La vida sigue - Runrun
Armando Martini Pietri Dic 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La vida sigue
Las tiranías se desgastan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Lo que sigue sin parar es la vida, ese es el problema de los dictadores

 

@ArmandoMartini

Tomando conceptos del poeta Jorge Manrique, un año que se va, ¡cuántos se han ido! La vida no depende de navidades ni años nuevos, estriba de sí misma. Nadie muere en la víspera, sino cuando se va a morir, ni un día antes ni uno después.

De nada valen los propósitos sin la voluntad de luchar por ellos y cumplirlos. No sirve recordar errores y triunfos pasados si no se está dispuesto a corregirlos y evitar repetirlos.

Muchos se han ido, no volverán, otros se nos vienen encima, dependen de nosotros para que sean mejores o peores. El destino no es cuestión de intenciones y sueños, sino de voluntad. Se es bueno porque se quiere serlo, se es malo porque se acepta serlo.

Desear feliz Navidad, más que buena educación y costumbre, es de solidaridad con rebote: deseamos a los demás lo que anhelamos para nosotros, y eso no depende del año que se va ni del que viene, sino de lo que estemos dispuestos a hacer por voluntad propia.

Decía alguien: el pueblo tiene el gobierno que se merece. Significa que se constituyen y permanecen porque los ciudadanos creyeron en los compatriotas que los plantaron en el poder.

Si disfrutamos democracia es porque estamos dispuestos a defenderla, si tenemos dictadura es porque la toleramos y soportamos.

No importa por quién votó cuando los partidos se agrietaron y la contienda quedó entre las promesas de un mediocre embustero y las expectativas de un presumido, soberbio pero instruido, competente profesional. A una mayoría de venezolanos, pobres y ricos, empleados y empresarios, les pareció que con un anodino podría hacer lo que el otro no les ofrecía.

Se equivocaron. Pudientes favorecidos, creídos dueños de verdades e intelectuales apasionados, interpretaron que un muchachón simpático e ignorante haría en el Gobierno lo que ellos le dijeran. Los menos favorecidos y excluidos pensaron que era un enviado de Dios para gobernar según a ellos les conviniera. Y juntos insistieron en creer que los militares, por serlo, hubiesen ganado o perdido batallas, tenían lo que había que tener para regir.

Pero aquel de Barinas nunca manifestó lo que realmente pensaba. Ofreció lo que cada oído quería escuchar y mantuvo oculto lo que verdaderamente eran sus intenciones. Incluso para sus compañeros de insurgencia inventándose la argucia del juramento alrededor de un árbol muerto, el Samán de Güere.

A empresarios les quitó -los robó, como le expresara en su presencia la valiente señora en la sede de la Asamblea Nacional ante la mirada incrédula de los parlamentarios- sus empresas con la excusa de darlas al pueblo soberano, para luego negárselas y manejarlas o dejarlas morir con sus indoctos leales y obedientes sumisos.

A los pobres les ofreció lo que casi todo político ofrece y pocas veces cumple, bienestar. Y la venganza de quitar la riqueza ajena para repartirla entre los indigentes. Lo que cumplió en parte, solo que los favorecidos menesterosos eran sus propios que ahora son millonarios como corresponde a la corrupción en un país abarrotado de riqueza y secuestrado por el comunismo socialista castrista.

Han pasado muchos años, y el comandante ahora es “eterno” sin voz ni voto pero sus pensamientos recónditos continúan. Mientras el hambre, frustración, falta de prosperidad y real justicia social han ido sacando, de las profundidades de todos, el pensamiento de que se equivocaron y es hora de cambiar.

Tarea cada vez más ardua y espinosa, porque mientras las masas se dedicaban a esperar nuevos desagravios, esta vez de dirigentes vacíos de conciencia, usurpadores e incoherentes pero rebosantes de palabras, el sistema que desarrolló el socialismo bolivariano del siglo XXI, sus cómplices y asociados se fortalecen.

Sin embargo, la vida no se suspende ni paraliza. Las tiranías se desgastan, y en consecuencia se debilitan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Es más difícil, exige más brío fiscalizar que incentivar. Lo que sigue sin parar es la vida, y el control se aminora. Pasan los años, uno tras otro, y esa represión debe gastar más energía mientras la existencia continúa y el cansancio crece abonado por la reprimenda y el fracaso en otorgar algo tan simple en la vida moderna, a la vez complicada, como es la dicha, felicidad y bienandanza para los ciudadanos.

La vida sigue, ese es el problema de las tiranías.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es