno que la gente recuerde) solo le serviría dentro de la base opositora decidida a votar en las primarias y en las elecciones definitivas. Es aquí donde la condición de outsider se agota y la discusión sobre sus ventajas y desventajas queda expuesta como impertinente. Porque, a ver, asumamos por un momento que er Conde gana las primarias opositoras y es el candidato unitario de la oposición. Asumamos incluso que como tal tiene un éxito inmenso atrayendo el voto en las presidenciales. ¿Pudiera alguien explicarme cómo el ser un outsider lo hace mejor preparado para enfrentar los vicios de un sistema electoral controlado por el chavismo, que Henrique Capriles, María Corina Machado o Andrés Velásquez? ¿Qué haría Rausseo si lo inhabilitan en pleno auge de campaña? ¿Cuál es su plan para defender el voto, si el chavismo desconoce un resultado desfavorable?

Esas son las preguntas que se debería hacer la gente. Sobre todo quienes pretenden ser guías de opinión en materia política, que dejan mucho que desear cuando juran que hacen gala de tino con “sesudos” comentarios sobre las virtudes o defectos de un outsider que le dispute el poder al chavismo en las urnas. Tendría sentido hacerlo si Venezuela fuera una democracia en la que hay hartazgo con toda la clase política tradicional. Lo segundo se cumple. Lo primero, la cualidad democrática, no. Así que er Conde, solo por ser outsider, no puede replicar el éxito de Volodímir Zelensky, por poner el ejemplo de un comediante devenido en político que supo aprovechar el desencanto masivo con… los políticos.

Pero seamos justos con Rausseo. Las inquietudes sobre sus dotes estratégicas en el contexto político venezolano no van de la mano exclusivamente con él. Esas mismas inquietudes valen para todo el que ha expresado interés en ser candidato presidencial opositor. Eso es lo terrible: nadie les responde.

Me parece que de los pocos venezolanos que siguen muy interesados en la política nacional, muchos tienen una necesidad psicológica de eludir la dura realidad autoritaria para así creer que están haciendo algo importante por la restauración de la democracia sin ninguna adversidad, y así sentirse bien con ellos mismos. Una especie de autoengaño onanista. La fijación con la idea de un outsider solo es parte del repertorio pornográfico que mantiene vivo el espejismo para la distracción y autocomplacencia del ego. Nuestra tragedia paradójica no es que un hombre dedicado a echar chistes se lance a presidente, sino el grandísimo chiste de toda esa gente creyendo que así Venezuela mejorará. Tutto nel mondo è burla, cantó el Falstaff de Verdi. En el cosmos de la política venezolana contemporánea, es así.

Ni me lanzo ni me lanzan

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