Sin confianza y con secretismo - Runrun
Sin confianza y con secretismo

@ArmandoMartini

Algunos políticos y todos los politiqueros maniáticos insisten en guardar secretos. Se creen con autoritario derecho de pactar, negociar, no rendir cuenta ni contar lo discutido a los ciudadanos. Farsantes, embusteros, aquejados del secretismo obsesivo. Por lo cual ya no son estimados ni apreciados, han traicionado la confianza; y los reclamos quejumbrosos de hipócritas caen en saco roto. No atinan a comprender que no gozan de representación legítima, la perdieron. ¡La confianza es una actitud mutua!

Ocultadores profesionales con maestría y doctorado no advierten el secreto que aprecian y porfiados practican.

Hacen sospechar negocios pestilentes, sucios, indecentes y deshonestos que no van en beneficio de los intereses nacionales y colectivos, sino en provecho individual partidista. Guste o no, es la percepción de la mayoría, con sobradas razones. ¿Cómo confiar en quien dice no estar haciendo algo, que se presume -o se sabe- sí lo está realizando?

El secretismo es la tendencia en mantener secreto los asuntos de confidencia. La práctica de compartir información entre un grupo restringido -cómplices del secreto-, mientras se esconde a otros, la mayoría; lo cual es injusto y arbitrario para una sociedad que directa o indirectamente será afectada y sufrirá las consecuencias de lo que discutan, rechacen o acuerden en la penumbra.

En cuestiones de Gobierno y política, ocultamientos hay demasiados. Algunos incluso legales, otros de conveniencia y excesivos de simple desprecio por el ciudadano común.

Es tradicional el secreto militar, legal, sumarial en procesos judiciales e investigaciones policiales. Así como la desinformación estratégica en actividades diplomáticas, gubernamentales. Aunque es de señalar que en los países serios tienen normas que regulan el uso de la confidencialidad. Hay los secretos en destrezas y medidas empresariales. Está, también, el pesado e intrincado manto del secreto criminal, que puede llegar a ser asfixiante y perverso.

Pero cuando un gobierno, la oposición política y elementos vinculados dialogan, conversan, debaten o como quieran llamarlo, sobre asuntos que conciernen y perturban a la ciudadanía, una cosa es la prudencia comprensible, otra el ocultamiento insultante.

La gente se hartó. Imposible creerle al oficialismo que, descarado, describe un país maravilloso, el mismo que llevan 20 años ofreciendo, pero está cada día peor; y un sector opositor que proclama la rebelión para conquistar un país diferente, decente, de principios y buenas costumbres, para aceptar de seguidas formar parte plena de lo de siempre.

El problema es que ciertos políticos electos por decisión popular para responsabilidades esenciales, con la misma pasión con la cual piden el voto, una vez electos se sienten canonizados y no obligados a rendir cuentas. Se equivocan, el ciudadano reclama y exige.

Balance: rindiendo cuenta

Balance: rindiendo cuenta

Y los que a su vez son nombrados ejecutivamente por los elegidos, creen que solo deben cuentas a quienes los nombraron y no al pueblo. Otro error. En Venezuela llevamos demasiado tiempo con esa distorsión inconstitucional e inmoral.

La grandeza del sistema democrático está en la consulta permanente a la ciudadanía. La democracia se supone sin secretos. Falla de ciertos países que se anuncian democráticos, y en Venezuela la carencia es hábito. Es conocido que cuando un político afirma estar haciendo, proponiendo o defendiendo en beneficio del pueblo, lo casi seguro es que esa acción propuesta sea en beneficio propio, de sus allegados o cómplices del partido o Gobierno, en ese orden.

Oficialismo y oposición llevan años dialogando, presumen conocerse, ponerse de acuerdo en puntos básicos, contratan costosos mediadores, pero ni consultan a los ciudadanos ni ponen en la mesa de discusiones lo que el país quiere y piensa. En consecuencia, la ciudadanía no ha obtenido chance de expresar pareceres, y si logra -por una suerte de milagro- articular opinión, no la toman en cuenta, la desprecian, se burlan -16J/2017, 12D/2020. Solo se limitan a las concertadas en sus cúpulas, en las cuales genialidades e inteligencia suprema se ponen de acuerdo para disponer el futuro del país. Despliegue absurdo de soberbia y prepotencia chocante.

No es solo qué se decide sino cómo se hace. Disposiciones unilaterales que violentan el principio básico de asociación y lo evidencian cuando el régimen castrista se ahoga en estulticias y es socorrido. En consecuencia, los ciudadanos inconsultos, menospreciados e ignorados son los únicos exentos de cancelar las equivocaciones cogolléricas. La democracia venezolana es acuerdo de cómplices y socios entre sí.

Por eso y mucho más, estamos en un trance de confianza, crisis de representatividad y desprestigio de la dirigencia que se extiende como niebla viscosa sobre lo económico, ético, moral, social y político. Se ha llegado al extremo, al borde del barranco, cuando la nación y su comunidad ya no profesan ni confían en sus dirigentes. El daño ha sido y es inconmensurable.

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