Sabed, amigo Sancho, que hay quien se cree administrador de la democracia, dueño de señalar quien posee sus virtudes y quien no. Son los que a un tiempo emplean las neuronas que tienen en sostener, defender y alentar cuantas dictaduras criminales
–A ver, amigo Sancho, sabed de antemano que la lucha es desigual cuando los hacedores de risas nos enfrentamos a estos gigantes de la polÃtica, porque dejamos expuestas sus desnudeces y no les gusta.
–Su merced se confunde, no son gigantes, son simplemente molinos de viento, que mudan el giro de sus aspas a conveniencia del viento que sopla.
–Respondedme una cosa –replicó el amo– ¿Qué dirÃas de aquel que conspira en contra de quien ha hecho pública promesa de lealtad?
–Pues dirÃa que no es gente de fiar a no dudarlo, mi señor. Que lealtad debemos a quien la juramos y que no habemos de prometerla si no somos capaces de cumplirla.
–Con más razón si hace tan solo por el gobierno, siempre pasajero como todo lo humano, de una Ãnsula.
–E incluso de una penÃnsula, su merced.
–Dices bien, amigo Sancho, que yo de matemáticas nada sé. Poco importa, según mi parecer, por cuanto multipliques tu hacienda, si los dineros son bien avenidos. Pero con justicia te digo que de endeblez, flojedad, inconsistencias y contradicciones entre lo que se proclama y se hace, sà que sé mucho, que por largo tiempo me ha tocado padecedlos en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero olvidarme.
–Su merced podrÃa afinar más su argumento, quizá con algunos ejemplos, para que este desabrido labrador os comprenda bien.
–Veamos, Sancho, mi fiel escudero, si alguien un 20 de agosto de 2012, por poneros un ejemplo cualquiera al azar, coloca un Twitter en el que pregunta: «¿EntregarÃas la polÃtica económica de un paÃs a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo?» y al tiempo gasta exactamente lo mismo no ya en un ático, sino en una de esas casas de caballerÃa que llaman chalés. ¿No dirÃas cuando menos que tiene flojedad de convicciones?
–Sin duda lo dirÃa, por más que no lo haya comprado de contado y lo tenga que galapagar a plazos.
–Sumo y sigo, Sancho, ¿Qué dirÃas, entonces, de quien ha asumido «el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones», renunciando a privilegios, si lo ves en un coche oficial Ford Mondeo Titanium, arrastrado nada menos que por 140 caballos?
–Coño, vaya caballerÃa sus mercedes, quise decir, su merced. Los corrientes andamos en burro y en este rocÃn flaco y destartalado que vos tenéis. Por otro lado: ¿No es acaso Ford la marca emblemática del Imperio al que combatimos? –y añadió luego de una pausa–. Mas noto, por la expresión perdida de vuestra mirada que la lista de desatinos es larga.
–¿Qué manducáis que adivináis? AmeritarÃa todo esto, cuando menos, una segunda parte. Pero una cosa dirÃa, por último, amigo Sancho.
–Decidla pues, mi señor, a toda presa.
–Sabed, amigo Sancho, que hay quien se cree administrador de la democracia, dueño de señalar quien posee sus virtudes y quien no. Son los que a un tiempo emplean las neuronas que tienen en sostener, defender y alentar cuantas dictaduras criminales y violadoras de los derechos humanos se presentan, de manera particular, en aquellas tierras salvajes del Nuevo Mundo.
–Ahora comprendo lo de las contradicciones. Negar con las acciones aquello que se presenta como cierto en la palabra.
–Hablas con sabidurÃa, mi sencillo escudero. Dejemos atrás todo esto y sigamos en busca de nuevas aventuras de caballerÃa, que el año apenas comienza.
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Sabed, amigo Sancho, que hay quien se cree administrador de la democracia, dueño de señalar…
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